Miedo a Volar por Daniel Jacob

El cambio ya sucedió

 

A medida que las energías del planeta siguen elevándose, mis pensamientos vuelven al viejo libro de Erica Jong, de los años 70 (según creo). Se llama “Miedo a Volar”.

Durante la época en que tome mi primera clase de Metafísica 101 en Lynnwood, Washington, se hablaba muchísimo de la forma en que cada uno crea su propia realidad y como cada parte de esa realidad es una especie de espejo que nos devuelve el reflejo de quiénes somos.

Durante una discusión de ese tipo, un miembro de la clase confesó: “Yo tengo una especie de interruptor en mi interior. Cuando me decido internamente a “ir por ello” en una o más áreas de mi vida, puedo comenzar a sentir una sensación de aceleración extrema. Las oportunidades comienzan a aparecer, los problemas se resuelven y mi cabeza comienza a girar. En tales ocasiones, para mi propio desconcierto, a veces elijo hacer girar el interruptor de nuevo, agregando diversos bloques de energía para que las cosas pierdan velocidad y se vuelvan más manejables.”

Descubrimos que esos bloques de energía pueden tomar la forma de adicciones a sustancias (tales como comida, drogas, alcohol), adicciones sexuales, adicción al trabajo, etc. Ellas sirven como DESVIADORES y REDUCIDORES de energía que de otro modo serían utilizados para incrementar la conciencia hacia los próximos niveles expandidos de vibración. En otras palabras, nos conectan a tierra para que no podamos volar.

El libro de Erica enfoca el tema desde el punto de vista de la sexualidad femenina: el miedo a abrirse plenamente para permitir que TODO el ser salga a jugar y TODO nuestro Amado (*) se quede adentro. Uno de los puntos de frustración que escucho de muchas mujeres hoy en día es que les cuesta mucho encontrar una pareja que esté acorde con su flujo de energía. No hace mucho, tuve la oportunidad de discutirlo con una mujer que habló del fracaso de muchas parejas románticas que pasaron por su vida. Dijo: “El problema conmigo es que generalmente tiendo a desgastar a los hombres. Al principio, se entusiasman mucho conmigo y mi estilo de vida, pero no pueden seguirme el ritmo una vez que la novedad del sexo desapareció.” Luego suspiró y agregó: “Supongo que nunca seré capaz de experimentar una relación duradera.”

Por supuesto, esto me hizo ponerme a pensar. No quería entrar en una disputa con ella sobre la polaridad él/ella, ni me ofendí (como hombre) por lo que estaba diciendo. Mi mente estaba girando más profundamente que eso. Me encontré ADOPTANDO esta expresión de consternación como propia, un grupo de mi propio femenino interno, y preguntándome qué había debajo de eso. Por lo tanto, mi recuerdo del libro, y mi interés renovado en darle un vistazo al MIEDO A VOLAR de la humanidad.

Alguien que tiene la experiencia frecuente de “mis parejas simplemente no pueden seguirme el paso” ha creado una DIVISIÓN dentro del universo de él/de ella. Un “lado” de la división está revistiéndose del papel de “iniciador” mientras el otro “lado” refleja la resistencia, tal vez en forma de apatía. Muchas veces, la pareja que ve o siente la apatía no se queja verbalmente de eso, aunque la pasión que se sienta sea negativa. De esa forma, él o ella consigue estar EN CONTROL de la pasión. Las Parejas Románticas se eligen y desechan basándose completamente en su capacidad para sostener un “status quo” para apoyar esta creencia subyacente: “Las personas simplemente no pueden seguirme el ritmo.”

Muy pocas personas son realmente conscientes de estar haciendo esto, o de buscarlo. Cuando descubrí ese rasgo en mí mismo, comprendí que parte de eso provenía de una “Ley Personal” que mantenía desde la infancia. Se formó cuando mi yo infantil comprendió cuán cansada estaba mi madre de cuidar de mí. Me tuvo cuando ya era mayor y no era la joven que conoció mi hermana. Así que naturalmente comencé a desarrollar la convicción de que “yo soy difícil de manejar”. Lo que está subyacente en esta convicción, y la proliferación de “Parejas Resistentes” que la apoyan es un TERROR absoluto a ser empujado personalmente fuera de nuestra “zona de comodidad” o desafiado más allá de un nivel emocional aceptable.

En realidad, el mundo físico es una Casa de Espejos. Si estamos ocupados tratando de empujar o atraer nuestro mundo para que “nos siga el ritmo”, y no estamos obteniendo una respuesta satisfactoria, somos NOSOTROS, NOSOTROS MISMOS los que estamos resistiendo. Hemos girado el “interruptor” al mínimo o lo hemos “apagado”. La aparición de “parejas que no pueden seguir el ritmo” es un reflejo de cómo NOSOTROS no nos estamos permitiendo seguir el ritmo con las incitaciones de un Yo Expandido.

