Pedagogía del Yoga: Práctica con corazón

Jorge Gomez (333)

Todo el despliegue de técnicas y métodos, toda la sabiduría de las tradiciones antiguas no tendrían sentido sino hubiera un espacio de práctica donde “realizar” los objetivos propuestos. Uno puede dominar las técnicas propuestas llegando incluso al virtuosismo, pero eso no asegura que nuestra disciplina tenga alma. Escribe Juan Peragón (Arjuna).

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Es cierto que las disciplinas de uno u otro signo nos recuerdan, tal vez por nuestra educación escolar, un sentido del deber, una posición férrea, a veces un tanto rígida. Y lo cierto es que sobre ella nos hemos rebelado tantas y tantas veces.

Cuando se parte desde fuera, cuando la práctica se convierte en un deber, en una exigencia externa o interna, aquélla pierde fuerza. Será imposible superar el atolladero del camino porque en el fondo uno está dividido, hay una práctica pero todavía no es “nuestra” práctica.

Uno puede dominar las técnicas propuestas llegando incluso al virtuosismo pero eso no asegura que nuestra disciplina tenga alma. En cambio, si tuviéramos claro que somos una semilla llena de potencialidad intentaríamos a través de la tierra y la humedad, el sol y el aire convertirnos en ese árbol que somos.

Seríamos agraciados si sintiéramos esa curiosidad por descubrir lo que de nuestras infinitas posibilidades puede ser desplegado. En ese despliegue la vida pone un tanto y nosotros otro tanto porque al otro lado de nuestro impulso descubrimos, ciertamente, una resistencia. De esa resistencia es de la que tenemos que hablar. De los obstáculos con los que nos encontremos en el camino.

Patañjali (siglo II ) magistralmente enumera nueve obstáculos que van desde la falta de perseverancia a la duda, desde el exceso de complacencia a la fatiga, la pereza o la enfermedad, entre otras. Obstáculos que seguramente todos nosotros hemos conocido en nuestras carnes.

Es cierto que el cultivo de la voluntad nos ayuda a ir por encima de excusas y contratiempos. La voluntad nos dice “mis raíces son fuertes y cualquier vendaval de las situaciones de la vida no me va a mover de la dirección tomada”. Ahora bien, basar la práctica sólo en la voluntad nos hace fuertes pero rígidos, sólidos pero pesados.

Fuego interno

La voluntad abre las puertas pero después es el apasionamiento el que debe hacer el trabajo. La clave está en entender profundamente lo que estás haciendo hasta el punto de amarlo con todo el corazón. Y no hay fuerza tan penetrante como el amor por lo que uno hace. Pero, claro, a amar se aprende amando y el amor es algo diferente de la voluntad, no se puede forzar ni programar. Podríamos decir que en parte todas nuestras estrategias en la práctica son una manera de crear unas condiciones adecuadas para que prenda ese apasionamiento.

Este apasionamiento está señalado en la tradición del Yoga como tapas, calor interno, energía intensa que se despierta a raíz de una ascesis. Es ese calor interno bien dirigido que hará de purificador y de desbloqueador de los posibles obstáculos. Se puede decir que necesitamos un plus de energía para iniciar un largo camino de transformación. Por seguir con la imagen de la semilla, un invernadero creará las condiciones de calor, entre otras cosas, donde la semilla crecerá con fuerza.

En realidad el camino que iniciamos tiene un precipicio a cada lado del sendero, por lo que hay que caminar con seguridad y atención. A un lado tenemos el meandro de nuestras circunstancias, la complejidad de la demanda social, el ritmo frenético de la modernidad. Un ritmo que no nos deja tiempo para la práctica tranquila y silenciosa, un trabajo que nos obliga a ser competitivos y a producir al máximo, una burocracia que roza lo absurdo y un mundo relacional múltiple pero, simultáneamente, muy frágil.

Al otro lado, el laberinto de las inercias internas. Sobre éstas los yogasutra de Patañjali enumerancinco impedimentos que merece la pena señalar. La ignorancia que nos impide conocer la realidad adecuadamente; el ego prepotente que nos trae confusión de valores; el deseo desmedido que va en busca de una felicidad ilusoria; las aversiones irracionales que nos limitan hasta no dejarnos vivir; y las inseguridades ante lo nuevo y desconocido que pueblan nuestro mundo interno de sospechas que no son más que un miedo a la muerte.

Que nadie se llame a engaño, la tradición marca nítidamente un camino largo y difícil. Los obstáculos están claramente delimitados. Para tener éxito nuestra disciplina tiene que encaminarse hacia una práctica sólida en el tiempo, con constancia, sin interrupciones, con actitud positiva, con apasionamiento, y que sea inteligente para sortear los obstáculos de la mejor manera. Cualidades de la práctica que son del sentido común puesto que todos entendemos, por poner otro ejemplo, que un buen músico se hace a golpe de práctica asidua y una enorme entrega a su pasión. Entre todas destacaríamos algo que a veces pasa desapercibida, y es que esa práctica tiene que ser inteligente, así como un barco tiene que tener trazada una ruta si queremos llegar a buen puerto.

