¿Qué es el esoterismo?

El Esoterismo como una epistemología actual

Creemos que este escrito es sumamente necesario, porque nos hallamos en una coyuntura en la cual – a despecho de las apariencias y de los contenidos que los medios de comunicación nos pretenden transmitir – los valores espirituales van cobrando un mayor auge, de una manera lenta y muchas veces casi inadvertida, pero firmemente progresiva a medio plazo. Quizás en una medida proporcional a aquella en la que, los dirigentes de nuestros destinos materiales, se han invertido en proponernos soluciones cada vez menos prometedoras para nuestra estabilidad material, altamente insatisfactorias para las mínimas necesidades psicológicas, y que en ninguna manera responden a las profundísimas angustias que laten en las raíces más profundas de nuestro ser; aquella dimensión a la que – en otros tiempos – se designaba como espiritual.

 

Ni la vía de la transformación política, ni la económica, ni ninguna religiosa convencional (se trate de la religión de que se trate), ni incluso -lamentablemente- los posibles enfoques estéticos y artísticos, que en otros momentos pudieron suponer una canalización vital para el ser humano, constituyen en el presente salidas viables a la inmediata necesidad de realización global Es esta realización plena, esta total expresión de los más esenciales fundamentos de la persona, en su vivir diario y convencional, lo que pugna irremediablemente por salir a la luz de la expresión física. Y este fenómeno comienza a presentarse ya, de manera ineludible, y a escala de la humanidad como conjunto.

 

Podríamos decir que, en la línea de la más pura «mayéutica» Socrática1 la humanidad está a punto de darse a luz a sí misma. El largo proceso de gestación ha sido cumplido, y ahora sólo queda pendiente la realización del rito vital del alumbramiento. De nosotros depende que ese alumbramiento sea normal y feliz, o más bien quede relegado a una forma insuficiente y deformada, comparable a un aborto.

 

Los que nos esforzamos en desempeñar el papel de pensadores, ya sea en la tónica filosófica clásica, o en cualquiera de las formas de expresión menos ortodoxas, vigentes en la actualidad, que se abrieron de forma especifica en la década de los sesenta, con el surgimiento de los movimientos contraculturales o «underground», nos vemos situados en el ingrato pero responsable lugar de auténticas «parteras» del nuevo ser humano. Así, como «comadronas» del espíritu y del pensamiento, asumimos la obligación de facilitar al máximo las condiciones, según las cuales ese inminente alumbramiento pueda tener lugar con el máximo de garantías de futuro.

 

Ahora bien. ¿Qué es lo que el esoterismo tiene que ver con todo esto? Lo comprenderemos mejor si aportamos una definición comprensible para el lector. Así pues, podríamos decir que: El Esoterismo es la Ciencia de la Realidad. Es muy importante reflexionar sobre la eventual significación de estas palabras.2

 

Es, pues, aquella área del esfuerzo del conocimiento humano, que se invierte en la aprehensión de las esencias (responsables de y ocultas tras) la manifestación. O, definida de otra forma, la Ciencia de la Verdad. Por 1o tanto, el Esoterismo es una epistemología o gnoseología, una ciencia del conocimiento, una forma de acceder al contenido de lo que es existente, y, dado que hace especial énfasis en las causas ocultas, subyacentes detrás de la parcial realidad manifestada, que somos capaces de percibir de manera inmediata, se tratará, fundamentalmente, de una epistemología Metafísica.

 

Pero no se agota aun ahí nuestro análisis de la definición, porque una ciencia no es tal sí no lleva incorporada una propia metodología que la capacite para proceder de manera eficaz en su proceso de indagación sobre la naturaleza de la realidad. Por lo tanto, el esoterismo debe ser Una epistemología Metafísica, provista de un equipo de técnicas eficientes, para cumplir con su objetivo de penetración en las esencias de la Verdad.

 

No podemos suponer que esta definición sea perfecta, pero si puede resultar útil operativamente porque, como veremos, es susceptible de explicarnos muchas cosas que, de otra forma, seríamos incapaces de comprender. La situación actual del Esoterismo es tan deslavazada y confusa como la de cualquier otra área de la actividad y el conocimiento humano, Por triste que sea reconocerlo, creo que debemos realizar en este sentido un importante esfuerzo de sinceridad.

 

La facticidad de una forma de conocimiento suprasensible

La creencia y – lo que es más importante – el cultivo de las diversas formas de conocimiento que trascendían lo puramente físico-sensible, ha formado parte del patrimonio cultural de todo tipo de civilizaciones y pueblos, hasta llegar a la Europa del siglo XVIII, en donde Inmannuel Kant define dogmáticamente la imposibilidad de toda forma de conocimiento que no sea el canalizado mediante las percepciones sensoriales. Sin querer disminuir en un ápice la magnitud del gran filósofo alemán, no resulta un argumento totalmente desprovisto de peso el considerar que las vivencias y la experiencia de incontables civilizaciones que le precedieron, ejerciendo durante muchos miles de años precisamente aquello que este singular pensador define como imposible, deben tener su propio valor de convicción. Adicionalmente, y como refuerzo a lo anterior, cabría añadir que, asimismo, coincidiendo cronológicamente con La vida de Kant, así como con posterioridad a él, han existido numerosos hombres que, igualmente, han ejercido la facultad – especialmente despertada y desenvuelta – de conectar con la realidad mediante una sensorialidad supra o extra con respecto a los órganos fisiológicos conocidos y convencionalmente aceptados.

 

Efectivamente, el conocimiento esotérico, al contrario que el conocimiento intelectivo del presente, no se asienta sobre especulaciones, más o menos hipotéticas, elaboradas a partir de experimentaciones artificiosas, sino sobre la percepción directa, de dimensiones más íntimas de la realidad, a partir de un activación de áreas del sistema nervioso central que usualmente se encuentran en un estado semilatente, tales como el sistema nervioso autónomo o vegetativo, especialmente en el área del sistema simpático y sus múltiples formaciones ganglionares.

 

De la misma forma que la conciencia ordinaria se ejerce en y por medio del sistema nervioso voluntario, que, vía los órganos sensoriales, nos conecta con la dimensión físico-material de la realidad, es posible desarrollar, con entrenamientos específicos, una conciencia distinta, ‘ampliada’ o ‘alterada’ según algunas denominaciones que ya se le han atribuido, que, incidiendo, tal como hemos indicado previamente, sobre el sistema simpático, nos permite una percepción ‘inmediata’ (es decir, no canalizada sensorialmente) de dimensiones no físicas de la realidad. Experimentos de esta índole ya se han realizado, incluso dentro de ámbitos estrictamente científicos, y una de sus aplicaciones ha sido la implementación de técnicas de bio-feedback, mediante las cuales el individuo llega a controlar, de manera voluntaria, funciones que tradicionalmente se han considerado fuera del alcance intencional de la persona (como el latido cardíaco, funciones digestivas, y el movimiento de músculos paralizados por lesiones del sistema nervioso voluntario). Estas técnicas, han estado basadas en el entrenamiento oriental (budista, generalmente tibetano, o bien hindú yóguico) tradicional, dirigido a la meditación, y se han controlado, fundamentalmente, por medio de un análisis de los gráficos del E.E.G. (electro-encefalo-grama) del experto en cuestión, lo que ha dado popularidad a los ritmos de ondas cerebrales hasta entonces menos conocidos, como el alfa y el theta, vinculados a las funciones inconscientes e involuntarias, que, en el individuo normal occidental, suelen desempeñar un papel mínimo, o incluso inexistente.

