La Ira Nos Esclaviza por Miriam Subirana

Jorge Gomez (333)

Niña - Angel - Paloma de la Paz

 

Cuando estuve hace unos años en El Salvador, impartí una conferencia en la

que dije: «Si no perdonas, no puedes olvidar. Si no olvidas, no vives en paz

Y sin paz, tu amor no fluye». Al terminar se acercó una señora ¡tan

agradecida! Me contó que hacía más de diez años alguien de la guerrilla

había matado a su hijo. No vivía tranquila desde entonces. Guardaba rencor

alimentando su ira de querer hacérselas pagar a «ese» que mató a su hijo.

Ese rencor no solucionaba la situación, lo único que hacía era incrementar

su dolor. Entendió que no había perdonado.

 

A veces no es posible olvidar, pero sí que podemos lograr que ya no nos

afecte lo que ocurrió. El problema surge cuando consideramos lo ocurrido

como inaceptable, entonces somos incapaces de perdonar. Podemos considerar

inaceptables ciertas situaciones vividas que se dan porque se han

traicionado unos acuerdos, unos principios, no se han cumplido nuestras

expectativas o no se han respetado ciertos valores. Sea cual sea la razón de

lo «inaceptable», podemos aferrarnos a ella y quedarnos clavados ahí. Por

mucho que no estemos de acuerdo con lo ocurrido, tenemos que aceptar los

hechos. Aceptar no significa estar de acuerdo. En el mundo hay mucha rabia

en contra de las injusticias. La rabia no soluciona las injusticias, sino

que crea más dolor e incluso más injusticias.

 

El profesor Robert Enright, de la Universidad de Wisconsin, uno de los

pioneros de la terapia del perdón, afirma que «cuando algo nos ha dañado,

tendemos a hablar de justicia mucho más a menudo que de perdón». Cuando

alguien nos ha defraudado, herido o traicionado, sentimos que tenemos que

hacérselo pagar. Creemos que así haremos justicia. Consideramos inaceptable

lo que ha hecho y esa rabia nos mantiene atados a la situación y a la

persona que nos ofendió. En vez de perdonarla y soltarla, nos atamos más a

ella, nutriendo el resentimiento.

 

Y al hacerlo, somos injustos con nosotros mismos: nos mantenemos en el

infierno de nuestro fuego interior. El odio afecta a nuestra salud,

envenena» nuestro corazón, mata nuestra paz interior, nos seca de amor y

felicidad. El odio es una emoción «incendiaria», destruye la concentración y

mata la capacidad de actuar con dignidad y excelencia. Unas sabias palabras

dicen: «¿Quieres ser feliz un momento? Véngate. ¿Quieres ser feliz siempre?

Perdona».

 

«Una persona resentida se intoxica a sí misma»

(Maz Scheler, filósofo)

 

En una ocasión, un hombre se aprovechó de mí, me engañó y me estafó. Cuando

me di cuenta, no podía creer mi ingenuidad. ¿Cómo permití que ese hombre me

hubiera mentido así? ¿Cómo me lo creí y confié? ¿Tan tonta soy? Estos

pensamientos me torturaban. Hasta que me di cuenta de que tenía que

perdonarme. Aprender la lección, pero no seguir martirizándome por la

experiencia vivida. El perdonarme me liberó. Cuando al cabo de un tiempo me

encontré casualmente con él, pude mirarle a los ojos.

 

Toda experiencia vivida, aunque usted no quisiera experimentarla y ni

siquiera la buscara, la sintió porque se permitió vivirla. Muchas veces, el

problema está en no saber poner los límites cuando nos entregamos a las

experiencias. Cuando salen mal, buscamos culpables, y aunque los encontremos

y les perdonemos, eso no nos alivia del todo hasta que nos perdonemos a

nosotros mismos. Se trata de perdonarse a sí mismo por haberse permitido

entrar en esa experiencia.

 

Si estamos resentidos, la vía de salida pasa por aceptar y perdonar. Aceptar

lo que ha ocurrido. Lo cual puede implicar aceptar la pérdida, aceptar que

le engañaron, aceptar su error y/o el del otro, aceptar que le hirieron o

aceptar que mataron a un ser querido.

