Pintar con niños, por Eren Topcu en Estambul

Jorge Gomez (333)
Niña haciendo morritos
Soy artista de animación en 2D. Vivo en Estambul, Turquía.

Llevo cierto tiempo trabajado en los campos de la animación y la producción, cosa que sigo haciendo en la actualidad. Debido a los cambios que mi vida y mi ser han experimentado, me sentí atraída a trabajar con niños.

Cuando llegó hasta mí esta intención, la vida me ayudó a avanzar en esa dirección, haciéndome dos regalos maravillosos antes de que comenzase a trabajar profesionalmente en ello. Quisiera compartir con ustedes esas experiencias y espero que también otras muchas que surgirán al seguir trabajando en esto.

Hace unas cuantas semanas estaba en Bodrum – Gumusluk, en la región turca del Mar Egeo, con motivo de un nuevo proyecto cinematográfico. Allí empecé a pensar que ya no disfrutaba de trabajar en ese campo pero que, en cambio, soñaba con pintar con niños. Sólo estuve allí tres semanas pese a que, debido a la duración del proyecto, había estimado que me quedaría allí por lo menos seis meses más. Había familias jóvenes que tenía niños asombrosos y, durante todo aquel tiempo, se nos unieron otros tres nuevos bebés. Preparé carteles anunciando «pintura con niños», los pegué en lugares accesibles y empecé a esperar llamadas. Pero como Gumusluk es un lugar alternativo de gente huída de la vida urbana, las personas de allí hacen sus vidas de manera bastante aislada.

Durante la época posterior a la toma de esta decisión, empecé a tener problemas con mi anterior trabajo debido a razones ajenas a mí. Como tenía que ganarme la vida, iba a tener que regresar a Estambul. Terminé mi trabajo y me tomé una última semana allí para descansar. En aquella última semana en Gumusluk, mientras pensaba en cómo iba a hacer este trabajo, ví por la televisión un anuncio de la «Fundación Turca para el Autismo». Como hacía poco tiempo que había estado leyendo sobre los Nuevos Niños, les llamé y aprendí de qué manera clasificaban a estos niños como «autistas». Los criterios carecían de coherencia: retraso en el habla, falta de comunicación. Les pregunté la edad de esos niños. La señora que me atendió me dijo que la mayoría habían nacido en 2000 y 2001. Tras recibir esa información, ella y yo tuvimos una agradable conversación y decidí concertar una entrevista cuando estuviera ya en Estambul. Tenía esperanzas de que pudiéramos trabajar juntas.

Durante todo ese tiempo también recibí dos llamadas para mi actividad de pintura, que tuve que rechazar debido a mi obligado regreso a Estambul. Pero esa semana tuve la oportunidad de pintar con dos niñas maravillosas.

Se llamaban Rengin y Yasemin, y son hijas de amigos muy recientes que hice en Gumusluk.

Primero pinté con Rengin. Esta niña de cuatro años resultó ser un pedazo de genia. Tenía mucha confianza en sí misma, una sabiduría excepcional, era madura y estaba llena de una alegría que acompañaba a esa madurez. El idioma nativo de su madre era el inglés, mientras que su padre es turco. Habla ambos idiomas de manera «perfecta», usando un vocabulario extenso. Su expresión y acentuación eran de una habilidad tal que cuesta encontrarlas en un adulto. También solía tocar el piano. Pudimos compartir poco tiempo pero fue suficiente para conocer sus dotes.

Con Rengin, fui yo la que sugerí que pintásemos, y ella se dispuso a hacerlo con gran placer. Primero empezamos con sus colores favoritos. El que más le gusta a Rengin es, como ella lo llama, el color púrpura. Como nuestros colores eran tan limitados, yo no podía saber qué púrpura le gustaba más. Después ella ordenó los demás colores que le gustan: amarillo, rojo, verde y azul. No le interesó el naranja. Pintamos y conversamos un rato y, como era un juego de pintar que jugábamos juntas, ambas pintamos por turnos.

Cuando me tocó mi turno, le pedí que me diese alguna idea sobre qué dibujar; lo primero que me pidió que dibujase fue un pez. Así que le dibujé un pez de aletas curvas. Las curvas la emocionaron un montón y me dijo: «¡Guau, eres una artista!». Le di las gracias, recordándole que todos somos artistas. Le gustó y se lo guardó. Le tocaba a ella, así que volvimos la página. Primero intentó copiar mi pez calcándolo en el reverso de la hoja. Preferí no dejar que copiara ni que coloreara dibujos con las siluetas ya hechas. A la mayor parte de los niños, desde edades tempranas, sus padres les animan a pintar usando dibujos ya preparados. Pero eso mata el desarrollo de la creatividad independiente. Por mi experiencia puedo decir que yo misma me asombro de mis habilidades para pintar y de mi libertad de expresión gracias a la ayuda consciente de mi padre. Él también era pintor. A lo largo de toda mi infancia, hizo todo lo que pudo para mantenerme apartada de ese tipo de dibujos, abriendo para mí un espacio libre para que yo expresase mi propio mundo interno.

