La exclusión como mecanismo de dominación

Rafael Bueno

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¿Alguna vez has experimentado en carne propia lo que se siente ser excluido? ¿Te lo han hecho a propósito? En mi experiencia, esa puede que sea una de las sensaciones más desagradables que yo haya experimentado.  Como recuerdo esa sensación, en ella se mezclan emociones tales como aislamiento, soledad, abandono, enjuiciamiento, rabia e impotencia, entre varias otras. Pero, ¿por qué la exclusión causa un efecto tan devastador en una persona?

Creo que el impacto causado al ser excluido se fundamenta en el deseo vehemente de formar parte de eso de lo cual se es excluido. En su acepción más común, excluir es negar la posibilidad de algo. Cuando te excluyen, te niegan la posibilidad de formar parte de algo, ya sea de participar en una conversación o de formar parte de algún grupo o equipo, entre otros ejemplos. Y es justamente la negación de la posibilidad de pertenecer combinada con el deseo de hacerlo, lo que hace de la exclusión un mecanismo muy eficiente de dominación.

La exclusión es un mecanismo de dominación con historia

¿Cuantas veces hemos escuchado o leído publicidad en la que se habla de un «ambiente exclusivo«, de «un restaurante u hotel exclusivo» o de una «atención exclusiva«? Yo lo he visto y escuchado desde que tengo uso de razón, que son más de cuatro décadas, pero seguramente tiene mucho más tiempo.

Históricamente la exclusividad no solo es algo ampliamente aceptado en nuestra sociedad, sino que es algo deseado por todos, porque detrás de la exclusividad está implícito un reconocimiento. El reconocimiento de que quien disfruta de la exclusividad forma parte de un grupo selecto de personas. Y eso los hace especiales.

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Tal vez por eso, para usar la exclusión como mecanismo de dominación, se debe usar en combinación con un poco de propaganda y algo de demostración. El principio es bastante sencillo. Primero se ofrece una probada de aquello que posteriormente se usará para castigar en caso de que no se acate la voluntad de quien domina.

¿Para qué se usa la exclusión?

Ya sea para escarmentar a alguien, para doblegar su voluntad o para deteriorar su autoestima, la exclusión siempre termina siendo un castigo. El ejemplo que más rápido me viene a la mente es el de los adolescentes que forman grupos en sus colegios dependiendo de sus intereses y afinidades. En estos grupos se forma una especie de micro sociedad, en la que siempre hay personas con más influencia que otras. Ya sea por popularidad, ingenio, o por cualquier otra razón, estos jóvenes asumen un cierto liderazgo en el grupo, lo que les permite determinar quiénes son aptos para formar parte de su grupo y quienes no.

Algo similar ocurre en el ámbito laboral. En las empresas se forman grupos de empleados que comparten ciertos gustos y afinidades y que se reúnen con frecuencia para compartir, incluso fuera del horario de oficina. Pero aquí, el parámetro que establece la influencia está más asociado al puesto que ocupan los integrantes del grupo y a su cercanía con las personas más influyentes.

Y esto es una espiral que abarca todos los ámbitos del planeta. Así como la exclusión puede representar un castigo para un adolescente, para un empleado o para cualquier persona en el planeta, también lo puede ser para grupos grandes de personas, ya sean estos una etnia, una clase social o incluso, un país. Y si no me creen, basta con echar una ojeada a las noticias internacionales para observar cómo las sanciones y bloqueos contra países e instituciones están a la orden del día cuando no acatan la voluntad de quienes dominan.

Entonces, así como los jóvenes con más influencia en un grupo pueden determinar el futuro a nivel social de un adolescente, de la misma manera hay grupos de poder alrededor del planeta, los cuales sustentan tal poder en el dinero y en el poderío bélico de los estados que controlan, que se han convertido en los jueces que determinan la suerte de una etnia, raza, sociedades o, incluso, de un país, por medio de la exclusión.

La causa raíz del problema

¿Cuánto daño causa ser excluido? Eso es relativo, como todo en este planeta. Depende del deseo que tengan aquellos que han sido excluidos de pertenecer a eso de lo cual están siendo excluidos. Porque, ¿qué tal si te quieren aplicar como castigo la exclusión de un grupo al cual tu realmente no quieres pertenecer? ¿Acaso eso te afectaría? La respuesta es un rotundo ¡NO!

Y si es así, entonces ¿de dónde proviene el deseo de pertenecer? Allí tenemos que adentrarnos en otro tipo de análisis, lo que nos va a llevar inevitablemente al ámbito de la supervivencia. Nos agrupamos porque un grupo nos da mayor seguridad, mientras que estar solos nos hace más vulnerables. También nos agrupamos porque un grupo nos da identidad y sentido de pertenencia a algo. Esas son las dos razones que considero más fuertes para buscar un grupo al cual pertenecer.

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Es mi apreciación que el deseo de agruparnos se hace más fuerte en la medida en la que nuestro nivel de consciencia es más bajo. Así mismo, mientras nuestro nivel de conciencia es más bajo, menos idea tenemos de quienes somos. Es decir, tenemos mayores problemas de identidad. Y sin identidad, el deseo de agruparnos para asumir la identidad del grupo se hace más necesario. De la misma manera, carecer de una identidad propia nos hace presa fácil del miedo, porque no hemos descubierto aún de lo que somos capaces.

