«Las dos revelaciones» y «Los cetros de iniciación», por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

Jorge Gomez (333)

Maestro Tibetano djwhal khul

CAPÍTULO XII

LAS DOS REVELACIONES

  Consideraremos ahora las cinco etapas de la ceremonia de la Iniciación, y son:

  1. La «Presencia» revelada.

 

  1. La «Visión» percibida.

 

  1. La aplicación del Cetro, que afecta

a. a los cuerpos, b. a los centros, e. al vehículo causal.

  1. El juramento.

 

  1. La revelación del «Secreto» y de la Palabra.

  Estos puntos son enumerados en su debido orden y debe re­cordarse que tal orden no es arbitrario y conduce al iniciado de una revelación a otra, hasta la etapa culminante donde se le co­munica uno de los secretos y una de las cinco palabras de poder que le abren los distintos planos, con todas sus evoluciones. Todo lo que aquí se intenta es indicar las cinco etapas principales que abarcan lógicamente la Ceremonia de la Iniciación: el estudiante debe tener presente que cada una es en sí una ceremonia com­pleta, factible de ser clasificada en forma detallada.   Trataremos los distintos puntos, deteniéndonos brevemente en cada uno, pero recordando que las palabras limitan y restringen el verdadero significado.   La Revelación de la «Presencia».   Durante los períodos finales del cielo de encarnaciones, don­de el hombre hace malabarismos con los pares de opuestos y que, a través de la discriminación está siendo consciente de la realidad y de la irrealidad, surge en su mente la comprensión de que él mismo es una Existencia inmortal, un Dios imperecedero y una parte de lo Infinito. Cada vez se hace más evidente el eslabón entre el hombre en el plano físico y este Regidor interno, hasta que sobreviene la gran revelación. Llega un momento en la exis­tencia del hombre en que se encara conscientemente con su yo real, y sabe que él es ese yo en realidad y no en teoría. Adquiere conciencia del Dios interno, no por medio del oído ni de su aten­ción a la voz interna que dirige y controla, denominada la «voz de la conciencia», sino por medio de la percepción y de la visión directa. Ahora responde no sólo a lo que oye sino también a lo que ve.   Sabemos que los primeros sentidos que el niño desarrolla son: el oído, el tacto y la vista. El niño percibe el sonido y vuelve la cabeza; palpa y toca; finalmente ve conscientemente y estos tres sentidos coordinan la personalidad. Éstos son los tres sentidos vitales. Le siguen el gusto y el olfato, pero no son indispensables, en la vida y aunque carezca de ellos, el hombre no tiene ningún obstáculo para establecer contactos en el plano físico. En la senda del desarrollo interno o subjetivo, rige la misma secuencia.   El oído –responde a la voz de la conciencia, a medida que guía, dirige y controla. Esto abarca el período de la evolución es­trictamente normal.   El tacto –responde al control o vibración, y reconoce lo que está fuera de una unidad humana separada en el plano físico. Abarca el período del gradual desenvolvimiento espiritual, los senderos de probación y del discipulado, hasta el portal de la iniciación. El hombre entra periódicamente en contacto con lo que es superior a él, adquiere conciencia del “toque” del Maestro, de las vibraciones egoica y grupal, y por medio del sentido oculto del tacto se familiariza con lo interno y sutil. Procura alcanzar aquello que concierne al yo superior y al tocar las cosas invisibles, se habitúa a ellas.   La vista –esa visión interna que se adquiere por medio del proceso de la iniciación y que después de todo sólo es el recono­cimiento de las facultades siempre presentes aunque desconoci­das. Así como el niño nace con los ojos perfectamente sanos y llega un día en que lo primero que se observa es su reconocimien­to consciente de lo que ve, así también ocurre con el individuo que se está desarrollando espiritualmente. El medio para la vi­sión interna siempre existió y lo que puede verse está siempre presente, pero la mayoría de las personas no lo reconocen.   Este «reconocimiento» por el iniciado, es el primer gran pa­so en la ceremonia de la iniciación y hasta no trascenderlo se postergan las demás etapas. En cada iniciación el reconocimien­to es distinto y puede sintetizarse de la manera siguiente:   El ego, reflejo de la mónada, es en sí una triplicidad, como lo es todo en la naturaleza. Refleja los tres aspectos de la divini­dad, así como la mónada refleja, en un plano superior, los tres ?voluntad, amor?sabiduría e inteligencia activa? de la Deidad. Por lo tanto:   En la primera iniciación, el iniciado llega a ser consciente del tercer aspecto, o aspecto inferior del ego, el de la inteligencia activa. Se enfrenta con la manifestación del gran ángel solar (pitri) que es él mismo, el auténtico yo. Entonces conoce, sin lugar a duda, que esa manifestación de inteligencia es esa En­tidad eterna que, a través de las épocas, ha demostrado sus po­deres en el plano físico por medio de sucesivas encarnaciones.   En la segunda iniciación, esta gran Presencia se ve como una dualidad, y otro aspecto brilla ante él. Se da cuenta que esta radiante Vida identificada consigo mismo, no sólo actúa con in­teligencia, sino que su origen es amor?sabiduría. Fusiona su con­ciencia con dicha Vida y se hace uno con ella, a fin de que en el plano físico, mediante e1 yo personal, esa Vida se vea como amor inteligente, expresándose a sí mismo.   En la tercera iniciación, el ego se presenta ante el iniciado como triplicidad perfeccionada. No sólo conoce el yo como amor inteligente activo, sino que se revela también como voluntad o propósito fundamental, con el cual el hombre e se identifica in­mediatamente y sabe que los tres mundos no contienen nada para él en el futuro, sólo sirven como esfera de servicio activo, manifestándose como amor para lograr un propósito, oculto du­rante edades en el  corazón del yo. Habiéndose revelado ese propósito, puede entonces colaborar con él inteligentemente y así madurarlo.   Estas profundas revelaciones brillan ante el iniciado en for­ma triple:   Como radiante existencia angélica, vista con el ojo interno, con la misma exactitud y criterio, análogamente a como un hom­bre enfrenta a otro. El gran ángel solar, que constituye el hom­bre real y su expresión en el plano de la mente superior, es li­teralmente su divino antecesor, el «Observador» que, durante lar­gos ciclos de encarnaciones, se ha sacrificado para que el hombre pueda SER.   Como esfera de fuego radiante, vinculada con el iniciado que está ante ella, por el hilo de fuego magnético que pasa a través de todos sus cuerpos y termina en el centro del cerebro físico. Este «hilo de plata» (como se lo llama inexactamente en La Bi­blia, al describir su liberación del cuerpo físico y la subsiguiente abstracción) emana del centro cardíaco del Ángel solar, vinculando así corazón y cerebro ?esa gran dualidad que manifiesta amor e inteligencia en este sistema solar. La esfera ígnea está análogamente vinculada del mismo modo, con. muchas otras que pertenecen al mismo grupo y rayo. Este hecho concreto demues­tra que todos somos uno en los planos superiores. Una sola vida palpita y circula a través de todo, mediante hilos ígneos y es parte de la revelación que el hombre recibe, ante la «Presencia”, con sus ojos ocultamente abiertos.   