Los rituales de magia trascendental según Arthur Edward Waite

Erica Couto
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Retrato del ocultista Arthur E. Waite

Arthur E. Waite (1857-1942) fue un estudioso y practicante del esoterismo que intentó sistematizar en sus obras los fundamentos del esoterismo occidental. Presentamos a continuación la traducción de un fragmento extraído del capítulo 2 de su obra El libro de la magia ceremonial (The Book of Ceremonial Magic), donde trata algunos aspectos de la magia trascendental para luego discutir un antiguo libro de magia y conocimiento oculto, el Arbatel de la magia.

Sobre la magia trascendental

El término “trascendental”, cuando se usa de manera bastante informal y convencional en relación al presente, no debe interpretarse en un sentido ni exaltado ni filosófico. No se ha adoptado porque parezca razonablemente apropiado, sino más bien por la ausencia de un término mejor para definir lo que se implica con ello y también porque, con anterioridad, se ha considerado tal en relación a lo mismo. Quizás pueda tomarse como equivalente, en un sentido laxo, de la Alta Magia de Eliphas Lévi, y que yo he usado en este Magia trascendental no por ser un sinónimo satisfactorio, sino porque no existe actualmente ninguna expresión que la defina mejor.

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Sigilos utilizados en la práctica mágica.

Hecha esta consideración en relación a los conceptos que, se presume, se encuentran a la base del tema, conviene decir que en la magia ceremonial existe tanto y tan poco transcendentalismo como en el fenómeno de la mediumnidad moderna.  Sea lo que sea que se reclama para las inteligencias con las que se busca establecer comunicación, estas se revelan por sus funciones, que no son ni fantasiosas ni frívolas. En una asociación de este tipo, hay que entender que los intereses materiales deben ser incluidos en el segundo tipo, mientras en el primero se incluirían aquellos que quedan fuera de su efectivo cumplimiento a causa de su extravagancia, mientras que, al mismo tiempo, no guardan conexión alguna con las aspiraciones espirituales.

Suponiendo que [la magia trascendental] fuese una ciencia exacta, no habría nada en la magia práctica que se interrelacionase, por ejemplo, con ninguna verdad ni objetivo místico. Por tanto, por “rituales de magia trascendental” no debe entenderse una colección de procesos por los que lo Divino en el hombre se considera unido con lo Divino en el universo. Los trabajos de San Juan de la Cruz, de Ruysbroeck, de Eckart, de Molinos, de Saint-Martin, incluso la Imitation de San Tomás de Kempis: todos ellos contendrían los grandes procesos de la verdadera magia trascendental, si  no fuese una blasfemia aplicar tal término, cosa que resultaría ridículo, a tesoros que resultarían perjudicados por taa asociación. Hay que entender que en esos procesos ocultos y en eso que se denomina el ceremonial teúrgico no existe una conexión explícita con la magia negra, práctica que no solo no implica negociar con los espíritus malignos con fines malévolos, sino que parece evitar cualquier comunicación de este tipo, cualquiera que sea su finalidad.

La única excepción a esto (que, si se entiende bien, es únicamente una excepción aparente) debe concederse a favor del procedimiento adoptado por la Iglesia en lo que atañe a la expulsión de los poderes diabólicos del cuerpo de las personas, no porque los fenómenos de la posesión sean necesariamente otra cosa distinta de una patología, incluso en los casos en los que esta se muestra evidente y obstinada, sino porque,  en base a los términos de los presupuestos eclesiásticos, el rito de exorcismo es un rito mucho más exaltado que cualquier otro que pueda realizarse en la magia trascendental. A este respecto, como en muchos otros de mayor importancia, no se ha hecho justicia aceptable a la postura de la Iglesia Católica.

Habría que añadir, además, que, mientras la magia ceremonial se ocupa de una variedad de procesos que, obviamente, tienden a provocar en los operadores imprudentes los fenómenos que caracterizan la posesión, no hay prácticamente ningún proceso de ninguno de los rituales (blancos o negros, compuestos o trascendentales) que pretenda aliviar a las personas afectadas por esto. No hay razón, por tanto, para dudar de qué lado del espejismo se ha desarrollado el aparato de los rituales, y las simpatías de los estudiantes razonables estarán con la honorable institución que condenó estas prácticas y buscó liberar a sus víctimas, dejando el tema de la posesión como una cuestión abierta y, en este sentido, como un tema marginal.

