La fotografía de fantasmas: historia de una práctica

Erica Couto
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Fotografía espiritual realizada por Mumler, National Media Museum.

A lo largo de los siglos, los fantasmas han sido percibidos y explicados de maneras dispares por las distintas sociedades y movimientos culturales. En el espectro se ha visto el alma del muerto furioso que busca venganza por una muerte violenta o prematura o que, incapaz de descansar por algo dejado incompleto en vida, intenta ponerle remedio desde su condición espectral. El espíritu también se ha percibido como aquello que queda del individuo tras la muerte, su parte inmortal que, pudiendo ser evocada por nigromantes y expertos en las artes ocultas, puede todavía presentarse antes los vivos y revelar algunos de los misterios de la ultratumba. El fantasma se ha percibido incluso como la huella de la experiencia humana que queda impresa en los lugares en los que han tenido lugar hechos luctuosos, violentos o de gran carga emocional, y que se reproducen periódicamente como escenas de una película sobre una pantalla de cine. Pero ¿puede la fotografía espiritual probar su existencia?

Durante siglos, disciplinas como la teología, la filosofía y la ciencia han proporcionado argumentos para sostener o repudiar la existencia del alma. Se han esgrimido testimonios de primera mano, leyendas populares, axiomas, argumentos de autoridad y presupuestos de toda índole para sostener cada postura, pero habrá que esperar la llegada del siglo XIX y el auge de la industrialización, la química y las nuevas tecnologías para que den inicio los tentativos de probar la real existencia del alma y del Más Allá a través de la fotografía.

Mediante la aplicación de las técnicas de captación y fijación de la imagen, con las que todavía se estaba experimentando entonces, al campo de lo espiritual se buscaba probar la real existencia del alma tras la muerte. Pero ¿qué hay de cierto en la fotografía espectral? ¿Es posible utilizarla para cotejar la existencia del espíritu? ¿Sigue utilizándose hoy en día en las investigaciones parapsicológicas?

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Fotografía de John J. Glover junto al fantasma de su madre, realizada por William H. Mumler. National Media Museum.

Retratando fantasmas: los albores de una técnica

La fotografía de fantasmas, también conocida como fotografía espiritual, surge casi contemporáneamente al daguerrotipo. Los largos tiempos de exposición que requerían las primeras fotografías, en los que el retratado se veía obligado a mantenerse inmóvil y sin cambiar su posición durante mucho tiempo, favorecían que la imagen pudiese salir movida, desenfocada o extrañamente perturbada. Por el mismo motivo, tampoco era infrecuente que se colase en la foto la figura de un sirviente, un esposo o un niño despistado si estos cruzaban el objetivo de la cámara durante la exposición.

Habrá que esperar al año 1861 para que el grabador norteamericano William H. Mumler descubra accidentalmente que, mediante la doble exposición, se puede conseguir un efecto fotográfico espectral. Aunque solo un año antes otro personaje, W. Campbell, habría fotografiado lo que parecía ser el espíritu de un niño sentado sobre una silla, será Mumler el verdadero impulsor de la fotografía de fantasmas.

Los pioneros de la fotografía eran conscientes de los extraños efectos que se podían obtener alterando el tiempo y modo de la exposición, y no tardaron en desvelar en publicaciones especializadas el modo de producirlos voluntariamente. En su libro Photographic Amusements, publicado en 1896, Walter Woodbury desvelaba la técnica para obtener el efecto fantasma en las fotografías:

Resulta muy sencillo realizar fotografías de fantasmas bastante convincentes. En primer lugar, tenemos que preparar a nuestro “fantasma” poniéndole encima una sábana blanca a alguien. Luego, colocaremos tanto al cliente como al fantasma en la posición adecuada, y procederemos a exponerlos [ante la cámara] como es habitual. A continuación, dejaremos todo tal y como está y sacaremos el fantasma de la escena, tras lo que continuaremos con la exposición. Al revelar la película, encontraremos que el cliente y su fondo se muestran expuestos con claridad y que, gracias a la doble exposición, solo se percibe una imagen débil del fantasma a través de la cual se muestran los objetos del fondo.

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Séance espiritista realizada en 1920. Fotografía de William Hope.