Como policromo Loto de nueve pétalos, que están colocados en tres círculos alrededor de un conjunto central de tres pétalos herméticamente cerrados, los cuales protegen lo que en los libros orientales se denomina «la Joya en el Loto». Este Loto es de rara belleza, palpitante de vida y radiante, en todos los colores del arco iris; en las tres primeras iniciaciones los tres círculos se revelan por orden correlativo hasta que en la cuarta iniciación el iniciado se encuentra ante una revelación mayor y conoce el secre­to de lo que encierra el capullo central. A este respecto, la tercera iniciación difiere algo de las otras, pues por el poder de un Hie­rofante aún más excelso que el Bodhisattva, se conoce por pri­mera vez el fuego eléctrico del espíritu puro, latente en el cora­zón del Loto.   Las palabras «ángel solar», «esfera de fuego» y «loto», ocul­tan un aspecto del misterio central de la vida humana, pero sólo será evidente para quienes tienen ojos para ver. La significación mística de estas frases gráficas constituirá una celada o motivo de incredulidad para el hombre que intente materializarlas en forma indebida. En estos términos se oculta la idea de una exis­tencia inmortal, de una Entidad divina, de un gran centro de energía ígnea y del pleno florecimiento de la evolución, y así de­ben ser considerados.   En la cuarta iniciación, el iniciado comparece ante la Pre­sencia de ese aspecto de Sí mismo denominado «Su Padre en los Cielos”. Se lo enfrenta con su propia mónada, esa esencia espiritual pura, existente en el plano más elevado, excepto uno, que es para su ego o yo superior, lo que ese ego es para la per­sonalidad o yo inferior.   La mónada se manifiesta en el plano mental en forma triple, por medio del ego; pero todavía faltan todos los aspectos de la mente, tal como la comprendemos. El ángel solar con quien es­taba en contacto, se retira; la forma mediante la cual actuaba (el cuerpo egoico o causal) desaparece y sólo queda el amor­-sabiduría y esa voluntad dinámica que es la característica prin­cipal del espíritu. El yo inferior sirvió para los propósitos del ego y fue descartado; de igual modo el ego sirvió a los designios de la mónada y ya no hace falta; el iniciado se ve libre de am­bos, plenamente liberado y es capaz de entrar en contacto con la mónada, así como anteriormente aprendió a entrar en contacto con el ego. Para las restantes manifestaciones en los tres mundos, está regido sólo por la voluntad y el propósito autoiniciados y crea su cuerpo de manifestación, controlando (dentro de las li­mitaciones kármicas) sus propios períodos y ciclos. El karma que aquí se menciona es el planetario, no el personal. En la cuarta iniciación entra en contacto con el aspecto amor de la mónada y, en la quinta, con el aspecto voluntad, así completa sus contactos, responde a todas las vibraciones necesarias y es el amo de los cinco planos de la evolución humana.   Además, en las iniciaciones tercera, cuarta y quinta, se hace consciente de esa «Presencia» que encierra en sí esa entidad es­piritual, su propia mónada, y la ve como una con el Logos pla­netario. A través del canal de su propia mónada ve los mismos aspectos (que esa mónada personifica) en escala más amplia, re­velándolo así al Logos planetario, el cual anima a todas las mó­nadas de Su rayo. Esta verdad es casi imposible de expresar en palabras y concierne a la relación que tiene el punto eléctrico de fuego, la mónada, con la estrella de cinco puntas, que revela al iniciado la Presencia del Logos planetario. Esto es práctica­mente incomprensible para el hombre común, aunque este libro fue escrito para él.   En la sexta iniciación, el iniciado actúa conscientemente co­mo aspecto amor de la mónada, y es llevado (por medio de su “Padre») a un reconocimiento más vasto; llega a ser consciente de esa Estrella que encierra a su estrella planetaria, así como ésta incluyó antes a su propia y diminuta «chispa». De este modo se pone en contacto consciente con el Logos solar y llega a conocer dentro de sí mismo, la Unicidad de toda vida y manifestación.   Este reconocimiento se expande en la séptima iniciación, a fin de que dos aspectos de la Vida una lleguen a ser realidades para el emancipado Buda.   En forma gradual el iniciado llega frente a la Verdad y a la Existencia. Será evidente para los estudiantes reflexivos, que la revelación de la Presencia tiene que preceder a las demás reve­laciones. Esto introduce en la mente del iniciado los conocimien­tos fundamentales siguientes:   Se justifica la fe que ha sustentado durante épocas y la es­peranza y la creencia se fusionan en un hecho autocomproba­do. La fe se pierde de vista y las cosas invisibles son vistas y conocidas, Ya no duda, y por su propio esfuerzo el iniciado se convierte en conocedor.   La unicidad con sus hermanos queda comprobada, y reconoce el lazo indisoluble que en todas partes lo vincula a sus seme­jantes. La hermandad ya no es una teoría, sino un hecho científicamente comprobado, del cual no puede dudarse, como tam­poco de la separatividad de los hombres en el plano físico.   La inmortalidad del alma y la realidad de los mundos invi­sibles quedan para él comprobados y establecidos; antes de la iniciación esta creencia estaba basada en una breve y fugaz vi­sión y en firmes convicciones internas (resultado del razonamien­to lógico y de la intuición, en gradual desarrollo), ahora se basa en la percepción y en el reconocimiento de su propia naturaleza inmortal, fuera de toda controversia.   Comprende el significado y la fuente de energía y puede empezar a manejar el poder con precisión y dirección científicas. Sabe de donde extrae la energía, pues ha tenido una vislumbre de los recursos disponibles de la energía. Antes sabía que existía y la utilizaba ciegamente y a veces en forma imprudente, ahora, dirigido por la «mente abierta», la percibe y puede colaborar in­teligentemente con las fuerzas de la naturaleza.   La revelación de la Presencia produce de muchas maneras resultados definidos en el iniciado, y la Jerarquía considera que éste es un preámbulo necesario para ulteriores revelaciones.   La Revelación de la Visión.   La próxima importante revelación es la de la Visión, pues ha llevado al individuo a enfrentar a Aquél con quien ha tenido que ver durante incontables épocas, despertando en él la comprensión inquebrantable de la unicidad de la vida fundamental, al mani­festarse a través de las vidas menores. La primera revelación con­cierne a lo indefinible e inimitable y es (para la mente finita) in­finito en su abstracción y absolutismo. La segunda revelación concierne al tiempo y espacio, e involucra el reconocimiento por el iniciado -mediante el sentido de la visión oculta recientemen­te despertado-, de la parte que ha desempeñado y debe desempeñar en el plan y posteriormente la parte del plan mismo, en lo que concierne a   a. su Ego, b. su grupo egoico, c. su rayo grupal, d. su Logos planetario.   En esta cuádruple captación está descripto el conocimiento gradual que corresponde al proceso de las cuatro iniciaciones que preceden a la liberación final.   En la primera iniciación se da cuenta definidamente de la parte poco evidente que le corresponde en su vida personal durante el intervalo desde la revelación hasta la segunda ini­ciación. Esto puede requerir una o varias vidas. Sabe la dirección que debe tomar; conoce algo de su participación en el ser­vicio de la raza; ve el plan como un todo, en lo que a él concierne, como un pequeño mosaico dentro del diseño general; adquiere conciencia de cómo puede servir ?con su particular tipo de men­talidad, su conjunto de facultades mentales o de las otras, y de sus diversas capacidades? y lo que debe realizar antes de poder hallarse de nuevo ante la Presencia y recibir una amplia reve­lación.   