 

Las prodigiosas realizaciones de toda índole, algunas poéticas y artísticas, pero otras materiales y aún hoy día persistentes, que estos pueblos nos han legado, por ejemplo, con su arquitectura, y con lo que nos queda accesible de su ciencia, nos muestran, de forma irrefutable, la posesión de un nivel de conocimientos, en ocasiones incluso notablemente superiores a los nuestros 3 Descartando que semejantes hechos puedan ser atribuibles al azar o a la casualidad, debido a la persistencia de su presencia a lo largo de todas estas antiguas culturas, debe reconocerse, por la propia fuerza testimonial de los hechos en sí, que esos conocimientos han debido de ser alcanzados mediante alguna vía absolutamente ajena a las posibilidades actuales por nosotros conocidas. En particular si nos hemos de atener a las presentaciones que la ciencia oficial nos hace del bagaje cultural de esas civilizaciones, sumidas de lleno en cosmovisiones ‘míticas’, tal como ahora las denominan, en las que las dimensiones religiosas abarcan la práctica totalidad de la existencia. En ese sentido, resulta evidente que esos conocimientos que han hecho posible, a los integrantes de tales culturas, erigir monumentos gigantescos, que hoy en día representarían un quebradero de cabeza para nuestros modernos especialistas, fueron adquiridos, no mediante cálculos ni elucubraciones físico-matemáticas, (que, para los hombres sabios de aquellas épocas, hubieran estado totalmente desprovistas de razón de ser, si no se hallaban vinculadas, de algún modo, al hecho religioso), sino por alguna clase de inspiración, vinculada de alguna manera a las vivencias religiosas. Inspiración que, en función de la perfección de los resultados, había de ser considerablemente meticulosa y ajustada a la realidad.

 

No parece aventurado, por consiguiente, la afirmación de los autores ocultistas cuando establecen que era el conocimiento adquirido en las Escuelas de los Misterios, firmemente arraigadas en todas las culturas ancestrales, conocimiento no mediatizado por especulaciones racionalistas, sino conocimiento in-mediato de las esencias íntimas de la realidad, el que posibilitó su esplendor y la culminación de tales realizaciones, y tantas otras de las que no se conserva más huella que la tradición oral o escrita.

 

Esas formas de conocimiento que trascienden lo sensible, a las que se hace alusión en todo tipo de documentación arqueológica y etnológica, eran las responsables, tanto de su cosmovisión como de su organización social, generalmente estructurada en torno a un núcleo de creencias y prácticas religiosas. Este hecho es, posiblemente, el que más ha desorientado a los investigadores contemporáneos, quienes, profesando en su mayor parte una ideología materialista extrema, consideraban, ya de entrada, cualquier aproximación de carácter religioso a la comprensión de la realidad, como una práctica supersticiosa, propia de una estructura psíquica y mental poco desarrollada y un tanto infantil. Esta perspectiva tan gravemente prejuiciada, está comenzando a desmoronarse en algunos frentes, cuando algunos entre los más destacados filósofos de la ciencia del presente, comienzan a realizarse planteamientos que trascienden los estrechos confines del cartesianismo, y penetran de lleno en el recinto de la metafísica. La comprensión de los fenómenos que se sitúan en dimensiones macrocósmicas, o, en el otro extremo del espectro, en dimensiones de lo infinitesimal, requiere una estructura de conocimiento, una metodología y una lógica no reduccionista ni simplistamente materialista.

 

La confirmación del antiguo conocimiento por la ciencia de avanzada

 

La comprobación de que el antiguo conocimiento tradicional, aquél que posteriormente ha venido a designarse como esotérico, posee una innegable solidez, posiblemente podemos hallarla en el hecho de que parte de ese conocimiento, el sistematizado por uno de los más brillantes iniciados y Hierofantes 4 de la antigüedad, Pitágoras, se esté empleando en la investigación de la Física de Partículas. Después de que Einstein, con sus Teorías Especial y General de la Relatividad, puso en entredicho los conceptos tradicionales de espacio, tiempo y materia, y que la Mecánica Ondulatoria del príncipe Luis de Broglie, anuló el concepto mismo de partícula, para trasformarlo en el de onda; y cuando, posteriormente, la Mecánica Cuántica de Heissemberg descartó incluso el concepto de ondas, sustituyéndolas por matrices de probabilidad, toda la realidad, en su esencia más íntima, ha quedado supeditada a una expresión numérica, es decir, a un número, lo cual, coincide plenamente con los planteamientos Pitagóricos.

 

Tanto es así que en la moderna Física Nuclear, los diversos conceptos son designados por el vocablo ‘número’. Existen, por tanto: el ‘número bariónico’ el ‘número de spin’, el ‘número de carga’, el ‘número leptónico’ etc.

 

Son los mismos físicos los que han bautizado a estos conceptos con el nombre de «números mágicos», siguiendo la tradición Pitagórica. Y comprenden los números.: 2, 8,20, 28, 50, 82, 126. Los «números de spin»: 1/2, 2/2, 3/2, 5/2, 7/2, 11/2, 15/2, coinciden exactamente con los «números músicos» de Pitágoras, que, en opinión de Platón, eran los modeladores del universo.

 

En el trabajo del físico nuclear actual son fundamentales las llamadas «Reglas de Oro» de Pitágoras, designadas como »Regla de Oro Num.1”, «Regla de Oro Num.2», etc. En relación con los llamados «números triangulares» de los Pitagóricos, se puede citar la siguiente frase de Erwing Schrëdinger:

 

«En la física moderna, el cuadrado del momento orbital de la cantidad de movimiento es n (n+1) h2, y no n2 h2, siendo n un número entero. Digo esto sólo para Ilustrar el hecho de que la distinción Pitagórica de los números triangulares no fue una simple ilusión, aparte de los números triangulares que aparecen con mucha frecuencia en las matemáticas».

 

Aunque los estudiantes de física de hoy día son enseñados a calcular los cuadrados cuánticos de esta forma, no se les suele explicar el origen Pitagórico del razonamiento.

 

Otro instrumento de cálculo muy empleado es la denominada «Álgebra de Lie», referida a operadores de parámetros continuos que proporcionan valores discontinuos. Uno de los resultados del empleo de este Álgebra son las «dimensiones de las representaciones de la Simetría Unitaria», una serie de números que coincide en todos sus términos con la serie Pitagórica de los números triangulares.

 

Algunas de las realizaciones más determinantes en el terreno de la Física de Partículas, fueron consecuencia de los trabajos de Nee-Marm, Gell-Mann y Nijiyima, los cuales dispusieron un gráfico de coordenadas cartesianas, colocando en el eje de abscisas los valores del «Spin Isotópico», y en ordenadas el valor de la “Hipercarga”. El resultado fue la ordenación de las partículas en agrupaciones integradas por hexágonos regulares, en cada uno de cuyos vértices se situaba una partícula y en cuyo centro geométrico se colocaban dos. Estos «hexágonos de ocho puntos», fueron designados por Gell-Man, «Camino Óctuple», en recuerdo de la ideología Budhista. Las partículas descubiertas hasta ese momento, que no habían encontrado previamente una ordenación, pudieron ser clasificadas en sistemas de «octetos». Gradualmente, los grupos no completos, fueron completándose con el descubrimiento de nuevas partículas, como el «mesón Eta», en 1962. No obstante, habían numerosas figuras geométricas en la Escuela Pitagórica, que resultaban prometedoras en este camino de investigación. El llamado «Triángulo de 10 puntos», fue aplicado a la construcción de una pirámide, según la cual deberían ordenarse los bariones en función de su spin. Para cumplir la proposición de Platón en cuanto a la necesidad de unas reglas de simetría para la belleza final de la figura, real, faltaban algunas partículas, entre ellas la correspondiente a la cúspide de la pirámide. En 1962 se descubrió el doblete central faltante. La partícula de la cúspide se localizó mediante un complejo experimento, llevado a cabo en el Brookhaven National Laboratory, bombardeando un blanco de tungsteno con un haz de protones de alta energía, tomando más de 100.000 fotografías en cámaras de burbujas, cubriendo trayectorias de mesones K de más de 300 Kms., dando todo ello por resultado el hallazgo de la partícula buscada, que fue bautizada con el nombre de «Omega negativa».

 

De hecho, superponiendo en un gráfico los triángulos y hexágonos ya determinados, aparece en el centro de la figura así integrada, un triángulo equilátero menor que todos los hasta ahora conocidos, el cual tendría la propiedad de poseer cargas fraccionarias. Las hipótesis, apuntaban a que el triángulo estaría constituido por tres partículas coligadas, que serían elementos originales o puntos de partida para todas las restantes partículas descubiertas. Esas «Partículas fundamentales del Universo», han sido designadas con el nombre de QUARKS. Tal como señala el ya aludido Dr. Álvarez López:

 

“La tarea presente de los físicos nucleares es puramente Pitagórica, ya que se ocupan en trazar círculos inscritos y circunscritos, que encierran triángulos y hexágonos, cuyas medidas les permiten Ir avanzando en el conocimiento de la Naturaleza. Al final del análisis descubrimos que el fin último de la Naturaleza encierra un principio Estético».

