Haití, un mes después del terremoto
Daniel Jiménez • 15/2/10 •
Recientemente se cumplió el primer mes del trágico terremoto de Haití, que ha dejado un saldo de más de 270.000 personas muertas, miles de heridos y más de un millón sin hogar. Esto ha sucedido en uno de los países más pobres del planeta, al que rara vez se presta atención desde los países desarrollados si no ocurren hechos excepcionales. Pero el drama de Haití comenzó mucho antes del terremoto, y continuarás tras dejar atrás esta catástrofe y todas las que puedan sobrevenir en el futuro, a menos que cambien sustancialmente las condiciones internas del país, así como muchas de las políticas económicas neoliberales que se impulsan a nivel internacional. Esta es la tesis de Waldo Fernández, Coordinador de Manos Unidas para los proyectos de Centroamérica y el Caribe, al que hemos realizado la siguiente entrevista.
Noticias Positivas: Un mes después del seísmo ¿cuál es la situación en este castigado país?
Waldo Fernández: Lo más fácil sería decir que la situación tiende a normalizarse, aunque cuando hablamos de normalizar en Haití sabemos que es muy relativo. Normalizar significa que la ayuda va llegando, siempre con limitaciones, a las personas damnificadas.
En todas las situaciones de emergencia, y a mí me han tocado muchas, siempre es problemática la llegada y la distribución de la ayuda, pero en Haití cobra dimensiones mucho mayores por todas las carencias administrativas. El estado está ausente o incluso es inexistente, y eso hace que se dificulte mucho más todo. Dentro de toda esta complicación, la ayuda está fluyendo y no se está quedando almacenada en el aeropuerto como ocurría en los primeros días.
Hablamos de la ayuda más estrictamente de emergencia. Hay que tener en cuenta que todavía hay varios cientos de miles de personas durmiendo en la calle en Puerto Príncipe. Según nuestros socios locales haitianos, mucha de esta gente continúa saliendo de la capital rumbo a sus lugares de origen en el campo.
N+: El problema es que el campo ha quedado muy abandonado tras años de políticas neoliberales.
WF: Estas políticas económicas han hecho mucho daño a Haití en las últimas décadas, sobre todo a partir de 1990. En ese año es elegido presidente Jean-Bertrand Aristide, que pretendía entonces iniciar un programa de reformas sociales. Pero a los ocho meses tuvo lugar un golpe de estado y el mandatario es sacado del país y llevado en un avión a EEUU, que fue quien promovió el golpe. En 1994, EEUU restaura en el poder al propio Aristide, pero a su vuelta ni él ni su partido eran ya los mismos ni tenían los mismos planes reformistas.
El caso es que la semana anterior a la vuelta de Aristide, la administración golpista firmó una carta de intenciones con el Banco Mundial, el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo. Ese documento otorgaba nuevos créditos a Haití, pero destinados no a impulsar el país, sino a pagar la deuda anterior, adquirida en su mayor parte por los gobiernos golpistas entre 1990 y 1994. Aristide llegó pues con las manos atadas.
Lo más lacerante fue la apertura comercial a la que obligaba la concesión de estos créditos. Apertura comercial que desmanteló la agricultura local. A Haití comenzaron a llegar los excedentes agrícolas de EEUU, sobre todo el arroz, producto básico en la dieta haitiana. El resultado fue muy negativo. En Haití se producía el 90% de los alimentos que consumía la gente, pero hoy, debido a esta política, tiene que importar el 55%.
Los inmensos arrozales de Haití quedaron desierto tras la apertura de fronteras debido a la competencia desleal del arroz más barato de EEUU. De hecho, al productor de California le sale más barato producir el arroz que al productor haitiano, que no podía competir en esta situación. La gente acabó abandonando el campo y tuvo que ir a Puerto Príncipe. Yo me pregunto cuántos de estos antiguos agricultores quedaron bajo los escombros. Este es el resultado de la competencia desleal provocada por los acuerdos del libre comercio.
N+: Según este enfoque, la primera ayuda que debería recibir Haití sería acabar con este tipo de acuerdos de libre comercio para su territorio.
WF: Es inexcusable la renuncia y la abolición de los acuerdos y tratados comerciales que favorezcan a las empresas extranjeras, pero no a los ciudadanos haitianos.