Debajo de la HERIDA de haber sido “lastimados” durante una “pelea” anterior –la que muchas veces es utilizada como una excusa de por qué no podemos dejarla y confiar en que nuestra energía realmente nos guiará- está el MIEDO A VOLAR.

Nos decimos que “yo simplemente no puedo abrirme y confiar debido a esa cosa terrible que ……. me hizo.” Construimos tejido cicatrizal (tejido de temor) alrededor de esta “herida” y eso nos vuelve densos e inflexibles para que no podamos lograr o mantener estados profundos de activación espiritual. Sólo nos estamos limitando a nosotros mismos, lo que está BIEN, dicho sea de paso, si lo que queremos es más Limitación.

¿Esto es cierto en sus vidas? ¿Proyectan su “resistencia y apatía” hacia sus parejas, aduciendo que ellas sencillamente no pueden seguirles el ritmo? ¿Culpan a alguna herida del pasado por su falta de disposición para extender sus alas en este momento? ¿Qué es lo que realmente los está reteniendo?

Estoy comenzando a observar cada vez más que las “heridas del pasado” tienen muy poco que ver con nuestra resistencia al Espíritu del Momento del Ahora. Nos estamos retrasando con excusas vacías. Debajo de todo eso está el MIEDO A VOLAR. Miedo a DEJAR IR y no tener el control de lo que sucede. Y si nos ponemos de pie y volamos, debemos recordar que “cualquier aterrizaje del que podamos alejarnos caminando es un buen aterrizaje.” Y también debemos recordar que el Espíritu a veces nos llevará a lugares donde ningún hombre o mujer ha ido nunca antes. ¿Estamos dispuestos a aferrarnos a las “manijas” y dejar que eso ocurra?

 

 

(*) Ver Encontrar al Amado

 

 

 

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Traducción: Susana Peralta

Sitio oficial de Daniel Jacob en español:

3 comentarios

  1. CATÁSTROFES AÉREAS Y SU REPERCUSIÓN EN PERSONAS CON MIEDO A VOLAR.

    Todo accidente aéreo con pérdidas totales de vidas sensibiliza a todo el mundo. Muchísimo más a aquellas personas temerosas de volar.
    Le atribuyen a Picasso la siguiente expresión: “No le tengo miedo a la muerte. Le tengo miedo al avión.” De lo cual se desprende, que quienes tienen miedo a volar, desplazan sus diferentes temores inconscientes al avión.

    Después de aquel fatídico 11 de Septiembre del 2001, todos mirábamos con cierto recelo a los aviones. Se cerraron aeropuertos, se reforzaron al máximo las medidas y controles de seguridad, pero la gente en general trataba de postergar sus vuelos dentro de las posibilidades de poder hacerlo. Nadie volaba por placer en aquellos momentos, sólo lo hacían aquellos que por fuerza mayor, trabajo, obligaciones sociales, compromisos oficiales, etc. debían subirse a un avión.

    Debido al accidente del vuelo AF 447 ocurrido el 1º de Junio del 2009 despegado de Río de Janeiro con rumbo a Paris, he recibido llamados y mails de mis pacientes preguntándome si un rayo podía derribar un avión. Yo no estoy en condiciones de saber de dónde salió esa información, pero sí puedo contestar con seguridad que ningún rayo hace caer un avión. La cabina de la aeronave funciona como una gran jaula de Faraday, es decir, crea exteriormente un campo electromagnético que rechaza y descarga a tierra toda actividad eléctrica como puede ser un rayo.
    Yo sería un necio y estaría totalmente alejado de la realidad si no planteara la posibilidad de una emergencia, un incidente o un accidente. Que de hecho existen. En una mínima proporción si los comparamos con los ocurridos en los automóviles.
    No trato de restarle importancia al tema, sino ubicarlo dentro de los parámetros probabilísticos, sabiendo que las posibilidades de un accidente aéreo son mínimas. Lo que ocurre, es que una catástrofe aérea, siempre encierra una luctuosa espectacularidad por el número de víctimas que ocasiona.
    De ninguna manera mis opiniones, como lo digo en mi libro Vuele Sin Temor, intentan ser un himno irresponsable a la alegría y subestimar el dolor de los que han perdido a un ser querido o los que sobrevivieron a la dura experiencia de un accidente aéreo. Todo lo contrario, sólo que si ello es real, también posee una potente dimensión de verdad las incontrovertibles cifras de los innumerables aviones que despegan y aterrizan diariamente en el mundo, sin la menor novedad. Esto no es noticia ni vendible ni comprable.
    La difusión de información frente a una catástrofe aérea, por casi la mayoría de los medios, se torna, en mi opinión, exageradamente reiterativa y además, en muchos casos se basan en hipótesis y comentarios poco fiables. Las hipótesis son sólo eso, hipótesis que necesariamente deben ser demostradas. Esta situación colabora en llevar más preocupación a quienes padecen de miedo a volar.

