Elementales, por Isabel Nunes Governo

Jorge Gomez (333)

ImageLas Unidades de Vida y lo Elemental que a cada una subyace.-Dos características fundamentales de la sustancia elemental son su plasticidad y, a falta de una expresión mejor, su foto-sensibilidad (1) – esto es, la capacidad de registrar cualquier acontecimiento. Teniendo eso en cuenta, podemos entender como es fácil y permanente la construcción de formas mentales (de acuerdo con los pensamientos emitidos) (2), en los niveles psíquicos, y comprender el proceso de estructuración de la materia física que a esa sustancia elemental se agrega para conformar:

Los cuerpos de los seres vivos.
Cualesquiera objetos o construcciones materiales artificialmente producidos.

En efecto, los patrones y modelos de las estructuras corporales y de las formas-pensamiento tienden a replicarse pero, también, a atraer a sí nuevos elementos perfeccionadores. Esto es verificable tanto en los modelos de comportamiento (psicológico) de los seres vivos en cuanto a las tramas etérico-astrales, que, dotadas de magnetismo, atraen y sustentan las partículas más fundamentales de la materia física, y les confiere cada forma peculiar.


El elemental humano

El elemental humano es el agregado de entidades elementales que convergen para la definición y caracterización de una personalidad. Sus caracteres comprenden toda la naturaleza fisionómica/morfológica, todas las condiciones y predisposiciones fisiológicas, temperamentales, morales, estéticas e intelectuales.

En lo que concierne al ser humano, dos factores básicos y complementarios (en cierta medida, interdependientes) presiden la conformación de cada individualidad: el factor llamado biológico (físico) y el factor psicológico (temperamental, de comportamiento, etc.)

ImageBásicamente, cada ser nace con un patrón genético predeterminado -una parrilla, (un molde)- que condiciona un abanico restringido de posibilidades de autodeterminación, en lo que respecta a su tipo morfológico/biológico (raza, color de pelo, altura, estructura ósea…; mayor o menor sutileza o rudeza, de los rasgos fisonómicos; el estado y predisposición de salud en general…). También hereda o puede heredar tendencias de temperamento, aptitudes intelectuales o artísticas, etc. Todo esto, en efecto, significa algún condicionamiento. Sin embargo, a partir de ese condicionamiento, el ser humano podrá -por influencia del medio exterior y por la propia voluntad y potencialidad anímica (la verdadera naturaleza del Ego, que atraviesa y se va consolidando en el curso de muchas vidas sucesivas)- expandirse y derivar, imponiendo nuevos travesaños o líneas maestras en la «red» proto-elemental.

Incluimos, a continuación, un expresivo texto datado en 1931 y publicado en el New York Times por un editor de ciencia que describe las conclusiones científicas probadas (en la época) de dos renombrados científicos de Yale, los profesores Harold Saxton y S. C. Northro (3):

«Existe en el cuerpo de las cosas vivas un arquitecto que moldea y da forma a los individuos conforme a un modelo específico y predeterminado, y que permanece dentro del cuerpo desde el estado pre-embrionario hasta la muerte. Todo lo demás en ese cuerpo está en constante cambio; las miríadas de células de que está hecho, con la excepción de las células cerebrales, envejecen, mueren y son sustituidas por otras células, pero el arquitecto eléctrico sigue siendo una única constante a lo largo de la vida, construyendo las nuevas células y organizándolas siguiendo el mismo patrón de las células originales, y así, literalmente, creando de nuevo el cuerpo, todo el tiempo. El individuo se muere cuando el arquitecto eléctrico dentro de él deja de funcionar. 

El arquitecto eléctrico permite una nueva aproximación para comprender el funcionamiento de la vida y de los procesos biológicos. Él sugiere que cada organismo vivo posee un campo electrodinámico, igual que un imán irradia a su alrededor un campo de fuerza magnético. Similarmente, las evidencias experimentales muestran, de acuerdo con el Doctor Burr, que cada especie animal, y muy probablemente también los individuos dentro de cada especie, tienen su campo eléctrico definido del mismo modo que las líneas de fuerza de un imán. 

