La historia sobre cómo pasé de aterrorizada a exorcista gracias a los cristales y a San Miguel Arcángel.

Terapeuta Diana Carvajal

Siempre viví con miedo aunque aparentemente me viera como una persona corriente. Siendo una mujer adulta no podía dormir sola. Probé muchos productos para dormir pero era incapaz de cerrar los ojos, sentía que al hacerlo algo me atacaría. Cuando digo algo no me refiero a una persona, más bien a algo «sobrenatural», un espíritu, una entidad. Siendo adulta tenía los mismo miedos de algunos niños, a bajar los pies de la cama, a dormir con el closet abierto, a dormir con la luz apagada. Muchas personas ven películas de terror y se burlan, piensan que todo es mentira y que nada de eso pasa en realidad pero lo que no saben es que eso que ven realmente le ha ocurrido a algunas personas. Nací en una familia de mediums, tanto por parte de padre como de madre, mi familia tiene habilidades para sentir y ser contactado por seres desencarnados y otras entidades.  

Ni os miedos

Antes de los 10 años ya había escuchado hablar a mis tíos de las sesiones donde mi bisabuela materna en las cuales una de las primas había sido poseída, levitaba, se autolesionaba y hablaba con voz gutural. Había sido parte de una sesión espiritista en la cual los primos de mi padre como médiums prestaban su cuerpo para recibir espíritus que nos daban información sobre quienes habíamos sido en vidas pasadas. Y también en un paseo familiar en el que mas de 30 familiares dormimos en un gran recinto fui testigo de cómo un espíritu fue pasando de una tía a la otra y cuando intentó entrar en el cuerpo de mi madre me temblaba el cuerpo entero, fue una de mis primeras experiencias de miedo intenso. Desde entonces mi padre nos enseñó a hacer algunos mudras para protegernos y no ser poseídas.  

Desde pequeña pude sentirlos y en ocasiones verlos. Cuando veía películas de terror todo se incrementaba y cuando tuve que ir al anfiteatro mientras estaba en la universidad estudiando Psicología, fue una de las experiencias más aterradoras de mi vida. No sólo podía sentir toda la angustia, el miedo que había en ese recinto sino que además a partir de ese momento sentí que llevaba algo conmigo, era incapaz de voltear a ver hacia atrás, era como si lo tuviera pegado a mi espalda.  Por fortuna mi padre es homeópata y nos dio algunos remedios para que no pudiéramos percibir lo que había a nuestro alrededor. Esto no me pasaba solo a mí, también le ocurría a todos mis hermanos pero especialmente a la menor quien recibió ataques dignos de película de terror.  Sentiamos la necesidad de dormir acompañadas, aunque fuera a la universidad aún dormía con alguna de mis hermanas, yo tenía mi propia habitación pero las sacaba de su cama para que durmieron conmigo. Sin embargo, no me sentía totalmente tranquila, despertaba durante la noche varias veces, ante cualquier sonido o movimiento.

Desde los 12 años me sentí muy atraída por los cristales, en los años 80 hubo un boom por los cuarzos y era muy fácil conseguirlos. Me encantaban, quería siempre tener algunos conmigo y así comencé a hacer joyas con ellos. Recuerdo que en un encuentro mundial de la nueva era al que asistieron mis padres en Palmira, conocí a una mujer peruana que tenía los aretes más hermosos que hubiera visto, eran de plata y tenían dos lágrimas de Lapislázuli. Ella vio mi fascinación y me los regaló.  Yo era aún una niña y portaba unos aretes enormes que llamaban la atención de todos. Era pequeña pero tenía mucha información sobre los cristales, sabía reconocerlos fácilmente y los vinculaba con los signos del zodiaco y la astrología pero sin ir más allá.  

Mi adolescencia transcurrió entre prácticas de yoga, cursos de astrología, el psicoanálisis freudiano, el amor por el deporte y la pasión por la música, el arte y los cristales. Durante la universidad me alejé totalmente de todo. Después vino el matrimonio, la maternidad, mi post grado y toda mi atención se centró en la neuropsicología, los problemas de aprendizaje y el trabajo en el colegio que mi familia había fundado para ayudar a los niños que no se adaptaban a la educación tradicional. Y así continué hasta el año 2008 cuando trabajando en una universidad me encontré en Internet con una página en la que hablaban sobre cristales y me atrajo la Turmalina Negra. No sabía cómo usarla y como decían que servía para absorber la electronegatividad la puse en mi computadora. Lastimosamente a los pocos días mi jefe cambió radicalmente conmigo, se puso muy agresiva y finalmente dejé de trabajar ahí. Esto hizo que me volviera un poco aprensiva con el uso de cristales y volví a alejarme hasta hace unos 4 años cuando mi hermana en navidad me regaló una pulsera de Amatista. 

