La doctrina de los Avatares, por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

Jorge Gomez (333)

Maestro Tibetano Djwhal Khul

Nota Clave: «Siempre que haya un debilitamiento de la Ley y un crecimiento de la ilegalidad en todas partes, entonces Yo me manifiesto.» «Para la salvación de los justos y la destrucción de aquellos que hacen el mal, para el firme establecimiento de la Ley, Yo vuelvo a nacer edad tras edad.» Bhagavad Gita Libro IV, Aforismos 7 y 8.

LA DOCTRINA DE AQUEL QUE VIENE

Enseñanza Occidental

LA DOCTRINA DE LOS AVATARES

Enseñanza Oriental

En todas las épocas, en muchos ciclos mundiales, en muchos países (y hoy en todos), han habido grandes momentos de tensión que se caracterizaron por un sentimiento de esperanzada expec¬tativa. Se espera a Alguien y Su venida es presentida. En el pasado, los instructores religiosos fueron siempre los que han fomentado y proclamado esta expectativa en su época, y lo han hecho en los momentos de caos y dificultades al acercarse el fin de una civilización o cultura, y cuando los recursos de las anti¬guas religiones parecían ser inadecuados para solucionar las di¬ficultades o resolver los problemas de los hombres.

La venida del Avatar, el advenimiento de Aquel que viene y, en términos actuales, la reaparición de Cristo, constituyen las notas clave de la preponderante expectativa. Cuando los tiempos están maduros, la invocación de las masas es suficientemente clamorosa y muy vehemente la fe de quienes saben, entonces Él ha venido, y esta antigua regla o ley universal no será hoy excep¬tuada. La reaparición de Cristo, el Avatar, ha sido, durante déca¬das, anticipada por los creyentes de ambos hemisferios no sólo por los cristianos, sino también por quienes esperan a Maitreya, al Boddhisattva y al Iman Mahdi.

Cuando los hombres sienten que han agotado todos sus recur¬sos, que han llegado al término de todas sus posibilidades innatas y que no pueden resolver ni manejar los problemas y condiciones que enfrentan, suelen buscar a un Intermediario divino y al Me-diador que abogue por su causa ante Dios y logre su salvación. Buscan un Salvador. Esta doctrina de Mediadores, Mesías, Cris¬tos y Avatares, abunda en todas partes y puede ser trazada como un hilo dorado que atraviesa todos los credos y Escrituras del mundo, relacionándolos con una fuente central de emanación. Incluso el alma humana es considerada el intermediario entre el hombre y Dios; incontables millones de seres humanos creen que Cristo actúa como el divino Mediador entre la humanidad y la divinidad.

Todo el sistema de revelación espiritual está basado –siempre lo ha estado- en la doctrina de la interdependencia y la vincu¬lación planificada, ordenada y consciente, y en la transmisión de energía desde un aspecto de la manifestación divina a otro des¬ de Dios que se halla en el «Lugar secreto del Altísimo», hasta el más humilde ser humano que vive, lucha y padece en la tierra. En todas partes existe esta transmisión de energía; Cristo lo ha dicho: «Yo he venido para que ellos puedan tener vida», y las Escrituras de todo el mundo hablan repetidamente sobre la in¬tervención de algún Ser, originario de una fuente más elevada que la estrictamente humana. Siempre ha aparecido el mecanismo apropiado a través del cual la divinidad puede llegar a comu¬nicarse con la humanidad, y la doctrina de los Avatares, o «Se¬res divinos que vienen» tiene que ver con esta comunicación y estos Instrumentos de energía divina.