 

Como vemos, existen, ocasionalmente, científicos lo suficientemente honestos y sinceros como para reconocer la verdad intrínseca y la neta superioridad de las realizaciones de los grandes pensadores de la antigüedad que, mediante formas de conocimiento suprasensible, en nada próximas al mecanicismo reduccionista o al cartesianismo, alcanzaron cumbres difíciles de vislumbrar siquiera en la actualidad. Heissemberg, el fundador del llamado «Principio de indeterminación», y, con él, de la Física Cuántica, dice:

 

«Después de leer a Platón, pude entender la verdadera naturaleza del átomo».

 

Y Schrödinger:

 

«Digo esto, para ilustrar el hecho de que la distinción Pitagórica de los números triangulares no fue una simple Ilusión.»

 

Y el experto en partículas, Igor Saavedra:

 

«En la Física Nuclear estamos de vuelta a fines del siglo XVI, cuando Kepler, en su ‘Misterium Cosmographicum’, calculaba tas distancias entre el Sol y los planetas, ajustando sólidos regulares a esferas celestes».

 

La tradición del Antiguo Conocimiento y el Conocimiento Suprasensible en la actualidad

 

Existe una línea ininterrumpida, de conocimiento trascendente, que recorre lo largo y lo ancho de la geografía mundial en el devenir histórico, que se origina en la antigua India 5 y en la cuenca del Eufrates y que, luego, retrocediendo por Oriente Medio y Asia Menor, llega al Norte de África y, atravesando la Península Ibérica, se introduce en Europa. Tenemos así el relevo de las civilizaciones: la Aria-Hindú, la Persa, la Asirio-Caldea, la Babilónica, la Egipcia, la Hebrea, la Griega, la Romana, la Árabe Islámica, y la europea, fraccionada en sus múltiples nacionalidades.

 

Desde los Siete Grandes Rishis de la antigua India, al Mazdeismo de Zoroastro, de los Oráculos Caldeos, a los Misterios Griegos, los saberes alcanzados mediante el cultivo y el desarrollo instrumental de vías de percepción situadas más allá de los cinco sentidos fisiológicos, penetraron profundamente en nuestra cultura occidental, a través de la puerta de Grecia y África, por el intermedio de Aristóteles, y sus seguidores en la Escolástica Cristiana; y también por la sabiduría trascendente de los Gnósticos Neoplatónicos, que influyo en los primeros Padres de la Iglesia, y – es importante resaltarlo – mediante las enseñanzas de Manes que, condenado por hereje en los primeros siglos del Cristianismo, fueron recuperadas a través de las órdenes Sanjuanista y Templaría, a su regreso de las Cruzadas, estableciendo los núcleos de lo que posteriormente tomaría la forma de la Orden Rosacruz.

 

La tradición oculta, netamente Europea y Occidental, es la Rosicruciana, profundamente escondida, de la cual apenas si se conservan testimonios circunstanciales. La precariedad de documentos, parece intensificar el interés de los investigadores, en cuanto a la persistencia de una tradición que no muestra apoyos sustanciales para su prolongación histórica. Utilizada por los diversos Capítulos de la FrancMasonería como piedra de revalidación y nota de reclamo, ha continuado siempre tan inaccesible como en sus principios, escapando a todo intento de interpretación y análisis, hasta los inicios del siglo actual, momento en el que encontramos la que, posiblemente, sea la única aproximación seria, documentada y práctica a las enseñanzas de la Rosacruz, en la obra del notable pensador austriaco, Rudolf Steiner.

 

De sólida formación, tanto filosófica como científica, Steiner elabora un nutrido y coherente cuerpo de conocimiento trascendente, que se diferencia de forma radical de todos los intentos similares emprendidos desde finales del siglo XIX, por su honestidad ideológica, su neutralidad y objetividad, y la poco usual capacidad de poder ser contrastados con la práctica diaria, en cualquier área que se escoja de la actividad humana, ya que no parecía existir ninguna barrera efectiva para las capacidades creativas de Steiner, a la hora de aportar elementos susceptibles de proyectar hacia el futuro todos los ámbitos del quehacer humano.

 

Según el método que desarrolla Steiner, basándose en la epistemología del idealismo germánico, ya apuntada por Goethe, y seguida por Schiller y Fitche, puede estructurarse un pensamiento no sujeto a condicionantes preestablecidos, y que, en función de su libertad y objetividad plenas, se convierta en un instrumento idóneo para la penetración en la comprensión no-mediata del funcionamiento de la realidad. 6 De esta forma, se dispone de un acceso a las dimensiones suprasensibles de la realidad, al mundo de los Arquetipos descrito por Platón y por Jung. Elaborando y destilando los contenidos del Idealismo Alemán, Steiner consolida unas teorías que, en su aplicación a la práctica convencional, demuestran una irrefutable validez en función de la brillantez de los resultados, perfectamente constatables. Desde la Agricultura Biodinámica, a la Medicina Antroposófica; desde la Pedagogía Waldorf, a la Euritmia Artística o Curativa, pasando por los ámbitos de la Filosofía, Historia, Artes, Física, Matemáticas, Religión (con la creación de la llamada ‘Comunidad de Cristianos’ y su renovado culto sacramental), el pensamiento fecundísimo de Steiner ha depositado en todas partes semillas, que podrán ser cultivadas en los próximos siglos, con unas perspectivas altamente esperanzadoras.

 

Tal como él lo expone, Steiner recoge las antiguas tradiciones, y ejercita sobre ellas su propia metodología de conocimiento, exteriorizando los resultados de ese esfuerzo por medio de su vastísima obra. Es así como en la Cosmovisión Antroposófica se reúnen, en una integración plenamente coherente, todas las concepciones de la realidad propias de las antiguas culturas, así como las desarrolladas en el Medioevo y Renacimiento, asumiendo una ordenación plenamente significativa e intelectualmente brillante, que engarza secuencialmente sus sentidos históricos y geográficos, para culminar en un objetivo y riguroso Cristianismo Trascendente.

 

Todas las antiguas corrientes iniciáticas, todos los Caminos de Misterios, cobran un sentido propio y, al mismo tiempo, global, al examinarse a la luz de la Cosmovisión Antroposófica, que constituye una auténtica clave, para la comprensión profunda de la realidad y, al mismo tiempo, un método contemporáneo de antoiniciación, en unas claves, en cierto sentido paralelas (salvando las lógicas distancias) al Psicoanálisis Junguiano.7

 

El resultado de la investigación Steineriana, revalida las afirmaciones de las diversas Escuelas Iniciáticas de la antigüedad, y también de las del presente, en aquello que poseen de objetivo. La Cosmovisión Antroposófíca no difiere en nada sustancial de las sostenidas en la antigua Persia, en Babilonia, en Caldea, en Egipto, o en las líneas generales de lo que comienzan a intuir los actuales Cosmofisícos o los Físicos Cuánticos. Es identificable con las enseñanzas de Paracelso, Giordano Bruno, Kepler y Ramón Llull; y explica las percepciones de los estados de conciencia alterada de los místicos medievales y renacentistas, al tiempo que suministra elementos para entender los presupuestos de partida del Psicoanálisis, o las mas recientes teorías de la Psicología Humanística y Transpersonal, o las técnicas Orgonómicas y Bioenergéticas derivadas del trabajo de Wilhelm Reich.

 

Las áreas más avanzadas y limítrofes, en la ciencia, en la filosofía, en la técnica, en el arte, pueden ser – y lo están siendo – enriquecidas con la aplicación de los presupuestos de Steiner. Pero lo que a nosotros nos interesa aquí, es la naturaleza de esa Cosmovisión Trascendente, que la Antroposofía comparte con el antiguo Conocimiento Tradicional de las culturas de la más temprana Historia, ya que ese delineamiento, siempre contemplado y cultivado en el seno de las organizaciones esotéricas, aporta elementos altamente valiosos para la elaboración de una imagen integral del ser humano, aplicable a las ciencias humanas y sociales del presente. En ese sentido, Steiner escribió alrededor de treinta libros, y pronunció unas seis mil conferencias, la mayor parte de las cuales fueron tomadas en estenografía y taquigrafía, y posteriormente impresas y, en su mayor parte, publicadas.