    Mi propuesta es informar, orientar, tranquilizar sin omitir aquello que podría no ser tan bueno, como por ejemplo las turbulencias, las emergencias, los incidentes y los accidentes, pero en su justa dimensión y con la prudencia de la confirmación de los hechos, tratando de evitar una difusión apresurada y errónea.

    Dicho sea de paso, es conveniente aclarar, que un porcentaje de los pasajeros que han sufrido un incidente, como por ejemplo un despiste o una despresurización de la cabina, suelen permanecer particularmente sensibilizados durante un período de tiempo, padeciendo de un miedo post-traumático. Esto de ninguna manera significa una fobia y no siempre requiere de tratamiento.

    Lo ocurrido el 11 de Septiembre de 2001 es un ejemplo del bombardeo mediático de información, las imágenes televisivas eran contundentes en sí mismas. Se repetían las secuencias de los impactos desde distintos ángulos, con diferentes técnicas que reproducían las mismas en forma normal, lenta o detenida, una y otra vez.
    Este espectáculo dantesco fue visto por todo el mundo, generando un sin fin de sensaciones aterrorizantes, que iban de la perplejidad al pánico y de la incertidumbre a la angustia más profunda.

    Retomando el tema del reciente accidente del vuelo de Air France 447, puedo decir que, en general las tormentas no representan riesgo alguno para la seguridad del vuelo. Me refiero a aquellas que pueden ser atravesadas sin dificultad dentro del nivel de agresividad de las mismas, situación detectada con exactitud por los radares meteorológicos de las aeronaves, además de todos los datos sobre la meteorología del trayecto a volar suministrados a los pilotos en tierra antes de subir al avión. Podrá haber mayor o menor turbulencia o actividad eléctrica, pero las aeronaves están preparadas para estas situaciones. Si bien es cierto que dentro de las denominadas nubes Cúmulos Nimbus suelen existir vientos desde hasta 200 km. por hora, que generan corrientes ascendentes y descendentes que podrían destrozar el avión, ningún piloto se atrevería a meterse en ellas, el desvío de la trayectoria del vuelo para evitarlas es el procedimiento de rutina. En las personas con miedo a volar, las más mínimas turbulencias hacen recrudecer sus temores, generadores de mucha ansiedad y angustia. Obviamente una catástrofe como la ocurrida con el vuelo AF 447, genera un alerta en todo el mundo, más aún teniendo en cuenta los interrogantes en cuanto a los motivos que dieron lugar a este accidente en particular. Si a esto le sumamos, lo ya comentado anteriormente sobre la difusión de información apresurada y débilmente fundamentada e imprecisa, se logra aumentar la incertidumbre del pasajero temeroso a volar.
    Poco sabremos con certeza antes de decodificar las cajas negras del Airbus 330 siniestrado, que de acuerdo a las últimas noticias, ya han sido recuperadas y los investigadores han logrado recopilar la totalidad de los datos contenidos en la caja. Esperemos que el informe de los expertos se haga público a la mayor brevedad posible.
    Es muy importante saber qué pasó, para que los familiares de las víctimas puedan aliviar la dolorosa pérdida y elaborar el duelo de la forma menos traumática posible.

    Dedico muchas sesiones de terapia aclarando a los pacientes con miedo a volar, sobre las medidas de seguridad internacionales que se aplican a la aeronavegación comercial y toda la tecnología aplicada, tanto en la fabricación de los aviones, como en los sistemas de control terrestre, para que cada día, los vuelos sean aún más seguros y confiables. Si bien esto no es suficiente para calmar sus temores, el saber algunas cosas que para el común de la gente pueden ser “misteriosas”, por ejemplo que un aparato de más de 200 toneladas pueda sostenerse en el aire, desarrollar velocidades de 900 km. por hora y alcanzar alturas de 12.000 metros, sirven porque es una tarea tendiente a informar y desmitificar tal aparato y atenuar las fantasías fatalistas de los pacientes, mejorando su confort psíquico a bordo.

    Dr. Víctor F. Bertoli
    Médico psiquiatra.
    Médico Examinador de Personal Aeronavegante
    Piloto Privado de Avión
    Autor del libro: “Vuele Sin Temor”
    http://www.vuelesintemor.com.ar.

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