Las reflexiones de Krishnamurti sobre la educación como actividad religiosa (Segunda parte)

Kikio
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El silencio es un elemento necesario para desarrollar la libertad del espíritu. Según la filosofía de Krishnamurti sobre la educación como actividad religiosa

Otro  de los aspectos físicos de las escuelas que fundó Krishnamurti, en concordancia con la corriente de la religiosidad en la educación, fue la insistencia de que las escuelas tuvieran lugares especiales para el silencio.

Usualmente habló a sus estudiantes sobre la importancia de una mente tranquila y un entorno silencioso para que pudieran analizar sus propios pensamientos.

 “Verás, la meditación implica tener una mente muy silenciosa, no una llena de bullicio; tener un cuerpo realmente tranquilo, un alma en paz, para que tu mente pueda volverse religiosa. La mente de un hombre religioso es muy silenciosa, sana, racional y lógica. Y uno necesita una mente así”

Krishnamurti usualmente solicitaba que estos lugares especiales no estuvieran en la periferia de las escuelas, si no en el centro de ellas. A modo de santuario, debían de ser el corazón, el espacio que generara el resto de la escuela.  A diferencia de los conceptos modernos de escuela, la acción debía localizarse en la periferia y la comprensión del silencio debía estar en el centro de todo.

Quizá el vincula más especial entre los lugares destinados a la educación y a la religiosidad es la atmósfera que debe existir en ambos. Krishnamurti deseaba que las atmósferas de las escuelas tuvieran su propio efecto en los estudiantes. En Brockwood, él habló frecuentemente sobre la importancia de generar una atmósfera que por sí misma transformara a los estudiantes en el momento en que cruzaran las puertas.

Largas discusiones fueron mantenidas con los trabajadores de Brockwood sobre la naturaleza de dicha atmósfera y sobre cómo se puede conseguir la misma.  Krishnamurti nunca dudó de que tal cosa era necesaria. Tenía más el halo de algo religioso que de cualquier cosa comúnmente asociada con una escuela. Era algo sagrado que hacía su propia magia en las personas de una manera profunda y transformadora.  Sin esa atmósfera religiosa, una escuela está vacía. O peor aún, es una parodia de sí misma. Es una educación que se parece a un parque de diversiones.  Con la impresión de algo real, pero sin verdadera sustancia.

Por supuesto la atmósfera, que se ha pensado distinta a las personas en las escuelas, no puede estar separada de ellas.

Un lugar puede cargar una atmósfera, pero son las personas las que la crean o la destruyen. Lugares con una atmósfera que alguna vez fue especial, pero que ha sido destruida por la negligencia, la incompetencia o la conducta corrupta tienen muchos precedentes históricos.  Krishnamurti usualmente citaba el ejemplo de las grandes catedrales o templos convertidos en industrias turísticas de hacer dinero, lo que las hace perder cualquier sentido de religiosidad. Se han convertido en estructuras sin vida y sin significado. Incluso al mantener la misma apariencia física que tenían originalmente

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La importancia de la congruencia entre la construcción y la atmósfera de los centros educativos

Hubo una discusión memorable con Krishnamurti en su última visita a la India, cuando varios representantes de diferentes escuelas fundadas por él en India, América e Inglaterra fueron a caminar con él. Él les preguntó qué quedaría en las escuelas que fundó, para indicar que eran escuela de Krishnamurti, si su nombre era removido de ellas. Si todos los libros, casettes de audio y videos fueran removidos.  Era una pregunta sobre todas las cualidades importantes e inefables. Y era una pregunta en la que estaban poniendo toda su atención. Y fue respondida por un muy comunicativo e incómodo silencio.

Como las personas que son responsables de las escuelas tienen una importancia principal en sus atmósferas y sus actividades, es interesante anotar las cosas que Krishnamurti decía sobre ellos.

No es sorprendente que la manera en que hablaba de los educadores sea otra indicación de la religiosidad de la educación.

Como es devoto solamente a la libertad y a la integración del individuo, el tipo adecuado de educador es profunda y verdaderamente religioso. No pertenece a ninguna secta, a ninguna religión organizada. Es libre en sus creencias y sus rituales.

El educador en sí mismo debe de ser religioso; el “ser” religioso debe de ser parte de sus preocupaciones, y el actuar adecuado será una consecuencia de ello. Krishnamurti describe la relación entre “ser” y “hacer” frecuentemente, pero quizá ninguna ocasión más esclarecedora que en una de sus charlas en Bombay:

“No es que “el hacer haga el ser”. Para Krishnamurti, “hacer” deriva de “ser”, en lugar de que “ser” derive de “hacer”, lo contrario a lo que usualmente se estila pensar. Convencionalmente, una pregunta como “¿Quién eres?” (una pregunta sobre el el ser), es respondida con “soy un abogado”, o “soy un ingeniero”, etc. Una explicación que tiene que ver con el “hacer”

Esta confusión entre el ser y el hacer y el énfasis en “hacer” por encima del “ser” es señalada por numerosos psicólogos y educadores innovadores como la causa una  de un problema que ven cada vez con más frecuencia; niños que pueden hacer más y más cosas, pero que son socialmente o psicológicamente disfuncionales.

