El Sonido del Universo 2: de la Resonancia abstracta
“Nada perece en el Universo; todo cuánto acontece en él, no pasa de meras transformaciones”.
– Pitágoras-
Se le llama “resonancia abstracta” a aquella procedente de franjas vibratorias estrictamente extra-físicas. A su vez, podemos dividirla en: resonancia sonora, resonancia visual y resonancia cromática. Vamos a examinarlas.
Resonancia Sonora
Uno de los fundamentos más espectaculares e impresionantes de la resonancia es el Sonido, particularmente lo que conocemos como “Música”.
La parte técnica de su expresión, más simplificada, nos dice que el sonido es un “movimiento ondulatorio en un medio elástico” (siendo este medio, primordialmente el aire). Desde el punto de vista físico el sonido es producido por “cambios rápidos de presión generados por el movimiento vibratorio de un cuerpo”.
La Música nos ofrece el ejemplo supremo de las cualidades imperceptibles de la resonancia porque, siendo parte de nuestra vida diaria y aun estando sus efectos en nosotros, no los notamos. Sin embargo, imaginemos por un momento el sonido de una sola cuerda del violín o de una sola tecla del piano… si cerramos nuestros ojos y concentramos toda nuestra atención, percibiremos claramente “algo” más que el simple sonido; percibiremos la resonancia inalterada e inmediatamente sentiremos algo. Eso se debe a que nosotros, como seres también resonantes, reflejamos un tipo de sonido, el cual, al combinarse con los de otras personas y de todo lo que está en nuestro entorno, produce estados de armonía variables de acuerdo a la resonancia combinada. O sea, con nuestra existencia hacemos música de diferentes cualidades.
El sistema musical no es un efecto, no es producto de nada, sino que revela las cualidades universales de la resonancia. Entender la parte interna de la Música es entender cómo se comporta la pulsación fundamental que da estructura a todo el universo. La Música puede ser considerada una pista en nuestro intento de descifrar el acertijo que para nosotros podría ser el universo.
Definida tradicionalmente como “el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo”, la Música es el reflejo de la vibración (resonancia) armónica que permea el universo en su estado natural.
Por supuesto, se puede combinar frecuencias disonantes (no armónicas) para producir sonido que inmediatamente detectamos como desagradable, pero la Música, que es armónica y coherente, tiene un patrón natural de frecuencia definido.
La nota es el concepto fundamental en teoría musical, cada una teniendo su propia frecuencia de resonancia. El piano nos ofrece una representación visual del sistema musical occidental: en sus teclas blancas vemos la secuencia de las varias notas (tonos) que componen la escala ascendente (de izquierda a derecha) del sistema y las teclas negras que reflejan semitonos (medio tono) situados entre los tonos. Los semitonos situados entre cada nota son llamados “accidentales”, o más comúnmente “sostenido” si aumenta la frecuencia de una nota (en dirección ascendente) y “bemol” si la reduce (en descenso). El sistema musical occidental está compuesto de 7 tonos y 5 semitonos, que en conjunto son llamados “octava” porque cada 8 tonos comienza una nueva repetición del conjunto con cada repetición siendo de frecuencia más alta que la anterior. Las 88 teclas del piano común son básicamente 7 (más precisamente 7.33) repeticiones de este patrón 7-12, comenzando en una nota La.
Nótese en el dibujo que el patrón de la armonía de la naturaleza incluye el fenómeno de excluir un semitono entre las frecuencias de Mi y Fa y también inmediatamente después del último tono de cada octava (el Si). Este fenómeno forma un patrón determinado
1 – 1 – ½ – 1 – 1 – 1 – ½ ,
significando que entre las notas Do y Re, Re y Mi, Sol y La y La y Si hay un tono completo, pero entre Mi y Fa y entre Si y Do hay medio tono.
La resonancia musical occidental centra su base en la nota La4, o sea, en la cuarta repetición de nota La en teclado del piano, localizada en el punto medio.