Avatar es aquel que posee la capacidad (además de una tarea autoiniciada y un destino predesignado) de trasmitir energía y poder divinos. Esto constituye lógicamente un profundo misterio que Cristo demostró en forma singular y en relación con la energía cósmica. Por primera vez en la historia planetaria, hasta donde podemos saberlo, trasmitió la divina energía del amor directamente a nuestro planeta y en forma muy definida a la humanidad. A estos Avatares o Mensajeros divinos, también se los vincula con el concepto formulado por alguna Orden subjetiva espiritual, o Je¬rarquía de Vidas espirituales, que se ocupa de desarrollar el bienestar humano. Todo lo que realmente sabemos es que en el trans¬curso de las épocas, grandes y divinos Representantes de Dios personifican el propósito divino y afectan de tal manera el en¬tero mundo, que Sus nombres e influencias se conocen y se sien¬ten miles de años después que han dejado de caminar entre los hombres. Repetidas veces han venido y han cambiado al mundo legando una nueva religión mundial; sabemos también que por la promesa de la profecía y la fe, el género humano ha esperado su retorno en momentos de necesidad. Estas afirmaciones se re¬fieren a hechos históricamente comprobados. Más allá de esto se conocen muy pocos detalles.

La palabra sánscrita «Avatar», significa literalmente «des¬cendiendo desde muy lejos». Ava (como prefijo de verbos y sus¬tantivos verbales) expresa la idea de «lejos, lejano, distancia», Avataram (comparativo) más lejano. La raíz AV parece tras¬mitir la idea de protección desde lo alto, empleándose hoy en palabras compuestas que se refieren a la protección que provie¬ne de reyes o regentes; en lo que respecta a los dioses significa aceptación favorable cuando se ofrece un sacrificio. Puede de¬cirse que la raíz de la palabra significa: «Descendiendo con la aprobación de la fuente superior de la cual proviene, a fin de beneficiar el lugar para el que fue destinado.» (Diccionario Sáns¬crito de Monier Williams)).

Sin embargo, todos los Avatares o Salvadores mundiales, ex¬presan dos incentivos básicos: la necesidad de Dios de hacer con¬tacto con la humanidad y relacionarse con los hombres, y la ne¬cesidad que tiene la humanidad de entrar en contacto con la di¬vinidad y ser ayudada y comprendida por ella. Por estar su¬jetos a estos incentivos, todos los verdaderos Avatares son por lo tanto intermediarios divinos. Pueden actuar de esta manera porque se han emancipado completamente de toda limitación y sentimiento de egoísmo y separatividad, y ya no son de acuer¬do a las comunes normas humanas el centro dramático de sus propias vidas, como lo somos la mayoría de nosotros. Cuando han alcanzado esa etapa de descentralización espiritual pueden convertirse en verdaderos acontecimientos en la vida de nuestro planeta, porque todos los ojos dirigen sus miradas hacia Ellos, y todos los hombres pueden ser afectados por Ellos. Por lo tanto, un Avatar o un Cristo, aparece por dos razones: la incógnita e inescrutable Causa que lo impele a hacerLo y la demanda o la invocación de la humanidad misma. Un Avatar que llega es, en consecuencia, un acontecimiento espiritual que trae grandes cam¬bios y restauraciones, para inaugurar una nueva civilización o res¬tablecer «antiguos jalones» y llevar al hombre más cerca de lo divino. Han sido descriptos como «hombres extraordinarios que aparecen de vez en cuando para cambiar la faz del mundo e inau¬gurar una nueva era en el destino de la humanidad». Llegan en momentos de crisis; frecuentemente crean crisis, a fin de poner término a lo antiguo e indeseable, reemplazándolo por las for¬mas nuevas y más apropiadas para la evolucionante vida de Dios, inmanente en la naturaleza. Llegan cuando el mal predomina. Aunque sólo sea por esta razón podemos en la actualidad esperar un Avatar. El escenario adecuado para la reaparición de Cristo está ya preparado.

