El Oráculo se Pronuncia

El Oráculo se Pronuncia

por Marc Torra (Urus)

«Acababa de recoger el primer juego de «piedras inkas de poder», las cuales me llevé al Templo de la Luna, el el Cusco,  para que fueran bendecidas. Pero entonces, en el instante preciso en el que el eclipse Lunar del 15 de Junio del 2011 tenía lugar, éstas se pronunciaron y me dieron una posible lectura de lo que iba a acontecer.»

EL QUINCE DE Junio del 2011 salí del Cusco hacia Pisaq, para recoger aquel primer juego de kuyas inkas  (piedras inkas de poder) talladas en piedra. Una vez recogidas, me fui todo feliz a almorzar, para después agarrar el autobús que me llevaría de regreso al Cusco.

Hacia las dos de la tarde llegué al pequeño pueblo de Wayllarqocha, ubicado poco antes del Cusco. La aldea es fácilmente reconocible por las alpacas, serpientes, pumas y cóndores moldeados en las paredes de sus casas. De allí, caminé hasta la salida del pueblo. Seguidamente viré a la izquierda, para descender por un terreno de tierra quebrada y empobrecida por las ovejas. Unos cientos de metros después llegué al fangal creado por un arroyo muy especial.

Decidí que en vez de seguir el arroyo, el cual me llevaría a visitar los restos arqueológicos de una zona donde en mi opinión vivían los amautas (sabios), viré de nuevo a la izquierda, para tomar el sendero que sigue la linea de contorno. Unos cientos de metros después alcancé una especie de meseta. Dejé los trigales a mi izquierda, y seguí en dirección al Cusco hasta llegar a la que llamo Bóveda Inka, mi primer destino.

La Bóveda Inka queda al Este de un montículo rocoso. Allí las rocas fueron talladas por el hombre y por la naturaleza formando una bóveda, bajo la cual los sacerdotes andinos o paq’os realizan sus ofrendas a los Apus y a la Pachamama. Y es que los inkas incluso en las canteras creaban belleza. Sin embargo, la belleza del lugar había sido parcialmente estropeada por un graffiti en el que está escrito el nombre del artista y el año 1911.

En ese mismo año Hiram Bingham llegó a Machu Picchu, para proclamarse su descubridor, todo y que las ruinas las habitaban ya dos familias de campesinos y el lugar era bastante conocido entre la gente local. Con el mismo afán, ese año alguien también visitó la Bóveda Inca, para proclamarse su descubridor y dejar su nombre estampado en la pared.

Al llegar, vi a cuatro personas conversando y mascando coca, así que preferí no interrumpirlos. Ascendí a la parte superior de la bóveda. Allí, con el gran monte Ausangate a mi izquierda, el indomable Salcantay a la derecha, ambos con elevaciones superiores a los seis mil metros sobre el nivel del mar, y el Cusco justo en frente, pedí la bendición de las kuyas.

Y de nuevo la volví a pedir en la cima del montículo donde se halla el Amaru Machay (Cueva de las serpientes) también llamado Templo de la Luna. El montículo fue antiguamente utilizado como observatorio astronómico y como lugar de ceremonia, tal como atestiguan sus altares, mesas ceremoniales y medidores solares.

Antes, pero, purifiqué bien las kuyas en el agua sagrada (aguay unu) del arroyo que nace del fangal que había atravesado una hora antes y que desciende por la quebrada amauta. Es agua que discurre por una de las ceques (lineas de energía) más importantes, agua que alimentaba el sucsu panaca o las tierras de los descendientes del Viracocha Inka.

Acabada esa segunda bendición, debían ser ya las tres de la tarde, por lo que decidí volver a alzar un tercer círculo, esta vez en el interior del Templo de la Luna. Al llegar al templo, me encontré con un guarda que lo custodiaba.

-Está prohibido entrar ?me dijo, al tiempo que salía del templo.

-¿Porqué? si yo ya he estado muchas veces. Sólo quiero entrar un momento para bendecir estas kuyas, y alzar con ellas un círculo que busca traer paz y armonía al mundo.

-Alguien pintó un graffiti, y por el acto de uno, ahora todos deben pagar ? respondió.

-Bueno, pues creo que es su obligación saber distinguir entre aquéllos que pintan graffitis, y aquéllos que recogen la basura que otros botan ?comenté, mientras alzaba dos bolsas llenas de botellas de plástico que había ido recogiendo por el camino y que habían quedado escondidas detrás de uno de los peldaños tallados de roca.

