Fundamentos primeros de la Teosofía, por C. Jinarajadasa 1912

Jorge Gomez (333)

Teosofia Logo Oro Color Este libro es el resultado de una serie de conferencias dadas en Chicago, en 1909. Entonces se hizo una tentativa de exponer la Teosofía a grandes auditorios con la ayuda de diagramas. Se prepararon clisés y se proyectaron con linterna sobre una pantalla, y se vió que había una gran ventaja para el auditorio en tener a la vista los diagramas mientras oía al conferenciante en la disertación de su tema.

Inmediatamente después de terminar la serie, tuve la intención de escribir las conferencias para su publicación. De los diagramas se prepararon en seguida las planchas, y los tres primeros capítulos aparecieron en 1910, en The Theosophic Messenger, órgano de la Sección Americana de la Sociedad Teosófica. El haber necesitado once años para terminar los doce capítulos restantes indica cómo entre conferencias, correspondencia, trabajo literario y viajes ocupan toda la vida del obrero teosófico. No me pesa, sin embargo, la demora en completar la obra, porque los años transcurridos han profundizado mi comprensión de la Teosofia y me han capacitado para dar una exposición más plena de la materia.

Varios teósofos han tenido la generosidad de cooperar conmingo en el plan de esta obra; y a quien entre ellos debo mayor gratitud es Mr. Ralph E. Packard, quien en 1909 hizo en Chicago los diagramas originales para los clisés de la linterna.

La mitad de los diagramas de este libro fueron preparados por él. Durante tres meses, noche por noche, después de terminar su labor diaria como dibujante de una oficina ferroviaria, estuvo trabajando en dibujar los diagramas según mis diseños.

A Mr. Claude F. Bragdon debo dos diagramas, figs. 67 y 78.

Los dibujos de los Sólidos Platónicos, figs. 81 y 104, se sacaron de los hermosos modelos hechos por mister G. E. Hemus de Auckland y fueron cuidadosamente fotografiados para mi por Mr. Ragnar Lindberg, de la misma ciudad. Las figs. 87,

88 y 103 fueron dibujadas por Mr. E. Warner, de Sydney, y la 82 se la debo a don Manuel Treviño, de Madrid.

Quedo obligado a varias publicaciones por algunos diagramas. Debo la fig. 5 a First Course in Zoology, de T. W. Galloway; las 14 y 15, a Knowledge and Scientific News; las 21-24, a Atlantis, de Scott-Elliott (cuyos originales fueron dibujados, sin embargo, por C. W. Leadbeater, después de haber consultado los anales ocultos); la 48, a Splendour of the Heavens, de Hutchinson; la 94, a los editores de los cuadros de la Mitología India de Ravi Varma; la 105, a Mineralogía Generale, de L. Bombicci (Milán), y la 107, a Country Life.

Debo las gracias a la Sección Americana de la S. T. por haberme facilitado por conductor del Dr. Weller Van Hook, Secretario general de la misma en 1907-1911, sesenta y cinco de las planchas empleadas en el libro y que originariamente fueron preparadas para su publicación en The Theosophic Messenger. Ninguno de mis diagramas es propiedad, y puede reimprimirlos cualquiera como están o modificándolos como mejor le parezca.

El índice de esta cuarta edición (1928), ha sido preparado por el señor P. Pavri, a quien doy cordiales gracias por su trabajo.

C.J.

 

INTRODUCCIÓN

Teosofía es la sabiduría adquirida por el estudio de la evolución de la vida y la forma. Existe ya esta sabiduría, porque durante largas edades se han dedicado a este estudio investigadores versados en los misterios de la naturaleza, llamados Maestros de la Sabiduría: almas que, habiendo traspasado la etapa humana, gozan ya de la inmediata superior, la de Adepto.

La Suma de conocimientos acumulada por la investigación y la experiencia de una serie no interrumpida de Adeptos es la Teosofía.

El hombre al alcanzar el adeptado deja de ser meramente uno de tantos en el proceso de la evolución, y entra en las funciones de Maestro y Director de ella bajo la superintendencia de una gran Conciencia que en Teosofía se llama el Logos. Como cooperador con el Logos, se halla ya capacitado para ver la Naturaleza desde su punto de vista y, hasta cierto punto, para examinarla, no en calidad de criatura, sino con su

Criador. Este examen se llama hoy Teosofía.

Estos Maestros de la Sabiduría, agentes del Logos, dirigen el proceso evolutivo en todas sus fases, actuando cada uno en su especial departamento de la evolución de la vida y de la forma. Constituyen lo que se llama la Gran Jerarquía o Gran Fraternidad Blanca. Ellos son los que guían la construcción y destrucción de las formas por mar y tierra; los que dirigen el encumbramiento y la decadencia de las naciones, dotándolas de la Sabiduría Antigua, a cada una en la medida necesaria para su bienestar y adecuada para su capacidad de asimilación.

Esta sabiduría se da unas veces por vía indirecta; esto es, por conducto de los pesquisidores del conocimiento, a quienes, inspirándolos, invisibles, guían hacia los descubrimientos, y otras directamente como revelación. Ambos procedimientos pueden observarse hoy en el siglo veinte. Por el indirecto, los Maestros de la Sabiduría, que tienen a su cargo la evolución de todo lo que vive, suministran la Sabiduría, la ciencia de los hechos, dirigiendo e inspirando ocultamente a los obreros de la ciencia, y por el directo, en un cuerpo de conocimientos que se llama Teosofía.

La Teosofía es, pues, en cierto modo, una revelación; pero es una revelación de conocimiento por los que lo han adquirido ya a los que aun no lo han alcanzado. Al principio se presenta como hipótesis, y sólo por el experimento y la experiencia se convierte en conocimiento personal.

La Teosofía no nos proporciona: hoy pleno conocimiento de todos los hechos. Sólo participamos del poco detallado de algunos hechos y leyes, suficiente para incitamos al estudio y a la investigación, pero que deja aún innumerables huecos que llenar. Se van llenando por individuos que trabajan junto a nosotros; pero la porción de conocimiento que nosotros poseemos con relación a la que aun está por descubrir o revelar es como una gota en el Océano. No obstante, lo poco que poseemos tiene un encanto maravilloso y revela donde quiera nueva inspiración y belleza.

La Teosofía de nuestros días, la literatura teosófica moderna, trata principalmente de la evolución de la Vida; pero el conocimiento de la evolución de las Formas, acumulado en todos los aspectos de la Ciencia moderna, constituye igualmente una parte de la Sabiduría Antigua. En ambas hay huecos que llenar, pero una mirada atenta las revela como complementarias.

En esta exposición de la Teosofía, como en toda labor científica, hay dos elementos que deslindar. Un escritor expone hechos aceptados por todos o por la mayoria de los investigadores científicos; pero también puede incluir el fruto del trabajo de unos pocos o del suyo propio, que requiere confirmación o revisión; y por inconsciencia o por falta de preparación científica puede no separar estos dos elementos. Del mismo modo, aun dado que las ideas principales de la obra puedan considerarse teosóficas y de exposición bastante correcta del conocimiento revelado por los Maestros de la Sabiduría, puede comprender otras que no merezcan esta dignidad. Pero la Verdad, después de todo, es materia de propia investigación, y lo más que nos pueden hacer otros es mostrarnos el camino. Las verdades demostradas por la ciencia y lo que puede no ser más que opinión personal y errónea deben someterse a un mismo patrón.

Aunque en sus ideas fundamentales la Teosofía es una revelación, sólo tiene autoridad para el que la acepta. No obstante, puesto que el hombre debe estar dispuesto a mantenerse o sucumbir por la más noble hipótesis de la vida que su corazón y su mente perciban, esta obra se dirige a mostrar que la hipótesis está en la Teosofía.

 

CAPÍTULO I

LA EVOLUCIÓN DE LA VIDA Y DE LA FORMA

No hay mejor preparación para la comprensión clara de la Teosofía que una idea general de la ciencia moderna. La ciencia estudia y clasifica hechos y descubre leyes, y la Teosofía trata también de los mismos hechos; y, aunque la clasificación puede ser distinta, las conclusiones en esencia son las mismas. La discordancia no dimana de que la Teosofía discuta los hechos presentados por los científicos; sino simplemente de que antes de llegar a las conclusiones toma en cuenta hechos adicionales que la ciencia moderna desatiende o no ha descubierto aún. No hay más que una Ciencia mientras no cambien los hechos: lo estrictamente científico es teosófico y lo verdaderamente teosófico se halla en armonía con todos los hechos y, por tanto, es lo más encumbrado de la Ciencia.

La obra más grande de la ciencia moderna es la presentación de los fenómenos de la existencia como factores de un gran proceso llamado evolución. Si nos formamos un concepto, aunque sea tosco, de lo que se entiende por evolución según la ciencia, nos habremos capacitado para comprenderla según la Teosofía.

En primer término fijemos la atención en la gran nebulosa de Orión (fig. 1). Es una masa caótica de materia a una temperatura elevadísima y de millones y millones de kilómetros de diámetro; indefinida, brumosa, llena de energía, pero de una energía que en lo que alcanza nuestra visión no cumple trabajo alguno útil. ¿Qué resultará de esta nebulosa? ¿Permanecerá siempre caótica o experimentará algún cambio?

Por la observación de la nebulosa de la Osa Mayor (fig 2) podremos imaginarnos su probable transformación, su próximo paso.

Figura 1 (izquierda)

Figura 2 (derecha)

La nebulosa ha adquirido un movimiento en espiral. Gira y su materia tiende a congregarse en torno de un núcleo. Con el tiempo la masa esférica irá aplanándose; y, a medida que se contrae, anillo tras anillo de materia se irán desprendiendo del núcleo central, que va enfriándose. Al paso de millones de años, también estos anillos se romperán, y cada uno de ellos aglomerado alrededor de un núcleo, constituirá un planeta y, conservando su movimiento de origen de la nebulosa, girará en derredor de un sol central. También puede ocurrir que la nebulosa en su rápida rotación sin dividirse en anillos arroje fragmentos de su periferia, que, al condensarse más tarde, formen los planetas. Pero en ambos casos la caótica nebulosa original se convertirá en un ordenado sistema solar con un sol central y planetas que giren en su derredor como el que nos sirve de morada (fig. 3).

¿Cuál será la siguiente etapa? En esta época habrán aparecido dentro del sistema solar los elementos químicos más livianos: hidrógeno, carbono, nitrógeno, oxígeno, fósforo, calcio, hierro y otros, que entrarán en ciertas combinaciones; y entonces hará la Vida su primera aparición en el protoplasma, su primera forma. ¿y luego?

También este protoplasma se organiza en grupos y combinaciones formando organismos vegetales y animales. Veamos lo que le sucede al constituirse en organismos vegetales.

Desde el principio se notarán dos actividades en esta materia viviente: una para retener su vida durante el mayor tiempo posible por medio de la nutrición; otra para producir

otro organismo semejante al suyo. Bajo el impulso de estos dos instintos irá desenvolviéndose; es decir, el organismo simple irá adquiriendo una estructura compleja. Este proceso continuará grado por grado hasta que vaya surgiendo lentamente

un reino vegetal en cada planeta .como tenemos en el nuestro (fig. 4). Cada estado de la evolución será el resultado del desarrollo del precedente, que habrá adquirido mayor

Figura 3

capacidad para prolongar su existencia y dar nacimiento a otras. Cada límite implicará mayor desarrollo que el rebasado. Los organismos unicelulares: bacterias, algas y hongos, se transformarán en plantas de reproducción por esporas con capacidad para

multiplicarse por un procedimiento nuevo, y que más tarde serán substituidas, a su vez, por otras de propagación más fácil por semillas; y más tarde aun vendrán las floríferas, de las que cada organismo individual conservará su vida con menor gasto de energía y al mismo tiempo dará nacimiento a gran número de individuos. Paso a paso el organismo se hace cada vez más complejo; pero esta complejidad le da aptitud para una vida más satisfactoria; es decir, para reproducirse con el menor consumo de energía, prolongar su existencia, y, al propio tiempo, producir un tipo de progenie de nuevas y

mayores potencialidades de expresión que sus progenitores.

Por un procedimiento semejante da el protoplasma origen al reino animal. De los protozoarios, organismos simples unicelulares, vienen paso a paso los diversos grupos de invertebrados (fig. 5). La complejidad va creciendo de grupo en grupo desde los organismos unicelulares hasta los multicelulares con tejidos y sistemas nervioso y circulatorio. La protección del tronco nervioso central por las vértebras trae los

vertebrados, y de un orden de éstos, los reptiles, proceden los mamíferos, entre cuyos tipos superiores se encuentran los primates. De éstos el mejor organizado es el hombre.

También en el reino animal existen los instintos de conservación y de propagación. A medida que la estructura se hace más compleja, el organismo adquiere mayor capacidad

de adaptación a los cambios del medio ambiente, mayor aptitud para vivir y producir organismos similares a los suyos con menor gasto de fuerza. Pero entre los vertebrados superiores aparece un nuevo elemento de vida.

Figura 4

“Al contemplar la vida en su larga serie de formas ascendentes vemos que los seres inferiores consumen todas sus energías en su propia sustentación y la de su raza. Todo progreso en la organización por obtención de alguna economía, hace más fácil la conservación de la vida. De suerte que las energías extraídas de cierta cantidad de alimento exceden de las suficientes para proveer a las necesidades del individuo y de

la progenie, y queda por tanto, un sobrante cuyo empleo no ha sido necesario. Pues bien, a medida que elevamos la vista hacia tipos superiores de criaturas, que gozan de estructura más desarrollada, va creciendo la cuantía de este remanente; y los superiores no solamente cesan de buscar alimento durante grandes intervalos de tiempo, sino que no es raro en ellos un consumo espontáneo de acumulada energía en sus deleitosas actividades a que llamamos juegos. Esta verdad general debe reconocerse como posesión de la vida en sus formas culminantes, ya de la humana, ya de otra cualquiera. El progreso de la humanidad consiste, en cierto modo, en la manera de obtener del trabajo cada vez mayor rendimiento de vida y reservar de ésta cada vez más para esparcimientos: cultura recreativa, deleites estéticos, viajes, juegos, etc.” (Herbert Spencer, Life, I. 477).

Figura 5

Desde la caótica nebulosa de un tiempo hasta el hombre del día, que piensa, juega y ama, se extiende el proceso llamado evolución. Un caos se ha convertido en un cosmos con ordenados hechos que la mente humana puede registrar leyes; lo inestable, a-dharma, se ha convertido en lo estable, dharma. En el siguiente diagrama (fig. 6) podemos ver los principios de conversión del Uno en Muchos, del desorden en orden.

Es cierto que no hay inteligencia humana que haya visto el principio ni el curso del proceso hasta nuestros días y que, por tanto, pueda trazar por observación directa cada pase de la evolución ni siquiera afirmar que ésta sea un hecho.

Lo único que podemos hacer es reconstruir este proceso observando las diferentes clases de nebulosas, estudiando la estructura de los organismos extinguidos y vivos, juntando una cola de acá con un ala de allá. Nadie puede asegurar que el universo no haya surgido en toda su complejidad hace unos miles de años, inmediatamente antes de empezar la tradición histórica:, ni que no dejará mañana de existir; pero no puede el hombre satisfacerse con tomar nota de los breves momentos del presente que su conciencia pueda retener; necesita un concepto de la naturaleza con un pasado y un futuro que la analogía exige también para el proceso de la evolución. En cierto modo, la evolución no es más que una hipótesis; pero es la más satisfactoria en toda la historia de la humanidad y que, una vez aceptada, se la nota en todas partes, a la vista de todos.

A pesar de lo fascinadora que es la contemplación del cosmos a la luz de la evolución, confonne enseña la ciencia moderna, contiene, sin embargo, un elemento sombrío; y es

la insignificancia de la parte que toma el individuo en el eterno drama. La naturaleza en su labor evolutiva prodiga sus energías, construyendo forma tras forma. Parece una terrible disipadora que produce muchísimas más formas de las que su previsión cuida de mantener. El tiempo no cuenta, y el individuo muy poco; sólo mientras vive. Durante su corta vida, la naturaleza le sonríe, lo acaricia, como si todo estuviera dispuesto para su felicidad; pero en cuanto ha ejecutado el gesto señalado por ella, después de que la ha enriquecido con su prole o ha modificado algo con su actuación el ambiente para otros, viene la muerte y lo aniquila. Este yo soy yo, que nos impele a vivir, a luchar y a gozar, cesa de ser, porque no somos nosotros los que interesamos, sino la especie. «Tan cuidadosa parece ella de la especie como descuidada de la vida individual.» ¿Dónde están ahora Nínive y Babilonia, «la gloria que fue Grecia y la grandeza que fue Roma?»

“Todo es de noches y días un tablero

do el Destino con hombres por piezas juega;

se mueven, dan jaque y mate, y tras la brega

uno por uno atrás vuelven al fichero.”

Bajo este aspecto la evolución es terrible; es un proceso mecánico, firme en su omnipotencia y crueldad. Sin embargo, puesto que, después de todo, es un proceso, quizá no hagan al caso consideraciones personales sobre si nos agrada o no; pero como hombres de inteligencia y deseos aportamos nuestro elemento personal a nuestro concepto de la vida; y la perspectiva individual no es alentadora. Somos como burbujas en el mar involuntariamente traídas, y dejamos de existir, sujetos a un proceso en que no podemos intervenir. Somos “de la misma sustancia de que se forman los sueños, y nuestra corta vida se halla envuelta en un sueño”.

Figura 6

¿Existe un concepto del proceso evolutivo de perspectiva más lisonjera? Sí, y es el que la Teosofía nos ofrece en la doctrina de la evolución de la Vida a través de la evolución de las formas.

Cuando el científico de nuestros días examina la naturaleza, encuentra en ella dos elementos inseparables: materia y fuerza; y a un tercero al que nosotros conocemos como vida, lo considera como mutua acción entre ambos. Ve en la materia posibilidades de vida y conciencia; y a ninguna de estas dos concede capacidad para una existencia independiente de aquella. En esencia no es erróneo este concepto, pero, según la Teosofía, necesita una modificación que pudiera ser como sigue.

Así como no existe materia sin fuerza ni fuerza que no afecte a la materia, y sin embargo ninguna de ellas es producto de la otra, así también hay una relación semejante entre vida y materia. Son inseparables, pero no la una producto de la otra.

Hay en el universo tipos de materia más finos que los reconocidos por nuestros sentidos o ponderados por los instrumentos más delicados, así como muchas formas de energía, de las que el hombre sólo ha descubierto aún algunas; y una de ellas, que actúa en conjunción con ciertos tipos de materia ultrafísica, se llama Vida. Esta vida se desarrolla; es decir, se va haciendo lentamente cada vez más complexa en su manifestación.

La complejidad de las actividades vitales se efectúa por la construcción de organismos en la materia que percibimos por nuestros sentidos. (Existen otros modos de actividades vitales, pero, por el momento, limitaremos nuestra atención a las que pueden percibir nuestros sentidos.) Es la vida la que mantiene por cierto período de tiempo los elementos químicos como organismo viviente; y en esta actuación gana en complejidad por las experiencias que recibe a través de sus receptáculos. Lo que nosotros tomamos por muerte del organismo es la retirada de la vida para pernlanecer por algún tiempo

disociada de las formas inferiores de la materia, aunque unida todavía a las ultrafisicas. A la muerte, al retirarse del organismo, la vida retiene las experiencias adquiridas por medio de él, como nuevos hábitos, para transmutarlos en capacidades para la construcción de formas, que se utilizarán en sus próximos esfuerzos para construir un nuevo organismo.

En la fig. 7 podemos hacer una idea clara del concepto teosófico de la Evolución de la Vida. Al no mirar más que a las estructuras, sólo tomamos en cuenta un lado de la evolución, porque detrás de cada forma hay una vida. Al morir la planta no muere la vida que la hace vivir y la impele a reaccionar sobre lo que la rodea. Sabemos que cuando una rosa se marchita y muere y desaparece en polvo, nada se destruye de su materia; todas sus partículas siguen existiendo, porque la materia no puede aniquilarse; y lo mismo sucede a la vida que de los elementos químicos hizo una rosa. Se retira por

algún tiempo para reaparecer construyendo otra rosa. La experiencia adquirida del sol y de la tempestad, de la lucha por la existencia, en la primera rosa, se utilizará lentamente en la confección de otra, que estará mejor capacitada para vivir y propagar su especie.

Así como un organismo individual es una unidad dentro de un grupo, la vida contenida en él forma también parte de un alma-grupo. Tras los organismos del reino vegetal está el alma-grupo vegetal, depósito indestructible de las fuerzas vitales que van adquiriendo complejidad por la construcción de formas vegetales. Cada unidad de vida de esta alma-grupo, al venir a la tierra en un organismo, trae la suma total de experiencias de los organismos anteriores construidos por el alma-grupo; y, al volver a él cuando muere, aporta lo ganado en facultad de reaccionar en nuevos modos sobre el ambiente.

Otro tanto ocurre en el reino animal; cada especie, género y familia tiene su compartimiento en el alma-grupo animal colectivo. También al hombre alcanza este principio; sólo que éste ha traspasado ya la etapa de pertenecer a un alma-grupo.

Cada hombre es una vida individual, y aunque está ligado de un modo misterioso a todos sus semejantes en Fraternidad de Hombre, sigue su propio camino modelando su porvenir. Retiene todas las experiencias que ha ganado vida tras vida y no las comparte con los demás a no ser por propia voluntad.

No existe en la naturaleza nada que signifique muerte en el sentido de reducción a la nada. La vida se retira temporalmente a su envoltura ultrafisica conservando las experiencias adquiridas como nuevos modos de construir formas. Aunque viene y va fornla tras forma, sus sucesivas vidas no son otra cosa que entradas y salidas de la misma vida en el drama evolutivo. Ni fracción de experiencia se pierde ni partícula de

materia se destruye.

Además, como se ha dicho ya, la vida se desenvuelve, y se desenvuelve a través de las fornlas. La mira de una parte cualquiera del alma-grupo es manifestarse por tales formas

que dominen a las demás por mayor adaptabilidad al medio ambiente, y que al mismo tiempo sean capaces de responder más delicadamente a los impulsos internos de la vida misma.

Cada parte de un alma-grupo, cada tipo de vida, cada grupo, clase y orden, tiene este mismo designio; y de aquí la feroz lucha de la naturaleza. Tiene «rojos los dientes y las garras con presa » ; pero la lucha por la existencia no es ruinosa como parece. Las formas no se destruyen más que para transformarse en otras formas. La vida viene y va, pero paso a paso se va acercando a la forma que busca. No hay pérdida de vida; el derroche sólo es aparente; y la lucha es el medio de elegir las mejores formas en un campo que se halla en continua transformación.

Cuando un medio ambiente ha desarrollado las formas más aptas para sí, la parte correspondiente del alma-grupo derrama en ella su vida en tal plenitud y riqueza que marca una época de su imperio; y cuando el campo vuelve a sufrir un nuevo cambio, se reanuda la pesquisa por otras formas más aptas. Así es que todas las secciones del alma grupal, tanto en el reino vegetal como en el animal, se hallan en guerra, luchando por la supervivencia del más apto. Sin embargo, ni una simple vida se aniquila en esta lucha; y la victoria no es para el tipo que la obtiene, sino para la totalidad de vida, que ha venido persiguiendo esta acabada forma como la mejor para desenvolver por su medio las energías dormidas.

La evolución de la vida tiene sus etapas. Primeramente construye formas en materia ultrafísica, y entonces la llamamos vida elemental. Luego, con la experiencia adquirida en este campo anima elementos químicos en combinación, convirtiéndose en alma-grupo mineral; después crea el protoplasma y anima formas, primero vegetales y más tarde animales. Y por último, viene la etapa del hombre, en que la vida crea individuos capaces de pensar y amar, de sacrificio y de idealismo, porque

“El gusano en su afán de ser hombre

sube todas las espiras de la forma”.

Y el hombre no es el último eslabón de la cadena.

Figura 7

En todo este proceso cósmico desde el átomo hasta el hombre hay un elemento que no puede perderse de vista si nuestra comprensión ha de ser correcta. La materia evoluciona de lo homogéneo a lo heterogéneo, de lo indefinido a lo definido, de lo simple a lo compuesto; pero no así la vida. La evolución de la materia es una reorganización: la evolución de la vida, un desencierro y un despliegue. La primera célula de materia viva contiene, aunque de manera incomprensible, a Shakespeare y Beethoven. Necesitará la naturaleza millones de años para reorganizar la sustancia por su labor de selección, siglo tras siglo, para llegar a la requerida combinación y que Shakespeare y Beethoven surjan de su fondo para ser protagonistas en una escena de su drama; pero en todo ese tiempo, durante esos millones de años, la vida mantiene a ambos misteriosamente dentro de sí. La evolución de la vida no es daca, sino toma, porque tras la vida misma hay algo todavía más grande que le sirve de corazón y alma, y es la Conciencia. De Su plenitud de Poder, Amor y Belleza dió Él a la primera chispa de vida todo lo que Él es. Así como un invisible punto puede ser el de convergencia de todos los rayos de luz del grandioso panorama de una cordillera, cada gennen de vida es un punto focal de la ilimitada Existencia. Dentro de cada célula reside en toda su plenitud; bajo su dirección y en tiempo oportuno se presentarán Shakespeare y Beethoven; y a esto llamamos Evolución.

Si el estudio de la evolución de las formas de acuerdo con la ciencia moderna ha ampliado y ajustado nuestro prístino concepto del universo, el de la evolución de la vida es aún más sorprendente en sus consecuencias, porque por el lado de ella aparecen nuevos elementos de complejidad cuyo examen implica nueva valuación del proceso de la evolución. El primero es que dentro de las formas estudiadas por la ciencia hay varias corrientes paralelas de vida, que generalmente evolucionan con independencia recíproca.

Dos de ellas son la de la Humanidad y la de una corriente paralela, denominada la de los Devas o Ángeles (figura 8).

Como se ha dicho ya, la vida humana tiene sus etapas anteriores de animal, vegetal, mineral y elemental. Pues bien, de esta misma vida mineral diverge otra corriente, que, pasando por los períodos vegetal, animal y de espíritus de la naturaleza o de hadas de la tradición, llega a constituir los Ángeles o Devas. Otro de las corrientes paralelas, de la que sabemos muy poco, es la vida de las células con sus fases pretérita y futura; y es probable que la de los electrones, iones y elementos químicos, sea también distinta. Aun se realizan otras evoluciones en nuestro planeta; pero por falta de suficiente información

tenemos que renunciar a ocuparnos por el momento en su examen.

En la fig. 9 podemos ver la escala de la vida en evolución a través de las formas. La vida utiliza organismos hechos de materia sólida, liquida y gaseosa; pero también emplea formas de materia más tenue, de un cuarto estado, de materia radiante, llamada por los teósofos etérea, y otras de clases de materia aun más rarificada, llamadas astral y mental. Seis corrientes distintas parten desde el reino mineral, que, convirgiendo en Adeptos u Hombres Perfectos y Arupa-Devas o Angeles Superiores, culminan en un tipo de entidades sublimes, llamados Dhyan Choans. Solamente dos de ellas utilizan la

materia física en su estado más fino o etéreo (primera y tercera columnas de la figura), y luego pasan a formas de materia astral como silfos; una construye organismos de vida

acuática, y tres emplean formas de residencia terrestre. Solamente una de las seis corrientes de vida se dirige a la humanidad: las otras cinco pasan a la paralela evolución de los Devas.

Tipos de evolución

1 Humanidad

2 Evolución dévica

3

4

5

6

7

Hombre perfecto

Humano

Animal

Vegetal

Mineral

Esencia elemental

“Ángel” o deva

Espíritu de la Naturaleza (astral)

Espíritu de la Naturaleza (etéreo)

Animal

Vegetal

Mineral

Vida celular

Elementos químicos

Átomos

Figura 8

Hay que advertir que la evolución de la vida tiene sus fases precedentes, su ascendencia, por decirlo así, a veces enteramente distinta de la de las formas. El hecho de que los mamíferos y las aves sean producto de la evolución de formas reptiles sólo implica una ascendencia común de forma corpórea. Algas, hongos, hierbas y musgos tienen ascendencia física común de organismos acuáticos unicelulares, mientras que su vida ha ascendido en cuatro corrientes distintas. De la misma manera, las aves y los mamíferos tienen procedencia física común; pero, mientras que la vida de las aves evoluciona hasta convertirse primeramente en hadas de la superficie terrestre; luego, en hadas de la materia etérea superior, y, más tarde, en hadas astrales y en Devas; la vida de los mamíferos pasa al reino humano.

Antes de pasar adelante hemos de advertir que las formas etéreas compuestas de materia radiante pueden atravesar la sólida roca o residir dentro de ella o del mar lo mismo que

el aire atraviesa un montón de leña o permanece en sus espacios vacíos. Aun nuestras sustancias más densas son porosas para los tipos etéreos de materia, y los organismos compuestos de ellos no encuentran dificultad en mantenerse dentro de la tierra o del mar, ni les afecta el calor ni la presión, que harían imposible la vida a los seres físicos ordinarios.

La misma diferenciación general de vida se observa en la humanidad aisladamente considerada (fig. 10). La corriente de vida que más tarde ha de constituir la humanidad tiene sus señales rudimentarias de especificación aun en sus tempranas fases de vida elemental, mineral y vegetal, señales que se hacen más distintas al llegar al reino animal.

Figura 9

Comprende siete tipos fundamentales con modificaciones en cada tipo así que

recibe alguna influencia de los demás, y persisten a través de todos los reinos precedentes al humano. La vida de los perros es distinta de la de los gatos, y la del elefante de la de ambos.

La vida del perro evolucionó en formas de lobos, chacales y otros cánidos antes de tomar cuerpo en el perro doméstico, y de modo semejante otros tipos de vida animal como gatos, caballos, elefantes, monos, tuvieron sus prístinas encarnaciones en formas más salvajes y prehistóricas de la misma familia. (De este tema se tratará más ampliamente en el capítulo de la Evolución Animal).

Figura 10

Cuando nos ponemos a estudiar estos tipos, a medida que aparecen en la humanidad, la visión más encantadora de la raza humana se abre ante nosotros. No se necesita mucha imaginación para ver la entrada de la vida canina en la humanidad como alma de tipo devocional. La clasificación de la figura 11 no tiene carácter decisivo; más bien se da con el de insinuación que como rastro que conduzca al misterio de los temperamentos. Hay siete tipos bien marcados, y ninguno de ellos es mejor ni superior a otro; todos son indispensables en el drama de la evolución y cada uno de ellos es grande en cuanto contribuye a la totalidad por el desarrollo de la única Vida y Conciencia Divina dispuesto para él por el Logos.

Si fijamos la atención en las almas devotas que nos rodean, veremos unas que de corazón y entendimiento van derechas hacia Dios, y otras que no lo conciben sino vagamente, a no ser que vaya envuelto en forma de una Encarnación o un Mediador, como Jesús o Krishna. Las hay también que, influidas por la ola de vida dramática, aspiran al martirio, no por gallardía o vanidad, sino más bien porque toda vida devota pierde su realidad, si no es continuamente dramática. El amor de Dios y el deseo de vivir la vida del Cristo, en la mente de un Tolstoy significa su identificación ostensiva con el pobre y el escarnecido, tomando parte en una situación dramática. Para que la vida cristiana tenga en estas almas pleno sentido ha de ser dramática.

También el tipo afectivo tiene sus variantes. Los hay cuya vida toda está concentrada en el amor hacia una sola alma; son nuestros Romeos y Julietas; siempre dispuestos a

renunciar a todo por uno, y otros, cuya capacidad de amar es menos intensa, pero abarca un círculo mayor de padres, hijos y amigos; los atraen las actividades filantrópicas.

El tipo dramático, de cuyas variantes hemos mencionado antes una, es interesante por la mismo que se le juzga con frecuencia erróneamente. Para ellos la vida no tiene realidad

sino como escena de un drama. La dicha no es dicha, sino es un drama en que el alma juega el principal papel; el dolor es dolor únicamente cuando, como Niobe, todo es lágrimas. Hay una variante que desenvuelve un concepto dual de la vida como yo y no-yo; otra que, influida por el tipo filosófico, desarrolla el compositor, y otra de tendencias ejecutivas, que encuentra el encanto de la vida en la de guerrero o jefe político.

En el tipo científico hay dos variantes: el teórico y el experimental, fáciles de distinguir, y un tercero, el reverencial, ahora menos común, lleno de entusiasmo por las investigaciones científicas y que no siente al universo sino como morada de Dios. El científico ostentoso en sus procedimientos se halla bajo la influencia del tipo dramático; su manera de proceder no es precisamente debido a la vanidad o al deseo de ocupar el centro del estrado, sino al temperamento que recibió de Dios.

En el tipo ejecutivo se distinguen las variantes dramática, que se ve en muchos directores políticos, y magnética, que inspira a los subordinados profunda lealtad, pero no ostentosa, manteniéndose alejado durante la ejecución del trabajo. Poco hay que decir del tipo filosófico. Las diferencias entre los procedimientos para desarrollar su concepto de vida adoptados por los diversos filósofos son debidas a lo que ellos son en sí como expresiones de la Vida Única. Herber Spencer y Haeckel, Ruskin y Carlyle, Aristóteles, Platón, Espinosa y otros son unos buenos ejemplos de las muchas variaciones de este Rayo.

Figura 11

Otro tipo muy poco comprendido lo constituyen aquellos en quienes el simbolismo ejerce una atracción tan poderosa que para ellos la vida sólo tiene realidad en la alegoría. Pertenece a él San Juan, el autor de Apocalipsis, obra rebosante en símbolos y alegorías, y son también una modificación de él los que no conciben la religión si no va acompañada de ritos. Ornamentos y procesiones, incienso y genuflexiones, forman

parte del culto para un ser de este tipo.

De muchos modos prepara el Logos a sus hijos para ayudarle en la obra común y todos son iguales ante Él. Él ha abierto un sendero para cada uno ya cada uno corresponde

seguir el suyo, dándose todos las manos para mutuo sostenimiento.

Se ha dicho ya bastante para sugerir un plan de estudio y observación que será fuente de gran saber.

Esta rápida ojeada de la creación desde Orión hasta el hombre descubre, pues, un proceso evolutivo siempre en acción; la conversión del Uno en Muchos: no los muchos de los que cada uno procura para sí, sino de los que cada uno va comprendiendo lentamente que su más alta expresión consiste en servir a los demás. No una serie de unidades similares simplemente yuxtapuestas, sino un todo compuesto de partes

semejantes en mutua dependencia es la tónica de la evolución de la forma; no un temperamento, no una creencia o culto sino diversidad de temperamentos, creencias y formas de servicio, todo unido para cooperar con el Logos en la realización de la tónica de la evolución de la Vida.

 

CAPÍTULO II

ASCENSO Y DESCENSO DE LAS CIVILIZACIONES

En la fig. 12 tenemos un croquis del mundo actual. En las diversas regiones de Norte y Sur, de Este y Oeste, viven muchos pueblos de diferentes razas y creencias, y el estudio

de sus caracteres y costumbres ofrece un gran encanto. El estudio de los pueblos en cuanto concierne a sus peculiaridades corporales se llama Etnología. El estudio de lo que nos dicen los descubrimientos científicos modernos sobre las razas vivas de la humanidad nos facilitará la comprensión de lo que la Teosofía nos enseña sobre el ascenso y descenso de las civilizaciones.

Los pueblos del mundo actual pueden clasificarse de varias maneras, y dos entre ellas están reconocidas como orientaciones dignas de confianza. Se ha visto que la forma de la cabeza y la textura del cabello son dos elementos bastante seguros de clasificación por ser factores que pasan de generación en generación sin grandes modificaciones. La primera división, basada en las diferencias del índice cefálico, comprende tres grupos: dolicocéfalos o de cabeza larga, braquicéfalos o de cabeza corta y mesaticocéfalos o de cabeza mediana.

Este cociente es inferior a setenta y cinco en el primer grupo, superior a ochenta en el segundo y se halla entre ambos en el tercero.

La segunda clasificación, o sea la basada en la textura del cabello, obedece a que éste puede ser lanoso o crespo, rizado u ondulado y recto o liso. En el primero, los pelos son

aplanados como cintas y su sección transversal observada al microcospio tiene la forma de una elipse aplastada; en el tercero no son aplanados y su sección es circular, y en el segundo son de sección más elíptica que circular. Estas tres características hacen el cabello lanoso, liso u ondulado.

Estas dos clasificaciones, basadas: la una en el índice cefálico y la otra en el cabello, se resumen en la fig. 13. La clasificación de Broca nos muestra tres principales tipos de gentes. Ninguna raza asume un solo tipo en todos sus individuos.

En todas pueden encontrarse individuos de cabeza larga, corta o mediana; pero siempre ha de predominar uno de los tres tipos, y en este predominio se basa su clasificación. Se dan, sin embargo, casos en que, a pesar de ser el cabello un medio seguro de clasificación, tales mezclas puede haber en una raza, que los etnólogos se encuentren perplejos para aplicarle el calificativo correspondiente.

La clasificación de Flower y Lydekker apenas se diferencia de las expuestas, aunque toma en consideración también el ángulo facial, el color del pelo y del cutis y otras peculiaridades físicas.

Es digno de notarse que estos dos sistemas de clasificación nos dan en el mur Ido de nuestros días tres tipos principales de razas: el etíope, de cutis obscuro, casi negro, labios gruesos, cabeza que tira a dolicocéíala y cabello negro, lanoso; el mogol, de pómulos salientes, tez amarilla o rojiza, pelo negro, recto y liso y en los hombres escaso en el rostro, y el ario o caucásico, blanco o moreno, pelo rizado o con tendencia a rizarse y de color rubio, moreno, negro o rojo.

CLASIFICACIÓN

ETNOLÓGICA

BROCA

I. Cabello recto:

(a) Cabeza larga: esquimales.

(b) Id. corta: indios rojos, peruanos, mogoles, malayos, etc.

II. Cabello ondulado o rizado:

(a) Cabeza larga: anglo-sajón-escandinavos, bascos,

bereberes, semitas, indo-arios, nubienses.

(b) Cabeza corta: fineses, celtas, eslavos, iranios.

III. Cabello lanudo: bosquimanos, cafres, negros.

FLOWER

Y

LYDEKKER

I . Etíope: negroides, melanesios, negros, bosquimanos, australianos.

II. Mogol: mogoles, malayos, polinesios.

III. Caucásico:

(a) Cabello claro: eslavos, teutones, celtas rubios.

(b) Id. oscuro: de la Europa meridional, árabes, indios, afganos

Figura 13

En las figuras 14 y 15 (tomadas Knowledge and Scientifique News) tenemos dos ejemplares excelentes del tipo etíope. El cabello lanudo, la nariz ancha y los labios gruesos se destacan en estas gentes. Aunque no son hermosos según nuestro patrón de belleza, estos dos individuos, elegidos como ejemplares de su raza-tipo, tampoco son repulsivos.

La fig. 14 ostenta vigor y dignidad, y la fig. 15 es un modelo tosco, pero artístico, que hubiera complacido al ojo de Rodin.

Las figuras 16, 17 y 18 pertenecen al segundo tipo. Lo representa en forma cruda la fig. 16, mujer india de la Columbia británica, con sus pómulos salientes y cabello largo y lacio, en cuya forma peculiar de cabeza se nota la vigorosa mezcla con su tipo más remoto, el etíope. Lo representan más típicamente las figs. 17 y 18 de las cuales la primera es la de un indio del noroeste de los Estados Unidos de América y la segunda un mandarín chino de Pekín. Sus pómulos y su rostro liso e imberbe nos dicen claramente a qué tipo pertenecen.

La raza caucásica se aproxima más a nuestro patrón moderno de belleza. El indio afeitado de la fig. 19 y el inglés barbudo de la 20, son dos ejemplares de ella. En la raza aria o caucásica tendremos probablemente las formas más perfectas, no solamente en belleza estructural, sino también en la agudeza para responder a los estímulos exteriores y alta receptividad para los pensamientos y emociones filosóficos y artísticos más refinados.

Los pueblos del mundo actual tienen sus civilizaciones, pero ninguna subsiste eternamente, y el destino de Nínive y Tiro, Grecia y Roma, será el de todos. Unos desaparecen del todo sin dejar apenas huella, y otros, como Grecia, legarán a la humanidad un grandioso mensaje del arte de la vida. Algo del ascenso y descenso de las civilizaciones pudiéramos estudiar en la historia; pero en los estudios históricos vemos el pasado a través del refringente medio del tiempo y la tradición, y nunca podemos estar enteramente seguros de que nuestras conclusiones no estén restringidas o no sean erróneas.

Sin embargo, sin el estudio de la humanidad pasada no podemos juzgar de la presente ni fabricar la futura, y nuestra filosofía no puede, por lo tanto, ser legítima.

La Teosofía abre un nuevo camino al estudio de las civilizaciones que han existido, un método en que por de pronto el pasado desaparece y los anales escritos y las tradiciones

no tienen por qué tomar parte. A pesar de las dificultades que presenta la explanación de este tema, debemos intentarla, porque es una de las verdades fundamentales de la existencia y a la cual tendremos que referirnos una y otra vez en el curso de esta exposición de la Teosofía.

En el primer capítulo se ha dicho que toda vida y forma tiene como corazón y alma una gran Conciencia. El proceso evolutivo es su manifestación y «en ella vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser». Hoy los teósofos la llaman el Logos. Para esta Conciencia no hay pasado y lo que para nosotros es ocurrido, para ella continúa ocurriendo. Para el Logos lo pasado es presente, y el suceso de cada momento del

tiempo pasado está todavía sucediendo en Él; todavía es una parte de su presente Yo. Poco puede comprender del Eterno Ahora la mente mortal; y, sin embargo, es una de las mayores verdades, que, una vez comprendida, descubre nuevos valores en todas las cosas.

Misterioso e increíble como es este Eterno Ahora, puede el hombre, no obstante, saber algo de él. El hombre, el individuo, el alma en evolución, es, en verdad, imagen de su Hacedor; y la que Él es hoy en toda su plenitud, será también él algún día. De aquí que los hombres por la evolución de las facultades latentes en la conciencia humana puedan tocar, por decirlo así, la orla de la Conciencia del Logos y ver así con Él lo pasado como ocurriendo aún ahora. No es un cuadro que pasa ante los ojos del investigador, ni un panorama que se descubre delante de él como un escenario: es un vivir presente en lo llamado pasado. No tiene más que separar la parte del pasado que quiera investigar, y pertenecerá a ella y estará en ella. ¿Desea ver la tierra antes de que su corteza se solidificara ? Pues vivirá millones de años atrás y lo rodeará la tierra con sus metales en fusión hirviendo y podrá observar lo que ocurre, oír las explosiones y sentir el calor y la presión. Y esto no es un sueño, sino exactamente lo mismo que si estuviera hoy en un pasaje bullicioso oyendo el ruido del tráfico, mirando a la gente que va y viene u observando el sol y las nubes y todo lo que le interesa. ¿Desea oír una arenga de Pericles o asistir a un triunfo de César? Ya está en Atenas o en Roma, la vida de aquel tiempo lo rodea, oye la armoniosa lengua griega o la sonora latina, ve a los actores en un drama de la vida de entonces. El Libro del Tiempo está extendido ante él, y de él depende elegir un suceso, que para nosotros ocurrió hace miles de años; y, poniéndose en contacto con la memoria del Logos, para él el pasado es presente y podrá estudiarlo con las mismas facultades que tiene hoy.

Investigadores teosóficos de generaciones presente y pasada han descubierto así los anales de la tierra, leyendo en el Archivo de la memoria del Logos; y gran caudal de conocimientos reunidos de este modo forman parte de las enseñanzas teosóficas. He aquí el resultado del examen de las civilizaciones pasadas.

En época remotísima, hace más de un millón de años, la distribución de tierra yagua era como aparece en la figura 21. La parte sombreada representa la tierra. Sabemos que la

superficie de la tierra cambia constantemente, sumergiéndose acá una costera y surgiendo allá de las olas nuevas extensiones sólidas; pero, ¿Cómo averiguar la exacta distribución de tierra y mares de hace un millón de años? Está dentro de lo posible: primero, leyendo el Archivo, y segundo, estudiando en el museo de la Fraternidad de Adeptos. La Jerarquía o Gran Fraternidad citada en la introducción ha conservado desde que el hombre hizo de la tierra su morada, fósiles y esqueletos, mapas, modelos y manuscritos, ilustrativos de su desenvolvimiento y del de sus habitantes animales y humanos.

