El traspaso de lecciones y experiencias de la mente a la conciencia, por David Topi

Rosa (Editora)

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Siempre decimos que cuando un alma decide encarnar en un cuerpo físico lo hace para aprender, para crecer, para evolucionar, y que esta evolución se hace acumulando experiencias y lecciones que, previamente, nos hemos fijado, con la ayuda de nuestro Yo Superior, en el proceso pre-encarnativo, durante el cual echamos un ojo al plan de estudios que hemos completado, y a lo que nos queda, según nuestro criterio, por completar. Puesto que cuando uno ve “desde arriba” la situación, y se plantea cómo, cuándo y dónde iniciar otra partida de este videojuego, todo puede parecer “sencillo”, la realidad es que, luego, una vez dentro del vehículo orgánico que es el cuerpo humano y que se supone debemos usar para aprender esas lecciones y obtener esas experiencias, la perspectiva del trabajo a completar tiende a no parecerlo tanto.

Un edificio de dos pisos

Imaginémonos que pudiéramos hablar del conjunto del ser que somos como un edificio de dos plantas y un montón de niveles en el sub-suelo, tipo parking con varios pisos. El piso superior del edificio seria lo que contendría nuestra conciencia, alma, esencia, etc. El piso inferior seria nuestra mente, asociada a los procesos mentales del cerebro.

Los pisos del sub-suelo, habiendo varios de ellos, pertenecen algunos al dominio de la mente, y otros al dominio de la conciencia o alma, y, todos, al conjunto simbiótico que forman siempre ambos. Así, desde el piso superior, el alma usa los recursos de la mente, y la mente usa los recursos de los pisos del sub-suelo, que contienen entre otras cosas los bancos de memoria, los procesos del subconsciente, la conexión con el inconsciente colectivo o mente planetaria, etc.

Escogiendo la mente adecuada

Cuando el alma decide entrar en una nueva encarnación, escoge como ya sabéis el vehículo físico que mejor se adecua, dentro de las opciones disponibles, a su propósito, y dentro de esas opciones está el nivel de inteligencia, habilidad y capacidad de la mente que trae el cuerpo biológico que va a usar. Todo depende siempre de las lecciones y aprendizajes que se traigan a cuestas.

La forma en la que la mente aprende es a través de la experiencia y la adquisición de información. Cuando tocamos una estufa ardiendo y nos quemamos, la mente registra la experiencia y su consecuencia, la almacena en uno de los niveles del sub-suelo y la usa a partir de entonces cada vez que se encuentre frente a situaciones similares. La mente aprende por repetición y secuencialmente, si sucede esto, luego sucede esto, y luego lo de más allá. Son siempre estructuras lógicas, con prioridades, con relaciones claras entre experiencias, causas y efectos.

A medida que este tipo de procesos se sucede, un segundo tipo de aprendizaje se pone en marcha dentro del primer nivel de nuestro edificio, que tiene que ver con la parte emocional de la mente y los procesos emocionales asociados a las experiencias repetitivas que ha acumulado. Las emociones experimentadas durante el proceso de adquirir una cierta experiencia o lección influencian terriblemente la forma en la que esta lección queda registrada en los almacenes del sub-suelo mental. Si por ejemplo, frente a una experiencia, tenemos asociada una emoción negativa, todas las experiencias relacionadas o parecidas automáticamente recibirán la misma clasificación dentro de nuestro proceso mental, y la mente pondrá prioridades sobre lo que desea o no adquirir como aprendizaje comparando esas clasificaciones.

Básicamente lo que hace es evitar aquellas lecciones o experiencias a las cuales ha asociado dolor o emociones negativas y buscar y priorizar aquellas que proporcionen confort o emociones positivas, siempre intentando crear un orden dentro del ingente numero de estímulos y experiencias que recibe constantemente, y asignando y reordenando constantemente las prioridades sobre que es preferible vivir y que es mejor evitar. Puesto que la mente fue creada para tomar decisiones, tiende a estructurar sus procesos siempre para que ante cualquier tipo de lección o experiencia, pueda tomar una decisión y ejecutar el movimiento que mejor le convenga según sus calculadas prioridades.

El subconsciente al rescate

Cuando frente a un evento no consigue asignar una etiqueta, tomar una decisión sobre si es bueno o malo, o no tiene material con que comparar lo que tiene delante, se comporta igual que hace un ordenador cuando se cuelga, bloquea sus procesos de análisis, y mete bajo la alfombra aquello que no le cuadra, solo que, en este caso, la alfombra no es otra cosa que el subconsciente, donde se almacenan muchas cosas de las que la mente racional no quiere ni oír hablar.

