Humanizar la vida en la ciudad, por Isabel Soto Luque
Una arquitectura sustentable tiene que ver con aspirar a una vida de calidad en la ciudad, que permita volver a conectarse con la tierra y con el paisaje que nos rodea, volver a estar conscientes de las estaciones y los ciclos naturales.
Vivimos un momento de cambio planetario que trae consigo entre otros procesos una profunda revisión del modo en cómo hemos construido nuestras ciudades y edificaciones, en las que transcurre la mayor parte de nuestra vida. Algunos autores hablan de una nueva revolución: una revolución tecnológica y cultural, tanto o más importante que la revolución industrial.
Nos enfrentamos a dos desafíos de grandes proporciones que pueden ser determinantes de nuestro futuro: el primero es la necesidad imperativa de reducir los niveles de consumo energético, porque a los ritmos actuales necesitamos de un planeta y medio para satisfacer nuestras demandas siempre crecientes. El segundo, que surge como consecuencia directa del anterior, es la urgencia de detener la explotación de lo que queda de los recursos naturales, si queremos preservar la vida futura en la Tierra. Sin embargo necesitamos agua, electricidad, combustibles, alimentos y, en la dimensión que nos ocupa, suelo para seguir creciendo. ¿Hasta cuando? hasta que comprendamos como humanidad que vivimos en un planeta finito.
La ciudad que habitamos
Vivir en la ciudad implica, hoy en día, asumir ciertos costos inherentes, como la necesidad de trasladarnos a diario por vías normalmente recargadas de tráfico, respirar un aire con niveles crecientes de contaminación y vivir la congestión en múltiples dimensiones como parte de nuestro cotidiano: tener que hacer largas filas para ser atendidos al realizar una gestión, caminar con dificultad por veredas saturadas de gente, viajar en el metro en horas punta soportando el ahogo que nos produce, avanzar bajo el sol abrasador de febrero en lugares donde no hay árboles y otras sensaciones urbanas más o menos ingratas. En resumen, saturación y tensión en aumento, que afectan a la mayoría de los chilenos, ya que Chile está entre los países más urbanos del mundo con un 87% de población urbana.
Por otro lado en la escala de nuestras viviendas, no es raro escuchar historias de casas que son un horno en verano y un témpano en invierno. Sus habitantes transitan entre la queja y la aceptación, entre soportar o escapar y entre abrigarse y calefaccionarse o ventilarse con los medios disponibles según cada presupuesto. Esto sucede con mayor frecuencia de la que podamos imaginar, simplemente porque estamos acostumbrados a ello. Hay una gran cantidad de viviendas que se ha construido al margen del clima del lugar, sin considerar de manera prioritaria en el diseño, factores de orientación o asoleamiento, dejando de lado aspectos fundamentales como garantizar la luz y la ventilación natural de los recintos. Si se trata de departamentos, puede que sólo les llegue el sol de costado al atardecer y tal vez por la cocina.
Esto trae consigo un efecto directo sobre el medioambiente, como es el consumo de energías no renovables. Año tras año seguimos pasando los inviernos con artefactos que a la vez de calefaccionar nuestro hogar, emanan sustancias tóxicas que respiramos, y por las rendijas de nuestras puertas o ventanas mal ajustadas, se escapa el calor al frío ambiente exterior. A esto contribuyen también malas prácticas de diseño, como por ejemplo, grandes ventanales que están más inspirados en lograr efectos visuales, que en criterios de bienestar; o en un plano mas constructivo , en la instalación de ventanas con doble vidrio, sin considerar la envolvente, es decir muros, suelo y techo, que no cuentan con la aislación térmica adecuada o existen puentes térmicos entre la estructura y el exterior por donde se escapa la energía inexorablemente.
Una arquitectura sustentable
Entendida como ambientalmente consciente, es un conocimiento en pleno desarrollo que surge como respuesta a la necesidad de minimizar el impacto de las construcciones sobre el medioambiente y los habitantes, para reducir el consumo de energías fósiles en calefacción y enfriamiento.
Grandes avances en desarrollo tecnológico mejoran los procesos constructivos, incorporando el ciclo de vida de los materiales y su impacto ambiental desde su fabricación hasta el final de su vida útil, o estrategias para optimizar el uso de energías y recursos. Hay un mundo en elaboración que experimenta con el sol, el agua y las energías renovables, para ahorrar e incluso producir energía que puede ser incorporada a la red. Por otra parte se registra una creciente valoración de técnicas ancestrales que traen al presente la construcción con tierra y las respuestas de la arquitectura popular a las condiciones climáticas locales.
En otras dimensiones de este desarrollo encontramos el uso eficiente del agua, que incluye su reutilización y su recuperación mediante el aumento de superficies permeables y el trabajo con la vegetación por medio de su inclusión en techos y fachadas, o los propios árboles como elementos de control climático.