Para los que por entera renuncia de su yo y servicio del hombre alcanzan el privilegio, el estudio de las formas y civilizaciones pasadas en este admirable museo, es un placer inagotable. Allí encuentran los investigadores teosóficos esculturas en barro, representativas de la que fue la tierra en épocas lejanas, antes de este o aquel cataclismo, pacientemente modeladas por los Adeptos investigadores de las civilizaciones pasadas para que sirvan de guía a las posteriores generaciones de estudiantes. Los mapas o figuras 21-24 han sido dibujados por la observación de tierra y mares en el Archivo, confrontada con las esferas del museo de la Fraternidad.

En la fig. 21 vemos que la mayor parte de lo que hoy es tierra se hallaba entonces bajo las olas, mientras que la mayor parte de lo que entonces era tierra yace hoy bajo los

mares; y sólo se ven acá y allá algunos restos como en Australasia y otras partes. Al gran continent.e que se extiende por el ecuador cubriendo gran parte del actual Océano Pacífico lo llaman los estudiantes de Teosofía Lemuria, término tomado del naturalista Sclater, que de la insólita distribución de los monos lemures en vastos territorios dedujo la existencia de aquel continente. Ya en los días de la Lemuria poblaban la tierra los hombres, y los lemures eran del tipo representado en las figuras 14 y 15. Los etíopes y las razas actuales de cabello lanudo son residuos de los antiguos lemures, con pequeña variación, excepto en la disminución de la estatura.

LEMURIA

Hace más de 1.000.000 de años

Fig. 21

Lentamente, al cabo de tiempo, la configuración vino a ser como en la fig. 22. Donde está hoy el Océano Atlántico existió en otro tiempo un continente, a que los teósofos, siguiendo a Platón, llaman Atlántida. En él apareció el segundo tipo de gente a que Flower y Lydekker han llamado mogoles, los de pelo lacio y pómulos salientes. De su residencia y origen emigraron en todas direcciones y nos dejaron los millones de los actuales chinos y sus consanguíneos y los indios del Norte y Sur de América, que van desapareciendo rápidamente.

En los tiempos a que se refiere la fig. 23 la Atlántida y los restos de la Lemuria habían cambiado de contornos, y en los de la fig. 24 sólo una gran isla, en el Océano Atlántico,

quedaba del en un tiempo vasto continente de la Atlántida.

ATLÁNTIDA

Hace 800.000 años

Fig. 22

En el año 9564 antes de Jesucristo, convulsiones enormes destruyeron este último resto, que quedó sepultado bajo el mar provocando una ola gigantesca, que barrió las tierras bajas y dejó impresa en las mentes humanas la tradición de un diluvio inmenso y devastador. Al hundirse la Atlántida bajo las olas surgieron otras extensiones de tierra como el Sahara; y lo que un día fue un mar interior del Asia central vino a ser el

actual desierto del Gobi, y la tierra adquirió poco más o menos el aspecto actual.

Que la Atlántida no es un mito se ve claramente en la fig. 25. Esta nos da el contorno del lecho del Océano Atlántico delineado por las profundidades que da su sondeo. Alrededor de las Azores no desciende el suelo suavemente como de ordinario en las costas; sino que lo hace precipitadamente. Cuando la Atlántida se hallaba sobre el nivel del Océano, las Azores actuales constituían las inaccesibles nevadas cumbres de la cordillera más alta del continente sumergido.

ATLÁNTIDA

Hace 200.000 años

Fig. 23

Sin embargo, mucho antes de la destrucción de la Atlántida nació en las costas meridionales del mar asiático central una nueva raza de hombres, la aria o caucásica, nuestro tercer tipo de las figuras 19 y 20. Se extendieron hacia el Sur y el Oeste, y fueron después los indios y los persas, los griegos y los romanos, los celtas y los teutones.

ATLÁNTIDA

ANTES DEL “DILUVIO”, 9564 A.C.

Fig. 24

Así, pues, la Lemuria, la Atlántida y el Asia fueron la cuna de las tres razas cuyos descendientes pueblan hoy la tierra.

La Teosofía enseña que el ascenso y descenso de las civilizaciones no es un desenvolvimiento mecánico «de noches y días, un tablero do el destino con hombres por piezas juega».

Fig. 25

Naciones vienen y naciones van de acuerdo con un plan. Desde el principio de la existencia humana ha dispuesto el Logos qué razas y qué religiones y ciencias apropiadas a ellas han de aparecer una tras otra, y sus agentes en la tierra, la Gran

Fraternidad, realizan su plan. Son los hermanos Adeptos los que, empleando todas las fuerzas de la naturaleza, visibles e invisibles, dirigen el proceso evolutivo a través de los millones de años. En la Fraternidad hay para cada gran Raza-raíz de tipo definido dos Adeptos, cuya tarea es cuidar del destino de ella. El uno es el Manú, que dirige el desarrollo físico, formando la nueva raza-tipo por modificación de la ya existente, de

acuerpo con el plan del Logos puesto ante él. El Manú es el que guía las emigraciones de la raza, da a cada pueblo su forma de gobierno y dirige a cada uno en la ejecución de su cometido. El otro guardián de la raza es el Bodhisattva o Maestro espiritual, que cuida de su desarrollo intelectual y emocional y dispone para cada pueblo las religiones, artes y ciencia que lo capaciten para desempeñar su papel en el drama escrito por el Logos.

Siguiendo el plan del Logos, durante el período de tiempo en que la humanidad evoluciona en la tierra, aparecen siete grandes razas-tipos llamadas Razas-raices. Hasta ahora han aparecido cinco, y las dos primeras existieron en tiempo tan remoto que de ellas no quedan ya descendientes directos.

Cada Raza-raíz sufre siete modificaciones llamadas sub-razas. Las sub-razas tienen los caracteres fundamentales de la Raza-raíz; pero también llevan consigo cierta tendencia a

modificarse en un sentido peculiar de cada una. En la fig. 26 tenemos los nombres de las tres Razas-raíces y sus sub-razas, cuyas representaciones hemos visto en las tres razas-tipos ya estudiadas. La tercera Raza-raíz es la lemur, y sus tres primeras sub-razas no han dejado huella alguna. Los negros, negritos y negrillos y otros pueblos de pelo lanudo, representan a sus últimas sub-razas. Apenas se encuentra ahora una Raza-raíz pura, pero aun mezcladas unas con otras no dejan de conservar sus caracteres peculiares.

De la séptima sub-raza lemur desarrolló el Manú de la cuarta Raza-raíz la nueva Raza-raíz, la cuarta o atlántica, que también tiene sus siete sub-razas. De las dos primeras ya no viven descendientes puros; pero el esqueleto del Fur-fooz es un buen ejemplar de la primera y el del Cromagnon de la segunda. La sub-raza tolteca se conserva todavía en los peruanos puros y en los aztecas y también en los indios de América. La cuarta emigró hacia el Este, más allá de Babilonia, a lo largo del río Amarillo a las planicies de la China. La representa hoy en ciertas regiones de la China una raza amarilla china de alta estatura, enteramente diferente de la séptima sub-raza china. Los semitas autóctonos, quinta sub-raza, no se han dejado sus descendientes en los judíos puros y en las cábilas del Norte de África. La sexta o acadia fueron los fenicios, que comerciaron en el Mediterráneo. Y la séptima o mogola, que se desarrolló de la cuarta o turiana, se esparció por las llanuras de la China y la componen hoy los chinos modernos. Hay dos razas: la japonesa y la malaya, que apenas pertenecen a ninguna de estas sub-razas y que participan de dos o más de ellas. Sobre todo de la japonesa se cree que fue la última ebullición de toda la raza-raíz, el esfuerzo final antes de que empezaran a decaer sus energías; y de ahí que posea muchas cualidades que la distinguen de la séptima, la china.

De la sub-raza quinta o semita original de la atlántica desarrolló el Manú de la quinta Raza-raíz su nuevo tipo o sea el ario o quinta Raza-raíz, que también tiene sus siete subdivisiones, de las que aun no han surgido más que cinco. De la primera son los arios indios y también uno de los tipos del antiguo Egipto, al cual pertenecían las clases superiores, las gobernantes. La segunda es la aria semita, diferente de la semita original, y hoy tiene sus representantes arios en los árabes y los moros. La tercera es la irania, a la cual pertenecieron los antiguos persas y cuyos descendientes son los parsis de hoy. La céltica o cuarta fueron los griegos y romanos, y a ella pertenecen con excepción de los de sangre teutónica sus modernos descendientes de Italia, Grecia, Francia, España,

etcétera., como también los irlandeses, escoceses, galeses, maneses y bretones.

A la teutónica pertenecen los eslavos, escandinavos, holandeses, alemanes, ingleses y sus descendientes, esparcidos por todo el mundo. Por mezcla de varias está el Manú de

la raza formando la sexta, a que en la figura 27 llamamos austral-americana, que se halla en formación en los Estados Unidos y Australia. A ésta seguirá la séptima, que a su tiempo se desarrollará en la América del Sur.

El Manú de la sexta Raza-raíz desarrollará más tarde de la sexta sub-raza aria su futuro tipo, y miles de años después el de la séptima formará el suyo de la séptima de la sexta Raza-raíz.

RAZAS RAICES

Y SUBRAZAS

III LEMUR

IV ATLANTE

V ARIA

VI

VII

4 Negros, negri-

5 tos, negrillos.

6

7

1 Rmoahales

2 Tlavatlis

3 Toltecas – mayas quichés

4 Primeros Turanios – antiguos chinos

5 Semitas originarios

6 Acadios

7 Mogoles

Japoneses malayos

1 Indo-egipcios

2 Arios semitas

3 Iranios

4 Celtas

5 Teutones

6 Austral-americanos

7

1

2

Fig. 26

CARACTERES DE

LAS

RAZAS

ATLANTE

ARIA

1

2

3

4

5

6

7

Rmoahales-gigantes-rojo-caoba

Tlavatli-montañeses-rojo-oscuro

Toltecas-administradores-rojo-cobre

Primeros turanios-colonizadores-amarillo

Semitas originarios-guerreros-blanco

Acadios-navegantes, comerciantes-blanco

Mogoles labradores-amarillo

1

2

3

4

5

6

Inda-filosófica

Egipcia práctica

Aria-semita-en tribus

Irania-mercantil

Céltica-emotiva-idealista

Teutónica-comercial-científica-individualista

Austral americana-intuitiva-cooperativa-fraternal

Fig. 27

Las Razas-raíces y las sub-razas desempeñan su papel en el drama del Logos preparando experiencias para nosotros, sus hijos, a quienes envía a nacer en ellas. Por esto el Manú establece entre sub-razas diferencias de color y otras peculiaridades físicas y las coloca, ya entre montañas ya junto al mar, y por esto también el Bodhisattva de la Raza envía a les sub-razas diferentes aspectos de la Unica Verdad en las varias religiones y filosofías que aparecen bajo su dirección.

En la fig. 27 tenemos algo de los caracteres de las razas; y para comprender mejor el significado del cuadro, imaginemos el paso de una alma por todas ellas sucesivamente. Empezando por el nacimiento en la primera atlántica ¡de qué experiencias más extrañas sería objeto como hombre primitivo, gigantesco, y luego qué diferentes las de montañés, taciturno y audaz, impresionable a los cambios de sol y nublado! Entre los toltecas de la Atlántica o el Perú sería administrador de algo en el maravilloso gobierno patriarcal que fue la gloria de los toltecas; estaria encargado del bienestar de un pueblo o provincia donde aprendería a sumergir su individualidad en algún servicio importante de sus convecinos. Como colono turanio, sabría de viajar en busca de nuevas tierras, de luchar

para domeñar la naturaleza en una nueva colonia. Como semita originario sería, en primer lugar, guerrero que desarrollaría prontitud en la decisión y aprendería a considerar su vida, no como propia, sino como perteneciente a su tribu. Como acadio, aprendería algo de la magia del mar y de la necesidad de ver el momento psicológico de vender los géneros, y desarrollaría mucha energía mental en la competencia de los negocios. Y, por último, como chino agricultor, que apenas se separa del terruño heredado un solo día, ¡con qué intimidad conocería a los pocos convecinos y parttciparía de sus penas y dolores, y cuánto aprendería del significado interno de la vida allá lejos de la baraúnda de los negocios y de la guerra!

Imaginémonos luego la diferencia entre estas experiencias y las que adquiriría al pasar por las mismas sub-razas en forma de mujer, con los deberes propios de ésta. Desarrollaría nuevos puntos de vista y sensibilidades cuya carencia hubiera dejado al alma en la may,or miseria.

Siguiendo el alma en sus jornadas de renacimiento, observemos su entrada entre los arios. Seguramente la vida en la India le dejaría una impresión indeleble de algo del concepto indio, filosófico e independiente, de la vida. Luego, en el Egipto antiguo, entre aquella gente práctica y feliz, refractaria a los sueños, desarrollaría otra fase de la naturaleza. Como árabe, nacido en el fondo del desierto, ¿no dejaría éste en su alma una sensibilidad aguda, el sentimiento de un desierto poblado y de la inmensidad de la naturaleza?

¡Cuánta inventiva, cuánta iniciativa, industria e integridad no aprendería él cuando fuera iranio y se viera obligado a buscar el éxito en la vida por medio de empresas mercantiles! No podría hablar sin dar a su pensamiento forma poética, y, aunque en su alma no vibrara la armoniosa poesía, le bastaría vivir entre los iranios para ponerse en contacto con otra fase de la vida. Después, como celta, quizá un griego de Atenas, adquiriría un nuevo concepto de la vida, que ve dioses en todas partes por mar y tierra, y de los cuales se cree descendiente, nacido para hacer de la vida un arte y del saber de

todo un poco un ideal, desarrollando así una naturaleza abierta y un corazón sano; o como romano, firme en la convicción de que religión, familia y estado son una misma cosa, con un profundo sentido de la ley, respeto a ella y presteza en su obediencia para aprender a gobernar; o, como francés o italiano, sensible y vivo para responder a las emociones, enamorado de las ideas por ser ideas, emancipado de las consideraciones materiales; o, como irlandés, quizá descendiente del Tuatha de Danaan, con sus sueños e intuiciones, sus exaltaciones y depresiones.

Y luego, nacido teutón en la Escandinavia o Inglaterra o América, ¿qué nuevas cualidades no añadiría el alma a las ya adquiridas? Visión práctica, impersonalidad en los descubrimientos científicos, honradez en los negocios y un gran individualismo serían sus adquisiciones; y Beethoven, Wagner y Shakespeare ¿no le enviarían también un nuevo mensaje de vida?

De la futura sub-raza, la sexta, o Austral-americana, que empieza a nacer en América, Australia y Nueva Zelandia y que pronto aparecerá quizás en el África meridional, podemos prever también algunas cualidades: fraternidad según el concepto americano de las relaciones entre padres e hijos; cooperación en combinar negocios, engolfándose en ellos y en la tarea de acelerar el progreso material; intuición, con habilidad para reproducir los problemas mundiales desembarazados de las tradiciones del mundo antiguo, y entusiasmo por el sol y el aire libre y por toda asociación entre los hombres.

En resumen, las civilizaciones nacen y mueren desarrollando esta o aquella cualidad; pero el sentido de todo ello es la Reencarnación. Van y vienen para proporcionarnos campos de experimentación, que necesitamos vida tras vida. Nuestro Padre Celestial las saca del polvo, las hace desempeñar a cada una su papel y las hunde bajo las olas o las destruye en terrible cataclismo; pero no son más que escenas del drama escrito por Él para nosotros, sus hijos, a fin de que, desempeñando bien y sinceramente nuestro respectivo papel, podamos algún día ser como Él.

 

CAPÍTULO III

LAS LEYES DE REENCARNACIÓN

Casa de un bruto al alma de un hombre dió el Señor;

y díjole el hombre: «¿Os soy deudor?» .

«Aún no -le contestó; – más límpiala con ardor

y luego te daré otra mejor.»

TENNYSON

Una vez cada mil años o más surge en el mundo súbitamente una idea que cual otro Prometeo introduce en él una nueva era para los hombres; y en la pasada centuria nació

una de ellas, concepto de conceptos, la de la Evolución. Como la claridad de un relámpago en una noche oscura penetró su luz en todos los rincones, y ya desde entonces han visto los hombres a la Naturaleza en acción, sin limitarse a sentir su

pesada mano. y en la turbia aurora del tiempo nació también del mismo modo otro concepto, el de la Reencarnación.

Reencarnación, ascenso de la vida a través de sucesivos cuerpos a más plenas y nobles capacidades de pensar y sentir y Evolución, ascenso de las formas a mayores complejidades de estructura, son las manos derecha e izquierda del Gran Arquitecto, Hacedor del mundo. El enigma del universo no está aún resuelto más que a medias, a la luz de una sola verdad.

Considérense ambas como inseparables, recíprocamente complementarias, y entonces tendrá el hombre un concepto que crecerá con su crecimiento.

Aunque generalmente se piensa de la Reencarnación como aplicable sólo a las almas de los hombres, en realidad es un proceso que afecta a toda vida y en todo organismo. La vida de la rosa que muere vuelve a la correspondiente sub-división del alma grupal de las plantas rosáceas para reencarnar luego en otra rosa; el chucho que muere de una indisposición vuelve a su alma grupal canina y después reencarna en un chucho de otra camada. Lo único en que difiere de estos el hombre es que no vuelve a ningún alma grupal por ser una conciencia individualizada y por lo tanto separada. Cuando reencarna vuelve con las facultades desarrolladas en sus vidas anteriores sin disminución alguna por su coparticipación con otros individuos.

Sin embargo, el uso común ha restringido el empleo de la palabra Reencarnación aplicándola al proceso en cuanto éste afecta a las almas de los hombres, y se usa en uno de estos tres sentidos:

1º Que al nacer un niño no crea Dios una alma para él, porque desde mucho antes existía ésta como individuo en una condición espiritual. Por la primera y última vez el alma nace en forma humana. Esta es la doctrina de la preexistencia.

2º Que el alma humana ha aparecido ya en precedentes encarnaciones, algunas veces en forma humana, pero otras como animal o planta; y que del mismo modo después de la

muerte puede renacer en estas últimas condiciones antes de volver una vez más a una habitación humana. Esta idease expresa admirablemente con la palabra transmigración y metempsícosis.

3º Que el alma humana antes de su nacimiento como niño ha vivido ya en la tierra como hombre o como mujer, pero no como animal o planta a no ser antes de su individualización; esto es, antes de ser una entidad permanente, autoconsciente e individual, y que al nacer después de un intervalo de vida en condición espiritual, volverá a la tierra como hombre o mujer, pero jamás como planta o animal. Esta es la

doctrina de la Reencarnación.

La Teosofía enseña que el alma, una vez individualizada y hecha humana, no puede reencarnar en formas animales o vegetales; y hoy los teósofos emplean la palabra Reencarnación sólo en el tercer sentido de los arriba indicados. En la literatura teosófica moderna Reencarnación no significa renacimiento como planta o animal, porque, si esto fuera posible, nada adelantaría el alma en su Evolución con un paso atrás de tal naturaleza.

Puesto que esta obra ha de ser un texto de Teosofía, los argumentos en pro o en contra de la Reencarnación estarían demás en ella. Todo inquiridor debe descubrir por sí mismo el hecho de la reencarnación por el estudio y la observación como todo estudiante de ciencia descubre el proceso de la evolución por iguales medios. Esta sección bosquejará las leyes bajo las cuales reencarnan los hombres, en cuanto han sido

descubiertas por las investigaciones ocultas.

En primer lugar debemos saber claramente qué es la que reencarna, y para esto, qué es el alma y qué son sus vehículos o instrúmentos de conciencia (fig. 28).

El alma del hombre es un individuo y Conciencia permanente, que vive en una forma o cuerpo de materia invisible. A este alma-cuerpo, compuesto de un tipo de materia lla-

mado mental superior, se le llama en los estudios teosóficos modernos el Cuerpo Causal. Es una forma humana sin caracteres sexuales de hombre ni de mujer y sí más bien de Ángel de la tradición, y la rodea un ovoide de materia resplandeciente, luminosa, pero delicada como los desvanecidos colores de una puesta del sol. Esta forma, llamada Augoeides, y el ovoide de materia luminosa que la rodea, forman la habitación permanente del alma, el cuerpo causal; y en este cuerpo causal viye ella inmortal y eterna. Para ella no hay nacimiento, niñez, vejez ni muerte; es inmortal, y va creciendo en poder de amar, pensar y obrar en el rodar de los siglos. Vive exclusivamente para adiestrarse en algún aspecto de la vida por las experiencias que ha de adquirir para llegar a cifrar su felicidad suprema en cooperar a la realizacion del Plan evolutivo de su Divino Padre.

LOS VEHICULOS

DEL ALMA

Mundo

Superior

Cuerpo causal

Para desarrollar

Ideales

Pensamientos abstractos

mental

Inferior

Cuerpo mental

Para pensar

Ideas

Pensamientos concretos

Mundo astral

Cuerpo astral

Para sentir

Emociones

Deseos

Mundo físico

Cuerpo físico

Para obrar

Reacciones sensorias

Acciones

Fig. 28

El crecimiento del alma se efectúa al principio por adquisición de experiencias en los reinos inferiores en los que se halla su verdadera morada. Para esto reencarna; esto es:

1º Atrae materia del plano mental inferior y forma con ella el cuerpo mental con que ha de pensar; es decir, con que ha de traducir el mundo exterior de los fenómenos a términos de pensamientos y leyes concretos.

2ºAtrae materia astral y forma con ella un cuerpo astral con que sentir; esto es, con que traducir el mundo fenomenal a términos de deseos y emociones personales.

3º Se provee de un cuerpo físico apropiado con que obrar; es decir, con que traducir el mundo a términos de propiedades físicas: pesado o ligero, caliente o frío, movible o imnoble, etc.

Este proceso de revestirse el ahna de estos tres cuerpos es la Reencarnación. Durante la vida del cuerpo físico toda vibración a que los nervios responden causa una reacción sensoria en el cerebro; el cuerpo astral la juzga agradable o desagradable; el cuerpo mental anota el juicio del astral y traduce la impresión en pensamiento, y, por último, el alma registra este pensamiento en el cuerpo causal. El alma envía su respuesta al fenómeno del mundo físico, por el cuerpo mental o astral, y por éste al cerebro físico. Siempre que actúa la conciencia funciona también este telégrafo del cuerpo causal.

Después de haber adquirido muchas ideas de este modo, el alma las analiza, las ordena y las generaliza, traduciéndolas de experimentos de la vida a ideales de pensamiento y acción; transmuta el mundo fenomenal en conceptos eternos, que son parte de ella misma.

El proceso de volver de la reencarnación, llamado muerte, no afecta en lo más mínimo al alma en el Cuerpo Causal. Primero se deshecha el cuerpo físico y ya no puede responder por su medio a los fenómenos físicos, pero aún le quedan los cuerpos mental y astral. Luego abandona este último y no pone atención ya en los fenómenos astrales, y únicamente observa el mundo mental inferior. Por último arroja de sí también el cuerpo mental y se reintegra plenamente en el Causal sin vehículos inferiores. (Véase más adelante «El Hombre en Vida y en Muerte».) Una vez más se halla, por decirlo así, en su

domicilio» aunque nunca lo abandonó en realidad, pues no hizo más que enfocar algo de su conciencia y voluntad a través de los vehículos de materia inferior; y los hombres han llamado a esto Reencarnación. Empleó los vehículos por distintos períodos, y, cuando ya no necesitó de ellos, los abandonó.

Para el ahna lo que nosotros llamamos vida y muerte no es más que el envío de parte de su conciencia a los mundos inferiores y su retorno una vez más al suyo superior.

El medio de estudiar las leyes de la Reencarnación es observar las almas al nacer en los cuerpos físicos, mientras viven en ellos, cuando los desechan por la muerte, cuando más tarde se desembarazan de sus cuerpos astral y mental y, finalmente, cuando se encuentran en toda su plenitud en sus Cuerpos Causales. Todos los incidentes de este proceso quedan registrados en la memoria del Logos; y el investigador que se ponga en contacto con ella puede observar las reencarnaciones de cualquier alma a través de los tiempos.

Se han hecho y se hacen investigaciones por este medio, y con los hechos recogidos tenemos ya bastante para deducir leyes. El primer hecho importante de la Reencarnación es que sus leyes difieren para los distintos tipos de almas. En una época dada no, todas las almas son de igual capacidad, porque unas son jóvenes y otras viejas. (El porqué de estas diferencias de edad se explicará en el capítulo de «La Evolución de los Animales».) El objeto de la reencarnación es capacitar al alma para progresar en conocimiento y bondad por las experiencias obtenidas en cada renacimiento; pero ocurre que mientras una posee capacidad para adquirir rápidamente varias experiencias, es tan torpe otra, que necesita repetir una y otra vez una misma experiencia. Esta diferencia de capacidad se debe a la diferencia de edad entre ambas, y por esto se

dividen en cinco grandes grupos (fig. 29.)

Las almas más jóvenes son las que no pueden dominar su naturaleza de deseos, violenta y cruda, y adolecen de falta de capacidad mental. En la actualidad habitan entre las razas salvajes o semi-civilizadas y entre los individuos rezagados o propensos al crimen de las comunidades civilizadas (núm. 5).

Algo más evolucionadas y, por tanto, más viejas son las que han traspasado ya el estado salvaje, pero que todavía son sencillas y de poca imaginación y carecen de iniciativa (núm. 4).

Estas dos clases incluyen más de nueve décimas partes de la humanidad.

Luego vienen las almas más avanzadas y cultivadas de todas las razas, cuyo horizonte intelectual no está limitado por la familia ni por la nación, que persiguen una perfección ideal y laboran conscientemente para alcanzarla (núm. 3). Todavía son menos las que han descubierto que el objeto de la vida es el sacrificio y consagración de sí mismo.

LOS TIPOS DE ALMAS QUE SE REENCARNAN

1. ADEPTO- Ya no necesita reencarnarse.

2. «EN EL SENDERO» – Se reencarna inmediatamente bajo la dirección de su Maestro.

Renuncia a la vida del mundo celestial.

3. CULTIVADO

(a) Se reencarna dos veces en cada sub-raza; 1.200 años (promedio) en el mundo celestial.

(b) Se reencarna dos veces en la misma sub-raza; 700 años (promedio) en el mundo celestial.

4. SENCILLO – Se reencarna muchas veces en una sub-raza antes de pasar a la siguiente.

5. NO DESARROLLADO – Se reencarna muchas veces en una sub-raza antes de pasar a la siguiente.

Fig. 29

Están en el Sendero y amasando conscientemente su porvenir (núm. 2). Y las exquisitas flores de nuestro árbol de la humanidad son los Adeptos, los Maestros de la Sabiduría, los excelsos Hennanos Mayores de la Humanidad, que son los Reflejos de Dios en la

Tiena, que van dirigiendo la evolución conforme al Plan Divino (núm. 1).

La Reencarnación re realiza en las sub-razas de la Raza-raíz estudiadas en el capítulo anterior; pero, antes de abordar el estudio de sus leyes, habremos de excephlar de su actuación dos clases: la de los Adeptos y la de los que se hallan ya en el Sendero. El Adepto se halla por encima de toda necesidad de reencarnación por haber adquirido ya todas las experiencias que las civilizaciones puedan darle. Ha realizado el propósito

que le hizo hombre. Aunque ha llegado a ser «una columna del templo de mi Dios» y «no saldrá más», muchos Adeptos reencarnan entre los hombres para ser legisladores y guías, con el objeto de acordar a la humanidad con Dios. El Adepto elige el lugar y tiempo de su nacimiento, porque es dueño absoluto de su destino.

Los que se hallan en el Sendero son los discípulos de los Maestros de la Sabiduría; y generalmente reencarnan a los pocos meses o años de su muerte sin desprenderse de sus cuerpos mental y astral, contra lo que normalmente ocurre. La ley general es que el alma después de la muerte del cuerpo físico pase un breve período de vida en el plano astral y después, descargada del cuerpo astral, permanezca algunos siglos en el mundo mental inferior. Es el Cielo Inferior (llamado con frecuencia Devachan en la literatura teosófica), donde los anhelos y aspiraciones de la vida terrena reviven, ahora con plena realización de todas las felicidades deseadas. Pasan siglos en dichosa actividad hasta que las energías aspiratorias se agotan y el alma se desprende también del cuerpo mental. Ha terminado su encarnación y ahora se halla en su único cuerpo, el Causal, con todas las experiencias transmutadas en ideales y capacidades. Pero, como todavía le falta mucho para ser perfecto, vuelve a reencarnar, tomando tres nuevos cuerpos: el mental, el astral y el físico. Una excepción en este proceso ordinario de evolución es el discípulo en el Sendero, que renuncia a los siglos de felicidad de que pudiera gozar en el

mundo celestial por el ansia de continuar en el plano físico laborando por su Maestro; renuncia a la dicha que es su galardón, para servir a la humanidad con su cooperación. El Maestro elige por él el lugar y tiempo de su nacimiento y él renace con los cuerpos astral y mental de la vida recién terminada, tomando solamente un nuevo cuerpo físico.

Las leyes de reencarnación aplicables a las almas que no se hallan en las condiciones de discípulo ni Adepto pueden deducirse del examen de los datos contenidos en las figs. 30-33.

Fig. 30

En ellas se dan en forma de tablas los datos referentes a las vidas pasadas de cuatro individuos (1). Por supuesto que los cuatro han pasado por algunos cientos de vidas; pero con propósito de estudiarlas, solamente se han investigado las más recientes. Las cuatro pertenecen a la clase cultivada, pero el estudio de las leyes que rigieron en su evolución nos dirán algo también respecto a la reencarnación de las otras dos clases: las sencillas y las incultas.

Fig. 31

De las particularidades en cuanto al lugar, tiempo, sexo y raza de las reencarnaciones, y de los intervalos entre las vidas, podemos deducir lo siguiente:

1º Entre las almas cultivadas hay dos sub-tipos: el de aquellas cuyo intervalo entre la muerte y el renacimiento abarca por término medio 1200 años (A, B y D figuras 30, 31

y 33) y las que lo tienen de unos 700 años, (C, fig. 32). El intervalo entre las encarnaciones se pasa en su mayor parte en el mundo celestial inferior, Devachan, y su duración depende de la cuantía e intensidad de las aspiraciones durante la vida terrestre. En las almas incultas y en las sencillas una vida de unos sesenta años en el cuerpo físico creará una fuerza espiritual correspondiente a un Devachan: para las primeras, de cinco a cincuenta años, y para las segundas, de unos dos o tres siglos. A pna vida corta como la que termina en la niñez o en la juventud, corresponde también un Devachan corto

por ser de menor cuantía la fuerza espiritual engendrada.

En la mayoría de las almas cultivadas, una vida de sesenta años necesita de 1000 a 1200 de Devachan, según la cuantía de la fuerza que haya que transmutar en facultades.

Hay, sin embargo, entre estas almas cultas un pequeño grupo del tipo C (fig. 32) que, aunque pueden engendrar la misma cantidad de fuerza aspirativa que las otras, que requieren doce siglos de Devachan, condensan su vida del mundo celestial en unos siete siglos.

Fig. 32

Fig. 33

2º Las almas cultas del primer sub-tipo nacen lo menos dos veces en cada sub-raza de la Raza-raíz y generalmente en su orden numérico. A de la figura 30 nació el año 23650, en la primera sub-raza de la Raza-raíz atlante, y sus vidas subsiguientes transcurrieron en sus otras sub razas por su orden.

Después de su vida en la séptma sub-raza vuelve a la primera con cambio de sexo y recorre las siguientes en el orden numérico, aunque al volver a éstas no siempre cambia de sexo.

Al nacer por segunda vez en las sub-razas, omite la séptima.

Cuando se prescinde de una sub-raza es porque el alma ha adquirido en alguna otra parte las cualidades que comúnmente se adquieren en ésta. En el caso de A una sola vida en la séptima sub-raza fue suficiente para obtener lo que se requería de ella. De la misma manera, cuando se pasa más de dos veces por una sub-raza es porque el alma necesita esta encarnación extraordinaria para cumplir lo dispuesto.

El segundo sub-tipo, representado por C, debe seguir también alguna ley general; pero no se puede deducir de la figura 32. Indudablemente, después, al examinar otros individuos del mismo subtipo se verá alguna ley.

3º Respecto al sexo del cuerpo podemos observar que estos cuatro individuos se diferencian considerablemente. El objeto de encarnar como hombre o mujer es adquirir las cualidades que se desarrollan más pronto en un sexo que en otro; pero, como varían con las almas también las capacidades para asimilar experiencias y como además las necesidades cambian a medida que se van viviendo las vidas, no hay una regla sólida en cuanto al número de encarnaciones en cada sexo. Generalmente no recorren más de siete vidas, ni menos de tres consecutivas en un mismo sexo; pero hay excepciones como podemos ver en nuestra A, que, después de una serie de tres como hombre, tiene dos como mujer, y después vuelve al sexo masculino. Se ha visto el caso de pasar hasta nueve vidas consecutivas como mujer.

4º No hay un principio general que nos indique la duración de la vida en el cuerpo físico. La época de nacimiento está determinada por el fin de la vida en el mundo celestial: la de la muerte generalmente se fija de antemano por los Sres. del Karma, aquellos Ángeles del Plan de Dios, cuya tarea es ajustar el bien y el mal del pasado y presente de los hombres de tal modo que de su recíproca actuación resulte el máximum del bien. Pueden dar a la vida un fin temprano por enfermedad o accidente si ven que esto es lo mejor para la evolución futura del alma, y, por el contrario, si se requiere una vida larga para que aquella pueda adquirir alguna facultad, a este propósito se ajusta la duración.

Fig. 34 (1)

Aunque estos delegados de Dios fijan los principales incidentes y el término de una encarnación según el karma del alma; esto es, según los servicios recíprocamente prestados entre ella y las demás en las vidas pasadas, puede, sin embargo, modificarse el plan general por el ejercicio de la propia iniciativa o la de los otros cuyas acciones la afecten directamente. En las muertes por accidente, por ejemplo, no es raro que el término sea el fijado por los Sres. del Karma para la encarnación; pero hay veces en que no ocurre así, sino que el accidente es una intervención de nuevas fuerzas, que se descargan en la vida. En este caso, el plan perturbado se restablecerá al principio de la siguiente vida, de modo que al final nada se habrá perdido para el alma, cuyo destino ha sido modificado por el momento por otros.

En ningún caso puede el suicidio formar parte del plan de la vida del hombre, y por tal acto es éste directamente responsable, aunque de esta responsabilidad pueden participar también otros.

La ley de reencarnación sufre alguna modificación en lo que respecta a las almas sencillas y las incultas, que nacen repetidas veces en una misma sub-raza antes de pasar a otra. Esto es debido a su incapacidad para adquirir en una o dos vidas las experiencias propias de dicha sub-raza. El intervalo entre sus vidas se limita a veces a unos pocos años, aunque puede llegar a dos o tres siglos. En cuanto a su evolución general se hallan millones de años detrás de las clases cultas. Sin embargo, su retraso no es debido a su maldad; todo es cuestión de la edad del alma. La perspectiva más amplia de la vida y la simpatía, hoy propiedad del alma culta, lo serán también algún día de las incultas y las sencillas; el progreso llega a todos en la ilimitada vida del alma.

Fig. 35

Al examinar estos cuadros de vida y hacerse cargo de las particularidades de lugar, fecha y raza expuestas en ellos, asoma la pregunta de cómo puede el investigador oculto estar seguro de la firmeza de estos datos. ¿Cómo sabe que una misma alma pertenece en una vida a un hombre de Poseidonis (D) y en la siguiente a una esquimala? Aun dado que exista la memoria del Logos ¿cómo averiguar estas cosas?

La pregunta es natural, y quizá pueda la respuesta poner en claro que los medios que emplea la investigación oculta no difieren radicalmente de los que emplean hoy los hombres de ciencia. La determinación del lugar en que nació un individuo no ofrece dificultad; el investigador puede ver el nacimiento del niño y, hecho esto, no tiene más que dirigir la vista a su derredor y establecer su relación con el mar, las montañas, los lagos y los ríos. sus conocimientos actuales de Geografía le bastarán para salir airoso de su empeño de fijar la localidad. Si se trata de una época remota y la configuración de la superficie terrestre ha cambiado, puede retrotraer la vista y mirar al lugar como era entonces; y, poniéndose en contacto con la Divina Memoria en el mismo punto pero en época histórica posterior, la cual, por ejemplo, puede ver el nombre geográfico que hoy le corresponde.

La averiguación de la raza y la sub-raza requieren mayores conocimientos de etnología. El distinguir a un chino de un japonés ya un francés de un italiano, entre dos celtas, o un

noruego de un inglés es tarea fácil para uno que ha viajado mucho; y de la misma manera, la observación de las peculiaridades de raza y, sobre todo, de las variaciones en los componentes invisibles más finos de los cuerpos de las sub-razas, facultarán al investigador para adquirir la información que desea.

La determinación de las fechas es tarea más difícil. El investigador puede acelerar o retardar la lectura de la memoria del Logos según lo requieran los pasajes. Puede, si así lo desea, observar los incidentes de un día remoto minuto por minuto o recorrer en unos segundos el verano, el otoño, el invierno, la primavera y otra vez el verano, en un punto dado, computando el tiempo por estaciones. Si desea una exactitud absoluta, deberá observar las estaciones a medida que pasan, calculando rápidamente el tiempo pasado, año por año.

Dentro de los tiempos históricos, si está observando, por ejemplo, una escena en Egipto y desea saber la fecha, quizá necesite asistir a una ceremonia breve, prender el nombre del Faraón cuando alguien lo pronuncie y consultar después una enciclopedia para averiguar la fecha en que gobernó aquel monarca. En Grecia podrá leer el número de la Olimpiada en carta o documento que esté escribiendo alguien o fijarse en algún acontecimiento bien conocido como la batalla de Maratón, por ejemplo, y contar los años. desde él hasta el incidente en que está interesado. En Roma, deberá ver la fecha de una carta que se esté escribiendo (tal año desde la fundación de la ciudad) o puede leer durante un debate del Senado los nombres de los cónsules del año y mirar la fecha correspondiente en una cronología. Alguna vez podrá servirle como punto de partida un mojón del tiempo, como el hundimiento de la Atlántida en el año 9564 antes de J. C., fijando de antemano la época por cálculos hechos una vez para todos los casos. Cuando se trata de miles de siglos, necesitará saber algo de Astronomía para calcular los largos períodos por la situación de la estrella polar con relación al eje de la tierra. En cuanto a las investigaciones de la ciencia moderna, el valor de la obra del investigador oculto depende del cuidado que ponga en sus observaciones y de su cultura general y habilidad para presentar sus observaciones de una manera metódica.

Un investigador diligente jamás debe sufrir equivocación alguna en el reconocimiento de una alma en sus distintas encarnaciones. Es cierto que el cuerpo físico de un individuo cambia de una encarnación a otra, pero el cuerpo de su alma, el Cuerpo Causal con su Augoeides, no cambia. Una vez que el investigador ha notado la aparición de este Cuerpo permanente del alma, lo reconocerá vida tras vida cualesquiera que sean los cambios del cuerpo físico temporal. El Cuerpo Causal es la marca infalible de identificación, y es el mismo ya se trate del cuerpo físico de un recién nacido o ya del de un hombre que se halla al borde de la tumba.

En esta sección hay dos diagramas más que estudiar. Son las figs. 34: y 35. Las tres almas A, B, y C, que hemos estudiado, se hallan íntimamente ligadas por lazos de afección forjados muchísimas vidas atrás. Cada alma evoluciona bajo la presión de su propia eternidad separada; pero no recorre su sendero de Deidificación solo, sino de la mano con las otras almas a quienes ha aprendido a amar. Un verdadero lazo de afección siempre es el mismo entre las almas y no meramente de las vestiduras terrenales; y cualesquiera que éstas sean, el amor resplandece entre aquellas. Los parentescos físicos son de menor monta; un poder amoroso multidimensional se manifestará siempre como añor y devoción, cualquiera que sea el canal terrestre que los Sres. del Karma hayan señalado para él.

De los individuos A, B, C, A y B pertenecen al sub-tipo de almas cultas que tienen 1200 años de Devachan y C, al segundo tipo, que sólo tiene un intervalo de 700 años entre dos vidas. Es obvio que A y B no puedan aparecer en todas las vidas de C, a no ser que ambos mueran en cada vida a tal edad que sólo permita incluirlas entre los de 700 años de Devachan. Lo que realmente ha ocurrido se puede ver en la fig. 34. Mientras C ha tenido 31 encarnaciones, A ha tenido solamente 20 y B 24. A, en la segunda de su serie de vidas, se encuentra con C y vienen a ser marido y mujer; pero no se encuentra con su otro amigo B. En su nacimiento siguiente es marido de B y cuñado de C; pero mientras tanto B y C han tenido cada uno una vida en que no se han encontrado con A. Del examen de la carta sacamos que durante 31 vidas C se encuentra con A doce veces y con ambos, A y B, sólo ocho. El vínculo entre A y C es singularmente fuerte, como se puede ver en el diagrama.

Cualquiera que sea su relación física –marido y mujer o mujer y marido, hermano y hermana o amantes a quienes el destino no ha sido propicio y no han podido casarse – las almas se entienden. Una vez B, mujer, adopta una niña A y esta deuda se paga después adoptando A, hombre, a un niño B.

En catorce vidas en que E y F se encuentran (fig.35) vemos como el vínculo de amor aparece en variadas formas. Cuando E cambia de sexo y vive dos veces como mujer, su amado se halla con ella: primero, como hijo y después como marido. Cuando F cambia también de sexo y vive tres veces como hombre, en la tercera se encuentra con su amigo E como hombre y entre ambos brota un lazo extraordinario de mutua simpatía y afección. Más tarde E es un sacerdote, y le presentan una huerfanita para su admisión en el templo, y no dejan pasar muchos meses para ser grandes amigos, y el sacerdote es

padre y guía. Luego viene una vida en que son otra vez marido y mujer y después dos en que se encuentran y se aman; pero el curso de su amor sincero no se desliza fácilmente. Sigue una vida en que F no se encuentra con su amado, pero se encuentran otra vez en Roma como marido y mujer. En la presente vida aun no se ha encontrado; y sea o no que el plan de los Sres. del Karma los mantenga esta vez separados uno de otro, el vínculo entre sus almas permanece sólido e intacto y se encontrarán en otras vidas como mujer y marido, hijo y padre, o amigos; volverán a ser verdaderos amantes, capaces de aquel amor multidimensional que se consume en devoción y sacrificio por su amado, sea cual fuere el canal que los Señores del Destino hayan dispuesto para él.

* * *

«Primer acto. Tierra. Tristeza ingente.

Escenas que os aburren sin cesar;

Mas paciencia, que un quinto acto ha de dar

la solución de este drama inclemente».

La vida sin la Reencarnación como Norte es verdaderamente un drama salvaje, en extremo feroz, como le pareció a Tennyson una vez a despecho de su fe cristiana. La evolución es un proceso cruel, cuidadoso con la especie e inconsiderado con la vida individual; pero reconoced que la vida, indestructible e inmortal, evoluciona también, y entonces sí que el porvenir de cada individuo se ilumina. A la luz de la Reencarnación la Muerte ha perdido su aguijón y el sepulcro su victoria; los hombres caminan siempre hacia su Deificación de mano con sus amados sin que la partida cause nunca miedo. La mortalidad no es más que un papel que el alma desempeña por algún tiempo; y, una vez terminado, cuando todas las vidas se han vivido y todas las muertes muerto, el alma empieza a labrar su destino como Maestro de la Sabiduría, como Reflejo de Dios en la tierra, como «el Verbo hecho Carne». Para todos, cultos o incultos hoy, este es el porvenir que nos espera, la gloria que ha de revelarse.

 

CAPÍTULO IV

LA LEY DEL KARMA

Puede quien nació en establo inmundo

ser rey, si en trabajo ganó prez,

y puede quien fue rey, a su vez,

en andrajos vagar por el mundo,

La Luz de Asia

Poco a poco ya medida que va creciendo en conocimiento, ve el hombre que el mundo en que vive es un mundo de ley. Cada ley de la naturaleza que se descubre hace más libre nuestra voluntad por más que parezca a primera vista que circunscribe nuestras acciones; y, puesto que las acciones no son otra cosa que la resultante diagonal de una serie de fuerzas del pensar y sentir en un mundo interno, la suprema necesidad del hombre es comprender que éste su mundo interno es un mundo de ley y de orden. La gran ley del Karma o Acción, que expone la Teosofía, revelando al hombre algo de su

edificio interior, le ayuda a salir de la esclavitud de las circunstancias para ser dueño de ellas.

La idea de que todo el universo es una expresión de energía es ya familiar a nuestra ciencia moderna. El electrón es un depósito de energía, y las estrellas también lo son aunque en mayor escala. Esta energía está sometida a un cambio continuo: el movimiento se transforma en calor o electricidad; ésta, en magnetismo, y así sucesivamente. El hombre mismo es un depósito de energía: la ingiere en su alimento y la transforma en movimiento de su cuerpo. La energía del hombre utilizada en una buena acción es beneficiosa, y a este uso lo llamamos bueno, y cuando se la emplea en perjuicio del prójimo lo calificamos de malo. El hombre durante toda su vida es un transformador. La energía universal entra en él para transformarse en servicio o en perjuicio.