Objetivos del alma

Esa inteligencia lo primero que discrimina es que la práctica no es la vida sino la posibilidad de vivirla con más intensidad. No vayamos a hacer una sustitución irreparable. Luego hay que buscar objetivos deseables, y nuevamente habrá que diferenciar entre objetivos que colman las expectativas de un ego que quiere, por ejemplo, tener más poder, más control o sentirse superior, de aquellos otros objetivos que reclama la vida interior como pueden ser: potenciación de nuestros mecanismos de salud, mayor capacidad de centramiento o una conexión cada vez más nítida con la totalidad que nos envuelve y sostiene. Si los objetivos son del alma, habrá verdadera nutrición.

A menudo nos olvidamos de plantear nuestra práctica desde una escucha profunda. ¿Qué necesito en este momento? ¿Qué necesito, por ejemplo, tonificar, flexibilizar o relajar? ¿Qué debo centrar, orientar, comprender? ¿Qué medios tengo para ello, cuánta energía dispongo, si mis circunstancias son adecuadas para esto ahora? Hay que ir progresivamente hacia nuestros objetivos, de la misma manera que hace un alpinista, por etapas. Teniendo en cuenta el tiempo atmosférico, estudiando la cara de la montaña por la que se pretende llegar a la cumbre. Esto es, midiendo los esfuerzos sin olvidarnos de un elemento fundamental, el desapego.

Es posible que a pesar del esfuerzo, siguiendo con el ejemplo anterior, tengamos que volver al campamento base. Y es que en nuestra práctica no todo depende de nosotros. No somos un mecanismo de engranajes perfectos. En el misterio en el que nos desenvolvemos la gracia desciende o no, no depende de ti. La práctica es un apoyo pero no es un boleto seguro. Lo único que podemos es sentir que hemos hecho un buen trabajo y que ese trabajo estaba hecho de todo corazón, desde la escucha, sin pretensiones, animados por lo que reclama la vida, por el despliegue de nuestra potencialidad. Y al final, qué cabe decir, no es nuestra voluntad sino otra voluntad la que decide.

Pedagogía del Yoga 2: Dificultades del alumno

¿Cuáles son los obstáculos por los que pasan los alumnos de yoga? Conocerlos previamente nos ayudará mucho, tanto si somos profesores como estudiantes. Escribe Julián Peragón (Arjuna).

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Nosotros, los profesores y profesoras de yoga, tenemos una función de enseñar el yoga a nuestros alumnos y de acompañarlos en su proceso de aprendizaje. Aunque el proceso es único en cada persona, hay algunos obstáculos que son comunes en la gran mayoría. La técnica que enseñamos es un vehículo de algo mayor, podríamos decir que ponemos en juego nuestra salud, nuestra capacidad de comprensión y también nuestra serenidad interior. Después de tantos años de dar clases puedo asegurar que el proceso de aprendizaje es delicado y pasa por muchas fases. Conocer someramente algunos de los obstáculos por los que pasan nuestros alumnos nos permitirá anticipar una posible frustración y facilitar medios para salir del laberinto.

Inseguridad

Cuando empieza una actividad nueva es muy probable que la persona entre con una gran dosis de inseguridad: ¿qué ropa tengo que llevar?, ¿cómo debe ser mi relación con los enseñantes?, ¿qué debo hacer?, ¿puedo preguntar si tengo dudas?, etc. En parte esto se soluciona si hay una entrevista previa donde se le explica el tipo de yoga que vamos a hacer y en qué consiste la práctica. Es muy importante hacerle ver que el yoga es para todos y que lo único que no es necesario hacer es un sobreesfuerzo. La inestabilidad de la postura, la respiración acortada y la falta de atención serán los síntomas que nos indiquen que lo mejor es deshacer o ir hacia una variante más sencilla.

Falta de escucha

Escucharse es todo un mundo y requiere de un cultivo que a menudo nuestra educación no ha facilitado. Darnos cuenta de dónde están nuestras tensiones o cuáles son nuestras limitaciones nos indica que hemos de ser prudentes a la hora de abordar ciertas posturas un poco más complicadas que no se consiguen con facilidad al inicio de la práctica. Los enseñantes hemos de dar constantemente pautas de escucha para que todo el mundo preste atención a sus límites y se paren para sentirlos y aflojar las tensiones que hayan.

Competitividad

Vivimos en una sociedad competitiva y hemos aprendido que hay que luchar para estar “arriba”, para sentirse bien y ser reconocidos. Todo el mundo sabe que el yoga no es un deporte pero, aun así, hay actitudes que se cuelan en nuestra práctica. No queremos ser “menos”, mostrar nuestra debilidad, nuestra dificultad y haremos el “puente” si es necesario para hacer lo que hacen todos, para responder a la pauta que se nos pide. Aquí la función del enseñante será la de desmitificar un yoga excesivamente físico,complicado o acrobático. Importante también no colocarse como modelo, recordando que el yoga es una actitud de presencia, de centramiento y de aceptación de lo que somos.

