Henk Hobbelink: Los pequeños campesinos refrescarían el planeta"

Rosa (Editora)

 Henk Hobbelink, ingeniero agrónomo y premio Nobel alternativo de agroecología.

Tengo 57 años. Nací en Holanda y vivo en Vallvidrera. Soy ingeniero agrónomo. Estoy casado y tenemos un hijo, Erik (20). Combato un sistema que nos arruina social, económica y ecológicamente. Fundé Grain, una oenegé dedicada a la soberanía alimentaria y la agroecología

 Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet

Henk Hobbelink

«Los pequeños campesinos refrescarían el planeta»

Foto: Pedro Madueño

 

 

Right Livelihood

Siempre ha habido hambrunas, es cierto, pero las actuales no se deben a causas transitorias: son sistémicas. Lo aprendo de Henk Hobbelink, que acaba de recibir el premio Right Livelihood (buen vivir), considerado el Nobel alternativo de agroecología, por la aportación de su oenegé, Grain (www.grain.org/es), a la soberanía alimentaria, en contacto y cooperación con líderes campesinos de diversos rincones del planeta, como los de Vía Campesina. Sostiene que su modelo agroalimentario, basado en la pequeña explotación clásica, nos procuraría productos locales frescos y sabrosos, a buen precio, fomentaría la economía rural y solventaría la crisis alimentaria.

 

Hay comida para todos en el mundo?

¡De sobra! Pero no llega a todo el mundo.

 

¿A quién no le llega?

Hay mil millones de personas sin el mínimo de comida para estar bien alimentados. ¡Y vamos a peor…!

 

¿Y por qué?

Porque la comida se ha convertido en mercancía, en negocio.

 

¿Para quién?

Para la industria financiera y las grandes corporaciones multinacionales.

 

¿Qué hacen?

¡Acaparan más y más tierras!

 

¿Cuántas?

En los últimos cinco años, los grandes inversores internacionales han adquirido unos 70 millones de hectáreas de tierra agrícola.

 

¿Para qué?

Para producir grandes cosechas, especular con sus precios, exportarlas… y forrarse.

 

¿Y por qué eso es malo?

Porque aplican un modelo agroindustrial para el negocio de la exportación, no para consumir como comida. Un modelo de consecuencias nefastas.

 

Explíquemelas.

Una, las poblaciones campesinas locales son desposeídas…, y acaban mendigando en los extrarradios de las urbes.

 

Dos.

Se pierden para siempre variedades agrícolas locales tradicionales, sustituidas por semillas diseñadas en laboratorio, hoy el 80%.

 

¿Tres?

Se cultivan cosechas ingentes de soja o maíz para hacer piensos y agrocombustibles: el 90% de la soja y el 40% del maíz no se convierte en alimento: no va a los estómagos de personas, va a los depósitos de coches.

 

Cuatro.

Son cultivos basados en el petróleo: abonos y pesticidas sintéticos, combustible para tractores y bombas de agua y para transportar cosechas al otro lado del mundo… Y un dato: el 20% del tráfico rodado en Estados Unidos transporta comida. ¡Y todo eso contamina gravemente!

 

¿Hasta qué punto?

Nuestra oenegé lo ha calculado: la agroindustria genera la mitad de las actuales emisiones de CO2.

 

¿La mitad? ¡Es mucho!

Sí. Recuperar el modelo de agricultura local acabaría con el efecto invernadero. Si las tierras volviesen a los campesinos tradicionales, ¡se acabó el cambio climático!

 

¿Los payeses, salvadores del planeta?

Así es: ¡el retorno de los campesinos refrescaría el planeta! Y los abonos orgánicos fijan el carbono en el suelo.

 

¿Dónde están los payeses?

Siendo expulsados del campo: se imponen las grandes corporaciones, las plantaciones extensivas, los plásticos de Almería…

 

Ah, aquellas frutas con sabor…

A la agroindustria sólo le importa que tengan buen aspecto, se empaqueten bien y soporten largos transportes, ¡no su sabor!

 

¿Algún ejemplo?

Una zanahoria torcida, por rica que sea, es interceptada y no entra en una gran superficie. ¡Se tira! E igual con más productos. Entre eso y que compramos de más…, ¡el 40% de los alimentos no llega jamás a la mesa!

 

Pero la agroindustria es más eficiente.

¡Falso! El 30% de la tierra fértil del mundo, la de pequeños campesinos, produce el 65% de la comida. Y es más diversa, nutritiva y saludable.

 

Proponga alternativas.

Soberanía alimentaria y agroecología.

 

¿En qué consiste eso?

En respetar la sabiduría de los payeses tradicionales: ¡ellos saben qué le conviene más a su tierra para que los sustente!

 

¿Estamos a tiempo?

Gracias a internet, felizmente, pequeños agricultores están conectando directamente con consumidores: les ofrecen alimento fresco y saludable, y pueden subsistir.

 

Estará contento.

Es una esperanza. Yo lo hago así: en Vallvidrera, treinta familias nos proveemos de un agricultor ecológico de Collserola.

 

¿Merece la pena?

¡Claro! Buen precio… y frutas y verdura siempre frescas y de temporada.

 

¿Qué decretaría si mandase?

Ayudas sociales a los pequeños agricultores, para que se queden en el campo.

 

¿Qué más?

Es aberrante que se fumiguen con avionetas desde el aire pesticidas sintéticos que lo matan todo (incluidos cultivos de pequeños campesinos) menos la planta transgénica. Y todo para crecer exportando…: ¡es pan para hoy y hambre para mañana!

 

Ilústrelo, para acabar…

El inversor indio Karaturi ha comprado 300.000 hectáreas en Etiopía: rotura con bulldozers grandes plantaciones para exportar… Detrae agua del Nilo, ¡y así desecará un río del que viven millones de egipcios!

 

¿Tan buen negocio es?

Si tiene usted dinero en un banco, no dude que está financiando negocios así: es la burbuja agroalimentaria… Explotará y habrá hambrunas. ¡Estamos jugándonos el futuro!

 

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