La ley del Karma es la relación de causa y efecto establecida a medida que el hombre transforma la energía. Tiene en cuenta no sólo el universo visible y sus fuerzas, como lo hace la ciencia, sino también el invisible, más amplio, que es la verdadera esfera de acción del hombre. Así como con un simple parpadeo lanza el hombre al universo una fuerza que afecta al equilibrio de todas las demás de nuestro cosmos físico, con cada acto de pensar o sentir cambia la mutua adaptación entre él y el universo.

Lo primero que necesitamos para comprender el significado del Karma es reconocer que estamos tratando de la fuerza y sus efectos. Esta fuerza puede pertenecer al mundo del

movimiento o físico; al del sentimiento o astral, o al del pensamiento o mental. Nosotros hacemos uso de las tres clases: de la primera, en las actividades de nuestro cuerpo físico; de la segunda, en los sentimientos del astral, y de la tercera, en los pensamientos concretos del mental y abstractos del Causal.

Aspirar, soñar, planear, pensar, sentir, obrar, significa poner en movimiento fuerzas de tres mundos; y, según el uso que hagamos de ellas, ayudamos o estorbamos; y siendo así que toda fuerza que nosotros podamos emplear, de cualquier mundo a que pertenezca, es la energía del Logos, es claro que nosotros no somos otra cosa que transformadores de esta Energía.

Su deseo es que la transformación y uso que hagamos de ella redunde en beneficio o ayuda de su Plan de Evolución. Cuando ayudamos a este Plan, nuestra actuación es buena; cuando lo estorbamos, es mala. Y puesto que en todo momento hacemos uso de su fuerza, en todo momento ayudamos o estorbamos a este Plan.

No siendo el hombre un individuo aislado sino una unidad en una Humanidad de millones de individuos, cualquiera de sus pensamientos, sentimientos o acciones, afecta a cada uno de sus prójimos, como distribuidor de la fuerza, en proporción a su proximidad. Cada uso que hace de esta fuerza, ayudando o embarazando al todo de que forma parte, tiene que producir en él un resultado y este resultado se representa como acción y reacción en la fig. 36. Todo agravio realizado (representado en la figura por un signo negro) es una fuerza lanzada al universo, que obra en detrittlento de otro, perturbando el equilibrio entre éste y aquél, y que deberá restablecerse a costa del perturbador o sea del que produjo el daño.

Fig. 36

Su karma por daño es sufrimiento, la fuerza productora, que se descarga por la víctima como punto de apoyo, restableciéndose así el equilibrio original. Lo mismo ocurre con una buena acción. Su karma o reacción es una fuerza que combina circunstancias materiales de modo que produzcan comodidad.

Además, en este regulado universo, cada tipo de fuerza obra en su propio mundo: puede uno dar limosna a un mendigo por compasión y simpatía y otro por librarse de la molestia que le causa, y ambas realizan una buena acción y para ambos el karma de la acción en el mundo físico será un bienestar; pero el primero tendrá además un karma adicional en el mundo astral por su piedad y simpatía y que le producirá una emoción de dicha, mientras que el otro no recibirá este beneficio. En cambio, si, a falta de algo que dar a uno que sufre, le acompaño en el sentimiento, obtendré una emoción de dicha, pero no comodidad.

Para mejor explanación de asunto tan difícil se ha adoptado un símbolo para cada tipo de fuerza que produce karma (véase la penúltima columna del diagrama). Estos signos y

la estrella son meros símbolos y nada más. En el mundo mental superior, donde el alma del hombre reside en su Cuerpo Causal, el mal «es nulo, nada, silencio, que envuelve sonido», allí no existe contraparte mala de las aspiraciones del alma.

El hombre perverso no es una alma perversa; no es más que la representación en cuerpo terrenal de una alma poco evolucionada y cuyas energías son aún demasiado débiles para dominar a su agente físico.

Nosotros entramos en esta vida con un pasado largo y de muchas vidas; al emprender nuestra tarea una vez más en la tierra traemos a cuestas nuestro k arma bueno y malo. Como se ha dicho ya, este karma consiste en fuerzas, y en la figura 37 se puede ver como el individuo es el punto de descargue de las fuerzas buenas y malas creadas por él mismo (2) .

Impresiona a primera vista el gran número de sufrimientos, disgustos y depresiones que se ven en ella como haber y sólo tres ideales; pero no debemos olvidar que no las fuerzas de todos los mundos tienen igual eficacia para producir cambios en el destino del hombre. La unidad física de fuerza capaz de producir un bienestar o comodidad, puede ser cien veces inferior a la unidad de fuerza mental con la que se forma un ideal.

Si tomamos como 1 el trabajo equivalente a una unidad física de fuerza, no exageraríamos si considerásemos que la unidad astral vale 5; la mental inferior inferior, 25, y la correspondiente a un ideal del mundo mental superior, 125. Si uno que tiene muchos sufrimientos, disgustos e inquietudes tiene también algunos ideales, tendrá un éxito en su vida y no un fracaso. Por otra parte, uno puede tener como haber kármico riqueza y posición mundial y obtener de ellas comodidades y satisfacciones; pero si de su pasado no ha traído inspiraciones para su mente, su vida puede ser en gran parte mera futilidad agradable.

Una mirada en nuestro contorno justifica nuestra opinión de que en la mayor parte de las vidas hay más karma malo que bueno; esto es, que nuestra actuación en conjunto va

acompañada más de trabajo enojoso y pesares que de labor agradable y alegría. En el estado actual de la evolución humana, hay en el depósito de fuerzas acumuladas por cada uno de nosotros más de penoso que de agradable. Nuestro haber de la malo es mayor que el de lo bueno, porque en las vidas pasadas no hemos querido guiarnos por el discernimiento y cuidar un poco de ver a quién perjudicamos con nuestro egoísmo. Pero toda fuerza kármica tiene que descargar su energía, porque «aquello que sembrare el hombre, aquello recogerá». Sin embargo, al recoger el hombre su cosecha, un cuidadoso

arreglo de las fuerzas kármicas permite como resultante final de la acción recíproca entre las buenas y las malas una adición, aunque sea pequeña, a las buenas. Si, al nacer nosotros se pusieran en juego todas nuestras fuerzas kármicas del bien y del mal, viendo que nuestro capital del mal es mayor que del bien, nos agobiaría tanto la pesadumbre, que apenas nos quedaría ánimo para combatir en la lucha de la vida; pero a fin de que podamos luchar y vencer; es decir, obtener alguna ganancia para el lado bueno, a cada alma se le hace al encarnarse un cuidadoso ajuste de cuentas.

Fig. 37

Este ajuste se verifica por los Sres. del Karma, estas benéficas Inteligencias, que en el Plan del Logos actúan de árbitros del Karma. Ni premian ni castigan; sólo disponen la

actuación de las fuerzas del hombre de modo que su karma le ayude a dar un paso más en la evolución. En la siguiente figura podemos ver Un medio típico de ajuste.

En la fig. 38 tenemos un círculo que representa la totalidad del karma de un hombre, fuerza procedente de las pasadas vidas. Tiene dos segmentos: el claro y el sombreado, que respectivamente representan el buen karma y el malo. Supongamos que el karma total de un individuo asciende a cien y que la razón del bueno al malo sea la que expresa la figura, o sea de 2 a 3. El segmento aebca representará el buen karma, de 40 unidades, y adbca, el malo, de 60. Esta totalidad de karma acumulado en las vidas pasadas se llama en la filosofía inda Sanchita o Karma acumulado.

Fig. 38

Los Sres. del Karma extraen de esta totalidad cierta cantidad para la nueva vida del alma, y calculémosla en una cuarta parte, ecde, de la que eca representa el bueno con 10,7 unidades y acd el malo con 14,3. La razón del bueno al malo no es como 2:3 del total, sino como 3:4, y, por tanto, menor; es decir, que se le atribuye mayor porción del bueno que le correspondería según la razón del karma total. Esta porción del karma con que el alma entra a encarnar se llama en sánscrito Prarabdha o karma de partida, el Destino con que, según los musulmanes, ciñe Dios el cuello de cada alma a su nacimiento.

Nos lo representa la fig. 39: en su espacio claro o fighf la porción buena y en el sombreado fhgf, la mala. Ya se ha dicho que se le ha atribuido más de aquella que le correspondería haciendo la aplicación según la razón de los karmas totales resultantes de todas las vidas pasadas. Y esto se muestra en la figura, donde fihf representa la porción buena total y figh la extraída para para la nueva vida.

El karma es fuerza, cuyo gasto implica trabajo, y este trabajo provoca en la vida del hombre las reacciones que hemos descrito en la fig. 36. El karma representado en la fig. 39 se extingue al terminar la vida de un hombre; pero no sin crear nuevo karma por vía de reacción, que responderá a la discreción con que se haya agotado el anterior. Si sus sufrimientos le enseñan resignación y simpatía, si sus disgustos y depresiones le incitan a esforzarse en rectificar los errores pasados, si paga sus deudas kármicas inteligentemente, el nuevo karma que engendre será bueno y no malo; pero si se resiente

por las deudas que tiene que pagar, si su naturaleza se endurece y hace sufrir a otros, su nuevo karma será malo. Al pagar las deudas kármicas, la mayor parte de nosotros contraemos un nuevo karma mixto -como el anterior- de bueno y malo; y sólo en los más discretos hay más del bueno que del malo.

Fig. 39

Fig. 40

En la fig. 40, que es un círculo más extenso que el de la fig. 39, está representado este nuevo karma, llamado en sánscrito Agami o Kriyamana o Karma futuro. Se han consumido 25 unidades y se han creado 36, y la razón entre el bueno y el malo, que al empezar la vida era 3:4 al terminarla es de 4:5, por estar formado el karma por 16 unidades buenas y 20 malas. En la figura 40 los radios ml y kl limitan respectivamente la extensión de los segmentos del buen karma extinguido y del nuevo. En la figura 41, superposición del 39 y el 40, se ven ambos aumentos: el de la cantidad de fuerza engendrada y el de la buena con relación a la mala. Refiriéndonos una vez más a la fig. 38, vemos que el segmento aecda se ha agotado y en su lugar tenemos el nuevo karma representado por la fig: 40. Esta operación se verifica en la figura 42. El círculo exterior representa el nuevo total de 111 unidades y el interior, el antiguo de 100 y los radios op y rp nos dicen como hay para el porvenir mayor cantidad relativo del bueno que del malo, 45’3:65’7, que prácticamente es 41:59. La mejora obtenida durante una encarnación -41: 59 en lugar de 40:60- no ha sido grande: una unidad más del bueno y una menos del malo; pero hasta que el hombre comprenda el plan de la evolución, no hay grandes cambios de vida a vida. Hay ascensos y descensos de buena y mala fortuna, sufrimientos y alegrías, a medida que pasan los años y se viven las vidas: pero sólo cuando el hombre aspira sin vacilaciones a servir al Plan del Logos, a vivir, no para sí mismo sino para sus prójimos, su karma experimenta grandes cambios y se acelera su

evolución. Entonces su progreso adquiere una rapidez de progresión geométrica.

Ahora se comprende cómo hasta cierto punto hay un Destino para cada hombre. Es la cantidad de karma bueno y malo extraída para él por los Señores del Karma para determinada vida. Sus padres, su herencia, los que le ayudan y los que le estorban, sus oportunidades, sus obligaciones, su muerte, le son a modo de Destino; pero estas fuerzas no le imponen, mientras se consumen, el modo de responder a ellas. Su voluntad, tan débil como es todavía, es, sin embargo, libre; puede reaccionar sobre el karma antiguo produciendo más bueno que malo del nuevo. Es cierto que constituyen una gran impedimento sus pasadas tendencias y la presión de su medio ambiente; pero el Espíritu Divino mora dentro de él, y con sólo despertarse puede cooperar con la Divina Voluntad en la evolución y no obrar contra ella. Es deber de los maestros y mayores de edad, así como del gobierno bajo él cual vive, rodearle de un medio ambiente en que le sea más fácil cooperar con la Divina Voluntad que contrariarla; pero esta utopía está todavía en el seno del porvenir. Hasta que llegue esta oportunidad, cada vez que un hombre cae -y muchas de sus caídas actuales se deben a su medio ambiente- cada uno de nosotros, que hemos contribuído a formar este medio ambiente, participa del karma de su caída.

Se ha dicho que los Señores del Karma dirigen la actuación de las fuerzas kármicas; y ahora debemos estudiar los principios que los guían. En la fig. 43 tenemos su resumen.

Los Señores del Karma tienen que emplear la fuerza almacenada en el individuo, pues no pueden añadirle ni quitarle nada. Procede del pasado; y, como sale con lazos kármicos individuales, comunales, nacionales, deberá nacer donde pueda agotar su karma relativo a ellos. Pero su vida no es más que una de la serie, y al fin de ellas ha de ser un Maestro de la Sabiduría, un Hombre Perfecto, imagen de un Arquetipo creado por el Logos para él. Los Maestros de la Sabiduría tienen, pues, que aplicar el karma individual de modo que el individuo se desarrolle con firmeza hacia su Arquetipo.

Ahora bien, las actividades del hombre dependen en gran parte de la clase de cuerpo físico de que dispone; y como éste procede de los padres, la herencia tiene una gran importancia.

En nuestros días entendemos por herencia los factores mendelianos, las unidades de atributos físicos que hay en las células germinales de los padres. Los Señores del Karma han de elegir, por tanto, los factores que sean útiles para el tipo de cuerpo que el karma requiere. Aquí voy a reproducir lo escrito por mí sobre el asunto en Theosophy and Modern Thought, de donde se tomado también la fig. 43.

Fig. 41

«Una vez más el problema se resuelve en dos mundos: el visible y el invisible. En el visible, por el lado de la forma tenemos al hombre como cuerpo, cuyo cuerpo ha sido moldeado por factores; pero estos factores ayudan a unos y estorban a otros. Un hombre nace con un cuerpo espléndido y otro con ceguera nocturna o hemofilia: uno puede ser músico y otro sordomudo. En una familia de factor discromático nace un hijo normal y tres afectados. ¿Por qué han sido embargados estos tres y el cuarto no?

«Para resolver el enigma del destino del hombre tenemos que dirigirnos hacia el lado de la vida. Tres son los elementos puestos en juego. El primero es que el hombre es un Ego, un círculo inmortal en la esfera de la Divinidad; aunque nació «hace muchísimo tiempo, realmente continúa dentro del germen». Ha vivido en la tierra en muchas vidas pasadas y en ella ha pensado, sentido y obrado bien y mal; ha puesto en movimiento fuerzas auxiliadoras y obstructoras de sí mismo y de otros. Está ligado y no libre. Pero vive edad tras edad para alcanzar un ideal, su Arquetipo. Así como hay arquetipos de forma para la vida de plantas y animales, también los hay para las almas de los hombres. El uno será un gran santo de compasión; el otro, un Maestro de la verdad; un tercero, un

gobernante; el artista y el científico, el activo y el soñador, todas han puesto ante sí su Arquetipo, el Pensamiento del Mismo Dios, a que cada hombre llegará en la perfección de su temperamento, dado por Dios. Y cada Ego llega a su Arquetipo descubriendo su tarea. Para esto venimos a la encarnación como Egos; para descubrir nuestra tarea y educir en su ejecución luchando con las circunstancias los poderes ocultos dentro de nosotros.

«Pero para ejecutar nuestra tarea necesitamos un cuerpo de carne, y el que éste ayude o estorbe a nuestra obra depende de los factores que entraron en su formación. Una vez más se ve aquí que no hay concurso fortuito de factores; los Devas Constructores vienen a ayudar al hombre con su destino.

Estos son los Señores del Karma, las Inteligencias invisibles que aplican la Gran Ley de Justicia que dispone que cada hombre coseche lo que ha sembrado; ellos eligen de los factores que suministran los padres los que mejor han de servir al Ego en la lección que ha de aprender y en la obra que ha de ejecutar en este apropiado cuerpo que el Karma le ha adjudicado.

«Los Señores del Karma ni castigan ni premian; no hacen más que aplicar las fuerzas del pasado de un hombre de manera que en su nuevo agrupamiento le ayuden a dar un paso más hacia su Arquetipo. En esta aplicación de alegría o tristeza, de bienestar o desgracia, los Señores tienen en cuenta una cosa: que el objeto de la vida del hombre en su presente etapa no es ser feliz o infeliz, sino alcanzar su Arquetipo.

Inefable y efectiva bienaventuranza le aguarda en lontananza para cuando haya realizado su Arquetipo; pero mientras tanto es su deber aproximarse a ella de experiencia en experiencia.

«Después de formado el zigote (3), los Señores del Karma eligen los factores, puesto que el Ego no puede hacerlo todavía por sí. Si en la próxima etapa de la evolución tiene que desarrollar un don especial como, por ejemplo, el de la música, eligen los factores apropiados. El músico necesitará un sistema nervioso anormalmente sensitivo y un desarrollo especial de las células del oido; y los Señores elegirán estos factores en la confección del embrión. Si al mismo tiempo la energía interna del hombre debe despertarse por algún obstáculo o su naturaleza purificarse por el sufrimiento, aparecerá también un factor apropiado, el que produzca, por ejemplo, la falta de virilidad o de resistencia a las enfermedades. Si en cambio el Ego, matemático ya, debe ser un genio en esta ciencia, los factores del zigote que forman el cerebro matemático se extraerán durante su crecimiento para ser embrión. Cualquiera que sea la labor que tiene que ejecutar el Ego, los Señores eligen los factores apropiados: virilidad para,el explorador de nuevas tierras, temperamento psíquico para los que pueden ayudar por comunicación con lo invisible, factor incapacitador para el que tiene que crecer por el sufrimiento; y

así sucesivamente, factor por factor, los Señores distribuyen el karma de los hombres. Con infinita compasión e infinita sabiduría, pero sin desviarse de la justicia el grueso de un pelo, fabrican para un alma un cuerpo adecuado para genio y para otra un zoquete. No se ocupan en hacer al hombre feliz o descontento, bueno o malo; su único deber es guiar al hombre a un paso más hacia su Arquetipo. Auxilios y entorpecimientos, alegrías y penas, comodidades y privaciones, son los ladrillos fabricados por el mismo Ego para su habitación temporánea. Los Señores del Karma ni añaden ni quitan nada;

no hacen más que ordenar las fuerzas creadas por el alma de modo que en su carrera por la ronda de nacimientos y muertes llegue a realizar lo antes posible su destino final, su Arquetipo».

Fig. 42

No debemos imaginarnos, sin embargo, que el Destino adjudicado a cada individuo sea absolutamente rígido e inmutable. El hombre puede cambiar y cambia su Destino algunas veces por una reacción extraordinaria contra las circunstancias. El suicidio, por ejemplo, no es un destino del hombre aunque las circunstancias visibles e invisibles sobrepujen a nuestro modo de ver a su fuerza de resistencia. Al individuo le toca luchar a través de los dolores, disgustos y depresiones, pero no dejarse dominar. De igual modo, un individuo puede tener una oportunidad no dispuesta especialmente para él; un

instructor religioso, por ejemplo, cuya aparición no tiene relación directa con él, puede afectarle proporcionándole una nueva oportunidad. No es raro que el karma de un hombre sufra, por decirlo así, un desencajamiento por actos de otros no prefijados en él. En todos estos casos ya se trate de beneficio o ya de perjuicio para el individuo, hay siempre gran reserva kármica no actual, y el nuevo karma se resta de esta reserva o se añade a ella de modo que en definitiva no resulte favoritismo ni injusticia.

Fig. 43

También es digno de nota que hay diversos tipos de karma y que cada individuo puede hallarse ligado con uno o más de ellos, pero no con todos. El vínculo kármico más común es el de amor u odio, pero los hay también de casta y raza. Un hombre nacido, por ejemplo, en la casta sacerdotal participa hasta cierto punto del bien o del mal producido por todos los pertenecientes a ella; un individuo nacido entre determinada gente es embarazado o auxiliado por el karma creado por ella durante siglos. También hay karma ligado a una determinada clase de actuación. Los secuaces de un Pericles

o los generales de un César serán atraídos por lazos kármicos hacia sus jefes siempre que éstos vuelvan a actuar en sus sueños de la vida; yen estos casos puede o no haber vínculos emocionales entre los unidos en una obra común; el lazo que los une para estorbarse o ayudarse unos a otros o a la obra común es un lazo kármico de obra.

De este asunto tan vasto del Karma humano o del hombre en acción sólo un bosquejo puede darse en un sumario tan breve como éste. Para comprender el karma en su plena

actuación y significación se requiere la sabiduría de un Adepto; pero comprender sus principios es cambiar plenamente el concepto sobre las posibilidades de la vida y de uno mismo. Ya que la Teosofía es eminentemente ética en su aspecto, quizá no haya mejor manera de comprender la que entendemos por karma que la fig. 44.

«¡Oh, Amor! ¿Podríamos tú y yo con Él conspirar

para comprender este triste esquema de cosas por completo?

¿No querríamos hacerlo pedazos y después

rehacerlo más cerca del deseo del corazón ?»

LA LEY DEL KARMA

Karma = Actividad

DE LA VIDA PASADA

DE LA VIDA PRESENTE

Actos benéficos

Actos nocivos

Aspiraciones y deseos

Pensamientos sostenidos

Exitos

Experiencias

Experiencias dolorosas

Deseos de servir

Producen

Producen

Producen

Producen

Producen

Producen

Producen

Producen

Buen ambiente

Mal ambiente

Capacidades

Carácter

Entusiasmo

Sabiduría

Conciencia

Espiritualidad

“Lo que el hombre sembrare será también lo que recoja” (Gal. VI:7)

Figura 44

Existe ciertamente Quien ha ejecutado este esquema de cosas completo, conforme a un Plan de Amor y Belleza; pero en el presente estado de la evolución humana el Plan está

en el cielo y no en la tierra. Sin embargo, está esperando el día en que se haga Su voluntad así en la tierra como en el cielo, y este día no podrá llegar hasta que cada una de las millares de almas, que son Fragmentos de Él, esté pronto para cooperar con Él en la destrucción de su esquema actual y su reconstrucción más conforme a su deseo. Él es el gran reconstructor que destruye lo que construyó antes y la rehace más cerca del deseo de su Corazón. Su Karma, Su Acción, se extiende a todo el mundo, y nosotros no tenemos más que seguir las instrucciones que nos dicta en la profundo de nuestro corazón para destruir nuestro esquema completo de cosas y reconstruirlo más cerca del deseo de este mismo corazón. Cuando cada uno de nosotros tenga la visión exacta del verdadero deseo del corazón y quiera destruir su esquema entero de cosas para traer a existencia otro mejor, más divino, para todos, sabrá el hombre amoldar su k arma al designio de que cada uno de sus actos sea la acción del Logos según el deseo de su Corazón.

 

CAPÍTULO V

LOS MUNDOS INVISIBLES

El mundo que nos rodea ejerce en la vida de cada uno de nosotros una gran influencia, quizá la mayor de todas. Nosotros somos en gran parte la que nos hace nuestro conocimiento del mundo. Conocemos el mundo por medio de nuestros cinco sentidos, y si uno de ellos es defectuoso, nuestro conocimiento del mundo es menor por causa de este defecto. Ahora bien, aunque estamos ejercitando en todo tiempo nuestros sentidos y vemos, oímos, tocamos, gustamos y olemos los objetos del mundo en que vivimos, sabemos muy poco de los complejos que son los procesos de la conciencia que envueive nuestro conocimiento del mundo. Tampoco nos damos cuenta de que nosotros sólo conocemos una parte de la conocible que hay en el mundo que nos rodea.

Consideremos por ejemplo nuestro conocimiento del mundo por la facultad de la vista. ¿Qué entendemos por ver un objeto? Ello significa que nuestros ojos responden a las vibraciones de luz emitidas por el frente del objeto y que nuestra conciencia las traduce en ideas de forma y color. Por supuesto que nosotros sólo vemos la parte que nos da frente, nunca el todo, que abarca las partes anterior y posterior. Esta facultad de ver se debe, pues, a las ondas de luz a que responden nuestros ojos. Pero ¿qué es, después de todo, la luz? Al contestar a esta pregunta veremos en seguida cuán pequeña es la parte visible del mundo y cuán grande la invisible.

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Fig. 45

La fig. 45 nos muestra los principales fenómenos de la luz. Es una vibración en el éter, y según su amplitud y frecuencia es el color que produce. La luz que nosotros conocemos procede del sol, que despide grandes haces de vibraciones de diversos tipos a que llamamos luz blanca. Pero si hacemos pasar un rayo de luz blanca por un prisma de vidrio, las partículas de éste dividen cada haz en sus vibraciones constitutivas. Estas vibraciones percibidas por la retina del ojo producen en nuestra conciencia la sensación del color. Los colores que nuestros ojos pueden percibir son siete: rojo, anaranjado,

amarillo, verde, azul, añil y violeta, que con sus matices y combinaciones constituyen los variados colores del mundo en que vivimos.

Pero los colores que nosotros vemos no son todos los que existen. Nosotros no vemos más colores que aquellos a que nuestros ojos pueden responder, y la respuesta de nuestro ojo es limitada. En el espectro podemos ver los colores desde el rojo hasta el azul y después el violeta; pero pocos de nosotros pueden percibir el añil entre el azul y el violeta. Podemos responder a las vibraciones solares en el éter y percibirlas como

colores siempre que su número no baje de 15.000 por centímetro (rojo) o exceda de 25.000 (violeta); pero un pequeño experimento nos mostrará pronto que antes del rojo y después del violeta existen vibracjones que se nos traducirían en colores si pudiéramos responder a ellas. Si hacemos que un espejo ustorio refleje los rayos infrarrojos del espectro -nuestro ojo no los percibe- y ponemos fósforo en el punto de su convergencia, el calor lo encenderá; lo que indica que antes del color rojo hay en el espectro vibraciones que producen calor. De la misma manera, si en el otro extremo del espectro interceptamos por una pantalla los rayos violetas y en el espacio que les sigue, donde nuestros ojos no ven color alguno, colocamos un disco o pantalla cubierto de cianido de platino, arderá el disco por la acción de los rayos ultravioleta. Hay, pues, en los rayos solares infrarrojo y ultravioleta colores que nuestros ojos no perciben y que si estuvieran al alcance de nuestra vista nos traerían la evidencia de que en la naturaleza hay nuevos colores y nuevos matices.

Fig. 46

También nuestro sentido del oído es limitado: hay sonidos demasiado agudos y demasiado graves para que nosotros los podamos oír. El sonido se produce por ondas aéreas, de las que la nota más baja de un órgano ordinario produce 32 por segundo y la do más alta 4,224. Nuestro oído responde a los sonidos cuyo número de ondas oscile entre estos dos extremos, pero los hay de menor y mayor frecuencia, aunque no para

nosotros, pues no podemos oírlos por más que se produzcan en nuestro derredor.

La tabla de la fig. 46 da una idea general de los efectos que producen en la naturaleza las vibraciones del aire y del éter. Supongamos un péndulo que oscila 2,4,8. . . veces por

segundo; es decir, cuyo número de oscilaciones va duplicándose sucesivamente desde 2 por segundo. Pues bien, nuestra facultad de percibir las ondas producidas por estas vibraciones en el aire, o sea de oírlas, empieza en el quinto término de la progresión y termina entre el 13.º y 15.º. Luego vienen las ondas eléctricas en el éter, pero no las vemos hasta que lo afecten suficientemente para producir luz. Un hilo eléctrico, por

elevado que sea su voltaje, es oscuro para nuestros ojos; pero, si encuentra resistencia y provoca en el éter vibraciones más rápidas (términos 45 a 50 de la tabla), se nos hace visible.

El diagrama se expresa con bastante claridad. Las vibraciones clasificadas por la ciencia oscilan, en cuanto a la magnitud de onda, entre 400 y un cuatro de millón -las producidas por las radiaciones del hidrógeno bajo la influencia de una descarga eléctrica- por pulgada (25’4 mm). Nosotros respondemos a poco más de la novena parte de todas estas vibraciones con los sentidos que poseemos. En otras palabras, del mundo que nos rodea, descubierto por la ciencia, sólo conocemos una octava parte, y las siete restantes permanecen ocultas para nuestra conciencia.

Supongamos también que nuestros nervios estuvieran organizados de otro modo; que no respondiesen a las ondas de luz, pero sí a las eléctricas. ¡Qué diferencia sería entonces

el mundo que nos rodea! Por más que el sol brillase, para nosotros no habría luz solar; la atmósfera que nos rodea sería opaca; pero dondequiera que hubiese un fenómeno eléctrico, veríamos. Un hilo telefónico sería un hueco por medio del cual veríamos el mundo exterior; nuestras habitaciones estarían alumbradas, no por la luz de una bombilla eléctrica, sino por los hilos eléctricos extendidos por las paredes. Realmente,

si nuestros sentidos respondieran a las ondas eléctricas, ni siquiera necesitaríamos hilos; veríamos por la luz emitida por los protones y electrones de que se componen los átomos. No tendríamos alternativas de noche y día; mientras los electrones y protones girasen en sus revoluciones siempre sería día.

Las figuras 47 y 48 nos muestran qué diferente es el aspecto de un objeto percibido por dos tipos diferentes de vibración. Las dos son imágenes del sol tomadas por máquina

fotográfica; pero la primera en una placa ordinaria que responde a todos los rayos emitidos por el sol; esto es, a los rayos blancos, y la segunda con el espectro-heliógrafo inventado por el profesor Hale y cuya placa responde a ciertas vibraciones y no a otras. Para adquirir este retrato sólo se permitió la entrada en la cámara oscura a las vibraciones de luz emitidas por los vapores de hidrógeno. Tenemos, pues, dos retratos del sol, ambos obtenidos por la cámara oscura. Así, pues, si a un mismo tiempo dirigimos al sol dos telescopios, el uno con una cámara ordinaria y el otro con espectro-heliógrafo dispuesto para una clase especial de vibraciones, obtendremos dos fotografías cuyos detalles difieren enteramente excepto en el contorno circular, común a ambas.

Fig. 47 – El sol por la cámara fotográfica.

Fig. 48 – El sol por el espectro-heliógrafo

Tal es exactamente el principio fundamental de la clarividencia. Nos rodean muchos tipos de vibración a que el mortal en general no puede responder. Está ciego, inconsciente, respecto a una parte del universo, dispuesto a revelársele si él fuera capaz de responder a sus vibraciones. Pero el clarividente responde y por lo tanto ve más del mundo real en que pasamos nuestros días. Por supuesto que no todos los clarividentes son iguales en responder al mundo invisible: unos ven poco y otros mucho; unos adquieren un concepto claro de lo que ven y otros confuso e incoherente. Pero el principio de la clarividencia es exactamente el mismo de la visión ordinaria.

Aun no conocemos qué desarrollo especial de los nervios y de tos centros cerebrales es necesario para responder a las vibraciones del mundo invisible; pero la ciencia de mañana nos descubrirá la fisiología oculta del cerebro y pondrá el mecanismo de la clarividencia más a nuestro alcance que lo está hoy.

Fig. 49

Al hablaros de este mundo más extenso e invisible que nos rodea, no la hago de segunda mano, sino también por propia observación y conocimiento. No sé la que hay de especial en los centros de mi cerebro; pero es un hecho constante de mi conciencia que en todo mi derredor, a través, dentro y fuera de todo, existe un mundo invisible, muy difícil de describir. Su visión apenas requiere esfuerzo de voluntad; no necesita mayor concentración que la de la vista física para ver un objeto. Es indiferente que los ojos estén abiertos o cerrados, puesto que no se ve con ellos. La vista física y la interna con independientes entre sí y, sin embargo, ambas actúan simultáneamente. Mi ojo ve el papel en que escribo esto y al mismo tiempo mi algo (no sé cómo llamarlo) ve el mundo invisible que hay encima, debajo, alrededor y a través del papel, de la mesa y de la habitación. Este mundo es luminoso, y parece que todo punto de este espacio es un manantial de luz propia, diferente de la del mundo físico. Todo su espacio está en pleno movimiento; pero que sugiere de un modo confuso e indescriptible la idea de la cuarta dimensión. Debo afirmar con toda la vehemencia de que soy capaz, que para mi

conciencia, para todo la que conozco de ella como Yo, este mundo invisible tiene mayor realidad que el físico, y que al comparar ambos resulta que este último es plena ilusión, maya, que no encierra cualidad que mi conciencia pueda con razón designarla como real. Nuestro mundo en comparación con la intensa realidad aun de ese fragmento del invisible que yo veo, es menos que un espejismo, una sombra, un sueño; casi no parece una idea de mi cerebro. Sin embargo, nuestro mundo físico es bastante real para mí. Precisamente, en el momento en que escribo esto entre las colinas de Java siento que me pican los mosquitos y tengo viva conciencia de sus picaduras. Algún día, cuando la ocasión la permita, podré desarrollar esta facultad con que nací y aportar algo a la suma de conocimientos acumulados ya por nuestros investigadores teosóficos.

Los hechos recogidos ya por los científicos de la tradición teosófica nos dicen que nuestro mundo físico no es más que un fragmento del verdadero mundo, y que a través y más allá de éste hay muchos mundos invisibles. Cada uno de ellos es material; es decir, no un mero concepto, sino hecho de materia. No obstante, la materia de los mundos invisibles es mucho más fina en calidad y sustancialidad que aquella a que estamos acostumbrados. Tenemos conciencia de la materia sólida y de la líquida, pero no la tenemos ordinariamente de la gaseosa como el aire. Solamente notamos los gases cuando nos molestan, como cuando el viento nos impide avanzar en nuestro camino o un gas dificulta nuestra respiración. Más allá de este estado gaseoso de la materia la ciencia moderna ha descubierto nuevos estados, a que ha dado el vago nombre de materia radiante, y hay además el misterioso éter luminífero, también materia, pero diferente en sus cualidades de la conocida por nosotros. La Teosofía ha investigado y descrito todo este vasto dominio de estados más sutiles de materia, y en la figura 49 damos en forma tabular algunos datos de los mundos invisibles.

Hay siete mundos en relación especial con el hombre, y todo individuo tiene en ellos alguna fase de su vida. En cada uno de los tres inferiores está representado por un vehículo o cuerpo de la materia correspondiente, y este cuerpo le sirve de medio de conocimiento y comunicación con su mundo. Así, cada uno de nosotros tiene un cuerpo físico constituído por siete subestados de materia física, y por medio de él adquirimos experiencias del mundo físico. Igualmente, cada uno de nosotros tiene un cuerpo de materia astral- así llamada por ser estrellada o luminosa – y que se llama cuerpo astral, y cada uno tiene también un cuerpo mental y otro causal, hechos con materiales del mundo mental (véase la figura 28). Por supuesto que los cuerpos invisibles están altamente organizados como el físico y hay una anatomía y fisiología de estos vehículos invisibles tan complejas como las del cuerpo físico. En los mundos superiores al mental, la conciencia del hombre se halla todavía en estado rudimentario, y sus cuerpos o vehículos aun esperan su organización.

Como se muestra en el diagrama, cada mundo difiere enteramente de los demás. Los fenómenos naturales como el calor, la luz y la electricidad, pertenecen a nuestro mundo de materia física y no afectan, por ejemplo, al mental. Así como hay leyes para los estados sólido, líquido y gaseoso de la materia física, las hay igualmente para los demás mundos. La materia de cada mundo o plano tiene siete subestados llamados subplarios. Nuestro mundo físico no se limita a los tres subestados: sólido, líquido y gaseoso, con que estamos familiarizados, sino que tiene además otros cuatro llamados respectivamente etéreo, supéretéreo, subatómico y atómico. (Hay que advertir aquí que la palabra etéreo se refiere a cierto subestado de materia física y no al éter de la ciencia, la sustancia que llena los espacios interestelares y nos transmite las ondas luminosas de las estrellas más lejanas).

El subplano superior de cada uno de los siete planos se llama atómico por la razón de que sus partículas no son moleculares, sino compuestas de unidades que ya no pueden dividirse en menores constituyentes dentro del plano.

Todos los mundos invisibles se hallan acá y allá en nuestro contorno y no en otro mundo del espacio. El mundo astral y sus habitantes nos rodean en todo tiempo, aunque la mayor parte de nosotros la ignora. Y lo mismo sucede con el mundo invisible, tradicionalmente conocido como cielo. Las glorias del cielo están siempre con nosotros y no requieren más que ojos para verlas y oídos para oírlas. ¿Cómo puede ser que en nuestras habitaciones, jardines, caminos y ciudades haya también otros mundos? ¿Cómo pueden existir varios mundos en un mismo espacio?

Pueden coexistir, porque la materia de cada uno de ellos es más sutil que la del inmediato inferior, Si comparamos la materia de los tres mundos invisibles inferiores a los tres estados de la materia física -sólido, líquido y gaseoso- que nos son familiares; si consideramos por un momento al mundo físico como sólido, al astral como líquido y al mental como gaseoso, veremos como los tres mundos pueden coexistir en un mismo espacio. Una botella llena de arena no está realmente llena, porque hay espacios de aire entre sus partículas; y si introducimos agua en ella, ocupará los espacios vacíos. Aun con la arena y el agua la botella no estará realmente llena, porque podemos airear el agua; es decir, llenar sus espacios vacíos con partículas de gas, puesto que el agua no ocupa por completo el espacio, sino que está llena de pequeños huecos entre sus partículas. Luego arena, agua y gas pueden coexistir en una misma botella.

Podemos poner otro ejemplo para dar a comprender cómo varios mundos pueden ocupar el mismo espacio. Supongamos un depósito lleno de balas de cañón antiguas, redondas, apiñadas lo más estrechamente posible. Por más unidas que se hallen, dada su forma redonda, siempre quedarán espacios vacíos entre ellas. Supongamos ahora que introducimos en el depósito millares de perdigones con un misterioso poder de

movimiento. Los perdigones podrán permanecer entre las balas de cañón y aun moverse sin encontrar obstáculos insuperables. Supongamos que el depósito está enteramente lleno de los perdigones y no hay ya sitio para que puedan moverse dentro. Aun así habrá espacios vacíos entre ellos, puesto que son redondos, y si introducimos un ejército de microbios, podrán vivir holgadamente entre los perdigones sin que éstos constituyan un obstáculo para su movimiento.

De un modo semejante ocupan el espacio que nos rodea los mundos astral, mental y los demás superiores. Nuestro mundo físico en sus estados sólido, líquido, gaseoso y etéreo,

es poroso, y entre sus partículas más sutiles existen grandes espacios, y en ellos partículas de materia de los planos superiores. Un átomo de un gas raro en la atmósfera como el argón puede atravesar las mallas de una cerca de alambres sin que ésta sea un obstáculo para ello; y como el argón no se combina con ninguna sustancia, su átomo y la cerca pueden interceptarse mutuamente, por decirlo así, en conciencia, aunque ambos participan del mismo espacio. Del mismo modo, viven entre nosotros entidades astrales y de otros mundos, y ni nosotros tenemos conocimiento de ellos, ni ellos lo tienen de nosotros, excepto en circunstancias anormales.

¿Qué verá uno que responda a las vibraciones de los mundos astral y mental; es decir, que disfrute de la visión de aquellos mundos y al mismo tiempo esté científicamente ejercitado en la observación y el discernimiento? Verá multitud de fenómenos cuyo análisis y comprensión le ocuparán mucho tiempo. Lo primero y más sorprendente será el ver que los amigos y conocidos a quienes creía muertos viven, ya en cuerpo astral ya en el mental. No han ido a un lejano cielo, purgatorio o infierno, sino que se hallan aquí mismo, en un espacio más sutil e invisible. Verá al muerto disfrutando de dichosa alegría, de dulce tranquilidad, o aburrido o extremadamente desgraciado. Notará que las entidades en estas condiciones de conciencia se hallan localizadas en varios subplanos de los mundos astral y mental. Observará cuán lejos de la superficie de la tierra se extienden estos subplanos, y así podrá crearse para sí una geografía de los mundos invisibles.

Verá que en las subdivisiones inferiores del mundo astral viven temporalmente hombres y mujeres extremadamente desgraciados, y que esta parte es evidentemente el infierno descrito en todas las religiones; que una parte más elevada del mismo mundo es, sin duda alguna, el purgatorio, y que otra aun más elevada es el Summerland (4), descrito por las entidades comunicantes en las sesiones espiritistas. Con facultad aun superior de observación verá una parte del mundo invisible donde los muertos viven tan felizmente como su capacidad lo permite; indudablemente el llamado cielo, aunque en muchos conceptos radicalmente diferente y más razonable que el concebido por la imaginación religiosa. El misterio de la vida y de la muerte dejarán de serlo para él así que vaya

observando los mundos invisibles.

La fig. 50 trata de resumir en un cuadro las diversas clases de habitantes de los tres mundos: el físico, el astral y el mental o celestial. Tres tipos distintos de entidades en evolución participan en común de estos mundos: el humano, compuesto de hombres y animales; los Devas o Angeles, con los espíritus de la naturaleza o duendes, y la vida de la Esencia Elemental y los de los minerales. El tercer tipo es el más difícil de comprender porque es vida que no está diferenciada en formas estables y persistentes. La materia de los mundos astral y mental, independiente de las almas que hacen vehículos de ella, está viva, con una clase especial de vida de exquisita sensibilidad y activa, pero aún no particularizada. Si imaginamos la que podrán experimentar las partículas de agua de un vaso al atravesar una corriente eléctrica, tendremos una débil idea de la vitalidad y energía de los grados de materia mental y astral cuando la Esencia Elemental de los tipos primero, segundo y tercero, los afecta. Esta Esencia Elemental

se halla, por decirlo así, en un estado crítico, pronto a precipitarse en cualquier pensamiento-forma en cuanto la afecte la vibración de pensamiento emitida por la mente de un pensador. La forma construida por la Esencia Elemental con las materias mental y astral depende del tipo, calidad y fuerza del pensamiento. Estos pensamientos-formas pueden ser fugitivos o pueden durar horas, meses o años, y de aquí que puedan clasificarse entre los habitantes de los mundos invisibles. Se llaman Elementales.

Del mismo tipo algo indiferenciado de vida son las formas de los grados etéreos de la materia física mientras que es más diferenciada la vida de los minerales. El mineral tiene una existencia dual: como forma y como vida. Como forma, se compone de varios elementos químicos: como vida, su grado de evolución le permite ya construir en la materia formas de cristales con arreglo a ciertas figuras geométricas.

Fig. 50

En la segunda columna del diagrama tenemos, naturalmente, como habitantes físicos todos los minerales, plantas, animales y hombres. Habitantes temporales, que se desintegran a las pocas semanas o meses, son las contrapartes etéreas de los cuerpos físicos llamados dobles etéreos, que flotan sobre las sepulturas en que están enterrados los cuerpos físicos más densos. Como estos dobles etéreos tienen la forma de sus contrapartes más físicas y se componen también de materia física, las gentes sensitivas los ven algunas veces en los cementerios y los confunden con las almas de los difuntos.

En el mundo astral están temporalmente todas aquellas entidades físicas -hombres y animales- para las que el sueño implica la separación temporal entre el cuerpo físico

y los superiores. – Mientras dormimos, vivimos en nuestro cuerpo astral, ya plenamente conscientes y activos ya en duerme vela, según nuestro grado de evolución. Cuando nos

despertamos, los cuerpos físicos y los superiores se vuelven a unir y dejamos de ser habitantes del mundo astral. Dicho se está que la vida de los muertos en cuerpo astral, en el mundo astral, es temporal como se indica en el diagrama, puesto que después de algún tiempo pasan a vivir en el mundo celestial.

Esta vida temporal en el mundo astral puede, sin embargo, oscilar entre unas horas y un siglo y más.

Del mismo modo que desechamos nuestro cuerpo físico al morir y pasar a vivir temporalmente en el mundo astral, nos desprendemos también del cuerpo astral al pasar al mundo mental. Sin embargo, estos cuerpos astrales desechados (esta locución los describe exactamente) son distintos de los físicos también desechados, porque retienen en sus partículas astrales cierta cantidad de la conciencia del alma que los ha abandonado. Poseen, por lo tanto, muchos recuerdos, y, como conservan por algún tiempo cierta rara vitalidad, pueden imitar como autómatas ciertos hábitos y modos de expresión de las entidades que los abandonaron. Se les suele llamar fantasmas, y con frecuencia son atraídos a las sesiones espiritistas y confundidos con las verdaderas almas, de las que no son otra cosa que meros simulacros. A no ser que se las avive artificialmente como en dichas sesiones, se desintegran en horas, meses o años, según la naturaleza -espiritual o material- del Ego que ha pasado al mundo celestial.