Ese campo eléctrico, entonces, poseyendo su propia forma, modela siguiendo su propia imagen todo el barro protoplásmico de la vida que cae dentro de su esfera de influencia, materializándose así en el cuerpo del ser vivo como un escultor materializa su idea en la piedra.»

ImageAhora, a esta red de naturaleza etérico-elemental, que integra el citado campo eléctrico, se le hace corresponder los conglomerados de genes, las entidades orgánicas más diminutas y fundamentales que, acopladas y organizadas, constituyen los seres biológicos (animales y vegetales, en su contraparte puramente orgánico-biológica). Los genes son, en realidad, entidades autónomas, inteligentes y organizadas, y su alma o sustrato es precisamente la sustancia elemental. Ellos pertenecen a un submundo, si lo podemos llamar así, a otro (sub)plano de conciencia (en relación a nuestro plano de conciencia y manifestación).

En cada nueva vida, la carga hereditaria (genética, por tanto) es siempre condicionante del usufructo y pleno desempeño del alma que reencarna. Particularmente en lo que concierne al campo psicológico e intelectual, ella delimita territorios y potencialidades que, sólo en el transcurso de la vida física que entonces se inicia, y por la fuerza interna propia del verdadero Ego, se pueden someter y/o desbordarse. Sólo progresivamente es posible que irrumpa la fuerza innata del Ego, que será capaz (o no) de sobreponerse al cuadro inicial.

De cualquier modo, no es aleatoria la elección de los progenitores y de la familia y el medio ambiente en que/donde el Ego va a encarnar. Existen incontables vínculos de afinidad, y de la Ley de Necesidad, que subordinan al Ego a las nuevas condiciones en que transcurrirá la nueva existencia física. En todo caso, incumbe al hombre utilizar las potencialidades disponibles en sus nuevos vehículos de la forma más afín posible con la naturaleza y propósito de su propia alma.

ImageAunque frecuentemente las características intelectuales de padres e hijos puedan ser dispares, las herencias genéticas son de vez en cuando sorprendentes en lo que respecta a los condicionantes (líneas de fuerza) de actuación. Se asiste, a menudo, a casos de hijos notoriamente más aptos intelectualmente que los padres pero que ejercen y hacen circular esas potencialidades en delimitaciones estructurales (una especie de caminos de actuación) similares a los utilizados por los padres, o por uno de los dos. Se presentan líneas o tendencias de comportamiento equiparadas: los mismos tipos de bloqueos, las mismas o semejantes reacciones a los impactos exteriores, idénticas tendencias temperamentales (ejemplo: timidez, o por el contrario, extroversión; placidez o agresividad nerviosa; pertinacia, obstinación o pasividad…) todo esto, no obstante, con una motivación interior o potencia motora muy diferentes.

Por otro lado, podemos observar como la expresividad peculiar de un rostro no es más que el modelar sucesivo de las correspondientes caracterizaciones del carácter que en él se van imprimiendo, cualidades que caracterizan y definen mayoritariamente a cada ser humano.

Podemos fácilmente -instintivamente diríamos- leer en un rostro, las tendencias y la naturaleza en general de su detentador: si es inteligente, o no; si es culto, o no; si es pasional, o no; qué tipo de educación y a qué tipo de ambiente estuvo expuesto, en especial en la infancia. Podemos leer también una infinita gama de expresiones momentáneas que revelan dulzura, bondad, inteligencia, sensatez, confianza, o por otro lado, aflicción, tristeza, dolor, ansiedad, envidia, celos, avaricia. Estas expresiones no son, muchas veces, ni necesariamente, rasgos fisonómicos ya «condensados» y establecidos. Pueden ser simples y fugaces expresiones de estados del alma. ¿De dónde viene esto? ¿Y cómo puede ser leído? Viene del cuerpo matricial astral/etérico (o Linga Sharira), que es prodigiosamente plástico, impresionable, sensible. Y es leído con la contraparte sutil (y sintética) de nuestros sentidos físicos. No es estrictamente visto con los ojos orgánicos, sino que es leído con la sensibilidad formada, justamente, por la misma materia a partir de la cual se impresionó el semblante de un rostro.

