Breve apunte sobre el acompañamiento a enfermos terminales

Eva Martín Garcia

manos entrelazadas

Como la sociedad y el sistema médico nos han excluido del proceso de la muerte, es tarea de cada uno vivir esta etapa de la mejor manera posible. Y por desgracia, cuando llega el momento, estamos tan desconcertados que no atinamos qué hacer ni cómo hacerlo. Bastante tenemos con nuestras emociones para mantenernos centrados… En mi camino de autoconocimiento también se incluye esta formación; luego la vida me aporta las experiencias para practicar, ya sea a través de familiares y amigos, o del voluntariado en hospitales.

Es por ello que, cuando se me consulta sobre cuál es la mejor actitud a seguir cuando alguien se está muriendo, miro un par o tres de mis libros favoritos sobre el tema como son “Derecho a morir en paz y con dignidad” de David Kessler, “El libro tibetano de la vida y de la muerte” de Sogyal Rimpoché, o “Sobre el duelo y el dolor” de Elisabeth Kübler-Ross y D. Kessler, y extraigo esta síntesis:

* Sé tú mismo, natural y relajado para que ella (la otra persona) pueda morir tal como ha vivido, siendo ella misma.

* Una persona a punto de morir necesita, sobre todo, que le demuestren un amor tan incondicional como sea posible, libre de toda expectativa.

* Ponte en su lugar. Imagínate que estás tú tumbado en la cama, muriéndote, afrontando la muerte.

Y pregúntate seriamente:

-¿Qué es lo que más necesitaría?

– ¿Qué es lo que me gustaría más?

– ¿Qué desearía realmente del amigo que me ha venido a ver?

Una posible respuesta sería “ser verdaderamente amado y aceptado“.

Una práctica muy recomendable para acompañar cuando ya no son necesarias las palabras, es sentarse junto a esa persona, mirarse a los ojos, sincronizar las respiraciones, acariciar sus manos, y darle un suave masaje. El contacto físico en algunos casos, es muy agradecido.

La práctica nos demuestra que a veces parece como si “le costara marchar…”. Entonces vale la pena hacer una despida en vivo y con voz: Darle permiso para morirse, asegurarle que saldréis adelante después de su muerte, y que no tiene que preocuparse por vosotros. Y si no puedes decírselo en voz alta, repítelo en silencio bien enfocado desde tu corazón.

Ya sólo queda procurar que pueda morir en silencio y con serenidad. Por eso también es aconsejable dejarla un rato sola, de vez en cuando, porque, la presencia continua de familiares y amigos dificulta, en algunos casos, la partida. Cuando uno se queda solo consigo mismo, es mucho más fácil seguir el proceso natural que toda vida requiere.

La misma fuerza que nos empujó a nacer nos impulsa ahora hacia otro tránsito.

Y todos nos quedamos en paz.

AUTOR: Assum Fàbregas

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