En la tierra como en el Cielo. Cristianismo y Educación Ambiental.

Cecilia Wechsler
Vida.  Ilustración de C.Wechsler.

Vida.
Ilustración de C.Wechsler.

Introducción

Este artículo es un encuentro entre la Palabra de Dios y la Educación Ambiental para el Desarrollo Sostenible, que comparten muchos valores entre sí, como son el respeto, el cuidado, la protección y la preservación.

Aquí se ilustra la grandeza del Amor que Dios tiene por la naturaleza, se muestra que seguir el camino de Jesús es, entre otras cosas, amar la biósfera, se reflexiona sobre la estrecha unión existente entre Dios, nosotros y la biodiversidad, y se explicitan las nociones básicas de la Educación Ambiental y el Desarrollo Sostenible.

En este documento se conjugan la Palabra de Dios, con el saber popular, estudios científicos, enseñanzas de nuestro Papa, mensajes de la Virgen María, el poema de un santo, declaraciones grupales de principios y definiciones avaladas internacionalmente. Ya que, como es característico en la Educación Ambiental, se valoran los diversos tipos de saberes.

Creación de Dios

Todos somos criaturas de Dios: las personas, los vegetales, los animales y los minerales. Dios nos creó a todos en un infinito acto de amor. La biodiversidad fue considerada buena por Dios y bendecida por Él para que sea fecunda y se multiplique.

Al principio Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis 1,1). “Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces dijo: “Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semillas y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro”. Y así sucedió (…) Y Dios vio que esto era bueno” (Génesis 1,10-12).

“Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces los bendijo diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra” (Génesis 1,21-22).

El Padre preserva a su creación y por eso alimenta a “los pájaros del cielo” (Mt 6,26) y viste a los “lirios del campo” (Mt 6,28).

En un eterno acto de amor Dios “creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1,27-28).

Cuando Jesús estuvo junto a nosotros en la Tierra demostró lo que implica someter y dominar a la naturaleza caminando sobre las aguas, multiplicando los panes, convirtiendo el agua en vino. Santos, como San Francisco de Asís, también “dominaron” la naturaleza, logrando que las aves se mantuviesen atentas y quietas escuchando el Evangelio.

No tenemos razón para creer que en estas palabras del Génesis Dios nos está autorizando a maltratar, destruir y usar de manera ilimitada los seres y bienes que Él creó y bendijo, a nuestros hermanos.

Jesús tuvo y tiene autoridad sobre todos los hombres, y empleó ese poder para salvarnos y darnos la Vida eterna. Durante su crucifixión “Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: “Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique  a ti, ya que le diste autoridad  sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú le has dado” (Jn 17,1-2).

Dios procuró el alimento y el bienestar de todas sus criaturas por igual. Dijo: “Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde”. Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno” (Génesis 1,29-31).

Dios, que desde el principio ama al hombre, lo puso a vivir en el hermoso “jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2,15). Ahora también el Padre nos ofrece un bello y rico planeta en el cual habitar y convivir, y nos sigue pidiendo que lo cuidemos y preservemos.

Cuando Jesús habitó entre nosotros eligió enseñar al aire libre: en los montes, a orillas del lago, bajo la bóveda celestial. En sus parábolas hizo referencia a los campos, los peces, el trigo. El mejor Maestro de la humanidad demostró de esta manera su comunión y predilección por el entorno natural.

Un santo en comunión con la Tierra

San Francisco de Asís

San Francisco nació en Asís, Italia, en el año 1182.  Amó y admiró a la naturaleza y consideró a todos los vivientes sus hermanos. Siendo rico se hizo pobre, imitando a Jesús. Dedicó su vida a la oración y a la evangelización de las personas. Siguió a Cristo fielmente, hasta en los dolores de la pasión, recibiendo de Dios la impresión de las santas llagas.  

Entre todos los momentos de su vida dedicados al prójimo y a Dios, quiero destacar aquellos en que demostró su comunión con la biodiversidad. San Francisco disfrutaba de la compañía de los animales y agradecía su bella y encantadora presencia a Dios.

