Alma y el Mundo de Cristal, literatura de la nueva era por Judit Arís Moreno (3)

Jorge Gomez (333)

Que esta Navidad nuestro mayor deseo alcance el corazón del Cielo y se haga realidad. Que esta Navidad nuestro mayor deseo sea el despertar colectivo de la humanidad.

Como muchos de vosotros, Alma y sus compañeros de viaje viven por ello y nos acompañan en un camino lleno de pruebas, superación y enseñanzas.

Hoy comparto con todos vosotros la primera Navidad de ALMA en un nuevo mundo que todos llevamos en el corazón.

Seguimos unidos en el verdadero espíritu de la Navidad.

Con amor,

Judit

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Alma y el mundo de Cristal

LA LLUVIA DE REGALOS

Lo que importa no es cuánto hacemos,

sino cuánto amor ponemos en lo que hacemos.

Madre Teresa de Calcuta

–La prueba de la Puerta del Mundo consistía en ofrecer vuestro tiempo, servicio y amor a los demás. Todos los seres humanos, teniendo en cuenta el punto central del equilibrio, tenemos esa gran capacidad de dar, de darnos, de servir a quien se cruza en nuestro camino y nos pide ayuda. Incluso el más pobre entre los pobres puede dar más que el más rico entre los ricos si abre su corazón.

Los muchachos se sintieron conmovidos por las palabras del maestro y permanecieron en silencio hasta que Madre llamó a la cristalera y Mundo la invitó a entrar.

–He de comunicaros una nueva información –empezó a decir Madre–. Hoy es un día de trabajo extra y no hay tiempo que perder.

–¿Podemos echarnos un sueñecito, Madre? ¡Estamos agotados! –Pacífico, de nuevo con sus bromas, hizo que todos acabaran riendo.

–Creo que la tarea de hoy os va a gustar tanto que olvidaréis el cansancio.

–¿Y qué es, qué es? –insistieron las gemelas con impaciencia.

–Antes de la cena especial de Nochebuena, donde podréis crear el menú a vuestro gusto con el poder del pensamiento, sería provechoso dejar listos todos los regalos.

–¿Qué regalos? –preguntó Solidario.

–¡Los regalos de Navidad para los niños del mundo! –era la primera vez que veían a la Gran Madre tan ilusionada. Parecía una niña ante un gran pastel de chocolate.

–¿Vamos a viajar con trineos por todo el planeta? –Pacífico seguía con sus ganas de bromear.

–¡Efectivamente! ¿Cómo lo has sabido? –contestó Madre haciendo reír a todos los chicos.

–Muchachos, muchachos, es cierto –dijo Mundo–. Vais a recorrer el planeta en grandes trineos tirados por renos mágicos y en cualquier medio de transporte volador que creéis con el poder del pensamiento.

–Gracias a vuestra práctica en el juego de Superación Mental y a las pruebas dominadas en las cuatro primeras puertas, poseéis un poder de creación mayor del que imagináis –explicó Madre–. Y si no, id a comprobarlo en los jardines.

Antes de que hubiera acabado de hablar, los chicos ya habían salido del Aula del Mundo corriendo en la misma dirección hacia donde se dirigían todos los niños y niñas de Gímaco. Madre, Guardián y los maestros les seguían de cerca, con miradas cómplices de ilusión.

Era una mañana fría, pero soleada. Los confines de palacio brillaban por su belleza: las cordilleras nevadas, los fiordos relucientes, la luna visible, el viento sonoro, las garzas erguidas, los peces alegres, la playa dorada, el mar sosegado…

Nada podía interrumpir la experiencia de la magia, ni siquiera la Oscura Trinidad, pues Tiniebla y Luzbel andaban desesperados buscando a Espectro por toda la India, sin saber que había sido aspirado por la cruz dorada de un cazador de fantasmas.

Los niños y jóvenes redactaron una extensa lluvia de ideas sobre carruajes, trineos y cientos de animales voladores fantásticos que podían crear. También pensaron en los obsequios que podían ser más adecuados en las diferentes zonas del planeta. Se repartieron las tareas y crearon listas de distribución de regalos.

alma - justo

Los trineos tirados por renos y huskies siberianos viajarían volando al norte, cargados de ropa de abrigo y comidas calientes, que irían reponiendo sobre la marcha con el poder mental. Los carruajes descapotables volarían tirados por camellos y dromedarios alados a las zonas del sur, repletos de agua, comida, ropa… Y para los niños del llamado “primer mundo”, ese mundo que algunos creen que lo tiene todo, los habitantes de Gímaco pensaron en un gran regalo: el tiempo de sus padres. Para ello, crearon tarjetas de tiempo circular, donde escribieron las instrucciones para aprovechar la cualidad flexible de esta magnitud física. Pidiendo al universo con el corazón, incluso en breves periodos de tiempo, los padres y madres podrían vivir verdaderas vacaciones familiares escuchando y conociendo mejor a sus hijos y realizando actividades con ellos.

Por la noche, tras un banquete sin igual gracias a que los maestros también utilizaron su poder del pensamiento por tratarse de una celebración especial, todos salieron al jardín de los ocho parterres con forma de estrella de ocho puntas y subieron cada uno en el medio de transporte correspondiente.

Había unos ochenta trineos y carruajes, casi todos guiados por parejas de niños. Madre, además de equiparlos con una malla invisible para evitar caídas, les aportó el poder de la velocidad, la resistencia y la temperatura permanente para que no pasaran excesivo frío ni calor.

Los ocho coramor idearon sus propias creaciones. Alma y Amador se pusieron de acuerdo en viajar sobre un inmenso unicornio blanco con alas. Dulce y Solidario optaron por un cisne gigante a petición de ella. Flora y Justo crearon un nenúfar grandioso, ya que a ella le encantaba su simbolismo: la pureza del corazón. Finalmente, Fauna y Pacífico eligieron un enorme tigre blanco de Bengala, el tigre indio que tanto gustaba al muchacho.

Recorriendo el mundo entero, observaron cómo niños de todo el planeta recibían aquellos regalos que caían del cielo como una lluvia de amor, llenos de alegría y agradecimiento, sin asombro alguno, pues en el mundo de los niños todo es posible. A medida que avanzaban en su viaje, el rostro de Alma se iba entristeciendo. La expresión de la joven se marchitaba, su corazón se apagaba.

–¿Qué te ocurre, Alma? –a pesar de llevar las riendas del unicornio alado, Amador velaba por el bienestar de su amiga en todo momento. Ella sentía que él siempre estaba ahí y aquella sensación se le hacía extraña, desconocida.

–Parece que nada es suficiente…

–Sé a qué te refieres, Alma. Quisieras poder dar mucho más a todos esos niños que tanto merecen. Te entiendo. Yo siento lo mismo.

–Nuestros regalos son breves lucecitas en una larga noche oscura.

–A lo mejor en el futuro podremos ofrecerlos más de una vez al año, porque poseeremos más energía para ello –Amador quiso consolarla.

–Para hacer realidad el sueño del nuevo mundo es necesario un salto de consciencia de la humanidad.

Amador asintió a sus palabras y le cogió las manos con suavidad. Ella se abrazó con fuerza a él y una lágrima le resbaló por la mejilla hasta perderse evaporada en algún lugar del cielo infinito.

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Judit Arís Moreno

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