Algunas consideraciones sobre la vida y la muerte en Steiner, por Santos Guerra
Nuestra alma es el receptáculo de toda nuestra vida interior. A ella llega el contenido de todas las percepciones sensoriales a través del cuerpo físico, y en ella se elaboran todos los procesos mentales y anímicos, las actitudes y propósitos que se exteriorizan mediante nuestra voluntad.
Cuando alguien fallece, en primer lugar muere su cuerpo material, en donde comienzan los procesos de desintegración y descomposición en función de la ley de la entropía que rige toda la materia, cortándose la relación que existía entre lo superior del ser humano con su parte vital y emocional. En un periodo de días esa parte vital, que daba vida a la materia, también desaparece. Sin esa fuerza vital, o cuerpo etérico, en la terminología de Steiner, no sería posible el nacimiento, el crecimiento y los procesos necróticos de nuestro cuerpo físico-material, ni el de ningún otro ser vivo. Al desaparecer con la muerte nuestro cuerpo material, y poco después el etérico, solo nos queda nuestra estructura mental-anímica (espiritual).
En el trascurso de nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos, vamos adquiriendo capacidades suprasensibles que introducimos en nuestro cuerpo físico-material. Pronto aprendemos que la materia duele, que es algo consustancial con ella, que es impenetrable, que nuestro cuerpo es incompartible y que nos limita con el mundo exterior.
Sabemos por Steiner que a partir el siglo XV comienza lo que él denomina “Etapa del Alma Consciente” en el ser humano, que se solapa con las etapas anteriores del alma sensible y del alma racional. Además del inicio de lo que conocemos como “ciencia”, ello supone el nacimiento de la individualidad, lo cual requiere un incremento de las fuerzas del egoísmo para que cada hombre pueda tener una conciencia “aislada” de los demás, no grupal como hasta entonces, y una estructuración de su cuerpo físico que en parte le aísle de la realidad y le constriña a un mundo de apariencias (o “maya” en la terminología hindú ). Gracias a ello, se le abrió al ser humano la posibilidad de desarrollar su libertad, a través del conocimiento individual. Hemos de considerar que, en una realidad global, en la que se pudieran percibir todos los aspectos de la misma con igual intensidad, sensibles y suprasensibles, no sería posible la libertad, al no haber posibilidad de elección individual. Sólo es posible tal libertad en un mundo material, en el aislamiento de la realidad absoluta.
La fe religiosa y la fe en la ciencia materialista
A partir de entonces la conciencia del ser humano ha ido evolucionando desde el punto de vista del pensamiento intelectual, tal como destaca Steiner. Desde el punto de vista de la sensibilidad se ha ido despreciando lo que las iglesias pueden ofrecer, al considerarse una imposición a la inteligencia. La fe religiosa se ha ido sustituyendo por la fe en la ciencia materialista imperante hoy día, vivenciándose plenamente todos sus contenidos, social y culturalmente integrados, sin ningún tipo de cuestionamiento ni posibilidad de elaboración por parte de la inmensa mayoría de los hombres.
A lo largo de nuestra vida todos creemos en algo, aceptamos o negamos determinadas cosas, y al morir el contenido de nuestra alma nos acompaña en ese tránsito; nos llevamos lo que tenemos. Si el único contenido vivencial del alma está exclusivamente ligado al mundo material nos vamos a ver expuestos a situaciones carenciales muy dolorosas, al ser algo de lo que nos hemos de desprender por ser incompatible con el mundo espiritual. Por ello es tan importante el contenido de las representaciones que cada uno tenga en la vida, los valores en los que crea, los pensamientos, sentimientos y actos que realice, en el sentido de si pueden constituir una ayuda o suponer un lastre tras el fallecimiento, cuando pasamos por una etapa de experiencia prolongada en la que el alma y la mente se tienen que desligar de lo que en esta vida funciona como fe en lo material.
“Yo soy un espíritu que tiene un cuerpo y un alma”
Por las enseñanzas de Steiner sabemos que al morir y desprendernos del cuerpo físico, el alma se desorienta mucho en función de los contenidos que todos tenemos de lo que es la realidad, que no corresponden con lo que es la realidad en sí. Cuando morimos vamos al mundo de la auténtica realidad, que corrige nuestros errores de eso que considerábamos era lo real y en lo que teníamos una fe inquebrantable, etapa de tiempo prolongado conocida en Oriente como “kamaloka”, o lugar del deseo. Todos los deseos que tenemos en vida son siempre deseos del alma, se producen en nuestra estructura anímica, aunque su disfrute se realiza por medio del cuerpo físico como instrumento. Cuando el alma queda sola, sin cuerpo físico, no tiene instrumento para satisfacer y seguir generando esos deseos anímicos, al carecer de órganos sensoriales, que por tanto han de irse disolviendo. Estamos acostumbrados a un mundo de sustancias materiales, de formas de alta y fascinante sensualidad que nos atrapa, y vamos a un mundo de cualidades al que no estamos acostumbrados y que normalmente despreciamos.
