El miedo al cambio. ¿Por qué nos paraliza? ¿Cómo aprender a fluir con el?
Los seres humanos llevamos miles de años en el proceso evolutivo de adaptar el entorno a nuestras necesidades y gustos. En un inicio, las civilizaciones muy antiguas, se sometían a cambios estacionales para cosechar, o dependían por ejemplo, de las mareas para adentrarse a pescar. En fin, transcurridos tantos años desde entonces, hoy entendemos que mucho de lo que hacemos es en aras de lograr estabilidad. Y de obtener recursos y bienes materiales que garanticen nuestro cómodo y seguro transitar por la vida. Cuando algo deja de ser como lo conocemos, surge el miedo al cambio.
Los cambios pueden hacer que sintamos amenazados esos logros, confort y seguridad.
En general, podemos hablar de que existen dos tipos de cambios. Los inesperados. Aquellos que nos toman completamente desprevenidos. Y los anunciados o esperados. Estos últimos nos fueron notificados con antelación por autoridades, jefes, profesores u otras personas. Pero de igual forma impactan en nuestra percepción de seguridad y comodidad. Sobre todo porque nos representan algo desconocido y desencadenan miedos y dudas sobre el futuro.
En general, las personas experimentan miedo al cambio porque implican una o varias de las siguientes circunstancias:
Nos provoca sentimientos de falta o pérdida de control sobre algo que posiblemente ya controlábamos y obviamente eso nos hace angustiarnos. Muchas veces los cambios, pueden estar asociados con alguna pérdida. Que puede ser física, material, emocional, moral, etc. Caemos en el error de que no sabremos cómo manejar situaciones nuevas. Nos agobia la posibilidad de equivocarnos y de ser juzgados por ello.
Los cambios pueden provocarnos reacciones de defensa ante lo desconocido. Ante problemas futuros reales o imaginarios.
Muchos especialistas en la materia, coinciden en mencionar que existen básicamente, tres niveles o fases al enfrentar el miedo al cambio. La primera se denomina fase de ansiedad. La experimentamos al saber que nuestra vida, ya sea en al ámbito personal o profesional, cambiará. La inminente “amenaza” a nuestro estilo de vida, va acompañada de temores, impotencia, confusión y pánico.
La segunda es conocida como fase de reacción. En este punto, podemos llegar a negar lo que sucede e incluso la necesidad implícita que fomentó el cambio.
Y podemos reaccionar de muchas formas, usualmente asociadas al mal humor, depresión, irritabilidad y falta de empatía con los evidentes beneficios que promete el cambio.
Y por último la fase de adaptación. Eventualmente, todos estos sentimientos negativos se irán atenuando con el correr del tiempo. Una vez que vamos familiarizándonos con lo nuevo y dejamos de percibirlo como amenazante o negativo. Aunque, en esta fase, muchas personas se quedan atrapadas en el sentimiento de “rechazo”, pues aun tras adaptarse al cambio, consideran que era algo innecesario y sólo vino a complicar sus vidas.
E incluso podemos observar individuos que tratan de boicotear el cambio. Aunque aparentemente se encuentren inmersos en las nuevas dinámicas que implicaron. Algunos pueden declarar aceptación, pero secretamente siguen peleados con el concepto y harán todo lo posible por regresar a al esquema anterior que tanto les dolió perder.
La pérdida de control sobre nuestras vidas o determinadas circunstancias, es posiblemente el más fuerte promotor de nuestro miedo al cambio.
Recordemos que Roma no se hizo en un día y que los cambios han sido nuestros compañeros evolutivos. Si la vida no cambiara, seguiríamos cazando en grupo, animales salvajes. Seguiríamos, buscando cuevas para vivir. Dependeríamos al cien por ciento del clima y de la caprichosa naturaleza para alimentarnos, vestirnos y desarrollarnos. Hoy por hoy, los avances tecnológicos que han aumentado la calidad de vida de la humanidad, se deben principalmente a nuestra capacidad de cambio. Cuantos de nosotros concebiríamos la vida sin el teléfono, las cirugías, la televisión y la radio. Sin automóviles o refrigeradores. Luz eléctrica, libros y fábricas de bienes de todo tipo.