Un día, San Francisco, divisó una gran cantidad de aves. Maravillado se detuvo y les predicó con estas palabras: “Hermanas mías avecillas, ustedes se deben sentir muy deudoras a Dios, su Creador, y deben alabarlo siempre y en todas partes. Él les dio la libertad de volar a todas partes; además, les dio vestido doble y aun triple; y también conservó su raza en el arca de Noé, para que su especie no desapareciera en el mundo. Le están también obligadas por el elemento del aire que les destinó. Además de esto, ustedes no siembran ni siegan, y Dios las alimenta y les regala los ríos y las fuentes, para beber; les da los montes y los valles para su refugio, y los árboles altos, para hacer en ellos sus nidos. A pesar de que ustedes no saben hilar ni coser, Dios las viste a ustedes y a sus hijos (Mt 6, 26-28). Ya ven como las ama su Creador, que les hace tantos beneficios. Por lo tanto, hermanas mías, guárdense del pecado de la ingratitud y procuren siempre alabar a Dios” (Misiones Franciscanas Conventuales: 1994: p.63).

Las distintas especies de aves escucharon atentamente y con mucho placer las palabras de este admirable cristiano, y tan solo se retiraron después de ser bendecidas y autorizadas a irse por él.

En otra ocasión San Francisco se conmovió de los habitantes del pueblo de Gubbio que estaban aterrorizados por la amenazadora presencia de un lobo feroz que había matado a hombres y animales de la comarca. El santo salió entonces en busca del lobo, y cuando lo vio trazo sobre el canino la señal de la cruz y le ordenó que no le hiciese daño ni a él ni a nadie en nombre de Jesucristo.

Cuando el hermano lobo se apaciguó, San Francisco le ofreció un pacto de paz que consistía en que el lobo no perjudique a los hombres, y a cambio recibir el perdón y el alimento diario por parte de los habitantes del pueblo. El lobo accedió sumisamente la oferta del pacto y dio fe de su promesa tendiéndole la mano al santo.

Otra anécdota narrada en la obra “Florecillas de San Francisco” recrea el día en que santo encontró a un joven que había cazado tórtolas y las llevaba a vender. San Francisco, conmovido al ver a sus hermanas presas, le dijo al joven: “Dame, por favor, esas aves tan inocentes, que en la Sagrada Escritura representan a las almas castas, humildes y fieles, para que no caigan en manos crueles que les darían muerte” (Misiones Franciscanas Conventuales: 1994: p.84).

El joven dio las aves a San Francisco, y él las recibió en su regazo y les dijo dulcemente: “¡Oh hermanas mías tórtolas, sencillas, inocentes y castas! ¿Por qué se dejaron apresar? Ya que ahora las libre de la muerte, quiero prepararles nidos para que den fruto y se multipliquen, según el mandato de nuestro Creador” (Misiones Franciscanas Conventuales: 1994: p.84).  Y así lo hizo, y las aves habitaron junto a los franciscanos en paz y armonía.

Al final de su vida San Francisco, que es el santo protector de los ecologistas y de Italia, escribió “Alabanzas de las criaturas” (Directorio Franciscano: 2014), en la cual transmite su admiración por la belleza natural y su eterno agradecimiento a Dios, su Señor.

 

Alabanzas de las criaturas

Altísimo, omnipotente, buen Señor, 
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, corresponden, 
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, 
especialmente el señor hermano sol, 
el cual es día, y por el cual nos alumbras.

Y él es bello y radiante con gran esplendor, 
de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, 
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento, 
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo, 
por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, 
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, 
por el cual alumbras la noche, 
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, 
la cual nos sustenta y gobierna, 
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, 
y soportan enfermedad y tribulación.

Bienaventurados aquellos que las soporten en paz, 
porque por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, 
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!: 
bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad, 
porque la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor, 
y dadle gracias y servidle con gran humildad.

San Francisco de Asís. Ilustración de C.Wechsler

San Francisco de Asís. Ilustración de C.Wechsler

La huella de la deshonra

El Santo Padre Francisco nos recuerda que hay “otros seres frágiles e indefensos, que muchas veces quedan a merced de los intereses económicos o de un uso indiscriminado. Me refiero al conjunto de la creación. Los seres humanos no somos meros beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas. Por nuestra realidad corpórea, Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación. No dejemos que a nuestro paso queden signos de destrucción y de muerte que afecten nuestra vida y la de las futuras generaciones»  (Papa Francisco: 2014: p.168).

También, el Santo Padre, hace suyas las siguientes palabras expresadas por los Obispos de Filipinas “Dios quiso esta tierra para nosotros, sus criaturas especiales, pero no para que pudiéramos destruirla y convertirla en un paramo (…) ¿Quien ha convertido el maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos despojados de vida y de color?” (Papa Francisco: 2014: p.168).