Yo me pregunto si cuando se plantea la reconstrucción, se habla sólo de reconstruir el país que existía antes del 12 de enero. Evidentemente, hay que reponer lo perdido, pero también es necesario apoyar la producción y llevar inversión productiva. Ayudar a que los campesinos puedan producir los alimentos, en suma.
Este es el país más deforestado de América. Sólo queda un 2% de superficie forestal en Haití, al que están convirtiendo en un desierto. Esto es terriblemente perjudicial para la producción agrícola, que es la base de la sustentación de los ciudadanos. La reconstrucción tiene que impulsar por tanto una agricultura ecológica que diversifique la producción y garantice la alimentación de la gente. Además, se calcula que el 75% de la población no tiene empleo, y si queremos ayudarles, tenemos que ver cómo se puede generar empleo. Y en un país rural, es evidente que la solución es invertir en el campo.
N+: Un complemento necesario de todas estas políticas es la abolición de la deuda externa.
WF: Haití tiene en torno a los 900 millones de dólares de deuda externa, y eso es abrumador para un país de sus características. Más de la mitad de la deuda es con los bancos, el FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Para que el país prospere, hay que condonar esta deuda ya que, si todo lo que produces tienes que destinarlo a pagar lo que debes, como pasa en este caso, no vas a despegar nunca.
Otro criterio que hay que tener presente es evitar que los recursos de ayuda de los organismos de la comunidad internacional generen un nuevo endeudamiento o establezcan condiciones o imposiciones externas que vayan a desvirtuar los mecanismos de la recomposición. En general son ayudas atadas a determinadas condiciones. Por ejemplo, te apoyan para construir carreteras pero si compras tractores de una determinada marca. No es honesto tratar de buscar estas ventajas.
N+: Estas palabras me recuerdan a lo que pasó en el sureste asiático tras el tsunami de 2004. En Sri Lanka, muchos de los pescadores locales de la costa que fueron víctimas de la tragedia tuvieron que sufrir después una segunda tragedia provocada precisamente por la reconstrucción. En lugar de apoyarles para que pudieran volver a pescar, se les echó de la costa para construir hoteles y residenciales turísticos de lujo.
WF: A veces la mala gestión de las ayudas provoca fracturas en la organización comunitaria de la sociedad, cuando precisamente esta cohesión debe ser otro de los elementos a reforzar. En el caso de Haití, no se puede hablar de reconstrucción si no se produce una refundación del estado haitiano. Es cierto que es un estado raquítico, ausente y sin recursos, pero aunque los tuviera, no sabría cómo emplearlos porque a veces tienen más fuerza algunas bandas armadas que el propio estado.
Hace seis años se mandó una misión de la ONU, la MINUSTAD, a Haití con la finalidad de garantizar la estabilidad del país. Pero yo me pregunto qué significa garantizar la estabilidad del país. Si hablamos sólo de evitar que la gente se mate, si se da estabilidad. Pero no se han generado nuevas prácticas políticas que serían necesarias. Tendría que haberse completado ese mandato con alguna fuerza no militar, sino política, que hubiera procurado un acercamiento entre las diferentes fuerzas políticas del país.
Desde el derrocamiento de la dictadura de los Duvalier, en 1986, cada gobierno que ha entrado ha creado su propia fuerza militar para protegerse y para sobrevivir. Cuando llegan unas elecciones y entra otro gobierno distinto, el recién formado ejecutivo hace lo mismo, pero el que ha terminado su mandato no deshace su guardia. Hoy día hay muchas de estas fuerzas con sus respectivos territorios controlados por ellas. Esto se mezcla con otros problemas como el crimen organizado o el narcotráfico.
Hay que ver cómo se desmoviliza a esta gente y se termina con la proliferación de armas provocada por la existencia de dichos grupos. Hace falta un proceso de reeducación pacífica ciudadana, no sólo medidas represivas que no tengan en cuenta los problemas de los haitianos para sobrevivir. Si la gente no tiene qué comer, buscará cómo, y si tiene que usar un arma, lo hará. Es imprescindible crear nuevas formas de trabajo y pacificar el país con medidas sociales y económicas y educación ciudadana. Hay que pensar en la sociedad civil. Haití es un país desarticulado con muy poco tejido social.
