Afrontar La Muerte

Esta página ha sido creada con la intención de aportar un poco de Luz a un tema tan importante y trascendental en la vida de cada persona como es el hecho de tener que afrontar tarde o temprano la realidad ineludible de nuestra propia muerte o la de un Ser querido

afrontar la muerteAfrontar la realidad de la Muerte Ahora, en este mismo instante, con una mirada profunda y valiente dirigida al significado que para nosotros tiene la Muerte como realidad ineludible, puede ayudarnos a liberar una angustia que mantenemos latente en algún recoveco de nuestro interior y que nos perturba de forma inconsciente.

Este acto de reflexión serena puede aportarnos además muchas cosas positivas, como un replanteamiento consciente acerca de cómo estamos viviendo nuestra vida, en la manera en cómo nos comportamos con nuestros seres queridos y con las personas con las que nos relacionamos y darnos cuenta en definitiva, de si lo que estamos haciendo hoy nos hará sentir bien con nosotros mismos al final de nuestros días.

Meditar o reflexionar de forma más o menos regular sobre nuestra impermanencia física trae consigo una mayor claridad mental que nos ayudará sin duda a tomar decisiones más acertadas a lo largo de nuestra vida. Nos ayudará a reconsiderar nuestras prioridades y escala de valores, revalorizará de forma sorprendente todas nuestras relaciones personales y lazos afectivos y nos aportará una mayor consciencia y felicidad.

La Muerte puede convertirse en nuestra gran aliada para que le saquemos el máximo provecho a la vida. Gracias a ella podemos quitarnos de encima muchas preocupaciones absurdas e innecesarias y centrarnos en todo aquello que verdaderamente merezca la pena.

Deseamos que el contenido que aquí se expone sirva de ayuda a todo aquél que sienta temor hacia su propia muerte o sufra la pérdida de un ser querido. Aquí podrá encontrar una perspectiva positiva, optimista y pacificadora que creemos podrá reconfortarle.

MUERTE Y VIDA

Bajo este título que habitualmente vemos escrito al revés, con «Muerte y Vida» decimos una gran verdad. Y es que no hay Vida posible si ésta no viene precedida de una Muerte. Esto lo podemos ver en infinidad de cosas todos los días en nuestra vida cotidiana con el mero hecho de observar con atención el funcionamiento de la naturaleza.

Claro ejemplo son las estaciones del año, todos sabemos que después de un largo y frío invierno aparece como de la nada una alegre y floreciente primavera que tiñe los bosques y praderas de mil colores hasta que su periodo de explosión vital llega a su fin para dar paso al verano donde toda ésta ebullición de vida alcanza su madurez. El verano muere también y abre sus puertas al otoño, época de recogimiento que nos prepara para la llegada nuevamente del frío invierno. Este Ciclo continuo de Vida y Muerte lo podemos observar en todas partes, en el amanecer de un nuevo día que avanza lentamente hasta su atardecer y muere en el ocaso para volver a renacer al día siguiente. Lo vemos en el fruto maduro que cae al suelo y se descompone no sin antes dejar su semilla para que nazca un nuevo árbol con nuevos frutos…

Nosotros mismo morimos un poco cada día cuando nos acostamos por la noche y caemos en un profundo sueño reparador que nos permite renacer al día siguiente con energía renovada y un nuevo ímpetu que nos da la fuerza necesaria para iniciar la nueva jornada. Todo nace y todo muere, esto es algo tan natural que simplemente observando lo que sucede a nuestro alrededor vemos con claridad como la Muerte es parte fundamental de la Vida.

Esta reflexión sobre el ciclo continuo de vida y muerte no solo puede ayudarnos a dejar de ver el acto de morir como un hecho trágico para verlo como algo perfectamente natural que sigue las leyes de una naturaleza de la cual formamos parte, sino que lo más importante es que nos despierta a la realidad del Aquí y Ahora para que vivamos el momento presente de manera más consciente. Nos recuerda que cada momento, cada relación, cada experiencia que vivimos es única e irrepetible y que la vida merece la pena vivirla con plenitud.

