El Discipulado, por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

Jorge Gomez (333)

Maestro Tibetano djwhal khul

Descripción de un Discípulo.

Discípulo es aquel que, por sobre todo, se compromete a hacer tres cosas:

  •          Servir a la humanidad.

  •          Colaborar en el plan de los Grandes Seres, tal como lo ve, y de la mejor manera posible.

  •          Desarrollar los poderes del ego, expandir su conciencia hasta poder actuar en el cuerpo causal, en los tres planos de los tres mundos, y seguir la guía del yo superior y no los dictados de su triple manifestación inferior.

Discípulo es aquel que comienza a comprender el trabajo grupal, y a trasladar su centro de actividad, desde sí mismo (co­mo un eje alrededor del cual todo gira) al centro del grupo.

Discípulo es aquel, que comprende simultáneamente la rela­tiva insignificancia de cada unidad de conciencia como también su vasta importancia. Se ajusta su sentido de proporción y ve las cosas tal cual son, a las personas como son, a sí mismo tal cual es inherentemente, entonces trata de llegar a ser lo que él es.

El discípulo comprende la vida o el aspecto fuerza de la na­turaleza y no le atrae la forma. Trabaja con la fuerza y por medio de la fuerza; se reconoce como un centro de fuerza dentro de otro centro mayor de fuerza, y tiene la responsabilidad de dirigir la energía que puede afluir a través de él hacia los canales por me­dio de los cuales el grupo puede beneficiarse.

El discípulo reconoce que es, en mayor o menor grado, una avanzada de la conciencia del Maestro, considerando al Maestro en un sentido dual:

  1. Como su propia conciencia egoica.

  1. Como el centro de su grupo; fuerza que anima a las uni­dades del grupo, uniéndolas en un todo homogéneo.

Discípulo es aquel que transfiere su conciencia de lo personal a lo impersonal, y que durante la etapa de transición soporta necesariamente muchas dificultades y sufrimientos, provenientes de varias causas:

  1. De su yo inferior, que se rebela en contra de la transmutación.

  1. De su grupo inmediato, de sus amigos y familiares que se rebelan ante su creciente impersonalidad. No les agra­da ser considerados uno con él, en el aspecto vida, y sin embargo independientes de él, en lo que respecta a de­seos e intereses. No obstante, la ley rige, y sólo cabe verdadera unidad en la vida esencial del alma. Descu­brir lo que la forma es, causa muchos sufrimientos al discípulo, pero el camino conduce eventualmente a la perfecta unión.

Discípulo es aquel que conoce su responsabilidad para con todas las unidades que están bajo su influencia ?responsabilidad de colaborar con el plan de la evolución, tal como es para ellos, y así expandir las conciencias y enseñarles la diferencia entre lo real y lo irreal, la vida y la forma. Esto puede realizarlo muy fá­cilmente demostrando en su propia vida cuál es su meta, objetivo y centro de conciencia.

El trabajo que debe realizarse.

El discípulo tiene, en consecuencia, distintos objetivos:

  • Respuesta sensible a la vibración del Maestro.

  • Pureza de vida, en forma práctica, no teórica.

Liberación de la preocupación. Debe recordarse que la preocu­pación se basa en lo personal, y es el resultado de un apasiona­miento y de una respuesta excesivamente rápida a las vibraciones de los mundos inferiores.

Cumplimiento del deber. Este punto involucra el desempeño desapasionado de todas las obligaciones, y la debida atención a las deudas kármicas. Se debe acentuar, especialmente en todos los discípulos, el valor del desapasionamiento. La falta de discernimiento no es un obstáculo para el discípulo en estos días, debido al desarrollo de la mente; pero sí lo es, con frecuencia, la falta de desapasionamiento. Esto significa obtener ese estado de con­ciencia donde se observa el equilibrio y no dominan el placer ni el dolor, porque han sido reemplazados por la alegría y el gozo. Debe reflexionarse bien sobre esto, porque es necesario trabajar arduamente para obtener el desapasionamiento.