La materia Elemental es la substancia de la propia «Psique universal»

ImageEn los grandes grupos que tienen algo en común -razas, civilizaciones, países, grupos religiosos, grupos artísticos, múltiples grupos de «afinidad»-, podemos reconocer rasgos comunes. El pensamiento colectivo tiende a adquirir y estabilizar fórmulas de comportamiento y, después de algún tiempo, inclusive rasgos fisonómicos o características morfológicas. Se forman las llamadas egrégoras: masas elementales que se consagran al propósito de una determinada colectividad y que, al crecer el número (y el ímpetu o fuerza) de los «seguidores» en el mundo físico, se fortalecen, también ellas, adquiriendo cohesión, potencia magnética, y, por último, algún grado de autonomía sobre las unidades humanas que colectivamente les dieron fuerza y vitalidad. Cada civilización y religión tienen por detrás -en los bastidores etérico-elementales- una egrégora monumental, un dios tutelar que, en Poder, sobrepasa en mucho a la suma de las partes que le dieron existencia. Los dioses de raza, los dioses de religión, los dioses de civilizaciones o de naciones, tienen vidas prolongadísimas, alimentadas por las sucesivas olas de miembros de ese grupo. (4)

Los grupos llamados de afinidad, por los gustos que se comparten, construyen formas de pensamiento específicas. Sin ser conscientes de ello, crean y mantienen rituales de fortalecimiento del grupo, que a su vez fortalecen a un determinado Elemental emergente. Es la Egrégora de aquel grupo, la cual va adquiriendo rasgos y patrones muy definidos que infunde, a todos los miembros del grupo, pensamientos, gustos, preferencias y comportamientos semejantes, típicos y particulares, distintivos de aquella identidad colectiva. Los miembros del grupo pasan a ser dirigidos desde fuera pero creyendo que todos sus pensamientos, gustos y preferencias son propios, libres y autoengendrados…

Las grandes Civilizaciones son, en realidad, dirigidas y condicionadas por patrones y fórmulas enormes de pensamiento. En ellas, los seres individuales poseen muy poca autonomía y autodeterminación. La cuestión del libre albedrío es relativizada entre las fronteras de aquella inmensa Forma-pensamiento. En verdad, la vida-materia elemental es la sustancia de la propia «Psique universal».

Los Elementales de la materia «inorgánica»

ImageLas máquinas y los objetos utilitarios también poseen un soporte elemental  estructural y, en muchos casos, incluso «psicológico». Si, en realidad, los objetos y, más aún, las máquinas funcionales, adquieren o incorporan cualidades de tipo «afectivo» (por causa de las corrientes psico-vitales que como que fluyen entre los elementales del propietario o utilizador habitual y los del objeto o instrumento manipulado). Los instrumentos o máquinas utilitarios pueden, también, presentar patrones de comportamiento que podríamos caracterizar como de tipo «manías», «berrinches», «obstinaciones», «bloqueos», así como algo similar a la «envidia»… Los instrumentos o los simples objetos son como «imantados» por las influencias psíquicas (intenciones, cariños, afectos, tensiones/stress) de los seres humanos y/o de los animales.

En suma, y en particular, los instrumentos y máquinas de uso personal pueden, así, estar intensamente impregnados con nuestro magnetismo (del Linga Sharira (5)), susceptibles de atraer determinado tipo de elementales, afines a nuestra propia energía, y que, en este caso, tienden a replicar o a imitar las emociones humanas.

Las joyas y otros objetos que corporeizan, frecuentemente, apego personal, que atraen codicia y otros sentimientos afines, adquieren con facilidad las mismas «cualidades negativas», pudiendo ser portadoras de los llamados «malos efluvios». Por detrás de este fenómeno, se manifiesta lo mismo que en la naturaleza talismánica de ciertos objetos, imantados (en este caso deliberadamente) con propósitos definidos de influencia. Además y de forma natural y espontánea, toda la materia (tanto la orgánica como la llamada «inorgánica») adquiere y registra en sí las influencias a las que estuvo sucesivamente expuesta. Es lo que permite a un sensitivo, que manipula un determinado objeto, reproducir la historia de sus propietarios, o, en otros casos, describir los acontecimientos que sucedieron en un determinado lugar o entre las paredes de una casa. Puede bastarle una simple piedra para contar una historia o sucesivas historias que sucedieron en presencia de esa piedra (6). Igualmente esto se debe a la propiedad, antes enunciada, de la naturaleza foto-sensible de la materia proto-plásmica o proto-elemental.

