La educación supramental de Sri Aurobindo

Jorge Gomez (333)

Sri Aurobindo

Los principios de la enseñanza y la instrucción de los sentidos

En una serie de artículos que Sri Aurobindo escribió entre 1909 y 1910, enunció tres principios fundamentales de la enseñanza:

“El primer principio de la verdadera enseñanza es que nada puede enseñarse. El profesor no es ni un instructor ni un maestro de tareas; es un ayudante, un guía. Su labor consiste en sugerir, no en imponer”.

El segundo principio es que “hay que consultar a la mente en su crecimiento”.

Sri Aurobindo indicó que la idea de hacer encajar al niño en el molde deseado por los padres o por el profesor es una superstición bárbara y propia de ignorantes. Advirtió que obligar a la naturaleza a abandonar su propio Dharma es hacerle un daño permanente, mutilar su crecimiento y deformar su perfección, y que los padres o los maestros no pueden cometer un error mayor que decidir de antemano que un alumno dado ha de desarrollar unas cualidades, capacidades, ideas o virtudes determinadas o que ha de estar preparado para una carrera convenida previamente.

Y el tercer principio de la educación que Sri Aurobindo estableció es trabajar desde lo próximo a lo alejado, desde lo que es a lo que será. En otras palabras, Sri Aurobindo puso de relieve que la educación ha de proceder a partir de la experiencia directa y que incluso lo que es abstracto y está alejado de la experiencia ha de traerse al alcance de ésta. El conocimiento tiene que ser el paso de la experiencia personal a una experiencia más amplia, más intensa y más elevada. Encontramos en Sri Aurobindo otras directrices. Al explicar los instrumentos de trabajo del maestro, escribe: “La enseñanza, el ejemplo y la influencia; éstos son los tres instrumentos del guru (maestro o guía). Pero el maestro sabio no buscará imponerse ni imponer sus opiniones en la aceptación pasiva de la mente receptiva; contribuirá sólo con lo que sea productivo y seguro como una semilla que crecerá bajo la acogida divina en su interior. Buscará despertar mucho más que instruir; tendrá por objetivo fomentar las facultades y las experiencias a través de un proceso natural y de la expansión libre. Dará un método como ayuda, como instrumento utilizable, no como fórmula imperativa ni como rutina fija. Y estará alerta ante cualquier transformación del instrumento en una limitación, ante la mecanización del proceso”

“¿Cuáles son su método y su sistema?”, se pregunta Sri Aurobindo, y contesta “no tiene ningún método y los tiene todos. Su sistema es una organización natural de los procesos y movimientos más elevados de los que sea capaz la naturaleza. Aplicándolos incluso a los detalles más nimios y a las acciones de apariencia más insignificante con el mismo cuidado y esmero que a los más grandiosos, al final elevan todo a la Luz y lo transforman todo. “Esta imperfecta naturaleza nuestra”, explica Sri Aurobindo, “contiene los elementos de nuestra perfección, pero en estado embrionario, distorsionados, fuera de lugar, reunidos de manera desordenada o malamente ordenados. Todo este material tiene que ser perfeccionado, purificado, reorganizado, moldeado de nuevo y transformado pacientemente, no despedazado ni talado, ni liquidado o mutilado, no arrasado por la simple coacción o la negación” Como se observará, estos principios son sutiles y complejos, y no puede extraerse de ellos una fórmula rígida para la práctica. Imponen al maestro una gran responsabilidad y exigen de él las cualidades extraordinarias de un psicólogo profundo (Joshi, 1975).En cuanto a la formación de los sentidos, Aurobindo no busca otra cosa que la perfección. Esta, dice él, ha de ser una de las principales preocupaciones del maestro. Las dos cosas importantes que se necesitan de los sentidos, señala, son “precisión y sensibilidad”. Para lograrlas, los sentidos dependen de la actividad sin obstáculos de los nervios, que son los canales de su información, y de la aceptación pasiva de la mente, el receptor. En caso de que haya alguna obstrucción, el remedio consiste en purificar el sistema nervioso. “Este proceso restablece indefectiblemente la actividad perfecta y sin obstáculos de los canales y, si se hace bien y meticulosamente, produce una mayor actividad de los sentidos. En la disciplina yogui se conoce este proceso con el nombre de nadi-suddhi, o purificación de los nervios”. Los seis sentidos que atienden al conocimiento –vista, oído, olfato, tacto y gusto, mente o manas (el sexto sentido de la psicología india)– pueden desarrollarse por medio de los nervios físicos y de los órganos que se encuentran en sus terminaciones, pero para desarrollar el manas hace falta la disciplina yogui suksmadristi, o recepción sutil de imágenes.

