SymbioCity: La nueva ciudad sostenible en Estocolmo

Jorge Gomez (333)

SymbioCity en Estocolmo
Construida sobre una antigua zona portuaria de Estocolmo, SymbioCity es el primer ejemplo de urbanización capaz de mantenerse a sí misma.

Hace apenas media hora que ha amanecido en Hammarby Sjostad. El sol aún no ha empezado a calentar pero la calle ya está llena de personas que se dirigen al trabajo. Podría ser éste cualquier otro lugar en el mundo. Podría serlo a juzgar por la apariencia. Pero este barrio del sur de Estocolmo es el primer ejemplo de urbanización holística. Aquí cada recurso se aprovecha para desarrollar el siguiente. El agua de la lluvia, por ejemplo, sirve para abastecer el retrete, y la basura se recicla en la energía que sustentará la calefacción de la casa. Todo para demostrar que el desarrollo sostenible no sólo es posible, también económico.

«SymbioCity pasaría desapercibida entre cualquier otra urbanización de nueva construcción. No ha sido planeada como una ciudad ostentosa, la idea era que fuese confortable», explica Erik Freudenthal, director de la oficina medioambiental de Hammarby Sjostad. Levantada sobre una antigua zona portuaria, esta pequeña ciudad de 11.000 viviendas se ha convertido en la respuesta sueca al hogar del futuro. «Queríamos limpiar la zona, que en el pasado era una de las más contaminadas de la ciudad por su actividad industrial, y al mismo tiempo encontrar un modelo sostenible realista, capaz de mantenerse por sí mismo».

Con el apoyo del Gobierno sueco y la colaboración de más de un centenar de empresas, SymbioCity ha empezado a dar resultados. En menos de cinco años, el impacto medioambiental se ha reducido en más de un 50%. La clave ha sido un pormenorizado estudio de las sinergias. Por un lado se han aprovechado las distintas fuentes de energía natural. La solar, por medio de paneles integrados en cada vivienda; la eólica, con un parque de molinos de viento; y la hidráulica, como parte del diseño del espacio a través de canales que recogen el agua de lluvia y la llevan por toda la ciudad.

Por otro, se ha definido una cadena de tratamiento de residuos a largo plazo. De este modo, por ejemplo, «la basura orgánica de cada hogar se recicla en biosólidos que más tarde servirán de abono para las plantas. De estas plantaciones se extraerá biofuel que, después de su tratamiento, volverá a la casa transformado en energía calorífica y electricidad en tan sólo unos meses», explica Freudenthal. El consumo de agua también se ha reducido. Frente a los 200 litros al día que suele consumir una persona, el rango actual se sitúa entre los 100 y los 150 litros, aunque la tendencia es bajar este margen aún más.

El ejemplo nórdico

«Somos conscientes de la necesidad de buscar fuentes de energía renovables y por eso llevamos años trabajando en ese sentido», afirma Gunnar Wieslander, secretario de Estado del Gobierno sueco. En Suecia, alrededor del 50% de la población vive en núcleos urbanos. Esta circunstancia, unida a un fuerte desarrollo industrial y a la escasez de agua, llevó al país a un punto de inflexión en la década de los 70, durante la crisis del petróleo, cuando empezaron a buscarse las primeras alternativas a la dependencia energética.

«Desde 1995 hemos podido comprobar cómo nuestra curva de desarrollo ha seguido creciendo mientras que la de las emisiones se quedaba estancada. Esto nos lleva a desmentir que el desarrollo económico de un país no sea compatible con un modelo sostenible», señala Wieslander. «Primero empezamos a tratar los problemas medioambientales de forma aislada, fue entonces cuando nos dimos cuenta de que las diferentes soluciones estaban conectadas y que la mejor forma de abordarlas era siguiendo un plan de acción común».

Hace tan sólo unos años era impensable pescar en las aguas que bordean Estocolmo. «Hoy no sólo es posible, sino que además se puede encontrar uno de los mejores salmones», apunta el secretario de Estado. Una de las iniciativas de más éxito, promovida por el ayuntamiento de la capital sueca, ha sido la sustitución de todos los autobuses por otros más modernos alimentados con bioetanol. «Con medidas como esta, de un 80% de consumo de combustible fósil, se ha llegado al la cifra actual, que ronda el 3% en todo el país». Este avance ha supuesto una reducción de un 60% en las emisiones de CO2, aunque también ha traído consigo un inevitable desarrollo de la energía nuclear.

En SymbioCity el ejemplo es más concreto. El 80% de los desplazamientos de sus 26.000 habitantes se hacen a pie, en bicicleta o en transporte público, un tranvía eléctrico que recorre la calle principal. En este barrio se ha conseguido reducir en un 40% el uso del coche privado. Primero, planeando un diseño que mantuviese todos los servicios a mano, lo suficientemente cerca como para que no fueran necesarios grandes trayectos. Después, fomentando iniciativas como Carpool, una empresa de alquiler de vehículos no contaminantes por horas que cuenta ya con 450 socios entre los vecinos.

La construcción de SymbioCity supuso una inversión inicial de cuatro mil millones y medio de euros. Hoy el precio de una vivienda de 80 metros se sitúa alrededor de los 400.000 euros, ligeramente por encima de la media de toda la ciudad. El alquiler mensual ronda los 850 y los 1.100 euros, dependiendo de los extras de la casa. La inversión, sin embargo, se rentabiliza con el ahorro energético. De hecho la mayoría de sus habitantes son jóvenes parejas de clase media con hijos que se han mudado desde otras zonas de Estocolmo y que han hecho también suya la máxima de Mahatma Gandhi que describe el espíritu de la ciudad: «La Tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no su codicia».

http://www.symbiocity.org/

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