Los siete subplanos del mundo celestial forman dos grandes divisiones: el cielo superior, formado por los tres subplanos superiores, y el cielo inferior, formado por los cuatro sub-planos inferiores. El mundo celestial inferior es conocido también con el nombre de Devachan, mansión de los dioses o residencia de la luz o bienaventuranza, porque en sus cuatro subdivisiones se encuentran las almas después de la muerte, en

condiciones de felicidad, consideradas en las diversas religiones como cielo. Se encuentran también allí los animales que antes de morir se han individualizado y han alcanzado la estatura del alma humana. En el subplano inferior se encuentran los hombres, las mujeres y los niños, en cuyo carácter predominó la afección mientras residieron en la tierra (por pequeña que sea su expresión debido a circunstancias adversas), y gozan por siglos en feliz comunión con aquellos cuyo amor fue el cielo más sublime de sus sueños terrenales. En el subplano inmediato superior residen los que añadieron a la afección la devoción a algún ideal religioso definido. En el inmediato superior, los que se complacieron en dar expresión a sus sueños de amor y devoción en actos filantrópicos. En el cuarto se hallan los que en las manifestaciones de sus almas

durante la vida terrenal unieron a todas estas bellas cualidades una naturaleza filosófica, artística o científica.

Los tres subplanos superiores del cielo superior, son la residencia permanente de todas las almas que componen nuestra humanidad. Allí viven como individualidades, como totalidades de capacidad y conciencia desarrollada durante su larga carrera evolutiva. Desde allí desciende cada alma como individualidad a la encarnación, enviando sólo una parte de sí como personalidad a adquirir experiencias de vida en los planos inferiores. En el subplano superior residen los Adeptos y sus discípulos superiores; en el inmediato inferior, las almas cuya alta evolución se atestigua por su innata cultura y natural refinamiento en sus vidas terrenales, en el tercero, la gran mayoría de los 60.000 millones de almas que componen la masa de nuestra aun perezosa humanidad.

Totalmente distinta de toda la vida de los mundos visibles e invisibles descritos es la que evoluciona en las entidades llamadas Devas o Angeles. En el cielo superior reside su tipo superior o Arupa (sin forma), llamado así porque la materia de sus cuerpos está formada de los tres subplanos superiores de la mental técnicamente llamada sin-forma, porque el pensamiento en esta materia no se precipita en forma definida, sino que se expresa como vibración compleja y radiante. En los cuatro subplanos inferiores, llamados Rupa o de forma, porque en ellos los pensamientos crean formas de contornos

definidos, residen los Rupa Devas o Devas de forma, los Ángeles menores. En el plano astral reside un orden inferior de Ángeles llamados Kama Devas o Devas de deseo, porque el mundo astral en que viven es esencialmente el reino de las emociones concentradas. En este plano y en los niveles superiores etéreos del físico residen los Espíritus de la Naturaleza o Duendes, cuya relación con los Devas es algo análoga a la

de nuestros chuchos con nosotros. Estos duendes, aunque los de sus grados superiores poseen una inteligencia elevada, no están todavía individualizados; es decir, aun forman parte de una alma grupal de duendes. Se individualizan lentamente y llegan a egos permanente, por su devoción al individuo Deva, exactamente lo mismo que nuestros perros y gatos domésticos llegan uno por uno por su devoción hacia nosotros a la

posesión de una alma reencarnante.

Los mundos invisibles de la fig. 49 son los que se hallan dentro de los límites de nuestro Sistema Solar y forman los campos de experiencia de nuestra humanidad en evolución;

pero hay otros extrasolares, cósmicos en su naturaleza y extensión, llamados Planos Cósmicos. Cada uno de éstos tiene también su siete subdivisiones o subplanos, de los cuales los ínfimos o séptimos constituyen los supremos o primeros, los atómicos, de nuestro Sistema Solar. Se adquirirá fácilmente idea de ello si estudiamos los dos diagramas de las figs. 49 y 51 juntamente. El Plano quinto o Mental Cósmico es donde

existe como definida Forma de Pensamiento, el gran Plan de la evolución de todos los tipos de vida y forma de todos nuestros siete planos. Este Plan es el Pensamiento del LOGOS MISMO, que abarca la evolución desde el principio hasta el fin.

En este plano cósmico están los Arquetipos de Platón. Aquí, “como fue al principio, es ahora y será siempre” hay una realidad objetiva.

Fig. 51

Como se ve examinando ambos diagramas: el de los planos del Sistema Solar y el de los cósmicos, el subplano superior de nuestro mundo mental forma la subdivisión inferior del Plano Mental Cósmico, y de esto se sigue el sorprendente hecho de que cualquiera que eleve su conciencia actual al primero entra directamente bajo la inspiradora visión y poder de los arquetipos del segundo. Así como las bellezas del cielo se reflejan en la tranquila superficie del agua en el fondo de un pozo profundo, aunque el agua y las nubes estén muy lejanas entre sí en el espacio, así también la inteligencia purificada y las emociones espirituales del alma pueden ver y sentir y conocer el futuro que nos espera, la gloria que ha de revelarse.

Tales son los mundos invisibles, en cuya parte inferior y última desempeñamos nuestro papel de mortales. Pero nuestros Yoes inmortales son los herederos de un vasto universo invisible, donde, a medida que avancemos en conocimiento y desarrollo, nuestra vida más plena consistirá en una serie de aventuras divinas entre obras maestras divinas. Aun un tenue resplandor de este vasto mundo invisible corrige nuestra visión mortal de cosas y da una perspectiva a la vida y evolución cuyo encanto nunca palidece. Todas las vidas del hombre se disipan como la niebla a la salida del sol cuando puede ver por sí mismo y saber por visión directa en lugar de creer. Aunque para la mayor parte de nosotros esta visión es aún inaccesible, hay otra del intelecto purificado y de intuición glorificada, que es como faro que guía nuestros pasos por los oscuros senderos de nuestro mundo mortal. Si la Teosofia no puede dar alojo de una vez la visión directa, puede, por lo menos, dar a la inteligencia humana mejor que cualquiera otra filosofía una visión de cosas como ellas son que inspire bondad y acreciente el entusiasmo de la vida. Hasta que todos puedan ver lo que hoy sólo ven unos pocos, esto es lo único a que la Teosofia puede aspirar legítimamente a la par que el panorama de los mundos invisibles se manifiesta a las anhelantes inteligencias de los hombres.

 

CAPÍTULO VI

EL HOMBRE EN VIDA Y EN MUERTE

Es un axioma de nuestro concepto moderno de la evolución que a mayor diversidad de funciones de que sea capaz un organismo corresponde mayor complicación en su estructura.

Está, pues, en el orden de las cosas el que la estructura del hombre sea más compleja que la de los organismos menos desarrollados. Pero la complejidad del organismo del hombre revelada por la anatomía y la fisiología es sólo una pequeña parte de la total. Aun la moderna psicología deja ver muy poco de la complejidad revelada por la Teosofía.

Fig. 52

En la fig. 52 hemos compendiado al hombre según lo concibe la Teosofía. Los elementos que integran al nacer una unidad humana que llamamos hombre son los siguientes:

1º El Ego, la verdadera Alma del hombre, que nunca en el cuerpo físico puede manifestarse más que en parte. Este Ego es la Individualidad.

2º La parte de la Individualidad que se manifiesta en una reencarnación en tiempo y raza determinados ya como hombre ya como mujer. Esta es la Personalidad.

La relación entre la Individualidad y la Personalidad se ha expresado con varios símbolos, y uno de ellos, que se emplea en los antiguos misterios, es una ristra de perlas ensartadas en un cordón. El cordón representa la Individualidad: las perlas, las Personalidades aisladas de las sucesivas encarnaciones. Otro aparece en la fig. 52, donde la Individualidad está representada por el sólido geométrico tridimensional de

veinte caras iguales llamado icosaedro, y la Personalidad por cada uno de los triángulos bidimensionales en que se divide su superficie. Ni juntos los veinte triángulos de la superficie podrán representar jamás una característica del sólido, porque éste tiene tres dimensiones; y en cambio, por tener el triángulo sólo dos, podrán obtenerse del icosaedro infinidad de ellos.

Del mismo modo, nunca una personalidad (de todas las que el Ego emite en sus sucesivos renacimientos) podrá revelar ciertos atributos del Ego real; y, en cambio, éste puede emitir cuantas Personalidades permita su fuerza sin agotarse su verdadera naturaleza de Ego.

Sin embargo, la Individualidad no crea más que una Personalidad para cada encarnación.

3º La Personalidad (fig. 52, columna 3ª) toma en cada nacimiento un Cuerpo Mental, otro Astral y otro Físico.

4º Cada uno de estos tres cuerpos tiene vida y conciencia propias, enteramente distintas de la vida y conciencia de la Personalidad que las emplea. Esta conciencia corporal se llama elemental mental del cuerpo mental, elemental del deseo del cuerpo astral y elemental físico del cuerpo físico, según el vehículo a que pertenece (columna 2ª) . Esta conciencia corporal es la vida de la Esencia Elemental de las materias mental y astral y la vida de las corrientes vitales mineral, vegetal y animal que integran el cuerpo físico (columna 4ª).

5º El cuerpo físico, que procede de los padres, es el depósito de todos los factores mendelianos hereditarios de su linaje. A la formación del cuerpo se eligen de aquellos factores los que se hallan en consonancia con el karma de la Individualidad y son útiles para la obra de la Personalidad.

6º También los cuerpos astral y mental tienen sus factores hereditarios, pero no proceden de los padres, sino del Ego mismo. Aquellos con que nace el niño son reproducciones de los que tenía al finalizar su encarnación anterior y de que se descartó respectivamente al entrar en el cielo y al salir de él.

El hombre, examinado a la luz de la Teosofía, es, pues, una entidad muy compleja, la resultante diagonal de un paralelogramo de diversas fuerzas de tres mundos. Para mejor

estudio dividiremos estas fuerzas en tres grupos:

1º La Individualidad, que de vida en vida reside en el permanente Cuerpo Causal y conserva la memoria de las experiencias de todas las personalidades.

2º La Personalidad o la representación más o menos parcial de la Individualidad.

3º La conciencia corporal de los tres vehículos: elementales mental, astral y físico.

Trataremos primero de la conciencia corporal. El cuerpo físico posee una conciencia que, aunque limitada, es suficiente para su vida y funciones. Esta conciencia sabe llamar la atención del ocupante cuando lo necesita: cuando el cuerpo está cansado, insta al individuo para descansar; cuando tiene hambre o sed, provoca en él el deséo de comer y beber. En esta actuación de las funciones físicas no es el Ego el que necesita comer y beber, sino el elemental físico. Es bastante hábil -por su antiguo y largo hábito hereditario- para protegerse contra gérmenes morbosos poniendo en batalla a su ejército de fagocitos para matarlos; si recibe una herida, organiza las células para sanarla; cuando duerme, es decir, cuando el dueño lo abandona para ir al campo astral, se atrae las cubiertas para preservarse del frío o da vuelta para cambiar de posición; cuando se ve su vida amenazada, pone inmediatamente en juego los limitados medios de que dispone para protegerse; si oye un tiro o un portazo, sufre una sacudida; su conciencia no tiene capacidad suficiente para distinguir entre el peligro que revela el ruido de un tiro y lo inofensivo de un portazo.

Fig. 53

Muchas de estas manifestaciones del elemental físico son bastante sencillas y no quieren la intervención de la conciencia del poseedor del cuerpo; pero hay veces en que esta intervención es necesaria; por ejemplo, en el cumplimiento de un deber a que el cuerpo se resiste por hallarse fatigado, o en un trabajo peligroso que el elemental quiere rehuir porque teme por su vida. En estos casos interviene la voluntad del dueño para obligarle a cumplir la tarea. Los niños son donde el elemental físico se pronuncia más: cuando el niño llora y chilla, no es su alma la que se queja, sino el elemental, que presenta sus reparos, razonables desde su punto de vista, aunque no siempre desde el nuestro.

La vida y la conciencia de este elemental físico es el depósito de todas las experiencias de placer y dolor de su larga ascendencia física. Su vida fue en un tiempo lejano la vida

de los elementales de deseo de los salvajes. Conserva toda clase de reminiscencias y tendencias de sus antepasados, y con frecuencia vuelve a ellas cuando la conciencia del Ego sobre ella se debilita. Esta conciencia corporal es la descubierta por las investigaciones de los psicólogos modernos de la escuela de Janet, Freud y Jung, y la extravagancia de su conciencia se pone de manifiesto en nuestros sueños sin ilación ni sentido.

El elemental de deseo de los cuerpos astral y mental es la vida de la Esencia Elemental, que es una fase de la vida del Logos en una etapa de manifestación más lejana aún que

la del mineral. Se halla en el arco descendente de vida y va descendiendo en la materia para ser más tarde vida mineral y más tarde aún vegetal y animal. Su necesidad primordial es sentirse viva y en el mayor número posible de nuevos modos; busca variedad de vibraciones y goza tanto más cuanto más groseras sean éstas; es decir, cuanto más. tiendan hacia la materialidad. Esta es la “ley de mis miembros que guerrea contra la ley de mi mente”, a lo cual llama San Pablo “el pecado que mora en mí” .

Al elemental de deseo le place excitar al cuerpo astral para tener ocasiones de vida activa. En su arco descendente necesita variedad, novedad, excitación. Al elemental mental no le gusta que la mente se concentre en un pensamiento y se inquieta y suspira por todas las vibraciones de la mente a que puede inducir al dueño. De aquí nuestra dificultad de concentración y veleidad de la mente.

Pero el dueño de los cuerpos astral y mental, el Ego, se halla en el arco ascendente. Hace millones de años que vivió como mineral, vegetal y animal, y las experiencias que reclaman los elementales de deseo y mental en su arco descendente no le son ya útiles para su obra en el arco ascendente. De aquí la continua guerra entre el Ego y su vehículo por el dominio recíproco gráficamente descrito por San Pablo: “No hago el bien que quiero, mas sí el mal que no quiero”.

La tarea del hombre en vida y en muerte es gobernar los vehículos y emplear todas sus energías en cumplir la obra trazada para él por los Señores del Karma y aceptada por el Ego. Puede salir airoso o fracasar, según la potencia volitiva del Ego y su conocimiento del modo de emplearla. Este campo de batalla de la vida, este crisol de experiencia, está representado en la fig. 53.

La Individualidad es el Yo superior, el Daemon de Platón, y tiene tres atributos fundamentales: Atma o Espíritu, Buddhi o Intuición y Manas Superior o Mente Abstracta.

También se expresa esta triplicidad fundamental del Yo Superior por los términos Voluntad, Sabiduría y Actividad. La Personalidad es el Yo Inferior, y se compone de Manas Inferior o Mente Concreta, naturaleza astral o de deseo, las funciones físicas y los tres vehículos en que estas actividades se manifiestan. El Yo Superior envía parte de sí a la encarnación para la obra de la transformación de la experiencia en facultad.

Todo depende ahora de la potencia volitiva de que dispone el Ego y de la que emplee en el gobierno de sus vehículos. Cuando la voluntad del Ego domina los instintos de los

elementales mental, de deseo y físico, la encarnación ha logrado éxito; pero, si los tres elementales ganan ventaja, el esfuerzo ha sido malgastado. En la mayor parte de los hombres no hay dominación completa ni esclavitud completa. En unas cosas dominamos y en otras fracasamos. En el diagrama podemos ver lo que ocurre en cada caso.

Las funciones del cuerpo físico no son buenas ni malas. Es deber del cuerpo comer para vivir y beber para satisfacer la sed. El mal empieza donde la función natural se intensifica por la identificación de la naturaleza de deseo del hombre con la función. Cuando las sensaciones puramente animales de comer y beber van acompañadas de placer en el cuerpo astral, el cuerpo se hace glotón y pide estimulantes. Al principio decide el cuerpo astral si se debe o no satisfacer el deseo; pero, después de algún tiempo, el elemental físico hace del cuerpo astral su instrumento. Es bastante natural en un salvaje primitivo atracarse y ser glotón, pero cuando un hombre civilizado permite a una función puramente física hipnotizar a su naturaleza de deseo, en aquel momento, está de cara al estado salvaje. El proceso de reversión está bien ilustrado en el proverbio japonés sobre la embriaguez:

«Primero, el hombre toma la bebida;

Luego, la bebida toma la bebida;

Después, la bebida toma al hombre».

Pero cuando la voluntad domina, el Ego desarrolla en las funciones físicas cualidades permanentes de dominio de sí mismo y de pureza. Es de suma importancia para el Ego el dominio completo sobre el cuerpo físico para que la tarea de éste se cumpla rápida y plenamente bajo su dirección. Alimentación pura y racional, salud perfecta, cuidado de los músculos y miembros por medio de la educación física, son inapreciables en la transformación de las funciones en dominio de sí mismo y pureza.

De la misma manera, es natural en el cuerpo astral el deseo; es natural que el cuerpo astral proteste contra los olores desagradables, contra los sonidos discordantes; y se complazca en un ambiente armonioso y tonos agradables. La naturaleza de deseo. del cuerpo astral proporciona un delicado instrumento de conocimiento. El mal viene cuando el elemental de deseo domina y desposee de él temporalmente al Ego. Entonces un deseo natural se hace ardiente y el cuerpo astral se encuentra sin freno. Cuando el hombre pierde su condición hasta el punto de ostentar en lugar de los atributos del alma los de una bestia salvaje, ha vuelto por el momento a un estado primitivo de evolución, arrastrado por el cuerpo astral, que no puede dominar. Lo que debemos comprender es

que nosotros no somos los hábitos del elemental de deseo del cuerpo astral, sino que debemos buscar en él para nuestra alma las aptitudes que nos sean útiles. A veces descubrimos por el sufrimiento esta dualidad en nosotros. Así lo descubrió una joven americana de trece años que yo conocí. Un día en que se lamentaba de alguna molestia que sus compañeras de juego le habían causado, le preguntó su madre si le habían hecho

daño, y contestó: «No; pero hicieron que mis sentimientos se sintieran malos». Cuando comprendamos que nosotros no somos los sentimientos del cuerpo astral, sino que los poseemos exactamente lo mismo que podemos poseer una raqueta o una pistola, sabremos exactamente qué libertad les debemos dar.

En cambio, los sentimientos de nuestro cuerpo astral bien dirigidos pueden hacerse más sensitivos y delicados, y pueden transformarse en los maravillosos atributos de afección

y simpatía del alma. Entonces el cuerpo astral se convierte en un instrumento fino que nos puede servir para transformar el mundo invisible que nos rodea en olas de emociones sugestivas y purificadoras.

Lo que se ha dicho arriba del elemental del deseo del cuerpo astral es aplicable, y aun en mayor grado, al elemental del cuerpo mental. La función natural del cuerpo mental es

responder al pensamiento, y el pensamiento practicado por el Ego es el medio de descubrir el mundo en que el hombre vive. El pensamiento concreto pesa y mide el universo, y la función del pensamiento abstracto es transformar todas las experiencias de los cuerpos mental e inferiores en conceptos eternos que puedan incorporarse a la naturaleza del alma.

Pero muy pocos de nuestros pensamientos son de esta naturaleza; por dos razones: primera, que el elemental de la mente se adhiere con frecuencia a nuestros pensamientos pasados e insiste en pensarlos a despecho de nuestras tentativas para dominarlo; y segunda, que lo que nosotros pensamos es menos de nuestra propia creación que sugerido por otros. Del primer tipo son los prejuicios, que en realidad son pensamientos que en un tiempo nos fueron útiles aunque no forzosamente verdaderos, pero que hoy ya no lo son y estamos mejor sin ellos; pero el elemental mental retiene la fuerza que nosotros instilamos en ellos, y para alcanzar mejor su propósito nos sugiere la creencia de que todavía son nuestros. Los prejuicios de superioridad de esta o aquella raza, credo, sexo, casta o color son en su mayor parte de esta naturaleza. Son del segundo

tipo los pensamientos de otros que de continuo se esparcen por la atmósfera mental y, tropezando con nuestro cuerpo mental, provocan en nosotros automáticainente una contestación por iguales pensamientos. Debemos tener cuidado de acoger solamente los que sean útiles para la obra de nuestra alma y rechazar vigorosamente todos los demás.

Ciertos pensamientos – de ambos tipos – obran a veces como las excrecencias malignas que aparecen en el cuerpo humano bajo la forma de cáncer o tumores. Algunos pensamientos forman en el cuerpo mental centros definidos y reúnen en derredor pensamientos similares y absorben su vitalidad, convirtiéndose en verdaderas excrecencias mentales malignas del cuerpo mental. Así como un tumor del cerebro no produce al principio más que un ligero dolor, y después, a medida que crece, perturba muchas funciones del cuerpo, también estas malignas excrecencias mentales, apenas perceptibles al principio, excepto acaso como fantasías y molestias absurdas, crecen después y producen enfermedades mentales definidas como fobias de diversas clases y locura.

INTERVALOS ENTRE LAS VIDAS

TIPO

Degenerado

Salvaje

Artesano

Labriego

Mercader

Médico

Idealista

Discípulo

TOTAL

5

40

200

300

500

1000

1200

2300

Cielo

Superior

Breve

50

150

Cielo inferior

160

260

475

975

1150

2150

Mundo astral

5

40

40

40

25

25

5

Figura 54

La transmutación de las experiencias adquiridas por el pensamiento, sentimiento y acción en conceptos eternos solamente se cumple en parte durante la vida terrestre y en el mundo astral después de la muerte. La tarea se continúa cuando el individuo empieza su vida en el mundo celeste. En ambiente más ideal y simpático, con la facultad de crear

todas las felicidades a que pueda aspirar, y, sobre todo, con la maravillosa ayuda de la Mente del Logos, que actuando sobre su cuerpo mental le da incremento, el hombre vive su período en el mundo celeste desarrollando su voluntad y transformando todas sus experiencias en conceptos eternos y en facultades que reflejen cada vez más su oculta Naturaleza Divina.

Este trabajo que el hombre ejecuta durante su estancia en el Cielo depende naturalmente de la fuerza de sus aspiraciones y de la cuantía de la capacidad con que se pone a trabajar en la obra de transmutación. Estos factores determinan la duración de su estancia en el Devachan desarrollándose por la felicidad. En la fig. 54 tenemos un cuadro que da un promedio general de varios tipos de Egos. Cuando el cuerpo físico muere, el hombre vive en el mundo astral durante algún tiempo; después pasa al cielo inferior para vivir en él en Devachan; al final del Devachan el cuerpo mental, último residuo de la Personalidad, se desecha, y el Ego se reintegra una vez más con todas sus energías en el cielo superior; y, por último, después de un período breve o largo, en oscura conciencia o en pleno conocimiento del proceso del renacimiento envía una vez más parte de sí mismo a la reencarnación como Nueva Personalidad.

Vemos por el diagrama que el tipo humano degenerado, bajo, vive unos cinco años en el mundo astral, y, no poseyendo cualidades espirituales cuyo crecimiento necesite el Devachan, vuelve en seguida a encarnarse. Los términos artesano, labriego, mercader , se emplean. para describir tipos generales, y médico, para representar a los profesionales en general. Pero un labriego o un mercader pueden ser altamente cultivados y pertenecer en realidad a un tipo de Ego superior al representado por su ocupación. El hombre cultivado marcadamente idealista y que se sacrifica por sus ideales tiene una vida conscientemente activa como Individualidad en el cielo superior. El hombre consagrado al servicio bajo la dirección de un Maestro de Sabiduría habrá purificado de tal modo su naturaleza astral antes de morir que, si va a su Devachan, podrá hacerlo inmediatamente sin tener que residir antes en el mundo astral. Vemos en el diagrama que el período entre las encarnaciones puede variar entre cinco años y

veintitrés siglos. Los niños también tiene su corta vida astral y su Devachan antes de volver a nacer, y el periodo entre sus vidas puede oscilar entre unos pocos meses y algunos años, según su edad y su naturaleza mental y emocional.

Mucho de lo ya mencionado acerca de la naturaleza oculta del hombre y sus vehículos más finos se reproduce en el diagrama siguiente, fig. 55. En la primera columna figuran

los siete planos del Sistema Solar; en la segunda, los cuatro cuerpos que usa el hombre al presente; y en las columnas tercera y cuarta se ve que el hombre reside en su naturaleza superior, como Mónada, en los cuatro planos superiores al mental, pero que no tiene en ellos todavía vehículo o instrumento de cognición y acción.

Fig. 55

Para los propósitos generales de estudio el alma del hombre es la Individualidad en el cuerpo causal. La Individualidad crea la Personalidad para su encarnación con tres cuerpos: mental, astral y físico, de los que cada uno representa un aspecto del Ego; y como éste en su cuerpo causal da la tónica o temperamento para la encarnación, podemos imaginarnos al Ego y sus tres vehículos inferiores formando un acorde de notas constitucionales, el Acorde del Hombre. Pero la Individualidad en su cuerpo causal es sólo una representación parcial de todas sus cualidades. Tras su Manas Superior o Mente Abstracta está el Buddhi, la Divina Intuición, y tras éste, el Atma, el indomable Espíritu de Dios en el hombre. Atma, Buddhi y Manas, a su vez, son reflejos de los atributos superiores aún de la Mónada, el Hijo en el Seno del Padre. La tónica de la Vida del Logos da la nota dominante a la Mónada, y los tres atributos de ésta en los planos Adi, Anupadaka y Nirvánicos superiores forman el Acorde de la Mónada. Esta crea la individualidad, y como la nota de la Mónada es la dominante, ella y las representadas por Atma, Buddhi y Manas forman el Acorde del Augoeides. Cuando la

Individualidad crea la Personalidad tenemos el Acorde del Hombre.

* * *

La tarea del hombre en vida y en muerte es descubrir quién es él, qué es el mundo y qué es el Locos, «en el cual nosotros vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser». Edades de experiencia y acción se necesitan para empezar a adquirir aquella Sabiduría de Dios en el misterio y comprender el Plan de Dios que es Evolución. Sin embargo, ésta es su tarea eterna; conocer en sí y en los demás el césped, el bruto y a Dios. Toda vida es un taller donde hace su aprendizaje, y son muchos los instructores que vienen a ayudarle. Éstos son las religiones y las filosofías, las ciencias y las artes, de su tiempo. También son instructores, por la mayor parte mal acogidos, los sufrimientos que constituyen su lote. Pero el mejor de todos sus instructores puede ser la Sabiduría Oculta, llamada Teosofía, que revela el Plan de Dios con un encanto a la mente y una inspiración al corazón como jamás se ha encontrado en ninguna otra revelación.

 

CAPÍTULO VII

LA EVOLUCION DE LOS ANIMALES

Si tendemos la vista sobre la naturaleza, pronto echaremos de ver que no es ni con mucho el reino humano donde hemos de buscar la mayor parte de los organismos vivos, sino que son el vegetal y el mineral. Las teorías de la ciencia moderna afirman que en la evolución de las formas existe un puente entre el reino vegetal y el animal y también entre éste y el humano. Y siendo esto así y que hasta ahora la forma superior en la evolución es la humana, es evidente que todas las inferiores han de tender hacia ella. El tipo más elevado del reino animal, el que más se aproxima al hombre, es el «eslabón perdido», y los que más se acercan a éste entre las formas hoy existentes son los monos antropoides. En cuanto a la forma física podemos ver con bastante claridad la transición de los antropoides al hombre; pero si nos ponemos a considerar la inteligencia en el reino animal, aparece una gran brecha en el concepto científico de la evolución. Hay animales domésticos, como el perro, el gato y el caballo, que ostentan visiblemente las características humanas de inteligencia y emoción. Muchos perros se hallan en su naturaleza interna más cerca del hombre que los antropoides; y siendo evidente que no hay del perro al hombre transición posible de forma, también lo es que si la evolución procede tan rígidamente como supone la escala de formas enunciada por la ciencia, las altas cualidades humanas desarrolladas en nuestros animales domésticos favoritos habrán de dilapidarse (figura 56).

Fig. 56

Para comprensión más plena de la Naturaleza en su actuación, hemos de añadir al concepto de la evolución de la forma en el reino animal el de la evolución de la vida; y sólo este último nos capacitará plenamente para comprender el papel que juega el reino animal en el proceso evolutivo.

Toda vida, residente en el mineral, planta, animal u hombre, es esencialmente la Vida Única, expresión de la naturaleza y actuación del Logos; pero revela sus propiedades

más o menos plenamente, según el grado de limitación a que se halla sometida en la evolución. Esta limitación adquiere su mayor grado en el mineral, y va menguando gradual y sucesivamente en la planta, en el animal y en el hombre. En la evolución de sus atributos, las limitaciones proceden por sucesión: después de haber estado sometida a la de la materia mineral y haber aprendido a expresarse en la construcción de las formas geométricas por cristalización, pasa a ser la vida del reino vegetal; aquí añade nuevas capacidades a las adquiridas anteriormente y descubre nuevas maneras de manifestarse; luego, reteniendo todas las experiencias adquiridas en los dos reinos anteriores, construye organismos del animal para manifestar nuevas propiedades ocultas por formas más complejas y plásticas de la vida animal, y, por último, al terminar su obra evolutiva en este reino, pasa a manifestarse en el humano.

La que actúa a través de todas estas grandes etapas: mineral, vegetal, animal y humana, construyendo, destruyendo y reconstruyendo formas cada vez más aptas es la Vida única. Mucho antes de emprender su obra en la materia mineral se diferenció en siete grandes corrientes, cada una con sus características especiales inmutables (fig. 56).

La fuente Única de Vida está simbolizada en la figura por el triángulo dentro del círculo. Cada una de estas siete corrientes sufren a su vez siete modificaciones. Si representamos las siete grandes corrientes por las cifras 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, las modificaciones de cada una de ellas estarán expresadas en el adjunto cuadro:

Aquí se ve cómo el primer tipo de vida tiene siete variantes, en la primera de las cuales su característica propia aparece recalcada por un duplicado; pero en las demás está

modificada por las de los otros seis tipos fundamentales. En éstos rige también el mismo principio. Estos tipos se llaman Rayos. Cada una de las cuarenta y nueve variantes de la

Vida Única sigue su propio característico desarrollo a través de todos los grandes reinos de vida: mineral, vegetal, animal y humano. El tipo de vida que en el reino animal corresponde a la variedad 3.2 pasa del reino mineral al vegetal por su canal propio, especial, que es la vida 3.2 del reino vegetal; cuando le llegue la hora de pasar al reino animal, allí aparecerá también como vida animal 3.2 y en formas animales reservadas exclusivamente para el desarrollo de este tipo de vida. Cuando esta vida animal llega a la etapa de pasar a la humana, creará un individuo del tipo 3.2 y no de otro. Estas

cuarenta y nueve variantes de la Única Corriente de Vida siguen sus cuarenta y nueve canales distintos a través de todos los grandes reinos, y sin mezcla de los tipos de vida.

Cuando las cuarenta y nueve corrientes de vida del reino animal están prontas para pasar al humano, cada una de las siete variantes de cada tipo fundamental converge las fases superiores de su vida animal hacia unas pocas y predeterminadas formas animales, dispuestas en el Divino Plan para su íntimo contacto con la humanidad como animales

domésticos; y bajo la influencia de la pródiga solicitud para con ellos la vida animal manifiesta sus ocultas cualidades y las desarrolla, y pasa al reino humano.

Algunos tipos: el perro, el gato, el caballo, el elefante y probablemente el mono, constituyen actualmente las puertas de paso del reino animal al humano. Por estas puertas puede realizarse la transición del reino animal al humano, influida por la actuación del hombre en la vida animal. Aun siendo la vida de los perros y los gatos del tipo superior de estos dos Rayos, la transición sólo se efectúa cuando su inteligencia y

sus afectos se han desarrollado por la acción directa de un ser humano.

Nuestros animales domésticos se han desarrollado de los primitivos y más salvajes tipos de la vida animal: el perro desciende del lobo, y el gato de variedades de la raza felina

como la pantera, el tigre, etc. Actualmente la corriente de vida canina -los Cánidos- converge hacia el perro domesticado con el objeto de entrar en el reino humano; y del

mismo modo y con el mismo propósito los tipos felinos de vida -los Félidos- convergen hacia el gato domesticado. En futuras edades habrá otros animales domesticados que también constituirán entre las formas las siete puertas de la humanidad.

Para comprender la evolución de los animales es necesario tener antes una idea clara del Alma-grupo animal. Desde el punto de vista teosófico el hombre individual no es el

cuerpo físico, sino una entidad espiritual invisible que posee un cuerpo físico; y lo mismo es el animal. El verdadero animal no es el cuerpo, sino una vida invisible que actúa en la forma animal como el alma del hombre en su cuerpo. Esta vida invisible, que provee de energía a la forma animal, se llama Alma-grupo, y es una determinada cantidad de materia cargada de la energía del Logos. En la determinada cantidad de vida que esta materia mental contiene en el grado animal de evolución se conservan todos los desarrollos posibles de la conciencia y actividad animales. Esta Alma-grupo animal fue en pasados ciclos Alma-grupo vegetal, y en otros aun anteriores Alma-grupo mineral; y por las experiencias adquiridas en estos dos reinos se encuentra ya sumamente especializado. En la actual etapa de evolución no hay un Alma-grupo para todo el reino animal, como no hay un tipo físico para todos los animales. En el Alma-grupo animal existen divisiones semejantes a las de géneros, especies y familias que tenemos hoy en la evolución de las formas.

La fig. 57 nos dará idea de la manera de obrar del Alma-grupo. Supongamos que existe en el plano mental el Alma-grupo de algunas especies de la vida animal, que, como es

sabido, reencarnará repetidamente en sus animales representativos de la tierra. Dos animales cualesquiera de esta Alma grupal tendrán vidas muy diferentes durante su permanencia en la tierra; pero cuando mueran, las vidas de ambos volverán al Alma-grupo y se mezclarán con todas las demás que forman parte del Alma-grupo de esta especie. Supongamos que A y B (figura 57) son dos representantes del Alma-grupo en el plano físico y que dan nacimiento: A a a b c d y e y B a f y g. La vida que anima los cuerpos de la nueva generación procede directamente del Alma-grupo, que reside en el

plano mental. Supongamos ahora que a, d, y e de la camada de A y g de la B han muerto muy jóvenes. La vida de éstos vuelve directamente al Alma-grupo y contribuye al fondo

común de experiencias con la poca que han podido adquirir durante su corta vida. Supongamos ahora que b engendra a h, i y j; c, a k y l, y f, m, n, y o. También la vida animadora de los cuerpos de esta segunda generación viene directamente del Alma-grupo; pero lleva en sí las experiencias cosechadas por los de la primera generación, muertos antes de que fuese concebida la segunda. Cada vez que muere un animal, la vida que animaba su cuerpo revierte al Alma-grupo, y retiene como innata memoria las experiencias que las variadas circunstancias físicas le proporcionaron. La memoria de

estas experiencias fisicas es la que se expresa como instinto en los animales; y la conciencia del Alma-grupo va cambiando lentamente por la contribución de sus representantes en la. tierra.

Es indudable que b, c, y f sobrevivieron porque pudieron adaptarse a las circunstancias naturales que los rodeaban y que cambian incesantemente, y que a, d, e y g perecieron porque no fueron bastante fuertes para adaptarse a ellas. Los primeros resistieron por ser los más fuertes y aptos para soportar el ambiente de plena lucha y competencia; y por haber podido sobrevivir, llegan a ser canales de la vida del Alma-grupo y producen descendientes con esta idoneidad de adaptación en circunstancias dadas.

En esta operación de la naturaleza, de selección de las formas más aptas para sobrevivir, desempeñan un papel importante ciertas entidades de los mundos invisibles a que nuestro diagrama llama Constructores. Estas Inteligencias pertenecen a un reino superior al humano y son conocidas por los nombres de Devas o Angeles. Una parte de estos Seres Brillantes tienen a su cargo la dirección del proceso de la vida en la naturaleza. Ellos son los que guían la lucha por la existencia y vigilan, cada uno en su esfera, el desarrollo de las características que tiendan hacia las formas ideales de las

especies, y despiertan los factores mendelianos que tan íntima conexión tienen con la manifestación de las características latentes de la vida que reside en la forma. Estos Constructores, teniendo delante los arquetipos o tipos ideales que han de desarrollarse en la naturaleza para el mejor cumplimiento del objeto de la vida, observan y moldean organismos desde los mundos invisibles para realizar aquel advenimiento de los aptos, dificil de explicar por las corrientes teorías de evolución.

Fig. 57

La lucha por la existencia es el método adoptado por ellos para ensayar los organismos vivientes y descubrir los que en la lucha podrán desarrollar las peculiaridades que constituyen los tipos con firme tendencia hacia los arquetipos. Recordemos que por la muerte de los organismos no se aniquila la vida, sino que vuelve con sus experiencias al Alma-grupo, de donde saldrá más adelante para ocupar otra forma. Cuando vemos, pues, que de cien semillas quizá sólo una encuentre oportunidad de germinar, perdiéndose las noventa y nueve restantes, la pérdida es sólo aparente, puesto que la vida de las noventa y nueve incapaces aparecerá en otra generación como descendencia de la capaz. Con este principio de la indestructibilidad de la vida por delante los Constructores disponen aguda lucha por la existencia en los reinos vegetal y animal; y este método, que introduce en la naturaleza una feroz brutalidad, implica, sin embargo, en el lado oculto, la más saludable cooperación entre los Constructores, que notienen más que un designio: realizar la Voluntad Divina, que pone ante ellos los arquetipos que han de producirse en la evolución de las formas.

Ahora, debemos comprender cómo la vida animal se diferencia en su carrera hacia la individualización. Fijémonos, por ejemplo, en el Alma-grupo de los Cánidos (fig. 58), que reside en el plano mental y envía sus formas representativas a diferentes partes del mundo. La diferencia de clima y otros cambios en el medio ambiente provocarán por el intermedio de las formas diferencias de correspondencia en la vida que en ellas mora, según las partes del mundo en que ésta se manifieste. Cada forma que muere aporta a su Alma grupal su peculiar tipo de experiencia y tendencias conforme al país en que ha vivido. La acumulación de estas experiencias hará surgir con el tiempo diferentes núcleos en el Alma Grupal, que segregarán cada uno sus particulares experiencias y tendencias. Podemos considerar toda experiencia como un grado de vibración de la vida interna. Siempre que en una masa se produzcan dos tipos distintos de vibración, se habrá introducido en ella tendencia a dividirse, como sucede a un vaso en que se haya vertido agua hirviente, que se casca porque la vibración de las partículas interiores se ha acelerado súbitamente, permaneciendo estacionaria la de las exteriores. Del mismo modo, después de algunas generales, el Alma grupal canina se subdividirá en otras especializadas de lobos, zorros, perros, chacales y otras variedades, y la felina (figura 58), siguiendo las especializaciones de experiencia, en las de leones, tigres, gatos, etc. En una palabra: así como el género se subdivide en especies y familias, así también el

Alma grupal se divide lentamente en otras menores, que contienen características y tendencias cada vez más especializadas.

Fig. 58

Por este proceso de subdivisión llegaremos a un punto en que un Alma grupal pequeña, sumamente especializada, cobijará sólo un pequeño número de formas físicas; y cuando éstas caen bajo la influencia del hombre, la transición de animal a hombre llega a ser posible y la individualización se acerca.

En la felina original, por ejemplo, tendremos en el curso del tiempo una pequeña Alma grupal, que animará una raza de gatos domésticos (fig. 58), altamente especializada y pronta para la individualización. Si nos fijamos en dos gatos, núm. 1 y núm. 2, veremos que difieren sus experiencias. El núm. 1 nace, verbigracia, en una casa donde se le aprecia y se le prodiga interés y cariño, y el núm. 2 en una donde se le tiene confinado en la cocina sin acceso al salón. El número 1, en sus circunstancias favorables, empezará a responder a las vibraciones de orden superior que, procedentes de los pensamientos y sentimientos de sus dueños, chocan contra él; y aun antes de morir producirá esto tal especialización en la pequeña Alma grupal que la parte de ésta que constituye su alma se separará del resto, mientras que a la muerte del núm. 2 su vida volverá al Alma grupal para mezclarse con todas las demás que vuelven.

Las ulteriores etapas de individualización del gato número I, separado ya en vida de su Alma grupal pueden verse en el diagrama siguiente (fig. 59). El animal que tomamos para ejemplo no es, sin embargo, un gato, sino el perro Leal (5) . Era un zorrero de raza, apegado enteramente a sus dueños y gran amigo del que esto escribe. El Alma grupal

con Leal en ella está representada por un rectángulo, del que, por la influencia del cariño especial de que el perro es objeto, se extenderá una parte hacia arriba, como se ve en el diagrama, para formar un cono ascendente, y la parte de la materia mental que constituye el Alma de Leal se desprenderá lentamente del resto, que integra el Alma grupal, como se muestra en la tercera columna.

Fig. 59

Esta final especialización de Leal no se debe sólo a las vibraciones superiores emitidas. hacia él por sus dueños y amigos, sino también a que una Mónada, un fragmento de la Divinidad, trata de formar un Ego o Alma para emprender sus humanas experiencias. Hace mucho tiempo que esta mónada atrajo un átomo de cada plano para constituir un centro en cada uno de ellos como prenda anticipada con la mira en su futura obra. Estos átomos permanentes se enviaron sucesivamente a las Almas grupales elemental, mineral, vegetal y animal para que recibieran todas las experiencias posibles.

Cuando los átomos permanentes se encuentran en contacto con una parte muy especializada del Alma grupal animal como el alma de Leal, la Mónada envía de su elevado plano ciertas influencias en respuesta a lo que hacen por aquella sus amigos humanos. Estas influencias están representadas en la figura como fuerza rociada desde la Mónada al alma de Leal, la Mónada por el cono superior invertido; y cada estrella de este cono representa la cualidad que la Mónada manifiesta en cada uno de los planos de su actividad.

Después de haberse desprendido dél Alma grupal el alma de Leal por las más vigorosas y divinas radiaciones de la Mónada, éste continúa todavía siendo perro por su apariencia

externa; pero no es ya perro ni es aún hombre, sino que se encuentra en un estado intermedio, que está representado en la tercera columna. La siguiente etapa, ilustrada en la última columna, es la formación del Cuerpo Causal por la intensificación de la corriente emitida desde los planos superiores por la Mónada. Este hecho sólo podemos representarlo con un símil. Imaginemos al Alma de Leal, que en la tercera columna está representada por el cono inferior, como un volumen de vapor acuoso de forma imprecisa e incoherente.

Si lo imaginamos condensado en una gota que, por la introducción del aire, se ha convertido en burbuja, tendremos un símil de lo que ocurre al Alma de Leal cuando la mónada desciende y crea el Cuerpo Causal. Una emanación divina, como es la energía de la Mónada, desciende a la material mental, que ha actuado como Alma de Leal, y ésta queda convertida en cuerpo causal para vehículo de este Hijo en el Seno del Padre, que ha descendido para ser alma humana.

Hay que notar aquí claramente que en este proceso de individualización el paso de animal a hombre no se realiza del mismo modo que el de vegetal a animal. En la individualización lo más elevado del animal se convierte en mero vehículo de un Fragmento de la Divinidad; de la Mónada. Esta Mónada no puede constituir un Ego en un Cuerpo Causal hasta que hayan terminado todas las etapas anteriores de experiencias en los reinos animal y demás precedentes; pero, aunque utiliza lo preparado por el reino animal para él, en realidad es una corriente de energía y conciencia de la Vida Divina

enteramente distinta de la de los reinos inferiores al humano.

Hay, pues, un abismo infinito en la evolución entre el antropoide superior y el alma individualizada más joven; en ésta reside la vida de una Mónada: en aquél sólo tenemos todavía las manifestaciones superiores del alma animal.

Aunque Leal ostenta aún la forma de perro, dejó de serlo cuando su alma se desprendió del Alma grupal canina.

Desde este punto de separación hasta la formación del Cuerpo Causal hay varias etapas de transformación, que pueden acelerarse por la exacta comprensión del proceso de individualización por los hombres, y nuestros amigos animales pueden alcanzar así rápidamente la Divina Emanación que los convertirá en Almas Humanas. Uno de los mayores privilegios que el hombre puede tener en su vida es la cooperación con el Plan Divino en el aceleramiento de la individualización de los animales superiores; pero la ignorancia hace que por ahora sean muy pocos los que la acepten. La gente da por averiguado que los animales sólo existen para servir al hombre; pero, si bien es verdad que están destinados a auxiliamos con su fuerza e inteligencia en el desarrollo de nuestras civilizaciones, no es el hombre el fin primario de su existencia, sino que tienen una misión propia que cumplir en el Plan Divino. En nuestro trato con los animales debemos no olvidar que, si aceptamos su fuerza, debemos considerar como nuestro primer deber el emplearla de modo que ayude al aceleramiento de su individualización. Hoy se ejercita la inteligencia del caballo en adquirir velocidad; la del perro, en desarrollar su sagacidad para la caza; la del gato, en hacerlo un buen ratonero. En todo esto hay un error muy grande. Los animales vienen al contacto del hombre para despojarse de sus instintos salvajes y desarrollar las cualidades superiores humanas.

