Entrevista a Marta Vilaplana: La profesora de Hatha yoga defiende las terapias naturales para mejorar el rendimiento escolar y tratar el trastorno por déficit de atención

Jorge Gomez (333)

Marta Vilaplana: «Hay muchos adultos con síndrome de Peter Pan»

La profesora de Hatha yoga defiende las terapias naturales para mejorar el rendimiento escolar y tratar el trastorno por déficit de atención

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Yoga para niños: ‘Es como si entrases dentro de tu cuerpo’ – La profesora Marta Vilaplana imparte una clase de esta tradicional disciplina física y mental en su centro de Barcelona. Los alumnos relatan sus sensaciones respecto al yoga.

Con el regreso a las aulas vuelven a acentuarse algunos problemas, como el fracaso escolar, la ansiedad y el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), que sufre alrededor del 7% de la población infantil. A veces se recurre a la medicación para mejorar el estado de ánimo y el rendimiento del menor, pero también existen otras alternativas más naturales. Es lo que defiende Marta Vilaplana, profesora deHatha yoga. “Para ayudar a estos niños con dificultades hay que potenciar la realización de actividades creativas donde el aprendizaje forme parte del placer. De esta manera, descubren los elementos de su propio ingenio que les ayudarán a gestionar sus emociones y a crecer y evolucionar como persona”.

Desde los cuatro años Vilaplana vive inmersa en el mundo de la expresión corporal: ya sea bailando flamenco, danza clásica y contemporánea, o explorando la psicomotricidad y la rítmica corporal. Sin embargo, ha sido en el yoga donde ha encontrado su gran pasión de la mano de grandes maestros, como Saúl Martínez. Advierte, no obstante, que no es tanto una persona de religión como de profetas. Actualmente, dirige el Centro de Expresión Corporal ViuVida de Barcelona.

– ¿Cuál fue su primer contacto con la disciplina del yoga?
– Cuando yo tenía cuatro años, mi madre padecía depresiones, era una persona medicada a la que a principios de los años setenta le llegaron, incluso, a aplicar electrochoques. Entonces, un día un dermatólogo chileno le recomendó iniciarse en el yoga.

– ¿Se recuperó?
– Plenamente. A raíz de practicar yoga pudo dejar de medicarse, cambió su alimentación, sus patrones de pensamiento y se convirtió en una mujer saludable, capaz de empezar a cambiar su vida –por ejemplo, decidió divorciarse-. El yoga me devolvió a mi madre.

¿A qué piensa que se debe la eficacia del yoga a la hora de propiciar este tipo de cambios? 
– Lo más potente es poder estar durante un tiempo – una hora u hora y media- en silencio, respirando y trabajando diversas posturas; es cuando empiezas a tomar conciencia.

– A tomar conciencia de ti mismo… 
– Sí, desde el plano físico, mental y emocional, que es el todo, la unión… Te miro y siento muchas cosas, pero si estuviéramos en silencio, aún sentiría mucho más. El ruido de la calle, la sobrecarga de información que nos rodea, la falta de tiempo, la sensación de que todo va deprisa son la causa de que nos cueste saber quiénes somos y adónde vamos.

– ¿Cómo trabaja el yoga en nuestro cuerpo? 
– Se centra primero en el ego, en la humildad -mis miedos son tus miedos, mis deseos son tus deseos-; en la esencia del ser humano no hay muchas cosas que nos diferencie, excepto el ingenio a la hora de crear.

– ¿Cuándo empezó a practicar yoga? 
– A los siete años. Mi maestra era una mujer muy cañera, esencial y auténtica, que seguía a Baba Muktananda, un maestro gurú muy conocido en aquella época que fue capaz de arrastrar a grandes masas. Desde entonces no he dejado de practicar yoga.

– ¿Cuándo empezó a aplicar esta disciplina a los niños?
– Cuando tuve a mis tres hijos, me di cuenta que necesitaban practicarlo para protegerlos de la hiperactividad, la depresión y la dispersión mental. La esencia de los niños es muy importante. Yo les enseño a apartar el ego y les digo: “Sois maravillosos tal como sois”. Si lo van integrando y asimilando, crean una fortaleza interior muy grande.

