El intento de descifrar el mensaje del Alma

Rosa (Editora)

Nueva Vida atardecer hermandadblanca.org

Hasta aquí, nos encontramos en culturas en las que el soñante acoge en sueños a los invisibles no humanos y al despertar intenta descifrar su mensaje. A estas culturas las llamamos descendientes, ya que los seres descienden en los sueños de los humanos. Pero sabemos que existen otras en las que la experiencia del sueño es aún más personal. Culturas en las que el sueño es ante todo una experiencia del núcleo del ser humano, digamos su alma, que abandona el cuerpo y que circula por un mundo de diferente naturaleza, que sube. La noche es en este caso un viaje del alma, y un sueño de relato breve recorrido.

Llamaremos a esta cultura ascendentes, ya que durante el sueño las almas deambulan en un éter elevado. Este experiencia onírica posee características particulares. Permite al soñar de participar en el mundo de los mitos, circular, a menudo actúar, este mundo que, apropiadamente, se conoce como tiempo de sueño en la cultura australianas. El sueño no es en este caso una experiencia secundaria como nuestro mundo moderno, ello de residuos de la vigilia, ensamblaje de detritus mentales no metabolizados, por el contrario, es una experiencia primaria, una participación activa en el destino del mundo.

De esta forma, cuando las armas de fuego hicieron aparición e infligieron heridas de bala, un hechicero sueño pronto que había sido testigos de la base de la creación del mundo que narra el establecimiento primordial, prototipo y precedente de toda herida por arma de fuego, así como de su curación.

No existe en el mundo acontecimiento alguno que, antes de ocurrir, no haya sido anunciado en sueños. Porque se sabe que antes le dio un ralo quiera que sea, tal cosa es anunciada en el firmamento, desde donde se prolonga al mundo y se trasmite a través de un heraldo.

De su viaje cotidiano por el mundo de los sueños, el alma podrá traer conocimientos nuevos, que podrían revelarse como fundamentales para la vida despierta, e incluso para la vida social. El sueño no es en modo alguno construcción imaginaria, es fundamentalmente experiencia real, incluso aunque se trate únicamente de la experiencia del alma. El mundo por el que circula el alma consiste realmente y no se abre a los humanos más que en sueños. La vida despierta está cercada, confinada en el perímetro de lo conocido, el sueño se aventuran por otros espacios, a veces desconocidos, pero que conciernen igualmente a los humanos. Más aún, los acontecimientos que se desarrollan implican a los protagonistas, aunque no se trate del soñante, quienes darán cuenta de ello al día siguiente.

En las culturas, el sueño viene acompañando por una intensísima experiencia que le confiere una realidad tal vez más convincente de lo que lo harían una simple percepción, más convincente porque las consecuencias del sueño son más graves que de los acontecimientos de la vida cotidiana.

En estos contextos, en los que el alma del soñante emprenden un viaje cada noche, debe procurarse que se reintegre correctamente con el cuerpo al despertar. Por ello se teme que se pierda durante el sueño o incluso que sea aprestaba por los seres del sueño, produciendo toda clase de desórdenes al despertarse. Se trata de un mundo en el que se reconoce que ciertas enfermedades, psicológicas o somáticas, se desencadenan desde lo más profundo de un sueño, se desencadenan a causa del sueño.

El sueño ya no es únicamente premonición de una realidad futura, premonición que permite al intérprete predecir tal realidad, es también un compromiso, una deuda que debe saldarse para mantener la armonía entre los dos mundos, e incluso en ocasiones, para salvaguardar la vida del soñante. El sueño resulta ser por lo tanto una coacción, una fuente de nuevas obligaciones que el intérprete de sueño desde definir, y cuyas modalidades debe explicitar. Estas culturas, las de los indios de América del Norte y del Sur, que los aborígenes de Australia, de los indonesios, que manifiestan gran interés por el sueño, son en su mayor parte culturas místicas, en las cuales el hombre medicina es un iniciado en los sueños, o escuda en sueños e interroga sin cesar a los enfermos acerca de sus sueños. En el seno de dichos mundos, que podríamos llamar céntricos, la persona recuerdan muy a menudo sus sueños hasta sus más mínimos detalles. El relato de un sueño puede durar cerca de una hora, o incluso más, mientras que en nuestro mundo moderno, contar un sueño raramente lleva más de dos o tres minutos. Podemos añadir también que en estos mundos del sueño, donde las oportunidades de experiencia están subordinadas a la producción de ciertos sueños, donde se supone que todos sueñan, e incluso los fetos y los recién nacidos, es donde se encuentran las drogas más eficaces. Es en estas culturas donde se descubren los efectos de alucinógenos como el peyote en México. Se diría y cultura vive de sueños han ido en busca de productos que permitan abrir las puertas del sueño al hombre despierto.