Recoger basura era tanto un acto de servicio hacia la Pachamama como el precio mínimo a pagar por tener la oportunidad de visitar territorio sagrado. Sin embargo, sabía que como resultado de ese acto humilde y sencillo, muchos eran los secretos que el lugar me había revelado. Para mí, la quebrada por la que discurre el arroyo que va de Wayllarqocha hasta el Templo de la Luna constituye tierra de sabios, el equivalente a una antigua universidad del conocimiento. De ahí que la llame quebrada amauta. Fue un lugar en el que las prácticas de tipo religioso se combinaban con la investigación agrícola. Podía percibirlo en su vibración, con todo aquel antiguo saber aún impregnando el espacio. Por ello, había estado allí más de cincuenta veces, organizando y estructurando mentalmente los libros.

La ocasión en que más basura saqué fue justo después del día de la Madre, Domingo 8 de Mayo. Entre otras cosas, diez envases de poliestireno expandido de comida para llevar, tirados en una de las huacas (lugares sagrados) más importantes. El poliestireno es un material que ya ni McDonals utiliza por lo mucho que contamina. “Parece ser que aquí también han olvidado quién es su verdadera madre”, pensé en aquella ocasión. Dos días después empezaba a escribir un nuevo libro.

-¿Eres un místico? ?preguntó el guardián de la puerta.

Había notado como, entre los pobladores de los Andes, la palabra místico parecía referirse simplemente a alguien interesado en la espiritualidad. Para mí, místicos eran aquéllos que habían comprendido el misterio, como Santa Teresa de Ávila, Rumi o Anandamayi Ma. Nos encontrábamos pues ante dos culturas, utilizando la misma palabra para definir dos conceptos distintos.

Ante la pregunta, le solté un “no” tímido, para añadir que hacía lo que podía. Pero él ya había decidido que si quería entrar en el templo con unas kuyas, para bendecirlas, es que era un místico o persona espiritual.

-Si en verdad eres un místico ¿háblame sobre este lugar? ?comentó el guardián.

-En la puerta aún se pueden distinguir dos serpientes ?empecé a narrar?. Una negra pequeñita que entra, simbolizando la energía negativa con la que accedemos al templo. Y una blanca más grande que sale, simbolizando la energía positiva con la que salimos del mismo. Ambas fueron despellejadas a martillazos por aquéllos que, como el que pintó el graffiti, despreciaban cuanto ignoraban. También hay un cóndor, aquél que nos trae al templo, y un puma, que protege la puerta. El cóndor simboliza la sabiduría, sin la cual no hubiéramos podido llegar hasta aquí. El puma guarda la entrada, para asegurarse que nuestra voluntad sea férrea.

-Todo eso ya lo sabemos. ¿Cuéntame algo que no sepamos? ?respondió el guardián, quién como el puma de la entrada, estaba poniendo a prueba mi voluntad.

-¿Cuántos años crees que tiene este templo? ?le pregunté. ?Unos siete u ocho siglos ?respondió. ?No. Yo creo que tiene como mínimo diez mil, sino muchos más. Incluso diría que tiene más de un ciclo de precesión, es decir, más de 26.000 años. ?Pero el cóndor, el puma y las serpiente, ¿no son esos símbolos inkas? y los inkas aparecieron hace apenas ocho siglos ?comentó en un tono entre la protesta y la sorpresa.

-Esos símbolos pudieron ser esculpidos posteriormente ?dije?. Aparte, ¿quiénes son los inkas? A ellos les atribuimos todos los restos arqueológicos de la zona. Y a ellos les damos una antigüedad de apenas ocho siglos, para no reconocer que aquí ya existían culturas avanzadas cuando en Europa aun se vivía en pequeñas aldeas.

-¿Qué quieres decir? ?preguntó él. ?¿Qué antigüedad le das a Sacsayhuaman? ?pregunté de nuevo.

Sacsayhuaman, ubicado no lejos de allí, conforma la cabeza del puma descrito por el Cusco antiguo. Entre otros posibles usos, en mi opinión el lugar fue utilizado para realizar los ritos iniciáticos relacionados con la apertura del centro energético del tercer ojo.

-Seis siglos ?respondió él, repitiendo de memoria la historia oficial y que dice que la «fortaleza» fue construida por el Inka Pachacútec.

-Pues yo creo que Sacsayhuaman se construyó justo después de la Era del Diluvio, hace unos diez mil años. ?¡Antes de Cristo! ?vociferó en tono sorprendido el hombre. ?Mucho antes. Hace seis siglos ya habíamos perdido la habilidad de tallar y mover bloques de piedra de más de 150 toneladas.

