El día que apareció la culpa

 cadenas

De pequeños aprendemos lo que es correcto e incorrecto a través de la guía de nuestros padres. Muchos de ellos repiten lo que aprendieron de los suyos ya que no existe una escuela o un manual para ser papá, creando en los niños las mismas heridas que sus padres crearon en ellos. Poco a poco recibimos ideas provenientes de los adultos, ya sean nuestros padres, profesores, trabajadores de instituciones religiosas, vecinos. Como nuestra mente aún es frágil y no sabe discernir acerca de lo que nos dicen, tomamos todo lo que escuchamos como si fuera verdad, por lo tanto comenzamos a actuar de acuerdo a esa verdad. 

Al comienzo del desarrollo de la conciencia moral aprendemos a través de la obediencia y el castigo. Aquellos que son adultos y tienen mayor conocimiento que nosotros son la autoridad. Si no hacemos lo que nos indican recibiremos un castigo, entonces obedecemos porque queremos evitar las sanciones y las condenas.

«16 A la mujer le dijo:

—Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti.

17 Al hombre le dijo:

—Como le hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. 18 La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. 19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás.»

A través de la historia de Adán y Eva nos han enseñado que el hombre es culpable y por ello fue expulsado del paraíso y todos al ser descendientes de ellos debemos cargar con la misma culpa, porque Dios así lo decidió. Por ello nuestra existencia siempre estará cargada de sufrimiento y dolor, todo lo que hagamos debe ser pagado gota a gota. Como consecuencia de esta creencia, nos hemos convertido en adictos a la culpa.

He visto personas atadas al sufrimiento por años, llenas de resentimiento y queriendo que algo suceda para poderse liberar de la cruz que llevan encima, pero al darles la solución, la cual solo está en sus manos se niegan a aceptarla, porque sienten que deben pagar con creces lo que hicieron. Otros después de un cambio en su vida, alguien que se fue, alguien que murió, una bancarrota económica, sienten que con su actitud fueron culpables de esta situación; entonces se llenan de miedo a perder lo que les queda, es ahí cuando su miedo los inmoviliza y creen que deben dejar de ser como fueron para convertirse en lo que creen que va a ser mejor para no perder lo que les queda.

¿Cuál es el motivo de esta inmovilidad? Muchos sienten que tienen una deuda, algo que alguna vez hicieron mal y están tratando de expiar sus culpas. La expiación de la culpa en algunas instituciones religiosas está representada por la cruz que Jesús cargó para la liberación de nuestros pecados. La cruz representa cargar un peso para liberarme de mi impureza. Por eso, muchos dicen: “estoy cargando esta cruz” o “esta es la cruz que debo cargar”, haciendo referencia a la carga que debe llevar como consecuencia de sus errores. A raíz de este concepto las personas terminan aceptando situaciones con las cuales sufren, aunque esto no solucione o cambie la situación.

¿Te agrada vivir de esta manera?

desesperación

La culpa genera estados y situaciones que comprometen nuestra vida tanto a nivel físico, emocional y mental. Algunos llegan a enfermar; estas enfermedades causan dolor, porque el dolor es la forma de expiar la culpa. Además, son enfermedades largas y dolorosas, porque se trata de morir poco a poco, con la mayor cantidad de sufrimiento que nos permita lavar nuestra culpa. Un ejemplo de esto fue una mujer  que desarrolló un cáncer de mama después de abortar a su hija; el cáncer era la forma de expiar la culpa.

La culpa nos quita nuestro poder interior, nos llena de miedo, nos paraliza y es ahí cuando somos presas fáciles de la manipulación. Cuando nos sentimos culpables la persona que nos quiere manipular recurre a este sentimiento para recordarnos cosas como “…si no fuera por mí, tu no serías nadie…”, “… todo lo que yo he hecho por ti y mira cómo me pagas…”, “…si me dejas, voy a morir…”, “…todo esto sucedió por tu culpa, ahora debes hacer lo que te digo…”. Es así como perdemos el libre albedrío y nos convertimos en la marioneta de otro, limitamos nuestra vida a la experiencia del otro.