Tan sólo un comentario más acerca de la tonalidad de los sueños en sociedades místicas. Favoreciendo la experiencia en detrimento de los sentidos, el sueñan te gustará vivir el sueño más que someterlo a la sagacidad del intérprete. El participante de sueños, sería en este caso +1 día que un especialista de hermenéutica. No dudará en aventurarse en él mismo por los meandros del mundo de los sueños, arriesgando, según dicen, su vida y su salud mental, a menudo antes que el propio paciente, acompañándolo siempre para afinar su experiencia y compararla con los elementos del Corpus mitológico, que forzosamente debe dominar.

También en este caso, por lo tanto, tenemos profesionales, no del todo los intérpretes, como hemos visto, sino más exactamente guías, a menudo también sacerdotes y curanderos, que dominan un Corpus de referencia. Si bien las sociedades mediterráneas y africanas son más bien descendentes, y las americanas australianas más bien ascendentes, conviene no considerar estas categorías de manera demasiado rígida. Son más tendencias de reglas, tendencias en cuyo seno se desarrolla las opciones personales, tanto para el usuario del sueño como para el profesional. No pocos intérpretes árabes de la edad media se asemejan a los chamanes, y muchos chamanes sudamericanos acogen seres en sueños. Además, estos modelos de percepción y de interpretación del sueño evolucionan en mundo cada vez más abiertos. La gran mayoría de los indios de América se han convertido al cristianismo o algún otro monoteísmo, frecuentan las iglesias, evangélicas o carismáticas. En ellas, los métodos antiguos están prohibidos y son perseguidos como prácticas diabólicas. Pero él trasfondo permanece, y sobre todo el Corpus mitológico. Los indios de la Amazonia, un ejemplo, si bien han conservado su forma de entender los sueños, tienen mucho más problemas que antes a la hora de encontrar chamanes en un contexto moderno y cristiano. Y no es seguro que aquellos que llegan a descubrir merezcan su confianza.

Llamamos aquí la atención sobre el hecho de que éstos son modelos generales, que no hay que considerar como realidades intangibles. No se trata de fijar normas, sino establecer conceptos.

Conservamos tan sólo dos ideas principales, que recuerdan a aquellas de las que ya hemos hablado anteriormente, en estos mundos, el sueño es, más que en ninguna otra parte, una experiencia subjetiva, el sueño constituye de forma muy explícita una deuda extraída de la realidad que es preciso saldar cuanto antes.

A propósito de este rápido panorama de los Corpus mitológicos que sirven de referencia a los intérpretes del sueño, se impone un comentario. Se podría creer que el sueño es una realidad, y los Corpus una especie de molde que se le aplica de forma mecánica. Pero es preciso recordar que, si tomamos en consideración su propio proceso, el sueño tiene lugar en el momento del sueño físico paradójico, durante una secuencia fisiológica cuya función es reprogramar la idiosincrasia del soñante. Pues bien, el uso de las referencias mitológicas actúan poco de la misma forma, extrayendo los elementos que conciernen sólo al soñante de entre el acervo común del colectivo al que pertenece. Construcción psicológica de una identidad que repite una opción genética para el sueño paradójico, construcción de un destino singular, y por lo tanto único, a partir de materiales extraídos de un corpus mitológico cultural, para el sueño y su interpretación.

Esta observación puede desprenderse que no existe por un lado el sueño y por el otro lado la interpretación, sino siempre un conjunto constituido por ambos elementos unidos.

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