Aunque en el mundo se ha utilizado diferentes opciones, el estándar mundial actual sitúa la resonancia de La4 en la frecuencia de 440 Hz. Partiendo de esta posición, cada tecla produce sonidos de menor o mayor frecuencia resonante dependiendo de la dirección
(derecha o izquierda) en que se proceda. Siendo la música un sistema totalmente matemático, las frecuencias resonantes de cada semitono que asciende o desciende en la escala musical representan un cambio de vibración resonante equivalente a 1.059. Por ejemplo, en el caso de un movimiento de La4 a La4 Sostenido (medio tono) la diferencia es calculada: 440 X 1.059 = 465.96 Hz. Por otro lado, la diferencia de un tono completo (como de Do a Re) es de unos 1.123 Hz.
El espectro normal de audición humana figura entre las frecuencias de 20 y 20,000 Hz, con la persona promedio pudiendo distinguir unos 1,400 cambios de frecuencia y con la música occidental utilizando primordialmente solamente unos 120. Esto nos da una idea de dos limitaciones humanas en cuanto a la frecuencia resonante: la primera señalando nuestras limitaciones de percepción consciente y la segunda revelando, dentro de esta primera limitación, nuestra capacidad reducida de distinguir la infinidad de diferentes tonalidades percibidas. Nótese que al decir “consciente” significa que nuestros sistemas energéticos y físicos sí perciben toda la resonancia universal, pero primordialmente en forma inconsciente.
Este tema de la acústica, como se conoce el estudio de la resonancia del sonido, es toda una ciencia compleja. Bastará con aclarar que, analizado profundamente, cada tono musical refleja una complejidad inmensa de vibraciones resonantes, que en realidad no hay tal cosa como un sonido “puro” en nuestro ámbito existencial. Aunque al presionar la tecla del piano creamos oír un sonido límpido, éste es en realidad un compuesto de muchas frecuencias resonantes armónicas.
Consideremos también que la armonía musical (usando ahora el término “armonía” como el arte de combinar notas) comúnmente consta de varios tonos sonados simultáneamente, lo que nos da una mejor idea de la complejidad de la música que escuchamos comúnmente cuando varios instrumentos (algunas orquestas sinfónicas numerando 100 músicos) suenan en conjunto. La música es música sólo cuando la resonancia (cada nota) producida por cada instrumento es simpática o afín con las demás que estén presente, así permitiendo que se mezclen produciendo, curiosamente, nuevas resonancias. Por el contrario, el simple ruido es producido por vibraciones resonantes cuyos choques (sin mezclarse) emiten nuevas resonancias incoherentes ante los sentidos humanos. De hecho, exponernos durante mucho tiempo a resonancias chocantes, especialmente aquellas en la parte alta del espectro, puede causar daño permanente a nuestros sistemas humanos físicos y etéreos.
Resonancia visual
Este tema, que trata de la resonancia, la cual produce la energía, la cual produce la materia, nos trae a un campo sumamente interesante en cuanto a la naturaleza del universo. Este tópico nos refiere al concepto que toda la materia, en sus estados sólido, gelatinoso, líquido y gaseoso, es en realidad una inmensa “imagen holográfica” o, como se conoce más comúnmente, un holograma. Las imágenes holográficas son fascinantes porque representan objetos que muestran todas las cualidades de los sólidos, pero que comprueban ser evanescentes y etéreos (fantasmagóricos) al intentar tocarlos. Este tipo de imágenes son formadas por la interferencia resultante de ondas de luz que se cruzan en su paso por el espacio. Para entender este tipo de interferencia tenemos que tratar primero la esencia interna de la luz, los llamados “fotones” que abundan en el universo, y los patrones que estos forman en su comportamiento natural.
El fotón fue llamado originalmente “lichtquant” (un cuanto, o unidad, de luz) por Albert Einstein y en 1926 el nombre moderno fue acuñado por Gilbert Lewis usando la palabra griega “phos” (luz). De hecho, Lewis ese mismo año publicó una teoría especulativa bajo el título “La conservación de fotones” en la prestigiosa revista inglesa Nature, en la que decía que los fotones “no se podían crear ni destruir”.
Según nos dice la física cuántica moderna, el fotón:
1. Es la partícula elemental responsable de las manifestaciones del fenómeno electromagnético.
2. Es la partícula portadora de todas las formas de radiación electromagnética, incluyendo los rayos gama, los rayos X, la luz ultravioleta, la luz visible, la luz infrarroja, las microondas y las ondas de radio.
