Sobre el servicio a uno mismo y el servicio a otros…

Rafael Bueno

servicio a otros el servicio a uno mismo y el servicio a los demas i220956

Tal vez ya hayas escuchado hablar sobre el servicio a uno mismo y el servicio a otros. Estos son dos términos que escuché por primera vez de David Topí, y que representan una manera más de intentar simplificar todo ese gran misterio que representa nuestro proceso evolutivo, y que busca entender en dónde estamos y hacia dónde vamos como humanidad. Entiendo que su objetivo es simplemente ayudarnos a entender un poco más sobre nosotros mismos.

Como ya he mencionado en el artículo «El Amor Es Energía Divina«, los seres humanos nos debatimos entre dos polaridades, las cuales pueden ser interpretadas como amor y miedo; luz y oscuridad; entendimiento e ignorancia; o, en este caso, como servicio a los demás y servicio a uno mismo, que es de lo que trata este artículo.

Servir es un verbo que implica ponerse a la disposición de otros con el fin de serles útil, lo que quiere decir que servir es una acción que se ejecuta para otros. Por tanto, hablar de servicio a uno mismo parece ser algo incoherente, pero no lo es. En realidad, el servicio a uno mismo lo que implica es verse como el centro o eje sobre el cual giran las vidas de los demás. Es decir, que todos existen con el único propósito de servirme a mí.

Por el contrario, el servicio a otros significa desarrollar la capacidad de entender a otros para así, desde sus diferentes perspectivas, tratar de ayudarlos.  Tanto el servicio a uno mismo como el servicio a otros son manifestaciones de nuestro nivel de consciencia.

El nivel de consciencia es un tema de distancia entre el individuo y La Fuente. Cuanto más alejado estoy de La Fuente, es porque menos entiendo de mí y de mi entorno, por lo que creo una percepción de separación, de desconexión de ella y de toda su creación. En ese escenario, yo, como individuo aislado de todo, me convierto en el centro de mi universo. Percibo la vida solo desde mi perspectiva. Todo lo que importa soy yo. El resto de las personas son solo adversarios o servidores, dependiendo del nivel de entendimiento que haya alcanzado. Entonces, vivo la vida desde el servicio a mí mismo, en una eterna competencia con los demás.

Por el contrario, el servicio a otros se manifiesta cuando la distancia entre La Fuente y yo es corta. Cuando he logrado un entendimiento bastante bueno de mí mismo, lo que me permite identificarme con todo cuanto existe muy fácilmente, porque me veo reflejado en la creación. Esa identificación es la que me hace desear que todos a mi alrededor estén bien, porque su bienestar es el mío. En ese nivel ya no existe la competencia, sino más bien la cooperación. Así, el éxito de los demás se convierte en mi éxito.

El servicio a uno mismo se manifiesta como egocentrismo

La Real Academia Española (RAE) define la palabra egocentrismo como «exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales«. Para una persona egocéntrica, el mundo gira en torno a sí misma. La única persona que tiene problemas es ella; los sentimientos que se lastiman son solo los suyos; solo ella tiene necesidades insatisfechas; sus alegrías están por encima de la dicha de los demás; sus opiniones son las únicas que cuentan; y así…

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Un rasgo muy particular en las personas egocéntricas es que hablan mucho y escuchan poco. Hablan mucho porque tienen mucho que decir de sí mismas, porque todo lo que les ocurre, lo que piensan, lo que sienten, o lo que les hacen, es tan importante, que merece la pena ser compartido. Así mismo, escuchan muy poco, si es que escuchan algo, y no prestan ninguna atención a lo que dicen los demás, porque sus mentes siempre están trabajando en función de sí mismas.

Por lo general, una persona egocéntrica no se toma el tiempo de escuchar, de ponerse en los zapatos de quien habla, para tratar de entender cómo se siente esa persona y, con esa base, tratar de aportarle algo positivo.  Todo lo contrario. Puede ocurrir, y de hecho ocurre con frecuencia, que, al tratar de contarle algo a una persona egocéntrica, la conversación termine girando en torno a lo que ella siente o padece.