 

El sentido del ser humano en la Cosmovisión del conocimiento tradicional

 

Desde una perspectiva esotérica, podemos establecer que el Universo es entendido como un ámbito específicamente delineado para suministrar un campo de desenvolvimiento a los seres vivientes. Por otra parte, debe especificarse que el Conocimiento Esotérico contempla la existencia de más de una línea de seres en evolución, dentro de nuestro Sistema Solar, entre las cuales, una de ellas, la más importante, pero no la única, es nuestra humanidad.

 

Se acepta y reconoce la existencia de una rama evolutiva, que tuvo su origen con considerable anterioridad a la humana, emanada de forma directa de la Entidad Creadora Original, y compuesta por seres sumamente avanzados, a los que la humanidad primitiva representó como dioses, y también por seres de una naturaleza intermedia (los Arcángeles y los Ángeles), e incluso por seres relativamente poco avanzados, tales como los globalmente designados como ‘Espíritus de la Naturaleza’ (gnomos, salamandras, silfos y ondinas), criaturas que han poblado siempre la tradición folklórica de todos los pueblos. Esta línea de evolución no posee cuerpos de naturaleza física densa, como los nuestros, ni existe en un nivel tridimensional, sino en ámbitos espacio-temporales diferentes, que reciben sus propias denominaciones: Etérico, Astral, Devachánico o Espiritual, etc.

 

La principal característica de esta corriente evolutiva es la de asumir la labor de llevar a la práctica el propósito evolutivo divino. En esta línea de evolución no existe la libertad, en tanto en cuanto su identificación con 1a voluntad del creador es tan completa, que no puede existir para ellos la posibilidad de no atenerse a ella. Desde esa perspectiva, son totalmente dependientes de la Entidad Creadora, en cuanto que nunca se apartan de sus fines y, por lo tanto, no disponen de capacidad de iniciativa ni de una creatividad propia; es por ello que nunca podrán llegar a ser iguales a esa Entidad, por más que su desarrollo se amplíe y perfeccione. Es debido a esa limitación, que de la Entidad Creadora emana una segunda línea, la que, potencialmente, estará dotada de libertad para experimentar y hallar métodos propios de respuesta a las diversas situaciones y necesidades. Esa segunda línea es la que corresponde a la humanidad: nuestra humanidad.

 

Para que exista un ámbito en el cual experimentar, se precisa – previamente – la generación o construcción de ese ámbito. Esa es la labor específica de la primera línea evolutiva ya descrita, designada con el nombre de Jerarquías Creadoras o Angélicas. Estas entidades, consiguen su propio desarrollo mediante su labor de preparación de las condiciones para que la humanidad aparezca y disfrute de un adecuado ámbito para su desenvolvimiento y experimentación. De esta forma, las Jerarquías Creadoras, cada una en su nivel respectivo, genera los cuerpos correspondientes que ha de requerir el ser humano, al mismo tiempo que los campos o ámbitos de realidad en los que cada uno de esos cuerpos puede manifestarse y establecer una interacción enriquecedora.

 

Podría decirse que las Jerarquías preparan los cuerpos del hombre, a manera de vestiduras, así como el escenario en el que el drama de la historia de la humanidad va a ser representado. Cuando todo esta listo, las almas humanas (los yoes permanentes) son introducidas dentro de esas vestiduras, que se superponen unas a otras, de !a misma forma que lo hacen las distintas piezas de la vestimenta convencional.

 

Inicialmente, el hombre no sabe cómo desenvolverse, y ha de ser conducido por esas mismas entidades que prepararon y dispusieron su encamación. Pero, a medida que va desenvolviéndose, y, con ello, adquiriendo experiencia y habilidad en el dominio de sus cuerpos, se acostumbra a hacerlo sin ayuda, y, de forma progresiva, las Jerarquías se retiran y le dejan librado a sus propias capacidades – recién conquistadas – e iniciativa.

 

De esta manera, progresivamente, a medida que las condiciones ambientales varían, en función de los cambios sucesivos introducidos por las Jerarquías, las almas humanas experimentan estímulos en sus vehículos o vestiduras corpóreas, que son el resultado de la actividad de las Jerarquías Creadoras sobre la materia, y se contemplan como Leyes Naturales.

 

Durante un tiempo, esas leyes solamente son percibidas en su acción sobre la materia física densa, pero, luego, se deduce su presencia en niveles cada vez menos perceptibles. Así, mediante su conocimiento, y la identificación con dichas leyes naturales, el hombre aprende a comprender las formas de acción de las Jerarquías Creadoras ocultas tras ellas y – poco a poco – se va convirtiendo, él mismo, en un creador.

 

A lo largo de la Historia, ha habido períodos en los cuales el ser humano, por poseer un nivel de percepción muy diferente del actual, podía ser consciente de la existencia de las Jerarquías Creadoras, de su trabajo y de su incesante interacción con el hombre. Diferentes culturas han ido perdiendo, progresivamente, esa facultad de percepción, y sustituyéndola por la del razonamiento. Por este motivo, aquellas que conservaron estas facultades hasta períodos relativamente tardíos, nos han podido legar los resultados de tal índole de adquisición de conocimiento, en forma de documentos artísticos y religiosos, que únicamente la distorsionada visión reduccionista de los antropólogos e historiadores oficiales ha podido interpretar como fantasiosa e imaginaria.

 

Las culturas Sumeria, Egipcia y la Griega primitiva, informadas por un poderoso componente religioso y cosmológico, podían considerar la existencia de los dioses como un hecho de los que formaban parte de su experiencia diaria. Esto ha formado igualmente parte de la religión Hindú y de la Cabala judía. Dentro ya del Cristianismo, los primeros Padres de la Iglesia conservan esta definición de las Jerarquías, posiblemente influidos por el llamado Dionisio el Aeropagita, y más tarde vemos esta misma presentación en Tomás de Aquino. La presencia de estas entidades fue asimismo patente para los místicos medievales, y para personalidades cronológicamente más actuales, como Swedemborg o William Blake.

 

El Conocimiento Esotérico ha conservado los datos referentes a su existencia y funciones, así como todo lo que formaba parte integrante de una comprensión de la realidad más directa, patrimonio de las antiguas culturas; preservando así unas informaciones de importancia vital, que han resistido el paso de los siglos por el hecho de haberse mantenido reservadas, ocultas, protegidas bajo el manto de la ignorancia y el olvido públicos.

 

La moderna Psicología designa los ámbitos abarcados y examinados en el Conocimiento Esotérico, con los nombres de Subconsciente e Inconsciente. Es, precisamente, en el denominado por Jung Inconsciente Colectivo de la humanidad, donde se puede apreciar la incesante actividad de estas entidades, que se traduce en forma de Arquetipos, próximamente ligados a las interpretaciones de las antiguas Mitologías, y, aún más estrechamente, con las exposiciones de las Escuelas de Misterios de la antigüedad.

 

Recientemente, las escuelas Orientales de Esoterismo, han suministrado una abundante información acerca de las Jerarquías Creadoras, pero siempre – como es lógico – desde la visión oriental. En Occidente ha sido la línea Rosacruz, concretizada en la Antroposofía de Rudolf Steiner, la que ha proporcionado una visión más completa, organizada y perfectamente armonizable con la comprensión racional de la realidad.

 

No existen diferencias demasiado sustanciales entre el desenvolvimiento del hombre y el de las Jerarquías Creadoras. El hombre, al igual que ellas, es un ser cuya naturaleza esencial es espiritual, con la particularidad de que él evoluciona mediante sus experiencias en un ámbito físico de tres dimensiones, obtenidas por el intermedio de su cuerpo físico. En el caso de las Jerarquías, sus componentes evolucionan mediante experiencias en otros niveles de la realidad, diferentes del nuestro tridimensional.

 

Según el ser humano aprenda a reaccionar de forma más o menos adecuada a los estímulos que recibe del exterior, se va constituyendo – a su vez – una distribución jerárquica entre los seres humanos.