Todo acto que utilice la simple astucia del animal para llenar los deseos del hombre redunda en daño del animal en evolución. No nos hemos dado cuenta aún de que si bien es verdad que nuestra superior inteligencia y el dominio de ciertas fuerzas naturales nos da alguna autoridad sobre el reino animal, debemos emplearla en su beneficio y no en el nuestro.

 

CAPÍTULO VIII

LA OBRA DEL TRIPLE LOGOS

Todo sistema de pensamiento digno del nombre de Filosofía contiene muchos elementos cuya comprobación se halla por encima de la limitada inteligencia del hombre. Las experiencias del hombre se refieren principalmente a un mundo interpretado por él con sus cinco sentidos; aun las facultades de su imaginación se hallan muy circunscritas por estas experiencias. Así, pues, cuando una Filosofía nos habla del principio de las cosas o descubre un panorama de acontecimientos pasados o futuros, el hombre no puede cerciorarse de la verdad por el patrón de sus experiencias. En este caso se encuentran algunos maestros de la Ciencia Moderna. Cuando la ciencia nos dice que en un tiempo todos los planetas y el sol formaban una nebulosa, podemos lógicamente inferirlo por la observación de las muchas nebulosas que existen en los cielos; pero sólo podríamos estar seguros de ello si pudiéramos ver la nebulosa original y seguir su proceso de división en sol y planetas. Cuando la ciencia nos habla del proceso evolutivo de transformación de los átomos en protoplasma y de éste en hombre a través de determinados peldaños de una escala de evolución, aceptamos la información, no porque lo podamos comprobar, sino porque su aceptación nos hace la vida intelectual más vital y fructífera. Lógicamente, si no hubiera otro testimonio de la verdad que las experiencias del hombre, habría que rechazar toda afirmación de la Ciencia o de la Filosofía que se halle fuera de su campo de experiencia.

Pero por otro lado perdería con ello la mayor parte de su equilibrio intelectual y vigor de imaginación. Sólo siendo constantemente imaginativo puede trasponer el hombre las

limitaciones que un cuerpo mortal impone a su sentimiento de individualidad. Cuanto más vasto sea el horizonte intelectual del hombre, tanto más potente es su imaginación, y la combinación de ambas la hacen más vital en su ambiente. Como el objeto de toda Filosofía, como conducta, es aumentar nuestro poder de cambiar las circunstancias en que nos encontramos, las ideas filosóficas son esenciales en nuestra vida aun hallándose algunas veces por encima de nuestra capacidad de comprobar su veracidad.

Cuando uno se encuentra con ideas filosóficas que no encajan en su experiencia, no puede hacer más que examinarlas en conjunto y aceptarlas sólo en cuanto se adaptan a su sentido de propiedad en las cosas. Si el edificio intelectual que una Filosofía le proporciona resulta no sólo sólido, sino también sugestivo, y si todos los hechos que él conoce encuentran un lugar lógico y armonioso en esta morada, puede aceptarla por tan buena como otra cualquiera para la vida. Esto mismo ni más ni menos puede decirse de las ideas teosóficas que constituyen este capítulo y el siguiente. Si bien parece que no podrán tener una comprobación personal durante muchas vidas para el promedio de los investigadores, ofrecen, sin embargo, a la mente un concepto de la vida ajustado a la

razón humana e inspirativo para su imaginación.

1. La Sabiduría Divina nos dice que el universo con sus millares y millares de estrellas es la expresión de una Vida Consciente que tiene varios nombres: Dios, Ishvara, Ahura

Mazda, Allah o el Logos. Se dice que esta Vida Única es una Persona; pero que traspasa todos los límites que van necesariamente asociados a nuestras ideas respecto a Personalidad.

Se nos dice que este LOGOS CÓSMICO es siempre una Unidad, Uno sin segundo (ekam advitíyam), y, sin embargo, al dar vida a un universo lo hace, como Trinidad, en tres modos fundamentales de manifestación. Dios como Trinidad se describe en el Hinduismo como Brahma, el Creador; Vishnu, el Conservador, y Shiva, el Destructor. En el Cristianismo la Trinidad aparece como Dios, el Padre; Dios, el Hijo, y Dios, el

el Espíritu Santo. También en otras religiones encontramos nombres para los tres modos de las actividades Divinas.

Fig. 60

2. Adscriptos a la obra del LOGOS CÓSMICO en el Universo hay siete incorporaciones de su Naturaleza llamados los Siete Logos Planetarios Cósmicos. Todas las estrellas del universo, que son centros de grandes sistemas evolutivos, pertenecen a alguno de estos grandes Siete y son en cierto modo expresiones de su vida, como ellos son, a su vez, expresión de la Vida Única del LOGOS CÓSMICO. La fig. 60 es un intento de simbolización del primordial UNO y sus siete Incorporaciones. Los siete círculos menores son sus innumerables estrellas -grandes y pequeñas- representan los siete Logos Planetarios. y el grande, que los encierra. el LOGOS CÓSMICO.

3. En toda esta magnificencia de la vida universal existe el Señor de nuestro Sistema Solar, el LOGOS SOLAR. Como Estrella, Señor de un Sistema entre millares y millares de estrellas, vive, se mueve y tiene su Ser en su Estrella-Padre, una de las grandes Siete; pero refleja directamente la Vida, la Luz y la Gloria del Uno sin segundo. ¿Quién podrá decir qué propósito especial cumple el LOGOS SOLAR con las Estrellas Hermanas de su compañía en la evolución del universo? Por lo menos es seguro que para nosotros, los hombres, ÉL es Dios; lo más elevado de todo nuestro pensamiento e imaginación; el

único Dios que nosotros podemos concebir porque nosotros somos ÉL y nada más. En realidad, nosotros arraigamos en el Uno sin segundo. aunque solamente moramos en esta gloria a la manera de las semillas en el plantel. La obra que realiza el LOGOS SOLAR consiste en nutrirnos hasta que alcancemos la Individualidad. como la madre nutre al embrión, hasta que éste empieza a vivir como entidad una vida separada. Sin su

pensamiento no podríamos pensar; sin su amor no podríamos amar; sin su vida no podríamos vivir. Nuestras individualidades son fracciones de su Individualidad Total, círculos de la vasta esfera de su Ser; su campo de actividad es una esfera cuyo radio empieza en el sol y acaba en el último satélite del planeta más lejano aun por descubrir. Dentro de esta esfera en brillante espacio actúa ÉL impeliendo a su sistema en la carrera de los siglos para revelar cada vez más de su portentosa naturaleza. aguardando sin impaciencia el día en que toda la vida del sistema que dimanó de ÉL vuelva a ÉL, consciente de su gloria manifestada.

4. Como arriba, así abajo. Como imagen del LOGOS CÓSMICO, el LOGOS del Sistema Solar actúa sobre éste como Trinidad. Obra de tres modos fundamentales, que en las grandes religiones se simbolizan con las palabras Creador, Conservador y Destructor, o Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la nomenclatura teosófica moderna esta triple actividad se expresa con los nombres de Primer Logos (Padre), Segundo Logos (Hijo) y Tercer Logos (Espíritu Santo). El primer Logos, el Segundo Logos y el Tercer Logos no son más que tres Aspectos del LOGOS SOLAR único, que, aunque Trino en manifestación, es siempre una Deidad indivisible (fig. 61).

Fig. 61

5. Como arriba, así abajo. Adscriptos a la obra del LOGOS de nuestro sistema hay siete Seres que son como siete expresiones de su Naturaleza, como siete canales de su Inagotable Vida. Estos Siete se llaman los Siete Logos Planetarios (fig. 62). En el Hinduismo se llaman los Siete Prajapatis (Señores de Criaturas); en el Zoroastrismo, los siete Amesha spentas (Los Santos Inmortales); en las tradiciones hebrea y cristiana, los Siete Espíritus ante el trono de Dios. Las energías de estos Siete gobiernan y dirigen todo lo que se realiza dentro del sistema solar. Aun a cada átomo contribuye cada uno de los Siete con su típica naturaleza como capacidad vibratoria, de tal modo que cuando un átomo es afectado por un rayo del sol, sus siete hilos menores reflejan los siete colores del prisma.

Fig. 62

Cada uno de los Siete es Cabeza y Gobernador de las Jerarquías de entidades creadoras, que actúan bajo su dirección en la construcción y sostenimiento del sistema solar. Bajo la dependencia de cada uno de ellos actúan los Devas o Seres Brillantes o huestes Angélicas llamadas en las religiones orientales Adityas, Vasus, Dhyani Buddas, Dhyan Chohans, etc., y en la tradición cristiana “Angeles, Arcángeles, Tronos, Dominios, Principados, Virtudes, Potestades, Querubines y Serafines”.

6. En la fig. 63 tenemos un resumen condensado de la obra del Triple Logos dentro de su sistema. El Logos actúa bajo tres aspectos o modos cuyos caracteres fundamentales

pueden expresarse como sigue:

I. Primer Logos: Divinidad-Humanidad.

II. Segundo Logos: Vida-Forma.

m. Tercer Logos: Fuerza-Materia.

El LOGOS antes de empezar la construcción del sistema creó en el Plano de la Mente Divina (véase la fig. 51) el sistema como tenía que serlo desde el principio hasta el fin. Creó todos los arquetipos de fuerzas y formas de emociones, pensamientos e intuiciones, y determinó cómo y en qué etapas debía realizarse cada uno en el esquema evolutivo de su sistema.

Entonces, en la parte del espacio elegida por ÉL para la realización de su Plan, empezó su obra por su tercer aspecto, el Tercer Logos, como fuerza-materia. La vasta esfera del espacio dentro del cual debían surgir el sol y los planetas no contenía al principio sustancia alguna -visible ni invisible- parecida a la que tenemos hoy dentro del sistema. Sólo había Mulaprakriti o materia-raíz, el éter del espacio de la ciencia moderna, incomprensible para nuestra imaginación, pues la materia tal cual la conocemos, se compone sólo de agujeros en el éter. En nuestros estudios teosóficos a esta primordial negación de materia la hemos llamado Koilon, el vacío (fig. 64).

Fig. 63

En este koilon o éter primordial del espacio vertió el Tercer Logos Su energía, que lo comprimió en innumerables puntos (fig. 65). Cada burbuja o punto de luz está donde no

hay koilon; es en realidad un punto de conciencia del Tercer Logos y subsiste solamente mientras ÉL quiere mantener retirado el koilon que lo envuelve. Luego, con estas burbujas formó espirales (fig. 66), con siete burbujas en cada una, mantenidas en esta posición por su voluntad. A estas espirales que se llaman espirales de primer orden las hizo girar en mayores círculos formando con cada siete una de segundo orden. Éstas a su vez fueron arrolladas de la misma manera y mantenidas como espirales de tercer orden, y así sucesivamente hasta crear las espirales de sexto orden. (En la figura 66

vemos espirales de primero, segundo y tercer orden. La línea blanca que une las burbujas en la espiral de primer orden y la que atraviesa las presillas de las de segundo y tercero denotan los tipos particulares de la Voluntad del Tercer Logos que mantiene las burbujas en cada serie de espiral).

Fig. 64

Fig. 65

Diez hilos de espirales de sexto orden se trenzaron, como se ve en la fig. 67, para formar el átomo físico, la unidad fundamental de nuestra materia física. Todo acto en la fabricación de estas espirales desde la de primer orden hasta el átomo físico, se debe al enfocamiento de la conciencia del Tercer Logos en este propósito particular. Cada orden de espirales mantiene su forma sólo porque Su conciencia continúa manteniéndola así. Nuestro átomo físico no es materia; consiste en millares y millares de puntos de la conciencia del Tercer Logos mantenidos por Él en una forma particular para realizar

un trabajo específico, el de construir el plano físico.

Pero la construcción del plano físico va precedida de la de los planos superfísicos, y para comprender esto debemos volver la atención a la fig. 63. En este diagrama encontramos que el pequeño círculo que representa al Tercer Logos tiene dos líneas que parten de un lado. Estas dos líneas denotan dos actividades que construyen los planos y subplanos. La línea menor se refiere a la primera de todas las actuaciones del Tercer Logos, que consiste, como se ha dicho ya, en agrupar burbujas en el koilon, las cuales son las unidades finales, los ladrillos, por decirlo así, con que se construyen los siete planos del sistema solar.

Fig. 66

ÁTOMO FÍSICO POSITIVO

Fig. 67

El primer plano o Adi se compone directamente de las burbujas de koilon y, por tanto, el átomo de este plano es una burbuja. El del plano siguiente, Anupadaka, se compone

de 49 burbujas, y el Atmico de 492 ó 2,401. Luego tenemos los átomos de los planos inferiores, compuestos sucesivamente de burbujas en las cantidades siguientes: el del plano Búddhico, de 493 ó 49 x 2,401; el del Mental, de 494 ó 2,401 x 2,401; el

del Astral, de 495 ó 49 x 2,401 x 2,401, y el del Físico, de 496 ó 2,401 x 2,401 x 2,401 con cierto número de ellas más por la especial formación del átomo físico.

Cuando los átomos de cada uno de los siete planos han sido creados, el Tercer Logos crea los subplanos de cada plano.

Esta segunda operación está representada por la línea más larga de las que parten del círculo del Tercer Logos. Los átomos de cada plano se rúnen en grupos de dos, tres, cuatro, etcétera, para formar los subplanos. El primer subplano, o sea, el superior, se compone únicamente de átomos aislados; pero los otros seis restantes, se forman con combinaciones de estos átomos. Así por ejemplo, el subplano más elevado del plano

físico está constituido por átomos simples de dos clases: positivos y negativos, y por combinaciones de éstos se forman los subplanos restantes: subatómico, superetéreo, etéreo, gaseoso, líquido y sólido. En el curso de formación de los subplanos del mundo físico se producen los elementos químicos, como se expondrá luego al tratar de la Química Oculta.

La formación de los siete grandes planos del sistema solar con sus siete subplanos es, pues obra, del Tercer Logos; y la obra no está aún completa y continúa su rápido proceso.

Él es la Fuerza animadora de la Materia de todos los planos. La expresión de Su fuerza en la materia del plano físico es la electricidad.

En los siete grandes planos formados así por el Tercer Logos aparece luego la obra del Segundo Logos. Su energía es esencialmente de un orden cuya mejor expresión es Vida-Forma. Con esta energía anima la materia de los siete planos y la capacita para construir formas con la misteriosa cualidad a que llamamos Vida. Esta vida agrupa la materia de los planos en variadas formas, y cada forma persiste solamente mientras la vida del Segundo Logos mantiene la materia en ella.

Ahora por primera vez aparece el fenómeno del nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte. Una forma nace, porque la Vida del Segundo Logos tiene una tarea que cumplir con ella en la evolución; crece, mientras esta tarea marcha hacia su culminación; muestra signos de decadencia, porque el Segundo Logos retira lentamente la vida de la forma desde que aquélla ha evolucionado lo más posible por medio de ésta, y finalmente muere, cuando el Segundo Logos retira el total de la vida con el fin de enviarla otra vez a construir una nueva y mejor forma que pueda dar a la vida las nuevas experiencias necesarias para su ulterior crecimiento y manifestación. En el plano fisico la expresión de la fuerza del Segundo Logos es Prana, Vitalodad.

Esta vida del Segundo Logos recibe el nombre de Esencia Monádica, cuando actúa en los cuatro planos superiores del sistema solar. Ella desciende jornada por jornada adquiriendo en cada una el grado de crecimiento designado para ella en el Gran Plan. Durante un gran período de tiempo llamado cadena se manifiesta: por primera vez en la materia del Plano Adi, y al final de él vuelve al Segundo Logos, del cual sale otra vez al principio de una nueva cadena para animar la materia del segundo plano, el Anupadaka, donde empieza su tarea con todas las experiencias adquiridas en la primera cadena y transmutadas en tendencias y capacidades.

Cadena por cadena la Esencia Monádica desciende de plano en plano, y al comienzo del quinto ciclo empieza a animar la materia del plano mental superior. Hasta aquí, la Esencia Monádica no limitaba sus experiencias a un esquema de evolución (6); pero aquí en adelante las experiencias se limitan a las que se pueden obtener en el nuestro, y desde su entrada en la materia de nuestro plano mental se llama Esencia Elemental. Durante el período de su evolución en la materia mental superior, esta vida del Segundo Logos se llama Primera Esencia Elemental.

Luego, terminada su tarea en esta cadena, reaparece en una nueva, animando la materia mental inferior, y en esta etapa se llama Segunda Esencia Elemental. En la cadena siguiente se convierte en la Tercera Esencia Elemental animando la materia del plano astral.

Es esta animadora vida del Segundo Logos la que da a las materias mental y astral su peculiar cualidad vital que hace que la vibración más débil causada en la materia mental por un pensamiento o en la astral por un deseo engendre formas y figuras que cristalizan en formas de pensamiento.

Descendiendo todavía más en la materia, la vida del Segundo Logos, después de animar la astral, pasa a la física, y el primer efecto de este nuevo paso es dar a los elementos químicos el poder de combinarse entre sí. El Tercer Logos creó el Hidrógeno y el Oxígeno, pero sólo cuando aparece en la vida del Segundo Logos pueden combinarse dos átomos de Hidrógeno con uno de Oxígeno para componer el agua. Con la actuación del Segundo Logos aparece la materia física como la conocemos hoy; bajo Su dirección se prepara el gran reino mineral para construir una tierra sólida. En términos de ritmo y belleza la materia cristaliza ahora con precisión matemática; en cada reino físico la obra del Segundo Logos se cumple de acuerdo con el Plan. A nuestros ojos el mineral es inerte, inanimado, pura tierra; y, sin embargo, ni un momento cesa la actuación del Segundo Logos en esta materia al parecer inerte. Realmente, Dios está ahora muerto y enterrado, crucificado en una cruz de materia.

La vida del Segundo Logos, después de su descenso máximo en la materia como Reino Mineral, asciende al siguiente gran reino de vida, el Reino Vegetal. Al comienzo de esta etapa las sustancias de la tiena desanollan una nueva capacidad, la de convertirse en vehículo de la vida, como pueden verlo nuestros ojos. Los elementos químicos se agrupan, y una misteriosa vida aparece entre ellos y los convierte en protoplasma. Y, guiado por el Segundo Lagos, este protoplasma se transforma, llegando a ser en el proceso del tiempo el Reino Vegetal (figura 4) . Después de sufrir largas experiencias evolucionando lentamente durante el período de una cadena, el Reino Vegetal aparece en la cadena siguiente como Reino Animal (fig. 5), y a su debido tiempo surgen de él los animales superiores capaces de individualización.

Cuando se ha formado el alma-grupo animal como se ha expuesto en el capítulo anterior y un animal cualquiera está pronto para individualizarse, empieza la acción del Primer Lagos, que envía un Fragmento de sí Mismo, una Mónada para crear una Individualidad en un Cuerpo Causal. Una Alma de Hombre hecha a imagen de Dios empieza entonces

su evolución, que consiste en descubrir la Divinidad en si mismo, en sus prójimos y en toda la vida de la naturaleza que lo rodea. En el plano físico la expresión de la fuerza del Primer Logos es Kundalini, el Fuego Serpentino, que conduce a la inmortalidad.

* * *

Hemos dado una ligera perspectiva de la poderosa obra del Triple Logos, que empezó hace muchísimo tiempo y aun está, como dicen los Upanishad, en la matriz. Creador, Conservador y Destructor, Él construye y destruye y vuelve a construir en cada jornada un paso más cerca de la Perfección de su Plan. Ver este Plan es tener la Visión Beatífica; laborar para este Plan es cambiar la naturaleza mortal de uno en inmortal. Inmortalidad en la vida, eternidad en el tiempo, Divinidad en la humanidad, son de quien, comprendiendo el Plan, labora para él incesantemente.

 

CAPÍTULO IX

LOS REINOS DE LA VIDA

A pesar de lo espléndidamente que la ciencia moderna ha desenvuelto el concepto de la evolución, está aún por alcanzar la extensión y la grandeza que se revela en la Teosofía.

La palabra vida especialmente tiene en los estudios teosóficos una significación más profunda y trascendental, porque la vida no es sólo, como pretende la ciencia moderna, patrimonio del pequeño círculo de existencia que comprende los reinos humano, animal y vegetal, sino que también se manifiesta en la materia aparentemente muerta de los minerales y en los organismos de materia invisible inferior a los minerales y superior al hombre. En la fig. 68 tenemos un breve resumen de la ola de vida en evolución que conduce a la humanidad. Una comparación de esta figura con la 9 indica que hay otras corrientes de vida en evolución que, sin tocar el reino humano, pasan por sus niveles para llegar a otro superior.

La fig. 68 trata de las formas de vida que en su crecimiento evolutivo terminan en una humanidad como la nuestra. Vemos en ella que etapa por etapa la vida del Logos se

manifiesta como tres tipos de Esencia Elemental y luego sucesivamente como vidas mineral, vegetal, animal y humana.

El paso por etapas se ha descrito en el capítulo anterior, y en la fig. 59 se explicó la transición del reino animal superior al humano. Las siete etapas de la vida evolutiva desde la esencia Elemental I hasta la Humanidad se llaman Ola de V ida.

Hay otras formas de vida y de conciencia que también son olas de vida, pero, para mejor comprensión del tema, la locución ola de vida se reserva para las formas de vida que se

relacionan más íntimamente con nuestra humanidad en línea directa de evolución como se muestra en la fig. 68.

Fig. 68

Todos estos grandes cambios implican vastos períodos de tiempo; pero en cada fracción la obra evolutiva se realiza conforme a un plan prefijado. Cada tipo de forma y conciencia sólo aparece en la evolución a su marcado tiempo y siempre bajo la inspección de los Obreros del Divino Plan encargados de vigilar las intrincadas labores de la evolución. Nosotros debemos considerar estos períodos de tiempo menos con

relación a los años actuales que a la cantidad de obra evolutiva realizada en la progresión del Plan.

Se ha dicho en la sección II, Ascenso y Descenso de las Civilizaciones, que durante la existencia de la humanidad en la tierra aparecen siete grandes Razas Raíces y que cada una de ellas tiene siete subrazas. El período de tiempo necesario para realizar la obra que se ha de ejecutar mediante siete Razas Raíces y sus subrazas se llama Período Mundial. Durante el Período Mundial el esquema evolutivo, en cuanto afecta a los siete reinos de nuestra ola de vida, está en plena actuación.

Puede decirse que la ola de vida empieza con la aparición de la primera subraza de la Primera Raza Raíz y acaba al terminarse la tarea de la séptima subraza de la Séptima Raza Raíz.

Cuando la tarea asignada a un período mundial se acaba, la ola de vida pasa de nuestra tierra a otro globo de nuestro sistema solar para continuar en él su evolución. En este nuevo globo cada una de las siete etapas de vida desde la Esencia Elemental I hasta la humanidad reasume su obra y continúa su desenvolvimiento ulterior. Una vez más este desenvolvimiento, en lo que concierne a la humanidad, se realiza a través de civilizaciones y culturas desarrolladas en siete Razas Raíces y sus subrazas. Al final de la obra evolutiva en este nuevo globo, la ola de vida pasa a otro para reasumir su obra

bajo nuevas condiciones y ejecutar la parte de evolución a él designada nuevamente en el Gran Plan.

Fig. 69

La obra de la ola de vida a que la humanidad está asociada en esta tierra puede verse en la fig. 69. Nuestra ola de vida requiere para su evolución siete planetas del sistema solar, de los que tres son físicos. Tierra, Marte y Mercurio, y los cuatro restantes de tipos invisibles de materia. También éstos giran alrededor del sol como los planetas visibles, pero su materia es de estados superfísicos. De estos cuatro planetas invisibles, dos -B y F- son de materia astral y superiores, y los dos restantes -A y G- del mental inferior y superiores.

Cada uno de estos globos está separado de todos los demás en el espacio y es por sí un planeta cabal como son Marte, Tierra y Mercurio.

Si consultamos nuestro diagrama y estudiamos cuidadosamente la parte que representa a nuestra Tierra, veremos que ésta aparece compuesta de materia física sólida rodeada de envolturas de tipos de materia astral, mental inferior y mental superior. Dicho se está que cada tipo de materia superior y más fina se penetra en los más groseros que él, y así la envoltura astral no sólo se extiende a millas de altura sobre la superficie de la tierra, sino que además se penetra en ella, y de igual modo la de materia del mental inferior se compenetra con el mundo astral y la tierra física. Esta envoltura astral, que rodea y penetra nuestra tierra, es nuestro Plano Astral: la materia mental inferior es nuestro Cielo Inferior, y la mental superior constituye nuestro Cielo Superior. Es claro que

asociados a todos éstos se hallan los planos superiores de la naturaleza compuestos de materia Búddhica, Atmica y superiores, aunque no se hallan patentes en la figura.

De igual manera tiene también Marte una tierra física sólida, una envoltura astral y dos mentales: inferior y superior. La envoltura astral que se compenetra con el planeta

Marte sólido es el plano astral de Marte, que es enteramente distinto del de nuestra Tierra. Además, así como no hay comunicación física entre la Tierra y Marte a través del espacio interplanetario, tampoco la hay astral entre el plano astral de Marte y el nuestro. Marte también tiene sus mundos celestiales inferior y superior. Exactamente el mismo esquema rige en Mercurio, que tiene sus planos astral y mental superior e inferior. Al llegar a los planetas E y F nos encontramos con que no tienen contraparte física; son planetas astrales; pero tienen cada uno sus cielos inferior y superior y también planos todavía más elevados. Los planetas A y G son, como se puede ver en el diagrama, globos de materia mental inferior, y también tienen sus planos mental superior, Búddhico, Atmico y otros aun más elevados; pero carecen de inferiores al

mental inferior. Tenemos, pues, siete planetas: A, E, Marte, Tierra, Mercurio, F y G, todos girando alrededor del sol, pero sólo tres visibles para nuestro ojo físico.

Ahora podemos comprender en líneas generales la obra de la ola de vida. En el momento presente y en cuanto concierne a la humanidad, la ola de vida terrestre está realizando la obra de las Razas raíces Tercera, Cuarta y Quinta y ha progresado hasta el punto de ostentar las primeras variantes de la sexta subraza de la Quinta Raza Raíz, que asoman ya en América y Australia. Junto a la obra de la humanidad marcha la obra evolutiva de los animales, plantas, minerales y los tres tipos de Esencia Elemental.

Todavía queda por ejecutar en la Tierra la obra de la séptima subraza de la Quinta Raza Raíz y la vastísima de las Razas Raíces sexta y séptima, que aún están por venir con sus

respectivas subrazas y variantes. Apenas podemos hablar de los millares de siglos más que requerirá esta obra; pero la ola de vida no habrá tern1inado la tarea puesta ante ella durante su ocupación de la Tierra y sus planos superiores hasta que toda esta obra por ejecutar llegue a un fin próspero.

Cuando la séptima subraza de la séptima Raza Raíz haya dado su mensaje a la evolución, nada habrá ya que hacer -por entonces- en la Tierra; y la ola de vida pasará a otro planeta para empezar su inmediata etapa de desenvolvimiento.

Este planeta es Mercurio. En Mercurio, como en la Tierra, la ola de vida en todas sus divisiones desde la Esencia Elemental I hasta la humanidad continuará su obra por etapas. En el reino humano habrá siete Razas Raíces con sus subrazas. Cada raza Raíz por la estructura de sus cuerpos visibles e invisibles posibilita el desenvolvimiento de alguna nueva forma y expresión de conciencia y actividad; y de aquí la necesidad de

las varias Razas Raíces y sus subdivisiones.

Cuando la ola de vida haya terminado su actuación en Mercurio, será transferida al planeta siguiente, que es F. En F, que es un planeta astral sin contraparte física, no puede haber formas físicas para la evolución de la vida, que, por tanto, tendrá que ejecutar su labor en formas de materia astral y superiores. Después de que haya completado su obra en el planeta F, pasará al G, y como éste está formado de materia mental inferior, toda la evolución deberá efectuarse necesariamente en formas de este tipo y superiores de materia.

Cuando termine su actuación en el planeta G, pasará a continuar su obra evolutiva en el A. De A pasará a E, donde la evolución será reasumida otra vez en formas astrales. Cumplida su tarea en E, se trasladará a Marte, donde una vez más empezará su actuación también en formas físicas. Una vez terminada su tarea en Marte, será transferida a la Tierra para empezar en ella nueva etapa de evolución en nuevos tipos

humano, animal y vegetal. Cuando la ola de vida haya completado su obra en los siete planetas sucesivamente, habrá cumplido un período de tiempo llamado Ronda.

Al describir las transferencias de la ola de vida hemos partido de la Tierra y vuelto a ella completando una Ronda a través de Mercurio, F, G, A, E y Marte; pero realmente empezó en el planeta A y pasó sucesivamente a E, Marte, Tierra, Mercurio, F y G. Nuestra presente ola de vida empezó, pues, hace largas edades en el planeta A, en la primera Ronda, y ha recorrido ya tres Rondas completas. Reanudó su tarea en el

planeta A de una nueva Ronda -la cuarta-, y después de haber pasado por E y Marte, volvió a la Tierra, donde se halla actualmente. Nosotros nos hallamos ahora en el cuarto

planeta de la cuarta Ronda del esquema evolutivo. Es exactamente el punto medio del esquema mayor de nuestra evolución; y falta aún que completar esta Ronda pasando por

Mercurio, F y G, y después la quinta, la sexta y la séptima.

El tiempo empleado por la ola de vida en recorrer estas siete sucesivas Rondas se llama Cadena.

Todo esto se halla comprendido en la fig. 70. Siete sub-razas constituyen una Raza Raíz, y el tiempo ocupado por siete Razas Raíces es el de un Período Mundial. El paso de la ola de vida por siete Períodos Mundiales en siete globos sucesivos constituye una Ronda. Siete Rondas en cada una de las cuales la ola de vida ha pasado de planeta en planeta constituyen una Cadena.

SIETE Sub-razas = UNA Raza Raíz

SIETE Razas raíces = UN Período Mundial

SIETE Períodos mundiales = UNA Ronda

SIETE Rondas = UNA Cadena

SIETE Cadenas = UN Esquema de evolución

SIETE (y más) Esquemas de evolución = Nuestro Sistema Solar

Fig. 70

La obra de evolución de toda vida y forma del sistema solar no se realiza, sin embargo, dentro del Período de una Cadena. Está dispuesto en el Plan que durante el período de actividad de una Cadena evolucione un reino de vida hasta el inmediato superior; y así, la vida que empezó como animal al principio de nuestra Cadena; esto es, en el planeta A de la primera Ronda, ascenderá a la etapa humana al final de la Cadena, que será en el planeta G de la séptima Ronda; y, de igual modo, la que entró en la Cadena como vegetal habrá ascendido al final de ella a la animal. En la fig. 68 tenemos los diversos pasos de la evolución de los reinos de vida. Cada paso requiere una Cadena completa.

Cuando nuestra cadena empezó en el Planeta A de nuestra primera Ronda, la tarea estabá empezada en todos los siete reinos desde la Primera Esencia Elemental hasta la humanidad. ¿Dónde adquirieron la humanidad y la vida animal sus respectivos y peculiares caracteres para empezar con ellos la Cadena? La contestación la tenemos en la fig. 71.

El cuarto círculo representa la Cadena Terrestre. Prácticamente es la fig. 69 en miniatura, pues los tres círculos negros representan a Marte, Tierra y Mercurio; los dos sombreados de materia astral, a B y F, y los dos sombreados de mental inferior, a A

y G. Vemos que antes de la Cuarta Cadena hay una tercera, llamada en el diagrama la Cadena Lunar. En ella se ven también siete globos, pero uno solo físico; en cambio hay dos astrales, dos del mental inferior y dos del mental superior.

Ahora bien; nuestra ola de vida antes de entrar en nuestra Cadena, la Terrestre, fue por innumerables años la vida de una Cadena precedente, la Lunar, exactamente una etapa

más joven. Es decir , que lo que es humanidad en la Cadena Terrestre fue reino animal en la Lunar; lo que es hoy reino animal fue allí vegetal, y de la misma manera todos los demás reinos de vida de la Cadena Terrestre fueron una etapa más jóvenes en la Cadena Lunar. Exactamente lo mismo los reinos de vida de la Cadena Lunar provinieron de otra anterior, Cadena núm. 2, que, como se ve en la figura, carece de planeta fisico y se compone de uno de materia astral, dos de la mental inferior, dos de la mental superior y dos de la Búddhica. Cada reino de vida en esta segunda Cadena era exactamente una etapa más joven que en la Lunar; y así, lo que fue reino animal en ésta fue vegetal en aquélla. Asimismo la Cadena núm. 2 derivó su vida de una anterior, la número 1, que tiene un planeta de la mental inferior, dos de la superior, dos de la Búddhica y dos de la Nirvánica. Los reinos de vida en esta primera Cadena fueron una etapa más jóvenes que en la segunda. En resumen, siguiendo la dirección de la evolución, la que empezó en la primera Cadena como reino mineral apareció en la segunda como vegetal; en la tercera o Cadena Lunar, como animal, y en la cuarta, nuestra presente Cadena Terrestre, es nuestra humanidad.

Cuando la tarea de esta Cadena Terrestre haya terminado al fin de la séptima Ronda, cada reino de la vida en evolución habrá ascendido una etapa. Nuestros animales de hoy

habrán llegado al nivel humano; nuestra vida vegetal habrá entrado en el reino animal; nuestra humanidad habrá pasado a una etapa más allá de la humana. La Quinta Cadena será como la Tercera, por lo menos en lo que concierne a los tipos de sus globos. Lo mismo que ocurrió en ésta, habrá en aquella un planeta físico, dos astrales, dos de materia mental inferior y dos de la superior. Los planetas constitutivos de las Cadenas

sexta y séptima serán como están indicados en el diagrama.

La obra de las Cadenas primera, segunda y tercera está ya terminada, y sus planetas se han desintegrado, excepto el único físico de la tercera, que todavía subsiste como Luna y gira alrededor de la Tierra. La Luna no tiene ya nada de la ola de vida, y prácticamente es un planeta muerto en lenta desintegración. La evolución se encuentra ahora exactamente en el punto medio, entre las siete Cadenas, pues la nuestra presente es la cuarta y en ésta nos encontramos en el cuarto planeta de la cuarta Ronda.

Cuando se haya completado la obra de la Cadena Terrestre, tendremos labor que ejecutar por los reinos de la vida en evolución en la siguiente, la quinta. Esta Cadena tendrá un planeta físico, que se formará por conglomeración de los Asteroides, que ahora forman un anillo de pequeños planetas entre Marte y Júpiter. Cuando los Asteroides se hayan incorporado formando un planeta y se hayan constituído en centro

de evolución de la ola de vida, la obra habrá terminado en la Cadena Terrestre, y la Tierra actual se habrá convertido en un planeta muerto, sin vida en evolución; se habrá contraído por la pérdida de sus líquidos y gases y el planeta físico de la nueva Cadena le atraerá y retendrá como Luna.

Fig. 71

Nuestro actual reino animal empezará su actuación en la quinta Cadena como humanidad y nuestro actual reino vegetal será entonces el reino animal. Exactamente lo mismo se realizará la obra en las Cadenas sexta y séptima que les han de suceder. En cada una de las Cadenas sucesivas la vida se desenvuelve de un reino al inmediato superior.

Fig. 72

La obra realizada a través de siete Cadenas sucesivas constituye un Esquema de Evolución. Hay siete de ellos, y la obra de cada uno de ellos la preside un Logos Planetario. Cada Esquema es la expresión de Su exaltada vida, y las siete Cadenas de su Esquema son como sucesivas encarnaciones de esta Vida. Cada uno de los siete Logos Planetarios tiene, pues, ante sí un Esquema de evolución que desarrollar y dirigir.

Cada Esquema envuelve siete Cadenas y cada Cadena requiere siete globos distintos.

Hay ahora en el sistema solar siete Esquemas de evolución, que requieren a cierta etapa de su obra un planeta físico.

La etapa en que se halla cada una de estas siete Cadenas se indica en la fig. 72. (Según se dice, existen tres esquemas que no precisan de ningún planeta físico; pero no poseemos dato alguno de su distribución.) Las Esquemas de evolución que contienen a Vulcano, Júpiter, Saturno y Urano se hallan retrasados, con relación al de la Tierra, en una Cadena; el de Neptuno, en igual situación; es decir, en su cuarta Cadena, y el de Venus, una Cadena más avanzada, o sea en la quinta.

Debe tenerse presente que, aunque a un planeta físico puede incapacitarle su calor y presión para la vida en organismos como los que tenemos en la Tierra, hay tipos de evolución no física que pueden realizar su obra con eficiencia en los planos astrales de los planetas en que no sea posible la vida física.

Por hallarse el Esquema de Venus una Cadena más avanzada que el de la Tierra y el promedio de su humanidad cerca del nivel del Adeptado, pudieron los Adeptos de Venus auxiliar a la obra de la Cadena Terrestre en su comienzo como Señores de Mundos, Manús, Buddhas, Choans y otros grandes guías de evolución. De la misma manera, los de la humanidad, de la Tierra que al fin de la Cadena Terrestre alcancen

el Adeptado y lo deseen, podrán dedicarse a ayudar a la obra evolutiva de las atrasadas Cadenas, pertenecientes a los esquemas de Vulcano, Saturno, Júpiter y Urano.

El individuo que ha realizado la labor evolutiva puesta ante él ha alcanzado el nivel de Maestro de la Sabiduría.

Llegará a este nivel por el curso normal de evolución lenta al final de la séptima Ronda de esta Cadena; pero puede hacerlo mucho antes acelerando su evolución. Cuando alcance el nivel de Adepto y haya adquirido las experiencias que la Cadena puede franquearle, tiene ante sí siete opciones para su futura evolución y actividad, que se resumen en la fig. 73.

LAS SIETE OPCIONES ANTE EL HOMBRE PERFECTO

1. PERMANECE CON LA HUMANIDAD COMO OFICIAL DE LA JERARQUIA

2. PERMANECE CON LA HUMANIDAD COMO «NIRMANAKAYA»

3. SE UNE A LOS DEVAS O HUESTES ANGELICAS

4. ID. AL «CUERPO DE ESTADO MAYOR DEL LOGOS»

5. PREPARA LA OBRA DE LA «CADENA» SIGUIENTE

6. ENTRA EN NIRVANA

7. ID. EN ID.

Fig. 73

Ninguna de las opciones es mejor que las otras y cada Adepto seguirá su propia línea confonne a su temperamento y las necesidades del Gran Plan. Cierto número -muy pocos- se capacitan para ser Manús, Buddhas, Chohans y otros funcionarios de la Jerarquía que guía la evolución de los reinos de vida en un globo. Esta elección requiere constante encarnación física aunque, como Adepto haya traspuesto esta necesidad hace mucho tiempo. Hay Adeptos de otro temperamento que no desean el cargo de Oficial de la Jerarquía, pero permanecen con la Humanidad y viven en los mundos invisibles como Nirmanakayas. En estas condiciones de existencia crean grandes fuerzas espirituales que luego se traspasan a los miembros de la Jerarquía para ulterior progreso humano. Un tercer tipo de Adeptos pasa al reino de los Devas, Huestes Angélicas, para actuar en él, a veces indirectamente con la humanidad como Ángeles ya veces fuera de la Tierra.

Otro tipo de Adeptos se alista en el Cuerpo de Estado Mayor del Logos preparándose para actuar en cualquier parte del sistema solar a donde pudiera ser enviado según las necesidades de la obra. Cierto número de Adeptos elegirán su actuación en la preparación necesaria para iniciar la quinta Cadena. Los tipos sexto y séptimo de Adeptos entran en una fase de evolución espiritual y actividad incomprensibles para nuestra conciencia, que técnicamente se llama entrada en Nirvana.

No sufren ninguna clase de aniquilación, sino que dan su espléndida contribución al Gran Plan aunque por caminos incomprensibles para nuestra presente limitada conciencia humana.

Todo este proceso de evolución, que comprende millones de años, es mucho más vasto de lo que nuestra imaginación puede concebir. En cada etapa se suelta más poder al universo. El reino vegetal en cada Ronda está más evolucionado que en la anterior, y en cada Cadena aun más. Lo que nuestros árboles, plantas y arbustos con su exquisito follaje y flores son en comparación con las selvas y helechos antediluvianos; lo que nuestros pájaros con sus primorosos colores, simetría y vida alegre son comparados con sus antepasados de lejanas edades, desmañados, pardos, será el reino animal de Rondas y Cadenas venideras comparado con el de la presente Ronda.

Aun los invisibles átomos evolucionan de Ronda en Ronda, de Cadena en Cadena, y toda vida, a medida que pasan ciclos, va expandiendo su expresión y revelación.

También la vida del hombre cambia de Ronda en Ronda.

Nuestra Vida mental tendrá en la próxima Ronda una riqueza apenas hoy concebible, porque nuestro instrumento inferior del pensamiento, el cerebro, se forma de átomos y elementos más evolucionados que lo son en esta cuarta Ronda. Puesto que la materia es fuerza, la forma es vida y la individualidad del hombre es Divinidad, dondequiera que haya evolución, está el Logos en actuación, y donde Él está, gozosa labor se acerca paso a paso a su plena realización.

 

CAPÍTULO X

LA EVOLUCIÓN DE LA MATERIA Y DE LA FUERZA

Es usual entre los hombres establecer un contraste entre mente y materia, considerando a la primera como una facultad espiritual ya la segunda, en contraposición a ésta, como

una sustancia sin vida ni espíritu. Pero un nuevo concepto surge de la consideración de que ambas, materia y mente, son expresiones y revelaciones de una portentosa Personalidad, el Logos, «en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser». Entonces vemos que la materia no es menos divina que la mente y que hay una revelación de belleza y grandeza no solamente en la mente del genio, sino también en el diminuto fragmento de materia que forma un cristal. Tras ambas actúa un poderoso Hacedor cuya voluntad desenvuelve y dirige cada jornada. En el conocimiento de lo que constituye su materia, no menos que en el de su mente, podemos adquirir un ligero

vislumbre de su Naturaleza, de aquella Naturaleza siempre atrayente para la cual la materia es un espejo de su Sabiduría, fuerza y belleza.

Antes de tratar de estudiar la Vida del Logos como materia según la revelación teosófica, debemos adquirir una comprensión cabal, clara, de lo que es la materia según nos la descubre la ciencia moderna. Porque los hechos afirmados por la ciencia son Hechos de Dios, y su conocimiento nos capacita para establecer una base segura para un conocimiento más profundo de los Hechos de Dios revelados por la Teosofía.

Fig. 74

Dejando a un lado por ahora el hecho de que la materia consiste esencialmente en agujeros en el éter, la del mundo que nos rodea está constituida por diversas sustancias que nos son más o menos familiares. La tierra que pisamos es sólida, el agua que bebemos es liquida, y el aire que respiramos es gaseoso; nuestras casas, nuestros utensilios, nuestros muebles están todos hechos de materia de distintas clases: tierra, madera, metal, y de materia, aunque de distinta clase, están constituidos también nuestros cuerpos vivos y los de nuestros circunstantes, así como también los de las plantas, animales y otros seres vivientes que pueblan nuestro mundo.

La materia es sólida como la madera o el hierro, líquida como el agua o gaseosa como la atmósfera, y se divide en miles de variedades; pero tan numerosas como son las que entran a formar los objetos de nuestro mundo, todas pertenecen a unas cuantas sustancias fundamentales que se llaman elementos químicos, a que la ciencia moderna hace ascender a 92 (7). Se encuentran en estado atómico (8); es decir, que un trozo de azufre, por ejemplo, es un agregado de átomos sulfúreos de naturaleza tal que ya no son susceptibles de ulteriores subdivisiones. Esta condición es común a los átomos de todos los elementos, por lo que «un átomo de un elemento puede definirse como una sustancia cuyas partes se mantienen juntas por una fuerza superior a todas las que se le han aplicado hasta ahora» (Mellor). Estas partes existentes en el átomo, reciben el nombre de protones (electricidad positiva) y electrones (electricidad negativa).

Los elementos químicos conocidos pueden dividirse en dos grupos principales y distintos: metales y no-metales. Son elementos metálicos el Aluminio, el Manganeso, el Calcio, etcétera, y no-metales: el Carbono, el Boro, el Oxígeno, el Cloro, etc. En la electrólisis, los metales aparecen en el cátodo o polo negativo y los que no son metales en el ánodo o polo positivo. Los metales son buenos conductores del calor; los no-metales, malos. Hay un tercer grupo de elementos de carácter híbrido llamados metaloides, como el Arsénico, Antimonio, etc., que se conducen como metales y no-metales.

