T’aego, poeta de la naturaleza y maestro Zen

Jorge Gomez (333)

Taego PouSe le considera a T’aego como un gran maestro quien trajo la escuela Rinzai del Budismo Zen a Corea. Él tuvo dos experiencias profundas de Iluminación en su vida, y fue reconocido con un Maestro Nacional, dirigiendo toda la institución del budismo en su tiempo. En su capacidad oficial, intentaba unir las varias escuelas del Budismo Zen a sólo una. Aunque sirvió al rey por varios años, prefería la quietud de la naturaleza del bosque, los rios y las montañas para vivir.  Sin embargo, servía al rey con toda voluntad para eliminar la corrupción en los monasterios y para restaurar una forma de práctica más pura del Zen de su tiempo. Sus escritos reflejan una apreciación profunda por la naturaleza señalando la Esencia Eterna y la Mente Búdica en todo. Su estilo era sin pretensiones y sencillo, particularmente en su uso de los koans.

T’aego podía escribir de una forma muy alentadora, mientras que pudiera hacer comentarios muy cortantes, regañando a los practicantes flojos y corruptos en la sociedad, la corte royal, y en los monasterios.  Consideraba su deber el de luchar por la purificación de todo el país y las instituciones religiosas, pidiendo a otros ayudarle en una batalla para el regreso a la integridad, la ética, y los valores principales.

Muchas veces T’aego hacía referencias en sus enseñanzas al koan clásico de Zhaozhou: “¿Tiene un perro naturaleza Búdica?” La respuesta “Mu” significa “no” pero con el sentido de negación y vacuidad.  Se lo utilizó como un “hwadu,” una palabra clave para enfocar la mente en meditación y eliminar todo pensamiento discriminativo, absorbiéndose en unidad con Mu, y abriéndose a la esencia original, el fundamento de la mente, o la cara verdadera que se tiene desde antes del nacimiento de tu mamá y papá. También demuestra el uso del hwadu recomendando el volverse atrás rastreando la luz de la consciencia a su orígen, preguntándose a la vez quién es el que está preguntando cuando escribe:

             

“Aún, ¿quién es el que reconoce la impermanencia y el nacimiento y la muerte así? ¿y quién es el que viene preciso preguntar acerca del Sendero? Si puedes apreciar esto con certeza…entonces, como decimos, ‘El rostro es único y maravilloso: la luz brilla en las diez direcciones.’ (Cleary, 1988:108).”

 

Además, demostró enseñanzas de Tierra Pura recomendando la recitación del nombre de Amitabha Buda para alcanzar la tierra pura de nuestra conciencia atenta y presente, o sea, nuestra naturaleza esencial. Mucha de su poesía refleja el simbolismo del Taoismo y la naturaleza, señalando el camino directo a la Iluminación, el no-yo, la Naturaleza Búdica, la Vacuidad, y la impermanencia. En su poema número 33 titulado “El canto de alegría espontánea en las montañas” se lee:

 

 “…Prefiero compartir la alegría espontánea siempre con los ríos y las rocas…No puedo dejar que la gente mundana supiera de esta alegría…entre los altibajos de riscos y ríos fluyendo con corrientes fuertes, la soledad es dulce. Un hermitaño pequeño en la ladera es suficiente cobijo para el cuerpo. Además las nubes blancas pueden descansar allí.  ¿No has visto el canto del viejo monje T’aego? En su canción hay alegría inagotable. Alegría espontánea, canto espontáneo – ¿qué hay para hacer? Es la alegría del saber del destino en el cielo de la dicha.  ¿Por qué el canto espontáneo, la alegría espontánea? Yo mismo no sé nada de esta alegría de la que disfruto. Hay sentido en esto: ¿lo reconoces o no? No obstante, es dificil entender para la gente en sus actividades cotidianas. En las profundidades de la Iluminación intoxicados tocamos el laúd sin cuerdas.” (Cleary, 1988:126-7)

Esta alegría espontánea en medio de la naturaleza es la promesa de la práctica y desarrollo espiritual, tocando nuestra esencia verdadera, la que está por doquier en cada momento, a pesar de que sea dificil percibir en las distracciones de la vida cotidiana.  El no saber de T’aego de lo que disfruta, él está haciendo referencia a la alegría más allá del pensar, la razón, y el análysis, la talidad de todo lo que surge aquí y ahora. Podemos despertarnoslo, experimentarlo, en la quietud del no-mente, más allá del pensamiento discriminativo, donde podemos oír el laúd sin cuerdas, la melodía dulce del sonido silencioso, el silencio lleno de sonido, la que se llama la Nada de percepción interior de nuestra verdadera esencia, la que es todo menos silencioso. Al final del mismo poema, T’aego escribe:

“…Dejando atrás en vano las reverberaciones de un nombre vacío: ¿como puede haber silencio? Los que lo sepan bien son difíciles encontrar. Más raros todavía son los que se alegren mientras que lo practiquen en acción. Deberían observar la alegría de T’aego en esto. El ascético baila borracho. Un viento enloquecido se levanta en los valles miríades. La alegría espontánea no sabe el progreso de las estaciones. Simplemente miro las flores del acantilado abrirse y caer.”(Cleary, 1988:126-7)

 

Este ascético bailando borracho es una metáfora haciendo referencia al momento cuando se libera del apego rígido al pensamiento y la razón, dejando la dicha extática manifestarse espontáneamente. Sin embargo, a fin de cuentas, es simplemente el fluir de la vida justo aquí y ahora frente a nuestros ojos, el abrir y caer natural de flores colgando sobre un río escondido. Nos despertamos continuamente a esta perfección en nuestra práctica, nuestra meditación, y nuestra vida, si simplemente nos despertamos nuestras mentes, el florecer interior, dejando esto también pasar, re-emplazado una y otra vez por otro, en el fluir constante de la vida.

Otro imagen importante para T’aego en su poesía es el uso de la luna para representar la unicidad completa de la Mente de Buddha, sin movimiento, pero reflejándose en la mente de cada ser, en todas las experiencias de la vida:

En su poema número 41 titulado “Luz de la luna Pong” se lee:

En el inmenso espacio del cielo silencioso

La luz redonda brilla sola

Se refleja hasta las profundidades del lago

La luz se divide por entre las miríadas olas separándose

La clara iluminación  maravillosa…

Se extiende en toda dirección como una gran ola nunca sobrante

La luna brilla en el lago: no son diferentes

El lago refleja la luna: no son iguales

Ni diferentes, ni iguales: esta es Buddha…

Esta es la luz de la luna iluminando el lago, una tierra espiritual donde no hay “logro”

No es sólo un color úniforme de una medianoche otoñal. (Cleary, 1988:135)

 

Hemos aquí a T’aego ilustrando la calma y clara luz silenciosa de la iluminación, la que se encuentra en lo más profundo de nuestro ser. La luz que se encuentra allá es la que se refleja por doquier.  Nuestra Mente verdadera es Buddha, la que es inmanente y transcendente a la vez, la que es uno con todo, mientras todas las formas son diferentes, la enseñanza del co-origen inter-dependiente, un contraste de opuestos intrínsicamente interconectados el uno con el otro, en un juego de creación, apariencia, y cambio. Al fondo de nuestro ser, se ve el reflejo de la luna, nuestra Mente de Buddha, esencialmente vacía de cualquier existencia independiente, simplemente la clara luz del ser. Sea como sea, esta consciencia luminosa percibiendo las infinitas formas del universo puede al mismo tiempo iluminar las tinieblas oscuras de nuestra propia ignorancia, mostrándonos el camino a la liberación.

T’aego, poeta de la naturaleza y maestro Zen

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