 

Existen básicamente tres etapas que pueden distinguirse en el desarrollo del ser humano: una primera, en la cual actúa bajo los dictados de las Jerarquías Creadoras, debido a que su nivel de conciencia es todavía muy reducido, comparable al de un niño en su primera infancia, y precisa de unos sistemas de normas muy rígidos a los cuales poder atenerse en su conducta.

 

Poco a poco, tras el intermedio de muchas vidas sucesivas, el individuo se asoma a su mayoría de edad, y se reconoce a si mismo como un ser individual, en el medio de la creación. Toma conciencia de su papel, y de su responsabilidad, y comienza a actuar por sí mismo, conforme a su propio criterio. Este es el nivel al que una parte significativa de la humanidad está comenzando a llegar ahora, y es debido a esto que los sistemas de valores establecidos e impuestos desde fuera entran en crisis, para comenzar a ser substituidos por los valores que surgen de la interioridad de la propia alma humana, de su núcleo individual. 8

 

Como resultado de lo aprendido en esta etapa, el ser humano llega a su madurez, y, en un tercer estadio, entra a formar parte de las Jerarquías Creadoras, pero, con la considerable ventaja sobre ellas de poseer un considerable margen de creatividad y autonomía. Por lo tanto, inicialmente, el hombre es una criatura fundamentalmente receptora. En su segundo estadio, (el actual), inicia sus propias aportaciones. Y en un tercer estadio (en la Sexta Época Cultural), se convierte en un ente donador, que extrae de su propio interior – enriquecido por la experiencia – aquello que, a su vez, aporta a entidades menos evolucionadas de lo que él lo está.

 

Comparativamente, podría establecerse que un planeta es el ámbito de desenvolvimiento de entidades receptoras que – a medida, que progresan en su propio desarrollo – ensanchan su campo de actuación y experiencia, hasta llegar al de las estrellas, que, como sucede con nuestro Sol, son el nivel de actuación de las Jerarquías Donadoras de Luz y de Vida.

 

El ser humano, que ordinariamente se encuentra, es estos momentos, limitado en sus percepciones a un nivel tridimensional, puede, si sigue el adecuado entrenamiento, ensanchar su ámbito de percepción y registro, de forma de incluir en él aquellos ámbitos que son el campo propio de actuación de las Jerarquías Creadoras, aprendiendo así más acerca de la naturaleza y medios de llevar a cabo el Pían de Evolución, y apresurando su propio desarrollo y efectividad.

 

Las Jerarquías Creadoras manifiestan, cada una en una cierta proporción, las tres cualidades básicas de la Entidad Creadora original: Amor, Sabiduría y Voluntad, junto con la capacidad de disgregar su propia sustancia para generar cuerpos que serán empleados por entidades de un orden inferior. Los diversos niveles de Jerarquías, se especializan en alguna de esas cualidades. El ser humano ha de ser capaz de desarrollarlas todas hasta su más alto nivel.

 

Las Jerarquías creadoras, ejerciendo sus particulares cualidades sobre una sustancia primordial, generan ámbitos de desenvolvimiento, o continuos espacio-temporales o dimensionales, como se designan actualmente en Física o Astronomía.

 

Los seres humanos son aprisionados por las Jerarquías Creadoras en cuerpos de sustancia física tridimensional, que limitan sus percepciones al nivel físico, con lo cual pierden la posibilidad de percibir las acciones de esas mismas entidades. Esas actividades se reflejan sobre el nivel físico únicamente mediante impulsos en los éteres, que constituyen el sustrato de la materia física, los cuales son interpretados por la ciencia material reduccionista actual como Leyes Universales de carácter mecánico.

 

Para que el hombre pueda hacerse auténticamente consciente de esas fuerzas, así como para que pueda mover y mantener viviente su cuerpo físico (que por sí mismo no sería más que un muñeco mineral inerte) precisa poseer un cuerpo de energías, el designado como ‘cuerpo etérico’. Pero, para que pueda formar una experiencia e imagen interna de la misma, en función de los estímulos y percepciones externas, requiere de otro cuerpo de un nivel más sutil, un cuerpo que vibre en respuesta a las emociones y pensamientos, el llamado ‘cuerpo astral o emocional’, por cuyo intermedio se ejercen las facultades anímicas, del pensamiento, sentimiento y voluntad.

 

Esos cuerpos, son los generados por los diversos rangos de Jerarquías Creadoras para dar un acomodo al Espíritu o Ego humano, que se introduce en ellos una vez han llegado al grado de flexibilidad que les hace aptos para su recepción.

 

Originariamente, el Ego humano es un ente de naturaleza espiritual, que pertenece al mismo ámbito que las Jerarquías Creadoras, pero con un estado de conciencia letárgico e inconciente. Su conciencia ha de ser despertada mediante las experiencias de la índole más diversa. Estas experiencias son facilitadas por los diversos cuerpos, reaccionando ante los estímulos procedentes de los distintos ámbitos de experiencia. Esos estímulos despiertan en el ser humano la necesidad de pensar, sentir y querer por sí mismo, y de construirse sus propios criterios y su propio sistema de valores, de acuerdo con la realidad.

 

En la actualidad, la inmensa mayoría de los seres humanos se identifica, por una parte con sus cuerpos físicos, y, por otra parte, son conscientes de tener una vida, interna, suministrada por el cuerpo astral. Se encuentran en la etapa de aprender a utilizarlos. Lentamente, surge un mayor número de personas que, habiendo aprendido – hasta cierto punto – la correcta utilización de sus cuerpos, despiertan la capacidad de «ser ellos mismos» en el proceso de, en un momento futuro indeterminado, transformarse en super-hombres o seres esencial y autónomamente creadores.

 

Aproximación a la comprensión del concepto de Hermetismo

Hermetismo ha sido el nombre bajo el cual, durante muchos años, se ha conocido el Esoterismo o Conocimiento Esotérico o Tradicional, según las distintas denominaciones que le hemos ido dando en este trabajo. Se trata de la presentación externa que ha ido adoptando durante prolongadísimas etapas, unas históricas, otras aun anteriores, que se pierden en la noche de los tiempos. Ahora bien, al percibirse como un sistema deliberadamente abstruso, cuya presentación externa – virtualmente ininteligible – estaba destinada fundamentalmente a ocultar o dificultar la captación de la verdad contenida bajo los símbolos y las iconografías representativas, podríamos caer en el error de realizar una interpretación o valoración errónea del mismo. De hecho, los ideogramas y los símbolos herméticos, originariamente no tienen la función de ocultar sino, por el contrario, la de constituir específicos modelos mnemotécnicos de acumulación, conservación y transmisión de una información especifica.

 

Tal vez podríamos comprender mejor esta afirmación, si tratamos, por unos momentos, de colocarnos en el lagar de una persona avanzada dentro del proceso de desenvolvimiento espiritual. Esta persona, en virtud de un largo y penoso proceso de adiestramiento, se ha situado en posición de afinar de tal manera sus percepciones, que éstas le ponen en contacto con unos determinados niveles de la Realidad, a los cuales, la persona común, ordinariamente no tiene ningún medio de acceso. De esta forma, mediante esta percepción sutilizada, este individuo puede registrar en sí determinadas impresiones que, de una u otra forma, implican una información.

 

Esta información le suministra una perspectiva más amplia, elaborada, completa, y – por encima de todo – ajustada a la verdad, con respecto a la naturaleza de la Realidad, y, consiguientemente, le coloca en un lugar de cierta preeminencia, ya que dispone de un mejor equipo mental e intelectual, y de mayores recursos ideológicos y psicológicos, para hacer frente a. cualquier clase de eventualidad. Una persona de estas características es lo que, convencionalmente, se ha dado en denominar un Iniciado, dentro de la tradición Esotérica.

 

Ahora bien, incluso el propio Iniciado se tropieza con dificultades a la hora de hacer operativa la información que ha captado, procedente de los niveles internos de la realidad Las impresiones allí registradas, se apartan de tal manera de las habituales en el mundo físico, que resulta sumamente complejo el poder traducirlas en unos términos funcional y auténticamente descriptivos. Así, el impacto producido sobre la conciencia por un estímulo que carece de forma (al menos en lo que se refiere a nuestro concepto de tal), plantea una difícil problemática para ser descrito de manera comprensible.

