¿Y tú a qué le tienes miedo?, por Arnaldo Quispe

Jorge Gomez (333)

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La punta del iceberg constituye nuestra personalidad, es decir el conjunto de todo lo conocido, de lo visible, lo racional y objetivo. Muchas personas aceptan vivir dentro de esos límites conocidos, que conforman el espacio del paradigma racional. La punta del iceberg constituye el espacio en el cual la persona crea su consciencia, es decir su noción o darse cuenta de todo aquello que identifica. La consciencia es el mundo de la vigilia, de la realidad fáctica, en donde el ser humano se ubica en la cima de la evolución respecto de las otras especies animales.

Sin embargo, esa punta del iceberg tiene una base, un fondo, la estructura de hielo no podría sostenerse y flotar en el agua si no tuviera una mole sólida de hielo. De hecho hay un gigantesco bloque de hielo que sostiene la parte visible del iceberg. El iceberg es en consencuencia todo: lo visible y lo no visible, que generalmente existe oculto sumergido en el agua. Ambas partes se encuentran en equilibrio, conforman una constante, una gestalt indivisible: el todo, que es más que la suma de las partes.

Sin embargo, esta paradoja nos conduce a pensar el porqué nos conformamos en conocer solo la parte visible del iceberg, parte que adquiere un nombre conocido por todos: personalidad. Esta facultad humana es un constructor racional, la idea que las personas tienen acerca del mundo y de sí mismos, que permite crear una identidad con características personales, de las cuales uno asume control y desenvuelve su comportamiento social. La personalidad crea un estilo de vida que proporciona seguridad  y configura el cósmos individual, de hecho conforma el ojo mágico por el que pasa toda la información que llega del mundo exterior. Muchas personas construyen su propia personalidad sobre la base del mundo visible, del paradigma racional, una arquitectura cimentada con piedras muy fuertes, cemento y columnas de acero la conforman.

Entonces ¿qué es de la parte no visible del iceberg?, ¿sirve o no conocer dicho paradigma sumergido?, ¿tiene utilidad o no intentar ampliar el horizonte de lo conocido?. ¿Sirve o no tratar de explorar esa parte oculta?. Son preguntas sobre las cuales cada uno de nosotros está invitado a responder sin la obligación de hacerlo. Sabido es que muchas personas se conforman con un paradigma único y encuentran seguridad, protección, control y tranquilidad, por lo que mover esquemas –sobre todo a edad adulta- puede representar una seria amenaza o peligro. La mente racional normalmente construye una serie de mecanismos y boicotea cualquier intento personal de ampliar o romper el esquema de pensamiento, poniendo de manifiesto mecanismos de defensa y apego excesivo al mundo racional.

Algunas personas sin embargo, son conscientes que existe una realidad mayor y tienen una idea del iceberg como un todo indivisible. Estas personas se encuentran explorando diferentes maneras de profundizar y ventilar de raíz aspectos fundamentales en la vida personal. La manera auténtica que permite explorar el mundo no ordinario es una noción que corresponde a un llamado personal, por el cual llega espontáneamente la inquietud de búsqueda: porque se cree y se tiene la esperanza de descubrir nuevos horizontes en la evolución humana. En todo caso, estos exploradores no son personas conformistas con la vida común y adquieren desde ya la ventaja de ampliar de a poco la propia realidad. Este camino adquiere el rango de espiritualidad, pues todo intento de responder esas preguntas anteriormente formuladas, ponen de manifiesto el nivel de trascendencia sobre paradigmas únicos.

La espiritualidad es un camino de trascendencia que une lo conocido de aquello que está pendiente de conocer, une las realidades objetivas y subjetivas, lo consciente e inconsciente, considera el todo antes que las partes, es el complemento del mundo material. Permite profundizar en las leyes de la vida, respetando sus significados y contextos. La vida espiritual es el respeto por lo sagrado, cuyos elementos son originales y nos alinean con las fuerzas del cósmos, que representa finalmente la idea del iceberg completo en un contexto o universo. No importando cuál o cuáles sean las maneras de cruzar el umbral para llegar al canal de la vía espiritual, aquello que es importante es la intención sensata de conectarse, respetar y vivir conforme las leyes de la vida: pues son las leyes del amor universal.

¿Y tú a qué le tienes miedo?, por Arnaldo Quispe

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