Algunos especialistas refieren que el miedo al cambio, basa su existencia en un hecho concreto. Los cambios, sobre todo, aquellos de índole radical, se han sucedido en la historia de forma lenta. Es decir, que los cambios se han dado tan despacio, que las personas han tenido suficiente tiempo para mal acostumbrar a su mente a que algo es como es.
Definitivo e inamovible. Y, nos guste o no, algo determinado, es así como lo conocemos y dejarlos así, nos da una “falsa” sensación de seguridad y estabilidad.
Por esa razón, las nuevas generaciones experimentan mucho menor nivel de miedo al cambio. La vida actual es tan acelerada, que un joven de 18 años sabe que el ordenador que utilizaba hace diez años, hoy es obsoleto, comparado con el que usa actualmente. Pero también sabe que los ordenadores que existirán dentro de diez años serán mucho mejores. Los jóvenes no sólo no temen a los cambios. Sino que los esperan con ansias. Por lo que podemos agregar que, en un alto porcentaje, el miedo al cambio es de índole generacional, conforme a la temporalidad del individuo.
Temor ante lo desconocido. Incertidumbre. Miedo a las nuevas cargas e imposiciones que deberemos afrontar. Pérdida de control o de bienes o circunstancias. Temor ante la inminente competencia que generará el cambio. Son sólo algunas de las cosas que nos paralizan ante lo nuevo y desconocido.
Existen herramientas mentales y emocionales para combatir el miedo al cambio
Recordemos que una actitud positiva es, sin lugar a dudas, el mejor inicio para enfrentar los cambios. Como humanidad, hemos escrito nuestra historia, basándola justo en los cambios que hemos logrado implementar para hacerla más feliz y llevadera, en todos los terrenos del quehacer humano.
Y hay puntos clave que debemos tener muy presentes para no dejarnos paralizar ante lo desconocido.
Hay que tener muy presente que tenemos la capacidad de aprender cosas nuevas. La capacidad cerebral y emocional de los seres humanos es infinita. Y nuestra capacidad adaptativa es innegable. Mi abuela me contaba que su abuela no quería tener teléfono en su casa, pues creía que era un aparato “demoniaco”. Ella decía que si Diosito hubiera querido que las personas pudieran hablar entre ellas a distancia, nunca hubiera existido el correo o las palomas mensajeras.
Este tipo de razonamiento, sólo nos ancla en una vida estática y sin destino concreto. Pues a la abuela de mi abuela, se le olvidaba que el servicio de correo o entrenar palomas para llevar mensajes, en su momento fue algo novedoso. En algún punto de la historia, mandar mensajes a otras personas que estaban lejos, era un cambio. Hoy no podríamos entender la vida sin la existencia de sencillos pero significativos cambios como ese.
Ábrete al cambio. Verás los maravillosos beneficios que descubrirás en ellos.
Recuerda que la elección de la actitud con la que enfrentes un cambio, es decisión tuya. Ten la honestidad de reconocer tus miedos y preocupaciones, con la finalidad de poder analizarlos y resolverlos de la mejor manera. No es malo tener miedo, por el contrario es algo natural. Pero no permitas que te paralice. Dentro de ti están todas las habilidades y fortalezas que necesitas para afrontar cualquier cambio, sorpresivo o anunciado.
La energía se mueve. Tú eres energía. La vida cambia constantemente. No te estanques y fluye con los cambios.
Que la luz de Gaia brille en ti.
AUTOR: Kikio, redactora en la gran familia hermandadblanca.org
Para saber más:
Madre María y Arcángel Gabriel – Cambios en la consciencia de la humanidad
Gracias Namaste