Las Formas Pensamiento

ImageTodo lo que tiene nombre tiene alma. Puede no tener espíritu pero tiene alma. Todo lo que tiene nombre, no tiene porqué dejar de formar parte de lo indistinto. Todo lo que tiene nombre tiene características, cualidades. Todo lo que son cualidades son Psique, la materia elemental cuando es llamada a la actividad.

Las formas-pensamiento son modelos repetidos y sintéticos de pensamiento, que parece que se «coagulan», y tienden a tipificar, pasando a «fórmulas». La materia de que están formados es inmensamente plástica y dinámica, corporeizando o revistiendo las simples imágenes. Estas imágenes son, a su vez, espejo de las cosas, de cada cosa, ser, objeto, intención, sentimiento, expresión psicológica, acontecimiento (en cada momento) en la propia sustancia-raíz o Akasha (7). Debido a su extrema movilidad y plasticidad, la materia de que están hechos los pensamientos (aunque en diferentes grados) es manipulada automáticamente por los seres vivos, Los antiguos Griegos tenían la representación iconográfica, simbólica, de esta replicación espontánea y automática de los pensamientos ligados a las sensaciones, en la forma de una divinidad: Eco. Eco y Psique (otra divinidad profundamente simbólica) andaban «de la mano»… Para los Griegos, Psique era lo que los Teósofos, recurriendo a terminología sánscrita, denominaban Kâma-Manas (el nivel del pensamiento concreto, con forma, al servicio o integrado en las sensaciones y emociones), el alma animal terrestre, elemental (8). En cuanto a Eco, conformaba el símbolo de la replicación infinita y automática del sonido de los pensamientos, en el seno de la Naturaleza. El «sonido», o mejor, la vibración de los pensamientos, al encontrarse con los innumerables «obstáculos» (estímulos, fricciones, respuestas) o «simpatías» (atracciones, afinidades) de la vida colectiva, repite, volando, saltando, repercutiendo, de mente en mente…

El hombre común está absolutamente convencido de que es él mismo e individualmente quien crea sus pensamientos, él cree que es la raíz de donde ellos irradian. De hecho, no es así. Pocos son los seres que extrapolaron el círculo de los pensamientos repetidos por otros humanos. Concebir un pensamiento propio es segregarlo, a partir de la sustancia-raíz de Mahat ( la Mente Cósmica); es retirar la esencia de la Naturaleza de Mahat, interpretarla y dotarla de forma, convirtiéndola, de este modo, en pensamiento concreto y plasmándolo en la respectiva Esfera, pertenencia común de todos los seres humanos.

ImageUna inmensa mayoría de la humanidad nunca emitió un pensamiento propio. Solamente los articula, con mayor o menor habilidad, sagacidad y destreza. De modo general, el hombre apenas hace uso de las miríadas de pensamientos-modelo disponibles en la atmósfera mental que, a su vez, le es directamente accesible por medio de la materia etérico-elemental. Preguntémonos: ¿un hombre culto puede integrar ese ámbito de aquellos que nunca crearon un pensamiento? Sí. La acumulación de conocimientos y la habilidad de reproducirlos y manejarlos depende esencialmente de la memoria y, finalmente, de la accesibilidad al estudio y a la cultura (accesibilidad en términos de salud física/mental, de recursos socio-económicos o de otros condicionantes externos).

Podemos pues, concluir que, en cierta forma, las formas-pensamiento son unidades vivas (son formas de vida) autónomas y elementales. En cierto modo, tienen vida propia, aunque temporal. Pero también nosotros, los seres humanos, en cuanto a físicamente humanos, también tenemos una existencia transitoria.