3. Tiene una masa invariante de cero (no tiene peso) y viaja en el vacío a una velocidad constante.
4. Presenta propiedades tanto de partícula como de onda.
5. Se comporta como una partícula cuando interactúa con la materia y como una onda en fenómenos como la refracción (distorsión) producidos en lentes.
6. En la luz que es visible para el ser humano (aquella con una frecuencia vibratoria entre 400 y 700 nanómetros) tiene energía suficiente para excitar el ojo humano, permitiendo la visión.
7. Tiene movimiento lineal y polarización (negativa o positiva).
Entonces, según las “ondículas” (ondas-partículas) fotónicas se mueven en el universo en todas direcciones, sus puntos de incidencia (donde se cruzan dos o más) van formando patrones particulares, o patrones de interferencia. Estos patrones de luz entrelazada forman las imágenes que percibimos y son los bloques fundamentales del proceso que produce la materia.
Un ejemplo simple de patrones de interferencia es visto cuando lanzamos dos piedras separadas en un estanque de agua. El impacto de cada piedra en la superficie produce una onda que se extiende perfecta y circularmente desde el centro de impacto hacia afuera. En algún momento ambas ondas se encontrarán y cruzarán cada una el movimiento de la otra formando patrones de contacto. Imaginemos ahora los patrones de
interferencia producidos por cientos de piedras lanzadas a la vez al estanque o hasta aquellos producidos continuamente por incontables millones de fotones en el universo.
Hoy día los hologramas son una gran novedad y son elaborados también como una curiosidad de entretenimiento.
La primera experiencia del experto Wallice de la Vega con un holograma fue profundamente impactante para él, quizás porque sucedió en una galería de arte, y no en un laboratorio científico. En esa ocasión se mostraba un cubo de cristal conteniendo una estatua romana que aparecía y desaparecía. Era tan real la imagen que podía verse desde los cuatro lados del cubo, cada uno mostrando la parte adecuada de la estatua. Sin embargo, cuando uno intentaba tocar la estatua por la parte superior del cubo, la mano traspasaba su “materia”. Al cabo de un rato se reveló el misterio del holograma y se explicó que éste era producido usando un rayo de luz especial.
Hasta principios del siglo XX la luz natural tenía la cualidad exclusiva de ser incontrolable. En su estado normal, toda la luz se consideraba “desparramada”, o sea carente de un orden colectivo.
Las investigaciones del físico húngaro Dennis Gabor lo llevaron a la invención (patentizada en 1947) de una máquina que podía tomar luz, juntarla en una unidad cohesiva y dirigirla controladamente. Su nombrado proceso de “Amplificación de Luz por Emisión Estimulada de Radiación”, o LASER, como se le conoce por su sigla en inglés, hoy día tiene una amplia variedad de aplicaciones útiles, incluyendo la producción de hologramas.
En la imagen el holograma de la manzana es producido mediante un rayo láser que es dividido en dos. El primero de los dos rayos creados es enfocado hacia la manzana y el segundo es redirigido y orientado a que choque con la luz reflejada del primero. Cuando esto sucede la incidencia de ambos crea un patrón de interferencia que es grabado en una placa fotográfica
A la vista normal la imagen creada es muy diferente a la manzana real pues muestra simplemente muchos conjuntos de anillos concéntricos.
Pero al alumbrar la imagen con otra fuente de luz intensa, reaparece la imagen tridimensional de la manzana. Lo más curioso de este fenómeno es que si rompemos la lámina en muchos pedazos, cada uno de estos, al ser alumbrado, reproduce la totalidad de la información contenida en toda la lámina. Es decir, la luz enfocada en el pedazo reproducirá la imagen completa de la manzana. Este fenómeno representa lo que de diferentes maneras ha sido llamado “el todo en cada partícula”, como por ejemplo se aplica al hecho que cada célula indiferenciada del humano contenga toda la información referente al cuerpo que la lleva. Todo choque de ondas, incluyendo los fotones, las ondas de radio, etc. crea patrones de interferencia. De hecho, aun eso que llamamos interferencia que interrumpe el sonido y el video de la radio y la televisión tiene un patrón definido. Es más, dentro de esa interferencia hay lo que podríamos llamar “información” (resonancia) cuyo uso podría ser beneficioso o perjudicial para los humanos, esto dependiendo de sus necesidades evolutivas del momento en particular.