Aurobindo escribió: “La telepatía, la clarividencia, la clariaudiencia, el presentimiento, el leer los pensamientos y las personalidades y otros muchos descubrimientos modernos son potencias antiquísimas de la mente que se han dejado sin desarrollar y que pertenecen al manas. El desarrollo del sexto sentido nunca ha sido parte de la formación humana. En un futuro ocupará, sin ninguna duda, un lugar en la necesaria formación preliminar del instrumento humano. Entretanto, no hay razón por la que la mente no hubiera de formarse para informar correctamente al intelecto, de manera que nuestro pensamiento pueda comenzar con impresiones, si no completas, sí absolutamente correctas” Sri Aurobindo analiza las causas de la ineficacia de los sentidos como recolectores de información y la atribuye a su “uso insuficiente”. Dice que los alumnos tienen que superar la inercia tamásica (mente y sentidos obtusos) y acostumbrarse a percibir las imágenes, los sonidos y demás estímulos que los rodean, distinguir unos de otros, identificar su naturaleza, propiedades y orígenes, y fijarlos en la citta para que siempre estén listos para responder cuando se lo pida la memoria. Según él, la “atención” es el factor principal del conocimiento, que considera como condición primera de una memoria y una precisión adecuadas. Además de la atención, dice Aurobindo, “la concentración en varias cosas al mismo tiempo” es a menudo indispensable. Sostiene que es perfectamente posible desarrollar la capacidad de la doble concentración, triple concentración y concentración múltiple, ya que se trata de una cuestión de abhyasa, o práctica natural continuada. Junto a las facultades de la memoria, el juicio, la observación, la comparación, el contraste y la analogía, ayudas indispensables en la adquisición del conocimiento, Aurobindo destaca la imaginación como instrumento más importante e indispensable. Se la ha dividido en tres funciones: la formación de imágenes mentales; la capacidad de crear pensamientos, imágenes e imitaciones o nuevas combinaciones de pensamientos e imágenes existentes; y la apreciación del alma en las cosas, la belleza, el encanto, la grandeza, la sugestividad oculta, la emoción y la vida espiritual omnipresente en el mundo. “Desde todos los ángulos, es tan importante como la formación de las facultades que observan y comparan las cosas externas”. Estas facultades mentales, como dice Aurobindo, han de ejercitarse primero en las cosas y después en las palabras y las ideas. Todo esto ha de hacerse de manera informal, recurriendo a la curiosidad y al interés, y evitando la enseñanza y memorización de normas. Sri Aurobindo critica la enseñanza por fragmentos, práctica común en el sistema de educación actual. La enseñanza por fragmentos, dice, ha de ser relegada al cuarto trastero de añoranzas pasadas. Y es crítico, ya que “cada vez se enseña un poco de una materia, en conjunción con otras muchas, con el resultado de que lo que podría aprenderse bien en sólo un año, malamente se aprende en siete, y el niño sale mal equipado, abastecido de paquetes imperfectos de conocimiento, sin dominar ninguno de los grandes compartimentos del conocimiento humano” De ese sistema de educación dice Aurobindo que es el que intenta “intensificar esta práctica de la enseñanza por fragmentos en la base y en el centro, y cambiarla de repente a una grandiosa especialización en la parte superior. Esto es apoyar el triángulo en el vértice con la esperanza de que se sostenga” (pág. 32). Aurobindo, pues, encontró algún sentido al sistema antiguo, que era más racional que el moderno: “Aunque no impartía una variedad tan grande de informaciones, construía una cultura más profunda, más noble y mucho más real. La superficialidad, la ligereza discursiva y la voluble mutabilidad de la generalidad de las mentes modernas se deben en gran medida al pésimo principio de enseñar por fragmentos”.

No obstante, Aurobindo deja claro que en el futuro la educación no necesitará someternos al sistema antiguo o al moderno, sino seleccionar sólo los medios más perfectos y rápidos de dominio del conocimiento. Para él, todo niño es indagador, investigador, analizador, anatomista despiadado. Apela a esas cualidades que posee y déjalo adquirir sin darse cuenta el carácter adecuado y el necesario saber fundamental del científico. Todos los niños tienen una curiosidad intelectual insaciable y una inclinación por la indagación metafísica. Utilízala para llevarlo poco a poco a la comprensión del mundo y de sí mismo. Todo niño tiene el don de la imitación y un toque de poder imaginativo.  Utilízalos para darle la base de la facultad del artista (págs. 34 y 35). Dejando trabajar a la Naturaleza, obtenemos los beneficios de los dones que nos ha otorgado. Aurobindo insiste mucho en que la atención del maestro debe ir dirigida ante todo al medio y a los instrumentos y en que, mientras éstos no estén perfeccionados, el multiplicar las materias de enseñanza frecuente supone una pérdida de tiempo y de energía. “El idioma materno”, dice, “constituye el medio adecuado de educación y por ello las primeras energías del niño han de ir encaminadas al dominio completo del medio” (pág. 34). En relación con la enseñanza de lenguas, aboga que el momento apropiado para que el niño inicie el estudio de muchos idiomas llega una vez que los instrumentos mentales están lo suficientemente desarrollados para adquirir un idioma con facilidad y rapidez; no cuando el niño entiende parcialmente lo que se le enseña y lo domina con dificultad e imperfectamente. Cree en el valor disciplinario de aprender un idioma, especialmente el idioma propio que, dice, nos prepara para dominar los demás. Mantiene que con la facilidad desarrollada en el propio idioma, dominar otros es más sencillo.