En la primera división de la fig. 74 tenemos doce de los 92 elementos químicos con los símbolos correspondientes:

H=Hidrógeno, C=Carbono, N=Nitrógeno, O=Oxígeno, Na(trum)=Sodio, Cl=Cloro, K(alium)=Potasio, S(ulphur)=Azufre, Al=Aluminio, Fe(rrum)=Hierro, P(hosphorus)=

Fósforo, Ca=Calcio. Cada uno tiene su peso específico y otros caracteres peculiares.

En las divisiones segunda y tercera se ve cómo estos elementos primarios se combinan entre sí para formar nuevas sustancias como, por ejemplo, 2 partículas de Hidrógeno con 1 de Oxígeno para formar una partícula-unidad de agua, y 1 de Sodio con 1 de Cloro para formar una partícula-unidad de sal común. Así, pues, los cuerpos simples se combinan unos con otros para constituir millares de sustancias orgánicas e

inorgánicas que integran nuestro mundo. Mientras que 2 átomos de Carbono con 6 de Hidrógeno y 1 de Oxígeno bastan para constituir una partícula de alcohol, se requieren nada menos que 712 de Carbono, 1,130 de Hidrógeno, 214 de Nitrógeno, 1 de Hierro, 2 de Azufre y 425 de Oxígeno para formar una partícula de Hemoglobina (roja materia-colorante de la sangre). El protoplasma, primera sustancia viva, del cual está formada toda célula, se compone de átomos de Hidrógeno, Carbono, Nitrógeno, Oxígeno, Azufre, Fósforo, Cloro, Sodio, Potasio, Calcio, Magnesio y Hierro; pero la ciencia ignora todavía en qué proporción se encuentran.

Estos elementos químicos, los ladrillos, por decirlo así, no solamente se combinan (salvo algunas pocas excepciones) entre sí, sino que lo hacen con sujeción a ciertos hábitos característicos de cada uno que se llaman Valencias (fig. 75).

Un átomo de Fluor (primera colunma), Cloro, Bromo o Yodo, se combina con preferencia con un átomo de Hidrógeno que con dos, mientras que uno de Oxígeno, Azufre, Selenio o Telurio lo hace mejor con dos que con uno (segunda columna). Los átomos de Nitrógeno, Fósforo y Arsénico se combinan con tres, y los de Carbono y Silicio con cuatro (columnas tercera y cuarta). La ciencia química se limita a señalar esta tendencia de los elementos llamada Valencia, sin decir nada positivo respecto a las causas.

En la mitad inferior de la fig. 75 tenemos dos casos de combinación de un átomo elemental con otros cinco cuerpos.

Cuando el Cloruro Amónico se compone de un átomo de Nitrógeno, 4 de Hidrógeno y uno de Cloro, la química supone que el Nitrógeno, cuya Valencia, como se ve aquí, es cinco, emite en cierto modo en cinco direcciones cinco deseos no satisfechos de combinación, que se encargan de satisfacer cuatro átomos de Hidrógeno y uno de Cloro. Tenemos otro caso semejante de quíntuple Valencia en el Pentacloruro Fosfórico.

Otra de las cosas interesantes que nos enseña la química es que la combinación de los elementos químicos se efectúa en figuras geométricas, como se ve en la figura 76. El gas de los pantanos se compone de un átomo de Carbono y cuatro de Hidrógeno, y su relativa posición, según Kekulé, es la que se indica en el diagrama; a saber, el átomo de Carbono en el centro de un tetraedro y los cuatro de Hidrógeno en sus Cuatro vértices. Respecto a otro gas, el Etano que se compone de dos átomos de Carbono y seis de Hidrógeno, se ha dicho que la posición de los ocho átomos es la que muestra la figura,

donde los ápices de dos tetraedros se compenetran llevando en sus vértices un átomo de Carbono cada uno y los seis de Hidrógeno se distribuyen entre los otros seis vértices.

Otro ejemplo de esta construcción geométrica tenemos en los derivados amoniacales del Cobalto: Violeocobartomina y Praseocobaltomina. El primero es de color violeta y el segundo verde, y, sin embargo, en ambos hay dos átomos de Cloro y cuatro partículas de amoníaco, cada una de las cuales está compuesta de un átomo de Nitrógeno y tres de Hidrógeno. Se dice que la diferencia de color es debida a la diferencia de posición de los dos átomos de Cloro en un octaedro: si ocupan ápices opuestos, el Cobalto es violado; si los extremos de una arista, verde.

Los elementos químicos tienen ciertos caracteres notables que se pueden resumir como sigue:

1º Cada elemento tiene su peso fijo y no hay dos que lo tengan igual (9).

2º Son paramagnéticos o diamagnéticos; esto es, que, puestos bajo la influencia de una fuerza magnética, unos permanecen paralelos a las líneas de ésta (paramagnéticos) y

otros perpendiculares (diamagnéticos).

3º Son electropositivos o electronegativos.

4º Cada uno tiene su Valencia, especial tendencia a combinarse con uno, dos, tres o cuatro átomos de hidrógeno.

Cuando se forma una lista de ellos por orden de su peso atómico, se ve que se agrupan en cierto orden según sus Valencias, cualidades magnéticas y eléctricas. Este modo de

agruparse los elementos lleva el nombre de Ley Periódica.

Fig. 75

Hay varias maneras de enunciar esta periodicidad de los elementos, pero la más clara es quizá la de Sir William Crookes. La tenemos en la fig. 77. En la línea representativa de un péndulo que oscila a un lado ya otro están señalados todos los elementos por orden de sus pesos, empezando por el más ligero (Hidrógeno) y terminando por el más pesado (Uranio) (es posible que haya alguno o algunos más pesados por descubrir).

Si representamos con la línea media perpendicular la Valencia 0 y la interperiodicidad, y con las cuatro de cada lado las Valencias (atomicidades) 1, 2, 3 y 4 y anotamos en los puntos de intersección los elementos, tendremos con pocas excepciones que:

1º En la línea media van los gases inertes, cuyo carácter es no combinarse con ningún otro elemento y cuya Valencia, por consiguiente, es 0.

2º En esta misma línea media ya intervalos regulares; es decir, después de cada oscilación completa del péndulo, se encuentran los interperiódicos.

3º Todos los elementos que se encuentran a la derecha de esta línea son diamagnéticos, y los de la izquierda paramagnéticos.

4º Están dispuestos en el orden progresivo de Valencias desde 0 hasta 4, seguido del regresivo de 4 a 0.

5º Los elementos que el péndulo encuentra al alejarse de la línea media son electropositivos, y los que encuentran al acercarse a ella electronegativos.

Ya en 1887 imaginó Crookes los elementos químicos apareciendo en el cosmos unos tras otros y sufriendo modificaciones en sus caracteres, obedeciendo a fuerzas externas. Hizo un cuadro de la Génesis de los Elementos partiendo de la sustancia primordial a que llamó protilo. El diagrama de Crookes aparece en la fig. 77 con ligeras modificaciones, de las que las principales son: que con los elementos no aparecen los pesos dados en la Química, sino el número de últimos átomos físicos que contiene (10), y que se han añadido nuevos elementos descubiertos después de 1887 (11).

Fig. 76

La idea de una génesis de los elementos no es una mera hipótesis, sino un hecho de la mayor inspiración. Imaginémonos primero la idea como la presentó Crookes a un auditorio científico de mentalidad materialista en la Institución Real de Londres el 18 de febrero de 1887, y esto nos preparará para asimilar el concepto más grandioso que nos da el Ocultismo (12).

«En la curva ondulante podemos ver la acción de dos formas de energía: una que actúa verticalmente y otra que oscila como un péndulo. La línea vertical representa la temperatura, que va descendiendo por un número de grados desconocido desde el punto de disociación de los elementos de primera formación hasta el de los últimos de la escala.

«Pero ¿qué forma de energía representa la línea oscilante? La vemos balancearse de un lado a otro a puntos equidistantes de un centro neutral. Vemos que a medida que la distancia desde el centro aumenta de una a cuatro divisiones, aumenta también la desviación de la neutralidad de un grado a cuatro de atomicidad. Vemos que la aproximación o alejamiento desde esta misma línea neutral determina en cada elemento su carácter electro-negativo o electro-positivo. En una palabra, llegamos a sospechar que este poder oscilante tiene estrecha relación con la imponderable materia, esencia o fuente de energía, a que llamamos electricidad.

«Nuestro péndulo empieza sus balanceos por el lado electropositivo, el Litio, el más próximo al Hidrógeno en cuanto al peso atómico; es el primero en formarse y luego vienen el Glucinio, el Boro y el Carbono. Cada elemento se apodera en el momento de su nacimiento de una cantidad determinada de electricidad, de la cual depende su atomicidad. Así se establecen los tipos elementales monoatómicos, diatómicos, triatómicos y tetraatómicos.

Fig. 77

«Ha indicado el Dr. Carnelley que los elementos que pertenecen a la serie par de la clasificación periódica son siempre paramagnéticos, r los de la impar , diamagnéticos. En nuestra curva la serie par de la izquierda, según se ha dicho, son paramagnéticos, y la de la derecha diamagnéticos.

«Vamos ahora a la parte regresiva o negativa de las oscilaciones. El Nitrógeno enseña cómo la posición rige la atomicidad media dominante. El Nitrógeno ocupa la posición inmediatamente inferior al Boro, elemento triatómico, y, por lo tanto, es también triatómico. Pero también es cierto que sigue al Carbono, cuerpo tetraatómico, y ocupa el quinto lugar contando desde el origen. Ahora bien, estas tendencias, al parecer opuestas, se armonizan perfectamente dotando al Nitrógeno de una doble atomicidad, que capacita a su átomo para actuar como elemento triatómico o pentaatómico. La misma ley rige para el Oxígeno (di y exaatómico) y el Fluor (mono y epta-átómico) ; y con esto ha terminado una media oscilación del péndulo. Ahora, traspasando otra vez la línea neutral, nos encontramos sucesivamente con los cuerpos electropositivos Sodio (monoatómico), Magnesio (diatómico), Aluminio (tri-atómico y Silicio (tetraatómico).

«La primera oscilación completa del péndulo termina con el nacimiento de los tres elementos electronegativos Fósforo, Azufre y Cloro, y los tres, como sus correspondientes centrípetas del lado opuesto, tienen por la menos una doble atomicidad, que depende de la posición.

«Sigamos a nuestro péndulo. . . y veremos que el primer elemento que viene a la existencia al emprender la segunda oscilación no es el Litio, sino el metal de parentesco más cercano a él en la serie, el Potasio, que puede considerarse como descendiente en línea recta del Litio, con las mismas tendencias hereditarias, pero con menor movilidad molecular y mayor peso atómico.

«Sigamos la curva, y veremos que en casi todos los casos rige la misma ley. Así, el último elemento de la primera oscilación completa es el Cloro, y en el lugar correspondiente de la segunda tenemos, no su exacta repetición, pero sí un cuerpo

muy semejante a él, el Bromo; y al llegar a la misma posición por tercera vez, tendremos el Yodo. No necesito multiplicar los ejemplos. No dejaré, sin embargo, de insinuar que tenemos aquí un fenómeno que nos recuerda la generación alternada o cíclica del mundo orgánico, o, quizús podamos decir, de atavismo, reaparición de tipos antiguos algo modificados. «

Ahora que hemos adquirido una idea general de las especulaciones de la ciencia moderna en cuanto a la posible génesis de los elementos, podremos comprender mejor lo que la Teosofía revela de los misterios de la fuerza y la materia.

Empezaremos por recordar que no hay nada que se parezca a reunión casual de átomos; que el universo es obra del pensamiento de un Divino Constructor; que cada paso de la creación va dirigido por Él, y que los átomos se unen o separan sólo porque Él así la quiere.

En el capítulo XIII, titulado La Obra del Triple Logos, figs. 64, 65 y 66, se han descrito las primeras etapas de la creación de la materia por el Logos. La energía del Logos cósmico, denominada Fohat en la Doctrina Secreta, cava en el Koilon, «vibrando a través de la Sustancia inerte», esos agujeros o burbujas que constituyen las verdaderas unidades de nuestros planos solares. Después, estos agujeros, que se llenaron de esta forma con la conciencia del Logos Cósmico, son arrastrados en torbellino por el Logos Solar para constituir formaciones en espiral. Cuando en el proceso de la formación de los átomos físicos se han formado ya las espiralillas de sexto orden, los arrolla en tres series paralelas, como se ve en la fig. 78. En la figura se arrollan de derecha a izquierda para formar un átomo positivo (13) , y de izquierda a derecha cuando se trata de un átomo negativo (14). Estas tres espirales se cargan de un modo misterioso de los tres tipos de energía característicos del Triple Logos, y «en las tres fluyen corrientes de diferentes electricidades» (15) . Luego las siete encarnaciones del Triple Logos, los siete Logos Planetarios, trenzan siete espirales paralelas para completar el átomo físico. Cada una de estas siete espirales menores, cuando las afecta la luz o el sonido, emite un color del espectro solar y uno de los siete sonidos de la escala natural, y con ellos la especial influencia de su Logos Planetario. En las figs. 79 y 80 tenemos los átomos completos positivo y negativo. Debemos tener presente siempre que el átomo no es sustancia, sino negación de sustancia, y las líneas blancas representan en estas figuras las burbujas en sus espirales, que son líneas de fuerza, mientras que la sustancia, el éter fundamental, está representada por el fondo negro. Así, pues, como dice muy bien Poincaré, el átomo no es más que un agujero en el éter. Sin embargo, este agujero en el éter está lleno de la Naturaleza Divina; y, siendo agujero, comparado Con el koilon, es real para nosotros, verdadera sustancia para nuestro conocimiento, porque el LOGOS CÓSMICO está en él y crea en nosotros el pensamiento de sustancia y realidad. Cuando Él y el LOGOS SOLAR piensan, nosotros también pensamos con ellos, desde el nivel en que nos encontramos.

Fig. 78

Terminada la construcción de los átomos positivos y negativos, empieza la de los elementos químicos. Se forman con sujeción a la Ley Periódica representada en la fig. 77; pero hay más sabiduría y belleza en ella que las concebidas hasta ahora por la imaginación científica. Para poder apreciar la Ley Periódica en toda su magnificencia, tendremos que desviar un poco la atención con objeto de estudiar lo que se llama

Sólidos Platónicos (figura 81).

Hay cinco -y sólo cinco- sólidos tridimensionales de aristas, ángulos y caras iguales: Tetraedro, Cubo (exaedro), Octaedro, Dodecaedro e Icosaedro. En la primera fila de la fig. 81 los tenemos dibujados en superficie plana. Con objeto de hacer ostensible su simetría, que la circunstancia de estar dibujados en superficie plana. Con objeto de hacer ostensible su simetría, que la circunstancia de estar dibujados en superficie plana no deja ver, se repiten en distinta posición en las filas segunda y tercera. Estos cinco Sólidos Platónicos merecieron una importancia especial a las Escuelas Platónicas de Grecia y Alejandría; y pronto se verá la razón de ello. Aunque los cinco son diferentes por el número de aristas, ángulos y caras, pueden desarrollarse de un solo, el tetraedro. El cubo y el octaedro se desenvuelven de dos tetraedros simétricamente entrelazados (véase la segunda figura de la segunda fila): de los 8 vértices, los 8 del cubo, y de los 6 puntos de intersección, los 6 vórtices de los ángulos del octaedro. Este hecho es de antiguo bien conocido en geometría; pero el de que también los otros dos –dodecaedro e icosaedro- pueden desarrollarse del tetraedro fue descubierto por el español don Arturo Soria y Mata. Entrelazando cinco tetraedros obtendremos el complicado sólido que se ve en la primera figura de la tercera fila: los 20 vértices de los 5 tetraedros entrelazados forman los 20 vértices del dodecaedro, y los 12 puntos de intersección, los 12 vértices de los ángulos del icosaedro.

Las caras y los ángulos de los cinco sólidos dan las direcciones para la formación de los elementos químicos. Si tomamos los tres primeros –tetraedro, cubo y octaedro- tendremos:

SÓLIDOS CARAS VÉRTICES

Tetraedro 4 4

Cubo 6 8

Octaedro 8 6

Estos tres sólidos son tanmatras –la medida de AQUELLO- o ejes para la formación de los elementos divalentes, trivalentes y tetravalentes de la Ley Periódica.

Fig. 79

Fig. 80

Así, todos los elementos divalentes –positivos y negativos, paramagnéticos y diamagnéticos, – con la sola excepción del Oxígeno, pertenecen al tipo general del Glucinio (fig. 82). Los átomos físicos –positivos y negativos- se reúnen en grupos especialmente en cuatro principales o embudos, que irradian desde el centro del tetraedro a sus cuatro caras. Esta es la estructura sencilla divalente de los elementos más ligeros. En los más pesados se añaden a los embudos cuatro nuevos grupos llamados espigas, que irradian del centro a los cuatro ángulos. (Cada elemento va rodeado de un tabique esférico que le limita, formado de la materia atómica circumambiente, que no aparece en la figura para evitar complicaciones.)

Todos los elementos trivalentes, con excepción del Nitrógeno, son del tipo de la fig. 83. Los más ligeros se componen de seis embudos, que van del centro de un cubo a sus seis caras, y los más pesados tienen además ocho espigas, que se irradian hacia los ocho vértices.

Fig. 81

Fig. 82

Fig. 83

Los elementos tetravalentes, con excepción del Titanio y el Circonio, pertenecen al tipo de la fig. 84. Los más ligeros se componen de ocho embudos, que van del centro a las ocho caras de un octaedro, y los más pesados tienen además seis espigas que se dirigen hacia los seis vértices.

Quedan el dodecaedro y el icosaedro. El primero no es tanmatra de ningún tipo de elementos, sino de un constitutivo de algunos. Este constitutivo se compone de grupos de átomos situados en los veinte vértices de un dodecaedro. Fuera de que el icosaedro se halla incluído en el dodecaedro, porque sus vértices son los doce puntos en que los cinco tetraedros se cortan regularmente, hasta ahora no se han notado en la formación de los elementos grupos determinados de cuerpos situados en los doce vértices de un icosaedro.

Fig. 84

Fig. 85

Fig. 86

Los elementos monovalentes se forman según los tipos representados en las figs. 85 y 86. Los paramagnéticos empiezan por el Litio, cuya estructura se da en la fig. 85. Los elementos que figuran línea abajo del Litio en la figura 77 de la Ley periódica (con excepción del Fluor) tienen la columna central o cigarro del Litio, pero densificado por la adición de nuevos cuerpos y multiplicado en definidas series que se irradian de un centro común. Aun no se ha determinado la posición de estos cuerpos radiantes, pero es seguro que obedece al entrelace de diferentes sólidos.. Todos los monovalentes diamagnéticos cuyo miembro más ligero es un elemento de 54 átomos, se forman (excepto este más ligero) según el tipo del sodio (figura 86) . Hay una barra o varilla central que une a dos series -una superior y otra inferior- de doce embudos radiantes cada una.

Hay en la tabla de los elementos químicos dos grupos más de que aun no hemos dado cuenta: los metales interperiódicos y los gases inertes de la atmósfera. Ambos se encuentran en la línea media del diagrama de la Ley Periódica. En la figura 87 tenemos la representación de los primeros (Hierro, Cobalto, Níquel, Paladio, Rutenio, Rodio, etc.) . Se componen de catorce barras que se irradian desde un centro. Por lo notado hasta ahora, los cuatro grupos interperiódicos van en ternos (el cuarto tiene un cuarto miembro) y tienen como particularidad notable que cada miembro en su grupo es 28

átomos más denso que el precedente. Así, pues, constando cada interperiódico de catorce barras iguales, la periodicidad en cada grupo será como sigue:

GRUPO I: HIERRO, COBALTO, NÍQUEL

En cada barra En las catorce Peso total, H = 1

Hierro 72 1008 56

Cobalto 74 1036 57’55

Níquel 76 1064 59′ 11

GRUPO II: RUTENIO, RODIO, PALADIO

Rutenio 132 1848 102’66

Radio 134 1876 104’22

Paladio 136 1904 105’77

GRUPO III: X, Y, Z

X 189 2646 147

Y 191 2674 148’55

Z 193 2702 150’11

GRUPO IV: OSMIO, IRIDIO, PLATINO, PLATINO B

Osmio 245 3430 190’55

Iridio 247 3458 192’11

Platino 249 3486 193’66

Platino B 251 3514 195’22

Este mismo carácter de periodicidad aparece en el segundo tipo de elementos de la línea media. los gases inertes. Su aspecto general se ve en la fig. 88. Van por pares, teniendo el segundo miembro de cada par 42. átomos exactamente más que el primero. En el centro aparece el complicado entrelace de los cinco tetraedros de la fig. 81. De aquí se irradian seis brazos, todos con el mismo número de átomos, pero en un mismo plano. Aquí la periodicidad consiste en que el segundo miembro o isótopo de cada gas inerte tiene 7 átomos más en cada brazo. (En todos los gases inertes la esfera central sólo

tiene 120 átomos.)

 

GRUPO I: NEÓN, META-NEÓN

Gas Número en cada brazo Peso total, H = 1

Neón 40 20

Meta-Neón 47 22’33

GRUPO II: ARGÓN, META-ARGÓN

Argón 99 39’66

Meta-Argón 106 42

GRUPO III: CRIPTÓN, META-CRIPTÓN

Criptón 224 81’33

Meta-Criptón 231 83’66

GRUPO IV: XENÓN, META-XENÓN

Xenón 363 127’66

Meta-Xenón 370 130

GRUPO V: KALÓN, META-KALÓN

Kalón 489 169’66

Meta-Kalón 496 172

Fig. 87

Fig. 88

En la descripción de los elementos hecha se ha dicho que algunos de ellos (Nitrógeno, Oxígeno, Fluor, etc.) son excepciones. No hay excepciones en las Leyes Divinas; la palabra está empleada en sentido meramente convencional, para significar que aun no hemos descubierto de qué ley es ejemplo la excepción. No sabemos todavía por qué las excepciones son de estructura diferente que sus tipos ancestrales; pero de lo poco que sabemos ya de la formación de los elementos se deduce claramente que ulteriores descubrimientos explicarán con toda exactitud por qué estas excepciones tienen la forma actual. De las pocas excepciones entre las que merecen atención están el Hidrógeno, el Nitrógeno y el Oxígeno, representados en las figs. 89, 90 y 91. En la fig. 89 se ven las etapas de formación del Hidrógeno: en la primera, o sea en el subplano

atómico del plano físico, hay 18 átomos físicos: 9 positivos y 9 negativos; en la siguiente, o sea en el subplano subatómico (véase la fig. 49), los 18 átomos están divididos en 6 grupos ternarios; en la siguiente, o sea en el subplano superetéreo, hay un nuevo arreglo; en la cuarta, o sea subplano etéreo, vuelven a colocarse en nuevo orden, y, finalmente, en el sub-plano gaseoso, los 18 átomos que integran la partícula de Hidrógeno (átomo químico de hidrógeno), vuelven a reunirse en 6 grupos ternarios, especialmente ligados de tres en tres como mitades positiva y negativa.

Es indudable que en estos Fundamentos de Teosofía estaría fuera de lugar un estudio completo de Química Oculta; esto es, de la estructura química observada con los dilatados poderes de clarividentes ejercitados; pero el asunto es interesante aun para principiantes en Teosofía, porque cuando, dejando a un lado las meras teorías y especulaciones sobre la estructura química, ve uno la formación actual de los elementos, comprende como el Logos sigue actuando aún en los electrones, en los átomos y en los elementos. La visión de las cosas como son es una visión que revela un trabajo maravilloso y sabiduría iluminativa. Un vislumbre de su Plan, aun en los elementos químicos, cerciora de que no hay lugar en que El no esté ni cosa en que El no actúe. Hemos tenido ya vislumbres de sus modos de actuar en la formación geométrica, periodicidad y valencia de los elementos. Tenemos otro vislumbre en la fig. 92, que nos da el esqueleto de la estructura de 6 elementos monovalentes: Sodio, Cloro, Cobre, Bromo, Plata y Yodo. Todos éstos se hallan en una misma línea de la Tabla Periódica (figura 77) y pertenecen al tipo hereditario del Sodio (figura 36), el cual es de forma algo parecida a un halterio o palanqueta de gimnasio. Tiene una varilla que une dos

series -una superior y otra inferior- de 12 embudos en cada una, que se irradian en dos planos desde una esfera central.

Esta estructura de halterio la tienen todos los elementos que figuran en la línea diamagnética monovalente. Si vemos, pues, en un elemento la barra, un embudo y una esfera de la cual se irradian los embudos, podemos construir el elemento total. Entonces contando todos los átomos y dividiendo el total por 18 (el Hidrógeno tiene 18 átomos y si para tener unidad común de medida para todos los pesos atomicos H = 1), tendremos el peso atómico de un elemento con referencia al Hidrógeno (16).

Fig. 89

Fig. 90

Fig. 91

Fig. 92

La fig. 92 nos pone de relieve los procedimientos de sucesión que emplea el Logos desde los tipos primitivos como supone Crookes. El embudo del Cloro se forma añadiéndole el del Sodio con sus 16 átomos; los del Cobre y Bromo, añadiéndoles el

del Cloro con sus 25 átomos; los de la Plata y el Yodo, añadiéndoles el del Bromo con sus 58 átomos. En el diagrama se ven también los cambios que experimentan las esferas de unión de los embudos. Y se ve también que desde el Cloro hasta el Yodo la barra no experimenta cambio alguno. Contando todos los puntos que representan átomos y teniendo en cuenta que en cada elemento hay una barra, dos esferas y veinticuatro embudos (véase el Sodio, fig. 86), tendremos lo que sigue:

Elementos Número de átomos Peso, H = 1

Sodio 418 23’22

Cloro (17) 639 35’50

Cobre 1139 63’27

Bromo 1439 79’94

Plata 1945 108’05

Yodo 2287 127’05

Aquí tenemos que dar por terminado este tema tan atractivo de formación de los elementos químicos, remitiéndonos, en cuanto a estudios ulteriores, a la obra especial Occul Chemistry (Química Oculta) de Annie Besant y C. W. Leadbeater.

* * *

Al fijar la atención en las sustancias que nos rodean, todas compuestas de elementos químicos, la mayor parte de nosotros las consideramos por la relación que tienen con nosotros. Encerrados en un punto de vista antropocéntrico, decimos de una sustancia que es útil o inútil. Miramos con interés al diamante y con toda indiferencia a un pedazo de granito o de arcilla. Todavía no se nos ha ocurrido tratar de comprender que todas las sustancias tienen su parte en el Plan Divino y trabajan para llevarlo adelante, indiferentes a su relación con nosotros, los mortales. ¡Cuán diferente se nos muestra la Naturaleza cuando llegamos a comprender que aun las sustancias muertas que componen nuestro mundo están evolucionando, y que así como nosotros somos arrastrados irresistiblemente hacia arriba, hacia un ideal, también los elementos y sus combinaciones se elevan lentamente para llegar a ser perfectos lentes de la Divinidad que habita dentro de ellos! Porque Él habita en ellos lo mismo que en el alma del hombre. ¿No dijo Cristo, el Logos «Levanta la piedra y allí Me encontrarás; parte la madera y allí estoy Yo»? Para el que tiene oídos para oír no solamente hay melodía en el

oleaje del mar y en los susurros del bosque; también hay canto de la Naturaleza dondequiera que exista y ejecute su parte del Plan Divino la más insignificante partícula de materia.

De la tierra, del cielo, del infierno, de todos los rincones, de todos los mundos visibles e invisibles, se levanta siempre un himno de triunfo de la Naturaleza.

«Así al rugiente telar del tiempo me entrego,

y dejo para Dios el Vestido por el cual LE ves».

 

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CAPÍTULO XI

LA EVOLUCIÓN DE LA VIDA

Entre todos los hechos que incesantemente inspiran en la vida y que la Teosofía revela, ninguno tan preponderante como el de que la Materia, la Vida y la Conciencia son tres aspectos de una sola Unidad indivisible. Es imposible concebir materia que no viva ni vida que no sea consciente; y cuando el hombre percibe que todas las formas de la conciencia, desde la de un electrón hasta la de un Dhyan Chohan, son encarnaciones de un solo Logos; que, aunque encerrado, aprisionado, confinado, Él reside en el electrón, entonces empieza a vivir en un universo de perpetua luz, y la Naturaleza, que actúa en

los reinos visible e invisible, es brillo de la gloria del Inefable.

Saber esto, aunque no sea más que intelectualmente, es añadirse una nueva percepción en todas las cosas del cielo y de la tierra; pero sentirlo, vivirlo, es revelar una alegría y un entusiasmo de que no se creía capaz.

Se ha manifestado en la sección de La Evolución de la Materia y de la Forma que la conciencia del Logos llena todo el proceso de formación de los elementos químicos, y lo mismo sucede con las operaciones que consideramos como características de la vida con distinción de las de la materia. En cada etapa de la vida, desde la más baja hasta la más alta, desde una bacteria hasta un Arcángel, Él labora ayudado de Sus agentes con Su Plan delante. Nada viene a la vida ni muere por casualidad; vida y muerte son trama y urdimbre de Su telar. Para el que quiere estudiar sus procedimientos, cada organismo encierra, ya en semilla ya como árbol, ya en vida ya después de muerto, un capítulo de la Sabiduría Divina.

¿Cuáles son los principios que guían la evolución de la vida? Son diversos, y uno de ellos es que la vida crece en respuesta a los estímulos de fuera. La dormitante vida, sea del mineral, planta, animal u hombre, necesita, para despertarse, estímulos del mundo exterior. El calor, la tensión, la presión y otros agentes externos que accionan sobre la vida que dormita en un mineral lo despiertan para superiores posibilidades de

organización. La candencia de una nebulosa no tiene significado para nosotros. Nosotros morimos y no creemos en semejante remolino de calor, opresión y movimiento; pero para el elemento químico toda aquella incandescencia es como aliento de su vida. Nuestra tierra cuando era una masa hirviente de lava era inhabitable para nosotros; pero era un jardín de hadas para el mineral, que se regocijaba con aquellos choques y presiones de fuego que hubieran aniquilado a organismos vegetales y animales. La vida necesita para su desarrollo impulso interno y estímulo del medio ambiente externo. Sin el golpeteo, la vida duerme: sólo con el estímulo y sin impulso

interno, la forma no tiene vida.

Un segundo principio que notar es que la vida se desarrolla construyendo y destruyendo. Poco importan a ella millares de muertes o destrucciones a cambio de una oportunidad para construir una forma más apta. La vida construye y destruye con prodigalidad, esforzándose siempre en confeccionarse el vestido cuyo ideal se le ha puesto delante. Parece que todas estas operaciones suponen un terrible derroche de formas, pero en realidad no hay ningún derroche. Deshecha la forma, su materia sigue siendo la misma. En cuanto a la vida, se retira de los organismos que mueren para reaparecer sin merma alguna en las generaciones sucesivas. La vida, que es indestructible, labora en su autoevolución experimento tras experimento construyendo formas (fig. 57).

Quizá el más vital de los principios que entender sea que a mayor desarrollo de vida corresponde mayor liberación de conciencia. El éxito evolutivo de forma consiste en la mayor plenitud de manifestación de la conciencia encerrada en su vida. El mero vivir poco importa a la vida; pero pensar, sentir, intuir, aspirar, durante la vida, aunque sea vaga y débilmente, es lo que persigue toda la naturaleza. No hay electrón que no aspire vagamente a una representación más plena de la Divina Fuerza, de la cual es un canal; cada planta, cada animal, desde el oscuro retiro de su pensar y sentir, espera y procura silenciosamente expandirse como espejo de la Vida Divina que contiene. La vida está siempre luchando por ser cada vez más consciente de sí misma, y, sobre todo, por ser

consciente del Gran Plan y de su gozosa participación en él.

La actuación de estos principios de evolución de la vida se ve en la lucha por la existencia, que caracteriza a la evolución de las formas vegetales y animales. Vista con los fríos e insensibles ojos de un materialismo científico, la Naturaleza tiene los dientes hojos y las garras con presa. ¿Qué otra cosa se puede pensar examinando la Naturaleza con el microscopio del botánico?

«El párpado de alegre tono del cántaro de la Sarracenia se rocía en prirnavera y principio de verano con gotas de néctar esparcidas por la menos en la mayor parte de la superficie interna. No en las dos como en la flámula de la Darlingtonia. Un examen más minucioso de su superficie hace ver que un revestimiento de pelos finos, pero cortos y rígidos, que brotan de su epidermis, contribuyen a la formación de estas gotas y a su escurrimiento hacia abajo si son suficientemente grandes.

Presenta en todo una admirable y atractiva superficie; y es tan obvio como natural que los insectos que liban la miel se internen en el cántaro para continuar la libación. Más allá de la superficie del párpado con sus pelos y glándulas nectáreas, arriban a la superficie conductiva, lisa y cristalina, un camino bien solado, pero que conduce a la destrucción. En S. purpúrea hay algunos nuevos nectarios que libra al descender una nueva superficie secretoria debajo de la conductiva – en S. flava y otras especies ni esto; – pero, en todo caso, pronto llegamos a la superficie obstructora, que ocupa toda la parte inferior del cántaro. Se halla cubierta de filamentos largos, robustos y cerdosos, de longitud media de unos 6 mm., todos inclinados hacia abajo, hacia el fondo del cántaro, de modo que no presentan resistencia para el descenso, pero sí para el retorno, como

puede comprobar fácilmente el dedo o como lo verifican de un modo más concluyente los huéspedes muertos de la prisión tubular. Parece dudoso a primera vista que un insecto tan fuerte relativamente como una avispa o un corónido pueda ser así detenido; pero hay que tener en cuenta que no hay espacio para el juego de las alas y que éstas y los pies quedan embarazados y retenidos por las inflexibles puntas de los filamentos, que el insecto en lucha sólo puede atravesar a lo largo, pero no romper. Pronto asoma otro cautivo, la ventilación se restringe, y el aire impuro que se levanta de los muertos precedentes embaraza aún más la respiración; no es de extrañar, pues, que la vida sucumba. Aun en nuestros invernáculos se ven hojas ocupadas por insectos muertos, no en la profundidad de cuatro o cinco centímetros, sino en catorce o quince, y observadores directos, especialmente el doctor Mellichamp, a quien debemos principalmente nuestros conocimientos, han demostrado que el cántaro segrega normalmente una gran cantidad de líquido, aunque no lo hace ver el cultivo europeo,

y que este líquido contiene un anestésico bien caracterizado y de propiedades fatales para los insectos que en él se sumergen.

«Es un hecho sabido de antiguo que mientras que aquí el corónido cae tan fácilmente preso en la extraña trampa, atraído, sin duda, como la avispa, por el olor de carroña a que, en cambio, la abeja y la mariposa deben su salvación, su astuto primo americano (Sarcophaga sarracenia) pone unos cuantos huevos en la orilla del cántaro, donde las larvas se crían y ceban con alimento abundante. En abril se encuentran tres o cuatro de estas larvas, pero en junio o julio no sobrevive más que uno, el vencedor, que ha devorado a sus hermanos. Pero no es rara la presencia de una Némesis en forma de pájaro larvívoro, que raja el cántaro con su pico y da buena cuenta de los víveres que contiene. Para este pájaro, a su vez, tendrá que acechar el naturalista otro para añadir un nuevo eslabón a la cadena.

«Las larvas de la polilla (Xanthoptera semicrocea) habitan también el cántaro, pero devoran su tejido y no sus huéspedes animales; extienden una tela en todo su diámetro como para impedir futuras invasiones y devoran la parte superior del tejido, especialmente las glándulas nectáreas, pasando, por fin, en su estado de crisálida a la cavidad del cántaro, y no como en el caso de la larva Sarcophaga que sale al campo.

«Se dice también que las arañas tejen sus telas sobre la boca de los cántaros y aguardan a cosechar el producto de su fuerza atractiva: otro ejemplo de sagacidad casi humana. (18)».

La lucha por la existencia en los reinos vegetal y animal es una parte maravillosa del Gran Plan. En su perpetua labor de manifestar más y más conciencia, lucha por la selección de las formas que respondan mejor al impulso interno de la vida y a los cambios del medio ambiente: primero, multiplicando las formas, y luego, segregando las más aptas para la lucha por la existencia. Huestes de Devas o Ángeles de todas las categorías cuidan de los numerosos tipos de vida en evolución y mantienen fiera lucha, procurando cada Deva alimentar a sus protegidos a costa de los otros, matando y contramatando, concentrándose cada uno en su tipo de vida y forma como si fuese el único destinado por el Gran Plan a florecer. Pero, como la muerte de una forma no implica pérdida de vida y cada aparente pérdida le aporta con su experiencia sabiduría y

fuerza para ayudarla hacia su final éxito, la espantosa guerra de la Naturaleza no es, después de todo, más que una guerra burlesca. Todos estos Constructores invisibles son uno en dedicarse a las necesidades del Plan.

El concepto de que las energías-Vida de la Naturaleza no laboran ciegamente ni al acaso, sino que reciben de los Constructores su dirección, es, no sólo una novela para la mayor parte, sino pavoroso para muchos. Y, sin embargo, la idea es tan antigua como las montañas. Siempre ha creído la Humanidad en los grandes Obreros invisibles, Ángeles o Devas; en que ellos gobernaban planetas y estrellas, y los Santos patronos guiaban los destinos de las naciones. La creencia es todavía vital en el hinduismo y en el budhismo, y el zoroastrismo y el mahometismo la conservan como parte integrante de sus enseñanzas. También existe en el Cristianismo, pero son pocos los que la profesan hoy sinceramente. También está muy extendida la creencia en los obreros menores invisibles. En las tradiciones orientales son bien conocidos los espíritus de la tierra y del agua, del aire y del fuego, y sólo después del nacimiento de la moderna ciencia empezó a desaparecer su creencia en Europa. Pero que esta creencia no es irracional queda bien patente en la siguiente descripción de un proceso en embriologla por Huxley, a quien su cultivada imaginación científica le llevó a traspasar los límites de su ingénito agnosticismo (19):

«El estudiante de la Naturaleza admira más y se asombra menos cuanto más versado está con las operaciones de ésta; pero quizá entre todos los permanentes milagros que ofrece a examen sea el más digno de admiración el desarrollo de una planta o un animal desde su embrión. Examinad un huevo recién puesto de un animal corriente, cómo una salamandra o una lagartija, por ejemplo. Es un diminuto esferoide en que el mejor microscopio no revelaría más que un saco informe que contiene un líquido viscoso con granitos en suspensión.

Pero extrañas posibilidades yacen dormidas en este globo semilíquido. Aplicad un poco de calor a su húmeda habitación y la plástica materia experimentará cambios tan rápidos y, sin embargos tan permanentes e intencionados en su sucesión, que sólo pueden compararse con la obra de un hábil modelador en un pedazo informe de arcilla. Como Con una paleta invisible la masa se divide y subdivide en proporciones más y más pequeñas hasta reducirse a un agregado de granillos no demasiado grandes para construir las partes más finas del organismo naciente. Y luego parece que un dedo muy fino traza la linea que ha de ocupar la espina dorsal y modela los contornos del cuerpo, destacándole por un extremo la cabeza y por el otro la cola, amoldándole costados y miembros en las justas proporciones ae salamandra, de tan artística manera que después de observar el proceso hora por hora llega uno a convencerse casi involuntariamente de que una ayuda visual más sutil que un microscopio acromático descubriría al artista con

su plan delante esforzándose hábilmente en perfeccionar su obra».

Es lo que exactamente ocurre. Millares y millares de constructores grandes y pequeños trabajan siempre fabricando células, guiando la formación de los órganos, moldeando y

coloreando las flores, eligiendo entre los factores mendelianos los más adecuados para llevar a cabo la forma deseada y cuyo modelo ha puesto ante ellos el Deva encargado. La Naturaleza es una verdadera fábrica, pero tan vasta y estupenda, que a la imaginación del hombre no le cabe más que deslumbrarse a la vista de tantas creaciones.

La vida se desarrolla etapa por etapa, y en nuestros días basta un texto de Botánica o Zoología para mostrarnos el Plan de Dios para los reinos vegetal y animal. Pero al estudiarlo no debemos olvidar que el Plan es Él y que al pasar el panorama de la Naturaleza ante nuestros ojos, estamos observando su misma revelación. Las crudas ideas de animismo profesadas por los primitivos salvajes están en cierto modo más próximas a la verdad que las teorías de los escépticos científicos modernos. Los primeros han descubierto la verdad en cuanto a la vida, y los segundos en cuanto a la forma. Ambas se nos dan mezcladas en símbolos en la doctrina de los Avataras del hinduísmo (fig. 93). Un Avatara literalmente es un descenso, y se emplea especialmente para describir los descensos o encarnaciones (20) de Vishnu, la Segunda Persona de la

Trinidad India.

Evolución según la mitología india

Los avataras

de Vishnú

1

2

3

4

5

6

7

8

9

Pez

Tortuga

Jabalí

“Hombre-león”

Enano

Gigante destructor

Rama el Rey

Krishna

Kalki (aún por venir)

Animal marítimo

Anfibio (transición)

Criatura terrestre

Animal humano

“Eslabón perdido”

Hombre primitivo

Hombre Ideal

Dios como hombre

Dios como hombre

Animal

Animal

Animal

Transición

Humano

Humano

Humano

Divino

Divino

Fig. 93

En todas las Trinidades está especialmente identificado el Segundo Logos con las actividades de la Vida-Forma en manifestación. Así, pues, los Avataras son de Vishnu y no de Shiva o Brahma, Primera y Tercera Personas de la Trinidad India.

En el mito indo la primera etapa de la Revelación Divina está representada por un pez, criatura acuática. La suposición de que Dios fué un pez indigna hasta comprender su significación interna. Cómo se manifiesta este concepto a la imaginación inda se ve en la figura 94, que representa la popular idea de Matsya o el Pez Avatara. El Avatara vino cuando el Diluvio a salvar la raza humana; y la humanidad está representada en la figura por los cuatro niños rescatados, cuyos colores son: blanco, moreno, amarillo y negro. Ellos fueron quienes, después del Diluvio, propagaron la especie humana y sus numerosas razas. La etapa inmediatamente superior es de transición, pues la vida que animó a las criaturas acuáticas ascendió lentamente a animar a las terrestres. El Avatara es, puesm la Tortuga, animal a la vez terrestre y acuático. La siguiente etapa en la evolución es la representada por una criatura que vive del todo en tierra, el jabalí. Luego viene otra transición, la de la Vida Divina en formas animales, que empieza lentamente a manifestarse en humanas. Este es el mítico hombre-león, ya que al león se hace representar la etapa superior de la evolución animal. La siguiente etapa después de

la del hombre-león es la de la humanidad completa, pero especie primitiva; y la vida Divina en la primera etapa de la actividad humana está representada por el enano, el hombre primitivo. Después de edades de crecimiento, la vida humana se hace fuerte de cuerpo, con dimensiones gigantescas, violento, egoísta, destructivo, y, sin embargo, esta vida es Dios mismo; y así, el Avatara es Parashu Rama – Rama con la segur – cuyas energías propendían más a la destrucción que a la construcción. Ahora viene la etapa de la Vida Divina como humanidad madura y perfecta; y el Avatara es Ramachandra, el Rey ideal de los indios, que reinó hace decenas de millares de años y cuyas hazañas y sacrificios por el Deber y la Justicia se hallan hoy atesorados en todo corazón indio. Sigue la etapa del hombre perfecto, que es a la vez hombre y Dios consciente; y así el Avatara es el de Shri Krishna, que enseñó con autoridad, gobernando y guiando a los hombres, porque era Dios. Hay la promesa de un nuevo Avatara, aunque apenas puede nuestra imaginación comprender la que sea. Los libros dicen que vendrá Kalki montado en caballo blanco a restablecer la justicia por los hombres.

Fig. 94

Así evoluciona la vida, manifestando en cada etapa mayor cantidad de la conciencia que en sí atesora y reflejando, cada vez más intensamente, la Fuerza, la Belleza y la Sabiduría Divinas. Quienquiera que pueda soñar con un mineral, sentir con una flor, regocijarse con los pájaros, simpatizar con los anhelos y deleites de los animales, es un poeta, un profeta cuya imaginación siente el Divino propósito con que fueron ideados. No meramente contemplar el paisaje, sino pensar y sentir cómo cada brizna de hierba, cada arbusto y árbol, abre su corazón a los rayos del sol; cómo cada uno de ellos contribuye con su pequeña nota a la prodigiosa armonía de la Naturaleza, es traspasar las limitaciones del hombre y engalanarse con los atributos de Ángel, de Deva y finalmente de Dios Mismo. No fue una hermosa fantasía, sino verdad gloriosísima, la que vio Coleridge cuando cantó:

» ¿Y qué si todo de la animada naturaleza

son sólo orgánicas arpas de diversas hechuras,

que vibran en pensamiento, cuando sobre ellas barre,

plástica y vasta, una brisa intelectual,

a la vez el Alma de cada uno, y Dios de Todo?»