Hablemos de ello



En el mundo occidental principalmente existe una tendencia desde hace siglos y que perdura todavía hoy en gran parte de la sociedad que consiste en eludir a toda costa hablar de cualquier tema relacionado con la Muerte.

Esta evasión permanente va forjando poco a poco una actitud de rechazo que nos produce cierta incomodidad cuando alguien nos hace alguna referencia a la Muerte, tanto es así que a muchas personas les produce un gran malestar hablar de ello, les resulta desagradable, molesto, como si hablando de ello se estuviera de algún modo llamando a su puerta. Esta manera de reaccionar es muy común en nuestra sociedad actual fruto de una prácticamente inexistente sensibilización sobre este tema tanto en el ámbito educativo como en el familiar.

Es lógico y comprensible que en las etapas de infancia y juventud cuando se está lleno de vida y de proyectos personales no apetezca pensar en el tramo final de nuestra vida, ya llegará su momento pensamos, y en parte no les falta razón a quienes así piensan, pero sería bueno para todos si de algún modo pudiéramos familiarizarnos con el concepto de la Muerte y del Duelo ya de niños abordándolo sin tapujos y con naturalidad.

Cuando se nos muere una mascota por ejemplo, esto puede ser una oportunidad para hablar de ello con nuestros hijos en lugar de eludir el tema o minimizarlo. Tampoco hace falta profundizar en exceso ni utilizar palabras extrañas, podemos simplemente explicarles que la muerte es una etapa más de la vida, que no es algo aparte y que todos tarde o temprano llegaremos un día a esa etapa. Podemos decirles incluso con toda tranquilidad que después de morir nos vamos a un lugar en el que no hay sufrimiento y en el que se está muy bien. Cualquier situación es buena para hablar de ello si se hace con naturalidad. Esta actitud favorecerá a que en el futuro esta persona pueda afrontar mucho mejor la pérdida de un familiar o amigo y su consiguiente proceso de duelo.

La cuestión es conseguir romper el silencio sobre este tema ya de pequeños más allá de la simple frase: «cuando alguien muere se va al cielo», para que deje de ser un tema tabú y nos resulte menos escabroso tal y como sucede en muchas otras culturas en las que dan a este tema la importancia que merece y donde la Vida y la Muerte se entienden como un Todo

 Acompañamiento

Entendemos por Acompañamiento el hecho de Estar junto a la persona que se encuentra en los últimos días de su vida permaneciendo a su lado pacientemente incluso cuando pareciera que no está consciente de nuestra presencia.

Este Acompañamiento suele darse generalmente por parte de los familiares y merece la pena recalcar que su sola presencia tiene un enorme valor emocional para la persona que está en el tramo final de su vida. Estos momentos tienen tanta o más importancia que el mismo día de su nacimiento, y tener la suerte de que sus allegados se encuentren junto a él es algo muy gratificante y favorece de un modo inimaginable para que su partida transcurra de manera Tranquila y en Paz.

Hay varios tipos de miedos entorno a la muerte, el más común suele ser el miedo al dolor y al sufrimiento físico que precede a la muerte. Afortunadamente hoy en día este temor va disminuciendo gracias a unos cuidados paliativos que consiguen eliminar prácticamente toda sensación de dolor hasta el mismo momento de expirar.

Pero otro de los temores más generalizados sobre todo por las personas que están en edad avanzada y que en muchos casos viven solas tras haber perdido a su cónyuge, es el miedo a Morir Solos. Este miedo resulta mucho más perturbador en su día a día que cualquier otro miedo y por este motivo resulta tan importante que los familiares tomen consciencia del incalculable valor que supone para el enfermo terminal estar junto a él.