Por eso sostengo que las personas egocéntricas viven sus vidas fundamentadas en el servicio a sí mismas. Usan a las personas a su alrededor para que las escuchen; para que se identifiquen con ellas; para que las ayuden; para que les sirvan. Su actitud es el resultado de su incapacidad de sentir empatía, porque aún no han alcanzado el nivel de consciencia necesario para darse cuenta de que todas las personas que le rodean son simplemente un espejo de sí mismas.

El servicio a otros se manifiesta como empatía

La empatía es la «capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos«, de acuerdo con la RAE. Y la identificación viene a ser una palabra clave en el paradigma de servicio a otros, ya que la identificación es una consecuencia directa de la proximidad a La Fuente: mientras más nos acercamos, más nos sentimos parte de todo lo creado.

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Ese sentimiento de integración con todo, es lo que nos permite «ponernos es los zapatos del otro» para ver la vida como el otro la ve, y desde esa perspectiva, tratar de ayudarla. Eso es empatía. Y de eso se trata el servicio a otros. De experimentar un deseo intenso de ayudar, siempre viendo la situación desde la perspectiva de los otros. No se trata de decidir qué es lo que la otra persona quiere para dárselo. Se trata de entender qué es lo que esa persona necesita, visto desde la perspectiva que ella lo ve.

Es común ver a personas que intentan ayudar a otras personas, pero sin siquiera tratar de entender qué es lo que necesitan o están buscando. Simplemente entregan lo que ellos consideran que el otro necesita. Y eso es una manifestación de egocentrismo: «yo sé lo que tú quieres«. En este escenario no existe empatía, por lo que no se está sirviendo al otro aunque se le esté dando algo. Uno se está sirviendo a sí mismo, porque está haciendo lo que quiere, y no lo que el otro quiere o necesita…

Intención: La diferencia entre el servicio a uno mismo y el servicio a otros

¿Cómo saber si realmente estás sirviendo a otros? Esa no es una pregunta fácil de responder, porque no estamos acostumbrados a hacer introspección. Todas las respuestas están adentro de nosotros, pero no estamos habituados a buscarlas allí. Todo lo contrario, las buscamos siempre afuera. Y es por eso que nunca las encontramos…

Para saber si realmente estás sirviendo a otros, primero debes descubrir por qué o para qué lo estás haciendo. Siempre hay un por qué o un para qué, que nos motiva a la acción. Detrás del por qué hay un deseo que tu Ser está manifestando. Detrás del para qué hay un objetivo, que tu mente ha calculado o establecido. Y para descubrir la diferencia, debes entender cómo te sientes cuando haces algo por alguien.

Si para ti es importante ver feliz a alguien más, y ese deseo no está supeditado a recibir algo de ella o de alguien más, entonces ese deseo responde a la pregunta ¿por qué? ¿Por qué lo haces? «Porque deseo ver a esa persona feliz«. Ese sería un  deseo completamente desinteresado de tu parte, cuyo único propósito es el de ver a esa persona feliz. Pero, si para ti es importante ver a esa persona feliz para que no te moleste, o para que te dé algo, o para que hable bien de ti, entonces tu deseo responde a la pregunta ¿para qué? ¿Para qué lo haces? «Para tener tranquilidad«; «Para recibir dinero«; «Para lograr una promoción«. Tu intención es obtener algo para ti.

Es tu intención lo que te mueve a actuar. Cuando tu intención es sacarle provecho a tu acción para tu propio beneficio, entonces lo que haces es servicio a ti mismo. Pero, si no existe un ¿para qué? Si lo haces por el puro deseo de ayudar a esa persona, o de verla feliz, sin esperar recibir nada como compensación de tu acción, entonces lo que haces es servicio a otros.

Estamos programados para el servicio a uno mismo

Somos una sociedad programada para el servicio a uno mismo. Todo cuanto hacemos tiene como premisa básica buscar nuestro propio beneficio. De hecho, vivimos en un sistema en el que la ganancia individual está por encima del interés común. Y todos aceptamos esa premisa sin siquiera cuestionarla.