¿Qué estamos haciendo con la vida en la Tierra? Estamos depositando sobre ella una enorme huella de muerte y destrucción. Los ambientalistas estudian la magnitud de la demanda y el impacto de la humanidad sobre la naturaleza mediante el Índice Planeta Vivo, la Huella Ecológica y la Huella de Carbono, entre otros parámetros. A continuación se explicita el significado de estos índices y cuáles son los principales resultados que exponen, para que podamos comprender qué tan grande es el daño que estamos causando y a la vez  tener estadísticas precisas que guíen un uso sustentable de los bienes y servicios naturales.

El Índice Planeta Vivo refleja los cambios en el estado de la biodiversidad del planeta utilizando las tendencias de los tamaños poblacionales de especies de vertebrados de diferentes biomas y regiones para calcular los cambios medios de su abundancia en el tiempo. Incluye datos de más de 9.000 proyectos diferentes de seguimiento de fauna silvestre” (WWF: 2012).

La principal conclusión de la 9ª edición de este exhaustivo estudio, es que en los últimos 35 años, el  índice ha descendido en casi un  30%. O sea, en este período, se ha perdido casi la tercera parte de la riqueza biológica y de los recursos del planeta Tierra.

La Huella Ecológica calcula cuanta superficie de la tierra y del agua requiere una población humana para producir el recurso que consume y absorber sus residuos usando la tecnología prevaleciente. Se mide en hectáreas.

El planeta Tierra tiene límites muy precisos: disponemos de 11.300 millones de hectáreas globales de terreno productivo y espacio marino para compartir entre los 7.000 millones de habitantes y las demás especies.

La Red Mundial de la Huella Ecológica tiene calculadas las huellas ecológicas nacionales de más de 160 países. Comparando estos datos podemos comprobar la gran disparidad que existe entre los países. Por ejemplo, un estadounidense promedio tiene una huella ecológica de 8,0 hectáreas, mientras que un haitiano promedio tiene una huella ecológica de 0,7 hectáreas. Los argentinos tenemos, en promedio, una huella ecológica de 2,6 hectáreas. El promedio de la humanidad es de 2,7 hectáreas per cápita.  (Fuente: Red Mundial de la Huella Ecológica, 2010).

A partir de los cálculos generados por la huella ecológica conocemos que la humanidad utiliza el equivalente de 1,5 planetas cada año. Esto significa que ahora la Tierra tarda en dieciocho meses en regenerar lo utilizado por la humanidad en un año (Fuente: Red Mundial de la Huella Ecológica, 2013).

 

La Huella de Carbono calcula la totalidad de Gases de Efecto Invernadero (GEI) emitidos en un tiempo determinado, por un individuo, organización, evento, país o producto, tanto de manera directa como indirecta.

La Huella de Carbono se mide en unidades de Dióxido de Carbono equivalente (CO2e), ya que los Gases de Efecto Invernadero tienen diferentes Potencias de Calentamiento Global (PCG). Por ejemplo, la PCG del Dióxido de Carbono (CO2) es 1 y la del Metano (CH4) es 21.

Los Gases de Efecto Invernadero que se generan por la actividad del hombre son emitidos, principalmente, por los siguientes sectores: agricultura (13.5%), industria (19.4%),  transporte (13.1%), suministro de energía (25.9%) y silvicultura (17.4%) (Fuente: Cuarto Informe del IPCC, 2007).

A medida que se incrementa la Huella de Carbono de la humanidad, se acelera el cambio climático, el cual afecta adversamente a la economía y la salud de la población, así como también a los ecosistemas del planeta. Los síntomas del cambio climático son el aumento de la temperatura y nivel de los océanos, aumento de la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos, modificaciones en el régimen de precipitaciones, aumento de la frecuencia de incendios, modificación de los ecosistemas y aumento de la mortalidad por las olas de calor.

El promedio mundial de la Huella de Carbono individual es de 4 toneladas de CO2e al año por persona. La huella de carbono promedio de un argentino es de 5,71 toneladas de CO2e al año y la de un norteamericano promedio es de 20 toneladas de CO2e al año.

 Debemos comprender el daño que estamos causando con nuestro modelo de vida y desarrollo y abogar por la defensa de todas las formas de vida, custodiando y preservando la creación de Dios.

 

Amar la vida

Estamos llamados a amar a Dios y a nuestros hermanos. También a nuestras hermanas aves y nuestros hermanos árboles. También a nuestra hermana la madre Tierra con sus lagos, mares y montañas.