 

CAPÍTULO XII

LA EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA

Comprendiérase lo que realmente es la Conciencia, y se habría encontrado la clave de todos los problemas de la evolución. Porque la conciencia es la expresión más alta de aquella Existencia Única, que es a la vez fuerza y materia, forma y vida.

«¡OH! ¡AMITAYA! no midas con palabras,

lo inmensurable; ni hundas el cordón de pensamiento

en lo insondable. Quien pregunta, yerra;

quien responde, yerra. ¡Nada digas!»

Sin embargo, tal es la estructura de nuestra naturaleza, que necesitamos preguntar, y sólo encontramos satisfacción en vida cuando juzgamos haber hallado contestación a nuestras preguntas. La respuesta de ayer puede no satisfacemos hoy, pero no estaremos contentos hoy mientras no encontremos alguna respuesta para hoy, aunque podremos desecharla mañana. Comprender cómo se desarrolla la conciencia no es más que ponerse en camino de saber lo que es. No obstante, el conocimiento de la manera de desenvolverse la conciencia es la ciencia de las ciencias.

La primera gran maravilla acerca de la conciencia es que el todo está en la parte, la totalidad está en la unidad, pues aunque la conciencia encerrada en un electrón sea como una punta de alfiler, esta diminuta unidad está ligada a la vasta totalidad; es decir, al LOGOS, y todo ÉL está allí, aunque nosotros con nuestras limitaciones sólo podemos ver de Él lo que hace un electrón. Lo mismo que las energías de un número incalculable de rayos del sol enfocados por una lente en un punto se concentran todas en él, así ocurre con todo tipo de conciencia que anima una fuerza. Todas las manifestaciones

posibles de conciencia residen en cada unidad animada, grande o pequeña. El biólogo mendeliano no hace más que declarar la oculta verdad cuando dice que hubo «un tiempo en que Shakespeare existió como un punto de protoplasma no tan grande como la cabeza de un alfiler» (21). Colocad una lente ante un gran Panorama que abarque millas, y la lente hará convergir todos los rayos que procedan de él en un punto focal. Todo el paisaje estará allí, y, sin embargo, ninguna imagen podrá verse. Sólo alejándonos del punto focal aparecerán imagen tras imagen en una pantalla que refleje los rayos. De

la distancia a que la pantalla esté colocada desde el punto focal depende la magnitud de las imágenes, y de esta magnitud depende a su vez la perceptibilidad de sus detalles. Todo el cuadro está allí, en el punto; pero sólo cuando nos alejamos de éste sale aquél de la nada y viene a nosotros. Esta es una buena representación de la evolución de la conciencia.

Fig. 95

La evolución de la conciencia es también como el descorrer de una cortina que oculta la luz, a la que nada añade el hecho; pero, a pesar de no haber de ganar nada con ello, la

Luz quiere disipar la Oscuridad; y hasta que nos identifiquemos conscientemente con la Luz no sabremos por qué lo quiere. Su acción es sacrificio y regocijo: el sacrificio está en soportar la limitación; el regocijo en darse. Participar de este sacrificio y de este regocijo es alcanzar la Divinidad.

La evolución de la conciencia en el hombre se realiza por dación. El motivo del desarrollo en los reinos animal y vegetal es competencia, rivalidad y egoísmo; en el hombre es cooperación, renuncia, sacrificio. El LOGOS SE sacrifica eternamente

en la cruz de vida y materia; y sólo imitándole desarrolla el hombre su semejanza. Este es el gran principio que hay que conservar siempre en la mente. La conciencia del hombre desarrolla sus ocultas capacidades etapa por etapa; pero sin sacrificio no hay paso de una etapa a otra. El hombre debe extinguir todo lo que queda en él de bruto, aunque esto implique cientos de vidas. Cuando después de muchos nacimientos y muertes el sacrificio de sí mismo se ha hecho instintivo en él, conoce que el sacrificio es regocijo, el único goce concebible.

Para poder evolucionar debe haber involucionado antes la conciencia, y esta involución es la que hemos bosquejado en la fig. 95. Hay en ella siete divisiones horizontales, que

señalan los siete grandes planos de nuestro sistema solar, y sobre todos ellos está el símbolo del LOGOS Inmanifestado antes de empezar el proceso creador. En el primer paso de su involución desciende al plano Adico, y allí los tres grandes aspectos: Shiva, Vishnu y Brahma, o Padre, Hijo y Espíritu.

Santo, funcionan en perfección. Cuando el LOGOS desciende al siguiente plano, Anupadaka, experimenta una limitación, pues su aspecto de Primer LOGOS pasa al estado latente y sólo los aspectos de Segundo y Tercer LOGOS tienen expresión perfecta. A la siguiente etapa de descenso el LOGOS sufre otra limitación, y en el plano de Nirvana sólo el Tercer LOGOS puede manifestarse plenamente, no siéndoles posible a los aspectos del Segundo y Primer LOGOS manifestar sus atributos en él.

Quizá alguien encuentre dificultad en comprender cómo un LOGOS omnipotente tiene que sufrir limitaciones al descender de plano en plano. Nuestro conocimiento de las relaciones de espacio nos hará comprender la idea con un ejemplo. Todos sabemos lo que es un cubo. Tiene tres dimensiones: largo, ancho y alto. Para todo el que pueda circular en su derredor y mirarlo desde arriba y desde abajo levantándolo, es un sólido

que tiene seis caras y doce aristas. Pero supongámonos en la conciencia de un microbio que se halla en un pedazo de papel y es incapaz de elevarse sobre la superficie. Si ahora ponemos el cubo sobre el papel y se acerca el microbio y lo recorre por las cuatro aristas que están en contacto con el papel, sólo verá o percibirá cuatro líneas iguales e impenetrables. Con su imaginación más elevada podrá concebir en él un cuadrado; esto

es, una superficie plana limitada por cuatro rectas iguales; pero como el microbio no puede elevarse sobre el plano del papel, el cubo jamás podrá revelársele como cubo. Puede el cubo presentar sus seis caras una tras otra ante la vista del microbio; pero éste dirá cada vez esto no es más que un cuadrado». Así también cuando un objeto de tres dimensiones aparece a una conciencia que sólo conoce dos, el objeto experimenta una limitación. Esta limitación no es de su naturaleza, sino que existe con referencia al poder que el objeto puede emplear en el mundo bidimensional. Lo mismo ocurre con las

limitaciones que el Logos sufre al descender de plano a plano.

Fig. 96

En su naturaleza es siempre el mismo; pero en su actuación en los planos que crea, sufre limitaciones de plano en plano, que corresponden al grado de materialidad de éstos.

Durante todo el período del descenso del Logos a los tres planos superiores, la Mónada humana permanece en Él. Esto está simbolizado en el diagrama por una estrellita dentro del triángulo. No hay jamás un momento en que cada uno de nosotros como Mónada no viva, se mueva y tenga su ser en Él. Aunque nosotros nada sepamos de Él; aunque aun sabiendo contrariamos su Voluntad, en todas las etapas que hemos recorrido: de mineral a planta, de planta a animal y de animal a hombre, jamás ha podido haber separación de Él.

Así dice la antigua estancia de La Doctrina Secreta:

«La Chispa pende de la Llama por el finísimo hilo de Fohat. Viaja por los siete mundos de Maya. Se detiene en el Primero, y es un Metal y una Piedra; pasa al Segundo, y ¡mirad! una Planta. La Planta pasa por siete cambios, y se convierte en animal sagrado. Los atributos combinados de éstos forman al Manú el Pensador».

La Chispa siempre pende de la Llama. El sentido de individualidad como actor empieza en la Mónada al encontrarse en el plano de Nirvana como triplicidad de Atma, Buddhi y

Manas, separada de la Llama como chispa, y obteniendo, sin embargo, de la Llama todas las cualidades del fuego. La triple Mónada en el plano de Nirvana es un miniatura del Logos, imagen en todo de su HACEDOR. Está representada en el diagrama por el triángulo pequeño.

También la Mónada como el Logos sufre un proceso de involución. Sus tres aspectos se mamfiestan en su verdadero plano, el de Nirvana. En el momento en que desciende al plano Búddhico experimenta una limitación; Su aspecto Atma se vela, y sólo se manifiestan Buddhi y Manas. De modo que uno de los lados del triángulo queda sin manifestación, latente. Del mismo modo, al bajar un plano más, al mental, experimenta

otra limitación, y en el cuerpo causal que forma en él sólo aparece Su aspecto Manas, quedando latentes los otros dos en el plano mental superior. Ahora sólo un lado del triángulo, la base, puede manifestarse.

Fig. 97

Una vez más empieza el proceso de involución; y ahora del Ego, que reside en el cuerpo causal. Al descender el Ego a la encarnación, experimenta limitaciones de plano en plano a medida que forma sucesivamente los cuerpos mental, astral y físico.

La evolución de la conciencia en el proceso de liberación de las energías ocultas: primero del Ego, luego de la Mónada y por último del Logos, a través de los vehículos formados en todos los planos. El procedimiento de liberación de la conciencia del Ego por adiestramiento de Sus vehículos ha sido ya descrito en la sección sexta, El Hombre en Vida y en Muerte, con el auxilio de la fig. 53. Cuando el Ego ha adquirido el dominio de Sus vehículos, viene la siguiente etapa de expansión de la conciencia, al ingresar en la Gran Fraternidad Blanca; y se le enseña en la Primera Iniciación el modo de funcionar en plena conciencia en el subplano inferior de Buddhi. Entonces por primera vez empieza a comprender como realidad presente y no como mera creencia la unidad de todo lo que vive y cómo su destino va indisolublemente ligado al de los

millares y millares de almas que forman con él la Humanidad. Más aun, percibe como realidad que son parte de él y que todas estas divisiones de Yo y Tú, mío y tuyo, que caracterizan a la existencia en los planos inferiores a Buddhi, son ilusiones. En esta etapa ascensional al plano Búddhico ha realizado dos lados de su triángulo.

Ulteriores expansiones de conciencia en las Iniciaciones Segunda, Tercera y Cuarta le dan el dominio de los restantes subplanos del plano Búddhico, hasta que, a la Quinta Iniciación, la de Asekha, su conciencia actúa directamente en el plano de Nirvana. El triángulo de la Mónada está ya completo y el Eterno Peregrino ha vuelto a su morada, jubiloso, llevando consigo sus gavillas.

«Los Dioses le envidian desde sus más bajas moradas;

Ya los Tres Mundos en ruina no le conmueven;

Para él toda vida es vivida, toda muerte muerta;

Karma ya no hará

Nuevas moradas. Buscando nada, obtiene todo;

Renunciando al yo, el Universo se convierte en «YO»;

Si hay quienes enseñan que NIRVANA es fenecer,

Di a tales que mienten;

Si hay quienes enseñen que NIRVANA es vivir,

Di a tales que yerran; porque ignoran esto,

No ven la luz que brilla allende sus lámparas rotas,

Ni conocen la bienaventuranza que está fuera de la existencia y del tiempo» (22).

En esta etapa de Adepto Asekha conoce la Mónada por realización directa la maravilla de las maravillas. Que siendo chispa, es la Llama. Desde entonces es el Cristos, el Ungido, coronado con la mayestática corona que como el Hijo de Dios fue a ganar a la guerra. Desde ahora el triángulo de la Mónada se halla en contacto directo con El del LOGOS aunque sólo por uno de sus lados, la base, que es el aspecto del Espíritu Santo. De aquí que la tradición cristiana nos diga que hay dos bautismos: el uno de agua y el otro de fuego. Juan el Bautista pudo dar el primero con el agua, pero sólo un Cristos pudo dar el segundo con el Espíritu Santo y el fuego: «Yo, a la verdad, os bautizo con agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí más poderoso que yo es, cuyos zapatos yo no soy digno de desatar; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego». Cuando la Mónada es bautizada así con el Espíritu Santo y con fuego es cuando puede decir en triunfo y en dedicación: «Como el Padre me conoció, así también yo conozco al Padre. . . Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí aunque esté muerto vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí no morirá nunca. . . Yo y mi Padre somos uno».

A mayores alturas todavía, ahora inconcebibles para nosotros, escala el Eterno Peregrino identificando en el plano Anupadaka su Buddhi con el Buddhi del gran Triángulo; y finalmente en el plano de Adi su Atma con el eterno Atma de todo lo que existe, existió y existirá jamás, el LOGOS de nuestro Sistema.

El ascenso del hombre hacia la Divinidad puede estudiarse desde varios puntos de vista, y otro de ellos es el que se ve en la fig. 96. Su idea fundamental es que según el contacto que la conciencia recibe del exterior así es el descubrimiento que hace del mundo. La respuesta a los choques físico, astral y mental nos da conocimiento del mundo, y según el tipo de la respuesta es la expansión de la conciencia en el individuo. Una piedra responde principalmente a los contactos de calor, frío y presión y, por lo tanto, sólo conoce el mundo físico. La planta responde a las vibraciones astrales de

agrado o desagrado, y de aquí su instinto de adaptación al medio ambiente; conoce los mundos físico y astral, aunque este último oscuramente. El animal responde a las vibraciones del mundo mental inferior y, por la tanto, piensa y siente; conoce, pues, los mundos físico, astral y mental, aunque este último vagamente. Pero el hombre es capaz de afectarse por el mundo mental superior; lo cual significa que su visión del universo es desde este plano.

El mundo astral inferior se pone en actividad por los sentimientos animales del hombre, como la ira, la lujuria, la envidia y los celos. Cuando el cuerpo astral se refina y se hace

capaz de cariño, devoción y simpatía, aunque vayan fuertemente teñidos por sus necesidades personales, descubre el mundo astral superior de sentimientos. De igual manera, los pensamientos desordenados e incoherentes que tenemos acerca de las cosas en general nos llevan al contacto con el mundo mental inferior, de pensamientos concretos. Sólo cuando podemos ordenar nuestras ideas en categorías de pensamientos y sentimientos y descubrir sus leyes, llegamos a la visión del mundo mental superior. Pensar con el cuerpo causal es pasar por encima de los pensamientos concretos y llegar a los universales de religión, filosofía y ciencia, que caracterizan a la mente filosófica.

Más allá del atributo superior de pensamiento puro, tiene todavía el hombre otra facultad o instrumento de cognición a que, a falta de mejor término, la Teosofía llama con una palabra filosófica inda, Buddhi. El carácter que lo distingue es que con él no se conocen las cosas por un examen externo sino por identificación del conocedor con ellas. Buddhi es un modo de conciencia que no es pensamiento ni sentimiento aislado, ni simple combinación de ambos; y, sin embargo, es los dos a la vez, y aun más, una especie de pensamiento sentimiento indescriptible. Lo que se puede decir es que cuando

Buddhi afecta al plano mental superior, la mente prende conceptos universales, y que cuando la fuerza de Buddhi se refleja en una naturaleza astral pura, resulta la más tierna de las simpatías. Es Intuición Divina, más segura que la ciencia porque juzga, no sólo del pasado y del presente, sino también del futuro; más precisa en comprensión que la emoción más profunda, porque a voluntad el conocedor es lo conocido.

Si carecemos ya de palabras para describir Buddhi, ¿cómo se podrán describir las facultades de la Mónada que se expresan en el plano Nirvánico? Basta decir que, así como Buddhi al pensamiento y emoción puros, supera el aspecto Atma del alma a Buddhi en maravilla.

El desarrollo de la cultura en el hombre no será completo, hasta que todo pueda funcionar en el plano de Nirvana. La mayor hazaña de la humanidad, hasta ahora, ha sido tocar, gracias a los esfuerzos de unos cuantos genios, el plano Búddhico por el Arte. Pero casi fue ayer todavía cuando la humanidad descubrió que había un reino de existencia donde el hombre puede crear objetos de belleza que son júbilo eterno; y no para un día, sino para siempre. Lo que crea el genio, séalo en religión o arte, filosofía o ciencia, cuando se abre camino al plano Búddhico, contiene la esencia del arte. Si

como científico trata de los hechos de la Naturaleza, los concibe y presenta tan artísticamente, que su ciencia se ilumina con intuiciones; si como filósofo crea un sistema, cobija con ternura lo pequeño y lo grande y los envuelve con belleza y unidad. Los preceptos éticos de los grandes Maestros son revelaciones del arte más puro porque sus mandamientos son universales en su aplicabilidad a todos los problemas de los

hombres y de frescura y belleza permanente en todas las épocas.

Toda expresión de arte contiene en sí algunas características de todos los demás; un cuadro es un sermón, y una sinfonía es una filosofía. Cuando Buddhi da su mensaje, la

religión es ciencia, y el arte, filosofía. El plano mental inferior de pensamientos concretos es donde la unidad se rompe en diversidad; y el que no puede sentir la unidad a través de una expresión concreta ve contradicciones entre las de esta clase. El hombre, el pensador, el amador, el hacedor, cuando el Buddhi está despierto en él, hace de sí una unidad que no puede manifestar sino en el plano Búddhico.

La humanidad aprende a conquistar a AQUEL, que existe fuera del tiempo y del espacio, empleando el tiempo y el espacio. Hasta ahora, nuestro instrumento más elevado de cognición es el arte creativo. Como sus variados aspectos se relacionan mutuamente, es uno de los problemas de la filosofía, y uno de los modos de esta relación la sugiere la fig. 97. En la literatura del tipo más elevado tenemos un brillante dibujo de palabras y una dramatización gráfica de hechos e ideas. El desarrollo de las artes en literatura varía según se trate del valor-tiempo o valor-espacio. Por el lado del tiempo la literatura conduce al drama, y el drama tiende a la poesía, y la poesía por sus inherentes cualidades musicales lleva a la música. Del lado del espacio la expresión gráfica de las palabras está ligada con la pintura, la pintura de dos dimensiones se eleva a la expresión tridimensional en la escultura y la escultura a las prodigiosas concepciones abstractas de ritmo y belleza que da la Arquitectura. No es difícil de ver cómo el drama, narrando los sucesos en el tiempo, se relaciona con la pintura, que describe sucesos en el espacio. La escultura es como una poesía muda, puesto que esculpe imagen tras imagen con material de la imaginación. La declaración de Goethe

y Lessing de que la Arquitectura es música congelada nos da la clave de la relación que hay entre la Música y la Arquitectura.

Todas las formas de arte conducen a la conciencia del hombre a prender los valores de vida que la Mónada encuentra en el plano Búddhico. El sentido artístico de la humanidad es rudimentario aún, pero con el crecimiento de la Fraternidad se sentirá más en la vida del arte. Por otro lado, con el despliegue del sentido artístico en los hombres aumentará el poder de realizar la Fraternidad.

Finalmente, cuando lleguemos a los últimos límites de creación artística y empecemos a sentirnos con poderes y efectividades que ni en el arte más elevado encuentran su expresión, habremos llegado al conocimiento de las actividades que caracterizan a la Mónada en su verdadero plano de Atma.

Pero cómo habremos de unir Nirvana con nuestra tierra en un mismo campo de acción es misterio del porvenir.

* * *

Comprender plenamente la evolución de la conciencia es descubrir el misterio de la naturaleza de Dios. Y, puesto que toda vida es ÉL y nosotros también somos fragmentos de ÉL, al crecer en conciencia LE descubrimos a ÉL y nos transmutamos en su imagen. y al descubrirle a ÉL nos descubrimos a nosotros mismos. Este es el misterio de la conciencia: que la parte es el Todo. Pero saberlo es una cosa y serlo otra. Ser el Todo sólo es posible actuando como el Todo; y esto se realiza dándonos tan plena y francamente a todo dentro de nuestra pequeña esfera de existencia, como el Todo da de sí a todo dentro de la vasta de la SUYA. Parece increíble que nosotros hayamos de ser capaces de imitar al Todo. Sin embargo, por ser éste nuestro destino, nos ha enviado de sí a vivir nuestras vidas, separadas. Que la única vida digna de vivir es la comuni.ón en su eternal Sacrificio lo atestiguan todos los que han venido de ÉL y han vuelto a ÉL.

 

CAPÍTULO XIII

EL GOBIERNO INTERIOR DEL MUNDO

Entre las muchas ideas sorprendentes con que tropieza el investigador teosófico, una de las más trascendentales es la existencia de un Gobierno interior del Mundo. Tan falta de

propósito nos parece en casi todos sus aspectos la vida internacional del mundo a través de todos los siglos, que aceptamos como nuestra la sentencia de que la historia de las naciones es poco más que un registro de los crímenes, locuras e infortunios de la humanidad. Apenas concibe la escéptica mente del día que hasta el último detalle de los acontecimientos del mundo se emplea con la mira en el cumplimiento del Plan Divino. Nuestra fe religiosa nos permite creer en un lejano acontecimiento divino hacia el cual se dirige toda la creación; pero cuando se trata de creer literalmente que ni un gorrión

caerá a tierra sin vuestro Padre, nuestra fe pertenece al corazón, no a la cabeza. Sin embargo, nada hay más maravilloso en la naturaleza que este hecho revelado por Cristo. Es literalmente cierto que ni un gorrión cae sin que el hecho quede registrado en una Conciencia y sin un Amor que lo envuelva en su caída y, lo guía tras las puertas de la muerte hacia una vida más feliz. Aquí, en este nuestro globo, que gira alrededor del sol, Grandes Seres dirigen todo acontecimiento, y los crímenes, locuras e infortunios de la humanidad, así como sus heroísmos, sacrificios y ensueños, se utilizan por Ellos para

ejecutar la determinada parte del Plan del LOGOS que se trata de llevar a cabo según se deslizan los días y los meses uno por uno.

Hechos como el Gobierno Interior del Mundo se han mantenido por largo tiempo como los más preciados secretos de los antiguos Misterios; pero ahora que para los hombres alborean oportunidades de una evolución más rápida, se revela lo que antes se conservó oculto. Para muchos nada significará, sin duda, la revelación; para algunos será objeto de burla; en algunos pocos podrá despertar una nueva percepción en la vida y una nueva resolución de empeñarse de corazón y alma en acelerar el Plan de Dios, que es evolución. Por estos últimos que buscan la comprensión que justifique al cerebro la fe

que anida en sus corazones se ha revelado a los hombres por el Movimiento Teosófico un gran cuerpo de conocimientos ocultos.

Fig. 98

El tema dominante a través de todas las páginas de estos Fundamentos ha sido que todo lo que ocurre en la Naturaleza, en la vida y en el corazón del hombre, es la Autorrevelación del Logos. Se ha demostrado que su Vida se revela etapa tras etapa y que todas las formas de vida y conciencia conservan mutua relación en una escala evolutiva. Un átomo y una ameba contienen su Vida; pero se revela mucho más de ELLA en un Dhyan Chohan o en un Logos Planetario. En esta nuestra tierra todos los hombres somos encarnaciones de su Vida y la revelamos con mayor plenitud que nuestros hermanos menores de la creación animal. De la misma manera, existen Seres

más elevados que el hombre, que revelan de su Vida aun más que él. Son los que constituyen el Gobierno Interior del Mundo.

Cada globo del Sistema Solar tiene un cuerpo de sus Ministros que desarrolla su correspondiente Plan. Este cuerpo se llama la Jerarquía del globo; y a la de nuestra tierra aplica la tradición varios nombres, de los cuales es uno de los más usados en la actualidad el de la Gran Fraternidad Blanca. Esta Fraternidad no es una mera asociación de Superhombres, sino un Cuerpo viviente, que contiene las energías-Vida del Logos. Puede decirse que es una Gran Logia superior, patrón de toda Gran Logia que haya existido; y sus poderosos Oficiales trabajan sin interrupción. Los Adeptos de la Gran

Fraternidad Blanca actúan en verdadero orden jerárquico, ocupándose cada uno según sus capacidades en determinada sección del Plan.

Se ha dicho con razón que la Gran Fraternidad Blanca contiene las energías-Vida del LOgos. Así como el Logos manifestado actúa como Trinidad, todas sus energías fluyen también a través de tres Ministros, que representan en la tierra su triple naturaleza y que sirven de canales a las energías de esta Triplicidad. El Gran Triángulo eterno en los cielos es el del Logos como Primero, Segundo y Tercer Logos: Shiva, Vishnu, Brahma, o Padre, Hijo y Espíritu Santo. Su representación aquí en la tierra es otro Triángulo compuesto de tres Grandes Adeptos: el Señor del Mundo, el Bodhisattva y el Mahachohan. El Primero suministra a la humanidad las energías del aspecto Atmico o Potencial del Logos; el Segundo, como Instructor del Mundo, constituye el canal de su aspecto de Sabiduría y cumple en la humanidad la misteriosa función de Propiciación; el Tercero es el canal de su Divina Mente y revela a la tierra todas las actividades típicas del Tercer Logos, el Espíritu Santo.

Aunque el Logos en actividad es una Trinidad, existe un aspecto de Él Inmanifestado; y lo mismo sucede con el Triángulo de la Jerarquía de esta Tierra. Tras el Gran Tres -el

Rey que gobierna, el Primer Ministro que planea y el General que ejecuta- hay un Cuarto, el Vigilante Silencioso, que en remoto evo fue el Señor de un Mundo y ahora vigila y espera tras el Tres, pero cuya portentosa actuación para con el hombre y para con Dios apenas podemos concebir nosotros.

La figura 98 señala sucintamente los grados de la Jerarquía que gobierna el mundo. El Jefe de la Jerarquía es el sublime Ser que rige y ordena todos los acontecimientos del globo, ya se relacionen con los hombres ya con los ángeles. En Su conciencia se registra todo lo que ocurre en los siete planos de nuestro globo. Conoce todo la que pasa dentro de Su aura, que ocupa toda la tierra, y no hay hecho tan secreto que Él no conozca ni injusticia tan leve que Él no registre. EL REY, como con frecuencia se le llama, no es un Adepto de nuestra humanidad. Su situación es demasiado elevada para que la ocupe ningún Adepto de nuestra evolución humana. Es un gran Adepto del gran Esquema de evolución de Venus, que vino de allí, para encargarse de la evolución de esta Tierra, hace seis millones y medio de años, después del traslado de la humanidad de la Cadena Lunar a la Terrestre. Sin Su fiat nadie puede ser iniciado en la Gran Fraternidad Blanca, y es Su Estrella la que brilla en beneplácito sobre la cabeza del Adepto Iniciador como señal de aceptación del Iniciado en Su Fraternidad. La tradición india, que sabe de Él, Le llama Sanat Kumara, el Eterno Virgen-Adolescente, porque Su Cuerpo, aunque Físico, no nació de mujer, sino que fue hecho por Kriyashakti o voluntad-poder y nunca envejece ni tiene aspecto de hombre, sino de un Joven de diez y seis primaveras.

Es la Voluntad del Locos encarnada por los hombres; y, sin embargo, Su excelso Amor es tan vasto como el Océano. Lo rodean los cuatro Grandes Devarajahs o Gobernadores de los Elementos, que adaptan los karmas de los hombres, y los Grandes Devas y Ángeles le sirven como cortesanos prontos a ejecutar Sus órdenes. Todos los reyes de la tierra cuyas dinastías han merecido Su Bendición en reconocimiento de Su desinteresado servicio a los hombres tienen este misterioso derecho divino de reyes como parte de su invisible patrimonio.

Cuando la corona de Inglaterra se coloca sobre la cabeza de su Rey, una lejana reminiscencia de la tradición, alusiva al Gran Rey del Mundo, se ve en el pequeño globo que se pone en su mano izquierda y en el cetro o vara de Poder que se coloca en su mano derecha. Porque realmente esta nuestra tierra, tan grande para nosotros, cabe en el hueco de Su Mano, y ni un gorrión cae sin que Él lo sepa.

Con Él están tres Discípulos y Auxiliares, que también vinieron de Venus. La tradición índica los llama Sanandana, Sanaka y Sanatana, y todos los Cuatro gloriosos se llaman Hijos de la mente de Brahma y Señores de la Llama. Los cuatro Señores de la Llama se han llamado también la Cabeza, el Corazón, el Alma y la Semilla del conocimiento imperecedero.

Cuando la ola de vida pase de la Tierra a Mercurio, estos Tres serán los Señores de Mercurio y guiarán toda la evolución de aquel globo. En el Buddhismo se llaman Buddhas Pratyekas los Buddhas solitarios, porque no enseñan o fundan religiones en el mundo. Están en el Primer Rayo o el gobernante, mientras que los Buddhas están en el Segundo o instructivo. Pero se hallan al nivel del Buddha aunque no les corresponden las funciones de Instructor del Mundo. De aquí la singularmente extraviada descripción de Ellos en el Buddhismo popular como Buddhas solitarios o egoístas. Su amor es tan grande como el de los Buddhas, pero no dan a los hombres Sabiduría, sino Poder.

La Iniciación de Buddha es la más alta que se puede alcanzar en esta tierra en el Segundo Rayo, y la recibe el Bodhisattva o Instructor del Mundo como coronamiento de Su obra de edades por la humanidad. Después de fundar religión tras religión reúne en Su última vida a todos Sus discípulos que se hallan preparados para entrar en los diversos grados de Iniciación y nace con ellos en la tierra. De una gran religión mundial y, terminada Su obra en aquel cuerpo físico, pasa a una actuación más elevada en otros planos. Al ausentarse de la humanidad traspasa a Su sucesor las funciones de Instructor

del Mundo. El último de los Buddhas fue el Buddha Gautama, y el que Le sigue en el cargo de h1structor del Mundo es el Boddhisattva Maitreya.

La más alta Iniciación como miembro de esta humanidad en los otros cinco Rayos desde el Tercero hasta el Séptimo es la de Mahachohan. Este cargo lo asume cada vez un solo Adepto. Según la influencia dominante de un Rayo y sus sub-rayos en la evolución en una época dada, es el tipo de Adepto que ocupa la posición de Mahachohan. Es el gran Archivero de los procesos evolutivos del globo, y cela y dirige todas las actividades de los miembros de la Gran Fraternidad al paso que desarrollan etapa por etapa el gran Plan. Se le ha descrito como un ser para cuya perfección lo futuro se presenta como una página abierta.

El Adepto del Primer Rayo que recibe la séptima Iniciación asume generalmente los arduos deberes del Manú de una Raza Raíz de un globo. Sus funciones empiezan con la lenta agrupación de los egos que han de actuar bajo Sus órdenes al comienzo de una nueva raza y en las sucesivas subrazas, según aparecen una por una. Durante las centenas de millares de años de la historia de una Raza Raíz, dirige la formación de

sucesivas variantes de subrazas, encarnándose en cada una de ellas Él mismo para fijarle la forma. Así que termina Su actuación como Manú, pasa a recibir la octava Iniciación como Buddha Pratyeka para obtener eones después de la novena Iniciación, la de Seljor del Mundo. Sólo dos Manúes permanecen al presente con la humanidad: el Manú Chakshusha, que fundó la cuarta Raza Raíz, la Atlántica, hace más de un millón de años, y el Manú Vaivasvata, que fundó la quinta Raza Raíz, la Aria, hace unos sesenta mil años.

Un examen atento de la figura 98 mostrará que en los siete Rayos hay Adeptos sobre el nivel de la Iniciación Asekha (23). En esta etapa, el Adepto puede elegir una de las siete

modalidades para su futura actuación (fig. 73) . Si decide continuar con nuestra humanidad, sigue laborando con ella, y al final recibe la sexta Iniciación. Después de esto, puede, si así lo desea, cesar en su labor con la humanidad para trabajar en otra parte; pero, si decide continuar con ella se capacita para Manú, Bodhisattva o Mahachohan y recibe la séptima Iniciación (24) . El Adepto Mahachohan, transcurrido el período de Su encargo, tiene una nueva elección. Si todavía opta por continuar laborando con la humanidad como oficial de la Jerarquía, deberá trasladarse a uno de los Primeros dos Rayos para recibir la octava Iniciáción. Del mismo modo, el Adepto que ejerce el cargo de Buddha y opta por seguir actuando en la Jerarquía, deberá pasar al Primer Rayo para recibir la novena Iniciación.

Los Adeptos de cualquier Rayo que abandonan la humanidad desde un nivel superior al de Asekha deberán recibir en otra parte las Iniciaciones para las cuales no se han capacitado en la tierra. No hay ningún Rayo mejor que otro.

Todas las Iniciaciones pueden recibirse en todos los Rayos, pero como cada período mundial sólo requiere tres Señores del Mundo, siete Manúes y siete Buddhas y cierto número de Mahachohanes, no todos los Adeptos se capacitan para estos cargos; y la mayoría de ellos entran en Nirvana después de la Iniciación Asekha y pasan a ocupaciones que jamás los pondrán ya en contacto directo con la humanidad.

La labor visible e invisible del mundo se ejecuta bajo la dirección de los Adeptos de la Gran Fraternidad Blanca. En Sus manos pone el LOGOS Su Poder, Sabiduría y Amor, y Ellos distribuyen su energía entre las muchas secciones de la actividad humana. Religión y filosofía, ciencia y arte, comercio y progreso, son inspirados y guiados por Ellos. Ya encarnándose entre los hombres, ya desde lo invisible, Ellos mueven a los

hombres ya las naciones como a las piezas de un tablero, luchando por conquistar hombres que cooperen en el Plan Divino. La mala voluntad de los hombres obstruye constantemente Su obra, pero, como no pueden violentar su voluntad, trabajan con paciencia ilimitada e inspiran y guían todo, cobijando lo bueno y lo malo de los hombres con amor y descubrimientos infinitos. Los Eternos Brazos de los Grandes Hermanos ciñen a la humanidad; y, mientras Ellos laboren para completar el Plan, la bancarrota final de la humanidad es imposible. Puesto que ellos, en un tiempo débiles y pecadores como nosotros hoy, han alcanzado la perfección, la visión de que algún día seremos también perfectos no es un sueño, sino una realidad. En Su amor está nuestro auxilio y en su fuerza nuestra paz y salvación. Servir a Ellos es adquirir la certeza de que todas las cosas se mueven en la dirección del Bien, la Verdad y la Belleza. Ser aceptado por Ellos como asistentes y auxiliares es entrar en el Sendero que conduce a la Deificación.

 

CAPÍTULO XIV

EL SENDERO DEL DISCIPULADO

A medida que la Sabiduría Antigua descubre ante la mirada del investigador el sublime plan de la evolución, surgen corazones que arden en irresistibles deseos de consagrarse a él. Todas las cosas de la vida pierden su sabor cuando se ha visto la Celestial Visión, y nada es ya posible sino entregarse de lleno y sin reservas a un Ideal de servicio, devoción o renuncia. Los impulsos más nobles del hombre son las manifestaciones -en los niveles terrenales- de expansión de conciencia de los dominios celestiales; la visión de un ideal lleva consigo la promesa de su logro. Porque dentro del hombre está el Camino, la Verdad y la Vida; bástale despertarse de su letargo para reconocer la Luz que arde en su Alma.

El despertar del alma tiene muchas etapas, y las influencias de todas las formas de cultura convergen a que la Chispa Divina que reside dentro de ella fulgure al exterior como una llama. En el largo período del desarrollo de la conciencia en el alma, llega una etapa en que se ve claramente que su egoísmo se ha trocado en altruismo. Entonces el alma en la tierra es el hombre de ideales que, a pesar de las tentaciones de traicionar al ideal, nunca renuncia a él definitivamente, sino que lo mantiene aun a costa de sufrimientos y humillaciones.

En esta etapa entra en la vida del alma El que guiará su expansión de conciencia a mayores excelsitudes de realización. Es un Padre en Dios, un Maestro de la Sabiduría que ha vigilado los esfuerzos del alma vida tras vida para mantenerse fiel a su ideal; y ahora viene a ligarse con el Alma como Maestro con Discípulo. Las etapas del Sendero del Discipulado, que conduce desde hombre de ideales hasta Iniciado de la Gran Fraternidad Blanca, se indican en la figura 99. La primera es la del Discípulo en Probación, en la cual el Maestro de la Sabiduría pone a prueba al aspirante. Esto se verifica, ya en el plano físico, ya en el astral; pero más generalmente en el último. A la orden del Maestro un discípulo antiguo conduce al aspirante ante Él, Quien pone al candidato efectivamente en probación. Es cuando el Maestro forma lo que se conoce con el nombre de imagen viviente, un duplicado viviente de los cuerpos astral y mental del discípulo, formado por la voluntad del Maestro. La imagen viviente se mantiene

ETAPAS DEL DISCIPULADO

INICIADO

«HIJO DEL MAESTRO»

DISCÍPULO ACEPTADO

DISCÍPULO EN PRUEBA HOMBRE DE IDEALES

Fig.99

cerca del Maestro; y es tal su conexión magnética con el discípulo que registra perfectamente los efectos hasta de los últimos pensamientos y emociones mientras dura su actuación en la vida. El Maestro examina día por día esta imagen viviente para ver en ella hasta dónde llega el discípulo en sus éxitos o fracasos. Por supuesto que no lo hace meramente como juez, sino que le envía por la imagen viviente toda la purificación y fortaleza que se permite recibir.

El hecho de poner en probación a un discípulo es la respuesta a una súplIca que éste ha hecho a los Guardianes de la Humanidad, pidiendo oportunidades para una evolución más rápida que la normal de la humanidad en .general. La respuesta lleva consigo un nuevo ajuste del karma individual, que tiene por objeto: 1º Liberar lentamente al individuo de las clases de karma que impidan su actuación de una mayor utilidad; 2º Proporcionarle oportunidades para mayor expansión del conocimiento, especialmente el de las verdades ocultas de la Naturaleza; 3º Darle nuevas oportunidades para su expresión por el Servicio. La probación del discípulo consiste en probarle para ver hasta qué punto puede resistir los sacudimientos del karma y mantener sin menna su altruismo a pesar de que su vida se va esterilizando de las satisfacciones y deleites que la hacen digna de vivir para la mayor parte de los hombres. También se prueba su adaptabilidad a la actuación en el Plan del Maestro. Porque cada Maestro de la Sabiduría constituye el centro de gran número de actividades que se ha propuesto nutrir como contribución al Plan del Logos. A un aspirante se le pone, pues, en probación menos para que participe del conocimiento de su Maestro que para que se amaestre como aprendiz en ayudarle en Su labor. El discípulo en prueba debe, pues, estar dispuesto o cambiar en caso de necesidad sus modos de actuación para adaptarse a los del Maestro; debe estar pronto a Cooperar con sus compañeros de aprendizaje; y, de todos modos, debe demostrar que en él pesa más el Ideal del trabajo que su satisfacción personal como trabajador.

Cuando un Maestro acepta a un aspirante como Discípulo en prueba, lo hace con el designio de presentarlo para su Iniciación en la misma vida. De que el Maestro haya respondido a su aspiración no se sigue que el discípulo haya de salir bien de su empeño. Tiene el derecho kánnico a la oportunidad, pero lo que él haga de esta oportunidad depende de él mismo.

Sin embargo, si atiende a su propósito y quiere guiarse de los discípulos experimentados de su Maestro, tiene más probabilidades de éxito que de fracaso. Si trabaja con ardor en capacitarse para la Iniciación, la Tendencia al Bien de la naturaleza le ayudará con su luz y su fuerza. Las cualidades requeridas, que se han tomado de la obra At the Feet of the Master (A los Pies del Maestro), por J. Krishnamurti, se indican en la figura 100. El autor de esta inapreciable joya nos transmite las explicaciones y los comentarios que recibió de su Maestro sobre ellas y al prepararse para su Iniciación. El aspirante que busca a su Maestro no puede hacer nada mejor que tomar este librito, estudiarlo y vivirlo.

Si después de siete años de prueba se ve que el discípulo en probación ha progresado en sacrificarse al hombre y a Dios, su Maestro lo acepta definitivamente como discípulo. La imagen viviente se deshace, y el Maestro establece con el discípula aceptado un lazo interior, que, aunque una caída de éste la rompa temporalmente, se le percibirá en todas las vidas futuras en su tarea de atraerle hacia su Maestro. Una vez aceptado el discípulo, se le concede el derecho a una experiencia mística de gran inspiración para su labor. Cuando se le presenta un problema insoluble para su experiencia, puede comprobar su juicio con el del Maestro. Esto se verifica elevando su conciencia momentáneamente hasta tocar el borde de la conciencia de su Maestro. Cuando pueda libertarse de los

prejuicios de su personalidad y sepa guardarse de las propensiones de su discernimiento, la posibilidad de comprobar su juicio por el criterio del Maestro será uno de los mayores

privilegios que el discípulo puede alcanzar en su vida. Lo capacita para distinguir entre lo más y lo menos útil, entre lo más y lo menos auxiliador, en su labor por los hombres en nombre de su Maestro.

Hay algunos discípulos que han reducido los habituales siete años entre Probación y Aceptación a uno solo y aun a menos; pero almas tan afortunadas son pocas, porque esto significa que tienen tras sí gran cantidad de karma acumulado de servicio que les proporciona la fuerza y las oportunidades que otros no han ganado. El intervalo entre las varias etapas del Sendero de Probación depende de las iniciativas y capacidades del discípulo. Si es fuerte y audaz, podrá vencer obstáculo tras obstáculo y entrar en el Sendero rápidamente; pero si, dormido, deja pasar las oportunidades, puede malgastar decenios en una misma etapa antes de pasar a otra. Todos los discípulos reciben igualmente inspiración del Maestro, pero cada uno la asimila según su capacidad.

Un lazo aun más estrecho se establece entre Maestro y discípulo en la siguiente etapa, al convertirse éste en Hijo del Maestro. Las esperanzas y los sueños del discípulo empiezan a reflejar la maravillosa vida de que el Maestro goza entre Sus iguales; y lentamente va convirtiéndose en célula de Su viviente organismo. Se convierte en rayo de la conciencia del Maestro y llega a poseer gran profundidad de conocimiento que no es suyo, sino cedido a él para uso de Su Padre en Dios.

Nunca más podrá estar solo el discípulo. En tristezas y alegrías, oscuridad y luz, la conciencia del Maestro envuelve a la del discípulo, aunque a veces puede éste no darse cuenta de tan glorioso hecho. En adelante al cooperar en el plan de su Maestro, ya lo aclame o ya lo martirice el mundo, no trabajará como artífice solitario, sino como hermano menor a cuyo lado trabaja otro mayor y más experimentado.

«Sus mandatos no son penosos

sino mientras los hombres los juzgan así;

aunque Él me envió fuera, no me importa,

mientras Él me dé fuerza para andar.

Cuándo o a dónde, todo es igual;

en Su negocio, no en el mío,

jamás marcharé solo».

A cada etapa desde la de Probación hasta la de Aceptación y la de Iniciación, el Maestro hace la presentación solemne del discípulo al Mahachohan, Archivero de la Jerarquía,

que anota su nombre y grado en Su imperecedero Registro.

La presentación del discípulo por su Maestro a la Gran Fraternidad Blanca para su Iniciación coincide generalmente con la etapa de Hijo del Maestro. Por este acto afirma el Maestro a la Fraternidad que Su discípulo se halla suficientemente capacitado en sus ideales y vida y por el equilibrio entre sus karmas bueno y malo puede participar en la misteriosa vida del augusto Cuerpo y servir de canal de Sus energías hacia el mundo. Otro miembro de la Fraternidad del grado de Maestro apadrina al candidato. Primero se le presenta al Mahachohan y Éste designa a uno de los Maestros para que actúe de Hierofante Iniciador; y en el Salón de Iniciaciones u otro lugar determinado se inicia solemnemente al candidato con una augusta ceremonia. Lo que experimenta el candidato es una verdadera iniciación; es decir, un comienzo. Es el comienzo de un nuevo modo de existencia, en que la personalidad va reduciéndose persistentemente a mero reflejo del Ego y éste empieza a participar de los poderes de su Mónada. (25)

El Alma del Hombre es en realidad su parte más elevada, que es la Mónada; pero desde el momento de la individualización, en que la Mónada formó del Alma-grupo animal el

cuerpo causal, la «Chispa pende de la Llama por el finísimo hilo de Fohat». El Ego, aunque así ligado a la Mónada, no ha dispuesto hasta el momento de la Iniciación de medios de comunicación con éste Su aspecto superior. Pero en la Iniciación, a invitación del Hierofante, desciende la Mónada al cuerpo causal para recibir los votos. Desde este momento el finísimo hilo de Fohat se convierte en un haz de hilos, y el Ego,

que pendía como simple chispa, se transforma en extremo de un embudo, que, extendiéndose hacia abajo desde la Mónada, conduce vida, luz y fuerza. Desde su Iniciación recibe el Iniciado vigor y resistencia de que antes no era capaz y encuentra en su yo una Roca de Edades que nada podrá mover.