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Portada de una edición del Arbatel de la magia.

El talismán de Arbatel

Incluso con los requisitos que he puesto por escrito, los rituales trascendentales putativos son realmente escasos. Existen los siguientes:

1 El Enchiridion del papa León III.

2 El Arbatel de la magia.

3 La magia celestial de un ocultista anónimo alemán titulada Theosophia Pneumatica, que debe tomarse como la representación de uno o dos manuales similares.

De estos, el primero se incluye entre los rituales de la magia ceremonial, a decir de la persistente ignorancia de aquellas personas que han intentado clasificarlos. Por otro lado, el tercero toma en préstamo toda su importancia del segundo en el que, según ambos textos, se focaliza todo su interés.

En lo que respecta a su origen, su autoría e incluso su finalidad, todo está rodeado de misterio. Por lo que sé, no existen copias manuscritas o, al menos, ninguna que anteceda al final del siglo XVI. Apareció en un pequeño volumen en Basel fechado en el año 1575. Tanto la retrodatación como la atribución de autorías ficticias a grimorios y libros de magia son dos pecados bibliográficos frecuentes, por lo que la antigüedad del Arbatel permanece bajo sospecha a causa de sus conexiones literarias. Al mismo tiempo, se requeriría del conocimiento de un experto en tipografía para determinar con certeza la fiabilidad de la fecha indicada.

El texto está escrito en latín, aunque existe la lejana posibilidad de que se trate del trabajo realizado por un italiano. Hace referencia a la magia teofrástica, que apunta a la influencia de Paracelso y, aunque resulte difícil afirmarlo con seguridad, parece remitir a un período anterior a esa influencia, al período, de hecho, del Benedictus Figulus, que antecedería ligeramente al entusiasmo rosacruz y, por ello, se explicaría la ausencia de cualquier referencia a los rosacruces que, teniendo en cuenta el tema y los modos, se esperaría sin duda en un trabajo publicado en fecha posterior al año 1610.

Hay que tener en cuenta que el Arbatel no tiene conexión alguna con el ciclo aquí considerado de las Llaves de Salomón, y que está permeado de ideas cristianas. Su autoría se desconoce completamente. Arbatel o ארבעתאל (del hebreo ARBOTAL) no es, probablemente, un pseudónimo, sino que se trataría de un ángel revelador o instructor. Aun así, el uso de este término hebreo es llamativo en relación con el hecho de que las referencias al Antiguo Testamento son pocas y de escasa relevancia, mientras que las alusiones a los dichos de Jesucristo y a las narraciones del Nuevo Testamento son muy frecuentes. Además, no se cita a Salomón en las enumeraciones frecuentes que se hacen de adeptos y sabios.

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El sigilo de Ameth.

Por lo que respecta al origen, autoría y fecha del libro, nos queda decir que la obra está incompleta. De los nueve tomos en los que supuestamente se divide, solo poseemos uno. No sería improbable que los otro ocho no se hubiesen escrito nunca, puesto que el autor nos dejó un índice de su entera propuesta, y es evidente que el primer libro se solapa más de una vez con los contenidos del libro que le seguiría. Tal y como lo tenemos, el Arbatel de la magia se ocupa de los preceptos más generales de las artes mágicas. En otras palabras, con las instituciones. Se titula Isagoge, que significa instrucción básica o fundamental. Los libros que faltan son aquellos que tratan la magia microcósmica o sabiduría espiritual; la magia olímpica, esto es, la evocación de los espíritus del Olimpo; la magia homérica y hesiódica, es decir, las operaciones de los cacodaimones; la magia romana o sibilina, en relación a los espíritus tutelares; la magia pitagórica, que trata de los genios de las artes; la magia de Apolonio, que da poder sobre los enemigos de la humanidad; la magia hermética o egipcia; y, finalmente, eso que depende solamente de la palabra de Dios y que se denomina magia profética.

AUTORA y TRADUCTORA: Erica, autora y traductora de la gran familia de hermandadblanca.org

FUENTES http://www.sacred-texts.com/grim/bcm/index.htm

2 comentarios

  1. Es muy interesante me gusta por qué llama la atención esta historia que está llena de mitologías y leyendas paganas muy bonito y por cierto algo creíbles por lo utópico. Gracias, Ezequiel

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