Entrevista a Yolande Durán. "Los sentidos nos mienten"

Jorge Gomez (333)

Yolande-Duran-Serrano-

No duda en describirse a sí misma como “una misionera del silencio”, una labor en la que se inició hace una década después de experimentar algo difícil de explicar, pero más complicado de entender, que asegura que le permitió conocerse a sí misma y vivir de manera permanente en la paz y tranquilidad absolutas. Hasta ese momento Yolande Durán Serrano, nacida en Moraleja (Cáceres) en 1963 –con tres años se mudó a Francia acompañada de su familia-, tenía una carrera prometedora como agente inmobiliario y agente FIFA en Ginebra, pero la abandonó desde su despertar espontáneo. Yolande ha viajado por diversos países para compartir con “buscadores”, cuyo máximo deseo es llegarse a conocer a sí mismos, la transmisión del silencio infinito y el valor espiritual de la atención de cada uno. Durán, coautora de El silencio cura, asegura que no cree en Dios ni tampoco profesa ninguna religión. El próximo 29 de octubre presentará en la Casa del Libro de Passeig de Gràcia su segundo libro, Enamorada del Silencio, que ha elaborado junto a Chantale Rémus. 

– ¿Qué es lo que usted llama “silencio”?
– Es un poder que descubrí hace diez años y, como no puedo expresarlo con palabras, la descripción más cercana es “silencio”. No puedo decir qué es, pero sé que existe.

– ¿Cuándo fue la primera vez que lo sintió? 
– En agosto del 2003. Mi hijo había salido. Yo estaba en casa sola, con mis quehaceres y, de repente, noté un silencio en mi mente; era algo extraño, ¿adónde habían ido mis pensamientos? Había un espacio, un intervalo entre mis pensamientos, el cual hacía que parecieran estar en un segundo plano, como si ya no me pertenecieran, o al menos como si ya no me controlaran.

– ¿Cómo había sido su vida hasta ese momento?
– Era una madre casada, tenía buen trabajo y era una persona que quería todo el día más: más amor, más dinero, más confort…; era ambiciosa, quería conquistar el mundo para dar lo máximo posible a mi hijo, como todos.

– ¿Y qué ocurrió a partir de ese momento? 
– En los días siguientes, me di cuenta de que ya no experimentaba las cosas tal como lo hacía antes. Las miles de trivialidades que solían irritarme cada día—una puerta golpeando, las llaves que desaparecen justo cuando estás a punto de salir, cualquier preocupación, todos los pequeños detalles que siempre solían sacarme de quicio sin que ni siquiera me diera cuenta de ello —ya no me molestaban.

– ¿Qué había cambiado?
– Las cosas eran lo que eran. Sin embargo, mi manera de percibirlas, de reaccionar ante ellas, había cambiado.  El silencio, la tranquilidad, me habían invadido completamente, permitiéndome ver la situación sencillamente tal como era.

– ¿Intentó dar una explicación racional a lo que le estaba ocurriendo? 
– Empecé a investigar, a ir a librerías para buscar libros que pudieran explicar, aunque fuera una pincelada, sobre lo que estaba experimentando; encontré el libro Amar lo que es (de Byron Katie), donde leí que estas cosas pueden ocurrir. Al principio, pretendía entender, pero a medida que fue pasando el tiempo, dejé de intentarlo.

“Lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el mismo”, explica Byron en su libro. 
– No hay nada más que el ahora. El momento anterior, el momento después, no son más que ideas abstractas.  Este silencio, esta presencia constante, me impide permanecer en la mente, en el pasado o en el futuro; me lleva simultáneamente a vivir el momento presente.

¿Quiere decir que estamos empecinados en querer ser de una cierta manera sin tener en cuenta lo que somos? 
– Eso es. Los sentidos nos mienten, y cuando te das cuenta de ello es una liberación, porque ya no eres tus sentidos, sino lo que ellos ven. Los sentidos son concepto y nuestra esencia es realidad.

– Dos meses después de que llegara ese “silencio”, su único hijo falleció en un accidente de tráfico. ¿Cómo le afectó?
– En un momento dado pensé: “Sí es cierto, mi vida está acabada”.  Pero este pensamiento no duró mucho.  Se derrumbó dentro de la misma tranquilidad en la que había estado viviendo esas últimas semanas.

– Entonces, ¿no lloró? 
– La situación era la que era. Nada de lágrimas, nada de crisis. Subí a mi habitación donde había tranquilidad.  Vi como mis amigos y mi familia, preocupados, venían a ver cómo estaba. Vi como intentaban hablar conmigo, como intentaban descubrir como lo llevaba.  De hecho, estaba totalmente tranquila.

– ¿Qué es lo que sintió? 
– No saltaba de alegría, obviamente, pero tampoco me derrumbé. Estaba en una especie de espacio neutro.

– ¿Alguien le reprochó esa actitud?
– Los que me rodeaban pensaban que era insensible. Estaban esperando el momento en el que, por fin, me iba a dar cuenta de lo que había pasado e iba a entrar en un duelo manifiesto (…) Vi como venían momentos de tristeza y vi como se iban. Las emociones estaban presentes a veces, pero no me podía agarrar a ninguna de ellas, así que seguían con su camino.

