¿Le cuesta a tu hijo hacer amigos?

Jorge Gomez (333)

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El primer día de escuela es una experiencia que añade una nueva dimensión a la vida del niño, que ya nunca volverá a ser la misma. En el colegio, el niño tiene que enfrentarse solo a un mundo completamente distinto al de la familia y al de los amigos. El pequeño formará su concepto de la sociedad basándose en sus vivencias escolares, razón por la cual las primeras experiencias en el colegio no solo crean los cimientos sobre los que se desarrollará la totalidad de sus posteriores experiencias pedagógicas, sino que influirán en su concepto de sí mismo y en su relación con el mundo.

Ser como los demás

Aunque las relaciones sociales comienzan a establecerse en el contexto familiar, la escuela es el espacio en el que se darán de manera decisiva las relaciones interactivas entre los niños. En el grupo de compañeros, el niño tiene la posibilidad de manifestar actitudes de apoyo y cooperación, así como también de hostilidad y de dominio. El grupo ejerce una presión intensa sobre los miembros que lo componen para que todos se ajusten a las normas; la máxima preocupación del niño es la de ser aceptado por todos y siente las reglas que se autoimpone como una obligación.

El maestro es un elemento esencial para lograr que cada niño se sienta integrado en su clase, pero tan importante como esto es la actitud y los modos de relación con el resto de los compañeros.

En la primera infancia, los jefes de grupo suelen ser los niños que tienen más agilidad y fuerza física. Progresivamente, se irán valorando los factores de popularidad, compañerismo o capacidad organizativa. A partir de los 10 años, comienzan a apreciar las cualidades morales y se sienten atraídos por los líderes que las ostentan. El líder facilita la cooperación, decide reglas, resuelve conflictos y ayuda a la aceptación o rechazo de otros miembros. En las relaciones entre compañeros surgen conflictos y agresiones. Estas disputas, que aparecen con más frecuencia entre los niños pequeños, suele tener su causa en la lucha por la posesión de un objeto o la obstaculización de la libertad de movimientos por parte de otro niño.

Esta conducta agresiva irá en retroceso con la edad. A partir de los 8-9 años entrarán en pleno apogeo los juegos de competición y aumentará la comprensión de los sentimientos e inquietudes de los otros. Por medio de estos juegos, el niño accederá al descubrimiento de sus propias limitaciones y a asumir conductas adecuadas según su papel.

El hecho de saberse aceptado por los iguales, y a saber que tiene un lugar dentro del grupo, contribuirá a que el niño se sienta más motivado en las relaciones con sus compañeros para conquistar objetivos comunes.

 

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