Dios, nuestro Padre, nos brindó el honor de vivir en este hermoso planeta. ¿No merece Dios nuestro profundo agradecimiento por tan grande bien recibido, y que plasmemos este sentimiento conservando y valorando el don que nos ha dado? Cuando damos algo a nuestros hijos ¿no esperamos que lo agradezcan y cuiden?

En la oración que Jesucristo nos enseñó le decimos a nuestro Padre “que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10). La voluntad de Dios es que amemos, también a esta bendita Tierra en la cual habitamos.

¿Cómo amar la vida?

Entre los diversos caminos para amar la vida en sus diversas manifestaciones encontramos los propuestos por el Desarrollo Sostenible y la Educación Ambiental.

Desarrollo Sostenible

El Desarrollo Sostenible es la “modificación de la biosfera y la aplicación de los recursos humanos, financieros, vivos e inanimados en aras de la satisfacción de las necesidades humanas y para mejorar la calidad de vida del hombre. Para que un desarrollo pueda ser sostenido, deberá tener en cuenta, además de los factores económicos, los de índole social y ecológico; deberá tener en cuenta la base de recursos vivos e inanimados, así como las ventajas e inconvenientes a corto y a largo plazo de otros tipos de acción” (UICN, WWF y PNUMA – Estrategia Mundial para la Conservación: 1981).

Como indica esta definición, el concepto de Desarrollo Sostenible implica un progreso cualitativo que integra en forma armoniosa las dimensiones económica, ecológica y social.

La dimensión social comprende la justicia inter e intra generacional, el respeto y valoración de la diversidad sociocultural, la inclusión social, la igualdad de género, la equidad, la democracia, la participación ciudadana y las relaciones diplomáticas y pacíficas.

La dimensión ecológica refiere a la integridad de los procesos que sustentan la vida en la Tierra y la conservación de la biodiversidad. Se reconocen las potencialidades y límites de la naturaleza y la complejidad de lo ambiental.

La dimensión económica incorpora la necesidad de adecuar el proceso de producción y consumo a la dinámica propia de los sistemas naturales, y priorizar la disminución de la pobreza.

 A su vez, el “desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (Organización de las Naciones Unidas – Informe Brundtland: 1987). Es un desarrollo que atiende a la justicia inter-generacional.

 Los valores y principios del Desarrollo Sostenible están integrados en la Carta de la Tierra (2000), una declaración realizada en forma grupal y participativa considerando los aportes de miles de personas y organizaciones de todo el mundo. El texto de la Carta de la Tierra está estructurado en torno a los siguientes principios:

  • Respeto y cuidado de la
  • Integridad ecológica
  • Justicia social y económica
  • Democracia, no violencia y paz

En síntesis, el Desarrollo Sostenible asume el compromiso de mejorar las condiciones actuales de la vida de las personas, de las demás formas de vida y de los sistemas naturales, y resguarda las condiciones futuras para las próximas generaciones.

Educación Ambiental

“Una autentica fe –que nunca es cómoda ni individualista- siempre implica un deseo profundo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita” (Papa Francisco: 2014: p.145). Estas hermosas palabras de nuestro Papa ilustran el sentimiento y pensamiento de muchos  educadores ambientales.

A continuación se incluyen reconocidas definiciones de la Educación Ambiental como modo de dar a conocer este campo de estudio.

En 1977, en la Conferencia Intergubernamental de Educación Ambiental realizada en Tbilisi, se planteó que la Educación Ambiental propone  “formar ciudadanos conscientes de los problemas del ambiente, que posean los conocimientos, actitudes, motivaciones, deseos y aptitudes necesarias para trabajar de manera individual y colectiva en la solución de los problemas actuales y en la prevención de los futuros” (UNESCO – Declaración de Tbilisi: 1977).

En la “Cumbre de la Tierra” de Río de Janeiro de 1992 se concibió la Educación Ambiental como “un proceso de aprendizaje permanente, basado en el respeto a todas las formas de vida (…) tal educación afirma valores y acciones que contribuyen a la transformación humana y social y  a la preservación ecológica. Ella estimula la formación de sociedades socialmente justas y ecológicamente equilibradas, que conserven entre sí una relación de interdependencia y diversidad” (Organización de las Naciones Unidas – Agenda 21: 1992).

Según la  Ley de Educación Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires N° 1687/05 “La Educación Ambiental promueve procesos orientados a la construcción de valores, conocimientos y actitudes que posibiliten formar capacidades que conduzcan hacia un desarrollo sustentable basado en la equidad y justicia social, el respeto por la diversidad biológica y cultural”.