En un Acompañamiento es importante tener presentes algunos detalles con la finalidad de favorecer un clima apropiado a este momento tan crucial. Lo primero sería tratar de estar lo más tranquilos y serenos posible, respetando al máximo el ambiente de calma que se perciba en la estancia. No es necesario reprimir el llanto si éste surge de manera espontánea pero si fuera descontrolado sería mejor salir unos minutos de la sala para tranquilizarse.

Es muy reconfortante para el enfermo recibir un poco de cariño mediante el contacto físico como puede ser cogerle de la mano con ternura o acariciarle delicadamente la cabeza y el pelo. En estos momentos el silencio es lo que más se agradece así que es aconsejable no hablar por hablar y en todo caso lo más importante será saber Escuchar. Suelen liberarse cargas emocionales muy profundas y sinceras.

No conviene forzar ninguna conversación que no surja de manera natural y tampoco tratar sobre creencias religiosas si la persona en cuestión no las ha tenido antes y no manifiesta ningún interés en hablar de ello. A veces con la mejor de nuestras intenciones procuramos darle un consuelo espiritual para que esté tranquilo y sin querer lo que estamos haciendo es más bien confundirlo o incomodarlo. Ahora bien si su estado lo permite y manifiesta un claro interés por hablar del tema, entonces será bueno hablar de ello y compartir nuestras creencias espirituales.

Podemos aprovechar estos últimos momentos para decir aquello que todavía tengamos en nuestro corazón y que no hayamos podido o querido hacer con anterioridad, las palabras de Amor y de Perdón cobran su máxima expresión en este instante, dejarlas salir será bueno para los dos.

 Duelo

Podemos definir el Duelo como un proceso de adaptación emocional que se inicia tras la pérdida de un Ser querido. Cada uno de nosotros vive esta experiencia de un modo muy particular debido a que influyen muchos aspectos personales, emocionales, afectivos, psicológicos, culturales que hacen que resulte en vano cualquier intento de comparación.

Nadie debe sentirse culpable por superar un proceso de Duelo mucho antes o mucho después que otra persona, el tiempo destinado a este proceso no significa en modo alguno querer más o menos a la persona fallecida y cada uno lo asimila y exterioriza a su manera. No obstante sí que podemos detallar algunos aspectos que nos relacionan con el fallecido y que nos indican el tipo de Duelo al que nos enfrentamos.

Vínculo Emocional. Hay personas con quienes existe un fuerte lazo emocional a pesar de no ser parte integrante de la familia y por consiguiente el proceso de Duelo puede ser incluso más intenso que con el de un familiar. Grado de dependencia. A mayor dependencia emocional y afectiva, mayor intensidad en el proceso. Vigencia en la relación. Si con la persona fallecida se tenía un fuerte lazo afectivo pero se trataba de una relación antigua (amigos de la infancia, compañeros de trabajo, etc.), el impacto al recibir la notica de su muerte puede ser importante pero el proceso de Duelo será mucho menor en intensidad y duración. Edad del fallecido. Es especialmente complicado superar los procesos de Duelo cuando se trata de niños pequeños y personas muy jóvenes. Circunstancias del fallecimiento. Las muertes que sobrevienen de forma inesperada provocan un mayor impacto emocional sobre todo en las primeras fases del Duelo. Recuperación del cuerpo. Cuando se produce un siniestro en el que no aparecen los cuerpos o se imposibilita su recuperación, se incrementa notablemente la dificultad en la aceptación y superación de esa pérdida.

Los psicólogos nos hablan de 5 Fases o Etapas por las que transcurre el proceso de Duelo aunque es importante mencionar que si bien es cierto que en la mayoría de casos suele producirse esta secuencia de fases con un mayor o menor intervalo de tiempo, también es cierto que nada hay prescrito en este tema y por lo tanto siempre puede haber personas que vivan este proceso de un modo completamente diferente al habitual.

