El conflicto como medio de evolución. El camino a la Unidad. Luz y Oscuridad. Los seres humanos somos duales.
El conflicto como evolución del ser humano
Conflictos internos y externos.
Muchos conflictos son los que vivimos, pero poca la información sobre ellos. Vivimos a diario, conflictos internos y conflictos externos. Ya sean de tipo personal o social.
Algunos conflictos ocurridos se tratan en algunos casos, como enfermedades, se presentan como atascos mentales, como bloqueos corporales, como bloqueos emocionales… como bloqueos de vida muchas veces sin poder llegar a ver su solución, pues incluso resulta difícil detectarla para así sanarla.
El conflicto como motor de evolución.
El conflicto bien entendido y en positivo, resulta nuestro motor de evolución, pero a su vez, puede ocurrir que sea un magnífico semáforo en rojo, con vistas a largo plazo para cambiar de color.
Hemos de saber que los seres humanos somos duales. Vivimos en polaridad absoluta y precisamente es eso mismo, lo que genera la creación. Creación de nuevos caminos, de nuevos proyectos, de nuevos estados de evolución.
Este conflicto enriquecedor, se manifiesta de múltiples formas según sea su dueño y el tema sobre el que trata. Se producen, por lo tanto, tantos conflictos como elecciones, tantos como personas, tantos como momentos en la vida pendientes de solución…
El camino a la Unidad.
El Camino a la Unidad necesita de ofrecer las dos polaridades, vivirlas, sentirlas y comprenderlas a través del corazón.
Estamos en un momento maravilloso de cambio. Las energías son propicias para el desbloqueo y la sanación. No podemos llegar a la Unidad sin antes pasar por la luz y la oscuridad.
Llevamos muchos siglos, milenios, eones de tiempo en polaridad y es ahora cuando afloran, cuanto más se evidencian la una y la otra.
Pues como es arriba es abajo, como es el cielo es la tierra, como es la izquierda es la derecha, como es el masculino lo es el femenino, el frío y el calor, el odio y el amor, nada existe por el momento que no sea dual. Pues la dualidad es nuestra vida, la confrontación de experiencias y realidades, la experiencia de la una frente a la otra, pues no hay luz sin oscuridad y no existe oscuridad sin luz.
Son dos fuerzas contrapuestas, que se corrigen, que se autoajustan y cuánto más carga hay de una, más se equilibra la otra. Es como un balancín en un lugar de juegos. El columpio que compensa, arriba y abajo. Volvemos de nuevo al ciclo de la vida y la muerte, al principio y al fin, el alfa y el omega.
¿Qué otra cosa podría ser sino ser así?
La experiencia lo manifiesta, vemos fuera y se refleja nuestro mundo interno… ¡qué bonito! Al fin, poder ver con nuestros ojos lo que realmente somos…
Somos parte de lo mismo, parte de la Unidad, fragmentos y fractales de una masa unida, que a cada paso se reinventa.
Somos nosotros los artificieros de tanta discordia y a su vez, de tan puro amor, pues ambas partes son lo mismo y ambas conjuntamente forman el conjunto, la Unidad.
Cada uno en su lugar, cada uno en sintonía, formando la sinfonía de la paz.
Cuando en el interior existe la paz, el exterior se vuelve amable, afable y lleno de alegría. Cuando en el interior existe conflicto, es afuera y dentro donde se manifiesta.
El conflicto es el punto cero, la nada.
Las emociones afloran, los pensamientos le acompañan y creamos realidades basadas en la nada, pues el conflicto es nada, es el punto cero de un nuevo cambio, un nuevo camino hacia el próximo salto evolutivo.
El conflicto enriquece nuestras vidas, si permite nuestra evolución. Eso sí, el conflicto mantenido, enquistado, rancio… dificulta nuestro avance, pues bloquea el adelanto, bloquea el aumento de vibración.
Hagamos del conflicto una virtud, una habilidad para generar evolución, una oportunidad de cambio hacia algo mayor, que nos permita disfrutar de nuestro nuevo escalón.
El conflicto solucionado, sanado, comprendido… genera paz, calma en el corazón, un nuevo paso hacia nuestra evolución.
Permitamos que sucedan, permitamos que afloren las emociones que conllevan, pero también permitamos su solución.
Un conflicto no sanado, es un conflicto pendiente de solución. Un proceso todavía abierto, desde hace un minuto o desde hace eones de tiempo.
Muchos conflictos se han generado a lo largo de la historia, y muchos quedan todavía pendientes de solucionar. Muchos conflictos dolorosos que parten en dos el corazón, heridas abiertas pendientes de sanación.
Una humanidad que refleja conflicto, necesita de mucha comprensión, humildad para sanar y no cabe duda, que de mucho amor.
Amor para abrazar aquello que no nos gusta, que nos duele, e incluso que no me permite avanzar.
Los bloqueos son meros cruces de caminos, elecciones que tomar, preguntas sin respuesta, información sin llegar…
Varias son las fases para su solución:
La conciencia, una de ellas.
El amor para ver y mirar desde el corazón.
La valentía para afrontar la situación.
La motivación para generar el impulso y su sanación.
El coraje para pasar a la acción.
La paz después de la sanación.
Es así entonces, cuando llega la calma, la ilusión, la confianza y el crecimiento personal. La comprensión del proceso, pues todo forma parte de los ciclos en los que inmersos nos encontramos.
Círculos, ciclos, cercas…. límites que una vez son saltados, comenzamos de nuevo, en busca de nuevos horizontes, nuevas experiencias, hacia otro nuevo salto de evolución…
Con mucho amor, Ana Jesús Murillo.
AUTORA y EDITORA: Ana Jesús Murillo. Redactora en la gran familia de hermandadblanca.org