Lógicamente, nuestra tendencia es dudar de la validez de un universo holográfico porque los objetos que nos rodean no son sutiles, sino que demuestran ser sólidamente impenetrables. No es lo mismo decir simplistamente que “todas las cosas son átomos” que darle con la cara a una pared, ¿cierto? Pero que el universo sea transparente no es la acepción que se le da al holograma.
Lo que esta teoría significa es que el holograma forma el molde energético que propicia el proceso por el cual éste se va llenando mediante las diversas combinaciones químico-atómicas que producen las muchas variedades de la materia.
Vemos cómo el sistema de la resonancia sigue haciéndose más complejo, resumiendo hasta este punto: La Esencia Universal tiene la cualidad de pulsación; la pulsación forma patrones energéticos; estos patrones tienen cualidades que causan la formación de los átomos; los átomos tienen cualidades que se influencian entre sí para unirse (mediante el llamado “enlace”); la unión de los átomos forma moléculas y, en el caso de los seres “vivos” las moléculas forman las células que dan forma a las diferentes materias que componen los cuerpos. Un sistema similar se desarrolla en la parte etérea (energética o espiritual) del ser humano. La aplicación de la teoría del holograma al funcionamiento humano comenzó con el trabajo del neurofisiólogo Karl Pribram, quien paralelamente con el físico David Bohm (pero independientemente de él) fueron los arquitectos de esta idea revolucionaria. La consideración del holograma como una respuesta abarcadora ha crecido desde sus comienzos en la década de 1960, ya que este modelo aparenta ser la única explicación lógica no sólo de los procesos del cerebro, sino también del mundo que nos rodea y de muchos fenómenos paranormales. Por ejemplo, la holografía ha sido propuesta como explicación de las experiencias cercanas a la muerte (Kenneth Ring, 1980), de los estados alterados de conciencia (Stanislav Grof, 1985), de la naturaleza de los sueños (Fred Wolf, 1987), y de la sincronía de eventos (F. David Peat, 1987).
Resonancia cromática
Paralela con la resonancia sonora, en la cual cada franja vibratoria incluye diversos tonos auditivos, la resonancia cromática tiene que ver con los colores resultantes de cada frecuencia.
Básicamente, esto significa que cada vibración resonante tiene naturalmente cualidades sonoras y cromáticas, o sea, que emite un sonido y un color particular.
La menor parte de todo el espectro cromático, así como del espectro sonoro, son imperceptibles por el ser humano. En el caso del primero, la medida de luz (científicamente llamada “radiación electromagnética de una longitud de onda”), es expresada en nanómetros.
Entre el espectro total de la luz, que se encuentra entre 300 nanómetros (ultravioleta) y 1,400 nanómetros (casi infrarroja), el ojo humano promedio responde a longitudes de onda entre 380 y 740 nanómetros. La longitud de onda de la luz visible entre estos límites corresponde a los colores que identificamos como rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul y violeta. Por supuesto, entre cada color hay un sinnúmero de matices de colores secundarios. Porque el ojo humano no perciba la mayoría de los sonidos y los colores no significa que estos no existan.
Como sabemos, las comunicaciones telefónicas abundan en nuestro entorno, pero no podemos escucharlas sin dispositivos que reduzcan su frecuencia a nuestra banda (franja energética) de percepción humana. Por otro lado, en algunos seres humanos son comunes las experiencias de ver destellos repentinos con sus ojos y hasta colores al cerrar sus ojos en meditación. En estos casos la percepción física es amplificada temporalmente por nuestros sentidos espirituales.
De hecho, la ciencia cuenta con aparatos capaces de medir las cualidades sonoras y cromáticas de la resonancia hasta ciertas frecuencias que están fuera de nuestra percepción. En estos ámbitos existen colores que son, literalmente, imposibles de describir con el lenguaje humano. La lógica nos dice que las limitaciones en ambos extremos (bajo y alto) de los espectros sonoros y cromáticos están en nuestras capacidades de percepción, no en la amplitud de El Todo universal.