También debe estudiar el cuerpo karna?manásico (cuerpo mente?deseo). Es de real significación, pues por muchas causas es el cuerpo de mayor importancia en el sistema solar, en lo que concierne al ser humano en los tres mundos. En el próximo sis­tema, el vehículo mental de las unidades autoconscientes ocupa­rá un lugar análogo, como lo ocupó el físico en el anterior sis­tema solar.

El discípulo también debe trabajar científicamente, si así pue­de decirse, en la construcción del cuerpo físico; esforzarse de modo de construir en cada encarnación un cuerpo que le sirva de mejor vehículo para la fuerza. De allí que sea práctico dar información sobre la iniciación. No hay momento en el día en que no se pueda vislumbrar esa meta y llevar a cabo el trabajo de prepa­ración. Uno de los más grandes instrumentos para el desarrollo práctico, y que está al alcance de todos, es la PALABRA. Quien cuida sus palabras y sólo habla con fines altruistas, con el objeto de difundir la energía del amor por medio del lenguaje, domina rápidamente los pasos iniciales y se prepara para la iniciación. La palabra es la manifestación más esotérica que existe, el medio de la creación y el vehículo para la fuerza. En la parquedad de las palabras, entendiéndolo esotéricamente, está la conservación de la fuerza. En la utilización de las palabras, bien elegidas y ha­bladas, radica la distribución de la fuerza del amor del sistema solar, esa fuerza que conserva, fortalece y estimula. Sólo a quien conozca parcialmente estos dos aspectos de la palabra, se le podrá confiar su permanencia ante el Iniciador, y extraerá de esa pre­sencia ciertos sonidos y secretos, que le son impartidos bajo la promesa de guardar silencio.

El discípulo debe aprender a permanecer silencioso ante el mal, a callar ante los sufrimientos del mundo, sin perder tiempo en quejas inútiles y en demostraciones de dolor, sino tratar de aligerar la carga del mundo, y trabajar sin perder energías en palabras. Sin embargo, debe hablar cuando es necesario el estímulo, emplear la palabra con fines constructivos; expresar la fuerza del amor del mundo, a medida que fluye a través de él, a fin de aliviar o aligerar la carga, recordando que, a medida que la raza progresa, el elemento amor y su expresión entre los sexos, se trasladarán a un plano superior. Entonces, por medio de la palabra hablada, no por la expresión en el plano físico, como sucede hoy, se llegará a comprender el verdadero amor que une a quienes son uno solo en el servicio y en la aspiración. Entonces el amor entre los individuos de la familia humana utilizará la pala­bra para la creación en todos los planos, y la energía que ahora se manifiesta en la mayoría, a través de los centros inferiores o genitales, se trasladará al centro laríngeo. Éste es todavía un lejano ideal, pero algunos ya pueden vislumbrarlo y procuran, mediante el servicio mancomunado, la colaboración amorosa, la unicidad en aspiración, pensamiento y esfuerzo, dar forma y con­figuración a este ideal, aunque inadecuadamente.

Relaciones grupales.

El sendero del discípulo es escabroso; las dificultades y los obstáculos lo enfrentan en cada recodo del camino. Sin embargo, hollando el sendero y venciendo las dificultades, adhiriéndose al grupo en bien del mismo y uniéndose a los individuos y al desa­rrollo evolutivo en forma equilibrada, sobrevendrá al fin la fruc­tificación y el logro de la meta. Así se evidencia el SERVIDOR de la raza. Es servidor porque no sirve a sus propios fines, y sus cuerpos inferiores no emiten vibraciones que puedan desviarlo del sendero elegido. Sirve porque sabe lo que hay en el hombre, y porque durante muchas vidas ha trabajado con individuos y grupos, ampliando gradualmente su campo de esfuerzo hasta reunir a su alrededor esas unidades de conciencia que puede ener­getizar y utilizar, y a través de las cuales llevará a cabo los planes de sus superiores. Tal es la meta, pero en las etapas intermedias abundan las dificultades para quienes están al borde del autodescubrimiento y de convertirse en el sendero mismo.