Para muchas personas será motivo de controversia, para otras parecerá casi aberrante, que se atribuya el concepto de «entidad» a tales unidades de manifestación, singulares o colectivas. Con todo, lo que las aleja de nuestros conceptos establecidos no es más que distintos parámetros de espacio (su dimensión propia y la del espacio donde habitan) y de tiempo (en especial, los abismos verdaderamente inconmesurables entre las duraciones de sus supuestas vidas). En estos términos, entidades como un electrón, un ión (9), un fotón, una célula, un gen, una bacteria, una mariposa, un hombre, un elefante, un planeta, una galaxia (10), a pesar de tener sus existencias en planos espacio-temporales radicalmente distintos, no dejan, aún así, de constituir formas igualmente válidas de lo que puede considerarse «unidades de manifestación de vida», y esto por hablar apenas de existencias en el Plano físico.

Lo que significa «los sin alma»

ImageIntentaremos ahora dar una pequeña explicación de los procesos y vínculos que ligan un alma humana a su elemental. En cuanto individuos encarnados, todos somos como una moneda de dos caras, inextricables, compuesytos de alma (en el sentido de nuestro Yo superior; o verdadero Yo, ligado al Espíritu), y de personalidad (también llamada vulgarmente el Cuaternario inferior, de naturaleza elemental).

En realidad -y en la fase actual de la Evolución humana- en la mayoría de nosotros, quien habla y actúa es simplemente nuestro elemental. Es cierto que es el alma la que lo vitaliza, que e él está ligado y le infunde vitalidad. Aún así, a menos que seamos conscientes en una vida útil y positiva (para nosotros y para los demás), que promueva nuestra evolución en cuanto a individualidades anímicas, el alma enfocada en su propio Plano poca atención prestará a su extensión en el mundo físico.

En los casos definidamente estériles y sin retorno en términos evolutivos, en que el individuo se empeña y persiste en una conducta malvada, el alma simplemente se desinteresa y se abstiene. El hilo de vida permanece ligado pero sólo para promover la vitalidad necesaria a la «máquina elemental» en el tiempo proyectado para aquella existencia física. Como decía Helena Blavatsky, «en el mundo, por todos sitios, se cruzan en las calles centenares de personas sin alma» (a ellas se refería como «los sin alma«, y este hecho fue fuente de perturbación e incomprensión para muchos estudiantes de ocultismo). Aún así, un alma puede abstenerse y recogerse a su propio Plano durante el tiempo de una encarnación sin que, sin embargo, el hilo de la vida se corte definitivamente. Apenas en los documentados casos de continuada entrega al mal y en los que se verifica una definida «contra-evolución», el alma se substrae irreductiblemente y la «personalidad elemental» se condena a la extinción o, aún durante algún tiempo…, a ser artificialmente animada por las «Fuerzas Involutivas» organizadas (los llamados Hermanos de la Sombra), de los que se torna esclava, constituyendo uno más de sus terribles huestes.

Akasha y el Anima Mundi

ImageA pesar de que en la mayoría de los Tratados de Ciencia Esotérica, el Akasha y el Anima Mundi son equiparables, a veces existe entre los dos una pequeña distinción. El Akasha es considerado la Sustancia-madre, de la cual todo lo que viene a la manifestación está formado. Pero el Akasha es esa sustancia-raíz en cuanto a que aún no se ha cualificado, en otras palabras, en cuanto aún no se han exteriorizado sus infinitas potencias. A su vez, el Anima Mundi es el Akasha cuando ya fue, por así decirlo, insuflado por el Espíritu (11), brotando de él, destilando la sucesión e infinidad de mundos, en todos sus grados de manifestación. El Anima Mundi es el seno de la Naturaleza ya fecundado, el Océano (12) de Sabiduría Universal Infinita, la Sophia de los Gnósticos.