En la segunda iniciación ve la parte que su grupo egoico des­empeña en el esquema general. Llega a ser más consciente de las distintas unidades de grupo con las cuales está intrínsecamen­te asociado; las reconoce por sus personalidades, si están encar­nadas, y en cierto modo ve cuáles son las relaciones kármicas entre él, los grupos y los individuos; obtiene la visión interna del propósito específico grupal, y de su relación con otros grupos. Entonces puede actuar con mayor seguridad y su intercambio con otros individuos, en el plano físico, será más firme; puede ayu­darlos y ayudarse a sí mismo a ajustar el karma y, por lo tanto, acercarse más rápidamente a la liberación final. Las relaciones grupales se consolidan, y los planes y propósitos pueden impulsar­se más inteligentemente. A medida que prosigue esta consolida­ción de las relaciones grupales, produce en el plano físico esa concertada acción y unidad inteligente del propósito, que da por resultado la materialización de los ideales superiores y la adapta­ción de la fuerza para el sabio desarrollo de los fines de la evo­lución. Cuando esto llega a cierta etapa, las unidades que for­man los grupos han aprendido a trabajar juntas y a estimularse mutuamente, de manera que pueden adquirir un mayor conoci­miento, que dará como resultado mayor capacidad para ayudar.   En la tercera iniciación se le revela al iniciado la finalidad del subrayo del rayo al cual pertenece su ego. Todas las unidades egoicas pertenecen a algún subrayo del rayo monádico. Este re­conocimiento se le otorga al iniciado, a fin de capacitarlo para encontrar oportunamente por sí mismo (siguiendo la línea de me­nor resistencia) el rayo de su mónada. El subrayo lleva en su corriente de energía muchos grupos de egos y no sólo tiene conciencia de su grupo egoico y de su inteligente finalidad, sino de muchos otros grupos similares. Su energía se dirige conjuntamente hacia un objetivo claramente definido.   Habiendo aprendido algo sobre las relaciones grupales y desarrollado la capacidad de trabajar con unidades en formación grupal, el iniciado aprende el secreto de la subordinación del grupo al bien del conjunto de grupos. Esto se manifiesta en el plano físico como capacidad para trabajar sabia, inteligente y armónicamente con distintos individuos, colaborar en grandes planes y ejercer una amplia influencia.   Se le revela una parte de los planes del Logos planetario y esta visión incluye la revelación del plan y del propósito en lo que al planeta concierne, aunque todavía la visión sea confusa respecto a esos planes, en su relación planetaria. Esto lleva al iniciado, por medio de una serie de graduados conocimientos, a los portales de la cuarta iniciación. Con la total liberación del ini­ciado de las ataduras en los tres mundos y la ruptura de todas las ligaduras de las limitaciones kármicas, amplía enormemente la visión y puede decirse que por primera vez se da cuenta de la amplitud del propósito planetario y del karma en el esquema. Habiendo ya ajustado su karma personal, relativamente de poca importancia, puede dedicarse a agotar el karma planetario y tam­bién abocarse a desarrollar los planes de largo alcance de esa gran Vida que incluye a todas las vidas menores. No sólo alcanza el pleno reconocimiento del propósito y los planes de toda la evo­lución en su propio esquema planetario, la Tierra, sino que inclu­ye en su radio de conocimiento, ese esquema planetario que es el complemento o polo opuesto de nuestra Tierra. Comprende la interrelación existente entre los dos esquemas y se le revela el vasto propósito dual. Se le demuestra que este plan debe conver­tirse en un solo plan unido y de allí en adelante dedica todas sus energías a colaborar en forma planetaria, a medida que el plan se desarrolla, mientras trabaja con las dos grandes evoluciones en nuestro planeta, la humana y la dévica, y a través de ellas. Esto concierne al establecimiento de los reajustes y a la aplicación gradual de  la energía para estimular los diversos reinos de la na­turaleza y, mediante la fusión de todas las fuerzas de la natura­leza, acelerar la interacción de la energía entre los dos esquemas. De este modo los planes del Logos solar pueden consumarse a medida que se desarrollan por medio de los dos Logos planeta­rios. El manejo de la energía solar, en pequeña escala, es ahora privilegio del iniciado, pues no sólo se lo admite en la cámara del concilio de su propia Jerarquía, sino que se le permite asistir cuando otros agentes planetarios están reunidos con el Señor del Mundo y los dos grandes dirigentes departamentales.   En la quinta iniciación la visión le otorga al iniciado una pers­pectiva más amplia y ve un tercer esquema planetario que, con los otros dos, forma uno de los triángulos de fuerza, necesarios en el desarrollo de la evolución solar. Así como toda manifesta­ción prosigue por medio de la dualidad y la triplicidad, para re­tornar a la síntesis eventual, así estos esquemas, que sólo son centros de fuerza en el cuerpo de un Logos solar, actúan prime­ro como unidades separadas que viven su propia vida integral, luego como dualidades, por el intercambio de fuerza a través de dos esquemas, pues en esta forma se ayudan, complementan y es­timulan mutuamente y, finalmente, como un triángulo solar, que hace circular la fuerza de un punto a otro, de un centro a otro, hasta que la energía es fusionada y sintetizada y los tres actúan en forma unida.   Cuando el adepto de la quinta iniciación puede actuar de acuerdo con los planes de los tres Logos implicados, colaboran­do con ellos cada vez con mayor capacidad a medida que trans­curre el tiempo, está preparado para la sexta iniciación, que lo admitirá a cónclaves superiores. Así llega a participar no sólo de los propósitos planetarios, sino también de los solares.   En la sexta iniciación posee la más maravillosa visión de to­da la serie. Ve el sistema solar como una unidad y recibe una breve revelación que abre ante su asombrado entendimiento los propósitos fundamentales del Logos solar, viendo por primera vez el conjunto de planes con todas sus ramificaciones.   En la séptima iniciación su visión penetra más allá del «círcu­lo no se pasa» solar y puede ver lo que ha conocido como funda­mental hecho teórico, que nuestro Logos solar está implicado en los planes y propósitos de una Existencia superior y que el sis­tema solar es sólo uno de los numerosos centros de fuerza y por su intermedio se está expresando una Entidad cósmica mucho más grande que nuestro Logos solar. En todas estas visiones subyace un gran propósito: la revelación de la unidad esencial y el descubrimiento de esas relaciones internas que, una vez co­nocidas, tenderán, en forma cada vez más plena, a impulsar al iniciado a servir abnegadamente y lo convertirá en un trabajador de la síntesis, la armonía y la unidad fundamental.   La ceremonia de la Iniciación, donde se le abren los ojos al iniciado para ver y comprender, se divide en tres partes, que no obstante son un solo proceso:   1. El pasado se despliega ante él; se ve a sí mismo desem­peñando muchos papeles, comprendiendo que sólo constituyen la gradual conducción de sus fuerzas y facultades hasta el punto en que pueda servir a su grupo y con el grupo. Se ve y se identifica ?según la iniciación?