-Dicen que fue trabajo de extraterrestres ?comentó él. ?Tal vez, pero yo más me inclino a pensar que fue trabajo de seres humanos, sólo que poseían una tecnología y un nivel de conciencia distintos, ?respondí.

A mi entender, había dos formas de lograr aquella hazaña: con tecnología o sin ella. Si utilizaron tecnología, seguramente fuera luz emitida por cristales para tallar las piedras y sonido para moverlas. Pero también pienso que es posible lograrlo sin ella. Tal deducción la hago a través del siguiente razonamiento:

A veces, en sueños, nuestro estado de conciencia cambia, de subconsciente a consciente, haciendo que nos percatemos de estar soñando. Otras veces, esa misma experiencia se da justo antes de entrar en el sueño, cuando aún estamos conscientes. A la misma la llamo saltar una octava, pues aquél que esté atento, percibirá como el sonido emitido por sus cuerpos sutiles pasa a vibrar a una frecuencia más alta, a emitir un tono más agudo.

Cuando eso nos sucede en pleno sueño, la materia astral, que hasta el momento era percibida como sólida, se hace luminosa y transparente, hecho que nos permite atravesarla para así cambiar de reino astral y también manipularla con el pensamiento.

Pero además de sus efectos sonoros y visuales, el salto de octava va acompañado de una expansión interna, que generando un cierto estado de gozo espiritual, nos eleva, para permitirnos alzar el vuelo. De ahí la sensación de desdoblamiento que acompaña a la experiencia, tanto si se da en el estado subconsciente del sueño como si nos sucede cuando aún estamos conscientes.

Pero si en el plano de los sueños podemos experimentar repetidamente el paso de la materialidad a la inmaterialidad, para incluso manipular la materia astral con el pensamiento, ¿Por qué no les va a suceder lo mismo a aquéllos que tomen plena conciencia de hallarse en el plano físico de los sueños? En yoga, cuándo esas mismas habilidades, típicamente astrales, se manifiestan en el plano físico, reciben el nombre de siddhis o habilidades psíquicas.

De hecho, ¿no se ha demostrado científicamente que no existen bloques fundamentales de la materia, sino que ésta consiste simplemente en un estado más denso de vibración energética? Constituye energía más densa que la astral, pero tan inmaterial, tan onírica como ésta. De ahí que, si la mente puede afectar sobre la materia astral, no es absurdo pensar que con un poco de entrenamiento y con el nivel de consciencia adecuado, también pueda hacerlo sobre la materia física.[2. Dicha sección se amplía en un libro de próxima aparición titulado «el Yoga del Sueño»]

-Ello tuvo que suceder hace unos diez mil años, ? continué narrando al guardián de la entrada?. Fue un periodo en el que el fin de la Era Glacial estaba causando frecuentes diluvios. Hundidas las zonas de costa y derretidos los glaciares que ocupaban estos valles, muchos refugiados debieron de venir a habitar las tierras altas. En concreto, los que a estos valles se aventuraron, debieron de ser iniciados que aún conservaban muchos de los conocimientos alcanzados durante el anterior ciclo.

La forma de Puma atribuida a la ciudad del Cusco, con Sacsayhuaman como cabeza, era otro indicio que me sugería se había construido durante la Era de Leo, la cual terminó hace ahora 10 mil años. Aparte, muchas leyendas Andinas nos hablan del Unu Pachakuti o Gran Diluvio, el cual cubrió mucha tierra, y de cómo se salvaron aquéllos que se refugiaron en las altas montañas. Pachakuti hace referencia a la inversión de contrarios. En el caso que nos ocupa, se refiere a como el agua (Unu) que está debajo, y la tierra arriba, se invirtieron, causando inundaciones masivas.

A modo de confirmación de lo comentado, me remito a las Crónicas, en este caso a la “Historia de los Incas” de Pedro Sarmiento de Gamboa, escritas en el año 1572.

“Mas una cosa es averiguada en todas las naciones de estas partes, que tienen y hablan todos de una manera y por muy comun del diluvio general, y por eso le llamaron «uno pachacuti». De donde entendemos claro que si aca en estas partes hay memoria del gran diluvio general, que en la primera edad del mundo fue poblada esta gran masa de las islas flotas que despues se llamaron Atlanticas (Atlantis), y ahora de llaman Indias de Castilla, o America, y que luego inmediatamente tras el diluvio se torno a poblar, aunque lo cuentan por diferentes terminos de los que la verdadera escritura nos muestra.”

