La culpa y la vergüenza, por Elisa Botti

Jorge Gomez (333)

La Culpa

 

La culpa y la vergüenza  son fenómenos culturales fundados en el patriarcado y en el paradigma de la verdad trascendente, es decir, en la noción de que existe una verdad independientemente del observador que somos cada uno de nosotros.

Cuando estamos viviendo en el entendimiento de que hay una verdad objetiva, y por lo tanto una forma correcta de ser y hacer, rechazamos nuestros propios deseos y preferencias, poniendo en el centro de nuestro hacer, lo que debería ser.

 Tradicionalmente la culpa surge cuando juzgo que lo que hago o hice, pienso o pensé, dañó a otro. Y la vergüenza surge cuando por mi hacer, o mi posible hacer, siento que puedo dañar mi autoimagen.

Cuando en la niñez convivimos en la repetición de interrelaciones de desamor, comenzamos a armar una apariencia para ser aceptadas y respetadas por el mundo que nos niega, y nos exige resultados.

Cuando crecemos en la coexistencia con desamor, surge la necesidad de fabricar una apariencia sustentada en la exigencia y el control; vivimos rindiendo exámenes permanentemente.

 Y allí surge la víctima que busca la aprobación, el reconocimiento, el amor que no sabe generar

La madre entrañable reconocería los deseos de la criatura, pero el condicionamiento cultural y la culpa, no se lo permiten.

 Dicho condicionamiento y culpa se recreará a través de:

 –          La edipización del inconsciente: vivenciado por la criatura como una negación de la vida. El deberá separarse de su madre para evitar el incesto, en caso contrario pagará con su vida y el infierno. La criatura aprende a vivir humillada en un mundo donde impera el miedo y la carencia. Escuchará, de la boca de sus padres, a los que les da absoluta autoridad, qué debe hacer y cómo debe ser para que lo quieran y lo acepten; y será ese lenguaje, y la interpretación generada en la escucha de esa/e niña/o  un condicionamiento que lo llevará a cumplir, irremediablemente, el destino de la familia.

 –          El castigo: el daño de la represión no es solo un daño físico. Podemos reconocer que nuestros padres nos daban palizas mucho antes que reconocer que no nos querían, y muchísimo antes que reconocer el sufrimiento producido por el desamor. Desamor expresado a través de palabras hirientes, humillantes, dichas con el objetivo de corregir un ser que nace, a juicio del patriarcado, defectuoso (debido al pecado original), con deseos abominables.

 –          La religión judeo – cristiana: el primero y cuarto mandamiento ordenan y aseguran que ese ser, lejos de escapar de la trampa que le tiende el patriarcado, se someta. Dicho sometimiento se hará efectivo a través del miedo. El miedo es un factor que bloquea la inteligencia; pero luego, para reforzar el bloqueo, vienen lo sagrado, el tabú, el mito y la religión recubriendo pudorosamente a la conciencia; el resultado de todo este escenario armado hace que nos compremos la historia. Y, de quererla intervenir, de mostrar algún atisbo de rebelión, allí estará el padre imponiéndose a través del control; la madre patriarcal con su útero rígido, insensible a las necesidades de la criatura , un sujeto pasivo, defendiendo la autoridad del padre; y la religión esperándonos con el boleto que, sin escalas, nos conducirá al infierno.

 Las consecuencias de este modelo, hace que la mujer genere parejas patológicas: las relaciones se vuelven neuróticas porque tienen que adaptarse al modelo socialmente establecido de la “media naranja”, que supone la traslación del amor primario simbiótico madre-criatura. Y según ese modelo efectivamente proyectamos el anhelo libidinal de simbiosis, latente desde nuestra etapa primal, a la pareja adulta.  Los ‘’apegos” patológicos pueden ser muy variados: tabaco, juego, drogas, chocolate, consumismo compulsivo, sexo sin deseo, posesiones, fama, poder. Es la búsqueda insaciable del bienestar perdido, tratando de atenuar la ansiedad que mana de la Falta Básica, la falta del amor primario.

 Cómo salir de la trampa…

 “Solo podemos intervenir aquello que conocemos”. La mujer necesita poder escuchar una historia diferente a la que le contaron. Como decía Elizabeth Kubler Ross:- Hoy no se trata de creer, sino de saber.

 Y esa nueva historia le mostrará que lo que  escuchó, lo que le contaron, son juicios, interpretaciones sostenidas por un sistema que lleva más de 4000 años, que ya ni siquiera necesita utilizar la fuerza para imponer porque el lenguaje usado por el mismo genera una realidad.

 Darse cuenta que lo que está haciendo es repetir un discurso que no le pertenece y que está presa de un destino que le exige no apartarse de las reglas; que de hacerlo, pagará de alguna manera, por ejemplo, con enfermedades.

 Necesitará buscar a sus pares. Según Louann Brizendine, las hembras parecen disponer de algunas reacciones ante el estrés, además del combate o fuga,  que les permiten protegerse a sí mismas y a las crías dependientes de ellas. Una de estas reacciones puede ser  la de confiar en los lazos sociales. Las hembras de un grupo social fijo están más inclinadas a  acudir a la ayuda recíproca en situaciones de amenaza o estrés. Las hembras pueden avisarse mutuamente dentro del grupo anticipando el conflicto, lo cual les permite alejarse del peligro potencial y continuar cuidando sin peligro a las crías dependientes. Esta norma de conducta se denomina “cuida y busca amistades” y puede constituir una estrategia particularmente femenina. Cuidar implica actividades de tutela que fomentan la seguridad y reducen la desgracia para la hembra y su cría. Hacer amistades es la creación y conservación de redes sociales que pueden ayudar en este proceso.

 Recuérdese que nuestro moderno cerebro femenino conserva los circuitos antiguos de nuestras antepasadas más exitosas.

 Implementar programas que le permitan relacionarse con el placer, originando nuevos mandatos. Y esto se podrá hacer a través de técnicas corporales que le permiten ampliar su espectro de posibilidades, rediseñando su historia.

 Para poder implementar las técnicas y la terapéutica, necesitaremos una teoría consistente.

 Podríamos empezar, por ejemplo, contando una nueva versión sobre la expulsión del Paraíso. Después de todo, dicho cuento es un juicio, no hay evidencias (hechos observables) que demuestren su veracidad. Tratándose entonces simplemente de una historia con un final trágico para la humanidad, y sobre todo para la mujer, podemos quienes hemos sobrevivido a la experiencia de una sociedad patriarcal, contar algo diferente, que nos permita apropiarnos de nuestra sexualidad y disfrutarla sin culpas… y hacerle útero catalán (en lugar de pito) al destino.

La culpa y la vergüenza, por Elisa Botti

Bibliografía:

La represión del deseo materno (Casilda Rodrigañez)

El cerebro femenino (Louis Brizendine)

La culpa (Fernando Saenz Ford)

Lic. Elisa Botti

Medicinas Naturales y Naturopatía

Mat. 14028

Miembro Profesional de ASIMEPA (Asociación Internacional de Medicinas Y Psicologías Alternativas)

Coach Ontológico Corporal

Especialista en Técnicas Psicocorporales

Blog:  http://elisabotti.blogspot.com/

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