 

La neuróloga María Gudín afirma que superar las ofensas es una tarea

sumamente importante, porque el odio y la venganza envenenan la vida.

Perdonarse y perdonar abrirá las vías para sanar el corazón dolido.

Para conseguirlo debemos recuperar la soberanía sobre nuestra mente y

nuestros pensamientos. Algunas personas creen que perdonar es un acto de

debilidad. Sin embargo, es todo lo contrario; perdonar muestra que nos

hacemos dueños de nuestro bienestar y dejamos de ser víctimas del otro.

Perdonar nos permite recuperar nuestro poder interior. Sin ese dominio,

nuestra mente irá una y otra vez hacia ese lugar de sufrimiento, repetirá el

¿por qué a mí? ¿Cómo se atrevió? Los pensamientos serán como un martilleo

constante, y no controlará los sentimientos de rabia, frustración y tristeza

Como la carcoma, sus propios pensamientos agujerearán las entrañas de su

ser y se quedará agotado, sin energía. En ese momento se ha olvidado del

primer principio de autoliderazgo: nadie crea sus pensamientos ni sus

sentimientos excepto usted mismo.

 

Debemos cambiar la perspectiva y concienciarnos de que lo que pensamos al

respecto de lo ocurrido es lo que alimenta nuestro malestar. Para lograrlo

nos ayudará ser conscientes de que quien nos ha hecho daño es también un ser

humano con sus debilidades y que, por la razón que sea, se ha comportado

injustamente víctima de su ignorancia, sus creencias, sus neuras, sus

impulsos o su propia rabia. La rabia no se vence con más rabia. Cada persona

tiene un valor intrínseco por lo que es, no tanto por lo que ha hecho. No

permitamos que nuestro resentimiento nos nuble la visión global.

 

Para llegar a perdonar plenamente debe ser consciente de lo que lleva dentro

Darse cuenta de lo que le está pasando es la base para iniciar cualquier

cambio positivo. Cuando sienta rechazo, inseguridad, vergüenza, envidia,

rabia, miedo, desaprobación, permítase aceptar lo que siente y afrontarlo.

Imagínese cómo se sentiría si no se resistiera a estos sentimientos, sino

que los aceptara plenamente. Pruébelo.

 

La situación que provocó el sentimiento quizá ya pasó, pero si se agarra al

sentimiento y lo rechaza, lo esconde o huye de él, lo mantiene y crece en su

interior como las malas hierbas. Crece hasta que uno estalla o enferma. Es

más sano permitirse sentirlos y soltarlos escribiéndolos, hablándolo con un

amigo de confianza, expresándolos con movimiento corporal o pintándolos. Si

tiene práctica, o está dispuesto a conseguirla, puede ayudarle mucho la

meditación, ya que le facilita trascender los sentimientos hasta que estos

se disuelven.

 

Piense en positivo: sea consciente de que usted es el creador de lo que

piensa. Cambie el foco de atención. Medite. Perdone y suelte. Mire hacia

delante. Cuando se libere de esos sentimientos, vivirá en paz interior.

 

Dejará de martirizarse y asumirá la responsabilidad. Al asumirla permitirá

que todo su potencial permanezca despierto.

 

«Para soltar el pasado debemos estar dispuestos a perdonar»

(Louise L. Hay)

A veces, alguien le dice algo en tres minutos que le sienta fatal. Después

de cuarenta y ocho horas aún lo recuerda. Lo recrea repitiéndolo en su mente

y en sus palabras: ¡qué se ha creído!, ¡qué se ha pensado! Con esto

fortalece esa experiencia en su registro, de manera que al cabo de años se

acuerda de aquello que le dijeron, y su rabia, resentimiento o tristeza han

crecido. El otro se descargó al decirlo y lo olvidó. Como el que tira la

basura y se olvida. Alguien suelta cuatro palabras y se olvida, se queda tan

tranquilo, pero usted no lo olvida, sino que las repite en su mente hasta

tal punto que a veces ni siquiera puede dormir.