Geometría universal
En esta sección, todavía centrados en en el tema de la resonancia abstracta, tratamos otra parte que sirve de antesala a la formación de la materia. Quizás podríamos ver lo que sigue como una de las partes internas del holograma universal que fue mencionado.
La resonancia universal ha estado velada durante milenios en una variedad de sistemas filosóficos y espirituales, uno de los cuales es el llamado Geometría Sagrada. Este concepto se basa en la realidad que la naturaleza, reflejo máximo de perfección, en su fuero interno revela patrones geométricos armoniosos que la constituyen. Lo notamos en las proporciones de las flores, de las frutas (especialmente en su interior) y hasta en las moléculas del aire, en los átomos, etc.
En tiempos antiguos, cuando todo conocimiento extrafísico era considerado propiedad exclusiva de las castas espirituales que se fueron formando, se adaptó la cualidad geométrica de la naturaleza a los conceptos religiosos, produciendo así el término de “geometría sagrada” para la geometría universal. De ahí que la construcción de templos y su localización y orientación geográfica, así como la creación del arte y la música religiosos seguían patrones estrictamente geométricos. La geometría sagrada ha sido identificada en todas las grandes culturas que nos han precedido, entre éstas la celta, la hindú, la egipcia, la romana y la griega. Si notamos el entorno físico producido por el ser humano, notaremos que este concepto continúa siendo usado actualmente. Eso se debe a que el sentido de armonía, simetría, equilibrio y orden produce en el ser humano un sentido de bienestar. Y no es para menos, como seres vivientes reconocemos inconsciente y naturalmente ese balance universal provisto por la resonancia en su estado más puro. Las grandes y legendarias obras arquitectónicas, los diseños urbanos más impresionantes y todas aquellas cosas fabricadas por el humano que consideramos bellas, estilosas, sorprendentes, etc., fueron creadas a base de patrones energéticos que están en armonía con la geometría sagrada de la resonancia universal.
Durante las grandes civilizaciones egipcias de los siglos de esplendor faraónico este sentido de orden y armonía era llamado “ma’at”, elemento fundamental de una sociedad que intentaba vivir armónicamente con las leyes universales mediante la observación estricta de la justicia, la equidad, la verdad, el bien, la conciencia cósmica, la sabiduría, etc.
Ma’at era tan importante para los egipcios que lo personificaron en una diosa, cuyo distintivo es una pluma en la cabeza. La imagen clásica del “Pesaje de Alma” representa el concepto de Ma’at aplicado en el proceso de desencarnación de los humanos… obviamente precursor del concepto del “juicio final” judeocristiano.
En esta escena vemos al fenecido ante Toth y Anubis, con su corazón siendo pesado contra la pluma de Ma’at y el monstruo Amit esperando el resultado. La esencia de la imagen es comparar las cualidades del fenecido con las de Ma’at (las virtudes) y con las de Amit (que representa las bajas pasiones humanas). Si el corazón del fenecido resulta ser tan liviano como la pluma de Ma’at, él pasa a mejor vida; si resulta ser más pesado, es devorado por el monstruo y su castigo es regresar a las cualidades representada por éste.
Esta analogía mitológica es una excelente representación de nuestros ciclos de existencia encarnada, con nuestra resonancia actual siendo decisiva de nuestras experiencias futuras. Una resonancia afín con los conceptos representados por Amit causará automáticamente experiencias de esa clase, una resonancia afín con Ma’at nos dará resultados que encontraremos, en términos comunes, placenteros.