Las 5 fases:

1.- Negación. Esta fase suele asociarse a las muertes repentinas e inesperadas con las que solemos quedarnos en estado de shock al recibir la noticia. No podemos creer ni asimilar en ese mismo instante lo que nos están diciendo. No lo creemos posible, es como si no nos estuviera pasando a nosotros, a menudo no se produce ninguna reacción, el desconcierto es absoluto. En esta primera fase a menudo se suele aparentar a modo de protección interna y externa un estado de aceptación que en realidad todavía no ha llegado.

2.- Enfado. Tras el shock surge el enfado, la culpa, pensamos en todo lo que podríamos haber hecho y no hicimos, daríamos lo que fuera para volver atrás y tratar de evitar lo sucedido. Es una etapa marcada por los sentimientos de rabia y no se suele estar muy receptivo a las palabras de consuelo. Será bueno expresar las emociones, desahogarse y sacar todo lo que se tiene dentro.

3.- Negociación. Después del enfado y de buscar culpables, comenzamos a ser conscientes de la realidad de los hechos y de que no hay vuelta atrás. Esta pérdida además de conmocionarnos nos ha creado una desorganización personal que deberemos ir recomponiendo para encontrar la manera de encajar la nueva situación tanto a nivel interior como con nuestro entorno.

4.- Depresión. Es una etapa especialmente dolorosa puesto que sentimos un enorme vacío que nos produce mucho sufrimiento. La tristeza puede llegar a ser tan profunda que es relativamente fácil caer en una depresión. Esto forma parte del proceso y será bueno que las personas que nos rodean y apoyan lo comprendan y nos den tiempo. No obstante si la situación se estancara podría resultar necesaria alguna ayuda profesional para poder seguir avanzando.

5.- Aceptación. Esta fase implica una plena aceptación de la pérdida y en muchos casos supone un verdadero renacimiento como persona. Superar no es olvidar. No olvidaremos jamás a esa persona y siempre la mantendremos viva en nuestro corazón. Su recuerdo ya no nos crea dolor ni sufrimiento, más bien al contrario, puede en todo caso fortalecernos y ayudarnos a afrontar situaciones difíciles de nuestra vida. Hemos encontrado un lugar muy especial en nuestro interior para esa persona y ya estamos listos para seguir adelante con nuestro camino.

Cabe destacar la enorme complejidad e intensidad que supone la pérdida de un cónyuge o un hijo. Probablemente es la prueba más dura a la que cualquier persona pueda enfrentarse en la vida. Los sentimientos pueden ser tan desgarradores que nadie que no haya pasado por una situación similar tiene la capacidad para comprender lo que supone este sufrimiento. A muchas personas les puede resultar de gran ayuda acudir a grupos de apoyo con personas que hayan pasado o estén pasando por una situación similar. Compartir experiencias, sentimientos y emociones con quien haya pasado por esto puede resultar muy consolador y muy liberador.

Las creencias religiosas y espirituales pueden servirnos de consuelo si creemos en la existencia de un Más allá en el que podremos reencontrarnos con nuestros seres queridos. No obstante esto puede resultar contraproducente si lo que se consigue es distraernos del momento presente y de la necesidad de tener que afrontar el proceso de pérdida.

Religión y Fe

 

La historia de las religiones es tan antigua como la misma existencia de la humanidad. El hombre des de siempre se ha sentido muy vulnerable e insignificante frente a los fenómenos naturales, cualquiera que haya presenciado una fuerte tormenta con sus ensordecedores truenos, los relámpagos, el viento soplando con fuerza…

… es algo tan imponente que no es de extrañar que en épocas antiguas estos fenómenos se atribuyeran al enfado de un Ser Supremo que habitaba en los cielos. Así hemos estado miles de años tratando de agradar a los Dioses con todo tipo de rituales para que nos concedieran prosperidad y evitar su ira y poder destructivo.