  1. con él mismo, en muchas vidas anteriores,
  2. con su grupo, en anteriores grupos de vida,
  3. con su rayo egoico, mientras afluye a través de muchos cielos,
  4. con su Logos planetario, cuando actuó en el pasado, a través de muchas evoluciones y    reinos en todo el esquema,

  y así sucesivamente, hasta que se identifica con el pasado de la Vida una, que fluye a través de todos los esquemas planetarios y evoluciones del sistema solar, lo cual despierta en él la resolu­ción de agotar karma y de saber (al ver las causas del pasado) cómo debe realizarlo.   2. En el presente, se le revela el trabajo específico que debe realizar en el cielo menor inmediatamente implicado. Esto sig­nifica que no ve tan sólo lo que le concierne, en determinada vida, sino que reconoce la parte inmediata del plan ?quizás im­plique varios de sus pequeños cielos llamados vidas? que el Logos planetario trata de ver consumado. Entonces puede decirse sin lugar a dudas, que conoce su trabajo y puede dedicarse a su tarea con clara comprensión de por qué, cómo y cuándo.   3. En el futuro, se le concede, a fin de estimular al iniciado, una visión de la consumación final, de un esplendor más allá de toda descripción, con destacados puntos que indican los pasos principales para llegar a esa consumación. Durante un breve ins­tante ve cómo será el esplendor y ese sendero de radiante belleza que fulgura cada vez más hasta el día perfecto. En las primeras etapas ve la gloria de su perfeccionado grupo egoico y, posterior­mente, la radiación de un determinado tipo y color, que fluye del rayo que lleva en su seno a los perfectos hijos de los hom­bres y, aún más tarde, obtiene una vislumbre de la perfección de ese gran Ser, que es su propio Logos planetario, hasta que final­mente se le revela la perfección de toda belleza y la radiación que incluye a todos los otros rayos de luz , el sol brillando en toda su fuerza, el Logos solar en el momento de la consumación del propósito.

CAPÍTULO XIII

LOS CETROS DE INICIACIÓN

Los Cetros de Iniciación son de cuatro tipos:   1. Cósmico, utilizado por un Logos cósmico en las iniciacio­nes de un Logos solar y en la de los tres principales Logos pla­netarios.   2. Del sistema, utilizado por un Logos solar en las inicia­ciones de un Logos planetario. Nada tenemos que ver con la ini­ciación cósmica; concierne a la ampliación de conocimientos que están más allá de la comprensión del iniciado más elevado de nuestro sistema solar. Las iniciaciones del sistema nos concier­nen sólo en ínfima medida porque son de tan vasta escala que la mente humana común no puede concebirlas. El hombre valora estas iniciaciones únicamente por los efectos que producen en el esquema planetario que le puede concernir. Esto sucede par­ticularmente si el esquema en que desempeña su microscópica parte, constituye el centro en el cuerpo logoico que recibe el estímulo. Cuando esto acontece tiene lugar la iniciación de su propio Logos planetario, en consecuencia, él (como cuerpo celu­lar) recibe un estímulo suplementario, juntamente con los de­más hijos de los hombres.   3. Planetario, utilizado por un Logos planetario para fines iniciáticos y para la tercera, cuarta y quinta iniciaciones mayo­res y las otras dos superiores. En la iniciación planetaria, el Ce­tro de Poder, manejado por el Logos solar, está cargado de fuer­za eléctrica pura, procedente de Sirio, recibida por nuestro Lo­gos durante el período secundario de la creación, de manos de esa gran Entidad que es el Señor de los Señores del Karma. Es de­positario de la Ley durante la manifestación y representante en el sistema solar de la Hermandad de Sirio, cuyas Logias actúan co­mo Jerarquías esotéricas en los diferentes planetas. Además, ayu­dado por el Logos solar, confiere poderes a los distintos iniciadores; les comunica secretamente la palabra que les permite hacer des­cender la fuerza eléctrica pura para cargar los cetros a Su cargo, revelándole el peculiar secreto de su particular esquema pla­netario.   4. Jerárquico, utilizado por una Jerarquía esotérica para las iniciaciones  menores, y por el Bodhisattva en las dos primeras iniciaciones manásicas.   Cuando el hombre se individualizó en los días de Lemuria, fue por la aplicación del Cetro de la Iniciación al Logos de nues­tra cadena terrestre, y puso en actividad ciertos centros de Su cuerpo, con sus correspondientes grupos. Dicha aplicación pro­dujo literalmente el despertar de la vida al trabajo inteligente en el plano mental. El hombre animal era consciente en los pla­nos físico y astral; por el estímulo del cetro eléctrico, adquirió conciencia en el mental. Así se coordinaron los tres cuerpos y el Pensador fue capaz de funcionar en ellos. Todos los Cetros de las Iniciaciones producen determinados efectos:

  • Estimulación de los fuegos latentes hasta que ardan.

 

  • Sintetización de los fuegos mediante una actividad oculta, que los ubica dentro del alcance  mutuo.

 

  • Intensificación de la actividad vibratoria de algún centro, sea en el hombre, en un Hombre celestial o en un Logos solar.

 

  • Expansión de todos los cuerpos, pero principalmente el causal.