 

La Función múltiple del símbolo

Esto es lo que se ha venido a solucionar por medio de la utilización de los ideogramas o símbolos. Por lo tanto, un símbolo no es más que una clave destinada fundamentalmente, no a ocultar, sino a acomodar dentro de sí un determinado contenido de información, que debe ser preservado y trasmitido a la posteridad.

 

De esta forma, los individuos adentrados en el sendero espiritual, emplean los símbolos como un lenguaje de comunicación y almacenamiento de datos, de manera similar a los Lenguajes que se utilizan en la programación de los ordenadores. Ahora bien, es muy importante tener en cuenta que los símbolos no son nunca escogidos al azar, sino que tienen una específica capacidad de trasmitir ese contenido particular para el que han sido seleccionados, en virtud de su estructura formal, de su diseño, que se corresponde, en alguna forma, directa o indirecta, con la cualidad del contenido.

 

Por otra parte, al mismo tiempo que llevan incorporada esa información, los símbolos poseen peculiares capacidades de operar sobre la misma realidad, con efectos concretos que variarán de un símbolo a otro. Es algo similar a lo que ocurre con los actuales ‘circuitos integrados’, más corrientemente denominados ‘chips’. La energía eléctrica discurre por ellos, siguiendo determinadas trayectorias, cuidadosamente prefijadas para producir determinados efectos. De la misma manera, los símbolos han sido confeccionados formalmente con un diseño que, en virtud de su propia Forma, ocasionará, por su propia geometría, unos determinados efectos de naturaleza ondulatoria, ya sea en el medio ambiente circundante o en la persona que centra su atención en él.9

 

Se trata de una forma de operatividad arquetípica. Sabemos que, según la concepción Platónica {vitalmente esotérica), las Ideas Arquetípicas conforman la realidad, actuando sobre ella como una especie de molde o campo estructurador o morfogenético, según se denominan en la actualidad. En esta misma línea, y conociendo las leyes que gobiernan la transmisión de las energías que permiten ese influjo determinante, se pueden colocar lo que podríamos designar como interruptores, transformadores o convertidores de esas energías, en determinado punto de su trayectoria, consiguiendo así deliberadas modificaciones en el curso y efecto normal de esas energías, que dan forma a nuestro ámbito material.

 

Este ha sido desde siempre el principio de la verdadera Magia. Así pues, conociendo lo suficiente de las leyes y de su proceso de funcionamiento, se pueden emplear signos o ideogramas concretos, para producir modificaciones específicas en la realidad. Unos signos pueden actuar como acumuladores de energía, otros como aceleradores de la misma, otros como retardadores, etc. Con el tiempo, y a medida que la ciencia avance y amplíe su campo de examen, se llegará al uso generalizado de las pictografías con toda clase de finalidades funcionales y, de esa forma, el problema de la energía dejará de revestir las presentes características acuciantes, cuando un simple signo, que podrá ser trazado por cualquier persona dotada del adecuado conocimiento, podrá suministrar luz, calor, fuerza impulsora, o cualquier otra ayuda que se precise en la circunstancia.

 

Algo muy similar es lo que sucede con el sonido, que, asimismo, es energía que vibra en determinada frecuencia y longitud de onda. Las vibraciones emitidas por la voz humana, cuando ésta es adecuadamente modulada, pueden afectar de forma muy determinante a la estructura de la realidad que nos rodea. Pero, para ello, una vez más, es preciso estar dotado del adecuado conocimiento. Nuestra ciencia actual conoce formas de utilización de los ultrasonidos y de las microondas. Sus aplicaciones son amplísimas, y sus efectos espectaculares.

 

Cada vez cobramos mayor conciencia del hecho de que el ámbito de la realidad que se circunscribe a nuestros umbrales de percepción ordinaria, es absolutamente insignificante si se le compara con la grandiosa perspectiva del conjunto de niveles y subniveles, de bandas de múltiples frecuencias, en número inimaginable, cada una de las cuales determina todo un mundo de vivencias y de experiencias, habitado por multitud de seres, la mayor parte de ellos desconocidos e inimaginables para nosotros, La consideración de esa imagen globalizadora de la realidad ha sido, desde siempre, el objeto de conocimiento del Hermetismo.

 

Problemática histórica del cultivo del Conocimiento Esotérico o Hermético

Para definir el Hermetismo, deberíamos decir que, desde los tiempos más remotos de los cuales la Historia nos deja constancia, han existido asociaciones de hombres y mujeres -juntos o por separado – vinculados por la persecución de un propósito común, de la suficiente trascendencia como para determinar de manera decisiva el curso de sus vidas. Este propósito ha consistido en la búsqueda de una perspectiva más profunda, omnicomprensiva y satisfactoria, de la Verdad, o Realidad, que las suministradas por la cultura vigente.

 

Estas fraternidades Herméticas, se han perpetuado con el paso de los siglos, siendo unas herederas de otras, en una tradición sin solución de continuidad. Al llegar a aquellas épocas en las que la conciencia del ser humano común se hallaba suficientemente desarrollada como para poder compartir aquel conocimiento superior, estas Escuelas se convirtieron en las llamadas ‘Escuelas de los Misterios Menores’, presentes en todas las antiguas civilizaciones, desde la Egipcia, pasando por la Caldea, Babilónica, Persa, Griega y Romana. Sus famosos ritos de Iniciación no eran sino simbolismos, dramatizados de una forma adecuada, para despertar y evocar contenidos profundos y esenciales en las mentes contemporáneas, todavía en cierto sentido infantiles.

 

Para las personas especialmente cultivadas, existían los llamados ‘Misterios Mayores’, a los cuales únicamente tenían acceso los que habían superado favorablemente todos los niveles y requisitos de los mucho menos exigentes ‘Misterios Menores’. En estas escenificaciones, se representaba alegóricamente la acción de las divinidades sobre todos los elementos de la Naturaleza; poniendo especialmente de relieve que todo cuanto acontece, no importa lo nimio o trivial que pueda aparecer a nuestra interpretación, es el resultado de la interacción de poderosas tuerzas internas, del trabajo de seres ordinariameníe invisibles para el ojo humano, y notoriamente alejados de nuestras posibilidades comunes de percepción.

 

Desde una perspectiva antropológica, las Escuelas de los Misterios se han interpretado usualmente como de carácter religioso. Cabe pensar si, de haberse considerado como centros de estudio filosófico (lo que, por ejemplo en la antigua Grecia, no habría sido en absoluto anacrónico ni alejado de la realidad), se habría podido evitar – en alguna medida – el posterior fanatismo y la consiguiente desvirtuación de los verdaderos valores de esta forma superior de conocimiento, que tuvieron lugar a partir de la finalización del Helenismo.

 

Precisamente, para eludir los muy considerables riesgos que, en las que se llamarían posteriormente ‘Edades Oscuras’ (presididas por Iglesias dogmáticas y crueles), suponía la simple posesión del verdadero saber, fue que se estructuró el Hermetismo como una envoltura o vehículo, para la conservación y transmisión del Conocimiento Esotérico. En semejantes condiciones, es perfectamente comprensible que el acceso a 1as Escuelas Herméticas hubiese de ser extraordinariamente selectivo, y que únicamente se admitiese en ellas a quienes podían demostrar que su anhelo de conocimiento era un móvil lo suficientemente poderoso como para arriesgar su propia vida física, por amor al saber y a la Verdad.

 

Esto era particularmente necesario en unos momentos en los que la menor indiscreción, no solamente suponía el riesgo de la existencia del individuo que la cometía, sino, por intermedio de la tortura, la de todos los miembros pertenecientes a la Fraternidad o Escuela. Todos conocemos, aunque sea vagamente y de oídas, algunos de los casos que la historia atestigua: ya se trate de Templarios, o de Cataros, quemados a cientos en la hoguera, o de pueblos enteros del sur de Francia, como el de Albi, en que se pasó a cuchillo a la totalidad de la población, hombres, mujeres, niños, incluidos los animales, y, asimismo, los habitantes que no profesaban la herejía en cuestión, puesto que, según expresa recomendación Papal, ‘Dios ya haría la adecuada selección de las almas’.