Hay Avatares de muchas graduaciones y clases; unos son de gran importancia planetaria porque expresan ciclos completos de futuros desarrollos y emiten la nota y la enseñanza que intro¬ducirán en Sí Mismos una nueva era y una nueva civilización: Ellos personifican las grandes verdades que las razas humanas deben tratar de conocer y constituyen todavía el objetivo de las más grandes mentalidades de la época, a pesar de ser incom¬prendidas. Determinados Avatares también expresan en Sí Mis¬mos la suma total de la realización humana y la perfección ra¬cial, llegando a ser los «hombres ideales» de las épocas. A otros más evolucionados se les permite ser custodios de algún prin¬cipio y cualidad divinos, que requieren una nueva presentación y expresión en la Tierra, y pueden serlo porque han logrado la perfección y alcanzaron la más elevada iniciación posible. Tie-nen el don de ser esas cualidades espirituales personificadas por¬que han expresado íntegramente tal cualidad y principio especí¬ficos, y pueden actuar como canales para trasmitirlos desde el centro de toda Vida espiritual. Ésta es la base de la doctrina de los Avatares y Mensajeros divinos.

Así fue Cristo, dos veces Avatar, no solamente porque emi¬tió la nota clave de la nueva era (hace más de dos mil años), y también en forma misteriosa e incomprensible personificó en Sí Mismo el divino principio del Amor, siendo el primero que re¬veló a los hombres la verdadera naturaleza de Dios. La deman¬da invocadora de la humanidad (el segundo de los incentivos que producen una Aparición divina) tiene un efecto poderoso, pues las almas de los hombres poseen, especialmente cuando actúan en forma conjunta, algo que es afín con la naturaleza divina del Avatar. Todos somos Dioses e hijos de un solo Padre, como lo ha dicho el último Avatar que ha venido, el Cristo. En cada co¬razón humano existe ese centro divino que, cuando entra en ac¬tividad, puede evocar respuesta desde ese elevado Lugar donde Aquel que viene espera su momento oportuno para aparecer. úni¬camente la demanda unida de la humanidad y su «intención ma¬siva» puede precipitar el descenso (como se lo denomina) de un Avatar.

Resumiendo: la doctrina de los Avatares y la doctrina de la continuidad de la revelación van paralelas. En todas las épocas y en cada gran crisis humana, y siempre en las horas de nece¬sidad, en la creación de una nueva raza o en el despertar de una humanidad preparada para recibir una nueva y más amplia misión, el Corazón de Dios impulsado por la Ley de Compasión ¬envía un Instructor, un Salvador del mundo, un Iluminador, un Avatar, un Intermediario Transmisor, un Cristo. Trae el mensa¬je de curación que indicará el próximo paso que la raza humana debe dar; además iluminará un oscuro problema mundial, e im-partirá al hombre el conocimiento de un aspecto de la divinidad hasta ahora incomprendido. La doctrina de los Avatares, Men¬sajeros divinos, Apariciones divinas y Salvadores, está fundada en el hecho de la continuidad de la revelación y en la secuencia de esta manifestación progresiva de la naturaleza divina. La historia da testimonio inequívoco de todos Ellos. En la realidad de esta continuidad, de esta secuencia de Mensajeros y Avata¬res y en la horrenda y espantosa necesidad de la humanidad de esta época, se basa la expectativa mundial de la reaparición de Cristo. El reconocimiento innato de estas realidades ha produ¬cido el clamor invocador, elevado constantemente por la huma¬nidad, en demanda de algún alivio o intervención divina; el re¬conocimiento de estos hechos también inspirará el mandato que ha surgido desde «el centro donde la voluntad de Dios es conocida para que el Avatar venga nuevamente; el conocimiento de ambas demandas indujo al Cristo a prometer a todos Sus dis¬cípulos del mundo que Él reaparecería cuando hayan realizado el trabajo preparatorio necesario.