  Despertar del fuego kundalini (o fuego latente en la ba­se de la columna vertebral) y su encauzamiento en pro­gresión ascendente. Este fuego y el de manas son dirigi­dos en ciertas direcciones ?o triángulos? siguiendo al Cetro a medida que se mueve en forma específica. Hay una definida razón esotérica, de acuerdo a las leyes de la electricidad, detrás del hecho conocido de que todo ini­ciado presentado al Iniciador va acompañado por dos Maestros, que permanecen a cada lado del iniciado, cons­tituyendo los tres un triángulo que posibilita el trabajo.   La fuerza del Cetro es doble y su poder enorme. Si el inicia­do estuviera solo no podría recibir el voltaje del Cetro sin ser dañado seriamente, pero en la transmisión triangular no hay riesgo. Debe recordarse que dos maestros apadrinan a todo aspirante a la iniciación y representan los dos polos del Todo eléctrico. Parte de Su función consiste en estar al lado de los aspirantes cuando se presentan ante el Gran Señor.   Cuando el Iniciador empuña los cetros desde Su posición de poder, en períodos prefijados, aquellos actúan como transmisores de la fuerza eléctrica desde niveles muy elevados, tan elevados, que en las iniciaciones sexta y séptima el «Diamante Flamígero» trasmite, por medio del Logos, fuerza completamente ajena al sistema. Este Cetro mayor es el que se utiliza en este planeta, pero hay en el sistema solar varios Cetros de Poder, de tres gra­dos, si así puede expresarse.   En las dos primeras iniciaciones se emplea un Cetro de ini­ciación manejado por el Gran Señor, magnetizado por la apli­cación del «Diamante Flamígero», magnetización que se repite para cada nuevo Instructor del Mundo. Entonces tiene lugar una maravillosa ceremonia en el momento en que el nuevo Instructor toma posesión de su cargo, donde recibe su Cetro de Poder ?el mismo Cetro que se ha utilizado desde la fundación de nuestra Jerarquía planetaria? y lo extiende al Señor del Mundo, que lo toca con Su propio poderoso Cetro, cargándolo nuevamente con capacidad eléctrica. Esta ceremonia tiene lugar en Shamballa.   El Cetro de Iniciación llamado «Diamante Flamígero» es em­pleado por Sanat Kumara, el Iniciador Uno, el cual se halla ocul­to en «Oriente», velando el fuego que irradia la Religión de la Sa­biduría; fue traído desde Venus por el Señor del Mundo y una vez en cada período mundial se lo somete a un proceso similar al del Cetro menor; entonces se recarga por acción directa del Logos Mismo del sistema solar. Tan solo el Señor del Mundo y los Chohanes de los Rayos conocen la ubicación exacta de ese Cetro y por ser el talismán de nuestra evolución, su principal guardián es el Chohan de segundo rayo ?bajo la autoridad del Señor del Mundo- siendo ayudado por el Señor Deva del segun­do plano. Los Budas de Actividad son responsables de su custo­dia, y subordinado a Ellos se halla el Chohan del rayo. Es utili­zado en momentos determinados cuando debe hacerse un trabajo específico, no sólo en las iniciaciones de los seres humanos, sino en ciertas funciones planetarias sobre las cuales actualmente na­da sabemos. Tiene su lugar y función en ciertas ceremonias rela­cionadas con la ronda interna y con el triángulo formado por la Tierra, Marte y Mercurio.   El propósito de los Cetros de Poder.   En el cetro de un monarca se halla oculto, en esta época, el simbolismo de estos Cetros. Se los reconoce como símbolos de cargo y de poder y aunque esto no es generalmente reconocido, son de origen eléctrico y su verdadera significación se refiere al estímulo dinámico de quienes tienen cargos subordinados, que están bajo su contacto, inspirándolos así a una acrecentada acti­vidad y servicio en bien de la raza.   El gran Cetro de Poder del Logos Mismo está oculto en el sol. Recapitulando, la ubicación esotérica de los distintos cetros es la siguiente:

  1. El Cetro del Bodhisattva se halla oculto en «el corazón de la sabiduría», es decir, en Shamballa.

 

  1. El Cetro del Iniciador Uno se halla oculto en «Oriente», ubicación definidamente planetaria.

 

  1. El Cetro del Logos solar se halla oculto en «el corazón del sol», esa misteriosa esfera subjetiva que subyace de­trás de nuestro sol físico, el cual es sólo la envoltura protectora.

 

  1. El Cetro del Logos cósmico, asociado con nuestro Logos solar, se halla oculto en ese punto central de los cielos a cuyo alrededor gira nuestro sistema solar, denominado “sol central espiritual».

  En Shamballa se recarga un Cetro para cada nuevo Instructor del Mundo. El Cetro de Sanat Kumara se recarga cada nuevo período mundial, por lo tanto siete veces en la historia de un es­quema planetario. El Cetro logoico de Poder se electrifica en cada nuevo período de la creación o para cada sistema solar, a tra­vés del cual se manifiesta el Logos, así como se manifiesta el hombre por medio de la vida de su cuerpo físico. Las dos pri­meras ceremonias se efectúan en Shamballa, lugar sagrado de la manifestación planetaria, ubicación central en nuestro planeta físico que corresponde al corazón de un ser humano. Muchos lu­gares de la superficie de la tierra son, por ejemplo, famosos por sus propiedades curativas, y se destacan porque constituyen puntos magnetizados, y sus propiedades magnéticas se manifiestan como influencias curativas. El reconocimiento de dichas propiedades por el hombre es sólo el preámbulo de un reconocimiento poste­rior y más definitivo, que ocurrirá cuando la  visión etérica esté normalmente desarrollada.   Dichos lugares son magnetizados de tres modos:

  1. Por Sanat Kumara, actuando a través del Manu. Esto ocurre cuando es deseable formar un punto central mag­nético, que por su poder atractivo agrupa, en un todo co­herente, a una raza, nación o gran organización. Toda na­ción tiene su «punto magnético» formado de materia eté­rica, por la aplicación del «Diamante Flamígero» a los éteres; constituye el corazón nacional y la base del ca­rácter nacional. Por lo general, aunque no invariable­mente, la ciudad principal de una nación se construye alrededor de dicho punto.
  2. Por Sanat Kumara, actuando a través del Bodhisattva. En este caso, la fuerza eléctrica del Cetro es manejada para atraer más estrechamente las influencias que se mani­fiestan en las grandes religiones mundiales. El Cetro me­nor de Poder se utiliza aquí junto con el mayor. Por me­dio de ambos es emitida la cualidad atractiva o nota clave, de cualquier religión u organización con base re­ligiosa.

 

  1. Por Sanat Kumara, actuando a través del Mahachohan. Por el manejo del Cetro de Poder se ponen en coherente actividad los puntos magnéticos focales de las grandes organizaciones que afectan la civilización y la cultura de un pueblo.