La Organización de las Naciones Unidas declaró al decenio comprendido entre 2005 y 2014 como el Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible con el objetivo de “integrar los principios, valores y prácticas del desarrollo sostenible en todas las facetas de la educación y el aprendizaje. Esta iniciativa educativa fomentará los cambios de comportamiento necesarios para preservar en el futuro la integridad del medio ambiente y la viabilidad de la economía, y para que las generaciones actuales y venideras gocen de justicia social” (UNESCO: 2006).

La Educación Ambiental, o la Educación para el Desarrollo Sostenible, que considero, en coincidencia con autores como Sauvé, que es una de las corrientes de la Educación Ambiental, valora y protege la Creación de Dios y  forma ciudadanos con “hambre y sed de justicia” (Mt 5,6)  “que trabajan por la paz” (Mt 5,9) de todas las personas y formas de vida, aun de las que están por venir.

Cuando vuelva Jesús ¿en qué tipo de mundo nos gustaría recibirlo? Aquel Jesús que agradeció a Dios por la multiplicación de los panes, los distribuyó entre los presentes y cuando quedaron satisfechos dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada” (Mt 6,12). Aquel Hijo de Dios que valora los bienes recibidos, los distribuye en forma justa y se preocupa por no desperdiciar ni malgastar los recursos.

¿Cómo no ponerle freno a las ansias de progreso siendo que la Tierra tiene claros límites que deben ser considerados para mantener la integridad de los sistemas ecológicos y los procesos naturales que sustentan la vida? ¿Cómo no limitarnos cuando nuestro Salvador nos enseñó que no debemos acumular “tesoros en la tierra” (Mt 6,19) ni servir “al Dinero” (Mt 6,24).

Comunión

“Que todos sean uno: como tú, Padre, estas en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros (Jn 17,21).

Con este pedido que Cristo hace al Padre nos ofrece unirnos a la fuente misma del Amor, la Paz, la Verdad y la Vida Eterna. Responder a la invitación de formar parte de esta Unidad es elegir el Cielo, es saber cuál es el verdadero tesoro. Es permitir que se rompan las fronteras de la individualidad para ser realmente uno mismo. ¿Por qué ser una frágil gota cuando estamos invitados a ser parte de un Océano?

¡Felices los que comprendan que Cristo y el Padre son Uno, y que también nosotros, todas las criaturas de Dios, estamos invitados a unirnos a ellos! También nosotros y la naturaleza podemos vivir en comunión, ser Uno.

Por eso nos dijo Jesús “les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos lo hicieron conmigo” (Mt 25,40) y con “la medida que midáis, se os medirá” (Mt 7,2) ¿Cómo pretender dañar a nuestros hermanos árboles y salir ilesos? ¿Cómo contaminar el agua, fuente de vida, y rebosar de salud? ¿Cómo maldecir al hermano y ser bendecido? ¿Cómo abortar y honrar la vida? Todo esto según los tiempos y formas de Dios y en tanto y cuanto no nos arrepintamos y pidamos perdón al Señor.

Francisco nos explica que  “lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro <<considerándolo como uno consigo>>. Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien” (Papa Francisco: 2014: p.158).

“Cristo ha unificado todo en sí, cielo y tierra, Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación de todo en si es la paz” (Papa Francisco: 2014: p.174).

Creamos en Cristo, en sus palabras, en su pedido a que todos seamos Uno. Tratemos a los otros, personas, animales, vegetales y minerales, con la convicción de que estamos estrechamente unidos y así viviremos en paz y armonía.

 

El poder de la resurrección

“Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible (Mt 19,25-26).

¡Qué alegría, alivio y esperanza saber que aunque estamos llamados a vivir los valores que promueve la Educación Ambiental, la salvación esta en las manos de Dios! Por más grande que sea la huella de muerte y destrucción que estamos dejando en el planeta, para Dios todo es posible. Él es la Vida y hace “nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).

¡Qué heroica victoria la de Jesucristo sobre el pecado y la muerte! ¡Nuestro Salvador Vive! “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable” (Papa Francisco: 2014: p.208).

Porque así “como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere” (Jn 5,21). Por eso no debemos darnos por vencidos ante los signos de la muerte: personas desnutridas, selvas deforestadas, ríos contaminados, especies extinguidas y  suelos desertificados. Porque Dios resucita a los muertos y hace que renazca la vida y la belleza.

“En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre vuelve a brotar y a difundirse” (Papa Francisco: 2014: p.209).

