Por los caminos de Dios. Reflexiones sobre nuestra búsqueda espiritual. El Camino de la meditación

Roberto Mercher

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En el primer artículo de esta serie describí brevemente el camino de la meditación como sendero de nuestra búsqueda espiritual. Ahora ampliaré un poco la información que he encontrado sobre este camino . Como sigue siendo esta una exposición limitada, de antemano invíto a los lectores interesados en este sendero a investigar más al respecto.

Si bien es cierto que no es posible datar con precisión su origen, es un hecho que las técnicas de meditación nacen en la antigua religión védica de la india, cuyos textos se estiman que datan de unos 1.000 a 2.000 años a.C. Se presume que los contenidos de esos textos ya existían y se transmitían de manera oral mucho antes de esa época.

Fuera de discusión está su origen en la tradición religiosa hindú y la trascendencia, con algunas modificaciones, de las técnicas de meditación, a otras religiones, en especial a través del yoga. Así, las encontramos en el budismo con diferentes versiones, al igual que en el judaísmo, el cristianismo y en el islam, por mencionar algunas de las principales religiones actuales.

En sus diferentes versiones, el objetivo común de todas las técnicas de meditación es liberar la consciencia de las constantes distracciones y divagaciones de la mente y a través de esa consciencia liberada alcanzar el máximo nivel posible de desarrollo espiritual, el cual varía dependiendo de la religión o de las creencias del practicante. Para lograr la quietud de la mente que se busca con la meditación, se recurre a diferentes estrategias, las cuales se podrían agrupar en dos tipos de técnicas como las más usadas o la combinación de ambas.

  • Concentración: En esta técnica, se focaliza la atención de la mente en un objeto físico o mental. La concentración más básica es en el propio cuerpo y en la respiración.
  • Contemplación: En esta otra, la mente se observa a sí misma, contemplando los pensamientos, emociones y sentimientos que surgen en el proceso, sin identificarse con ellos, sin juzgarlos ni controlarlos.

Existen tantas técnicas de meditación que resulta imposible consolidarlas todas en una sola, e inclusive en unas pocas metodologías, por lo que cada interesado en emprender esta práctica, dependiendo de su religión o creencia, debe documentarse bien en cada una de las opciones y seleccionar aquella que mejor se adapte a su búsqueda y sobre todo al objetivo de crecimiento espiritual que quiere lograr.

Cómo avanzamos en el camino de la meditación

Desde mi punto de vista, lo que nos motiva a transitar por el camino de la meditación es la sensación de que algo falta en nuestras vidas, que nuestra experiencia de vida no es tal como quisiéramos. Es como si tuviéramos un vacío en alguna parte de nosotros que no logramos llenar y esto nos lleva instintivamente a buscar dentro de nosotros lo que no logramos conseguir afuera.

En la primera etapa del viaje, debemos aprender a liberar nuestro cuerpo de las tensiones que normalmente tenemos y que se han hecho tan cotidianas que ni nos damos cuenta que están allí. La vía más fácil y a la mano para lograr esa liberación es concentrarnos en relajar nuestro cuerpo y nuestra respiración, lo cual nos permite alcanzar los niveles de tranquilidad y paz que necesitamos para avanzar a la siguiente etapa. En muchos libros encontraremos técnicas de relajación que nos ayudarán a transitar esta primera etapa.

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Una vez que logramos los niveles de relajación requeridos para seguir avanzando, debemos aprender a liberar nuestra mente del bombardeo constante y a veces incoherente de pensamientos, para ello tenemos que dejar que lleguen y desaparezcan, sin tratar de controlarlos, disfrutando de esa sensación de silencio y paz que hay entre la desaparición de un pensamiento y la llegada del siguiente. A medida que disfrutemos más de esa sensación, esta se prolongará, anunciándonos que estamos cada vez más cerca de nuestra meta. Hay diferentes técnicas de meditación que nos ayudarán a transitar esta etapa y todas ellas buscan aquietar la mente y hacerla entrar en el estado de sosiego que necesitamos para lograr nuestro objetivo.

Una vez que logramos aquietar nuestra mente, debemos liberar nuestra consciencia de la ilusión de ser una entidad individual y separada del resto de la creación. La vía más fácil para lograrlo es entregarnos plenamente a la sensación de silencio y tranquilidad que ya conocimos en la etapa anterior y sumergidos en ese silencio y esa paz ya no habrá un yo que tenga sensaciones ni pensamientos que nos perturben.

En ese estado de ensimismamiento nos daremos cuenta que “alguien” nos observa y comprenderemos que quien nos observa es nuestra propia consciencia que ya ha tomado el control de sí misma, sin las perturbaciones del Yo.  En ese estado de consciencia sentiremos que ya no hay un “afuera” ni un “adentro” de nosotros, que somos parte del todo y que en ese estado ya no necesitamos de un cuerpo físico para ser la esencia que en realidad somos.

Obstáculos en el camino de la meditación

Uno de los principales obstáculos que encontramos en este camino es el deseo, que es esa afición que tenemos a sentir placer sensorial. El deseo perturba nuestro objetivo de relajarnos, porque al igual que la mente no concibe dejar de pensar, el cuerpo no concibe dejar de sentir. Si no logramos superarlo, debemos tomar cualquier otro de los caminos en donde este obstáculo no nos impida avanzar.

Si logramos superar el deseo de complacer constantemente nuestros sentidos, el siguiente obstáculo que normalmente se nos presenta es la impaciencia, que es la sensación de no estar avanzando, lo cual nos lleva a tratar de acelerar el paso y a caer en la trampa del círculo vicioso de buscar controlar la generación de pensamientos en nuestra mente y con ello, a generar más impaciencia.

Si no logramos superar la impaciencia, es mejor que tomemos otra de las rutas, porque en esta nos mantendremos dando vueltas en círculos sin lograr avanzar. Si logramos superarla, el siguiente obstáculo y quizás el más difícil de superar es nuestro yo, esa entidad que ha creado nuestra mente para relacionarse con el mundo exterior y que a lo largo de la vida la hemos ido invistiendo con nuestro ego, confundiendo a nuestra consciencia con esa entidad.

Si no logramos superar la ilusión de que somos ese yo que ha creado nuestra mente, debemos tomar alguna de las otras vías. Si lo logramos superar, solo nos queda entregarnos a ese estado de consciencia liberada ya descrito en la última etapa del recorrido y en ese estado finalmente encontrarnos con Dios, con el todo o con la entidad superior que rige nuestra religión o creencia.

Considero importante señalar que algunas religiones y sectas que practican la meditación son ateas o agnósticas, por lo que el fin último de su meditación no es la unión con un ser supremo, sino la liberación definitiva de la consciencia de las ataduras terrenales. También encontramos en las religiones monoteístas, que el objetivo de su meditación no es liberar la consciencia sino alcanzar estados sublimes del alma en unión con su deidad.

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AUTOR: Juan Sequera, autor para la familia de Hermandad Blanca.

4 comentarios

    1. Gracias por su comentario. Me agrada que le guste, porque estos temas religiosos son difíciles de abordar por la sensibilidad de algunos creyentes a las opiniones sobre sus creencias. Muchas bendiciones para usted también.

    1. Gracias por su comentario. Este es quizás el camino que requiere una mayor disciplina y sobre todo práctica para lograr avanzar y los más avanzados en él consideran imprescindible la guía de un maestro o gurú que nos conduzca durante nuestro recorrido. Mi recomendación en su caso sería continuar su busqueda por otro de los caminos que le genere menos frustración. Saludos.

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