  Todas las organizaciones del plano físico ?gubernamentales, religiosas, culturales? son la actuación de causas y fuerzas inter­nas y antes de que aparezcan definitivamente en manifestación física, tiene lugar en los niveles etéricos una centralización ?si así puede decirse? de estas influencias y energías. La Francma­sonería es un ejemplo de ello, pues tiene dos centros magnéticos, uno de ellos en Europa Central. En todos los casos citados, el Señor del Mundo fue el oficiante, como lo es siempre en la fun­dación de todos los grandes e importantes movimientos. En todos los movimientos menores para ayudar a la raza, iniciados por los Maestros que actúan a través de Sus discípulos, se invoca la ayu­da del Bodhisattva y se emplea el Cetro menor de Poder.   Cuando los discípulos inician un movimiento, en escala re­lativamente ínfima, el Maestro con Quien trabajan puede tam­bién ayudarlos y, aunque no maneje el Cetro de Poder, dispone de métodos apropiados para estimular y lograr coherencia en el limitado esfuerzo de Sus fieles seguidores. Así se utilizan los Cetros de la Iniciación y las Palabras de Poder en todos los sec­tores de la vida humana. El gobierno del mundo actúa bajo la ley y el orden y todo el esquema es interdependiente.   Volvamos al tema de la iniciación humana y al de los Ce­tros de Poder. En el momento de la ceremonia de la iniciación, después de las dos grandes revelaciones, llega un momento de completo silencio, y en el intervalo, el iniciado comprende en sí mismo el sentido de Paz. Se encuentra como si fuera en un va­cío, donde aparentemente nada puede alcanzarlo; está por breves instantes entre la tierra y el cielo, inconsciente de todo, pero cons­ciente del significado de las cosas tal cual son, reconociendo su propia divinidad esencial y la parte que debe desempeñar cuando, desde la cámara del Concilio del Cielo, vuelva nuevamente a servir en la Tierra. No siente ansiedad, temor ni duda. Ha entrado en contacto con la divina «Presencia» y ha percibido la vi­sión. Sabe lo que debe hacer y cómo hacerlo y la paz y el gozo inefables llenan su corazón. Es un breve intervalo de calma an­tes de un período de renovada actividad, que comienza en el mo­mento en que se le aplica el Cetro. Mientras el iniciado estuvo abstraído en sí mismo con todas sus fuerzas concentradas en el corazón, la Logia de Maestros oficiantes celebraron varias ce­remonias y entonaron ciertas palabras preparatorias para el ma­nejo del Cetro y la aparición del Iniciador sobre el trono. El Hie­rofante ha estado presente hasta este momento, aunque el trabajo fue realizado por la Logia y los Padrinos. Entonces él asciende al lugar de poder y los legítimos custodios del Cetro se lo entregan.   No es posible publicar detalles de la próxima etapa, excepto describirla con las palabras «el fuego desciende del cielo». Por la pronunciación de ciertas palabras y frases, uno de los secretos ini­ciáticos y distintos en cada iniciación, la fuerza eléctrica que debe emplearse, desciende sobre el Cetro, pasando a través del corazón y la mano del Iniciador, a los Tres que en forma triangular se rela­cionan con el trono. Reciben a su vez dicha fuerza, haciéndola circular por un acto de voluntad a través de Sus corazones, transfi­riéndola a los Padrinos, que también, por un acto de voluntad, se preparan para transmitirla a ese centro del cuerpo del iniciado que debe ser estimulado (de acuerdo a la iniciación). Ocurre entonces un interesante intervalo donde las voluntades unidas de la Jerar­quía se mezclan para trasmitir la fuerza puesta en circulación por el cetro. El Hierofante pronuncia la palabra y la fuerza se precipita en los cuerpos y centros del iniciado, descendiendo a través de los centros hasta el plano mental, y por intermedio de los centros astrales, hasta los centros de los niveles etéricos, que finalmente la absorben. Éste es un gran momento para el Ini­ciado, y lo hace consciente de la absoluta verdad contenida en la frase «Dios es un fuego consumidor». Sin lugar a dudas conoce que la energía ígnea y la fuerza eléctrica constituyen la suma total de cuanto existe. Se baña literalmente en los fuegos de la puri­ficación; ve por todas partes el fuego que fluye del Cetro, circu­lando alrededor del Triángulo, y atravesando los cuerpos de los dos adeptos que lo apadrinan. Por un breve instante, la Logia de Maestros e Iniciados, que permanece en su ubicación ceremonial fuera del Triángulo, queda oculta por un muro de fuego puro; el iniciado no ve a nadie, salvo al Hierofante, y sólo tiene conciencia de una ígnea llamarada de color blanco azulada que quema pero no destruye, intensifica la actividad de cada átomo de su cuerpo sin desintegrarlo, purificando su naturaleza. El fuego pone a prue­ba su trabajo y su calidad y el iniciado atraviesa la Llama.   El efecto de la Aplicación del Cetro.   A. En los cuerpos del iniciado:   El efecto es cuádruple y duradero, aunque varía según la ini­ciación recibida. La acción del Cetro está reglamentada cuidadosa y científicamente, pues en cada sucesiva iniciación se acrecienta el voltaje y se intensifica la actividad del fuego resultante y su calor. Por la aplicación del Cetro el iniciado descubre que:

  1. La actividad de cada átomo individual es acrecentada en los diversos grupos o cuerpos, lo que produce un grado mayor de energía nerviosa y una elasticidad y resistencia que le servirán de eficaz ayuda en la futura ardua vida de servicio.

 

  1. La materia de tipo indeseable de sus cuerpos es sacudida y se destruye parcialmente el muro atómico, haciendo radiactivos a los átomos ?si así puede expresarse? y por lo tanto más fáciles de eliminar.

 

  1. Los fuegos del cuerpo se estimulan y la energía total del triple hombre inferior se   coordina, por lo cual hay menos consumo de energía y mayor coherencia y uni­formidad en la acción.