CUALIDADES PARA LA INICIACIÓN

1 – Discernimiento

2 – Carencia de deseos

3 – Seis normas de conducta:

I Gobierno de la mente

II Gobierno de la acción

III Tolerancia

IV Jovialidad

V Aspiración única

VI Confianza

4 – Amor

Fig. 100

Después de la Iniciación el Maestro o un discípulo veterano traslada al candidato al Plano Búdhico. Esto significa que hay que traspasar el cuerpo causal. Y aquí ocurre una cosa nueva. Hasta ahora, cuando cada noche dejaba su cuerpo para actuar en los planos astral o mental, su cuerpo físico o el astral o ambos, según el caso, quedaban en la cama para recobrarlos a la vuelta. Ahora, cuando deja el plano mental superior para pasar al Búdhico, se desprende también del cuerpo causal, pero éste, en lugar de quedarse con los cuerpos físico, astral y mental, se desvanece. Si el Discípulo mira con su vehículo

Búddhico al plano mental superior, no verá ya allí cuerpo causal que le represente. Es verdad que al volver se encontrará otra vez en cuerpo causal; pero ya no es el que ha tenido durante millones de años, desde el día de su individualización, sino un duplicado del que por edades fué su morada. Esta experiencia hace ver al Iniciado que él no es el Ego, sino algo más trascendental aún. Ahora sabe de primera mano que su yo, al cual ha estado unido desde su individualización, no es verdadero yo, sino «aquello que él ha creado con trabajo para su propio uso y por cuyo medió se propone, desarrollando su

inteligencia lentamente con su crecimiento, alcanzar la vida ultraindividual» (26) . También conoce, con la primera experiencia Búddhica, el Iniciado -no como mera creencia- la Unidad de todo la que vive; como las vidas de todos los hombres: sus penas y alegrías, sus fracasos y éxitos, son inseparables de su vida. Con este paso ha cambiado su patrón de todas las cosas; ha trasladado su centro del del yo personal y sus intereses al de un Gran Yo, el gran Huérfano, la Humanidad.

Con la iniciación, el Alma entra en la Corriente (figura 101) . Esta es la antigua frase búddhica que describe la gran transición que se verifica en la vida del Iniciado. Entra en la gran marea de la Voluntad del Logos, que ha dispuesto que la mayor parte de nuestra humanidad alcance la Iniciación antes del gran día del juicio de la Quinta Ronda, en que las almas rezagadas deberán quedar fuera de la evolución como fracaso de la Cadena Terrestre. Desaparecen, no. para siempre, sino por una diuturnidad. Al comienzo de la próxima Cadena reasumirán su evolución después de su largo reposo al mismo nivel que tenían al abandonar la Cadena Terrestre. Esta es la condenación eterna con que se amenaza a los impíos en el Cristianismo. Pero ni es una conqenación, sino más bien una

providencia exigida por la evolución para las almas que deben ser excluídas porque no podrían vivir en paz con sus hermanos espiritualmente mejor equipados, ni es eterna, sino, como reza el original griego del Nuevo Testamento, eonal; es decir, para el periodo de un eón o dispensación. Pero el que ha entrado en la corriente está seguro o sea salvo; y lenta o rápidamente alcanzará el Nirvana, la meta de la perfección humana, antes del término de esta Cadena Terrestre. Por esto en el Buddhismo se llama al Iniciado Sotapanna (el que ha entrado en la corriente).

ETAPAS DEL SENDERO

5

ASEKA – EL MAESTRO

4

ARHAT – EL VENERABLE

3

ANAGAMI – SIN RETORNO

2

SAKADAGAMI – CON UN SOLO RETORNO

1

SOTAPANA – EN LA CORRIENTE

Fig. 101

Se dice que por la general transcurren siete vidas entre la Primera Iniciación y la Cuarta, la de Arhat, y entre ésta y la de Asekha necesita otras siete la obra de purificación requerida. Cada Iniciación implica una expansión de conciencia, y ha de prepararse con adecuada experiencia y propia educación. Pero mientras que un Iniciado puede necesitar para su tarea el periodo en pleno, puede otro condensarlo en un tiempo mucho más corto. Depende en gran parte del karma acumulado del individuo; es decir, del trabajo realizado en las vidas pasadas y de la energía y purificación obtenidas en ellas. Pero todo el que entra en la corriente llega a la última orilla, o sea a la dicha del Nirvana.

Las etapas del Sendero de Santidad, como se llama este proceso del desarrollo espiritual, están señaladas por expansiones de conciencia y por el don de nuevo conocimiento y nuevos poderes que concede al Iniciado la Gran Fraternidad Blanca. La Fraternidad exige del candidato para pasar de una etapa a otra una memoria del trabajo hecho para la humanidad, liberación de determinados defectos mentales y morales

y posesión de ciertas facultades espirituales. Especialmente hay diez Obstáculos que el candidato debe remover, uno por uno, para alcanzar el Adeptado. Después de entrar en la corriente y antes de la Segunda Iniciación, además de presentar la memoria de su actuación, tiene que demostrar que se halla libre de los tres primeros obstáculos: Sakkayaditthi (Sva-kaya-drishti), Vichikichchka y Silabbataparamasa.

El Primer Obstáculo, Sakkayaditthi significa la ilusión respecto a la propia individualidad o Yo. Muchos toman por su yo al cuerpo físico y se identifican con sus concupiscencias y anhelos, su salud o carencia de ella, su persistencia durante la vida o su muerte. Un hombre más evolucionado identifica su yo con su temperamento, su profesión de fe, sus ideas religiosas y estéticas y con sus simpatías y antipatías. Sólo algunos, muy pocos, libres de pasiones, capaces de análisis, empiezan a comprender que la mayor parte de las ideas y emociones que el hombre cree suyas son en realidad un vestido que lleva y cuya confección más que a él pertenece a su sexo, raza, casta y religión. y todos, a excepción de los idealistas supremos, distinguen instintivamente entre sus yoes personales y la humanidad de que son unidades. La liberación del Obstáculo de la Ilusión del Yo es el conocimiento del verdadero Yo, de que es el Corazón de todo lo que vive y de que su apropiación y disfrute del Todo. La experiencia Búddhica del desvanecimiento del cuerpo causal muestra al Iniciado el camino para

descubrir por experimento y experiencia qué es en él el verdadero Yo, que no participa de las restringentes fuerzas de raza, credo, sexo, casta ni color.

El Segundo Obstáculo, V ichikichchha (27), significa Duda.

Es la duda respecto al Plan de Dios, que es evolución, especialmente en la parte que concierne al desarrollo del individuo por el proceso de Reencarnación de acuerdo con la Ley del Karma. Hay muchos grados de duda, desde la ruda incredulidad hasta la aceptación de una verdad como hipótesis. En la práctica, las vidas más nobles han pertenecido a hombres que respecto a la naturaleza de la existencia sólo se nutrían

de hipótesis. Un alto idealismo basado en hipótesis conduce al hombre a través de las puertas de la Iniciación; pero se acerca el tiempo en que por lo menos algunas de estas hipótesis serán vívidos hechos de su conciencia interna, hechos reconocidos como verdades porque por experiencia externa y realización interna forman para siempre parte de su individualidad.

El Obstáculo de la Duda en cuanto a las leyes fundamentales que gobiernan la evolución humana, debe arrojarse enteramente de sí para que el alma pueda pasar a la segunda etapa.

El Tercer Obstáculo, Silabbataparamasa (28) , significa afectación de los ritos y ceremonias. Fue el Señor Cristo quien enseñó en Palestina que «el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; por lo tanto, el Hijo del Hombre es Señor también del sábado», la misma gran verdad que proclamó el Señor Buddha al asegurar que las oraciones e invocaciones son supersticiones de que el hombre discreto debiera desprenderse. Los rituales y ceremonias científicamente compuestos, son como cualquiera otra pieza de un mecanismo científico, son depósitos de energía o conductores de fuerza; pero deben ser esclavos de la voluntad del hombre y no amos

que lo dominen. Esta es la verdadera actitud que debe guardarse ante ritos y ceremonias. No son necesarios ni indispensables para una conducta sabia o para cooperar con lo Divino.

Son útiles, especialmente para almas de cierto temperamento, las cuales ayudan a armonizar su voluntad con la Voluntad Única. Pero sin ritos ni ceremonias puede cada uno con denuedo y voluntad recia y sin ayuda de sacerdotes ni Devas o Angeles ejecutar la misma labor. Los consejos y dirección de hombres o superhombres, residan en la tierra o en el cielo» sólo son útiles para hacer mirar al hombre hacia arriba en lugar de hacia atrás; pero estos protectores no pueden recorrer el Sendero por él ni conducirle a la salvación. El hombre tiene que salvarse por sí mismo. Cerciorarse bien de que el

Camino, la Verdad y la Vida está dentro del propio yo y no fuera es arrojar de sí para siempre ese obstáculo de la superstición.

Cuando el Maestro ve que el discípulo ha vencido los tres primeros obstáculos y tiene en su crédito la suma de labor requerida, lo presenta una vez más para Iniciación. Como

antes, con ceremonia igualmente augusta, el Hierofante descubre en el candidato nuevas posibilidades de conciencia, y le confía los secretos y poderes que pertenecen a la etapa. El Iniciado de segundo grado se llama Sakadagami (el que vuelve una vez), porque no le falta más que un nacimiento físico; y al término de la próxima vida física puede, si opta por ello, completar las etapas del Sendero sin volver a reencarnar. Durante su jornada hacia la próxima Iniciación deberán desenvolverse nuevas facultades y deberá ejecutar una mayor suma de trabajo. No hay obstáculos que vencer entre la segunda

Iniciación y la tercera; pero la mente superior debe trocarse en espejo de la Intuición Divina y ejercitarse en concebir y elaborar las verdades que la mente no puede descubrir si no se ingiere en ella otra facultad superior. Cuando la mente superior se ha transmutado en instrumento de la Intuición y el discípulo tiene a su favor un saldo adecuado de servicio, lo presenta el Maestro para la tercera Iniciación y se convierte

en Anagami (el que no vuelve), porque ya no necesita nuevo nacimiento en cuerpo físico, .a no ser que lo prefiera, para alcanzar la meta final. La labor puede ejecutarse en los mundos invisibles, y el iniciado puede, si así lo decide, recibir allí la cuarta Iniciación y la quinta.

Entre la tercera Iniciación y la cuarta hay que derribar dos obstáculos más: Kamaraga (sensualidad) y Patigha (ira).

Claro está que el Iniciado ha debido eliminar mucho antes las formas más crudas de los placeres sensuales y de la ira; pero hay formas sutiles de estos dos obstáculos, que atan al aspirante tan fuertemente como las crudas esclavizan al hombre del mundo. Además de la liberación de estos obstáculos y el testimonio de su labor deberá mostrar el candidato haber adquirido dominio sobre algunos mundos invisibles y que en caso necesario puede hacerse de su conciencia cerebral un verdadero registro de su vida en los planos superiores. A la cuarta Iniciación se hace Arhat (el venerable).

A través de todas las etapas – Sotapanna, Sakadagami, Anagami y Arhat – el Iniciado es Sekha (un discípulo) bajo las instrucciones y vigilancía de un Maestro de la Sabiduría.

La etapa siguiente es para hacerse Asekha (no ya discípulo), el Maestro (29). Es un Maestro de la Sabiduría; es decir, posee dentro de sí todas las capacidades y poderes necesarios para saber todo lo que concierne a la evolución – pasado, presente y futuro- de la Cadena Planetaria a que pertenece.

Pero, antes de llegar a esta etapa, hay que remover cinco obstáculos más, los más arduos.

«He aquí cual fieros enemigos muertos por algún guerrero,

Diez pecados a lo largo de estas etapas yacen en polvo,

Amor Propio, Falsa Fe y Duda son tres,

Dos más Odio y Sensualidad.

Quien de estos cinco en vencedor ha recorrido

Tres etapas de cuatro; sin embargo, aun quedan

Amor a la Vida eterna, Deseo del cielo,

Propia Alabanza, Error y Orgullo» (30) .

Los cinco obstáculos de que el Arhat debe despojarse antes de la quinta Iniciación, la de Asekha, son Ruparaga (deseo de la vida en mundos de forma), Aruparaga (deseo de vida en mundos sin forma, Mano (orgullo), Uddhachchha (irritabilidad), Avijja (ignorancia). Es difícil fijar el significado de estos términos; pero el conocimiento de estos cinco obstáculos no es indispensable para los que aún no han entrado en el Sendero. Baste decir que antes de recibir la quinta Iniciación, el hombre debe revestirse de los atributos del superhombre, debe convertirse en Cristos (el Ungido), que ha llegado «a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (31) .

Este es el gran Día por el cual la Mónada se dio a luz, “una corona real a ganar”; y cuando la gana, no la gana para sí, sino para todas las criaturas humanas, subhumanas y superhumanas. Toda la Naturaleza se regocija en su triunfo, porque un nuevo Salvador de la Humanidad se ha unido a las huestes de los que viven para darse por entero como se da el Logos. Se dice que cuando uno de nuestra Humanidad alcanza la Perfección.

“Toda la Naturaleza se estremece de gozosa reverencia y se siente conquistada. La estrella de plata titila la nueva a las flores nocturnas, el arroyuelo la murmura a los guijarros, las oscuras olas del Océano la bramarán a las batidas rocas, las perfumadas brisas la cantan a los valles, los soberbios pinos susurran misteriosamente: «un Maestro ha surgido, un MAESTRO DEL DÍA » (32) .

«Sabe, ¡oh! discípulo, que los que han pasado a través del silencio y sentido su paz y retenido su fuerza anhelan que los sigáis también vosotros. . . Brindad vuestra ayuda a las pocas manos fuertes que contienen a los poderes tenebrosos fuera de su completa victoria. Entonces entraréis en la participación de una alegría, que va acompañada de terribles trabajos y profunda tristeza, pero también de un grande y progresivo deleite» (33). Estas son las palabras de un Maestro de la Sabiduría, dirigidas a los que buscan el servicio de Dios, del hombre o de un Ideal. A todo ser humano de instintos nobles y

entusiasmos puros espera allí una deleitosa vida como sólo conocen los que son ya Discípulos. Es un deleite que no nace del ocio ni de la fruición hipnótica, sino de un trabajo incesante en la causa más noble que la imaginación del hombre puede concebir. Mirar arriba y ver a Dios y saber que se puede ser Su mensajero; mirar abajo y ver la ignorancia y miseria de los hombres y saber que está en nuestra mano aminorarlas; mirar en derredor a la Naturaleza y saber que puede hacerse uno su profeta; mirar adentro y saber que hay allí una Luz para conducir a los hombres de la oscuridad

de la muerte a un nuevo día. Estas son las cosas que inspiran a los que han desgarrado el velo del propio interés que las envuelve y han visto la Luz Oculta y la Obra Oculta. De los que gozan de la Visión Celestial dijeron los Rishis de la India: N’anyah panthah vidyate’yanaya. «No hay otro Sendero que andar.» Para los que han visto lo que el Logos hace y por ello lo que el Logos es, no hay ciertamente otro sendero que andar. El Sendero es fatigoso y está erizado de penalidades y renuncia de esperanzas y sueños; pero también depara días y noches llenos de vivo entusiasmo, que inspira nuevas esperanzas y nuevos sueños, y llenos del encanto del conocimiento y poder. Dice un libro de máximas ocultas: «cuando uno entra en el Sendero, deja su corazón sobre la cruz; cuando la cruz y el corazón se vuelven uno, ha alcanzado la meta». Y esta meta es una Transfiguración. A esta Transfiguración nos llama el Looos, e ir a dondequiera que Él nos llame es descubrir lo que hasta ahora jamás ha sido revelado.

¡Entra en el Sendero! ¡No hay aflicción como el Odio!

¡Ni dolor como la pasión, ni engaño como el Sentido!

«¡Entra en el Sendero! Lejos ha ido aquel cuyo pie

holló una ofensa imprudente.

¡Entra en el Sendero! ¡Allí brota la fuente de salud

que apaga todá sed! ¡Allí florecen las flores inmortales

que tapizan todo el camino de alegría! ¡Allí se amontonan

rápidas y dulces las horas!» (34).

 

CAPÍTULO XV

EL PLAN DE DIOS, QUE ES EVOLUCIÓN

Hay una frase atribuida a Platón llena de sentido: «Dios geometriza». En esta frase tenemos la gran declaración de la Divina Sabiduría de que existe un Dios del Universo y de que toda la naturaleza es creación Suya conforme a un plan.

La ciencia moderna con su teoría de la evolución reconoce un designio en la Naturaleza; pero para los científicos este designio es mero resultado de la acción mecánica recíproca de las fuerzas naturales; y esto no implica la creencia de un Creador. Pero la Sabiduría Antigua proclama con voz firme que cada parte del designio de la Naturaleza refleja el plan de una Mente Divina. Este plan de Dios, que es evolución, no es mecánico; lo que parece un concurso fortuito de átomos es la resultante diagonal de las energías del LOGOS; y su cantidad y dirección actuales están determinadas por Él en cada momento.

Es difícil para la mente moderna imaginarse nuestro Sistema Solar como organismo viviente; y, sin embargo, lo es. La esfera del espacio cuyo centro es el Sol y cuyo radio es la distancia entre el centro y el segundo planeta transneptúneo, «P» (Figura 3), es el cuerpo físico del Logos; y Su Mente dirige todas las actividades dentro de esta vasta esfera. La magnitud de esta Mente confunde a la imaginación humana, y sólo algunos vislumbres de sus maravillas nos proporciona acá y allá el estudio de la creación. Al corazón se le manifiesta como Amor infinito; a la imaginación, como infinita Belleza. La contemplación de Sus actividades en la Naturaleza visible revela a la mente un plan geométrico encantador. Por qué Dios geometriza no lo podemos saber nosotros hasta que nuestra escasa mente pueda ponerse en contacto directo con Su Gran Mente; a nosotros sólo nos toca mirarlo con nuestros ojos y considerar lo que ellos nos dicen; y lo que ellos nos dicen es orden, ritmo y belleza.

LAS AGUJAS MAGNÉTICAS DE BAYER

Fig. 102

Hay en la materia física una fuerza que parece ser su verdadera raíz, y es la electricidad. Nadie sabe aún lo que es la electricidad ni lo que es el magnetismo, la fuerza inducida

por la electricidad. Nuestro desconocimiento de la verdadera naturaleza de estas dos fuerzas no obsta, sin embargo, para que sepamos que toda actuación de una de ellas, el magnetismo, coincide con la aparición de una figura geométrica. La figura 102 pone de relieve los resultados que se obtienen con el experimento de mantener un potente electroimán sobre agujas imantadas -convertidas en imanes, con sus respectivos polos norte y sur- que, clavadas en sendos pedazos de corcho, flotan verticalmente sobre el agua. Si es una sola aguja, se coloca debajo del imán; si son dos, se ponen una al lado de la otra; si tres, forman un triángulo; cuatro, un cuadrado; cinco, un pentágono; seis, un pentágono con una en el centro. Se han hecho experimentos hasta con 52 agujas. Con 51 se forman círculos de seis, once, catorce y diez y nueve, con una en medio. Con 52, los círculos son los mismos, pero en lugar de una aguja son dos las que forman el núcleo alrededor del cual se agrupan aquellos. ¿Por qué se colocan los imanes en estas figuras geométricas? Porque el plan de Dios para el magnetismo es actuar de esta manera. Todo tiene su actuación señalada en el Plan. Aun en esta actuación verdaderamente rudimentaria de las fuerzas físicas entran en juego el número y la geometría. Fue esto lo que Pitágoras enseñaba al decir que el universo está construido conforme a número. Dondequiera que miremos aparece una figura geométrica. y como el ritmo en estructura y movimiento significa música, el universo hace música al ejecutar su tarea. Los electrones producen ondas al precipitarse en el éter; pero sus notas apenas son perceptibles para el término medio de los oídos clariaudientes. Pero la nota que la Tierra da al girar alrededor del Sol, abriéndose camino a través del éter, y sus armónicas sí se puede oír (35) . Cada planeta visible o invisible tiene su nota; y la música de las esferas no es fantasía, sino simple verdad.

Fig. 103

Dirijamos ahora por un momento la mirada al último átomo físico (fig. 103). Es un corazón viviente, que late enérgicamente; y al mismo tiempo un transformador con sus tres espirales gruesas y siete delgadas, formadas cada una con siete órdenes de espiralillas. Las espirales y las espiralillas son la base de su estructura, y el átomo está dispuesto para ejecutar un trabajo.

Fig. 104

«En las tres espirales fluyen corrientes de diferentes electricidades; las siete vibran en respuesta a toda clase de ondas etéreas – al sonido, a la luz, al calor, etc.; muestran los

siete colores del espectro; dan los siete sonidos de la escala natural; responden en variadas formas a las vibraciones físicas – brillando, cantando, pulsando cuerpos; se mueven sin cesar, inconcebiblemente, bellos y brillantes.

«Según las observaciones hechas hasta ahora, el átomo tiene tres movimientos peculiares; es decir, propios, independientes de toda imposición exterior: de rotación incesante sobre su eje y de traslación de éste describiendo un pequeño círculo, como si fuera una peonza, y de pulsación regular; es decir, de contracción y dilatación, como el del corazón. Cuando una fuerza lo acomete danza arriba y abajo, se lanza a derecha e izquierda en grandes sacudidas laterales, y ejecuta los giros más asombrosos y rápidos; pero los tres movimientos fundamentales persisten incesantemente, Si se lo hace vibrar

en masa con la rapidez que produce alguno de los siete colores, el espiral correspondiente a este color resplandece espléndidamente» (36).”

Fig. 105

Fig. 106

¿Por qué tiene el átomo esta forma peculiar y estos variados movimientos y funciones? Porque tal es el plan de Dios para el átomo. De esta diminuta vida espera el Logos cooperación, y Sus agentes la adiestran edad tras edad para el cumplimiento de su cometido. y cuando los hombres se decidan a entregarse de lleno al cumplimiento de su deber, el átomo y la humanidad se unirán en la común tarea con energía hoy imposible.

El orden, el ritmo y la belleza se presentan a nuestras mentes con mayor evidencia cuando examinamos las formas de los elementos químicos (37) . Los cinco Sólidos Platónicos (fig. 104) nos dan los ejes de estructura para todos los elementos, Ciertamente Dios geometriza al crear los materiales con que se ha de construir el Sistema Solar. ¿Por qué el Calcio es un tetraedro y el Fósforo un cubo? Porque el plan

de Dios es así. Todo elemento tiene su parte en el gran plan; cada uno contribuye al universo con su peculiar revelación de la naturaleza del Logos. Cada uno es un espejo de la inagotable plenitud de la Divina Vida; cada uno es un canal, ya para bajar las energías de esta Vida a la tierra, ya también para conducirle arriba y adentro la respuesta que da la Naturaleza.

Fig. 107

Entrando en el mundo molecular ¿quién que haya considerado minerales no ha notado cómo los cristales llevan a la perfección a las figuras geométricas? La precisión de sus

ángulos es muchas veces más perfecta que la que pudiera obtenerse por instrumentos métricos más acabados hechos por el hombre. La vida mineral, después de construir los sólidos angulosos, exquisitos por su simetría y belleza, los convierte en arqueados, No puede uno menos de sentirse continuamente maravillado de la ingeniosidad del mineral en aprestar diminutos cristales de cuarzo y otros minerales para formar espirales (fig. 105). Las actividades vitales del reino minera1 son una glorificación de la Mente Divina, que piensa en números y combina siempre los elementos en formas de orden, ritmo y belleza. Cada mineral desarrolla su plan de Dios, y el mundo de los cristales es un espejo de las leyes geométricas de la Mente Divina, que el artista siente y el matemático concibe, a medida que la vida del Logos se expresa en formas de materia más dúctil, el ritmo y la música se hacen más y más complejos, correspondiendo siempre a la mayor elevación de las etapas. Toda planta se forma rítmicamente, y la situación de sus hojas en las ramillas y de sus ramas en los troncos está determinada por leyes de geometría y dibujo.

Cada flor, hecha conforme a número, es como un acorde de una gran octava musical. Consideremos la disposición de los sépalos y pétalos, de los estambres y ovarios de una flor, y la geometría de la vida mineral reaparecerá en nuevas variaciones y combinaciones como Alma-grupo vegetal. Ciertamente Dios geometriza al formar los cuatro tipos de la figura 106: Lisimaquias, Calabazas, Porragíneas y Geranios. Y entrando en la vida del reino animal ¡qué exquisita es la geometría de Dios en la concha del Argonauta! (fig. 107). La belleza salta aquí a la vista; pero ¿y las leyes matemáticas

de su curvatura y las mecánicas del modelado de sus departamentos? Es indudable que en el Argonauta hay un gran Geómetra visible en su labor y su Mente está llena de ritmo

y melodía.

En todos los millones de criaturas del reino animal Dios geometriza lo mismo que en las plantas y minerales, pero Su geometría es menos visible cuando el animal se mueve. Sin

embargo, todo trabajo muscular expresa leyes de movimiento; y la belleza en el animal es superior a la de la planta o mineral. La gracia en los contornos, miembros y movimientos con una complexidad de ritmo difícil de analizar caracteriza a todas las formas del mundo animal. Dios geometriza en todo animal y lo instruye en lo que debe a Su plan.

Así, pues, el plan de Dios, que es evolución, se realiza en todos los órdenes de la creación desde el átomo hasta el animal; y cuando la vida animal se individualiza para convertirse en morada de una Mónada, un Hijo de Dios sale para realizar su Divinidad; y entonces toda la vida del hombre, acabado apenas acaso de aprender éste a vivirla, es una armonía de pensamiento, sentimiento y acción, que toma cuerpo en los mundos visible e invisible, en forma tras forma de belleza. Entonces todo átomo y toda célula encerrados en sus vehículos brotan para tributar su amor de orden, ritmo y belleza; para hacer de su vida una melodía en la eterna sinfonía del Logos. Porque nosotros hacemos música dondequiera que vamos con todos nuestros cuerpos: físico, astral, mental y causal, sea que ampliemos los grandes acordes del Logos y compongamos con ellos melodías propias, o sea que adulteremos la música de la Naturaleza e introduzcamos disonancias que resuenen y causen confusión en las melodías que otros superiores a nosotros tratan de componer.

El plan de Dios para el hombre es el desarrollo de Su Divinidad latente; y para esto el Logos nos envía de sí a vivir separadas nuestras vidas, atados a una rueda de nacimiento

y muerte y nacimiento otra vez, contando por cada vida un día en la Escuela Eeterna de la Vida. Allí aprendemos de Sus Mensajeros cuáles son las lecciones que necesitamos para pasar de una clase a otra superior (fig. 108).

ESCUELA DE LA VIDA ETERNA

ETAPA

MÓVIL DE ACCIÓN

EL MAESTRO

No Yo, sino el Padre

EL DISCIPULO

En Su Nombre

EL ESPIRITUAL

Quiero ayudarte

EL CIVILIZADO

Queremos compartirlo

EL SALVAJE

Lo quiero

Fig. 108

El plan de Dios para el salvaje es el egoísmo con su incesante quiero. . . a fin de fortalecer el centro de su individualidad; pero al cabo de muchas vidas de salvaje, su plan de Dios cambia, y su lección viene a ser poco a poco Nosotros en lugar de Yo.

Ahora ha de cooperar con el Logos por participación y no por monopolio. Luego viene la última etapa, la de la necesidad de espiritualizarse, con su tónica del deseo de participar de las cargas ajenas. Quiero ayudarte es la forma en que el plan de Dios se expresa al corazón del hombre que aspira a la espiritualidad. Para el Discípulo el plan de Dios es vivir en nombre de su Maestro, haciéndose cada día custodio más noble y limosnero más santo de la dicha que su Maestro crea para el mundo. En la última etapa, la de un Maestro de la Sabiduría, el plan de Dios ha llegado a su término, y el alma vive en indescriptible unidad de hombre y Dios. “Hágase la voluntad del Padre y no la mía” es el móvil de sus acciones. Como sólo Él, y ninguno que se halle bajo el nivel de su perfección, puede saberlo, comprende lo que los Sabios proclaman con la frase “Yo soy el Yo” y Cristo al decir “Yo y Mi Padre somos Uno”.

Y esta maravilla que para el Maestro de Sabiduría es experiencia de todos los momentos, es el plan de Dios para todos los hombres: el salvaje y el civilizado, el espiritual y el Discípulo. Y Él lo realizará a su debido tiempo conquistando la cooperación de todos: pecadores y santos.

Con este sólo propósito se ha sacrificado creando un universo para nuestra morada y nuestro progreso. Donde Él labora no hay fracaso posible, y unirse a Él en Su labor es sentirse inmortal y poderoso.

LOS MISTERIOS ELEUSINOS

LOS JUGUETES DE DIONISOS, EL DIVINO NIÑO

Fig. 109

El plan de Dios no es como algunas veces parece a nuestros ojos un círculo de fatiga y dolores; un Destino implacable, que exprime del hombre muchas penas por cada goce que él se crea. El nene que se ensaya en andar siente tensión en sus miembros y ansiedad en su mente al dar los primeros pasos; pero en presencia del rostro alegre y ojos risueños de su madre, que le anima, el esfuerzo del cuerpo es pequeño comparado con la dicha final que le espera en sus amorosos brazos. Así sucede con toda vida. Si bien por un lado la evolución parece una violencia incesante, por el otro es una diversión regocijante. Es la gran Partida que el Logos juega con nosotros; y las leyes de la justicia son las reglas del juego.

La alegría, que es la corriente interna de los procesos de la Naturaleza, debe sentirla cada uno por sí, extrayéndola de su propia experiencia. Quizá tenga que agotar muchas vidas antes de que pueda decir, a pesar de todo lo sufrido, que el Amor es el cumplimiento de la Ley; pero su evolución es incompleta mientras no sepa por sí mismo que el corazón de las cosas es Amor y Alegría y que toda la tragedia de la evolución es una fase pasajera. Una de las enseñanzas de los Misterios del pasado es que el universo juega cuando trabaja.

El hinduismo enseña que toda manifestación es la «danza de Shiva», y la misma doctrina se enseñó en los Misterios Eleusinos. Uno de los experimentos de los Iniciados en estos Misterios era percibir lo que había en la cesta sagrada. Eran los juguetes de Dionisios, el Niño Divino. La tradición dice que eran los dados, la peonza, la bola y el espejo. Lo que realmente eran se ve en la figura 109. Los dados eran los cinco sólidos platónicos, que dan los ejes para la formación de los elementos químicos y los cristales; la peonza, un modelo del último átomo físico; la bola, un modelo de la Tierra, y el espejo, el símbolo de los siete planos en que se refleja lo que el Logos crea en lo alto. Estos eran los juguetes del Logos como Niño Divino; y a los Iniciados en Eleusis se les enseñaba a sentir bajo los procesos de la Naturaleza una profunda corriente de alegría.

Hasta ahora hemos considerado el plan de Dios con la amplitud que permite el punto de vista del hombre como individuo y como unidad; y sólo algún vislumbre acá y allá

hemos obtenido de él en su aspecto más amplio. Nos falta examinarlo en su totalidad. Con sólo rebasar los límites de los planos de nuestro globo podríamos contemplar como un todo la obra del Logos en el Sistema Solar. Los que pueden ver esta obra en su totalidad dicen que el Sistema Solar mirado desde planos superiores tiene la apariencia de una maravillosa flor cósmica de muchos pétalos y colores con un gran pistilo de oro, que es el Sol, el corazón de la flor. Cada uno de los siete Logos Planetarios penetra todo el Sistema con Sus influencias; pero la materia afectada por cada tipo de ellas forma en el espacio un gran elipsoide cuyo foco mayor es el Sol y el menor el planeta del Logos Planetario. Estos elipsoides de influencia cambian sus relaciones recíprocas; y estos

cambios están en parte indicados por los cambios de posición de los planetas físicos. Así, pues, el Sistema Solar, al actuaren él el Logos con Sus siete grandes Auxiliares, aparece como una gran Flor de muchos pétalos, con un gran corazón de oro resplandeciente en el centro (fig. 110). En un diagrama no se puede hacer otra cosa que sugerir esta visión.

Por ser tan pequeño, no se pueden colocar en la verdadera escala los planetas. Los colores que hemos adoptado, no son los tradicionales de los Siete Logos Planetarios, sino simplemente los siete colores del espectro solar, puestos en orden.

En la obra El hombre: ¿de dónde vino, cómo vino y a dónde va?, debido a las plumas de A. Besant y C. W. Leadbeater, capítulo XIII, se describen los colores que se utilizaban en Caldea (38). Los que pueden llegar a esta visión de la obra del Logos jamás pueden tener la menor duda de Su Amor, Poder y Belleza. Cada Visión de la Verdad por religión o filosofía, ciencia o arte o filantropía o servicio, conduce al alma a un paso más cerca de la meta, que es vivir, moverse y tener su ser en plena conciencia y con extrema alegría en el Logos de nuestro Sistema Solar.

 

CONCLUSIÓN

En una rápida ojeada hemos visto lo que la Antigua Sabiduría dice del hombre y de su destino, de la Naturaleza y de su mensaje, de Dios y de Su Obra. No hay filosofía que

iguale a la Teosofía en idealismo, esperanza y ternura que abraza todo. Revela a la inteligencia tan estupendo panorama de actividades de la vida en los mundos visible e invisible, que su extasiante belleza lleva al hombre, primero al asombro y después al arrobamiento. Sobre todo, la Sabiduría Antigua no especula, sino que expone con autoridad. «Estos son los eternos hechos de la Naturaleza», dicen los Maestros de

la Sabiduría, y Ellos piden de nosotros una vida de idealismo, porque no hay otra vida posible para el hombre razonable que desea obrar a la luz de la verdad y no bajo el imperio del error. Bien puede confrontarse el investigador en Teosofía con este aparente dogmatismo y preguntarle ¿cómo puedo yo cerciorarme por mí mismo de que todo esto es verdad?

El conocimiento es de varias clases: lo que los sentidos informan, lo que la mente ve, lo que el corazón concibe y lo que la intuición sabe. Cualquiera de estos o todos ellos son

para el hombre avenidas de la verdad conforme a su temperamento. No somos todos iguales, y el valor del mundo y de sus acontecimientos varía para cada uno de nosotros de acuerdo con lo que exigimos de la vida. Según sea la fábrica de la mente y del corazón del hombre es su visión de la vida. Pero, si bien lo que es un hecho para uno puede quizá ser una ilusión para otro, hay una prueba de la verdad que es la misma para todos. La verdad es lo que obliga, lo que compele. Cualquier hecho de la Naturaleza cuando se le examina con honradez y claridad compele a toda nuestra naturaleza a obrar de acuerdo con él. Su compulsión podrá ser rápida o lenta, pero es tal el efecto que produce en la mente la Cosa-que-es, que jamás puede aquélla librarse del poder de ésta.

Además, si lo que la mente ha visto es una verdad y no una ilusión, la visión crece de día en día ampliando siempre sus horizontes. Podrán surgir dudas una tras otra, pero un millón de ellas no pueden invalidar una verdad. El alma que cree haber asido la verdad puede mantenerla matando uno a uno los ejércitos de dudas que se levanten.

Si esta multitud de verdades teosóficas son hechos de la Naturaleza, con el tiempo se mostrarán tales a cada uno. Tare o temprano deberán constituir el telar del pensamiento del hombre. Y éste ha de pensar en concordancia con todos los hechos. Se pueden ver uno por uno cuando, al efecto, se hayan desarrollado las facultades necesarias; pero verlos todos, desde el átomo en su labor hasta el Sistema Solar en la realización de la voluntad del Logos, no está al alcance de cada uno de nosotros en el presente estado de limitación. A medida que la conciencia crece y se añaden facultad tras facultad, más y más hechos se irán viendo. Uno por uno, cada hecho que al principio sólo es objeto de fe, se verá con visión directa y se convertirá en verdad incontrovertible. Todos alcanzaremos la visión directa, pero la plena visión no vendrá hasta que el alma se convierta en Maestro de la Sabiduría.

Hasta que llegue ese día podemos por lo menos trabajar a la luz de la visión de la verdad que cada uno tiene. Si llegamos a comprender que no son los cinco sentidos y la mente

las únicas avenidas de la visión, sino que también lo son las aspiraciones, la imaginación, nuestros amores y nuestro espíritu de sacrificio, la verdad se derramará en nuestra naturaleza por muchos conductos que ahora están cerrados para nosotros. La Vida es demasiado grande para que pueda conocerse por un solo instrumento de cognición, la mente, que es útil para registro, pero muy amenguante para la visión.

No hay medio más seguro de comprobar una por una las verdades de la Teosofía que poner en práctica una gran verdad que puede aceptarse inmediatamente: la de la Fraternidad. Que recuerde el hombre que cualquiera otro es como él, que la misma vida de la Naturaleza fluye en ambos, que lo penoso para él lo es también para el otro; que se diga al ver a un vecino «éste es yo mismo en un aspecto, hasta ahora desconocido, de mí»; que estudie con paciencia esta misteriosa parte de sí mismo que está fuera de él; que vea luego si al crecer en caridad y paciencia no se ve interiormente impelido a descubrir acerca del hombre y de Dios verdades cuya existencia ignoraba. Toda acción amorosa es la Sabiduría Divina en acción y quien obre amorosamente inevitablemente alcanzará la Sabiduría.

Este es el mejor procedimiento para comprobar la realidad de las verdades teosóficas y no las bellas creaciones del cerebro de cualquier filósofo. El que no puede creer todas las enseñanzas de la Teosofía, que, por lo menos, obre conforme a ella. Entonces verá que la palabra Teosofía encierra una Realidad portentosa. Y cuando él perciba, con todas las fibras de su ser y en todos los momentos, que todo lo que él es -su amor y sacrificio más sublimes, su fe y su renuncia más plenas-, es esta Realidad en él y que fuera de Ella él no tiene existencia, encontrará en sí un instrumento de cognición que

le revelará todo. Porque la Verdad de Dios está dentro de la propia naturaleza del hombre; no es un extraño a él, sino más bien el compañero de sus sueños. Puesto que el hombre es Divino, su patrimonio es la Sabiduría. ¡Qué! No sólo Sabiduría, sino también Poder, poder de osar, sufrir y vencer.

Este sentimiento de la victoria, que va acompañado de toda alegría, es la dádiva con que la Sabiduría Antigua regala a los que la mantienen.

Fig. 110

El sistema solar como una flor

* * *

NOTA. – Muchos de los diagramas y láminas de este libro fueron dibujados en 1909, con vistas a publicar la obra inmediatamente. Después, se han encontrado palabras más

adecuadas que los antiguos términos sánscritos para describir los cuatro planos superiores. Los antiguos y nuevos nombres son los siguientes:

MODERNOS

  1. Mundo Divino.
  2. Mundo Monádico.
  3. Mundo Espiritual.
  4. Mundo Intuicional.
  5. Mundo Mental.
  6. Mundo Astral.
  7. Mundo Físico.

ANTIGUOS

  1. Plano de Adi.
  2. Plano de Anupadaka.
  3. Plano Nirvanico.
  4. Plano Búddhico.
  5. Plano Mental.
  6. Plano Astral.
  7. Plano Físico.

 

Notas del texto

(1) Hay una pequeña inexactitud en este diagrama. Se han omitido dos vidas de B en las cuales no se encuentra, sin embargo, con A ni con C. Primero aparecen como padre-hija, como A y C en su noveno encuentro, y segundo, como amigo-amigo, como entre B y A en su también noveno encuentro.

(2) Los signos negros del diagrama representan sufrimientos, disgustos e inquietudes, y los blancos simbolizan ideales, inspiraciones, gozos y bienestancias. (Véase la figura 36)

(3) La primera célula del embrión, formada por la unión de las dos células germinales suministradas por los padres.

(4) Región estival. N. del T.

(5) En inglés el texto es Jack.

(6) En la sección siguiente tendrán plena descripción los términos cadena y esquema de evolución.

(7) Lista de los elementos químícos según la Tabla Internacional de Pesos Atómicos de 1925: Aluminio, Antimonio, Argón, Arsénico, Azufre, Bario, Bismuto, Boro, Bromo, Cadmio, Calcio, Carbono, Cerio, Cesio, Circonio, Cloro, Cobalto, Cobre, Colombio, Criptón, Cromo, Disprosio, Erbio, Escandio, Estaño, Estroncio, Europio, Fluor, Fósforo, Gadolinio, Galio, Germanio, Glucinio, Hafnio, Helio, Hidrógeno, Hierro, Holmio, Indio, Iridio, Iterbio (Neo-Iterbio), Itrio, Lantano, Litio, Lutecio, Magnesio, Manganeso, Mercurio, Molibdeno, Neadimio, Neón, Níquel, Nitón (emanación del Radio), Nitrógeno, Oro, Osmio, Oxígeno, Paladio, Plata, Platino, Plomo, Plomo (de V), Plomo (de Th), Potasio, Praseodimio, Radio, Rodio, Rubidio, Rutenio, Samario, Selenio, Silicio, Sadio, Talio, Tántalo, Telurio, Terbio, Titanio, Torio, Tulio, Tungsteno, Uranio, Yanadio, Xenón, Yado y Zinc.

(8) Las palabras atómico y átomo se emplean aquí en el sentido quimica ordinario y no en el teosófico.

(9) Sólo se conoce una excepción, la del Meta-Kalón y otro elemento (probablamente el Tulio), que tienen el mismo peso de 3,096 en el último átomo físico ó 172 cuando H=1.

(10) Nos referimos a los últimos átomos físicos descubiertos por Annie Besant y C. W. Leadbeater por medio de una investigación clarividente.

(11) Después de hecho el diagrama se ha descubierto el Hafnio, que viene a llenar el vacío existente entre el Cerio y el Torio, en los tetravalentes. El examen clarividente fija sus últimos átomos fisicos en el número 3211.

(12) Al reproducir los datos de la conferencias dada por Crookes en la Institución Real, hemos omitido acá y allá sentencias y párrafos de naturaleza algo técnica.

(13) La voz átomo se empleará en adelante en el sentido teosófico.

(14) Los detalles de este tema de química oculta se encontrarán en Occult Chemistry (Química Oculta), de Annie Besant y C. W. Leadbeater.

(15) Occult Chemistry, p. 7, 1ra. Ed.

(16) Si se quiere dar el peso atómico según Oxígeno = 16, como se hace ahora en química, el divisor seria 18’144.

(17) Hay un isotopo del cloro que consta de 667 átomos y pesa 37`05.

(18) Geddes, Chapters in Modern Bonay, pp. 8-10.

(19) Lay Sermons Addresses and Reveries chapter “The Origin of Species”.

(20) En el sentido literal de la palabra significa la entrada en la carne, en la vida física, por primera vez. Compárese en el Evangelio Cristiano con Et Verbum caro factum est (Y el Verbo se hizo carne).

(21) Bateson, Presidential Address, British Association, 1914.

(22) La Luz de Asia.

(23) De las Iniciaciones primera, segunda, tercera y cuarta se tratará en la próxima sección, que es El Sendero del Discípulo.

(24) Hay, no obstante, en los Rayos primero y segundo Adeptos que han recibido la séptima Iniciación y no ejercen el cargo de Manú ni de Bodhisattva, sino que se dedican a otras labores en el gran Plan.

(25) Si el lector quiere conocer más detalles lea Los Maestros y el Sendero, de C. W. Leadbeater.

(26) Light on the Path (Luz en el Sendero).

(27) Sánscrito, Vichikitsa.

(28) Sánscrito, Shila-vrata-paramarsha.

(29) Es probable que estas cinco etapas del Sendero correspondan a las cinco del Hinduismo, a saber: Kutichaka, Banudaka, Hamsa, Paramahansa y Atita. En el ritual de la Iglesia Cristiana, las cinco iniciaciones están simbolizadas en la vida del Cristo por cinco grandes festividades que conmemoran: el Nacimiento virginal, el Bautismo, la Transfiguración, la Crucifixión y la Resurrección y la Ascensión y Descenso del

Espíritu Santo. (Véase The Hidden Side of Christian Festivals, by Rt. Rev. C. W. Leadbeater.)

(30) The Light of Asia, Book VIII.

(31) San Pablo a los Efesios, IV, 13.

(32) The Voice of the Silence (La Voz del Silencio).

(33) Luz en el Sendero.

(34) La Luz de Asia, Cap. VIII

(35) Yo mismo he oído estas notas. C. J.

(36) Occult Chemistry (Química Oculta) por Annie Besant y C. W. Leadbeater.

(37) Véase la Sección X, “Evolución de la materia y de la fuerza”.

(38) Véase The Inner Life (La Vida Interna, Simbología), por C. W. Leadbeater, Vol. 1.

First Principles of Theosophy

(1912)

C. Jinarajadasa

3 comentarios

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