Con el descubrimiento de quienes somos viene la formación de nuestra identidad, lo que nos da seguridad. Y con una identidad saludablemente formada desaparece la necesidad de asumir la identidad de un grupo. Así mismo, cuando nos sentimos seguros, no necesitamos de la protección de un grupo, porque sabemos que podemos valernos por nosotros mismos. Y tanto seguridad en uno mismo como una identidad propia, son dos manifestaciones claras de auto valoración.

Con esta explicación a lo que quiero llegar es que la exclusión funciona solo para aquellas personas, grupos e instituciones que tienen una pobre valoración de sí mismas. Es decir, una baja autoestima, tema del cual puedes leer más en este artículo. Para mí es obvio que la exclusión es un tema de poder. Pero no solo en el sentido de poder castigar a alguien, sino también en la ausencia del propio poder, que es lo que permite esa forma de abuso.

¿Qué hay detrás de la exclusión?

Detrás de la exclusión está el deseo de dominación. De hacer que la otra parte se someta a su voluntad y designios. De sentirse importante, valorado o reconocido. De doblegar la voluntad del otro. Un deseo de controlar que proviene de la necesidad de demostrar la propia valía haciendo alarde de fuerza, influencia o manipulación, para hacer prevalecer su propia voluntad por encima de la voluntad de otros, para ser aceptados o para no ser juzgados.

Esto implica que la persona o entidad que ejerce la exclusión fundamenta su propio valor en el poder que tiene de doblegar la voluntad de otros, lo que es una clara señal de baja autoestima. Una persona con baja autoestima es una persona que no está contenta consigo misma. Que no se valora, ni se reconoce por quien es, así que siempre trata de demostrar aquello de lo cual cree que adolece.

Cuando una baja autoestima se manifiesta como conductas punitivas tales como la exclusión, esto señala un problema de empoderamiento personal. Como siente que no tiene poder, la persona se siente obligada a mostrar a los demás que tiene influencia sobre otros y que puede forzar a otros  a hacer cosas que no quieren. Es a eso a lo que llaman complejo de superioridad, y es lo que mueve a las personas a excluir a otras.

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Pero la otra cara de la moneda la representan las personas que son excluidas. Porque, para que la exclusión sea efectiva como castigo, la persona excluida necesariamente debe tener un profundo deseo de formar parte de aquello de lo que la están excluyendo. Y ese deseo, cuando es tan intenso que se está dispuesto a ser humillado y a doblegar su propia voluntad a favor de la voluntad de otro, es también señal de baja autoestima, pero que se manifiesta como complejo de inferioridad.

Y ambos, tanto el complejo de superioridad como el de inferioridad, funcionan como llave y cerradura. Un maltratador necesita de un maltratado y viceversa. Allí funciona la Ley de Atracción, porque ninguno de los dos se valoran. Ninguno de los dos se sabe digno. Ninguno de los dos tiene identidad propia, por lo que ambos buscan un grupo al cual pertenecer. Ambos buscan lo mismo, solo que desde perspectivas diferentes.

Vivimos en una sociedad llena de miedo

Tanto el complejo de superioridad como el de inferioridad tienen como su causa raíz el miedo. El maltratador tiene miedo de que sus debilidades queden expuestas, y que por eso se puedan aprovechar de él. El maltratado tiene miedo a enfrentar porque se considera débil, por lo que se adapta a la conducta del maltratador.

Ahora bien, estas conductas son extrapolables a las instituciones. El gobierno de un país, con el fin de evitar ser atacado, puede intentar demostrar su fuerza y poder de modo disuasivo. Una empresa puede tratar de eliminar por cualquier medio a cualquier otra empresa que considere una amenaza a sus intereses comerciales. Y el factor común de todo esto es el miedo. Miedo que se origina de la ignorancia del ser humano, que no sabe quién es. En la carencia de una identidad propia.

Ya sea un país que establece un bloqueo o sanciones a otro, una empresa que por medios legales impide que otra empresa comercialice sus propios productos o servicios, o una persona que a través de su influencia impide que otra forme parte de su grupo, en todos los casos es el miedo el que potencia esas conductas.

Es así como llegamos a un modelo social en el que la exclusión es ampliamente aceptada e incluso hasta anhelada, porque formar parte de algo exclusivo, especialmente si se es parte del grupo dominante, nos da identidad y nos ofrece seguridad. Por ello es que anhelamos formar parte de esos grupos exclusivos. Por esa misma razón tememos ser excluidos de los grupos a los cuales pertenecemos. No queremos perder nuestra «identidad» ni la «seguridad» que esos grupos ofrecen.

La solución a esta situación es relativamente sencilla, aunque sumamente difícil de lograr. Es el auto conocimiento, el entendimiento de nosotros mismos, lo que nos puede conducir a la formación de nuestra propia identidad, lo que nos dará seguridad en nosotros mismos. De esa manera, la exclusión ya no podrá ser usada como arma  de dominación en nuestra contra.

 

Autor: Rafael Bueno, redactor en la gran familia de hermandadblanca.org

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