Este estado de tranquilidad y paz que describe es capaz de amortiguar el dolor. 
Sí, porque lo que hace sufrir no es la situación, sino el comentario de la situación. La vida no te pregunta lo que quieres o no quieres. Cuando ves de manera clara la realidad y lo que eres, el pensamiento psicológico desaparece y puedes hacer frente a la vida con paz y tranquilidad. Eso no quiere decir que si estás en un sitio y se tiene que hacer algo, no lo hagas, sino que sientes una confianza total.

– Luego, abandonó su carrera como ejecutiva, ¿por qué?
– Dejé el trabajo porque cuando se descubre una cosa tan poderosa lo único que quieres es ver lo que pasa, cuál es la realidad de la vida; fue un cambio total. Yo no dije: “voy a parar de trabajar”, sucedió.

– ¿Cambiaron sus relaciones con los demás?
– Sí, puesto que soy mucho más libre y acepto totalmente lo que pueda suceder en la vida.

– ¿El silencio le ha ayudado a ser mejor persona?
– Me ha sanado de la idea de ser solo una persona.

– Explíquese. 
– Lo importante no es lo que pasa –el qué-, sino el cómo. Si tú solo conoces el punto de vista de los sentidos, lo más importante para ti será el qué, pero si lo ves desde el punto de vista global, que la vida es espontánea, entenderás que aunque te empeñes en decir que la quieres de otra manera, no lo conseguirás. La vida es como la ves. 

¿Quiere decir que nada de lo que sucede se puede cambiar? 
– Mucha gente ha querido liberar al mundo con su conciencia individual, pero no lo han conseguido porque no funciona así: esto que se piensa no puede cambiar lo que es espontáneo. La realidad es silenciosa, solo estando en este silencio un segundo comprendes que no eres tú el que haces el mundo, sino que eres lo que hace brotar el mundo.

– Entonces, ¿el mundo no se puede cambiar a mejor? 
– El mundo solo puedes cambiarlo para ti, pero hasta que no descubres en ti mismo esta realidad no puedes aceptar esta verdad.

– ¿Cómo percibe usted las injusticias y tragedias? 
– Puedo comprender que la gente lo vea como un sufrimiento, pero no puedo ser cómplice de este padecimiento.

– …
– Desde esta perspectiva no eres capaz de opinar ni juzgar lo que sucede a tu alrededor; no opinas, estás en la neutralidad, y en este “yo no sé”, pero sé que no puedo hacer nada en esta ilusión, en esta mentira, solo puedo ver como cada uno puede ver que la realidad es antes de lo que creemos ser.

– ¿Qué común denominador tiene el público que acude a sus conferencias?
– El deseo fuerte de saber quién es verdaderamente.

– ¿Y usted es su líder espiritual? 
– Nunca he decidido ser una maestra espiritual, pero he viajado a Canadá, América, Europa para compartir fines de semana con grupos de buscadores.

– ¿En esos viajes ha encontrado a más gente que ha experimentado lo mismo que usted?
– Sí, conocí a varias personas, hablamos y testimoniamos que esta posibilidad existe.

– ¿Chantale Rémuse, quien le ha ayudado a escribir su último libro, es una de esas personas?
– Hace años que tiene conocimiento de este espacio, es una buscadora espiritual y una gran poeta. Aunque no lo sepa ella, es ya lo que yo soy.

– Rémuse ha dedicado una gran parte de su vida a la escritura y al yoga, sobre todo el de Cachemira. ¿Usted también lo practica? 
– No.

– Entonces, ¿por qué en sus conferencias anima al público a meditar?
– Es la actividad más simple que he encontrado para poder compartir lo que somos de manera verdadera, pero no hace falta tampoco hacer meditación para descubrir el silencio, aunque puede ayudar a conocerse mejor a uno mismo. Si paras el ruido de fuera, te tranquilizaras de manera natural.

– ¿Cuál es el ejercicio que recomienda?
– Que tomen conciencia de lo que son; la gente que viene ha hecho un camino y le gusta sentarse y observar los pensamientos que pasan. Yo me pongo en un nivel de intensidad fuerte; si cierro los ojos y me siento tranquila, el mundo se va y queda una vibración y una intensidad muy fuerte. Todos tenemos la capacidad de ser solo esta sensación pura, sin comentarios.

– ¿Cuál es su misión?

– El silencio me ha hecho descubrir que no tengo misiones, mi papel es sentir esta verdad y hablar de ella. No puedo hacer otra cosa, es tan poderoso, tan fuerte que mi trabajo solo es ser lo que soy. Una misionera del silencio.

Leer más: http://www.lavanguardia.com/vida/20131025/54391585524/entrevista-yolande-duran-enamorada-silencio.html#ixzz2jEd37Kgv

2 comentarios

  1. ¡Gracias! De verdad que en el silencio, uno encuentra una paz y una verdad tales capaces de modificar la realidad y las experiencias. Las palabras conscientes que salen desde ese silencio tienen valor de crear, de transformar. Como dice Yolande, yo tampoco creo que sea «necesario» meditar para lograr eso, pero sí es una buena herramienta para tomar contacto con ese estado e ir «entrenando» hasta poder ya hacerlo parte de todos los momentos y todas las actividades que realizamos, no solo mientras estamos «sentados meditando».

  2. Yo realmentr creo q lo q sentimos cuando lo sentimos es una ilusion creada por un swr sobrenatural y no por el cuerpo. Si bien muchas veces lo es otras no.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

xxx