Regresando a la geometría universal de la naturaleza, ésta es una analogía representativa de cómo actúa la resonancia, que se desplaza en patrones geométricos (los que hemos conocido desde la clase de matemáticas del noveno grado) produciendo todo lo existente en el universo. Según este concepto, si la resonancia es la fuente primordial de materia prima, la geometría es el plano de construcción que sigue el continuo y autónomo desenvolvimiento del universo. Entre los muchos patrones geométricos de la resonancia (como el cubo, el triángulo, etc.) las escuelas esotéricas han destacado el círculo como el más fundamental porque de la combinación de múltiplos de éste se extraen todos los demás. Por tal razón, a través del tiempo se ha considerado el círculo como la “Semilla de la Vida” que forma otros arquetipos llamados
“Árbol de la Vida”, “Huevo de la Vida”, “Fruto de la Vida”, “Vesica Piscis”, etc., de acuerdo con sus configuraciones.
En la siguiente secuencia vemos cómo, de acuerdo con el concepto de la geometría universal, se va formando la Semilla de la Vida.
Por supuesto, recordamos que esta es una analogía gráfica de un proceso completamente energético-resonante.
La Semilla de la Vida está compuesta básicamente de 7 círculos, el primero de éstos centrado en un punto y los 6 siguientes centrados en puntos equidistantes localizados en el arco del primero a 60 grados de distancia entre sí, girando siempre a la derecha. Los puntos en el arco forman un hexágono regular y la primera ronda de generación formando un conjunto perfecto de 6 vesica pisces en el centro. Este proceso demuestra una teoría del principio de la vida, en el cual una de las partículas conscientes de El Todo, comienza a girar fijo en su centro hacia la derecha formando un círculo y éste a su vez dividiéndose también hacia la derecha, cada uno nuevo duplicándose hasta completar todos los 6. Este proceso nos recuerda el proceso de multiplicación celular que sucede desde el momento en que un óvulo humano es fecundado por un espermatozide comenzando el proceso que producirá un cuerpo humano. Esta es la base de la fábula de la creación propuesta por las religiones judeocristianas a base de 7 días y del concepto del número 7 como “sagrado” de muchas filosofías esotéricas. La semilla completa es formada por 37 círculos producidos en tres rondas hexagonales de generación, cada una formada en torno a puntos específicos de la ronda anterior.
Uno de los enigmas más interesantes de la geometría universal es el del eneagrama, figura formada por líneas rectas basadas en 9 puntos equidistantes de un círculo, esta vez cada uno a 40 grados. Aunque tenemos varios tipos de eneagramas de acuerdo con su configuración , el que nos interesa en particular es el llamado El Cuarto Camino. Esta configuración fue propuesta por P.D. Ouspensky citando a una persona a la cual se refirió simplemente como G. Luego se supo que esa persona era George Ivanovich Gurdjieff, reconocido místico y maestro espiritual armenio con quien llevó una amistad estrecha. Según Ouspensky, Gurdjieff dijo estando en Rusia que esta forma de eneagrama era parte de un secreto antiguo que estaba siendo presentado parcialmente al mundo por primera vez en esa ocasión. Según Gurdjieff, el eneagrama representa la “Ley de 7” y la “Ley de 3”, las dos leyes fundamentales reconocidas por muchas filosofías esotéricas. Como tal, el eneagrama puede ser usado para describir todo fenómeno o proceso de vida, o sea, que estudiando el eneagrama podemos descifrar cómo el universo se comporta en general y porqué ocurren los sucesos que nos pasan en nuestras vidas particulares. Esa explicación incluye porqué nada en nuestras franjas resonantes de existencia ocurre linealmente, sino en ciclos alternos que pueden ser vistos como movimientos naturales ascendentes y descendentes repetitivos. Todo esto se refiere, por supuesto, al comportamiento de la resonancia universal.
Por ejemplo, según vemos en la gráfica anterior, las líneas conectan en secuencia los puntos denominados 1-4-2-8-5-7. Vinculando este tema con el de la música que exploramos anteriormente, usamos el eneagrama para representar la llamada Ley de Octavas de la resonancia universal. Representada una octava como un todo, al dividirla secuencialmente por el número de notas resulta como sigue:
1 entre 7=.142857…
2 entre 7=.285714…
3 entre 7=.428571…
4 entre 7=.571428…
5 entre 7=.714285…
6 entre 7=.857142…
7 entre 7=.999999…
Podremos notar que todas estas fracciones, exceptuando la última son compuestas por una secuencia definitiva, aunque cada una comenzando en un punto diferente. Al saber el punto de partida es posible establecer inmediatamente la serie completa. Esta secuencia es una de varias que se encuentran en lo profundo de la infinidad de procesos universales naturales, tales como el químico, el electromagnético, el bioenergético, etc., que son responsables por producir el mundo que nos rodea.
