Oliver Sacks ante el cáncer y ante su propia muerte

Jorge Gomez (333)

Oliver-SacksTraducción del artículo que Oliver Sacks escribió en el NYTimes reflexionando sobre su cáncer y la cercanía de su propia muerte. (Traducción de Antonio Tejero Peregrina revisada por Yolanda Calvo Gómez; gracias Antonio): Hace un mes, me sentía que estaba sano, incluso robustamente sano.

A los 81 años, todavía nado una milla cada día. Pero mi suerte se ha acabado, hace unas pocas semanas me enteré de que tengo múltiples metástasis en el hígado. Hace nueve años descubrieron que tenía un tumor muy poco común en el ojo, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el láser necesarios para acabar con el melanoma me inhabilitaron ese ojo, solo en casos excepcionales esos tumores metastatizan.

Estoy entre los desafortunados 2 %. Estoy agradecido de haber tenido el regalo de nueve años de buena salud y productividad desde el primer diagnóstico, pero ahora estoy cara a cara con la muerte. El cáncer ocupa un tercio de mi hígado, y aunque su avance pueda ser ralentizado, este tipo particular de cáncer no puede ser curado. Depende de mi ahora como afrontar estos meses que me quedan de vida.

Tengo que vivir de la más rica, profunda y productiva manera que pueda. Para ello me animan las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David hume, quien, al saber que estaba enfermo de muerte a la edad de 65, escribió una corta biografía en un solo día en abril de 1776. La tituló: “Mi propia vida”. “Ahora reconozco, ante el rápido desenlace,” escribió, “ que he sufrido muy poco por esta enfermedad, y lo que es más extraño, nunca he sufrido un momento de abatimiento de mi espíritu. Poseo el mismo ardor de siempre en mis estudios, y la misma satisfacción de estar compañía.” He tenido la suficiente suerte de vivir ochenta años y los quince años que me han sido otorgados sobre los de Hume los he vivido de forma igualmente rica en trabajo y amor.

En ese tiempo he publicado cinco libros y completado una autobiografía, desde luego más larga que las pocas páginas de Hume, que se publicará esta primavera. Tengo otros tantos libros a punto de terminar. Hume continúa, “ soy un hombre de disposiciones leves, de controlado temperamento, de un humor abierto, social y alegre, capaz de apegarme, pero susceptible de enemistarme, y con gran moderación en todas mis pasiones.” Aquí difiero con Hume. Aunque haya disfrutado relaciones amorosas y amistades y no tengo enemistades reales, no puedo decir (y nadie que me conozca lo podría decir) que soy un hombre de disposiciones leves. Al contrario, soy un hombre de disposiciones vehementes, con entusiasmos violentos, y una extrema inmoderación en todas mis pasiones. Y aun así, una de las frases de Hume me asombra por ser especialmente verdadera: “es difícil” escribió, “ estar más desapegado de la vida de lo que estoy ahora mismo”.

Durante los últimos días, he sido capaz de ver mi vida como de un punto de vista superior, desde una gran altitud, como si fuera un paisaje, y con un profundo sentido de conexión con todas sus facetas. Esto no quiere decir que estoy acabado con la vida. Al contrario, me siento intensamente vivo, y quiero y espero, en el tiempo que me queda, profundizar en mis amistades, despedirme de aquellos que amo, escribir más, viajar y tener las fuerzas, para lograr nuevos niveles de entendimiento y percepción. Esto involucrará audacia, claridad y simple y llano hablar; intentando ajustar mis cuentas con el mundo. Pero habrá tiempo, a su vez, para divertirme. Siento una repentina y clara capacidad de concentración y perspectiva. No hay tiempo para nada que no sea esencial. Tengo que concentrarme en mí mismo, mi trabajo y mis amigos. Ya no veré las noticias de la noche. Ya no prestaré ninguna atención a la política o discusiones sobre el calentamiento global. No es indiferencia sino desapego; aún me preocupo profundamente sobre el Medio Oeste, sobre el calentamiento global, sobre la desigualdad creciente, pero estas cosas ya no son asunto mío; pertenecen al futuro.

Me regocijo cuando me encuentro con agraciados jóvenes, incluso aquel que diagnosticó mi metástasis. Creo que el futuro está en buenas manos. He sido cada vez más consciente, durante los últimos 10 años o así, de las muertes de mis contemporáneos. Mi generación está desapareciendo, y cada muerte la he sentido como un desgarre, una pérdida de una parte de mí mismo. No habrá nadie como nosotros cuando nos hayamos ido, aunque de todas formas nunca ha habido nadie que sea igual que otro, nunca. Cuando la gente muere, no pueden ser remplazados. Dejan huecos que no pueden ser rellenados, y es que ése es el destino –el genético y neurótico destino– de cada ser humano, el de ser un único individuo, que busque y encuentre su propio camino, que viva su propia vida, que muera su propia muerte. No puedo intentar aparentar o pretender que no tengo miedo. Pero mi sentimiento predominante es de gratitud.

He amado y he sido amado, se me ha dado mucho y he dado mucho a cambio; he leído y viajado y reflexionado y he escrito. He tenido un tira y afloja con el mundo, la interacción característica de los escritores y lectores. Sobre todo, he sido una persona sensible, un animal pensante, en este bello planeta, y eso por sí mismo ha sido un enorme privilegio y una increíble aventura.

Oliver Sacks, profesor de neurología en el colegio de Médicos de la Universidad de Nueva York.

Oliver Sacks ante el cáncer y ante su propia muerte

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