Un consejo práctico puede ser de valor aquí:

Estudiar con cuidado los tres primeros capítulos del Baghavad Gita. El problema de Arjuna es el de todos los discípulos, y la solución es eternamente la misma.

Estar alerta y vigilar el corazón. Es muy dolorosa la trasfe­rencia del fuego del centro plexo solar al centro cardíaco. No es fácil amar como lo hacen los Grandes Seres, con amor puro, que no exige recompensa; con amor impersonal, que se regocija cuan­do hay respuesta, pero no la espera, y ama constante, silenciosa y profundamente, a través de las aparentes divergencias, con la seguridad de, que cuando todos hayan encontrado el camino hacia el hogar, comprenderán que ese hogar es el lugar de unificación.

Prepararse para la soledad. Ésa es la ley. Cuando el hombre se desliga de todo lo que concierne a sus cuerpos físico, astral y mental, y se centraliza en el ego, sobreviene una separación tem­poraria que debe soportar y trascender y lo conduce posterior­mente a establecer un vínculo más estrecho con todos los que es­tán asociados con él, debido al karma contraído en vidas pasadas, al trabajo grupal y a la actividad desplegada por el discípulo (lle­vada a cabo casi inconscientemente al principio), al reunir a aque­llos a través de quienes deberá trabajar más tarde.

Cultivar la felicidad, sabiendo que la depresión, la investiga­ción excesivamente morbosa del móvil y la exagerada susceptibilidad a la crítica ajena, llevan a un estado en que el discípulo se hace casi inútil. La felicidad se basa en la confianza en el Dios interno, en una justa apreciación del tiempo y en el olvido de sí mismo. Tomar lo bueno y utilizarlo como verdades para difundir alegría y no rebelarse contra la felicidad y el placer del servicio prestado, creyendo que indica que algo no anda bien. El sufri­miento sobreviene cuando el yo inferior se rebela. El yo inferior controlado y la eliminación del deseo, traen alegría.

Tener paciencia. La resistencia es una de las características del ego. El ego persiste porque sabe que es inmortal. La personalidad se desalienta porque sabe que el tiempo es corto.

Al discípulo no le ocurre nada que no esté previsto en el plan, y cuando el móvil y la única aspiración del corazón es llevar a cabo la voluntad del Maestro y servir a la raza, lleva en sí la simiente de la próxima empresa y también produce el clima necesario para el siguiente paso. Esto aclara muchas cosas, y se hallará aquello de lo cual el discípulo puede depender cuando se nubla la visión, y el grado de vibración es inferior a lo que debe ser, ofuscándose el razonamiento por los miasmas sur­gidos de las circunstancias del plano físico. Muchas cosas que aparecen en el cuerpo astral están basadas, en la mayoría, en anti­guas vibraciones, y no tienen fundamento real; la lucha consiste en controlar de tal forma la situación astral, que de nuestras an­siedades y preocupaciones presentes, surjan la confianza y la paz, y de la acción e interacción violentas, provenga la tranquilidad.

Es posible alcanzar ese punto donde nada de lo que ocurre altera la calma interna, donde se reconoce y experimenta la paz que trasciende toda comprensión, porque la conciencia está centrada en el ego, que es la paz misma, y constituye el círculo de la vida búdica; donde se conoce y siente el aplomo y reina el equilibrio, porque el centro de vida reside en el ego, que en esencia es equi­librio; donde prevalece la serena e inconmovible calma y el divino Conocedor empuña las riendas del gobierno y no permite las perturbaciones del yo inferior; donde se alcanza la beatitud, que no está basada en las circunstancias de los tres mundos, sino en la comprensión interna de la existencia separada del no?yo, existen­cia que persiste cuando dejan de existir el tiempo y el espacio y todo cuanto contienen; esto se conoce cuando se experimentan, trascienden y trasmutan, las ilusiones de los planos inferiores, lo cual perdura cuando el pequeño mundo del esfuerzo humano se ha disipado y desaparecido y se lo considera inexistente, estando basado en el Conocimiento del YO SOY ÉSE.