– ¿A partir de qué edad recomienda que los niños practiquen yoga?
– A los cuatro años, ya que pueden empezar a trabajar los equilibrios, sienten su masa muscular, sus movimientos, son capaces de estar meditando hasta cinco minutos con los ojos cerrados y en absoluto silencio.

– ¿Cómo transcurren las primeras clases?
– Hay un poco de risas, pero parece que sean ellos los maestros. El niño es presencia, no analiza, siente y hace; es tan humilde que lo absorbe todo; nunca he sentido contradicciones ni resistencias por parte de ellos.

– ¿Cómo se aplica el yoga a los más pequeños? 
– Trabajo mucho a nivel lúdico, primando el juego y la imaginación. Siempre hay una directriz muy clara: el niño necesita la seguridad que le da el guía, pero nunca impongo; les hago sentir que pueden crear, desarrollarse, expresarse… Aprenden a jugar con cariño, se reconocen.

– ¿Les hace desarrollar el ingenio?
– El yoga en sánscrito significa “la unión”, me interesa que noten esa unión, el maestro te enseña, pero tú enseñas al maestro, pero con grandes dosis de respeto, del saber comunicar, compartir; huye totalmente de la autoridad y la jerarquía.

– ¿Algún caso difícil que el yoga haya conseguido encarrilar?
– El que más me llegó fue una niña con autismo, de unos 14 años; estaba desconectada, era muy competitiva y tenía mucho miedo. En las clases ella intentaba demostrar y yo le transmitía que solo tenía que ser como era. Me dijo que le había enseñado a que su cuerpo era su casa, donde se sentía muy tranquila.

– ¿Vienen niños con mucho estrés a las clases? ¿Por qué?
– Los adultos emiten a los niños cosas que no les tocan: ¡Tengo niños de seis años que me hablan de crisis! Eso no puede ser. Los mayores somos responsables de enseñar valores, de acompañar y dar seguridad a nuestros hijos, pero hoy en día hay muchos adultos con síndrome de Peter Pan; personas que no han tomado conciencia de lo que es ser padre o madre. Hay estrés en los niños porque sus mochilas son muy grandes para la edad que tienen.

– ¿Cómo puede ayudar el yoga a los niños afectados por TDAH? 
– Creo que es un trastorno que se está sobrediagnosticando. Cuando hay un niño que presenta un cuadro así, tenemos que investigar el mapa que rodea al menor, algo a lo que se tiene que dedicar más tiempo. Evidentemente el yoga es una alternativa.

– ¿Para qué enfermedades o problemas psíquicos puede ser beneficiosa esta disciplina?
– El asma, las pieles atópicas, escoliosis, problemas gástricos, resfriados…

– ¿Mejora el rendimiento escolar?
– Crece inmensamente su autoestima, y sobre todo se desarrolla la conciencia del niño, que sabe cuando está nervioso y cuando no, y tiene herramientas para controlarlo.

– ¿Hasta qué punto puede mejorar el rendimiento escolar?
– En un 30% de los niños que practican yoga cambia plenamente su actitud frente a los estudios y en clase.

– ¿Aparte de yoga, qué se enseña en un centro de expresión corporal?
– También hay un canal liberador fantástico, que es el de las artes, como la pintura; el teatro, que permite expresarse a través de otros personajes para facilitar la comunicación; la percusión –personas que encajan situaciones duras, como un cáncer, sienten que ese tambor representa la fuerza-; y danza, en que el profesor aporta el 20% de la técnica y el resto lo da nuestro potencial creativo.

– ¿Debería estar más valorada la expresión corporal en la vida cotidiana?
– Mucho más. La comunicación no verbal es muy sincera, honesta; a veces los silencios son más potentes y el cuerpo nos lleva más a la acción.

Fuente: La Vanguardia

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