Tras pasar por esa fase de depuración y revisión retrospectiva de nuestra pasada encarnación, en la que nos liberamos de todos los deseos, las pasiones y los lazos que unen nuestra alma a los contenidos materiales, cuya duración es aproximadamente la misma del tiempo que pasamos durmiendo (1/3 de la vida), Steiner nos dice que permanece la parte anímico-espiritual del alma desarrollada que sea de utilidad para su penetración en el mundo espiritual, que es el mundo de la realidad, de la verdad, de arquetipos de las esencias de los orígenes. A ese mundo solo podemos llevar aquello que es trascendente, lo que en si mismo es de carácter eterno, no lo aparente temporal; nuestro cuerpo y alma encarnados son temporales, nuestra esencia no lo es. Normalmente la vivencia en la vida práctica reclama toda nuestra atención, nos exprime con la fuerza de nuestros sentidos y deseos, pero no debemos dejar en el olvido el conocimiento de que existe algo trascendente. Por ello cada uno necesita, al igual que la nutrición del cuerpo para seguir vivo, una cierta e imprescindible nutrición anímico-espiritual, que todos podemos ir desarrollando y fortaleciendo.
En el mundo espiritual, nos dice Steiner, vamos a ver lo que es la esencia real de todas las cosas, lo que había detrás de la apariencia de lo que teníamos por realidad en la última encarnación. La parte eterna, la esencial de todos nosotros, ha asumido muchas veces formas temporales masculinas/femeninas en las distintas encarnaciones por las que hemos pasado, en todo un proceso evolutivo de errores y aciertos que nos ha conducido a la situación personal que cada uno tiene.
El proyecto espiritual individual en la encarnación
Vemos pues que, en el mundo espiritual, se va a valorar todo lo que en nuestra vida haya tenido relación con los arquetipos del Bien,
En la fase prenatal inmediata al nacimiento, Steiner manifiesta que pueden surgir reacciones anímicas de temor al desarrollo de la nueva vida, que pueden dar lugar a deficiencias y patologías en la encarnación. Ya hemos visto que el ser humano no puede evolucionar espiritualmente en ningún otro sitio que no sea en el mundo físico material; solo puede hacerlo a través de desarrollar su libertad en una situación de conciencia individual aislada.
La estructura anímico-corporal, la materia y el Yo humano universal
El Yo superior es la parte esencial de cada uno de nosotros, es la entidad moral relacionada con los arquetipos del Bien,
Nunca antes, en toda la existencia del ser humano, ha habido una época como la actual, caracterizada por el predominio del materialismo e ignorancia de los valores espirituales, sobre todo desde la segunda década del siglo XX. La tendencia materialista es algo extendido cultural y globalmente, la única ideología académicamente aceptada, y que se expande por las almas humanas. Esta cultura se trasmite a través del pensar, la parte de la realidad mas elevada de la conciencia, en un proceso de conocimiento con efectos desbastadores sobre el alma humana, al no recibir la nutrición adecuada. Nunca la inmoralidad ha regido el destino de este planeta como ha ocurrido desde comienzos del siglo XX y nunca ha habido tanta información disponible y de tan escasa utilidad por su vastedad, en la época mas árida de sabiduría espiritual. Nuestra estructura espiritual es la correcta, pero tal como dice Steiner, en nuestro proceso evolutivo hemos de pasar necesariamente por los distintos niveles de descenso en lo material, y eso es perturbador.
No obstante hemos ya adquirido la capacidad de desarrollar conocimiento para poder ascender, siendo cada uno su propio guía; tenemos las cualidades y la voluntad necesaria para conseguirlo, en lugar de dejarnos dirigir por la fe en maestros, dogmas o doctrinas, apropiado en épocas pasadas. Ello exige un grado de libertad, y por tanto un incremento de responsabilidad, algo que continúa produciendo y generando miedo. Podemos hacer un trabajo espiritual extraordinario, que nunca antes habíamos tenido posibilidad de hacer. Podemos ser un instrumento de transformación de lo material aportando al mundo espiritual algo de lo que este carece (la relación correcta entre materia y espíritu) si somos capaces de ser un instrumento de transformación de lo material para aportarlo al mundo espiritual.
La evolución espiritual que el ser humano puede llevar a cabo en su etapa actual es dentro del mundo de la materia, viviendo y trabajando con los demás, empezando por el perfeccionamiento de su mundo anímico de sentimientos y deseos, que es prácticamente el que dirige toda la vida en la tierra. El desarrollo del Yo espiritual será beneficioso si ayuda a otros “yoes”, pues es esencial caer en la cuenta de que el Yo humano universal no es sino el Yo del Cristo.
En nuestra mano está cada vez ms nuestro destino, y el de toda la humanidad solidariamente; empezamos a ser criaturas creadoras en nuestros pensamientos, sentimientos y actos, lo cual puede ser para el bien o para el mal de la evolución, algo que podemos libremente elegir si además del conocimiento material tenemos una comprensión espiritual. En los planes de la divinidad creadora está, tal como enseña Steiner, el que nos transformemos de criaturas en dioses, lo cual supone asumir la responsabilidad como co-creadores.
Santos Guerra
–> visto en revistabiosofia.com
Publicado en https://hermandadblanca.org
Muchas gracias por tu post. Reciba un cordial saludo.