Tal actitud y experiencia pueden ser llevadas a cabo por quienes persisten en su elevado esfuerzo, y a nada dan valor, con tal de alcanzar la meta, perseverando a través de las circunstancias, con los ojos fijos en la visión futura y los oídos atentos a la Voz del Dios interno, que resuena en el silencio del corazón; los pies firmemente asentados en el sendero que conduce al Portal de la Iniciación; las manos extendidas para ayudar al mundo, y toda la vida subordinada al llamado del servicio. Entonces, todo cuanto llega es para bien ?enfermedad, oportunidad, éxito y des­engaños, burlas y maquinaciones de los enemigos, incomprensión de los que amamos?, todo existe y debe utilizarse sólo para ser trasmutado. Como se verá, lo más importante es la continuidad de visión, la aspiración y el contacto internos. Lo que debe lo­grarse es esa continuidad, no por las circunstancias sino a pesar de ellas.

A medida que el aspirante progresa, no sólo equilibra los pa­res de opuestos, sino que le es revelado el secreto del corazón de su hermano. Se lo reconoce como una fuerza en el mundo, se lo aprecia como individuo y en él se confía que pueda prestar ser­vicio. Los hombres recurren a él para ser ayudados, pues reco­noce la actividad que desempeña, entonces emite su nota para ser oída en las filas dévicas y humanas. Lo logra en esta etapa mediante la pluma, la literatura, la palabra hablada, conferencias y enseñanzas y también la música, la pintura y el arte. Llega así al corazón de los hombres por cualesquiera de estos caminos, y se convierte en auxiliar y servidor de su raza. Mencionaré tam­bién otras dos características de esta etapa:

El aspirante conoce el valor oculto del dinero en el servicio. No busca nada para sí, excepto aquello que puede equiparlo para realizar el trabajo, considerando el dinero y lo que el dinero pro­cura, como algo que debe ser empleado para los demás, y como medio para lograr la fructificación de los planes del Maestro, tal como él los percibe. Muy poco es comprendida la significación oculta del dinero, sin embargo, una de las grandes pruebas para determinar el lugar que ocupa el hombre en el sendero de pro­bación, concierne a su actitud y al manejo de lo que todos los hombres buscan con el fin de satisfacer sus deseos. Quien nada desea para sí puede ser el receptor de la abundancia financiera y el distribuidor de las riquezas del universo. Por el contrario, si aumenta su riqueza, le acarrea dolor y angustia, descontento y perversión.

En esta etapa, la vida del aspirante se convierte también en instrumento de destrucción en el sentido oculto del término. La fuerza que fluye a través de él, procedente de los planos superiores y de su Dios interno, produce a veces resultados peculiares sobre su medio ambiente y dondequiera que vaya, porque actúa como estímulo, tanto para el bien como para el mal. Los pitris lunares o pequeñas vidas, que constituyen los cuerpos de sus hermanos y su propio cuerpo, son análogamente estimulados, acre­centada su actividad e intensificado grandemente su poder. Esto es utilizado por quienes trabajan en el aspecto interno, para lograr ciertos fines deseados, y con frecuencia causa la caída temporaria de las almas avanzadas. No pueden resistir la fuerza que afluye o desciende a ellas, y debido al sobreestímulo temporario de sus centros y vehículos, sufren un colapso. Esto sucede en los grupos y en los individuos, pero, a la inversa, si los señores lunares o vidas del yo inferior, han sido previamente sometidas y contro­ladas, entonces el efecto de la fuerza y de la energía recibida sirve para estimular la respuesta de la conciencia del cerebro físico y de los centros de la cabeza, al contacto egoico. Así, la fuerza que de otro modo sería destructiva, se convierte en factor benéfico y en útil estímulo, pudiendo ser utilizada por los Conocedores, a fin de conducir a los hombres hacia una mayor iluminación.