 

El problema no es tanto lo que el agresor hizo, sino toda la interpretación

y la historia que nos hemos ido contando desde que ocurrieron los hechos.

Para salir de este estado, debemos impedir que nuestros recuerdos nos

invadan. Debemos ponerlos en su sitio: en el pasado. El pasado ya se fue y

ahora lo que tiene es este momento presente. No lo pierda alimentando sus

resentimientos de lo que habría podido ser y no fue o de lo que fue y no

tendría que haber sido.

 

Perdonar nos ayuda a decir: lo que fue ya pasó. Ya no es. Ya no está,

excepto en su propia mente. Practique el lema: «Lo que ha sucedido ya es

pasado». No necesita pensar en ello tantas veces. No permita que su mente lo

reviva. Valore su tiempo. Valore su creación: los pensamientos. Es necesario

darse cuenta de que cuando proyectamos en los demás y les culpamos de

nuestra ira, nos permitimos ser esclavos y víctimas de ellos. Aferrarse es

nocivo. El aceptar nos libera. Para conseguirlo se requiere del poder mental

que permite detener los pensamientos repetitivos que provocan malestar. Con

afirmaciones puede fortalecer su mente. Louise Hay sugiere esta: «Te perdono

por no ser de la forma que yo quería que fueras. Te perdono y te libero».

Gozar del presente

 

«Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo»

(Dalai Lama)

 

Al darse cuenta de que el cambio depende de usted, es capaz de perdonar y

seguir adelante con su vida sin cargar por más tiempo el dolor que le hace

vivir en el pasado y no le permite gozar del presente. Esta es la base para

restablecer el poder de su corazón y su capacidad de amar. Esto le permitirá

acercarse al centro de su ser. Reencontrará su estado de paz, brotará de

usted el amor y la felicidad. Reconectará con su verdadero corazón capaz de

abrazar sin rencor, capaz de amar sin poner condiciones limitadoras. Es una

práctica que puede empezar ahora. Sentirá Ágape, el amor desinteresado que

no busca retorno y está relacionado con la capacidad de perdonar. Cuando

perdona, ama.

 

EL PASADO, EN EL SITIO JUSTO

 

Bill Clinton telefoneó a Nelson Mandela dos horas después de que saliera de

la prisión, tras muchos años encarcelado por difundir los derechos humanos,

y le preguntó cómo pudo perdonarles con esa facilidad. Mandela respondió que

si les odiara, seguirían controlándole. Si no perdonamos, nos mantenemos

atados a las personas que nos han ofendido. Perdemos libertad, lo cual

bloquea nuestra creatividad y alimenta nuestra frustración. Esto nos provoca

violencia. Hay mucha rabia y violencia en el mundo, y esta energía nos

destruye. Desde la rabia no crearemos un mundo mejor.Al preguntarle a Ela

Gandhi qué había aprendido de su padre, dijo, entre muchas otras cosas: «Si

quieres vencer a tu enemigo, ámalo». En ese amor hay compasión. En la

compasión hay perdón. No guarda rencor. Acepta y se mantiene abierto. Ha

puesto el contador a cero, ha soltado prejuicios, imágenes del pasado y

sentimientos de culpa.

 

Visita «Las Enseñanzas de Kryon» por Mario Liani: http://38uh.com –

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3 comentarios

  1. Excelente articulo, gracias por compartir tu conocimiento y experiencia, bendita seas en la luz. este tipo de esfuerzos desinteresados son lo que ocupamos que cada corriente de vida en este planeta aporte y sume, tu esfuerzo es bien recompensado por anclar el amor, la luz y el poder, esto mismo te deseo y te lo hago llegar con todo mi amor y agradecimiento.

    gracias
    inlakesh
    bruno shaumbra

    bruno rodríguez huerta

  2. gracias por tan enriquezedor mensaje es de gran ayuda, para quitar resentimientos guardados, una pregunta ¿cuando añoras las cosas que pudiste haber tenido, y personas influyeron en tu vida y por eso no se tedieron, cuando perdonas puede que se te regresen o surgen nuevos intereses?

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