Me conecté de nuevo y empecé a estudiarlos, a coleccionarlos y a portarlos. El año pasado luego de hacer terapia regresiva por varios años y de llevar un trabajo más intenso con los cristales sentí que necesitaba un año sabático, alejarme de lo material; quería una vida más simple pero más espiritual, sentía que ya no tenía apegos, a nada ni a nadie. Dejé mi trabajo y en casa me dediqué a estudiar más sobre cristales y terapias alternativas, volví a pintar y me centré en ser más disciplinada con la práctica del yoga y la meditación. Por supuesto necesitaba un sustento económico por lo cual en las tardes hacia terapias a niños con problemas de aprendizaje.  

Las lamparas de sal y sus beneficos

Contrario a lo que esperaba fue un año muy duro. Mi ansiedad se disparó, tenía pensamientos obsesivos relacionados con los desencarnados y me puse ultrasensible frente a las energías.  En mi plexo solar podía sentir intensamente la energía de los demás tanto «lo bueno como lo malo». Mi chakra corazón empezó a identificar a personas con cualidades especiales y se me disparaban palpitaciones cada vez que me acercaba a alguien con «dones». Solo después de un tiempo me di cuenta que estas palpitaciones no eran ansiedad. En esta época usaba Ágatas de todos los colores y Amatistas como joyas permanentes. Estaba absolutamente ida de lo terrenal, totalmente absorta en el mundo mental lo cual me desconectaba cada vez más de la vida real. Me enganché en la lectura de EL SER UNO y pude entender la vida desde un punto de vista que encajaba perfectamente con la formación que recibí en casa. 

hombre meditando en estrella de 7 puntas

El miedo se hizo cada vez más insoportable, en las noches ya no podía cerrar los ojos, pasé así 7 meses, pérdida, tratando de encontrar el camino y todo empeoró el día en que movida por algo que había dentro de mi intenté lanzarme del cuarto piso de la casa donde vivía, con tan buena suerte que tropecé en la escalera y mi esposo logró sujetarme. Fue así que me acerqué más a San Miguel Arcángel y que encontré la forma de encontrar protección de los seres de luz. Más desde un punto de vista metafísico que religioso pues no me considero parte de ninguna religión pero creo en el creador todo poderoso de todo cuanto existe en el universo y en su energía de luz y amor. 

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Mi padre muy asustado me pidió quitarme todos los cristales, volvió a darme homeopatía y me hizo prometerle que dejaría la terapia regresiva. Así lo hice pues solo quería volver a tener una vida tranquila, sentirme yo y poder dormir. Encontré una meditación llamada «Meditación para solicitar protección de toda la jerarquía planetaria» empecé a escucharla a diario y me sentía más tranquila. Esa me llevó a la «Oración de Co- Creación» la cual empezó a cambiar mi esquema de pensamiento. Empecé a beber aromática de gengibre, miel y canela cada noche y por fin volví a dormir.  

Volví a sentir interés por la joyería así que viajé donde un familiar que se dedica a eso y me enseñó a hacer anillos en plata. Me hizo uno que se convirtió en mi talismán de protección, con él me sentía más segura. Además empecé a usar una pulsera de Ónix. Posteriormente llegó a mi vida una Turmalina Negra nuevamente y me conecté con ella profundamente, desde el principio supe que estaba en mi vida para protegerme. Y así una cosa fue llevando a la otra, me adentré cada vez más en el tema de los cristales y paralelamente la vida me iba proporcionando más información sobre San Miguel Arcángel. Encontré en él consuelo y tranquilidad. La primera vez que hice su meditación sentí amor en cada poro de mi cuerpo y lloré sin parar pero no de tristeza, lloré de amor, jamás sentí tanto amor en mi vida. Descubrí su fuerza, su luz y su poder para combatir las fuerzas de la oscuridad, así que me aferré a él tanto como a las piedras negras. Hallé la manera de sentirme tranquila y protegida, de día y de noche.  Compartí mi experiencia con otras personas que sufrían lo mismo que yo había pasado e incluso peor y de este modo pasé de ser una persona dominada por el miedo a convertirme en exorcista. Comprendí que la sensibilidad que tenía la vida me la había dado para ayudar a los demás.

Autora: Redactora para la Gran Harmandad Blanca, Diana Marcela Carvajal D.

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