Gaia, la deidad de la Tierra

Pedro González

Si hay una diosa que cuida de la Tierra y de cada una de sus creaciones como hijos, esa es Gaia. Una deidad siempre perfectamente enfocada hacia la protección del mundo que ha formado con cada uno de sus detalles. Pero, ¿quién es realmente?

La mitología de Gaia

Los orígenes de los primeros escritos sobre Gaia se pierden en el tiempo mitológico de los antiguos griegos. En La Teogonía de Hesíodo ya se encuentran las primeras alusiones a la diosa.

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Según el escritor griego, tras el caos existente antes de que los dioses y los elementales tomasen control, surgió la deidad también conocida como Gea. Así pues, en el estado primigenio del cosmos, con toda su infinitud, ya estaba presente la diosa.

Gaia, traducida como “la de amplio pecho”, es la diosa más antigua, primigenia y origen de todo en la vida. Su propio nombre indica que es quien da alimento a cada elemento del cosmos, incluido el propio caos previo a que las deidades pusiesen orden.

Después, esta diosa comenzó a crear un mundo para nosotros. Primero comerció con Urano, que iluminó todo el cielo estrellado y cubrió las colinas y cuanto hubo en el planeta. De la unión de ambos llegó Océano, en las corrientes más profundas.

Pero también de su pecho y su relación surgieron muchos otros hijos, como Ceo, Crío, Hiperión, Tea, Rea, Jápeto, Temis, Febe, Tetis e incluso Mnemósine. Finalmente, dio luz a Crono, el más joven, pero también el más retorcido. Este hijo desarrolló desde bien pronto un profundo odio hacia su padre.

Gaia

No obstante, Gaia, como madre de todo en el mundo, según cuenta Hesíodo, alumbró a muchos más hijos. De su cuerpo surgieron los cíclopes Brontes, Estéropes y Arges. También los hecatónquiros, seres terribles de 100 manos entre el cielo y la tierra llamados Coto, Giges y Briareo, con 50 cabezas cada uno.

Gaia, un mundo en si mismo

Dentro de esta deidad encontramos el mundo que nos rige. Por ejemplo, su vientre, conocido como el Tártaro. Allí es donde Urano escondió a los terribles y malvados cíclopes de un ojo y los hecatónquiros.

Pero el dolor que provocaron a la Diosa la llevó a reunir a sus hijos, los Titanes, que le rindieron obediencia excepto el terrible Crono. Gaia había fabricado una hoz, herramienta que el vástago menor usó para castrar a Urano. De la sangre derramada aparecieron nuevos hijos como Erinias, la personificación de la venganza. O los Gigantes y las Melias, poderosos seres con armadura junto a las ninfas de los fresnos.

De los testículos de Urano arrojados al mar por Crono nació Afrodita. Y después de la castración, todavía nacerían del vientre de Gea Tifón y Equidna.

La diosa de la Tierra

Como observamos, desde los albores de la humanidad, esta diosa ha sido fuente de vida, pues representa todo cuanto somos. Los seres vivos, las montañas, los mares, los desiertos… cada uno de nosotros somos un pedazo de la ancestral deidad griega.

gaia

Hoy en día, esta diosa es más actual que nunca. Todavía sigue protegiendo a cada uno de los seres que la formamos. Es más, la propia vida fomenta las condiciones adecuadas para que siga surgiendo y se mantenga siempre activa. Ella sigue velando por cada uno de sus cachorros, en la forma, cuerpo y materia en que se cree.

Por eso hoy en día el movimiento en pro de la diosa es más fuerte de lo que fue en 2000 años. Y no es extraño, pues el culto a la deidad de Gea es en realidad la protección de cuanto nos hace seres humanos. La Tierra, con su biosfera llena de vida, es el único mundo que nos da cobijo. Si no lo protegemos y respetamos como merece, ¿quién lo hará?

Somos los hijos de Gaia. Su última descendencia en ella misma. Somos parte de una deidad que nos ama por encima de todas las cosas. Es un mito, es un símbolo, es una realidad, es la vida misma.

Por Pedro, redactor de la Gran Hermandad Blanca

4 comentarios

  1. Al leer un poco de mitología antigua es increíble darse cuenta cómo se entrecruzan estos relatos e incluso me pone a pensar que tal vez no sean tan fantásticos al fin de cuentas.

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