Los Avatares más comúnmente conocidos y reconocidos son: Buda en Oriente y Cristo en Occidente. Sus mensajes son fa¬miliares a todos, y los frutos de Sus vidas y palabras han condi¬cionado el pensamiento y la civilización de ambos hemisferios. Debido a que son Avatares humanos divinos, representan aque¬llo que la humanidad puede comprender fácilmente, porque su naturaleza es igual a la nuestra, «carne de nuestra carne, es¬píritu de nuestro espíritu»; los conocemos y confiamos en ellos, significando para nosotros más que otras Apariciones divinas. Son conocidos por millones de seres que también Los conocen, confían en Ellos y Los aman. Cada uno estableció un núcleo de energía espiritual que está más allá de nuestra capacidad de comprensión. La tarea incesante de un Avatar consiste en esta¬blecer un núcleo de energía persistente y espiritualmente positi¬vo; enfoca o introduce una verdad dinámica, una potente forma mental o un vórtice de energía magnética en el mundo del hu¬mano vivir. Este punto focal actúa acrecentadamente como trans¬misor de energía espiritual; permite a la humanidad expresar alguna idea divina que con el tiempo produce una civilización con su consiguiente cultura, religión, política, gobierno y méto¬dos educativos. Así se hace la historia, la cual después de todo no es más que el registro de la reacción cíclica de la humanidad hacia alguna afluyente energía divina, hacia un líder inspirado o algún Avatar.

Un Avatar es por lo general, por tiempo indefinido, un Re¬presentante del segundo aspecto divino, el de Amor Sabiduría, el Amor de Dios. Se manifestará como un Salvador, un Cons¬tructor, un Preservador; la humanidad no está todavía suficien¬temente desarrollada ni adecuadamente orientada hacia la vida del Espíritu como para resistir fácilmente el impacto de un Ava¬tar que exprese la dinámica voluntad de Dios. Para nosotros (y ésta es nuestra limitación), Avatar es aquel que preserva, desa¬rrolla, construye, protege, ampara y socorre los impulsos espi¬rituales por los cuales vive el hombre. La necesidad del hombre y su demanda de preservación y ayuda, hace que Él se manifies¬te. La humanidad necesita Amor, comprensión y correctas re¬laciones humanas, como expresión de una divinidad realizada. Esta necesidad nos trajo anteriormente al Cristo como Avatar de Amor. Cristo, ese gran Mensajero humano divino, debido a su magna realización — en el sentido de su comprensión tras¬mitió a la humanidad un aspecto y una potencialidad de la na¬turaleza de Dios mismo, el principio Amor de la Deidad. La luz, la aspiración y el reconocimiento de Dios Trascendente ha sido la expresión vacilante de la actitud humana hacia Dios, antes del advenimiento del Buddha, el Avatar de la Iluminación. Cuando vino el Buddha demostró en su propia vida la realidad de Dios Inmanente y de Dios Trascendente, de Dios en el universo y de Dios en la humanidad. La individualidad de la Deidad y del yo en el corazón del hombre llegó a ser una realidad en la con¬ciencia humana. Fue una verdad relativamente nueva para el hombre.

Sin embargo, las Escrituras mundiales acentuaron muy poco a Dios como aspecto Amor, hasta que vino Cristo y vivió una vida de amor y de servicio y dio a los hombres el nuevo man¬damiento de amarse los unos a los otros. Después de su venida como el Avatar de Amor, Dios llegó a ser conocido como amor supremo, amor como meta y objetivo de la creación, amor como principio fundamental de las relaciones y amor que actúa en todo lo manifestado, que se dirige hacia un Plan motivado por el Amor. Cristo reveló y acentuó esta divina cualidad, que al¬teró el vivir, las metas y los valores humanos.

La razón por la cual Él no ha venido nuevamente se debe a que sus seguidores no han realizado el trabajo necesario en to¬dos los países. Su venida depende en gran parte, como veremos más adelante, de que se establezcan las correctas relaciones hu¬manas, lo cual fue obstaculizado por la iglesia en el transcurso de los siglos, y no ha ayudado a ello debido a su fanatismo de hacer «cristianos» a todos los pueblos, en vez de seguidores del Cristo. Ha recalcado la doctrina teológica y no el amor y la comprensión amorosa como Cristo la ejemplificó. Predicó la doctrina del iracundo Saúl de Tarso y no la del bondadoso car¬pintero de Galilea. Por eso Él está esperando. Pero su hora ya ha llegado, debido a la «necesidad» de todos los pueblos, a la demanda invocadora de las masas de todas partes y a la pe¬tición de Sus discípulos que profesan todos los credos y reli¬giones del mundo.