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Por eso vivimos en una sociedad que posee la tecnología para desarrollar vehículos que usen energías limpias, pero seguimos usando vehículos que se mueven con energía fósil, altamente contaminante; por eso quemamos miles de hectáreas de selvas para practicar el monocultivo; por eso tenemos empleos que consumen las vidas de miles de millones de personas alrededor del mundo, a cambio de lo mínimo indispensable para sostenerlas, mientras que sus empleadores hacen más dinero de que podrán gastar en varias generaciones.

Mucho de lo que hacemos durante el transcurso de nuestras vidas lo hacemos en función del servicio a uno mismo, aunque no seamos conscientes de ello: en el trabajo competimos con otros por un mejor puesto; buscamos siempre quien haga nuestro trabajo: quien lave nuestro carro, quien corte nuestro césped o quien limpie nuestra casa; exigimos nuestros derechos cuando se trata de arreglar las calles, de la seguridad ciudadana o de cualquier otro tema comunitario, pero cuando se requiere nuestra colaboración o presencia, allí fallamos.

Vivimos en una sociedad en la que el servicio es algo por lo que hay que pagar. No es algo voluntario. Es algo carente de empatía, de amor y de deseo de hacer feliz a los otros. Pero, eso no significa que no podamos cambiar ese paradigma. Sólo significa que tenemos que esforzarnos por hacernos conscientes de que así actuamos, y que tenemos que enfocar nuestra voluntad en cambiar ese paradigma de servicio a uno mismo por uno de servicio a otros.

No digo que sea algo fácil. Tampoco digo que sea difícil. Solo digo que en el paradigma de servicio a uno mismo nos convertimos en una verdadera plaga para el planeta. Acabamos con recursos y personas solo para beneficio de ciertos individuos. Mientras que en el paradigma de servicio a otros, nos integramos con toda la creación, buscando siempre la cooperación para el beneficio de todos. Entonces, creo que vale la pena hacer el esfuerzo para cambiar el sistema. ¿No lo crees?

 

 

AUTOR: Rafael Bueno, redactor en la gran familia de hermandadblanca.org

1 comentario

  1. En mi opinión, claro que vale la pena hacer el esfuerzo para cambiar el sistema y hay personas que llevan intentándolo desde que su conciencia comenzó a despertar pero resulta tremendamente complejo despertar la conciencia de todas aquellas personas que, una vez que entran en el sistema, siguen los patrones marcados por este y centran su atención en el consumismo y en la superficialidad, lo cual desemboca en un tremenda hipocresía moral.

    Tolle lo comenta en uno de sus libros: "…Mientras la mente egotista dirija tu vida, no podrás sentirte verdaderamente tranquilo. Sólo podrás estar en paz o satisfecho durante los breves intervalos en los que consigas lo que deseas, cuando un anhelo acaba de quedar satisfecho. Como el ego es un sentido de identidad derivado de cosas externas, necesita identificarse con ellas. Necesita ser defendido y alimentado constantemente. Las identificaciones más habituales del ego guardan relación con las posesiones, con el trabajo, con tu estatus y reconocimiento social, con el conocimiento y la educación, con la apariencia física, con las habilidades personales, con las relaciones, con tu historia personal y familiar, con los sistemas de creencias y también con las identificaciones colectivas: nacionales, raciales, religiosas y otras. NINGUNA DE ESTAS IDENTIFICACIONES ES TÚ."

    Los que tienen la oportunidad de intercambiar frecuencias de la misma vibración, lo comentan en esos encuentros tan mágicos como fugaces -por aquello de la relatividad del tiempo tiempo- : "Por supuesto que es importante entrar en el sistema, pero con la intención de intentar aportar, en la medida de lo posible, ese granito de arena -a favor del despertar y en conexión con la fuente- para que los que vienen detrás puedan conseguir un mayor avance que el de uno."

    Enhorabuena por el artículo y gracias.

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