  4. El alineamiento de los diversos cuerpos en conexión con el cuerpo causal o egoico, es ayudado y llega a ser posi­ble la continuidad de conciencia y la recepción de los mandatos del ego.   Al retornar de la ceremonia y reanudar su trabajo en el mun­do, el iniciado descubre que el estímulo recibido provocará en sus cuerpos un período de gran actividad y también de lucha; si per­siste en esta lucha hasta la victoria, el resultado será la elimina­ción de la materia indeseable de su cuerpo y su reconstrucción con un material nuevo y mejor. Hallará que se acrecienta gran­demente su poder para el servicio y se intensifica su energía ner­viosa, de modo que mientras lo hace puede extraer de las reservas de fuerza hasta ahora insospechadas. También hallará que se acre­cienta la respuesta del cerebro físico a la voz del yo superior y su receptividad a las impresiones superiores y sutiles.   Oportunamente, por medio del trabajo realizado, logrará eli­minar la materia de índole subatómica y construirá cuerpos de sustancia del subplano superior de cada plano; llegará a darse cuenta de que todas sus energías pueden ser controladas cons­ciente y constructivamente; de que conoce el verdadero significado de la continuidad de la conciencia y puede actuar simultá­neamente en los tres planos con plena comprensión interna.   B.    En el cuerpo causal o egoico.   Sólo es posible tratar muy brevemente el efecto de la aplica­ción del Cetro al cuerpo causal del iniciado. El tema es inmenso y está ampliamente dilucidado en Tratado sobre Fuego Cósmico. Hay sólo dos formas de impartir a la mente del estudiante una idea de esta verdad fundamental, y serán consideradas aquí.   Primero, el estudiante debe tener en cuenta la interesante significación del hecho de que él, en el plano físico, es una perso­nalidad activa, con características conocidas y reconocidas, y a pesar de todo es una vida subjetiva que utiliza esa personalidad como medio de expresión y que ?mediante los cuerpos físico, emo­cional y mental, que constituyen el triple hombre inferior? hace sus contactos en el plano físico y así evoluciona. La misma idea general de desarrollo se aplica al yo superior o ego, en su propio plano. Este ego es el gran ángel solar, medio de expresión de la mónada o espíritu puro, como la personalidad lo es del ego en el nivel inferior. Desde el punto de vista del hombre en los tres mundos, este ego o Señor solar es eterno, porque subsiste durante todo el ciclo de encarnaciones; del mismo modo la personalidad subsiste durante el pequeño cielo de vida física. Sin embargo, su período de existencia sólo es relativamente permanente, y llega el día en que la vida manifestada por medio del ego, el pensador, ángel solar o manasadeva, trata de liberarse, incluso de esta limi­tación, y volver a la fuente de donde emanó originalmente.   Entonces la vida que se manifestó como ángel solar, y que por medio de la energía inherente, mantuvo coherente por largas épocas la forma egoica, se retrae gradualmente, y la forma se disipa lentamente; las vidas menores que la constituían vuelven a la fuente general de sustancia dévica, a pesar de la acrecentada­ conciencia y actividad, adquirida por la experiencia de haber sido parte de una forma, y utilizada por un aspecto más elevado de la existencia. Igualmente en el caso de la personalidad, cuando se abstrae la vida egoica, el triple yo inferior se desintegra, y las vi­das menores que forman el cuerpo llamado yo lunar (distinto del yo solar, del que sólo es su reflejo) son absorbidas por la reserva general de sustancia dévica, de vibración inferior a la que com­pone el cuerpo egoico. Análogamente, se ha desarrollado su evo­lución porque ha sido parte de una forma para empleo del yo superior.   Mediante la aplicación del Cetro de Iniciación, se lleva a cabo el trabajo de separar el yo espiritual del yo superior, y la vida aprisionada se libera gradualmente, mientras el cuerpo causal es absorbido o desintegrado lentamente.   Esto ha conducido, como se dice en los libros esotéricos, a la “ruptura del cuerpo causal» en cada iniciación, y a la idea de que el fuego central interno irrumpe gradualmente y destruye los muros confinadores, produciéndose la destrucción del Templo de Salomón por la abstracción del Shekinah. Todas estas frases son simbólicas e intentan impartir a la mente del hombre la verdad fundamental desde distintos ángulos.   Cuando ha llegado el momento de recibir la cuarta iniciación, se ha realizado el trabajo de destrucción; cumplida su función, el ángel solar retorna a su propio lugar y las vidas solares buscan su punto de emanación. La vida dentro de la forma asciende triun­falmente al seno de su «Padre en los Cielos», así como la vida den­tro del cuerpo físico, en el momento de la muerte, busca su fuen­te, el ego. Esto lo realiza en cuatro etapas:   1.     La abstracción del cuerpo físico denso. 2.     La abstracción del cuerpo etérico. 3.     El posterior abandono del cuerpo astral. 4.     El abandono final del cuerpo mental.   Otra manera de recalcar la misma verdad, consiste en consi­derar al cuerpo egoico como un centro de fuerza, una rueda de energía o un loto, imaginándolo como un loto de nueve pétalos, que oculta dentro de ellos una unidad central de tres pétalos, los cuales a su vez ocultan la vida o “joya en el loto». A medida que prosigue la evolución, estos tres círculos de tres pétalos se desplie­gan gradualmente, produciendo un efecto simultáneo sobre uno de los tres centrales. A estos tres círculos se los denomina res­pectivamente pétalos del Sacrificio, del Amor y del Conocimien­to. En la iniciación, el Cetro se aplica a los pétalos en forma cien­tífica y regulada, según el rayo y la tendencia, lo cual determina la eclosión del capullo central, la revelación de la joya, la extrac­ción de esa joya del estuche en el que estuvo tanto tiempo resguar­dada y su trasferencia a «la corona», como se dice ocultamente, lo que significa su retorno a la mónada de la cual originó.   Conviene advertir que, debido a la insuficiencia del lenguaje humano, todo lo expuesto sólo es un intento de describir el método Y los ritos por los cuales se logrará finalmente la liberación espi­ritual en este cielo; primero, por el método de desenvolvimiento evolutivo o desarrollo gradual, y después, en las etapas finales, a través del cetro de iniciación.   C. En los centros.   En el momento de recibir la iniciación, todos los centros están activos y los cuatro inferiores correspondientes a la personalidad? comienzan el proceso de transferir el fuego a los tres supe­riores. Se ve claramente la revolución dual en los centros infe­riores, y los tres superiores empiezan igualmente a activarse. La aplicación del Cetro de Iniciación, en el momento de la ceremonia iniciática, produce resultados definidos en relación con los cen­tros, los cuales pueden ser enumerados de la manera siguiente:   El fuego en la base de la columna vertebral es dirigido defini­tivamente hacia el centro que es objeto de atención especial. Esto varía de acuerdo al rayo o trabajo especializado del iniciado.   El centro intensifica su actividad, acrecienta su grado de re­voluciones y algunos de los radios centrales de la rueda activan su radiación. Estos radios de la rueda o pétalos del loto, están en estrecha relación, por ejemplo, con las correspondientes espirillas de los átomos permanentes y, al ser estimuladas, entran en activi­dad una o más de las espirillas correspondientes a los átomos per­manentes de los tres planos inferiores. Después de la tercera ini­ciación ocurre un estímulo análogo en los átomos permanentes de la Tríada, lo cual conduce a la coordinación del vehículo bú­dico y a la trasferencia de la polarización inferior a la superior.   Por la aplicación del Cetro de Iniciación se triplica el descenso de la fuerza del ego a la personalidad; la dirección de esa fuerza depende de los centros que reciben atención, sea el etérico o el astral, en la primera y segunda iniciaciones, o si el iniciado per­manece ante el Señor del Mundo. En el último caso, recibirán estímulo sus centros mentales o los correspondientes vórtices de fuerza en los niveles superiores. Cuando el Instructor del Mundo oficia en la primera y segunda iniciaciones, la dirección de la fuer­za triádica se dirige a la vivificación de los centros cardíaco y la­ríngeo, en su función sintetizadora de lo inferior. Cuando el Ini­ciador Uno aplica el Cetro de Su Poder, el descenso proviene des­de la Mónada, y aunque los centros laríngeo y cardíaco intensifican su vibración como respuesta, la dirección principal de la fuerza se orienta hacia los siete centros de la cabeza, y finalmente ?en la liberación? hacia el radiante centro superior de la cabeza, que sintetiza los siete centros menores de la cabeza.   Los centros reciben en la iniciación una nueva afluencia de capacidad vibratoria y de poder, que en la vida exotérica da por resultado:

  1. El refinamiento y la sensibilidad de los vehículos, que al principio puede ocasionar mucho sufrimiento al iniciado, pero que produce la capacidad de responder, lo cual compensa amplia­mente el dolor incidental.

 

  1. El desarrollo de la facultad psíquica, que puede provocar también momentánea angustia, pero que oportunamente conduce al reconocimiento del yo uno en todos los yoes, objetivo del es­fuerzo.