Así que le dije a Rengin que el pez de cada uno es diferente al de los demás y que cada uno de ellos tiene una belleza única; después la sugerí que dibujase su propio pez en un papel nuevo. Eso la convenció y pintó su pez. Cuando terminó, la gustó mucho y estuvo de acuerdo en que el suyo era tan bonito como el mío. Yo también 🙂

Así pude ver otra cosa emocionante acerca de Rengin; esta niña madura de cuatro años sabía muy bien como elogiar y recibir elogios. En un momento dado de aquel rato que pasamos juntas, Rengin se cambió de sitio para sentarse interponiéndose entre la ventana y el papel. Mientras cambiaba de lugar, le dije que así impediría el paso de la luz que entraba por la ventana; ella, con una sabia sonrisa, me replicó:

«¡Mis ojos bastan para iluminarte!».

Para ser honesta, tardé un momento en estar segura de lo que acababa de escuchar. Por alguna razón, aquella frase captó mi atención, pero no podía escuchar la campanita con claridad, así que Rengin tuvo que repetírmela tres veces sonriendo, asegurándose de que la había entendido. Algunos segundos después, yo la sonreí a ella y supe que ambas nos entendíamos 🙂

No tuve la oportunidad de volver a ver a Rengin antes de irme, pero este breve rato compartido fue tan pleno y estimulante, me dio tanto valor y acarició tanto mi corazón, que no puedo sino estarle sumamente agradecida.

Esa misma semana tuve la oportunidad de pintar con Yasemin.

Yasemin se comunica de manera bastante diferente a la de Rengin. Tiene tres años. No resulta sencillo hacer que te abra la puerta a menos que ella misma quiera acercarse. Ella está tranquila en su mundo. Al igual que Rengin, Yasemin es excepcionalmente sabia, pero prefiere vivir en su propio mundo en lugar de compartirlo. Como me di cuenta de que su comportamiento era peculiar, intenté acercarme un par de veces a ella, pero no parecí interesarle. Sólo cuando le retiré mi interés se interesó ella en mí. Como ya conocía ese comportamiento de mi propia infancia, la dejé venir cuando quisiera. Hasta entonces no me conocía de nada ni sabía de mi interés por la pintura. Lo sorprendente fue cuando un día Yasemin vino a buscarme de manera muy inesperada, con un dibujo en la mano. Me lo mostró con una sonrisa malévola, clavando sus ojos en los míos.

Yo estaba muy sorprendida, no sólo por su súbita cercanía, sino por el modo en que supo robarme el corazón. En realidad, eso ya lo tenía hecho desde la primera vez que la vi, pero lo otro fue una bienvenida fenomenal a su tan preciado espacio 🙂

El papel estaba lleno de líneas y de formas aparentemente triangulares y piramidales que atrajeron mi atención al primer vistazo. Le pedí que me contara su dibujo. Y lo hizo.

«Estos son patos», dijo mostrando las formas triangulares del lado derecho.

«Y esto, esto son espadas», dijo.

Sobre el papel había espadas, hasta una cimitarra que había dibujado con mucha definición.

«Los patos están aquí, y las espadas aquí» me dijo señalando con el pincel a los lados derecho e izquierdo. Estaba dibujando una muestra definida de sus símbolos y multiplicándolos mediante líneas no identificadas. Estaba increíblemente segura de sí misma al contarme lo que había dibujado. El uso de su mano era igual de perfecto en ambos lados. El resto del papel estaba lleno de espirales dinámicas entrecruzadas. Esperé a que Yasemin me cotara más cosas sobre su dibujo, dejando que dirigiese la comunicación, ya que intentar dirigirla había resultado inútil y esto no terminó hasta que ella lo decidió así 🙂

Después llenó algunos papeles más, sobre todo con espirales de nuevo. Las expresiones de su cara y de todo su cuerpo delataban que estaba encantada haciendo aquellas espirales 🙂

También le encantaba dibujar telarañas y estuvo poniendo algunas arañas en ellas a ratos. Su madre me dijo que la gusta mucho dibujar telarañas. Por alguna razón a su madre eso la asusta, pero creo que es porque las asocia con algo que la afecta a ella. En mi opinión, las espirales surgen de manera intuitiva por ser las formas más próximas a la geometría sagrada, así que debe encontrar algún paralelismo entre las redes y la lógica reticular que percibe. Sin embargo, le gusta mezclarlas con formas circulares.

