«Hay que mirar al miedo a la cara». Giorgio Nardone.
Tengo 42 años y nací en Arezzo (Toscana, Italia). Soy psicólogo y psicoterapeuta especialista en miedos graves. Estoy divorciado, y sin hijos. ¿Política? Sólo creo en el “cámbiate a ti mismo”. Soy agnóstico. Soy maestro de artes marciales. He escrito “El arte del cambio”, “Terapia breve, filosofía y arte” y “Miedo, pánico, fobias” (Herder)
K U N G – F U
Nardone es maestro de kung-fu porque ve ahí las claves de su psicoterapia: “Máxima eficacia con mínimo esfuerzo”, me dice. Giorgio Nardone –formado en Palo Alto (Estados Unidos) con Paul Watzlawick– es una de las másnotorias figuras internacionales en el tratamiento de fobias,pánico, ansiedad… Sostiene que tu miedo es una fantasía elaborada por tu mente.Y que, por tanto, tu mente puede fácilmente vencerlo con otra fantasía.Y él idea estrategias para guiar fantasías.Trabaja en Italia, y se ha explicado en el Institut Gestalt de Barcelona. Aprendo de Nardone que sentir miedo es normal y que avergonzarte de tu miedo es fraguarte una futura fobia, que el valor nace de mirar los miedos a la cara y que admitir tu fragilidad te dará fuerza.
Qué es el miedo?
–Es una reacción natural de autoprotección ante el entorno. ¡Gracias al miedo estamos vivos!
–¿Viva el miedo, pues?
–Depende: si el miedo se desboca, te limita, te bloquea y se convierte en enemigo.
–¿Hasta qué extremo puede desbocarse?
–Hasta tenerle miedo al miedo: el pánico. No es ya una fobia, que es un miedo ligado a una cosa o situación concreta. No: un ataque de pánico se desata por miedo a tenerlo. Y el miedo es tal que tu organismo se colapsa, se bloquea, quedas paralizado.
–¿Y qué sientes físicamente?
–Vértigo, sudor, tu corazón bate hasta parecer que se rompe, sientes que te asfixias y que vas a morirte o a volverte loco.
–Y te asustas cada vez más, claro.
–Pero ese círculo puede ser roto: los miedos patológicos, las fobias, se curan. Y el paciente vuelve a ser libre para vivir.
–¿Cómo?
–Hay sistemas diversos. Unos buscan la causa del miedo para que el paciente lo venza con su voluntad, algo fatigoso y largo. Yo prefiero desviar la atención del paciente de su miedo, ¡y de pronto descubre que lo ha vencido! Es más rápido.
–¿Desviar la atención?
–Sí, con alguna estrategia particular según cada caso, según cada fobia. Por eso la llamo “terapia breve estratégica”.
–Póngame ejemplos.
–Tuve un paciente que tenía miedo a las sombras, y….
–¿A las sombras? No es posible…
–Sí lo es: podemos tener miedo a todo. Pueden darse miles de tipos de monofobias: ¡tuve a otro que temía a las botellas destapadas!. Otro, a los ángulos: ¿no es un espanto vivir teniendo miedo a los ángulos?
–Desde luego…
–Sigo con el de las sombras: para evitarlas, vivía a oscuras, con persianas bajadas, siempre en penumbra… ¡E incluso cuando iba a su psicoanalista, hablaban a oscuras! Y así llevaban ya siete años.
–¿Y qué estrategia usó usted?
–Le persuadí de que cuanto más tiempo a oscuras, mayor sería su miedo futuro a las sombras. Le hice sentir un miedo futuro mayor al miedo presente, para que colaborase.
–¿Y logró curarse?
–Aceptó someterse a una pequeña dosis de sombras cada día. Encargamos unas gafas con anteojeras, que limitaban mucho la visión, y con viseras oscuras: el primer día le envié a comer fuera. “En cuanto te sientas mal, baja las viseras”, le dije. Y así, un poco más cada día. Y yo le ordené: “¡Y no mires a derecha e izquierda!”. Él, naturalmente, sí miraba… Y, al cabo de tres meses así, se quitó ya las gafas en una habitación iluminada.
–La verdad es que el caso es casi cómico.
–La peor tragedia encierra siempre un fondo ridículo. Saber verlo es útil e inteligente.
–¿Me cuenta otro caso?
–Una chica con fobia a las palomas. Evitaba caminar por ciertas zonas a menos que un amigo se adelantara a comprobar que no hubiese alguna. Yo le pedí que me buscase toda la información que pudiese sobre palomas.
–Qué sádico, ¿no?
–No: sustituíamos el miedo por la curiosidad. A la siguiente sesión me explicó muchas cosas sobre palomas. Entonces le pedí que cada día fabulase durante media hora con las peores fantasías con palomas, y que luego se acercara a una hasta empezar a sentir miedo, y que midiera cada día esa distancia. Venció su miedo a las palomas en diez sesiones.
–¿Y qué me dice del miedo al avión?
–Hay que mirar el miedo a la cara, no rehuirlo. ¿Cómo? Cada día, durante media hora de reloj, imagine las peores fantasías sobre volar en avión. ¡Meta ahí todo su miedo! Y, el día del vuelo, concéntrese en los rictus de miedo en los rostros de los demás y vaya anotándolos en una libreta: al subir al avión, al encenderse los motores, al despegar, al volar, anótelos, anótelos… Así concentrado, al aterrizar ¡advertirá que no ha sentido miedo!
–Habré desviado mi atención…
–… hacia otra cosa. Si pretende refrenar su miedo, lo alimenta: primero querrá controlarlo, luego rehuirlo…, y ahí tiene ya su fobia.
–¿Pero no dice que mire mi miedo a la cara?
–Y lo habrá hecho: al fantasear con su miedo, lo ha mirado. El miedo es como un fantasma: tócalo y se desvanecerá; intenta huir… y te perseguirá y aterrorizará. Por eso los cuentos adiestran a los niños ante los miedos.
–Conocí a alguien con tal miedo a las chicas que cambiaba de acera para evitarlas.
Llamamos a eso timidez: ¡es miedo a ser rechazado, a no gustar! Yo conocí a uno que hasta llegó a la cirugía estética. No se curó así, porque el miedo a ser rechazado sólo se vence… acostumbrándote a ser rechazado.
–¿Y qué terapia estratégica fue útil aquí?
–“Debes hacerte rechazar cada día una vez”, le ordené.Y no es fácil: fue descubriendo que no siempre le rechazaban… Y, así, cada día se exponía más y más, e iba obteniendo más síes que noes… Y adiós timidez.
–¡Bravo! ¿Y si me asusta hablar en público?
–Una hora antes, imagínese todo lo peor al respecto, focalice ahí toda su angustia. Luego, ya en el estrado, empiece así: “Excúsenme si me ruborizo o sudo o me pierdo: no me siento muy bien últimamente”. Todo irá como una seda: ¡la fragilidad declarada deja de ser tal y se convierte en un punto de fuerza!
–Pero, ¿cómo se origina una fobia?
–No pierda el tiempo con el pasado: su miedo es presente y se trata de disiparlo. Una vez disipado, será un valiente. Porque sólo quien ha sentido miedo puede ser valiente. Quien no…, es sólo inconsciente.
Fuente: http://blocjoanpi.blogspot.com.es
muchas gracias