Inteligencia emocional y concentración
La concentración es la habilidad de mantener la atención fija en una actividad o proceso mental, consiste en centrar nuestra mente en la actividad que está llevando a cabo y liberarla, no solo de otras acciones, sino también y sobre todo de otros pensamientos intrusivos y molestos. La concentración requiere una serie de habilidades que predispongan en el estado ideal para concentrarse.
La inteligencia emocional favorece la concentración. Aquellas habilidades que desarrollan las personas emocionalmente inteligentes son la base para alcanzar el estado de concentración.
La concentración requiere ser capaz de centrar la atención en algo y fijar nuestra mente en eso, dejándola vacía de otras preocupaciones u asuntos varios. Son muchos los factores que pueden influir en la concentración, entre ellos la inteligencia emocional. Veamos cómo se relaciona la inteligencia emocional y la educación:
La inteligencia emocional nos proporciona la capacidad de controlar aquellos estados emocionales que pueden influir en nuestra concentración: malestar, frustración, enfado, tristeza, etc.
A través de la inteligencia emocional alcanzamos aquellos estados emocionales que pueden favorecer nuestra concentración: relajación, bienestar, pensamiento positivo.
Una parte importante de la inteligencia emocional hace referencia al autoconcepto y la autoaceptación, los cuales son aliados de la concentración. Conocerse a uno mismo nos ayuda a saber cuándo podemos concentrarnos más y cómo podemos hacerlo mejor.
La inteligencia emocional nos va a permitir controlar nuestras emociones y conocernos para que de este modo podamos favorecer la concentración: saber motivarnos, saber eliminar aquello que nos distrae, saber controlar la frustración, el cansancio y ser conscientes que mantener nuestra atención, saber que va a servir para algo.
La inteligencia emocional ayuda a la proliferación de los pensamientos y estados de ánimo positivos, y éstos a su vez son los ideales para entrar en un estado de concentración.
Desarrolla su autoconcepto y su autoestima. Es fundamental que se conozcan y sean conscientes de su proceso de concentración, así como que se valoren como personas.
Ayúdales a reconocer sus emociones. Reconocer las emociones es el primer paso para controlarlas y dejarlas fluir y de este modo evitar que interfieran de un modo innecesario en nuestra concentración.
Enséñales cómo pueden dejar pasar sus pensamientos en su mente y sus emociones. Se trata de hacer algo constructivo para canalizar la energía que provocan.
Muéstrales como pueden dejar la mente en blanco, eliminar cualquier preocupación o pensamiento intrusivo que altere su conciencia para que de este modo tengan la mente preparada para la concentración.
Crea un clima de positividad, cariño y aceptación idóneo para la concentración y el aprendizaje. Los procesos mentales se favorecen con las emociones positivas y los ambientes que las generan.
Enséñales a relajarse antes de concentrarse, si están demasiado alterados es difícil llegar al estado mental que favorece la concentración.
Deja que se enfrenten a los fracasos, de esta forma les ayudaremos a desarrollar su capacidad de tolerar la frustración y superarla.
Celia Rodríguez Ruiz
Psicóloga y Pedagoga
@Celia_RodrigRu
Fuente: http://www.educayaprende.com/