 

La enseñanza en las Escuetas Herméticas estaba programada de tal manera, que el individuo debía ir progresando de forma gradual, pero ininterrumpida, en la profundización de su análisis y comprensión del Cosmos. El contenido de esta enseñanza incluía una compleja serie de técnicas, delineadas para despertar, en el interior del ser humano, las facultades que existen latentes en él, y que le permiten entrar en contacto y experimentar en los llamados ‘mundos espirituales’; aquellos ámbitos de la Realidad, frecuentemente aludidos, con los que se relacionaban fácilmente tas primeras razas humanas. Estas, por estar incipientemente equipadas, se hallaban todavía estrechamente arropadas por sus creadores (las Jerarquías de las que hemos hablado en epígrafes previos), que las dirigían desde los niveles interiores de la realidad.

 

Desde esta perspectiva, la meta, para todo ser humano, consiste en adquirir la necesaria capacitación, que le permita el pleno y apropiado desenvolvimiento en todos los niveles de la Realidad, pero no de una forma pasiva y descontrolada, como sucedía en las primeras razas, sino de una manera perfecta y versátil, tal como corresponde a la divinidad interna – cuando se expresa libremente y sin trabas – por medio de unos vehículos de experimentación depurados y ejercitados.

 

De forma un tanto paradójica, el impulso de los Países Católicos, que les llevó a guerrear contra los musulmanes en las ya legendarias (y muy mal conocidas) Cruzadas Medievales, dio pie a la oportunidad de que las ya resecas y agostadas culturas occidentales, consumidas por el rigor del dogma sombrío – negación antitética del mensaje amoroso de Quien se presume su fundador – se iluminasen con las aportaciones del remanente conocimiento superior del Oriente Medio. De esta forma, mediante el intercambio geográfico y cultural de aquellas prolongadas contiendas, el Conocimiento Esotérico conservado por Oriente – muy particularmente las concepciones dualistas y gnósticas, que cristalizaron en el verdadero Maniqueísmo – fue infiltrándose y extendiéndose por Europa, a través de las cabezas de puente de la península Ibérica y el Sur de Francia.

 

Poco a poco surgen, de una manera difícil de determinar, multitud de opúsculos con títulos tales como ‘La Muchedumbre de las Filósofos’, y otros de semejante índole. No es éste el lugar para insistir en que el propósito de los Alquimistas no consistía (primordialmente) en la transmutación de los metales. El lector debe saber, o le remitimos a otros de nuestros trabajos a tal efecto10, que los largos, tediosos y complejísimos procesos alquímicos, no tenían otra finalidad más que constituirse en una disciplina física, emocional y psicológica, tendente a producir una transmutación de semejante naturaleza, pero en los propios vehículos de la persona que los experimentaba, consagrándose en cuerpo y alma a esa labor suprema.

 

Los distintos cambios experimentados por lo que se designaba como ‘la obra’, eran la constatación externa de los efectivos cambios internos, producidos en el propio alquimista, Eran algo semejante a ‘controles’, que se disparaban en el momento apropiado, si el trabajo había sido llevado a cabo de forma correcta. En esa corrección, entraban, no solamente los factores externos y materiales, sino, primordialmente, la propia atmósfera psico-energética del experimentador, que era quien efectivamente propiciaba el desarrollo que los procesos físico-químicos del experimento. El trabajo correcto nunca podría llevarse a cabo, sin la previa y determinante evolución del operador.

 

En la Edad Media, en algunos aspectos, se revitalizaron las antiguas interpretaciones esotéricas dualistas del Cosmos,11 presentes en la filosofía Mazdeísta Persa, según las cuales el Universo es el campo de conflicto entre las fuerzas contrapuestas del Bien y de la Luz (Ahura Mazdao) y del Mal y de tas Tinieblas (Ahrimân). Al respecto es importante hacer algunas salvedades. Desde el punto de vista del Conocimiento Esotérico, y entendiendo la Realidad como un proceso incesante de cambio dirigido hacia la transformación de la conciencia de los seres que la habitan, el bando de la Luz se entiende como el progresivo, el abierto al cambio, el que sustituye las formas, cuando éstas se han hecho ya rígidas, por otras diferentes y más flexibles, de tal forma que las estructuras generadas sean, al menos, tan orgánicas como las que proporciona la Naturaleza, y, de esta manera, se cumplan los objetivos para los cuales ha sido creada o generada. Por el contrario, el bando de las Tinieblas agrupa a quienes se aferran a lo antiguo, a lo ya obsoleto, porque les interesa utilizar las formas – unas formas que manejan con gran habilidad – como un instrumento de poder y control al servicio de sus finalidades personales. Para los primeros, el interés de la humanidad, como conjunto, está por encima de cualquier otra consideración, hasta el punto de sacrificarse a sí mismos, en lo que es preciso; para los segundos, son siempre sus intereses propios los que priman, y, para ello, sacrifican a los demás, sin el menor escrúpulo, como la Historia atestigua, incluso en nuestros propios días. Es por ello que las sociedades o fraternidades ocultas, de uno y otro lado, han estado siempre detrás de todos los acontecimientos históricos significativos, tanto en sentido progresivo, como regresivo.

 

Para situar un punto de arranque detectable de la Ciencia Alquímica, habríamos de remontarnos al antiguo Egipto, donde se localiza La mítica figura de Hermes Trismegisto, a quien se atribuye la confección de la famosa Tabla Esmeraldina, de la cual dice la Leyenda que fue grabada por Hermes sobre una esmeralda, y encontrada por Alejandro Magno en el interior de la pirámide de Keops. Una versión, posiblemente más ajustada a los hechos, la considera una traducción al latín de un texto árabe del siglo X, traducción, a su vez, de un texto griego del siglo IV. El contenido de este texto es el siguiente:

 

Es verdad, sin mentira y muy variable.
Lo que está abajo es como lo que está arriba,
y lo que está arriba es como lo que está abajo,
para hacer los milagros de una sola cosa.
Y como todas las cosas han sido y son venidas de uno,
así todas las cosas son nacidas dentro de esa cosa
única, por adaptación.
El Sol es el padre, y la Luna la madre de todas ellas
el Viento la llevó en su vientre, la Tierra es su nodriza,
el padre de todo, el theleme de todo el mundo, está
aquí, su fuerza está entera si está convertida en tierra.
Tu separaras la tierra del fuego, lo sutil de lo grosero.
dulcemente, con gran trabajo.
Sube de la Tierra al Cielo e inmediatamente
desciende a la Tierra y recibe las fuerzas
de las cosas superiores e inferiores.
Tu tendrás por este medio toda la gloria del mundo
y todas las Tinieblas se alejarán de tí
Esta es la fuerza de toda fuerza,
porque ella vencerá toda cosa sutil
y penetrará toda cosa sólida.
Así ha sido creado el mundo.
De ello saldrán y serán innumerables adaptaciones
de las cuales el medio está aquí.
Por esto he sido llamado Hermes Trimegisto
poseedor de las tres partes de la filosofa del mundo.
Lo que yo he dicho de tal operación del Sol
está ya realizado y completamente terminado…

En Occidente, la Alquimia cobró auge realmente a partir del siglo XIII, cuando comenzaron a destacarse figuras tales como Alberto Magno (1193-128O), Roger Bacon (1214-1294) y Arnaldo de Villanova (1245-1313), siendo este último un ferviente espiritualista, que adoctrinó muy adecuadamente a su discípulo mallorquín, Ramón Llull, a quien se dio el apelativo de ‘Doctor Iluminado’ (1235-1313).

 

En el siglo XIV aparece con particular relieve la figura de Nicolás Flamel (1330-1418), considerado junto con su mujer, Pernelie, como el primer maestro del Arte Regio.

 

En el siglo XV, la Alquimia es estimada como una doctrina mística secreta, que la Iglesia contempla con gran animosidad, como a cualquier hecho que pueda interpretar como una alternativa a lo que ella supuestamente representa. En esa época, se escucha ya el nombre de Basilio Valentín de Erfurt, que descubre los procesos de elaboración de varias aleaciones, de uso plenamente vigente en la actualidad. También realizó la preparación del éter, tan utilizado posteriormente en medicina como anestésico.

 

En pleno Renacimiento, la Alquimia se conexiona con la Cabala hebrea, con nombres como los del inglés John Dee (1527-1608), el abate alemán Johann Thritheim (1462-1516), y Teofastro Bombasto Von Hohenheim ‘Paracelso’ (1493-1541), una de las figuras más señeras de las «Épocas Oscuras».