Con el transcurso de de los siglos la ciencia se fue abriendo paso entre tanta ignorancia y nos fue desvelando uno a uno todos los misterios fenoménicos. Paralelamente a la evolución de la ciencia, aunque mucho antes, llegaron los grandes maestros espirituales como Jesús, Buda, Mahoma, Lao Tsé… impulsando el lado espiritual de la humanidad y originando las diversas religiones que se extienden hoy día a lo largo y ancho del planeta. De tal modo que las respuestas que no consigue darnos la ciencia respecto a las cuestiones existenciales, nos las da la religión en sus diferentes versiones, aunque eso sí, no se trata de respuestas empíricas, son respuestas que requieren de la Fe.

Y la Fe es esa creencia firme que se tiene sobre la existencia de un Orden Superior que lo rige Todo y que nada tiene que ver con ese Ser al que adorábamos temerosamente en la antigüedad. Tener Fe es creer en una Fuerza Creadora amorosa y armoniosa a la que llamamos de muchas maneras cada uno según sus creencias, Dios, Alá, Brhama, Amor, Consciencia Colectiva, Energía Cósmica… el nombre que utilicemos para referirnos a ella no es importante, lo importante es el hecho de creer en ella, de saber que hay algo más por encima de nosotros, que nacimos de ella y que al finalizar nuestro camino regresaremos a ella.

No es necesario seguir ninguna religión en concreto para tener Fe, Religión y Fe no tienen porque ir necesariamente juntas. Si bien es cierto que todas las religiones basan su credo en la fe, hoy en día es muy habitual encontrar a personas no religiosas que sí tienen fe en algo que está por encima de ellos aunque no sepan muy bien cómo definirlo. La Búsqueda de nuestra propia Verdad es fundamental para no caer en una fe ciega a las enseñanzas que recibimos de pequeños o a lo que nos dicen que tenemos que creer puesto que ello no sería Fe, sería pura Credulidad.

También están las personas agnósticas o ateas. Ellas o bien niegan la existencia de un Dios como entidad superior o bien tienen tantas dudas al respecto que prefieren mantenerse al margen. Toda creencia o no creencia es muy respetable inclusive la de quienes niegan también la existencia del alma. La mentalidad cartesiana no deja de ser en realidad otro sistema de creencias basado en hechos y pruebas en el que se excluye todo aquello que no pueda ser demostrado científicamente. Para estas personas la muerte es un Final sin más. A quien este vacío o salto a la nada le produzca terror, miedo obsesivo (tanatofobia), mucha angustia o ansiedad, quizás sería bueno que recibiera algún tipo de orientación espiritual o que indagara un poco más sobre las diversas corrientes espirituales que existen en el mundo.

La Búsqueda de la verdad a través del Razonamiento mental puede llevarnos también a la aceptación de la existencia de un alma inmortal que no está sujeta a las leyes de la materia y que sobrevive a la muerte biológica del cuerpo físico.

Se han realizado varios estudios que permiten afirmar que aquellas personas que tengan una u otra creencia espiritual o religiosa, todas son buenas en este sentido, o simplemente con el poder de su Fe, afrontarán la Muerte con mucha más Paz y Serenidad que aquellas que no la tuvieran.

La fe no se puede forzar ni simular, se tiene o no se tiene aunque en muchas ocasiones personas que nunca antes la habían tenido, debido a alguna experiencia vivida o como resultado de su propia búsqueda, les surge de repente una Fe sincera que les cambia la perspectiva de sus vidas por completo.

Más allá
Por Más allá nos referimos a lo que viene después de la muerte. Para hablar de ello es importante respetar las creencias religiosas de cada persona, todas ellas son perfectamente válidas si lo que nos aportan es Esperanza y Confianza en lo que vendrá después.

Para describir los instantes siguientes a la muerte física podemos remitirnos al testimonio que nos han dejado los millares de personas que han tenido una Experiencia Cercana a la Muerte. Todos ellos coinciden en una serie de descripciones como son la sensación de paz que les inunda por completo, su perfecta claridad de pensamiento, una gran ligereza corpórea y en la aparición de un camino, sendero o túnel que se abre frente a ellos al que se dirigen con el anhelo de querer alcanzar la radiante Luz que se vislumbra al final.