Todo eso no se lo comenté, sino que continué narrando:

-Desde entonces, las civilizaciones se han ido sucediendo, pero las piedras han quedado allí, como testigos de su obra y de su existencia. Y en ese ir y venir de gentes y culturas, caímos en la oscuridad del materialismo, haciendo que olvidáramos.

Para mí, la prueba de todo lo que acababa de comentar no sólo se encontraba en Sacsayhuaman, sino también en Pisaq, lugar del que apenas regresaba. En mi opinión, si aquello a lo que llaman ruinas arqueológicas incas de Pisaq se hubieran construido hace apenas ocho siglos, los campos de cultivo estarían ubicados en el valle. ¿Para qué molestarse en crear terrazas de cultivo sobre la vertiente de la montaña, si la tierra fértil, con agua y apta para el cultivo, está en el valle, al lado del río? Tengamos en cuenta que, en el Valle Sagrado, durante ocho meses al año, apenas llueve.

De ahí que en la actualidad la mayoría de campos de cultivo estén ubicados justo al lado del río, en las zonas bajas de aluvión. Y los que no están en zonas de regadío, es porque los plantan durante la estación de lluvias y los cosechan hacia Mayo, quedando sin cultivar la otra mitad del año.

En mi opinión, sólo tuvo sentido construir las terrazas si aquéllos que las hicieron se encontraron con un valle frecuentemente inundado, y con el agua fluyendo en abundancia por las vertientes de las montañas. Por los lados de las terrazas aún se observan canales que ahora están secos, pero por los que en su momento discurrió el agua. Y por la forma de algunas terrazas, también se deduce que muchas de ellas eran regadas de forma natural, por el agua de deshielo deslizándose por la vertiente.

¿Pero cuándo estuvo ese valle lleno de agua? O mejor dicho, ¿desde cuándo no ha estado cubierto por ella? Se calcula que, después de miles de años de glaciación, el deshielo empezó en los Andes hace 17.000. Con él, se inició un periodo de oscilación climática con tendencia al incremento de las temperaturas, que culminó hace ahora 11.500 años. Entonces, dos mil años después, la zona entró en un periodo seco, que terminó hace ahora 7.300 años.

De ahí deduzco que tales edificaciones tuvieron que haberse hecho entre finales del periodo de deshielo, hace 11.500 años, e inicios del periodo seco, hace 9.500 años. Es decir, entre finales de la Era de Leo e inicios de la de Cáncer. Constituye el periodo durante el cual el glaciar que durante tanto tiempo había cubierto el valle quedó transformado en un inmenso lago, alimentado por el deshielo de los glaciares más altos. El glaciar primero y el lago posteriormente le dieron al valle su actual fisonomía. De ahí que las tierras que lo cubren sean tan llanas.

Supongo que durante los miles de años posteriores, las terrazas se fueron ocupando cuando el clima lo permitía, o pasaron a cultivarse únicamente durante la estación de lluvias. Lo que si parece seguro es que hubo un paulatino proceso de abandono de las partes altas, a medida que las tierras bajas se inundaban con menos frecuencia y que el trauma del ascenso del nivel del mar se fue borrando de la memoria colectiva.

¿Cuántos momentos de renacimiento y decadencia tuvieron que darse durante los siguientes mil decenios? ¿Cuántos usos distintos se dieron a esas piedras, que ahora conforman Sacsayhuaman, Q’enqo, Pisaq o el Templo de la Luna? ¿Y cuántas civilizaciones se apropiaron de ellas? De todas las posibles, sólo conocemos una, llamada inca, y cuya historia fue trazada dos dinastías, tres siglos y trece gobernantes. Pero la cultura Andina es mucho más antigua. Posee como mínimo 10 mil años de historia.

Todas esas cuestiones y afirmaciones ya no necesité formularlas, pues parecía que lo tenía bien convencido para que me dejara entrar.

-¿No esperarías un par de horas, hasta las cinco, a que haya menos gente por la zona? ?me comentó, pareciendo volver a dudar sobre si dejarme acceder o no al recinto?. Es que, si te ven, también ellos querrán entrar.

