Ser Uno en Cristo

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Basílica del Santísimo Sacramento

“Que todos sean uno: como tú, Padre, estas en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros” (Jn 17,21).

Cuando Jesús iba a partir de este mundo le oró a Dios Padre pidiendo por nosotros con estas palabras: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre (…) Pero ahora voy a ti y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos” (Jn 17,11-13).

Jesucristo nos invitó a ser uno con Él. ¡Qué regalo maravilloso! ¡Qué gracia excepcional poder unirse a la Gracia misma! Que generosidad darnos no solo lo mejor de sí mismo, sino a todo sí mismo, siendo que es puro Luz y puro Amor.

Estamos invitados a entrar a la casa del Padre, la de las muchas habitaciones, la de la Unidad resplandeciente que colma de Paz y llena de Sabiduría y Gozo.

Palabras sencillas y un acto de amor tan grande que dura eternamente y se actualiza cada día en la misa. Jesús se sigue dando, se sigue ofreciendo, nos sigue invitando a unirnos con Él, y en Él con nuestros hermanos.

¿Pero cómo? ¿Cómo le respondemos a Jesús y le decimos que sí, que queremos ser uno con Él, que queremos ser como Él, que queremos sentir nuestra alma llena del Espíritu Santo, llena de bendiciones, flotando en el gozo que quiso dejarnos?

 

Comunión

Le respondemos comulgando, comiendo el Pan de Vida que nos ofrece en la misa. ¡No solo nos ha hecho Cristo un enorme y eterno regalo sino que además nos lo ha dado de una forma muy fácil para que lo podamos recibir sin complicaciones! Si nuestro corazón está sediento del Agua Viva y del Pan del Cielo, basta que abramos nuestra boca con fe para que Jesús Eucaristía entre en nosotros y nos nutra con su Amor.

En la última cena con sus apóstoles Jesús “tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio diciendo: Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa diciendo: Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lc 22, 18-20).

Con simpleza y alegría nos pronunció estas palabras mediante las cuales entregaba su cuerpo y su sangre. Sabemos del enorme esfuerzo y padecimiento que tuvo que soportar en la cruz para concretar su oferta. Necesitamos su Cuerpo y su Sangre por sobre todas las cosas, para estar unidos a Él y vivir eternamente. Al recibirlo no nos olvidemos de decirle: Dios mío y Amor mío, gracias eternas por rescatarnos con tu cuerpo y con tu sangre, gracias por alimentarnos con ellos y darnos la vida eterna.

Comulgando, comiendo el Pan de Vida, nos unimos a Jesús y formamos parte de su Cuerpo Místico que es la Iglesia.

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Pan de Vida

Pan de Vida

Enseñando en Galilea antes de su pasión dijo Jesús claramente “Yo soy el pan de vida (…) Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiera de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Jn 6, 48-51).

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre en mí permanece y yo en él. Como me envió el Padre viviente y yo vivo por el Padre, así mismo el que me come, él también vivirá por mí” (Jn 6,54-57).

Comiendo a Jesús se nos abren las puertas a la vida eterna. Pero mejor aún, ya desde hoy nos unimos a Él, permanecemos en Él, somos Uno con Él y disfrutamos de su Gozo participando del abrazo con el Padre Santo.

Explica el monje trapense Bernardo Olivera: “Es verdad que en la Eucaristía nosotros comemos a Jesús. Pero no es la verdad completa. El misterio está en que es Jesús quien nos come a nosotros. En vez de cambiar el pan de nuestro cuerpo, nosotros somos cambiados en el cuerpo de Cristo. Y como el Espíritu Santo habita plenamente en el cuerpo de Cristo, así también habitará en plenitud en quienes son asimilados por este cuerpo. La Eucaristía nos llena del Espíritu y nos une a todos en el único Espíritu. ¡La Eucaristía edifica la Iglesia como Cuerpo del Resucitado!” (Bernardo Olivera, 2013, p.22).

Al entrar Cristo a través de nuestras bocas como Pan de Vida, asimilado en nuestro interior, nos transforma, nos une a Él como dijo hace dos mil años, y nos va haciendo cada vez más parecidos a Él. Explicó San Pablo “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Ga 2.20). Comulgar es entregarse y dejarse transformar por el Hijo de Dios, para ser cada vez más hijos de Dios en el Primogénito.

La Iglesia es el pueblo de Dios, la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Yendo a misa con el corazón abierto y con fe nos vamos uniendo al Señor y a nuestros hermanos. Nos vamos asimilando en Cristo, pareciéndonos cada vez más a Él. ¡Al menos un poco! ¡Al menos a eso estamos invitados!

 

Dios es amor

Dijo San Juan el evangelista: “Dios es amor, y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él (…) Pues como él es así somos nosotros en este mundo” (1 Jn  4,16-17).

Comulgando nos unimos a Cristo. Y como Cristo es Amor, podemos decir que si comulgamos en espíritu y en verdad, vamos creciendo en amor.  Los árboles se conocen por sus frutos: si nuestros frutos son compasivos y amorosos podemos afirmar con tranquilidad que estamos unidos al árbol de Cristo.

No es difícil encaminarse por el Camino del Amor, porque Jesús “nos amó primero” (1 Jn 4,19). Es fácil amar a quien te ama primero, y eso es lo que ha hecho Dios con nosotros. Nos dio su cuerpo y su sangre, para perdonarnos por todos nuestros pecados y que seamos uno con él. Y como somos uno con él, nos parecemos a él. Y Dios es amor. Así que nosotros, si somos de Dios, somos amor también.

 

Hoy (23/6/2017), en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesucristo, adoremos a quien nos ha amado hasta el extremo y permanezcamos en Dios amando y respetando a todos nuestros hermanos.

 

Fuentes y bibliografía

La Biblia

Olivera, Bernardo. Siguiendo a Jesús en María: orientaciones para una espiritualidad cotidiana. Vol.1 – 1ra ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Lumen, 2013.

 

Redactora: Cecilia Wechsler, integrante de la Gran Hermandad Blanca hermandadblanca.org

1 comentario

  1. el ritual de la iglesia católica está incompleto, tanto en palabras, para que la gente realmente entienda, como en su forma y simbolismo. el cura se toma el vino, él sí realiza el ritual completo, los tontos de los feligreses realizan el ritual incompleto, sólo comen el pan. esta es una magia por simpatía, además es magia tántrica. díganle a su buen monje trapense, que no hable tonterías. cuando he preguntado a innumerables curas, el porqué de su ritual incompleto, he obtenido estas respuestas: "Se pueden embriagar, el vino está caro, no alcanza la plata, siempre lo hemos hecho así, etc.". Quedaron mudos en sus respuestas de fondo sobre el verdadero significado del ritual. recomiendo a todos los lectores dejar de ir a misa, porque los curas quieren seguir dominando a los feligreses a través de rituales incompletos, ya que ellos son los "pastores" y los feligreses "las ovejas". les recomiendo comprar un misal, un buen vino tinto Cabernet-Savignon, una buena hogaza de pan de centeno, un buen cáliz de acero para repeler lo negativo, UNA BUENA MESA, UN MANTEL LIMPIO, CON SU CAMPANILLA, Y APRENDER A REALIZAR ESTE RITUAL DE LA MISA EN SU CASA. ¿NO DICEN QUE DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES?, 'Y QUE DONDE HAYA DOS O MÁS REUNIDOS EN MI NOMBRE, AHÍ ESTARÉ YO? BIEN, LLEGÓ EL MOMENTO. GRACIAS POR SU ATENCIÓN.

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