Millones de millones de ángeles: ¡Gracias!

Cecilia Wechsler
Ángel de Dios

Ángel de Dios

 

Como humanidad debemos estar muy agradecidos con los ángeles de Dios que nos aman, nos guían, nos alivian, con enseñan, nos protegen y nos comunican los mensajes del Señor.

Los ángeles son millones de millones, y al lado de cada uno de nosotros hay un ángel que nos acompaña desde el momento de nuestra concepción.

 

Los ángeles nos enseñan a adorar a Dios

Nuestros amigos invisibles nos enseñan con el ejemplo aquello que es más importante: a adorar a Dios, el Creador de nuestra vida, al Padre de nuestra alma, al Uno al cual nos acercamos y regresamos a través de nuestras alabanzas.

San Juan apóstol y evangelista nos narra en el Apocalipsis como escuchó, cuando fue arrebatado por el Espíritu, a millones y millones de ángeles alrededor del trono de Dios  “que decían a gran voz: «El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza» (Ap 5,12).

Y más adelante vuelve a decir San Juan que “Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes. Estos cayeron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: «¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos» (Ap 7,11-12).

 

Los ángeles nos transmiten los mensajes de Dios

Los ángeles nos comunican aquellos mensajes que Dios quiere que sepamos, para nuestro bien. En el pasado le acercaron las palabras de Dios a la Virgen María, a José, a los pastores y a las discípulas de Jesús. También hoy los ángeles pueden acercarnos mensajes reveladores a nosotros, en el momento en que sea necesario, si estamos atentos a su presencia.

El evangelista Lucas nos cuenta como “el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret” (Lc 1,26) a visitar a la Virgen María y a anunciarle que concebiría, por obra del Espíritu Santo, a un hijo al que llamaría Jesús. Y que Él sería “llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1,32).

También a José “se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mt 1,20).

A los pastores que estaban cuidando sus rebaños “un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor.  Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace (Lc 2,9-14).

Cuando María Magdalena y la otra María fueron al sepulcro de Jesús “un ángel del Señor descendiendo del cielo, y acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve, y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos. Y hablando el ángel, dijo a las mujeres: Vosotras, no temáis; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, tal como dijo. Venid, ved el lugar donde yacía. E id pronto, y decid a sus discípulos que Él ha resucitado de entre los muertos; y he aquí, Él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis (Mt 28,2-7).

 

Los ángeles nos protegen

Los ángeles nos protegen cuando Dios quiere guardarnos de toda amenaza. Hay quienes narran como antes de suceder una calamidad se les apareció un ser bondadoso y les aconsejó dirigirse hacia otro lugar, evitando así la zona de peligro.

A José se le apareció en sueños un ángel del Señor “diciendo: Levántate, toma al Niño y a su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga; porque Herodes va a buscar al Niño para matarle” (Mt 2,13). Luego, cuando Herodes murió, el ángel se le volvió a aparecer a José y le dijo: “Levántate, toma al Niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque los que atentaban contra la vida del Niño han muerto (Mt 2,20).

Los ángeles nos sanan y alivian

Nuestros amigos ángeles nos alivian y reconfortan en los momentos agobiantes. Una persona contó que un día, cuando su cuerpo parecía desfallecer, recibió la visita de un ser luminoso que la sanó instantáneamente con una caricia y unas palabras en un idioma desconocido, para luego hacerse invisible y desaparecer.

Cuando Jesús estaba en el desierto, luego de ser tentado por el diablo y de expulsarlo diciendo  “¡Vete, Satanás! Porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él servirás” (Mt 4,10), el diablo lo dejó y los ángeles vinieron a reconfortarlo y servirlo (Mt 4,11).

Más adelante, cuando Jesús estaba en Getsemaní agonizando, orando, “su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra” (Lc 22,44). Estaba estresado y por eso le dijo a Dios “Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42). El Padre no le apartó la copa que debía beber, pero sí le envió un ángel del cielo, para que lo fortalezca (Lc 22,43).

El arcángel Rafael le dijo a Tobit: Dios “me envió para curarte a ti y a tu nuera Sara” (Tobías 12,14). También les dijo “Bendigan a Dios eternamente. Cuando yo estaba con ustedes, no era por mi propia iniciativa, sino por voluntad de Dios. Es a él al que deben bendecir y cantar todos los días” (Tobías 12,18).

 

Los ángeles nos enseñan a realizar la voluntad de Dios

Los mensajeros celestiales están eternamente y continuamente realizando la voluntad de Dios, y nos enseñan, con su ejemplo, a hacer lo mismo.

Por voluntad de Dios, cuando el Hijo del Hombre venga “en las nubes con gran poder y gloria” (Mc 13,26) los ángeles reunirán “a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Mc 13,27). A pedido del Señor los ángeles sellarán “en la frente a los siervos de nuestro Dios” (Ap 7,3) y detendrán “los cuatros vientos de la tierra” (Ap 7,1). Estas y muchas otras cosas, hacen y harán los ángeles ante el pedido de Dios.

Nosotros también estamos llamados a realizar la voluntad de Dios, cumpliendo sus mandamientos y obedeciendo su palabra.

Jesús y San Juan

Jesús y San Juan. CW.

 

Los ángeles nos acompañan y guían

Los ángeles nos acompañan en cada instante de nuestra vida desde el momento en que somos concebidos. Persisten a nuestro lado pese al daño que le infligen nuestras caídas y errores. Están atentos a nosotros, aunque les demos la espalda y los ignoremos. Nos aman con paciencia, dándonos tiempo para que nos levantemos, los miremos y los escuchemos.

Los ángeles acompañaron a Jesús y estarán a su lado cuando vuelva en su gloria (Mt 25,31). También acompañaron a Tobías y a muchos otros.

Los ángeles nos guían por el sendero de regreso al Padre, porque saben que a veces necesitamos ayuda para discernir, para decidir y para seguir el camino correcto.

San Juan vio “volar en medio del cielo a otro ángel que tenía un evangelio eterno para anunciarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua, y pueblo, que decía a gran voz: «Teman (Reverencien) a Dios y den a El gloria, porque la hora de Su juicio ha llegado. Adoren al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas» (Ap 14,6-7).

 

Eternas gracias

Por todas estas cosas, nosotros, los humanos, no tenemos más que estar agradecidos con nuestros amigos celestiales, que nos aman y nos ayudan, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello.

Y podemos pedirle a Dios que los siga colmando siempre de los bienes celestiales y guardando en su dulce paraíso. Donde con su ayuda algún día nosotros también podremos morar, gracias a la bondad de Dios.

 

Autora: Cecilia Wechsler, redactora de la Gran Hermandad Blanca hermandadblanca.org

 

 

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