No nos es dable conocer aún la fecha y el momento de Su reaparición. Su venida depende de la demanda (tantas veces si¬lenciosa) de todos los que aguardan con intención masiva; tam¬bién de que las correctas relaciones humanas estén mejor esta¬blecidas, y de determinado trabajo que realizan hoy los Miembros avanzados del Reino de Dios, la Iglesia Invisible, la Jerarquía espiritual de nuestro planeta; además depende hoy de la cons¬tancia de los discípulos de Cristo en el mundo y de Sus cola¬boradores iniciados que actúan en los numerosos grupos religio¬sos, políticos y económicos. A esto debe agregarse lo que los cristianos acostumbran llamar «la Voluntad inescrutable de Dios», ese propósito no reconocido del Señor del Mundo, el Anciano de los Días (como se lo llama en El Antiguo Testamento), Que co¬noce Su propio pensamiento, irradia la cualidad más elevada del amor y enfoca Su voluntad en Su propio lugar elevado, dentro del centro donde «la voluntad de Dios es conocida».

Cuando aparezca el Cristo, el Avatar de Amor, entonces «Los hijos de los hombres que son ahora los hijos de Dios apartarán Sus rostros de la Luz resplandeciente e irradiarán esa Luz sobre los hijos de los hombres que todavía no saben que son los hijos de Dios». Entonces aparecerá Aquel que viene; Sus pasos se acelerarán en el valle de las sombras, porque el Todopoderoso que se halla sobre la cumbre de la montaña, exhala amor eter¬no, luz suprema y pacífica y silenciosa voluntad.

«Entonces responderán los hijos de los hombres. Una nueva luz brillará en el cansado y lúgubre valle de la tierra. Una nueva vida circulará por sus venas y su visión abarcará todos los caminos de lo que vendrá».

«Así vendrá nuevamente la paz a la tierra, pero una paz desconocida hasta ahora. Entonces la voluntad al bien florecerá como comprensión, y la comprensión fructificará como buena vo¬luntad en los hombres.»

CAPÍTULO 1 La doctrina de los Avatares, por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

Extracto del libro: La Reaparición de Cristo, Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul (Alice A. Bailey)

3 comentarios

  1. Muy buena compilación. Sin embargo, y creo que por el grado de conocimiento que tenés de los libros azules, también estaría buena la reflexión de las posibilidades, también presentes, de la aparición de quien podría representar al Morador del Umbral, encarnando a la personalidad o no-yo de la humanidad y cuales serían las consecuencias: un Juicio Divino, en el cual se conocería la Voluntad de la divinidad antes de que lleguemos a comprenderla, sumado a la respuesta de la naturaleza, que por Ley, también actuaría. Son tiempos de reflexión y discernimiento. El trabajo de restauración a partir de la 2da. G.M. no se desarrolló como era deseable. No se puede hablar de buena voluntad mundial cuando miles de seres humanos padecen los horrores de la guerra mientras las Naciones Unidas mira para otro lado y los niños de pre escolar en naciones como estados unidos comienzan a ser educados para la homosexualidad como algo normal, no solo entre sus padres adoptivos o propios, sino hacia su propio comportamiento en relación con sus pares. No es deseable ni eso ni que apartemos el rostro de los hechos cotidianos en una humanidad que se ve conducida por inteligencias de maldad para evitar el desarrollo espiritual de la humanidad, como lo dejara claro en una de sus últimas cartas el maestro D.K. ¿Estamos realmente a la altura de la oportunidad?
    Saludos fraternos.

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