La melodía, por Jordi Morella
por Jordi Morella
La melodía que habita todo el valle y allí hasta donde mis ojos pueden divisar llega a lo más profundo de mi ser.
Mi corazón siente la paz y el sosiego de saber que este estado me lleva a mis acompañantes de la Luz, mis maestros y seres procedentes del Hogar donde todos volvemos después del aprendizaje en esta dimensión.
En el silencio interior, abrazado por la melodía de mis ancestros, veo un águila blanca recortando su silueta en el horizonte de nuestro cielo azul. De repente siento a Águila Blanca a mi lado, poniéndome su mano sobre mi hombro. La sensación me es familiar, y su energía reconocida por mi alma.
– Soy parte de esta belleza (refiriéndome al paisaje que tenemos ante nosotros) – le comento.
– Tú eres este paisaje. Eres parte de él. Su existencia no sería si tú no estuvieses aquí. Tú has creado esta belleza al contemplarla. Tu corazón se expande y reconoce tu esencia y de allí donde procedes – me responde Águila Blanca.
Continuamos en silencio sintiendo nuestras presencias, manteniendo la contemplación y sensación de nuestros seres.
Hay una paz inmensa en mí. Aunque el aullar de la maestría (el lobo) a lo lejos se manifieste en mis oídos, siento la unicidad con él y de todos los hermanos de vida animal y vegetal.
Siento el amor y la armonía de mi amada madre Tierra. Ella me protege y despierta mis sentidos y mi corazón al percibir más allá de mi dimensión actual. Meditaciones, visiones, percepciones, sensaciones y un gran amor en mi interior, hacen que toda la esencia de este lugar que habito me manifieste el sentido de mi existencia y todo lo que habita a mi alrededor, esté donde esté.
Aquí, en este estado interior, acompañado por el Hogar y mis hermanos de otras latitudes existenciales, ahora desencarnados, creamos una unión, todos juntos ahora y aquí, en el silencio para recordar que todos estamos aquí y siempre estaremos y hemos estado juntos.
Siento la calidez de sus presencias. Seres de procedencia maya, indios norteamericanos y otros seres de antaño que ayudaron a mi alma, junto con Águila Blanca, siempre a mi derecha, creamos una fuente de amor y unicidad, potenciando el despertar de la Tierra y nuestros hermanos, sean de la piel que sean. Todos somos Uno en estos instantes.
Siento la fuerza de sus presencias y el recordar que fuimos Uno con la Tierra y los elementos.
La melodía activa mis recuerdos y mis sentimientos, descodificando mi mente todo lo sentido, mostrándome ante mí, visiones e imágenes del potencial que hay en mí. Todos los tenemos. Cada ser humano posee la divinidad de su ser. Despertar es parte de nuestra tarea en esta vida. No siempre será así. Habrá un tiempo que el período cerrará sus puertas y aquellos que no hayan recordado deberán de mudarse. Hay una activación de nuestro ADN para reconstruir nuestra nueva vida, alejando quienes fuimos y adaptándonos a los nuevos tiempos que vivimos. En éste no existe el estancamiento. Todo sigue. Todo avanza y la quietud como tal no existe tampoco en este camino. Aunque muchos se nieguen a aceptarlo y adentrarse en él, éste les remueve y activa su despertar para permitir la fluidez de su ser. Muchos se han rendido a la evidencia de lo que la vida les ha mostrado. Otros, continúan negándose a dar este paso de apertura y conexión. Aferrados en sus viejos patrones, ven como el mundo se va alejando de ellos, no comprendiéndolo, sintiéndose desplazados cada vez más, en el día a día. Sus corazones resentidos no aceptan la calidez y la responsabilidad de empoderamiento en sus vidas. Todavía viven anclados a los miedos de un pasado ilusorio, donde la ignorancia de uno mismo era el patrón habitual en sus vidas. Sufrieron y se encerraron. Viven como autistas en este mundo, aceptando sólo la mínima expresión para ellos poder sobrevivir sin demasiadas relaciones personales. Este búnker creado por sus miedos, por su dolor experimentado en sus corazones, hace que se vayan desgastando y creando el sufrimiento innecesario en ellos.
La melodía continúa sonando mientras me encuentro, ahora, sólo con Águila Blanca. Hay un profundo silencio cercano que nos acerca y une a los dos. Nuestros sentimientos se unen y me siento apaciguado por su presencia a mi lado.
Contemplando la belleza del paisaje y sintiendo nuestra naturaleza interior, nos miramos. Sus ojos afables y mirada profunda hacen que me sienta amado y protegido por él. Su piel teñida por el sol y su porte sereno y lleno de sabiduría, hacen que brote de mí, la esencia del lobo (maestría) en la fortaleza de la humildad integrada.
– Gracias – le digo.
– Tu corazón es grande – me dice. Luego continúa: aquel quien fuiste cuando vivías con nosotros ha despertado en tus tiempos del ahora.
– …
– Las almas siguen a la serpiente, pero no todas mudan su piel. Les cuesta avanzar y recordar. Este tiempo ha finalizado. Ha llegado la hora de mudar cada uno la piel de su pasado, para alejar de sus almas el peso de sus miedos y dolor.
– Hay agua y alimento para todos – digo.
– El agua y alimento que necesitan no procede de la Tierra. Viene de la procedencia del abuelo Sol y de otros lares más allá del corazón humano. La serpiente se mueve y avanza con todas las almas de la tierra a su regazo. Hermano – dirigiéndose a mí -, siente al Creador en ti, y escucha su llamada y su guía.
– …
– Siente tu corazón y nos sentirás a nosotros a todos los que nos encontramos en este lado de tu presente actual. Los hermanos más allá de las estrellas se reunirán contigo para instaurar la Gran Voluntad Divina, por la que tú y yo ahora estamos aquí.
– Que el Padre te bendiga, amado maestro y acompañante de mi camino. Gracias por ser, estar y a todos vosotros hermanos de la Luz. Mi amor es Uno con todos vosotros.
– …
– Metakuye Oyasin – digo.
– Metakuye Oyasin – me responden al unísono.
https://jordimorella.blogspot.com