 “La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo: y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano” (Papa Francisco: 2014: p.210).

Creamos que Dios puede transformar muerte en vida, enfermedad en salud, deterioro en fuerza, pesimismo en esperanza, heridas en alegrías. Y pidamos al Señor que nos ayude a entregarnos para ser multiplicadores de vida y amor en este mundo sediento.


Palabras de cierre

Escuchemos a María, nuestra Madre, que nos transmite mensajes desde la ciudad de San Nicolás, Argentina,  a través de la señora Gladys Quiroga de Motta. Ella, el “Arca que quiere llevar los hijos al Señor” (Mensaje 327 – En: Ordoñez: 2004: p.80) nos dice: “Haced de vuestra vida un canto a la esperanza, y no miréis con otros ojos que no sean los del amor, y entonces si habréis logrado introduciros en el Señor” (Mensaje 451 – En Ordoñez: 2004: p.124).

“En ella (María) vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes” (Papa Francisco: 2014: p.217).

María quiere que nos convirtamos y consagremos a su corazón de Madre. Quiere que nos entreguemos totalmente a Dios poniéndonos en sus manos, a través de la oración y el ayuno. Nos enseña que orar es dedicarse a lo que es verdaderamente bueno para el espíritu: “En la oración, se va de continuo a Dios. La oración sostiene al espíritu en amistad con Dios. En la oración se muestra la pobreza del alma, la necesidad que tiene el alma de  Dios. La oración hace que el peregrinaje hacia Cristo se realice con autentica alegría interior. La oración hace que el espíritu presente una plena disponibilidad hacia Cristo” (Mensaje 1547 – En: Ordoñez: 2004: p.49).

Los frutos de entregarnos a Dios a través de la oración son la Paz, el Amor, la Vida, la Verdad y la Alegría. Frutos que, si tenemos, podremos compartir con todos nuestros hermanos, con todas las criaturas de Dios, con todos los seres que viven en este planeta.  Y conviviendo en paz, amándonos los unos a los otros, sabiendo que estamos íntimamente unidos a Cristo, será posible el Cielo en la Tierra.

 

Madre Tierra.  Ilustración de C. Wechsler basada en la obra de S. Kenny

Madre Tierra.
Ilustración de C. Wechsler basada en la obra de S. Kenny

Fuentes y bibliografía

Fuentes

  • CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES. Ley de Educación Ambiental N° 1687/05.
  • EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS – LA BIBLIA. Buenos Aires: Editorial San Pablo, 1981.
  • PAPA FRANCISCO. Evangelii Gaudium Exhortación Apostólica. 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Conferencia Episcopal Argentina, Oficina del Libro, 2013. 224 p. ISBN 978-987-511-218-6

Bibliografía

  • CARTA DE LA TIERRA INTERNACIONAL [en línea]. [consulta 15 mayo 2015].  <http://www.earthcharterinaction.org/>.
  • DIRECTORIO FRANCISCANO [en línea]. [consulta 15 mayo 2015]. <http://www.franciscanos.org/esfa/cant.html>
  • MISIONES FRANCISCANAS CONVENTUALES. Florecillas de San Francisco. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 1994. 240 p. ISBN 950-43-4621-9
  • ORDOÑEZ, José Lucas. No dejéis pasar este momento: hechos y mensajes de María de San Nicolás. Buenos Aires: Editorial Lumen, 2004. 157 P. ISBN 987-00-0451-2
  • ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS. Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo Nuestro futuro común. Informe Brundtland.
  • ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS. “Agenda 21”. Rio de Janeiro. 1992
  • PANEL INTERGUBERNAMENTAL POR EL CAMBIO CLIMÁTICO [en línea]. [consulta 15 mayo 2015]. <http://www.ipcc.ch/>
  • RED DE LA HUELLA ECOLÓGICA [en línea]. [consulta 15 mayo 2015].<http://www.footprintnetwork.org/es/>
  • UICN, WWF y PNUMA. Estrategia Mundial para la Conservación.
  • Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014). Plan de aplicación internacional. París: Talleres de la UNESCO, 2006.
  • UNESCO. Declaración de la Conferencia Intergubernamental sobre Educación Ambiental. Tiblisi, Rusia, 1977.
  • WWF – FUNDACIÓN VIDA SILVESTRE ARGENTINA [en línea]. [consulta 15 mayo 2015].<http://www.vidasilvestre.org.ar/

AUTORA: Cecilia Wechsler, redactora de la gran familia de hermandadblanca.org

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