Pon tus pies en las huellas del Señor. Viaja por Tierra Santa.

Cecilia Wechsler
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Jesús y San Juan. CW.

Hay muchas maneras de seguir a Jesús. Una de ellas es cumpliendo sus mandamientos, especialmente el de amar a Dios sobre todas las cosas y el de amar al prójimo como a ti mismo. Otra es recibiendo los sacramentos. Otra es meditando la Palabra de Dios. Otra es orando.

Una manera especial de seguir las huellas de Jesús, es hacerlo literalmente, peregrinar a Tierra Santa y vivenciar los lugares que Cristo habitó. Peregrinar es ir en busca de Dios, físicamente. Peregrinar es desear conocer a Dios, más íntimamente. Peregrinar es seguir a Dios, plenamente. Peregrinar con el corazón es amar a Dios.

 

Siete lugares sagrados en Tierra Santa

Las actuales tierras israelitas y palestinas son la Tierra Santa, la tierra bendecida por los pasos del Señor. De esta región destacaremos en este artículo siete lugares especiales: Belén, donde Jesús nació; Nazareth, donde creció; el río Jordán, donde fue bautizado; el desierto, donde venció al tentador; el Mar de Galilea y el Monte de la Bienaventuranzas, donde eligió a sus discípulos y donde predicó; el Monte Tabor, donde se transfiguró y Jerusalén, donde murió y al tercer día resucitó.

1- Belén: el nacimiento

Jesús nació en Belén, ciudad ubicada al sur de Jerusalén. Sus padres vivían en Nazareth, pero  en aquellos días había salido un edicto de César Augusto ordenando que todos se empadronasen. Por eso José, que era de la familia de David, se dirigió con su esposa María a Belén para empadronarse. Mientras estaban allí llegó el momento del parto y Jesús nació en un pesebre (Lucas 2:1-7).

Belén en árabe significa “casa de carne” y en  hebreo significa “casa de pan”. Aquí nació quien se entregó para alimentarnos con el Pan de Vida y Salvación, con el Pan Vivo que baja del Cielo, con el Pan que alimenta nuestra vida eterna.

En Belén está la Iglesia de la Natividad, a la cual se ingresa por una pequeña puerta agachándose. Es que para conocer al Rey del Cielo y de la Tierra hay que hacerse pequeño, como los niños, hay que ser humilde. Dentro de la Iglesia de la Natividad está la Gruta de la Natividad, y en esta última hay una estrella de catorce puntas colocada en el sitio donde Jesús el Cristo nació. Al costado de la estrella está el Santo Pesebre. La  primera iglesia sobre la Gruta de la Natividad fue construida en el siglo IV d.C. por el emperador romano Constantino, quien permitió y legalizó el culto cristiano en el imperio romano.

A Belén llegaron los pastores a los que se les presentó el Ángel del Señor diciendo: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor” (Lucas 2:10). Al ángel se unió una multitud del ejército celestial “que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lucas 2: 14).

También llegaron a Belén los tres Reyes Magos que viajaron desde Oriente siguiendo la estrella que los guió hasta el lugar donde nació Dios Hijo. Cuando la estrella se detuvo encima del lugar donde estaba Jesús bebé, entraron  y “vieron al niño con María su madre, y postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra” (Mateo 2:10-11).

Como los reyes de Oriente y los ángeles del Cielo, también nosotros tenemos que adorar a Dios que se encarnó para salvarnos y darnos la vida eterna. Y que mejor lugar para hacerlo que en Belén, donde nació en un pesebre humilde pero lleno del amor de María y José.

2- Nazareth: la anunciación y la infancia

En Nazareth estaba María cuando el ángel Gabriel la visitó y le dijo: “Deja de temer, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo,  al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1: 30-33).