La educación psíquica y espiritual

Aurobindo también habla de la educación mental y psíquica, pero su interés verdadero radica en un estadio aún más elevado, que, según él, es la educación espiritual o supramental. Esta no implica la aniquilación del individuo, sino su enriquecimiento a través del contacto con el Absoluto. El estadio espiritual transciende el estadio mental y el psíquico. La justificación de la educación psíquica y espiritual reside en tres importantes consideraciones: a) la educación ha de proporcionar al individuo una exploración constante de algo que está en lo más recóndito de la complejidad psicológica de la conciencia humana; b) la cuestión más importante es plantearse el propósito de la vida humana, y el propósito de la propia vida y el papel que uno desempeña en la sociedad; y sólo se puede responder acertadamente a estos interrogantes cuando las esferas psíquicas y espirituales han sido exploradas y cuando uno está habilitado para desarrollar las facultades psíquicas y espirituales del conocimiento; c) la crisis contemporánea de la humanidad ha acaecido debido al desequilibrio entre el avance material y el insuficiente progreso espiritual. Si, por lo tanto, se ha de responder a esta crisis, hay que fomentar el desarrollo de la conciencia psíquica y espiritual.

Aurobindo intenta establecer una distinción entre lo psíquico y lo espiritual de la siguiente forma: en la vida psíquica, el individuo siente una continuidad ininterrumpida en el mundo de las formas y considera el nivel como una función inmortal en un tiempo interminable y en un espacio ilimitado. La conciencia espiritual va más allá del tiempo y del espacio y es una identificación con el infinito y lo eterno. Aurobindo expresa la misma idea cuando dice que en la vida psíquica hay que descartar el egoísmo, pero que en la vida espiritual no existe un sentido del ser separado. Insiste en que no se trata de la aniquilación del individuo, sino de su transformación, propósito último de la educación integral. Cuando el hombre alcanza esa educación, se produce una transformación total de la materia. Él la llama educación supramental, ya que se produce no sólo en las conciencias de los seres individuales, sino en la sustancia misma de la que están hechos e incluso en el medio físico en el que viven. Sri Aurobindo y Madre iniciaron un experimento educativo sin precedentes (Joshi, 1998c) cuando, en 1943, se establece una escuela en el retiro de Sri Aurobindo. Sri Aurobindo Ashram en Pondichery con apenas 20 alumnos. La escuela pronto empezó a crecer y, en 1951, cuando el número de estudiantes había aumentado y debían organizarse estudios de enseñanza superior, se amplió y convirtió en el Centro Universitario Internacional Sri Aurobindo. El Centro fue concebido como uno de los mejores medios para preparar a la humanidad para un futuro caracterizado por la manifestación de una luz y una energía nuevas, la luz y la energía supramentales. Fue creado para que la elite de la humanidad pudiera estar preparada y trabajar por una unificación progresiva del género humano; al mismo tiempo, tendría que estar preparada para encarnar la nueva fuerza que descendería a la tierra para transformarla. El Centro llevó a cabo un programa de investigaciones experimentales bajo la orientación directa de la Madre y se convirtió en un laboratorio de la educación del mañana (para más detalles, véase Tewari, 1998). La doctrina pedagógica de Sri Aurobindo está vinculada estrechamente con su visión futurista del destino humano, reflejada en la siguiente afirmación: “Han de ser niños del pasado, poseedores del presente, creadores del futuro. El pasado constituye nuestros cimientos, el presente nuestra materia, el futuro nuestro fin y nuestra cumbre” (Aurobindo,1990, pág. 12). La mente mística y visionaria de Aurobindo (1971) articuló un concepto de la vida que era único, ya que la concibió como una oportunidad espléndida y múltiple de descubrir, llevar a la práctica y expresar lo Divino; consiguientemente, visualizó un sistema de educación que pudiera ayudar a la expresión de las potencialidades no realizadas, de acuerdo con su concepto de vida. Este planteamiento exigía una visión creativa y una aventura extraordinaria. Para él, el destino humano es una ascensión hacia la supermente, hacia la realización del Altísimo, y su doctrina de la educación proporciona un marco convincente y flexible para lograr ese objetivo.

M.K. Raina

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