Ejemplo de otra secuencia reveladora es la Matrameru (“montaña de cadencia” en sánscrito, mejor conocida hoy día como Fibonacci), aparecida por primera vez en el manuscrito “Arte de Prosodia”, que data del 450 antes de la Era Común. Esta secuencia comienza en el numeral 0, seguido por 1 y de allí en adelante los demás números son la suma de los últimos dos. Esto sería escrito: 0-1-1-2-3-5-8-13-21-34-55-89… Nótese que después del número original la secuencia muestra un patrón en el cual aparecen 2 números nones seguidos por 1 número par, repitiéndose ad infinitum. La secuencia Fibonacci ha sido encontrada en una multitud de procesos naturales que incluyen fórmulas matemáticas, procesos biológicos y hasta la formación de la naturaleza.
En este asunto de las secuencias regresemos un momento a la Ley de 7 y la Ley de 3. La primera fue mencionada y explicada anteriormente en las octavas de frecuencias, representadas en la música y presentes en todos los niveles de existencia. Nos atañe brevemente la segunda.
La Ley de 3 tiene que ver con una perspectiva menos profunda que nos dice que en el universo existen tres fuerzas fundamentales: positiva, negativa y neutral (también vistas como activa, pasiva y neutral). En este esquema, la fuerza neutral, como visto en la electricidad, armoniza las polaridades opuestas propiciando las manifestaciones físicas (materiales) de la energía universal.
Este factor del 3 es clave en la resonancia universal cuando lo vemos desde la perspectiva de la Ley de 7. Una de las acepciones de la palabra “resonancia” es la cualidad de re-sonar, o volver a sonar, que es logrado mediante pulsaciones que se mueven en dos direcciones. Dentro de esta cualidad bidireccional es que se da el movimiento de la energía. ¿Cómo pude moverse direccionalmente algo que pulsa bidireccioalmente? Se mueve porque una de las direcciones es más larga que la otra. Imaginemos que en cada ciclo la pulsación se mueve en dirección “A” extendiéndose por 4 unidades (cualquier medida sirve para esta analogía) y luego 3 unidades en dirección “B”. Eso significa que cada vez que comienza la pulsación ésta habra avanzado 1 unidad en dirección “A”. Fácilmente vemos que un ciclo de pulsación sería análogo a 7 unidades, con una fase del ciclo siendo activa (4 ejerciendo fuerza), otra siendo pasiva (3 el retiro de fuerza) y otra neutral (el punto medio entre las dos). Esta analogía ilustra, en la micronésima usada como ejemplo, los hechos que en el ámbito de la resonancia universal no existe el espacio (dirección) y que el proceso es tan veloz que es imperceptible. Poniendo a un lado la complejidad de esta información notaremos que todos, absolutamente todos, tienen su base en la fuerza pulsante que llamamos resonancia.
A continuación aparecen una serie de imágenes tomadas de un experimento en cuanto los efectos de la resonancia sobre la materia. Éste consiste de aplicarle ondas resonantes de frecuencias ascendentes a arroz esparcido sobre una placa metálica. Cómo se ve, los cambiantes patrones energéticos toman formas más complejas pero menos densas según aumenta la frecuencia. Estos además reflejan imágenes similares a las mostradas en las gráficas de la Semilla de la Vida, siempre con la tendencia a formar unidades nuevas en torno a un centro.
Lo expresado en este artículo tiene la intención de presentarnos sólo algunos de los conceptos que podemos utilizar para examinar la resonancia desde la perspectiva etérea. Seguiremos explorando este tema en artículos sucesivos.
AUTORA: Eva Villa, redactora en la gran familia hermandadblanca.org
FUENTE: “Resonancia universal” por Wallice de la Vega.
Me fascinó toda la información, es maravilloso aprender conocimiento tan extraordinario y vital. Gracias
Nestor Alejandro Escobar Giraldo
Gracias
MUCHAS GRACIAS