Podemos visitar la Iglesia de la Anunciación en Nazareth, dentro de la cual hallaremos la Santa Gruta donde el ángel Gabriel visitó a María. También está la Iglesia de San José, construida por los franciscanos en el lugar donde San José y Jesús trabajaban la madera. Al Pozo de María, ubicado actualmente en el centro de la ciudad, iba a hace dos milenios la gente del pueblo con jarras en busca de agua.

En Nazareth vivió y creció en silencio y humildad, ayudando a su padre en su oficio y a su madre a buscar el agua, el Hijo del Altísimo. Jesús no tenía apuro por cumplir su misión, aunque tenía su corazón totalmente abocado a hacer la voluntad de su Padre Dios. En Nazareth Jesús “crecía en sabiduría y en estatura” (Lucas 2:52). La sabiduría necesaria para luego predicar con valentía la verdad, obrar milagros, sanar enfermos, resucitar a muertos y vencer la muerte con su resurrección.

Las montañas del centro de Galilea encierran a la ciudad de Nazareth, lugar bendecido por las huellas del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El Rey de la Casa Celestial en la que  hay muchas habitaciones, y que tras haber caminado por las montañas de Nazareth junto a nosotros, nos asiste en la vida terrenal y nos espera en el Cielo eterno.             

Nazareth es el lugar que habitó durante más años Jesús. Por eso, cuando viajemos a Israel, no podemos dejar de visitar este sagrado lugar.

 

3- Río Jordán: el bautismo

 El río Jordán une el Lago de Galilea (al norte) con el Mar Muerto (al sur) y separa Tierra Santa (al oeste) de Jordania (al este). Es un río angosto, pero es un gran río que toca y mueve corazones. En el río Jordán Juan el Bautista predicaba hace más de dos mil años diciendo: “Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11).

Jesús, cuando rondaba los treinta años de edad, se dirigió al río para ser bautizado por Juan. Bautizarse significa sumergirse en agua. Cuando Jesús entró al Jordán y Juan lo bautizó, los cielos se abrieron,  bajó el Espíritu Santo en forma de paloma y se escuchó una voz que decía: “Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado” (Lucas 3:22).

Jesús pidió a sus apóstoles que bautizaran a sus discípulos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Iglesia bautiza a sus miembros desde la época de Pedro. Cuando somos bautizados nos convertimos en hijos de Dios y en miembros de la Iglesia. Por eso el bautismo es el sacramento con el que se inicia la vida cristiana. El sacerdote practica un exorcismo mediante el cual renunciamos a Satanás, al pecado y al mal. El bautismo nos borra el pecado original y nos sella de forma indeleble con la marca del Espíritu Santo.

Cuando mojemos nuestros pies en el río Jordán renovemos nuestra renuncia al mal y nuestra creencia en Jesucristo, nuestro Salvador. Dejémonos penetrar por el Espíritu Santo consolador y dejémonos guiar por aquel que puede llevarnos a la vida eterna en el Cielo.

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Mapa Tierra Santa

4- El desierto: la victoria sobre el tentador

Después de su bautismo, guiado por el Espíritu Santo, Jesús se dirigió al desierto ubicado al noroeste de Jericó, para ayunar y orar. Allí permaneció cuarenta días, durante los cuales el diablo lo tentó. Al verlo con hambre por el prolongado ayuno, el maligno le sugirió que convirtiese las piedras en pan. Jesús le respondió: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre”  (Lucas 4:4).

Luego el diablo condujo a Jesús al sitio llamado el Monte de la Tentación, donde desde el siglo IV viven monjes y donde actualmente se encuentra el Monasterio Griego Ortodoxo de la Tentación, conocido como el Monasterio Quarantal. Allí el maligno le prometió a Cristo todos los reinos del mundo a cambio de que se postrase ante él. Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios, y a Él solo servirás” (Lucas 4:8).

Por último, el diablo le dijo a Jesús que si era Hijo de Dios se arrojé desde lo alto, ya que los ángeles lo guardarían. Cristo le respondió: “Se ha dicho: No tentarás al Señor tu Dios” (Lucas 4:12).