Si no existe nada, absolutamente nada en el mundo material que no sea Akasha condensado, eso puede ser ilustrativo (o puede ser otro modo de decir) que no hay materia que no tenga detrás un alma. En efecto, el concepto vulgar de alma tiende a ser muy cerrado y restrictivo. No obstante, Alma es todo lo que proyecta y hace mover y tener existencia a toda la materia de este nuestro mundo físico (13). Fue, particularmente, la teología medieval cristiana la que nos dejó la idea de distinción entre materia animada (viva, orgánica) e inanimada (muerta, inorgánica). En Filosofía Esotérica tal distinción no existe: todo está vivo y animado. Además, la misma Ciencia oficial de hoy en día tiende a esa conclusión y percibe, incluso, que no existe nada inmóvil, inerte e inanimado. Por el contrario, ha visto revelado a través de los más potentes microscopios un mundo de movimiento y de evidente voluntad, voluntad (o volición) que no deja de serlo porque no le conozcamos (la) motivación o (la) finalidad. Han sido siempre la ignorancia o los radicalismos religiosos los que sellan los veredictos de que sólo el hombre está dotado de alma, de inteligencia, de voluntad.

ImageNaturalmente, la procedencia anímica de un insecto no puede ser equiparada a la de un hombre. Ni el alma de una galaxia podrá estar al mismo nivel que la de una planta. Ni el alma de un gato estará al mismo nivel que el alma de una piedra. En este universo material, cuanto más elevado sea el nivel de consciencia propia de un individuo (y más aún, abarcando el Reino al que pertenece), más elevado será el Plano donde radica el alma que lo impulsa y habita. Ciertamente, el Reino mineral es aquel que casi se confunde con el último escalón de la esencia elemental manifestada. Por otro lado, a pesar de que el alma humana procede definitivamente de un Plano mucho más superior, el Manas Superior, nuestro elemental humano, que comprende también al propio cuerpo físico, está constituido por infinitos grados y variedades de materia elemental. Basta pensar que nuestro cuerpo/organismo físico, incluyendo el sistema neuro-cerebral, da entrada y procesa continuamente materia vegetal y mineral, vehiculo de esencia elemental/anímica de niveles más inferiores. A este propósito cabe recordar dos axiomas ocultistas: » La Materia es infinitamente divisible» y «Todos los seres son unidades colectivas».

Sin embargo, lo que aquí interesa y define la condición humana es nuestra consciencia superior en relación a los elementales que albergamos, y el uso de la polarización que damos a nuestro propio y coherente Elemental, o agregado de todas las partículas (de todos los entes) de esa prolífica esencia o materia elemental. Él, puede decirse, es nuestro Yo inferior. Su conjunto es, de hecho, un yo. Un yo que hemos de guiar. Un yo que nuestra alma (espiritual y humana) debe subordinar, iluminar y elevar. Al hacerlo, nosotros, nuestro verdadero Yo (Superior), estaremos elevando e iluminando la materia y, al mismo tiempo que nos beneficiamos y hacemos buen uso de nuestro Elemental, así elevado y superiormente responsivo, estaremos participando en el Gran y Universal Propósito de Redención de la Materia.

Y, en el fin de los tiempos, la Materia se transmutará en Espíritu, y todo el movimiento se suspenderá, hasta un nuevo Amanecer de Manifestación de Nuevos Mundos.

Isabel Nunes Governo

NOTAS:

(1) El fenómeno de «Espejismo», manifestado en todos los Reinos de la Naturaleza, y por todos los seres individuales, se debe a esta propiedad de la matriz etérico-astral que subyace a todos los cuerpos físicos.

(2) La esencia elemental es «ciega» cuando está indiferenciada; pero cuando una porción dada es polarizada por un alma, o, simplemente, por una forma-pensamiento (egrégora), ella adquiere y especializa cualidades y propensiones determinadas. En la medida, y siguiendo la cualidad del requisito externo, en que ella despierta y activa en sí (del Océano o Raíz de la Inteligencia Inmanente de la Naturaleza) las peculiares potencias ya dichas. La esencia elemental es sumamente impresionable y sensible al magnetismo propio de cada arquetipo intelectual o emocional con el que entra en contacto. Y responde en el lenguaje que le es propio – la infinidad de combinaciones cualitativas de los tanmatras (de la Filosofía Samquia), es decir, de los «sentidos de la Naturaleza«. Son estos: la raíz o esencia de los sonidos (a los que corresponden el oído en los seres animales), la esencia de los colores (… la visión), la esencia o raíz de las texturas o fibras eléctricas (…el tacto), la esencia de los residuos o cenizas de los procesos metabólicos del universo (… el olfato) y la esencia o destilación del néctar, o lectura de los significados de la vida (… el gusto).