Su “hacer” está altamente desarrollado, pero su “ser” nunca ha tenido atención.

Cuando discutía el proceso de selección de estudiantes y trabajadores de Brockwood (un tema muy frecuente), Krishnamurti siempre ponderó la importancia de que los candidatos “fueran” –Su sensibilidad hacia las intenciones más profundas de Broockwood , su divinidad e inteligencia ( en cuanto al significado particular que él daba a estos conceptos), la profundidad de sus preguntas sobre sí mismos y sobre el mundo. Además, él deseaba que tanto estudiantes como docentes fueran intelectualmente sonoros, nunca cuestionó sus progresos académicos, sus habilidades sociales o sus talentos. Durante una de estas memorables discusiones, después de que  los maestros respondieran pregunta de Krishnamurti sobre lo que estaban buscando en estudiantes futuros, Krishnamurti se describió a sí mismo cuando era niño.  Dijo que había sido vago, tímido, soñador y malo en todas las asignaturas, pero sensible y afectuoso.  Y Krishnamurti le preguntó al equipo si lo hubieran aceptado.

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El joven Krishnamurti no cumplía con los requisitos del estudiante modelo tradicional

De nuevo, un doloroso silencio.  Nuestra descripción del estudiante que estábamos buscando para la escuela de Krishnamurti no incluía posibilidades para un Krishnamurti joven. ¿Cómo era esto posible? Era así por que como maestros, estábamos actuando de manera tradicional. Estábamos más interesados en el “hacer” que en el “ser”. Más interesados en lo mesurable que en lo no mesurable. De nuevo,  estábamos escogiendo en base a nuestros deseos egoístas.

Consideremos la solución de Krishnamurti al dilema del proceso de selección. De nuevo vemos aquí el énfasis en el “ser” con sus connotaciones religiosas. En una discusión con personal de Brockwood en 1980, abordó el tema de la selección  de estudiantes y docentes. Krishnamurti insistió en que era más importante establecer primero una “base común” para los maestros que ya estábamos allí.

Como Krishnamurti veía el ego como un obstáculo central para vivir en religiosidad, deshacerlo o eliminarlo le resultaba fundamental.

Krishnamurti describió la base general de todos los docentes como “Un intento de ayudarse mutuamente, los unos a los otros, a dejar de lado el ego. Verán, si nos afirmamos en una filosofía común, eso definirá quién llegará y quién se irá. ¿Entienden señores? No se trata de mi opinión personal. Ni de lo que me gusta o me disgusta. Todos esos sinsentidos se van.”

A partir de la intensión de los docentes podía generarse por sí misma una aproximación a la reflexión. Continúo diciendo que esa filosofía e intención común generarían todo lo importante de la atmósfera.

La relación que Krishnamurti consideraba que debía de existir entre los estudiantes y los maestros era un paso más allá de la indicación de la religiosidad de la educación. No debería existir una jerarquía en la preocupación fundamental de una escuela. Los miembros del cuerpo docente tal vez sabían más sobre algunos temas académicos. O sobre jardinería. O administration. Y tal vez tuvieran cierto grado de autoridad en esos rubros. Pero estas no son las cuestiones centrales de la educación. En el centro de la misma, que tiene mucho más que ver con una liberación interior, los estudiantes y los maestros son aprendices y por tanto, iguales. Pero esto no ha sido tocado por la autoridad funcional. Este punto sutil a menudo se escapa tanto a los estudiantes como a los adultos.

Entonces, la autoridad tiene su lugar en la sabiduría, pero no existe autoridad espiritual bajo ninguna circunstancia.

Eso se debe a que la autoridad destruye la libertad. Pero la autoridad de un doctor, un matemático o un biólogo y cómo la enseña, no la destruye.

En su intento de ayudar a los estudiantes a perseguir su libertad,  el educador también está cambiando sus valores.  Él también está comenzando a deshacerse del “yo” y del “mío”. Él también está floreciendo en el amor y la divinidad.

Este proceso de mutual educación crea una relación completamente diferente entre los estudiantes y los maestros. Cuando comparamos la visión de la naturaleza humana de Krishnamurti, con aquello a lo que se ha acoplado la educación moderna, vemos diferencias sustanciales.

 

TRADUCCIÓN: Assul Miguel. Redactora en la gran familia hermandadblanca.org

FUENTE: http://www.holistic-education.net/articles/kinsight.pdf

 

PARA SABER MÁS:

Jiddu Krishna Murti Cita: Debo amar eso mismo que estoy estudiando

Advaita Artículos: Krishnamurti y Advaita, por Hillary Rodrigues

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