 

En el siglo XVII nos encontramos con Van Helmont (1577-1664) y Robert Boyle (1626-1691). El emperador Rodolfo II (1562-1612) tuvo toda una corte de Alquimistas. Es la época de la difusión de la Rosacruz hermética germánica. A esta fraternidad se supone perteneciente el religioso Johann Valentín Andrae (1586-1637) y el médico inglés Robert Fludd (1574-1637). Destaca asimismo en aquél tiempo, el místico Jacob Bohemme (1575-1624).

 

Es en el siglo XVIII, cuando las teorías racionalistas de los sabios Enciclopedistas hacen perder de vista totalmente la concepción de la realidad que se había mantenido operante dentro de la Alquimia, y ésta pierde su fuerza, siendo sustituida por una abigarrada profusión de sociedades secretas, básicamente centradas en la penetración conceptual y analítica de esos ámbitos restringidos de la existencia.

 

En esta rapidísima perspectiva, seguida a vuelo de pájaro, solamente hemos podido dar una trayectoria esbozada acerca de la naturaleza del Conocimiento Esotérico, y una explicación de la forma en que ha podido perpetuarse, a pesar del paso de los siglos. Para ello, fue imprescindible adoptar toda clase de precauciones. Y, evidentemente, en ningún caso se trató de reservarlo, por un prurito egoísta, para unos pocos favorecidos, en contra de lo que, los que han querido denigrarlo, han pretendido difundir.

 

El carácter un tanto impenetrable de textos como el que se reproduce a continuación, es paradigmático de esta forma especial de conocimiento, que ha tenido que refugiar en el símbolo lo que el mundo externo no le permitía difundir de manera generalizada:

 

Hoy, Hoy, Hoy.
Son las bodas del Rey;
Si tú has nacido para tonar parte en ellas,
Elegido por Dios para la alegría,
Ve hacia la montaña
En la que existen tres templos,
A presenciar los acontecimientos
Ten mucho cuidado de tí
Examínate a ti mismo.
Sí no te has purificado asiduamente
Las nupcias te causarán perjuicio.
Caiga la desgracia sobre el que se aferra ahí abajo.
Que se abstenga todo aquel que sea demasiado liviano.

Fragmento extraído de la obra Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz.

 

Pedro A. Quiñones Vesperinas
Redacción, inicial, 26 Enero de 1980
Revisión posterior, 14 de Junio 1993

 

NOTAS:

1.- La Mayéutica era el sistema empleado por Sócrates para la instrucción de sus discípulos. Un procedimiento que contestaba a las preguntas de los discípulos con otras preguntas, adecuadamente pensadas, de tal manera que conducían al instruido a que se contestase a si mismo y de esa forma desarrollase sus propias capacidades de reflexión y análisis de la realidad. Mas o menos, lo contrario de lo que hacen los Gurús del presente, de cualquier índole, en su gran mayoría.

 

2.- El término ‘esoterismo’ procede del griego elso qeo (eisoteo), cuya significación aproximada es: hago entrar. Se refiere a la acción de traspasar el umbral existente ante La cámara donde tenía lugar la iniciación en las llamadas Escuelas de los Misterios Simbólicamente, ese paso del umbral implicaba una modificación en el estado de conciencia del individuo, que experimentaba una notable ampliación. y accedía a niveles de la realidad que, hasta ese momento, hablan estado vedados para él. Genéricamente, se ha venido empleando como sinónimo de ‘oculto. ‘subterráneo’, ‘escondido’, en contraposición con exotérico, que significa precisamente lo contrario, lo ‘exterior’, lo ‘divulgado’. lo conocido de forma general. Al nivel esotérico accedían muy pocas personas, inicialmente solo los candidatos a la Iniciación, personas escogidas no únicamente por su nivel de pertenencia social, sino, particularmente, por sus condiciones y cualidades como individuo.

 

3.- En este sentido son extraordinariamente interesantes los trabajos del eminente físico Dr Álvarez López, descubridor de la ausencia de masa electrónica en los electrones metálicos, quien, entre otras cosas, realizó un estudio radiográfico, mediante emisión de neutrones, del interior de la pirámide de Kefren. encargado por el gobierno egipcio. También, en función de sus teorías físicas (basadas en los «Teoremas Métricos” estructurados a partir de los planteamientos clásicos, como los de Arquímedes o Herón de Alejandría) predijo la existencia de la quinta luna de Urano y corrigió el cálculo de la masa de Plutón, Hecho» ambo* confirmados con posterioridad Sus dos obras más famosas, publicadas ambas en castellano, son «Física y Creacionismo’ y «Dioses y Robots», aparte de muy numerosos artículos y ensayos, tendentes todos ellos a demostrar, de forma rigurosa y perfectamente documentada, la existencia de una tecnología al servicio de la arquitectura y de la ingeniería, extraordinariamente avanzada, en tiempos tan remotos como tos de la construcción de las pirámides egipcias Álvarez López, se basa, como punto de partida, en la extensa obra del famoso arqueólogo inglés, Sir W.M. Flinders Petrie, quien escribió muy numerosos libros, entre los cuales, los pertinentes a este tema son: «Pirámides y Templos de Gizeh», “Artes y Oficios del Antiguo Egipto, “Herramientas y Armas» y «Sabiduría de los Egpcios”. en parte realizados en colaboración con el ingeniero especialista en maquinaria. Benjamín Baker Por su parte, y de forma plenamente autónoma, el también arqueólogo Kurt Lange, llega a conclusiones ¿imitares en su libro: «Pirámides, Esfinges, Faraones».

 

4.- Hierofante es el término que designa al introductor en los Misterios, al Iniciador*, el que instrumentaliza la ceremonia, la preside y la convierte en efectiva, de forma similar a como el sacerdote debe realizar el rito religioso y el mago su ceremonia. También puede ser el dirigente de una escuela mistérica, como en el aludido caso de Pitágoras, fundador de su propia escuela de iniciación en Crotona.

 

5.- Nos referimos al aspecto histórico documentado, ya que el origen del Conocimiento Esotérico es notablemente anterior a la Historia conocida.

 

6.- Tal como lo describe con gran riqueza de detalles en sus obras: «La Concepción Goetheana del Mundo». «Verdad y Ciencia» y «La Filosofía de la Libertad».

 

7.- No en vano Jung extrajo las raíces más profundas y sólidas de su conocimiento de sus continuas relaciones con esoteristas y con personalidades de probada sabiduría, pertenecientes a culturas tradicionales.

 

8.- Adicionalmente, el ser humano cumple el papel de actuar como órgano sensorio de las Jerarquías Creadoras, con respecto al mundo físico-material, el cual ellas no pueden percibir directamente ya que, ni en su naturaleza m en su equipo de cuerpos, de expresión, poseen nada de naturaleza semejante a la materia física densa.

 

9.- A este respecto, consultar el artículo: ‘Emisiones debidas a las Formas’, de la serie de publicaciones del C.E.R.S.

 

10.- Por ejemplo, nuestro libro ‘Historia de la terapia Natural, desde Grecia hasta nuestros Días’. Editorial Mándala S.A. Madrid, 1992. En todo lo concerniente a la Alquimia.

 

11.- Sobre este tema, ver el trabajo ‘Orígenes de las Religiones Dualistas’ Pedro A Quiñones. Athenea Ediciones. 1993.

Por Pedro Quiñones Vesperinas (Artículo Original Aqui)

Visto en: http://www.revistabiosofia.com/

1 comentario

  1. QUE decir de este interesante articulo.Toda la mañana para leerlo,pero merece tanto la pena.Me aclara muchas inquietudes,no tiene desperdicio su lectura.EL GRAN HERMES TRIMEGISTO,significa mucho en my vida.Bellisimo lo leido.Todo instante es bueno para compartir algo, sembrar verdades,irradiar armonia,tolerar,sonreir,escuchar,tender la mano,aconsejar,proteger,consolar,cuidar,transmitir pensamientos de benevolencia y ternura……SI,amigos,si,el AMOR ES LA LUZ INESTINGUIBLE,COMO EL SOL QUE NUNCA SE PONE.Dede mi humilde ser AMOR,SIEMPRE AMOR.VISITACIÓN.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

xxx