Con esta triple contestación Jesús venció la tentación y el diablo se alejó. Luego, con su resurrección, nuestro Salvador vencería definitivamente al maligno y a la muerte.

Visitar el Monte de la Tentación es una conmovedora experiencia. Quizás no seamos tan fuertes como Jesús para vencer solos al mal. Pero podemos rezar como Él nos enseñó: Padre nuestro que estás en los Cielos (…) no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Porque solos no podemos salvarnos, pero para Dios todo es posible. Por eso tenemos que unir firmemente nuestro corazón al Señor, y gracias a esta alianza, seremos fuertes y el maligno se alejará. La Madre de Dios suele decir que rezar el rosario es un arma que vence el mal. Venzamos al mal adorando y sirviendo solo a Dios.

5- Mar de Galilea y Monte de las Bienaventuranzas: discípulos y predicación

El Mar de Galilea, también llamado Mar de Cineret (Josué 12:3), Mar de Tiberías (Juan 6:1) y Mar de Genesaret (Lucas 5:1) es de aguas dulces y mide 22 km de largo y 12 km de ancho. Se ubica 210 metros bajo el nivel del mar y es hábitat de variedad de peces.

Jesús eligió al Mar de Galilea como centro de gran parte de su vida pública. Allí llamó a sus discípulos Simón Pedro, Andrés, Juan y Santiago, que eran pescadores, para que lo siguiesen. Jesús caminó por las aguas del Mar de Galilea (Marcos 6:48-50) para ir en busca de sus discípulos que estaban en una barca. En otra oportunidad increpó al viento y a las grandes olas para que se aquietasen, y estas le obedecieron (Marcos 4:35-41).

En Capernaum (Cafarnaum), ciudad ubicada sobre la orilla norte del Mar de Galilea, Cristo vivió. Desde allí viajaba para predicar en diversos lugares de Galilea. Aquí fue donde resucitó a la hija de Jairo diciéndole: “Muchacha, a ti te digo, levántate” (Marcos 5:38-42). En Cafarnaúm Jesús sanó a enfermos, expulsó demonios y predicó en la sinagoga.

Al norte del Mar de Galilea está el Monte de las Bienaventuranzas. Desde este sitio se tiene una hermosa vista del llamado mar, pero que en realidad es un lago. Aquí fue donde Jesús predicó su sermón más famoso formado por las ocho bienaventuranzas en las que deben meditar quienes aspiran al Reino de los Cielos y a Dios. Aquí se puede visitar la iglesia católica construida en 1936 por Barluzzi con forma octogonal.

Muy cerca de allí se encuentra Tabgha y la Iglesia de la Primera Alimentación de la Multitud. Fue aquí donde Jesús multiplicó cinco panes y dos peces para darle de comer a más de cinco mil personas. Que idóneo lugar para visitar y dejar que Jesús miré en nuestro corazón las necesidades insatisfechas que Él puede cubrir, tanto hoy como ayer, de forma milagrosa.

Visitemos el hermoso Lago de Galilea, sumerjamos los pies en sus aguas, naveguemos mar adentro y escuchemos al viento que nos sigue trayendo la Palabra Viva de Dios para que anide en nuestro corazón y fructifique.

6- Monte Tabor: la transfiguración

Tres fueron los afortunados apóstoles invitados por Jesucristo a vislumbrar su gloria en el Monte Tabor: Pedro, Juan y Santiago.  En su presencia Cristo se transfiguró: “su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron brillantes como la luz” (Mateo 17:2). Jesús conversaba con Moisés y Elías, signos de la Ley y los Profetas, cuando una nube los cubrió con su sombra y se escuchó una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle” (Mateo 17:5).

¡Qué bien debieron sentirse los tres apóstoles en ese momento! Por eso Pedro quería hacer tres tiendas, para que ese instante de luz, amor, paz, verdad, vida eterna y unión pudiese prolongarse en el tiempo.