N+: Eso a pesar de su historia de tanta lucha popular, con episodios tan importantes como la liberación de los esclavos que dio origen al país, o la propia subida al poder de Aristide, gracias a la unión de plataformas y movimientos sociales.
WF: La represión ha debilitado bastante a estas organizaciones de base. Por ejemplo, la dictadura de Duvalier dejó 30.000 muertos. Entre estas víctimas estaba la gente más luchadora y capaz de dirigir movimientos sociales. También con Aristide hubo muchas movilizaciones ciudadanas y entonces tuvo lugar un nuevo golpe de estado y más represión.
La sociedad haitiana se ha ido fracturando a lo largo de los últimos años debido a la actitud de las diferentes fuerzas políticas. Siguen existiendo organizaciones de base, pero con pocas fuerzas y poca vertebración porque se ocuparon de que no crecieran más.
Un tema inexcusable en el que pueden tener un importante papel las organizaciones de base es el aspecto de trabajar la llamada gestión del riesgo. En el caso de Haití, el principal riesgo, a pesar del terremoto, lo constituyen sobre todo los huracanes. Pero se pueden prever cuando van a llegar y estar preparados. Por ejemplo, el año pasado hubo huracanes bastante fuertes en El Salvador, pero murió muy poca gente porque se está trabajando mucho este asunto de saber gestionar los riesgos.
N+: Cambiando de asunto, otro tema que ha creado controversia es la actuación de los marines norteamericanos, que según algunas voces han llegado a torpedear el reparto de la ayuda debido a su afán de protagonismo.
WF: Yo tengo mis dudas sobre lo que ocurrió. Al tercer o cuarto día del terremoto, recibí un correo de un amigo de la República Dominicana. Es un jesuita que movilizó un convoy con 14 camiones de ayuda que partió desde la República Dominicana y llegó a Puerto Príncipe, donde descargaron el material en las bodegas de Cáritas. Me comentó que la red de distribución de esta ayuda que tenía Cáritas en la capital funcionaba razonablemente bien a pesar de las dificultades. Tengo la sensación de que se quiso dar la impresión de que aquello era un desastre y que debía ir alguien a arreglarlo. Entonces llegaron los marines y parecía que habían acabado todos los problemas. Yo creo en cambio que fue excesiva la intervención de los marines, como fueron exageradas las noticias sobre los pillajes o los saqueos. Miembros de una organización socia de Manos Unidas en Haití veían por la televisión internacional lo que decían los medios de comunicación sobre continuos saqueos y pillajes, y desde esta entidad nos decían que aunque es evidente que siempre ocurren estos episodios, la gente se estaba comportando de forma solidaria y tranquila en su inmensa mayoría. Hubo saqueos, claro, pero también los había antes del terremoto. En definitiva, se sobredimensionó la situación del caos y de los pillajes.
N+: La última cuestión es cómo podemos ayudar a la labor desempeñada por Manos Unidas en Haití.
WF: Nosotros llevamos trabajando en Haití más de 30 años con socios locales en el país. Estas organizaciones locales nos presentan sus propuestas. Desde aquí las analizamos, las aprobamos, enviamos el dinero y ellos se encargan de llevar a cabo el proyecto en el país caribeño.
Hemos enviado 1.166.000 euros en las dos primeras semanas tras la tragedia, período que es el más crítico dentro de la situación de emergencia. Estos fondos han sido empleados en 16 proyectos.
Ahora estamos tratando de articular un programa de reconstrucción coherente. Debe incluir en todo caso la reposición de las infraestructuras comunitarias, como escuelas, centros de salud, centros sociales o viviendas, dotadas por supuesto de mecanismos antisísmicos. También queremos poner énfasis en la inversión productiva y garantizar la seguridad alimentaria de los campesinos pobres y medianos. Es básico garantizar la capacitación técnica, administrativa y organizativa del campo. Otro asunto importante es la rehabilitación de las personas, ya que hay cientos de miles o incluso millones de haitianos que han quedado muy dañados en su personalidad tras la catástrofe.
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Foto: Huérfanas de Haití. Imagen de Ozier Muhammad Eyevine.