Impaciencia

El camino es largo, las tensiones acumuladas durante décadas no se esfuman por hacer una docena de posturas cada semana. Cierto que al principio se percibe, en el contraste, una gran mejoría, un cuerpo más relajado y una mente más clara, pero las tensiones persisten, nuestros hábitos nocivos se sobreponen, nuestros problemas vitales siguen acosándonos.

Es posible que tras un breve periodo de práctica el alumno pierda ilusión y deje la práctica de yoga. Aquí es importante no prometer el oro y el moro y no entrar en el yoga curalotodo tan frecuente en el mercadillo espiritual. El sentido común nos llevará de la mano, nos dirá que uno recoge lo que siembra y que los resultados dependen de nuestra motivación y de la intensidad de la práctica, entre otros factores. Cualquier campesino sabe que entre el sembrar y el cosechar hace falta trabajo arduo y paciencia.

Malestar físico

El yoga es una purificación en cuerpo y alma, lo que hacemos todo el tiempo es remover los obstáculos, aflojar las tensiones, equilibrar el cuerpo, cultivar la atención. Todo ello va a producir, menos mal, un movimiento interno, corporal, energético, emocional y mental, y lógicamente aflorarán viejas tensiones que quieren liberarse. El alumno que inicia puede confundir ese proceso de purificación que puede ser desagradable en algún momento con la idea superficial que “el yoga no me va bien”. Y puede ser que el malestar tenga que ver con una forma inadecuada de realizar los ejercicios pero, a menudo, lo que ocurre es que se despiertan antiguos dolores y añejas resistencias.

No estaría mal aconsejar al alumno en esta situación una complementación con la medicina natural y osteopatía para facilitar ese proceso de purificación, así como seguir una alimentación natural y energética.

Aburrimiento

Puede ocurrir que, tras un breve periodo de práctica, el alumno pierda interés. Estamos acostumbrados en nuestra sociedad al cambio, a la sucesión de las modas, a la renovación por encima de todo y no somos capaces de persistir en una sola cosa por un tiempo. La tradición nos dice que si uno cava un hoyo aquí y otro allá, cuando ha encontrado tierra dura nunca podrá llegar a la veta de agua.

La moda del yoga, como todo, ha sido cíclica y la persona además está expuesta a un centenar de métodos y prácticas a cuál más atractiva. Como enseñantes hemos de estar ecuánimes antes los vaivenes de nuestros alumnos, no hay otra verdad que la práctica estable y duradera para conseguir resultados deseables.

Falta de práctica

Es cierto, la persona que viene a clase viene muchas veces abrumada por una vida dura, estresada y compleja y no quiere oír hablar de filosofías de cambio. Quiere relajarse y estirarse en una clase de yoga y tener unos momentos de paz.

Esto es, a todas luces, respetable, pero no está de más reformular nuestra profesión. Somos profesionales de una ciencia milenaria y ayudamos a los demás, pero estamos en la tesitura de enseñar yoga. Si no se aprende el yoga, no habrá verdaderos cambios. La parte terapéutica del yoga es importante y hasta necesaria en los primeros momentos, pero no es el corazón del yoga. Hay que invitar sin ningún agobio a nuestros alumnos a realizar una práctica, pequeña, modesta, si se quiere, en casa.Proponiendo ejercicios simples, series adaptables, técnicas llevaderas con la vida cotidiana.

Inestabilidad

Buscamos hacer yoga porque nuestra vida está zozobrando en un mar de estrés pero, curiosamente, ese mismo estrés y la complejidad que lo rodea impide a menudo que podamos asistir con regularidad a las clases. Hoy porque la reunión se ha hecho demasiado larga, mañana porque tengo que ir al colegio de mis hijos, pasado mañana porque me olvidé la ropa para hacer yoga en casa. No nos damos cuenta que este espacio de yoga es para nosotros y debemos ponerlo en una muy alta jerarquía para que las circunstancias no lo apisonen: si no, el intento habrá sido en vano.

Los profesores debemos invitar a la constancia y procurar desarrollar en nuestros alumnos un espíritu de curiosidad que los mantenga apasionados.

Dificultades con los límites

Ya sabemos que el yoga es el equilibrio entre el cuerpo y la mente, entre el esfuerzo y el abandono. Los alumnos más novatos suelen pecar de cobardía delante de la práctica. Miedo a hacerse daño, miedo a caerse hacia atrás cuando hacemos una posición invertida, miedo a intensificar porque el estiramiento es demasiado intenso. Por el contrario, los alumnos más avanzados a veces pecan de temerarios. Ganas de hacer la postura invertida aunque todavía no esté dominada, buscar la intensidad sin escucharse previamente. Cada una de estas actitudes nos llevará, en un caso a una falta de progresión, y en la otra a grandes posibilidades de lesión.

Hay que decir que más allá del hecho de si un estudiante es novato o avanzado, cuenta su carácter. Hay personas intensas que buscan ir casi siempre más allá del límite, y otras que son excesivamente prudentes y que se atemorizan ante la intensidad de una práctica. Los profesores deberemos recordar a cada uno lo esencial, a veces hay que suavizar, otras intensificar.

 

Arjuna-296x300Quién es

Julián Peragón, Arjuna, formador de profesores, dirije la escuela Yoga Síntesis en Barcelona

Yoga Síntesis

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