Liberándonos de la culpa

tranquilidad

La culpa solo nos llevará a un círculo vicioso, en el cual viviremos resentidos con nosotros y con el mundo. Lo primero que debemos hacer es lograr un desarrollo de la conciencia moral más adecuado, donde no optemos por aceptar todo lo que aprendimos como verdadero, sino que lleguemos a cuestionar cada una de las cosas que nos dicen y decidir por nosotros mismos si son o no verdad.

Es una idea egoísta pensar que la causa de todo es por algo malo que hicimos, el mundo no gira alrededor de nosotros. Las cosas suceden porque el universo se encuentra en movimiento, nada es estático. En un momento tenemos algo y al siguiente tal vez ya no exista. Simplemente el mundo se está acomodando a una nueva situación.  Nosotros no podemos hacer felices o infelices a los otros, ese poder solo lo tenemos sobre nosotros mismos. Necesitamos comprender esto y entrar en mayor armonía con nuestra verdadera esencia, perdonarnos.

Tenemos dos opciones para aprender: la primera es a través del sufrimiento, si elegimos aprender de esta manera, la culpa es la mejor compañera. Pero tenemos una segunda opción, y es aprender a través del amor. Entonces la responsabilidad es la solución. Elijamos sanar a nuestro niño interior, cuidarlo amorosamente, reparar todas aquellas heridas que sufrió y que hoy lo hacen sentirse culpable y malo. Hagámonos cargo de nosotros mismos como adultos y permitámonos asumir la responsabilidad de lo que hicimos, reparar el daño y seguir adelante sin cargas ni recriminaciones.

Aprendamos que cada cosa que sucede en la vida nos trae una enseñanza y que debemos aprender de nuestros errores, no para auto-flagelarnos sino para saber que tenemos otras opciones, que los errores nos ayudan a superarnos y a evolucionar. Pero si los errores los seguimos viendo como cruces que debemos cargar a nuestras espaldas, al final del camino estaremos cansados, tristes y humillados, y no habremos aprendido nada. Las equivocaciones nos ayudan a aumentar nuestra creatividad, a innovar, a buscar otras alternativas, son una fuente constante de conocimiento. Veamos nuestros errores como un aliado y no como un enemigo.

Cuando nos responsabilizamos adquirimos poder, nos volvemos más fuertes. Al cometer un error: reconoce tu error, pide perdón, modifica tu comportamiento, repara el daño y reconoce los aprendizajes a través del error.

Podemos empezar por elevar nuestro nivel de conciencia y entender que Dios nunca quiere el mal para los hombres;  crearles sufrimientos es como decir que un padre desea que su hijo sea infeliz. La voluntad de Dios siempre es buena, somos los seres humanos quienes nos hemos encargado de atribuirle nuestras desgracias a la voluntad de Dios.

Autor: JP Ben-Avid

Referencias

La biblia. Génesis Capítulo 3, versículos del 16 al 19.

Ponce Hoffman, Juan de Dios. (2013). Cuentos para criminales en sus noches de desvelo. Libro electrónico extraído el 2 de abril de 2016 de EC&pg=PT66&lpg=PT66&dq=cuentos+culpa+responsabilidad&source=bl&ots=RfcpKUBDp9&sig=_K6jtYZvjEsf1MDsFCoXexxAyZ8&hl=es&sa=X&redir_esc=y#v=onepage&q=cuentos%20culpa%20responsabilidad&f=false

Mascherpa, Carlos. (2011). Cuentos para recordar: La culpa y la responsabilidad. Arg Counseling. Extraído el 2 de abril de 2016 de http://argcounseling.blogspot.com.co/2011/07/la-culpa-y-la-responsabilidad.html.

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