Libro «La Luz Diamantina», de Francisco Redondo Segura
Al final del viaje, en el principio de la vida, nacer supone para el hombre un cúmulo de emociones y experiencias, un instante clave de su existencia en el que no hay desperdicio alguno, por vez primera siente, oye, ve… Es a partir de este momento, cuando comienza un relativo largo peregrinaje por esa maravillosa estela de plata que es la vida. Un mundo lleno de acontecimientos, cuya explicación se confunde tras un velo de apariencia transparente pero de espesa niebla sólo penetrable por la mirada de aquel que, con amor, voluntad y servicio, siente más allá, oye más allá y mira más allá. Pues mientras que el sonido de nuestro primer llanto ahuyenta los problemas de aquellos que nos rodean, se descubre ante nosotros un espacio en el que desconocemos por completo sus reglas, reglas a las que hacemos, la mayoría de las veces, caso omiso. Porque en realidad, desde ese momento en que nacemos, hay una parte de nosotros mismos que permanece dormida, si bien es cierto que se debe en gran parte a que no hemos enseñado a nuestro propio ser, lo que hay detrás de sentir, oír y ver. Las leyes a las que continuamente estamos sometidos no existen únicamente a nivel físico, en donde la relación causa-efecto es más fácil de constatar, sino que existen también leyes a otros niveles de vibración. ¿Alguna vez te has preguntado por qué sucedieron así las cosas?, ¿Acaso es factible que las cosas ocurran porque sí? La casualidad no existe. Antes de Newton posiblemente era casual que las manzanas cayesen de los árboles hacia abajo, porque las gentes de aquella época eran conscientes de este fenómeno. Asumían que todo lo que no era sostenido caía, pero sin llegar a comprender la verdadera razón. Algún día, tal vez no muy lejano, comprendamos por qué aparece en nuestro camino esta piedra o esta otra, y qué debemos hacer con ella para que, tras nuestra acción, esta piedra no se haga aún más grande. Y es que debemos conocer, comprender, despertar de este gran letargo, ¡basta ya de seguir experimentando lo mismo que ese primer día de nuestras vidas! Hay algo más, mucho más, pero debemos ser conscientes de este hecho antes, para poder observarlo después. Nadie se plantearía montar en avión si no creyese que volar es posible. Por todo ello aprovechemos nuestro cuerpo, nuestro vehículo, nosotros lo hemos creado y descubramos las leyes que, ocultas a nuestros ojos, dirigen nuestras vidas. Este libro es, sin duda, una joya entre los conocimientos, una guía que te ayudará a comprender el significado de las cosas. Introdúcete en él y observa con su ayuda tu entorno, y recuerda que, todo lo que hay que saber, vive con nosotros. Sólo hay que sintonizar correctamente la emisora adecuada, y cuando consigamos oírla, sintonicemos también nuestro cerebro y oigamos lo que dicta nuestra alma. Hemos nacido por una razón mucho más importante de lo que pensamos. Antes de comenzar la lectura de este magnífico libro, quiero hacer refe-rencia a una cita del propio autor en otro de sus escritos:»El oficio o desempeño de cada uno de nosotros aquí en la tierra, es de incuestiona-ble valor, pero no olvidemos que se trata de un medio. El fin debemos distinguirlo a medida que, con nuestra experiencia, evolucionamos».
Si quereis seguir leyendo el libro:
La Luz Diamantina, de Francisco Redondo Segura
aun no
hola tío,¿que tal? no me he leído tu libro pero si me explicas de que va y me gusta me lo leo.
Un beso de tu sobrina.
gracias, por enriquecer mi alma y la de tantos.en verdad es informacion y conocimiento desde el amor.un abrazo de luz adriana.
tendrias la amabilidad de decirme k es la agua diamantina ?donde la consigo ?gracias un abrazo de azul luz
Estimada Monica,
En el libro lo explica, sino deberás dirigirte a su autor, dentro del libro encontraras su email.
Un abrazo en la Luz,
Recomiendo, sin reservas, la lectura de este libro.
Para mi,
es un compendio de conocimiento valido y asequible
tanto para personas iniciadas,
como para todo aquel que quiera saber quienes somos en verdad
y que hacemos en este pequeño planeta,
de este pequeño sistema solar.
Gracias, Francisco, por este regalo,
gracias por tu labor,
y gracias… por tu presencia.