-¡Pero el eclipse de Luna es ahora! ?exclamé, palabras que me salieron del corazón. Una vez dicho eso, pensé que tal vez había exagerado un poco, pues si bien sabía que ese día se daba un eclipse, desconocía la hora Peruana en la que iba a acontecer. Al día siguiente investigué y el eclipse se dio justamente a las tres y trece de la tarde peruanas, por lo que mentir no había. La tercera bendición de las kuyas iba a tener lugar en el Templo de la Luna, justo en el momento en que un eclipse lunar total cubría la otra mitad del globo. Era un eclipse que simbolizaba el punto de inflexión de una serie de siete, y seguramente el punto de inflexión de mucho más…

“¿Qué será lo que nos trae este eclipse?” pensé en ese momento. La cuestión me pasó por la mente, pero pronto la olvidé, para centrarme en seguir persuadiendo al guardián de la puerta.

Finalmente el hombre accedió, pero dijo que él también entraría, pues por un lado sentía curiosidad y por el otro percibía que ese era su deber. Yo le comenté que ningún problema. Nos introdujimos en el orificio. Mientras accedía al recinto, miré con tristeza las serpientes, mutiladas supongo que durante el lamentable periodo llamado la extirpación de las idolatrías. Una vez en su interior, me saqué los zapatos, puse la mochila con el ordenador a un lado, me senté en el altar, bajo la penumbra del orificio del techo y extraje las diecisiete kuyas.

Empecé colocando la luz en el centro, para a continuación identificar las cuatro kuyas cardinales. Una vez ubicadas, busqué aquéllas que combinaban dos géneros, para irlas situando a ambos lados de las cardinales. Cuando le tocó a Fuego bajo Tierra le dije: “Ésta se llama Piedra y representa a tu gente.” Él la tomó, con curiosidad, y la estudió, para a continuación devolvérmela.

Ya únicamente me quedaban por colocar las cuatro últimas, aquellas que combinaban dos elementos de un mismo género. “Hemisferio Sur” pensé, por lo que debo darles un sentido rotacional contrario al de las agujas del reloj. Las coloqué en su lugar y me dispuse a meditar un poco.

Tras finalizar la meditación, deshice el círculo, me puse las kuyas en el bolsillo exterior de la cazadora, pues ni una tela para envolverlas en fardo tenía. Hecho eso, y en un acto reflejo poco pensado, me agaché para besar el altar de piedra. En ese momento las diecisiete kuyas salieron disparadas de mi bolsillo, para empezar a rodar por el altar y el suelo.

El altar está inclinado, pues seguramente en él se colocaba algún tipo de espejo para que reflejara la luz de la Luna. Era una luz que, en los días señalados, entraba por el orificio del techo, para así iluminar toda la estancia. La pendiente hizo que la mayoría de las kuyas se fueran rodando por la dura piedra del altar, para irse estrellando contra el suelo.

Mientras las veía caer y romperse, se me partió el corazón. “¡Cómo he podido ser tan torpe!” pensé. Una vez, en mi época de estudiante, empecé a trabajar como camarero en un restaurante y me despidieron a los dos días por patoso. Así que esa era una condición bastante aceptada, especialmente con un Marte natal en conjunción con el ascendente. Pero, no esperaba que eso me sucediera con mis primeras kuyas, y en un momento tan especial…

Recogimos los restos como pudimos para, al salir del templo, contar las que habían quedado enteras. “Se han roto cuatro” dije al guardián de la puerta, y me fui un poco avergonzado y enfadado conmigo mismo por la estupidez de mi acto. Decididamente, dicen que quien nace durante un eclipse lo hace estrellado y yo acababa de estrellar mis primeras kuyas contra el suelo durante un eclipse lunar, así que no tenía motivos para sentirme muy orgulloso.

Mientras descendía hacia el Cusco, iba pensando si merecería la pena tallar reemplazos para las cuatro, o si la sudalita era un material demasiado blando. “Las próximas” pensé “o me las hago de madera o, si son de piedra, que sea hiuaya y con las kuyas más gruesas y pequeñas”.

La hiuaya es hematita negra, un mineral a base de hierro y oxígeno que posee propiedades tanto magnéticas como de cristal. Otras posibilidades podrían ser: metal, hueso, yeso, cerámica, corcho, cartón; es decir, cualquier cosa menos el plástico y sus derivados.

Sin embargo, al llegar a mi habitación pensé en la pregunta formulada mentalmente justo antes de entrar en el templo. “¿No será la rotura de las kuyas parte de esa lectura?”. Inmediatamente me puse a identificar cuales se habían roto. Éstas eran: Volcán, Nube, Lluvia y Olla.