El ultimo dibujo que me hizo fue de un «niño flor», como ella lo llamó, una cara formada de nuevo por círculos y con pelo saliendo de los pétalos. Yasemin también tienen mucho talento musical. Como dice su madre, cada pequeño acontecimiento, cada cosita nueva que llega a su vida, es para ella un motivo de inspiración. La hace componer canciones con sus letras y todo 🙂

Estas dos experiencias fueron muy significativas y valiosas para mí. Me sentí algo triste por tener que dejar a aquellas deslumbrantes niñas allí. Mantuve en mente que ambas tienen padres conscientes y un entorno agradable en el que crecer y con el que sentirse bien. Estaba segura de que tenían muchísimo más que enseñarme.

Regresé a Estambul la semana pasada. Para prepararme un poco para mi visita a la Fundación para el Autismo, empecé a trabajar con los niños de preescolar del colegio de mi madre.

Esta semana pasada trabajamos dos veces con dos grupos de edades diferentes, de 2 años y medio a 4 y de 5 a 6 años.

Empezamos pintando con acuarelas. Nuestro tema fue el arco iris. La mayor parte de los niños todavía no habían visto uno. Ni yo se lo describí ni habían visto ninguna imagen de él. Pero les conté que el arco iris sale en el cielo con la ayuda de la luz, conteniendo todos los colores de nuestro mundo. Como tienen todos los colores de la luz, les pedí que eligiesen el color que más les gustase, para que empezasen a pintar arco iris con su color favorito. Las pinturas fueron sorprendentes. Cada una de ellas tenía algo de especial. Algunas de ellas eran purísimas, nada más que con azul, rojo y amarillo; otras se basaban en el azul, otras en el naranja o el magenta, otras eran multicolores y unas pocas eran marrones u oscuras. Me di cuenta de que la expresión del color en el grupo de más edad era más fuerte que la de los más pequeños, a pesar de que los colores favoritos de los más pequeños eran el magenta y el turquesa. Al principio, casi todos entre los más pequeños se sentían atraídos por los colores magenta y azul como por un imán.

En el colegio de preescolar tenemos dos niños con problemas de habla. Una de ellos tiene seis años y el otro tres. No es de extrañar que se pongan un poco nerviosos cuando no son capaces de comunicarse. Pero pintar les ayuda a expresarse y les tranquiliza. Las pinturas más expresivas que jamás haya visto eran de una de aquellos niños. De la mayor de todos, la de 6. Volvía las figuras del revés y boca arriba. Utiliza las figuras humanas usando un lenguaje corporal perfecto. Sus colores son oscuros, pero increíblemente armoniosos. Su dibujo de un gato salvaje en movimiento me asombró. Después supe que les tenía mucho miedo a los gatos. Como todavía no puedo entenderla, prefiero no escribir más de ella por ahora.

De hecho, la mayor parte de estos niños poseen un talento excepcional para la pintura para su edad, usan el pincel con mucha habilidad y tienen un desarrollado sentido del color. Tienen una expresión formal definida y realista. Otros no son tan buenos con las formas, expresándose sobre todo a través de los colores. El comportamiento de sus pinceles es conmovedor, su presión y su fluidez hablan por sí mismas. Pero lo que les encanta a todos es jugar con los colores. Al final de la clase les pedí que escogiesen una de sus pinturas y contasen su historia en particular. La mayor parte de los que dominaban menos la forma ofrecieron más historia. De hecho, cada uno de aquellos niños era un planeta diferente. Y sus pinturas fueron un claro reflejo de su ambiente.

Por esta razón, creo que la pintura es un idioma perfecto para comunicarse con los niños y conocer su mundo interior, incluyendo su vida corriente, su subconsciente y hasta su hiperconsciente.

Cuando trabajo con ellos, prefiero disparar su imaginación con algún tema abstracto y permanecer como observadora y oyente. Por ahora veo que esta es la mejor manera de abrirles un espacio en el que puedan expresar sus mundos. Antes de terminar este artículo, quisiera invitarles a todos ustedes a que pinten con niños y compartan sus historias. Creo que cada pequeña observación que se comparta es preciosa para comprender su nuevo mundo.

Queden en amor…

Eren Topcu

erentopcu@mailcity.com

© 2006-7 Eren Topcu y Starchildglobal

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Traducción: Paloma Fernández Fernández. artesyoficios@arnet.com.ar

2 comentarios

  1. Es muy bonito tu relato… Me ha dejado un mensaje muy importante…

    Tu FELICIDAD se rfleja en mi FELICIDAD…

    GRACIAS UNIVERSO

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