Es lógico que tras la vivencia de semejantes momentos los apóstoles se llenasen de fe y esperanza, y tras la muerte y resurrección de Jesucristo se encaminasen a predicar y a bautizar con convicción y amor a su Señor.

El Monte Tabor se destaca en Galilea por su altura y su forma de cúpula. Durante los períodos bizantino y cruzado se erigieron varias iglesias y monasterios en su cima. Actualmente se puede visitar el Santuario de la Transfiguración construido por los franciscanos en 1925.

Al sur del Monte Tabor está el pueblo árabe de Naín, donde Jesús resucitó al hijo de la viuda (Lucas 7:11-17). Vayamos al Monte Tabor donde estuvo quien dijo “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6). Sigamos al todopoderoso que nos da la salud y la vida terrenal y que alimenta nuestra vida eterna con su soplo lleno de sabiduría y de amor. Elevémonos mediante la adoración y la oración para presenciar la gloria de Dios.

7- Jerusalén: última cena, muerte y resurrección

¡Oh Jerusalén! Tierra amada por judíos, cristianos y musulmanes. ¿Cuándo habrá paz en tus tierras? ¿Cuándo se abrazarán los hermanos, bajarán las armas y se dedicarán a adorar a Dios en el clima de tranquilidad necesario para tal fin?

Dentro de los muros de la antigua Jerusalén, a la cual se accede por siete puertas, se encuentran el barrio judío, el barrio cristiano, el barrio armenio y el barrio musulmán. Cada uno con su marcada cultura, con su propia religión y sus fuertes intereses.

Hay demasiado para decir sobre Jerusalén y pocos párrafos en este artículo destinados a esta ciudad. Así que resumiremos. En Jerusalén, en el Monte Sion, está el Cenáculo, el lugar donde Jesús se reunió con sus discípulos para celebrar la Última Cena e instituir el sacramento de la Eucaristía. Aquí Cristo hizo del pan y del vino su Cuerpo y su Sangre, y se dio a nosotros para alimentarnos todos los días hasta su regreso.

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Santísimo Sacramento. CW.

En el Cenáculo estaban reunidos los discípulos cuando Jesús se apareció dos veces resucitado, una vez sin Tomás, y la otra con Tomás. También fue en el Cenáculo, donde el día de Pentecostés descendió el Espíritu Santo (Hechos 2:1-4).

En la ciudad antigua, en el barrio cristiano, está la Vía Dolorosa, el camino que Jesús recorrió con la cruz desde que fue sentenciado hasta que fue crucificado. El Vía Crucis tiene catorce estaciones que señalan los esfuerzos y sufrimientos que Cristo padeció por entregarse voluntariamente a la muerte.  Las últimas estaciones están dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro. Aquí Jesús fue despojado de sus vestiduras y clavado en la Cruz. Aquí fue donde murió y fue enterrado. Aquí Jesús venció a la muerte y resucitó.

Aquí Jesús resucitado le dijo a María: “No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” (Juan 20:11-17).

Entremos con reverencia a Jerusalén y agradezcámosle a Jesús que se haya hecho Pan Vivo bajado del Cielo para alimentarnos, que haya vencido a la muerte y resucitado para guiarnos hacia el Padre, hacia el Reino de los Cielos.

Visitemos Tierra Santa, viajemos a Israel y Palestina, con el corazón dispuesto a seguir el camino marcado por el Señor.

 

Fuentes y Bibliografía

  • EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS – LA BIBLIA. Buenos Aires: Editorial San Pablo, 1981.
  • Etty Boochny Mendelbaum. La Tierra Santa. Siga los pasos de Jesús. Modiin, Israel: Victory Production & Distribution.

 

 

 Autora: Cecilia Wechsler, colaboradora de la Gran Hermandad Blanca hermandadblanca.org

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