 

  1. La consumación de la trama etérica, por el gradual des­pertar del kundalini y su exacta progresión geométrica, con la consiguiente continuidad de conciencia que capacita al iniciado para utilizar conscientemente el factor tiempo en los planos de la evolución.

 

  1. La gradual comprensión de la ley de vibración como as­pecto de la ley fundamental de construcción, la ley de atracción, donde el iniciado aprende conscientemente a construir, a ma­nejar materia mental para perfeccionar los planes del logos, a trabajar con esencia mental y a aplicar la ley en los niveles men­tales, afectando con ello el plano físico. El movimiento se ori­gina cósmicamente en niveles cósmicos, ocurriendo lo mismo en el microcosmos. Tenemos aquí una insinuación oculta que reve­lará mucho si reflexionamos sobre ella. Durante la iniciación, en el momento de la aplicación del Cetro, el iniciado conoce cons­cientemente el significado de la Ley de Atracción en la cons­trucción de formas y en la síntesis de los tres fuegos. Su pro­greso dependerá de su capacidad para retener ese conocimiento y aplicar la ley.

 

  1. El Hierofante trasmite al iniciado la energía manásica superior, y así le permite conocer y reconocer conscientemente el plan destinado a su centro grupal, a través del estímulo enor­memente acrecentado. Esta fuerza desciende del átomo manásico permanente por intermedio del antakarana y se dirige al cen­tro que el Hierofante, de acuerdo a la ley, considera debe ser estimulado.

 

  1. El Iniciador estabiliza la fuerza y regula su afluencia, al circular a través del cuerpo egoico. De modo que, cumplido el trabajo de desenvolvimiento, puede ser revelado el séptimo prin­cipio en el Corazón del Loto. El loto se abre más después de cada iniciación y empieza a brillar la luz en su centro -luz o fue­go que finalmente se va abriendo camino hasta los tres lotos del santuario, permitiendo ver la plena gloria interna y manifestarse el fuego eléctrico del espíritu. Debido a que esto se lleva a cabo en el segundo subplano del plano mental (donde está ahora si­tuado el loto egoico), tiene lugar el correspondiente estímulo en la sustancia densa que forma los pétalos o ruedas de los cen­tros, en los niveles astral y etérico.

 

Este texto es un fragmento del libro “Iniciación Humana y Solar”, del Maestro Djwhal Khul o “Tibetano”, Desde aqui puedes descargar el libro completo:

1. Iniciación Humana y Solar

Una Iniciación es una expansión de conciencia que lleva a la iluminación y a la revelación. La iniciación es experimentada por todas las formas de vida, grandes o pequeñas. El trabajo de la Jerarquía Planetaria en sus muchas etapas de maestría se describe en este libro y se dan catorce Reglas por medio de las cuales el neófito puede convertirse en un aspirante al Portal de la Iniciación.

 

Djwhal Khul – Iniciación humana y solar

 

12 comentarios

  1. Me pareció super interesante toda la publicacion, y me siento plenamente identificada con todos loss procesos. Llegue a la web buscando respuestas, ya que tuve una vision, donde me mostraba mi cetro de poder en la ladera de una montaña, y me decia que me haga ese cetro, y que el poder de ese cetro residia en mi columna vertebral junto a mi poder personal. me gusta saber mas para comprenderlo.muchas gracias

  2. Amados Hermanos. El Maestro de Sabiduria, Djwal Khul aun tiene cuerpo fisico y habita en los Himalayas, junto al Maestro K.H. y al Maestro M. Segun entiendo, junto al Maestro K.H. , dicto gran parte de la Doctrina Secreta de Madame H.P.Blavatsky. Los libros del Maestro Djwal Khul, se conocen como los libros Azules y todos ellos-hasta donde tengo entendido-estan al alcance de todos nosotros en este Website. Lo que se profesa no es una religion. Teosofia es la Raiz de todas las religiones. 'No hay mas Alta religion que la Verdad'. Las viejas ensenanzas dadas a los hombres para que ninguno de nosotros perdamos el Camino. El Cristo, atravez del Maestro Jesus el Nazareno, dijo 'Yo soy el Camino, Nadie Va al Padre si no es por Mi'. Para entender las frases del Maestro de Compasion, hay que leer mucho, despacio, con mente abierta y con un sincero deseo de ayudar a todo el que esta en el Camino de alguna u otra forma. La curiosidad no deja que el Espiritu hable con su Voz Silenciosa. El Maestro Djwal Khul pertenece a la Jerarquia Blanca y ayuda Grandemente en la ardua labor que tienen el Maestro K.H. y Maestro Morya. Benditos son todos los que alcanzan la otra orilla como ellos lo han hecho. 'Ninguna de mis ovejas se perdera……Ninguna'.

  3. Abrazos de luz para ustedes hermanos, gran júbilo evoca mi corazón al leer estas palabras y es solo al quitar del medio a la razón y a sus limitados conceptos, cuando se deja al espíritu reconocer estos procesos que generalmente se dan en planos desconocidos a nuestra mente conciente…solo allí nuestro espíritu reconoce y llora, pero de alegría y júbilo por recibir esas energias maravillosas que caen sobre él como tenue rocio sobre un lirio en flor….que el amor y la luz los abrace en este mometo queridos hermanos….

  4. GRACIAS … ES UN PRIVILEGIO CONTAR CON SU APOYO. LOS AMO , LES ENVIO LA LUZ DE LOS MAESTROS ASCENDIDOS. HASTA PRONTO.

  5. Veo que este libro expone una mezcla de contenidos cristianos-budistas y métodos budistas y me preguntaba cómo ubicar este tipo de práctica ya que en general no lo conocia ni tampoco en qué marco ubicarlo; en general mi pregunta va dirigida a decir, ya sé que todo va a lo mismo pero dentro de las grandes religiones de la humanidad esto seria como…¿otra religión?. Ya lo sé que todo va a lo mismo pero me resulta extraño, quizás por desconocido pero cuando conocí la GHB la conocí por los decretos, sólo eso y el grupo que nos reuniamos se deshizo y ahora todo es mucho más complicado; era cristiana y ahora soy budista, sin renunciar a mis Maestros cristianos osea que bebo de las dos fuentes pero…¿quien es, qué persona es este Maestro Tibetano y en qué tradición o de qué tradición surgió y cómo?: Sólo me planteaba saber de esto porque esta persona es alguien como Amma? o algo así? Trato de entender quien es, al Dalai Lama le pongo una cara, a Amma le pongo una cara,… me refiero…¿es alguien de carne y huesos? y ¿cómo es que no se le ve en público?. Me gustaria poder ver alguna imagen de este Maestro.

  6. Amado Alejandro y Maud.

    Gracias por vuestras respuestas.

    Alejandro,si te diriges al menu principal y debajo de quienes somos.INDICE INTERNACIONAL DE CIRCULOS DE LUZ.Encontraras direcciones y telefonos de grupos de luz de todas partes del mundo y también de tu pais o ciudad con quienes podras contactar.Un abrazo en la luz.

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