Esto lo hemos escuchado cientos de veces y no tenemos por qué dudar de estos testimonios puesto que narran su experiencia de forma totalmente desinteresada y que provienen además de muy diferentes ámbitos sociales, culturales y religiosos. Sin embargo no tenemos testimonios de personas que hayan regresado del estadio siguiente al final de ese camino que de algún modo parece la antesala a algo más…

Veamos que dicen las cuatro religiones mayoritarias sobre este tema:

El Cristianismo nos habla de la Resurrección tras la muerte. Jesucristo sacrificó su vida para liberar al hombre de sus pecados, así todo cristiano arrepentido y absuelto de pecado mediante confesión antes de morir, una vez fallezca será recibido por Cristo en el Cielo, lugar en el que permanecerá junto a él lleno de dicha y felicidad para toda la eternidad.

La Biblia nos habla de un estado transitorio intermedio denominado Purgatorio en el cual quienes hayan cometido pecados leves no confesados o graves y confesados en vida pero sin haber cumplido toda la penitencia, deberán purificarse permaneciendo allí durante un determinado periodo de tiempo sufriendo la lejanía de Dios hasta que se limpien sus almas y se les permita su entrada definitiva en el Cielo. Los vivos pueden ayudar mediante la oración a que estos difuntos pasen menos tiempo en el Purgatorio. Por último está el Infierno, lugar al que irán todos aquellos que mueran en pecado grave sin estar arrepentidos y los que no quieran recibir el perdón de Dios en la confesión. El infierno supone un castigo eterno y sin posibilidad de Salvación.

Para los musulmanes seguidores del Islam, la otra gran religión monoteísta, sucede algo parecido que con el Cristianismo aunque ellos al Cielo lo denominan Paraíso y no tienen un equivalente al Purgatorio. La Salvación solo puede conseguirse mediante la misericordia de Alá y para ello se deberá creer en un solo Dios, en sus escrituras sagradas y en el profeta Mahoma, pero aún así solo se podrá entrar al Paraíso si es la voluntad de Alá. Se Salvarán todos los niños que mueran antes de alcanzar la edad de la pubertad independientemente de la fe de sus padres y de los pecados que hayan cometido por considerarse que no son todavía responsables de sus actos.

Están también las dos religiones orientales con más adeptos que son el Hinduismo, politeísta y la más antigua de todas y el Budismo, no teísta y a la que ellos mismos prefieren denominar como filosofía más que religión. Las dos son muy diferentes entre sí pero ambas nos hablan de la Reencarnación como mecanismo necesario para la evolución del espíritu de cada persona, es decir que después de morir encarnamos de nuevo en otro cuerpo para seguir expiando nuestras culpas y pecados e irnos purificando poco a poco a medida que vamos desarrollando y mejorando nuestras cualidades humanas.

Este ciclo de reencarnaciones no cesará hasta que limpiemos por completo todas nuestras imperfecciones e impurezas y sean transmutadas en Amor y Bondad. Podemos tener que emplear cientos de vidas para conseguirlo, pero una vez alcanzado ese grado de pureza espiritual nos habremos convertido en Seres de Luz y quedaremos libres de la necesidad de tener que regresar una y otra vez. Solo entonces podremos volver a la tierra de manera voluntaria si así lo deseamos y con el único propósito de ayudar a los demás en su camino evolutivo. También están los Guías Espirituales que nos ayudan desde otro plano de la existencia y que en su día vivieron también aquí como seres humanos.

Estas cuatro creencias religiosas son las que actualmente tienen más seguidores en todo el mundo. Todas ellas tienen sus propias escrituras, libros sagrados, profetas, maestros y santos que nos iluminan para que seamos mejores personas ante las tribulaciones de la vida. Por eso es importante recalcar que todas ellas son buenas para el ser humano siempre que se comprendan correctamente y no se caiga en posiciones extremas. Lo verdaderamente importante es que cada uno siga las creencias que le aporten un mayor estado de Paz y de Esperanza.