Todos estos pasos deben llevarse a cabo en los tres planos inferiores y en los tres cuerpos, y esto lo hacen de acuerdo a su rayo y subrayo particulares. De este modo el discípulo lleva a cabo el trabajo y recibe su prueba y entrenamiento. Así es con­ducido -mediante la correcta dirección de la energía y la mani­pulación inteligente de las corrientes de fuerza- al Portal de la Iniciación, y pasa del Aula del Aprendizaje al Aula de la Sabidu­ría, donde gradualmente se hace «consciente» de fuerzas y poderes latentes en su propio ego y en el grupo egoico; entonces puede utilizar la fuerza de ese grupo y puede confiársele su manejo, únicamente para ayudar a la humanidad; así ?después de la cuarta iniciación? participa de la energía del Logos planetario, enco­mendándosele una parte de la misma, que lo capacita para llevar adelante los planes del Logos planetario para la evolución.

Debe recordarse que los discípulos de primer rayo compren­den el discipulado en términos de, energía, fuerza o actividad, mientras que los discípulos de segundo rayo, en términos de con­ciencia o iniciación. A esto se debe la divergencia en las expre­siones comunes y la falta de comprensión entre los pensadores. Sería de utilidad expresar la idea del discipulado basándose en los distintos rayos, queriendo significar con ello el discipulado, manifestado como servicio en el plano físico:

1er.   Rayo        Fuerza              Energía             Acción          El ocultista

2do.  Rayo       Conciencia        Expansión          Iniciación     El verdadero síquico

3er.   Rayo       Adaptación        Desarrollo         Evolución    El mago

4to.   Rayo       Vibración          Respuesta          Expresión    El artista

5to.   Rayo       Mentalidad        Conocimiento   Ciencia        El científico

6to.   Rayo       Devoción           Abstracción       Idealismo    El devoto

7mo. Rayo       Encantamiento   Magia                Ritual          El ritualista

Recuerden que aquí nos ocupamos de los discípulos. A me­dida que éstos progresan, las diversas líneas se aproximan y fu­sionan. Todos han sido alguna vez magos, pues han pertenecido al tercer rayo. El problema se refiere ahora al místico y al ocul­tista, y a su síntesis final. Un estudio cuidadoso de lo antedicho, conducirá al reconocimiento de las dificultades que surgen entre los pensadores y los discípulos de todos los grupos, y consisten en su identificación con alguna forma y en su incapacidad de com­prender los diferentes puntos de vista de los demás. A medida que transcurra el tiempo y entren en más estrecha relación con los dos Maestros que les concierne (su Dios interno y su Maestro perso­nal), desaparecerá su incapacidad para cooperar y fusionar sus intereses en bien del grupo, y en lugar de divergencia habrá comu­nidad de esfuerzo, similitud de objetivos y mutua colaboración. Debería reflexionarse sobre esto, pues contiene la clave de mu­chas cosas enigmáticas que para la mayoría son angustiosas.

Este texto es un fragmento del libro “Iniciación Humana y Solar”, del Maestro Djwhal Khul o “Tibetano”, Desde aqui puedes descargar el libro completo:

1. Iniciación Humana y Solar

Una Iniciación es una expansión de conciencia que lleva a la iluminación y a la revelación. La iniciación es experimentada por todas las formas de vida, grandes o pequeñas. El trabajo de la Jerarquía Planetaria en sus muchas etapas de maestría se describe en este libro y se dan catorce Reglas por medio de las cuales el neófito puede convertirse en un aspirante al Portal de la Iniciación.

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1 comentario

  1. Me parece que es muy largo el camino para llegar a tener contacto con el maestro o de perdido escucharlo .Pero ningun esfuerzo es vano , pues el que busca encuentra .
    Gracias maestro por sus palabras y su guia para todo el que quiera entrar en el dicipulado.

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