Esta situación sin embargo genera una pequeña tensión entre el subconsciente y la mente consciente, que tiene que salir por algún lado ya que, de una forma u otra, toda experiencia recibida por la mente debe ser procesada para poder ser archivada, así que el subconsciente entonces aprovecha el estado de ensoñación (esté el alma vagando por otros lares o pendiente de lo que sucede entre los otros pisos inferiores del edificio) para sacar todo aquello que quedo sin procesar. Y es cuando nos vienen así todos esos sueños ilógicos, sin sentido, a trozos, que desafían toda razón, que no entendemos, etc. Todo para que, finalmente, no quede ningún tipo de información o experiencia que en algún nivel o en otro no haya sido procesada por la mente.

Recolectando los frutos para el alma

A todo esto, y en paralelo, el alma que somos aprende recolectando los frutos de las experiencias recogidas y procesadas por la mente. Dentro de nuestra conciencia residen los arquetipos de todos los conceptos y lecciones genéricas que nos hemos propuesto aprender, es decir, aquellas cosas que engloban por ejemplo las lecciones genéricas del amor, perdón, tolerancia, amabilidad, ayuda, etc., etc. Y esta conciencia o alma tiene una conexión con la mente arquetípica y con el inconsciente colectivo a través de un canal por otro de los niveles del sub-suelo de nuestro edificio.

Es en este inconsciente colectivo donde podemos encontrar también dos niveles de información, el primero, las proyecciones comunes de los patrones y procesos mentales de las mentes consciente y subconsciente de todos los seres humanos, y por otro, grandes bancos de memoria colectiva donde subyacen los valores y conceptos de carácter universal y de nuevo, arquetípico, propio y exclusivo de la raza humana. Es en esta porción del inconsciente colectivo donde aparecen los arquetipos de la mente racial (las características genéricas de una raza), de un país, de una cultura, de una sociedad, etc.

Así, el alma, que recoge las experiencias de la mente, recoge también la información de la mente colectiva a nivel de arquetipos sobre esas experiencias que se han forjado en el primer piso del edificio mediante repetición y causa y efecto, tanto las proyectadas por los procesos del cuerpo biológico que ocupa, como las del resto de seres acumuladas en el segundo nivel del inconsciente colectivo. En otras palabras, todos aprendemos de todos, ya que estamos todos conectados (que no es lo mismo que decir que todos somos uno o lo mismo), y aquí podéis investigar más a fondo a partir de las teorías de campos mórficos de Rupert Sheldrake, del inconsciente colectivo de Jung o del famoso experimento del centésimo mono.

Hacer que la mente acceda a la información de la conciencia

Y aunque hemos visto que básicamente el proceso de acumulación de experiencias se produce en un solo sentido, de la mente y del inconsciente colectivo arquetípico hacia el alma, en realidad la mente puede darle la vuelta a la tortilla y traer al dominio de lo consciente la información existente a nivel de la conciencia y, por supuesto, a nivel de la mente colectiva y arquetípica (típica canalización de información genérica obtenida del inconsciente colectivo, por ejemplo). Y esto se hace de una única forma, en meditación. La meditación es la forma en la cual se revierte el flujo de información que existe de forma natural. En meditación, hacemos que afloren en el primer piso del edificio los conocimientos que tenemos en el segundo, y, si vamos más lejos, hacemos que todo aquello que entra por el tejado del edificio, la conexión con esos otros planos de conocimiento universal, baje hasta el primer nivel, y sea almacenado y procesado por los bancos de memoria, y acumulado luego también en el subconsciente.

La puerta hacia la adquisición de experiencias se abre hacia ambos lados, pero poca gente se da cuenta de ello. Los patrones evolutivos que nos hemos marcado para cada vida se adquieren mediante la vivencia de situaciones que proporcionan el detonante y catalizador para que ese conocimiento llegue a la mente y luego al alma, pero la mente puede optimizar su aprendizaje y adquisición de conocimiento incorporando a su dominio todo aquello que el alma trae consigo y todo aquello a lo que el alma tiene acceso, pero que está, de forma natural, fuera del acceso de la mente racional a no ser que se pongan las herramientas y el esfuerzo para ello. Toda conexión “espiritual” con otros planos, guías, Yo Superior, entidades de otras realidades, se hace revirtiendo este flujo natural, que en vez de ir de la mente al alma, funciona del alma a la mente.

Mientras que la primera forma de funcionar es la que viene por defecto, de serie, la segunda hay que currársela, activarla, practicarla, pero es una que trae unos beneficios incalculables al día a día para aquellos que desean ir mas allá del dominio de lo “racional” en su crecimiento personal.

un abrazo!

El traspaso de lecciones y experiencias de la mente a la conciencia, por David Topi

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