(3) Citado en Helena Blavatsky – A Vida e a Influência Extraordinária da Fundadora do Movimento Teosófico Moderno, de Sylvia Cranston, Ed. Teosófica, Brasil.

(4) Sobre otros enfoques más de este vastísimo tema, nos tomamos la libertad de remitir al lector a nuestro libro «Logos, Devas e Elementais», Centro Lusitano de Unificación Cultural, Lisboa, 2002.

(5) …o también llamado ectoplasma, entre los espiritistas.

(6) No nos deberíamos asustar, porque hoy un «chip» contiene una inmensa cantidad de información, intelectual y visual.

(7) En uno de los muchos niveles de Akasha, de acuerdo con el Plano de manifestación en cuestión.

(8) La naturaleza mortal del hombre.

(9) Los isótopos pueden tener tiempos de vida variables. Algunos, los llamados de corta vida (como por ejemplo el Zr97), pueden tener una duración de ínfimas fracciones de segundo. En el universo infra-atómico, hay partículas, como un mesón-pi positivo o negativo, que tiene un tiempo de vida de 10-8 segundos. Una partícula W o Z vive apenas 10-25 segundos. ¿Quién puede decir, con absoluta seguridad y propiedad, que estas partículas no constituyen formas de vida elaborada y consciente?

(10) En nuestra Galaxia, la Vía Láctea, la estrella más antigua encontrada hasta el momento parece tener, según los astrónomos, 14 billones de años, prácticamente la edad estimada por ellos para el Universo físico.

(11) Para ser más precisos, es Fohat quien transforma al Akasha en Anima Mundi.El Espíritu puro, Uno e indivisible, aéreo e insubstancial, y dividido, por así decirlo, por su agente Fohat (o 1º Móvil o Fiat Creador, de la Tradición Judeo-Cristiana). Fohat es ese agente primero, la Electricidad Cósmica (y origen de la electricidad en el Microcosmos), que dinamiza y llama a la vida objetiva a todos los arquetipos, todas las potencias, mantenidas inertes y latentes, de la Ideación Cósmica. Es, pues, Fohat con su poder electro-vital quien promueve la diferenciación, llamando a la vida manifestada a cada átomo, cada forma, cada ser. Precisamente podemos leer en la Doctrina Secreta de Helena P. Blavatsky: «[Fohat] Penetrando en el seno de la Sustancia inerte, la impulsa a la actividad y dirige sus diferenciaciones primarias en los siete Planos de la Consciencia Cósmica. Actúa sobre la Sustancia manifestada, o Elemento único y, diferenciándolo en varios centros de energía, pone en acción la Ley de la Evolución Cósmica que, obediente a la Ideación de la Mente Universal, hace brotar todos los diversos estados del Ser (…) Es el lazo misterioso que une el Espíritu con la Materia, el Sujeto con el Objeto)». Fohat es el origen de la Voluntad, incluso de aquello que después en Física denominamos como «Fuerza». (De aquí se infiere que Fohat es la fuente de donde derivan todas las pequeñas o grandes voluntades particulares, y la fuerza o impulso que ellas constituyen; es el origen del movimiento que, a su vez, permite la acción.)

(12) El Gran Mar, María, Materia, y todas las demás raíces etimológicas idénticas de todas las civilizaciones y épocas. María, la Madre Virgen de toda la Creación, no es, de hecho, la madre antropomórfica que supusieran los cristianos poco o nada versados en Ciencia Espiritual. Es más bien, un símbolo cosmogónico universal, de remotísima antigüedad, y muy, muy anterior a la aparición del Cristianismo.

(13) En los textos de Filosofía Esotérica, principalmente los de Helena P. Blavatsky, se aborda, y se sintetiza este asunto enunciando (sólo) tres «tipos» de Almas: el Alma Espiritual, (del Plano Buddhico), inmortal; el Alma humana (del Plano Manásico Superior), perenne; y el Alma animal (del Plano Kámico y Mental Inferior), mortal.

–> Visto en: Revista Biosofia

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