Las dos primeras se rompieron en dos partes, las dos siguientes en cuatro. También observé que las tres primeras constituían la combinación de elementos completamente opuestos: FuegoTierra (Volcán) o AguaAire (Lluvia y Nube). De hecho, la única combinación de opuestos que quedó entera fue Tierra/Fuego (Piedra), aquélla que simbolizaba tanto a la gente Andina, como a la dura roca del templo de la Luna sobre la que habían aterrizado las diecisiete kuyas.

Allí parecía tener una respuesta a la pregunta: “¿Qué será lo que nos trae este eclipse?” Una respuesta que sólo podía ser interpretada relacionando las polaridades descritas por las cuatro kuyas rotas. Tales polaridades eran: erupción y alivio (Volcán), confusión y claridad (Nube), fertilidad y esterilidad (Lluvia) y finalmente abundancia y escasez (Olla).

Erupción y alivio. Constituye la erupción de pueblos que se alzan para decir basta, y el alivio experimentado por aquellos que ya han dicho basta en sus corazones y no se dejan atrapar por un sistema disfuncional. Astrológicamente las siete cuadraturas entre Urano en Aries (catarsis) y Plutón en Capricornio (represión) y que se inician en Junio del 2012 nos van a traer mucha más tensión de ese tipo. Sus fechas exactas son:

(1ª) 24 Junio, 2012 – 8º Aries/Capricornio;
(2ª) 19 Setiembre 2012 – 6-º Aries/Capricornio;
(3ª) 20 Mayo 2013 – 11º Aries/Capricornio;
(4ª) 1 Noviembre 2013 – 9º Aries/Capricornio;
(5ª) 21 Abril 2014 – 13º Aries/Capricornio;
(6ª) 15 Diciembre 2014 – 12º Aries/Capricornio;
(7ª) 16/17 Marzo 2015 – 15º Aries/Capricornio.

Confusión y claridad. Por un lado la confusión de aquéllos que no comprenden lo que está sucediendo; que no quieren aceptar como las maneras de actuar del pasado ya no son válidas y se niegan a cambiar. Por el otro, la claridad de aquéllos que han despertado y finalmente han comprendido.

Fertilidad y esterilidad. Casualmente, el templo de la Luna es también un templo a la fertilidad, visitado por mujeres con la esperanza de concebir. En el caso que nos ocupa, se trata de la fertilidad de las nuevas ideas, de todo aquel pensamiento que esté en resonancia con la Era que justo empieza. Una fertilidad que va a convivir con la esterilidadde las viejas maneras de pensar, que ya no son capaces de aportar soluciones.

Y finalmente abundancia y escasez. De todas, la única kuya que representa un objeto fabricado por el ser humano y no un objeto cualquiera, sino aquél que nos permite cocinar nuestros alimentos. La rotura de la olla parece equivaler a la rotura del sistema que nos garantiza el suministro de alimentos. Por ello, habrá abundancia entre aquéllos que decidan volver a abrazar a la Madre, para vivir de lo que ésta nos de. Tal como Jesús prometió: “Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia”. En cambio, habrá escasez entre aquéllos que se hayan apartado tanto de ella, que ya no se acuerden de dónde provienen los alimentos, ni de lo que hay que hacer para procurárselos. Tal como anuncia la profecía de los Indios Cree:

Sólo cuando se haya talado el último árbol; sólo cuando se haya envenenado el último río; sólo cuando se haya pescado el último pez; sólo entonces, descubriremos que el dinero no se come.

Bueno, descubriremos que sin nada que comprar, el dinero es únicamente papel o impulsos electrónicos entre ordenadores.

Las kuyas, después de ser bendecidas en tres lugares sagrados distintos, se habían pronunciado. Y lo hicieron por si mismas, por el simple acto de pensar la pregunta. La respuesta parecía querer mostrarme los extremos que vamos a vivir. Sin embargo, tengo la certeza de que el cambio acabará siendo positivo y la esperanza de que durante el mismo «haya luz para todos».

Pulsa aquí para leer más sobre las kuyas inkas.

1 comentario

  1. Siendo peruano , lamentablemente me doy cuenta de que no se nada del perú . no había pensado o mirado a mi alrededor .. si no solo como me lo contaron .. en Machupicchu o en el lago Titicaca he sentido energía mucha energía .y cundo me quede en un pequeño pueblo llamado Ayaviri .. recuerdo haber sentido como fue que se crearon las quenas y zampoñas .. el viento sopla y suena tan fuerte como la música .. en mi corazón al estar allí sentí una profunda alegría y tristeza a la vez . los andes te hacen sentir la vida .. Gracias a la hermandad Blanca y a Mark Torra ..Gracias

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