En Chile estamos en los inicios de este camino, construyendo conocimiento, experimentando en la práctica y recuperando antiguas sabidurías. Por ello es muy necesario fomentar la consciencia ambiental en los habitantes de la ciudad, para ir generando una masa crítica que establezca una demanda específica en estas materias.
“Vivimos un momento de cambio planetario que trae consigo entre otros procesos una profunda revisión del modo en como hemos construido nuestras ciudades y edificaciones, en las que transcurre la mayor parte de nuestra vida.”
Otro habitat es posible
Esta propuesta que puede parecer ingenua, nace como consecuencia lógica de mirar el sinsentido de la vida urbana actual y de hacer un paralelo con las propuestas alternativas de salud y alimentación natural, cada vez mas validadas, y tiene que ver con aspirar a una vida de calidad en la ciudad, que permita volver a conectarse con la tierra y con el paisaje que nos rodea. Volver a estar conscientes de las estaciones y los ciclos naturales. Saber por donde sale el sol en verano y por donde en invierno. Poder respirar hondo un aire limpio, habitar en casas confortables, eficientes y acogedoras. Poder cultivar nuestros alimentos si así lo queremos y desarrollar nuestras actividades de trabajo o estudio cerca de casa, para no perder horas valiosas en atochamientos o largos recorridos de transporte público. Recuperar la dimensión de barrio, conocer a los vecinos, poder gestionar en conjunto mejoras para nuestro entorno y abrirnos a experimentar iniciativas comunitarias como grupos de consumo o huertas comunitarias, para traspasar la barrera de este modo de vida individualista que nos ha condicionado.
Parece un sueño, pero hay muchos lugares de la tierra en que esto es ya una realidad. Ecobarrios y Co-viviendas de variado tipo y escala, constituyen ejemplos de otro modo de habitar la ciudad, que recupera la escala humana y contribuye a restablecer la armonía con el planeta. La agricultura urbana es uno de los factores clave; otro es la implementación de medidas de control del tráfico vehicular para que el tránsito de bicicletas y peatones sea prioritario; otro es la educación ambiental y el aprendizaje del ahorro de recursos y la reducción de los residuos.
Esto no es inmediato, ya que está todo dado para que el mundo funcione como ha venido haciéndolo hasta ahora, con las consecuencias que empezamos a lamentar. Por el contrario; requiere de un gran esfuerzo y compromiso colectivo, que surge de la consciencia de la envergadura de la crisis planetaria y de la decisión de colaborar al restablecimiento del equilibrio de la tierra, a partir de la noción de que todo está interconectado y de que todo es importante y significativo, aunque sea pequeño.
La invitación
Sustentabilidad activa podría llamarse la estrategia, que implica en primer lugar, tomar consciencia de que depende de cada uno/a de los ciudadanos, trabajar para construir este Otro Habitat. Comprometerse en esta construcción de futuro que empieza hoy, tiene que ver con cuatro pasos básicos que de alguna manera ya se instalan en nuestro imaginario:
- El primero, es tomar consciencia concreta de los límites: como no es posible seguir creciendo eternamente en un planeta finito, es necesario empezar a reducir y ahorrar en consumos, uso de recursos y energías; replantear nuestro modo de vida y desprendernos de un estilo incompatible con la Tierra. Esto se inserta en la estrategia del decrecimiento, que inspira variados movimientos de cambio cultural en desarrollo.
- El segundo paso, es comprometernos en la tarea de recuperar el equilibrio perdido de nuestra Tierra; rehabilitar, sanar y crear espacios armónicos. Esto implica tomar parte activa en lo que nos concierne, desde hacer del reciclaje un hábito creciente, ir reduciendo el nivel de consumo de elementos tóxicos en nuestro hogar, mejorar la calidad de la naturaleza en nuestro entorno: plantar árboles, cuidar el agua.
- El tercero es conectar, crear redes y sumarse a otras de mayor dimensión y alcance, en resumen, participar; porque esta tarea descomunal no se hace en solitario. Así potenciamos prácticas positivas en una actitud creativa que nos permite trascender la queja y generar avances concretos, valorando los aportes individuales y colectivos. En esta escala podemos sumarnos a causas de mayor envergadura que afectan a nuestro territorio global.
- Y el cuarto, es celebrar la vida y honrar la Tierra; partiendo por conectarnos con los ciclos, las estaciones, los movimientos del sol y las fases de la luna, es posible establecer un calendario de ritos y momentos de encuentro comunitario. Pueden haber muchos motivos para celebrar, incluso algunos eventos sencillos, como por ejemplo, la cordillera en Santiago después de un día de lluvia.
Isabel Soto Luque es arquitecta de la Universidad Católica de Chile, fotógrafa y escritora aficionada. Tiene un Diplomado en Arquitectura Sustentable la Universidad Católica y una Maestría en Medioambiente y Arquitectura Bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Isabel participa en el Programa de huertas urbanas de La Reina y practica la biodanza.