Quienes sientan un miedo irracional hacia su propia muerte podrían reflexionar sobre lo que proclaman todas las creencias religiosas y espirituales del mundo entero, a pesar de sus muchos matices y discrepancias entre ellas. Todas ellas coinciden en que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo físico, en que es inmortal y eterna, que nunca morimos y solamente cambiamos de estado para recuperar nuestra esencia más pura.

Karma

En las últimas décadas se ha producido un importante incremento en la sociedad occidental de personas interesadas en algunas ideas y conceptos procedentes de creencias orientales por considerar que responden a una serie cuestiones relacionadas con la Muerte de manera más afín a su pensamiento.

Cabe decir que el interés que suscitan estos conceptos no tendrían porque entrar en conflicto con las creencias religiosas que uno ya tiene, pueden ser valoradas como una posibilidad más a tener en cuenta.

Alguna de las conclusiones a las que se suele llegar cuando se reflexiona sobre la muerte y su devenir es la injusticia que supondría el hecho de que en una sola vida, que en ocasiones puede ser muy corta, se decidiera algo tan importante como es el destino eterno para un alma, teniendo en cuenta además que no todas gozan de las mismas oportunidades. Es decir, hay quien viene a este mundo en un entorno familiar favorable, acomodado, con bienestar y educación. Y en cambio otros nacen en un entorno familiar muy desfavorable rodeados de miseria y desesperación. Son estas situaciones tan diferentes unas de otras que para muchos resulta incomprensible e inaceptable que se juzguen sus actos con la misma vara de medir y sin opción a una segunda oportunidad.

Para aquellas personas que crean o se plantean seriamente la existencia de la Reencarnación como mecanismo para la evolución del ser humano les será necesario complementarlo con el concepto del Karma. Ambos son inseparables y ofrecen una perspectiva conjunta sobre la necesidad de tener que vivir muchas vidas para experimentar muy diversas situaciones sociales, culturales, familiares, etc. que permitirán aprender y evolucionar como seres humanos en la materia antes de conseguir alcanzar la eternidad en el Cielo, en el Paraíso o el Nirvana.

La palabra Karma se traduce literalmente del sánscrito como Acción, pero lo que define en realidad este término es la Ley Universal de Acción-Reacción o Causa y Efecto.

Este concepto supondría un elemento esencial para la comprensión de las aparentes injusticias que se producen en nuestras vidas cotidianas. Karma significa que toda Acción emprendida por alguien tendrá tarde o temprano su correspondiente Reacción de manera proporcionada. Esto sería tan válido para las buenas como para las malas acciones. Se trataría de una Ley de máxima Justicia Universal a la que todos estaríamos sujetos y que nadie podría eludir. Esta ley se aplicaría de manera automática del mismo modo en que actúan todas leyes naturales como la ley de la gravedad y no respondería a ningún castigo divino sino a una serie de compensaciones naturales que vienen a equilibrar daños causados.

La mayoría de nuestras relaciones personales más cercanas estarían sujetas a estos lazos kármicos que en el transcurso de nuestras vidas deberíamos ir resolviendo. Esto podría explicar muchas situaciones que nos suceden sobre todo en nuestro entorno familiar así como comprender que la injusticia no existe en sí misma, que nada sucede por casualidad y que muchas de las desgracias que padecemos hoy responderían a deudas que habríamos contraído con anterioridad. Estas deudas podrían provenir incluso de existencias anteriores a la actual aunque no seamos capaces de recordarlas. También las muertes inesperadas o a temprana edad responderían a determinados propósitos o situaciones kármicas.

Quienes asuman como verdaderos los conceptos de Reencarnación y Karma podrán dar respuesta a muchas preguntas concernientes tanto a su vida como a su muerte, aceptándola como algo natural y necesario que se repetirá muchas veces a lo largo de su camino evolutivo para finalmente llevarles de regreso a su Verdadero Hogar.

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