¿Realidad o engaño? Los peligros de la fotografía de fantasmas

La finalidad de estas imágenes espectrales creadas ad hoc debía ser, inicialmente, la de divertir y provocar asombro en un período en el que los espectáculos visuales como los dioramas, los giroscopios y los panoramas eran concurridos y amados por el público. Sin embargo, William H. Mumler entendió las posibilidades de ganancia que ofrecía la fotografía espiritual, y se embarcó en una carrera marcada por el fraude. Mumler, al igual que los fotógrafos William Hope y Frederick Hudson, entre otros, se presentó como un médium capaz de evocar el espíritu de los difuntos y plasmarlo sobre la placa fotográfica.

Las esposas, madres y hermanos que deseaban ver a sus difuntos amados, que precisaban de una prueba definitiva de la existencia del alma, acudían a estos pesudo-médiums en busca de conforto. Aunque pagaban cara la ilusión de ver confirmado su deseo, el acto de poseer esa fotografía fantasmal los ayudaba en el proceso de aceptación de la muerte. No en vano la fotografía espiritual surge en el mismo período en el que se practica la fotografía post-mortem, una práctica que se incorpora a las formas más tradicionales de celebración del luto y culto de la memoria del difunto.

Mumler abrió el camino a que se utilizase la fotografía como medio válido en la investigación psíquica. De hecho, algunas médiums decimonónicas utilizarían la fotografía para retratar a entidades sobrenaturales durante sus séances y verificar, de este modo, la realidad de la experiencia en una cultura interesada tanto por la muerte y el luto como por el espiritualismo.

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Mary Lincoln retratada junto al presunto espíritu de su marido, Abraham Lincoln. Fotografía de William H. Mumler, National Media Museum.

El espiritualismo es un movimiento religioso que presupone la existencia de una vida tras la muerte en la que los difuntos llevarían a cabo un proceso constante de aprendizaje y crecimiento. Según esta filosofía, los espíritus poseerían, además, la capacidad y la voluntad de contactar con los vivos y guiarlos en su camino. En la práctica del espiritualismo, por tanto, se busca conectar con estos espíritus sabios a través de médiums con el fin de perfeccionar el componente ético de la humanidad. Es en esta búsqueda de acreditar la veracidad y valía del contacto con el otro lado donde hay que colocar la relevancia de la fotografía espiritual a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y los primeros decenios del XX siglo XIX y principios del XX.

Luz, alma, energía: ¿qué es lo que retrata la fotografía de fantasmas?

La fotografía constituyó un avance técnico clave en el paulatino auge que experimentarían las investigaciones paranormales, espiritistas, ocultas y místicas. Junto a cámaras de vídeo, grabadoras digitales y material informático, actualmente la fotografía sigue siendo utilizada por los cazadores de fantasmas y los parapsicólogos para captar la presencia de posibles formas espectrales. Sin embargo, hoy como ayer, la veracidad de buena parte de las fotografías de fantasmas analizadas por expertos ha sido desmentida y presentada como el producto de un engaño.

Los orbes flotantes de luz se han interpretado como motas de polvo o partículas de humedad captadas por el objetivo de la cámara. Las nieblas difusas y formas luminosas son explicables por las condiciones atmosféricas dominantes durante la captación de la imagen. De hecho, abundan los investigadores que, como el norteamericano Kenny Biddle, se dedican a desenmascarar tales operaciones fraudulentas y a desentrañar las causas físicas que explican la aparición de esas ráfagas de luz, esos perfiles deformes y esos orbes luminosos en las imágenes.

El hecho de que la fotografía de fantasmas no sea el método definitivo que permita la captación del mundo espectral, sin embargo, no invalida per se ni la existencia del alma ni del Más Allá. La dimensión espiritual, de existir, reside en una esfera que, a día de hoy, no puede ser captada ni probada por la tecnología ni por los métodos de evaluación, estadística y comprobación actuales. Veremos qué nos depara el futuro.

AUTORA: Érica, redactora de hermandadblanca.org.

FUENTES

https://archive.org/details/1923DoyleTheCaseForSpiritPhotography

https://archive.org/details/photographicamus00woodiala/page/n7

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