Como pensar

…..para pensar escójase una silla que no sea muy cómoda. Una silla de tapicería suave y espesa invita más bien al sueño, que es lo que precisamente debe evitarse cuando se desea pensar en algo. Somos criaturas del medio ambiente, por lo tanto búsquese un lugar agradable, aunque sea un rincón de la casa, oficina o taller, donde nos sintamos cómodos y no haya quien nos moleste y que sea un lugar de nuestra preferencia. Sobre el tema de los pensamientos debe enfocarse la conciencia y no debe confundirse el pensamiento con la distracción.

No debe permitirse que la conciencia vacile entre dos grupos de impresiones. Por eso es que se necesita buscar una quietud relativa y un ambiente agradable. Estas condiciones, lo repito, pueden hallarse en un rincón del cuarto.

Redúzcase el tema de la meditación a su expresión más sencilla. Si analizamos la mayor parte de nuestras abstracciones y problemas, veremos que son complejos, que están constituidos por una serie de ideas entremezcladas. La conciencia no puede abarcar diversas ideas a la vez, pues vacila de una a otra. Debe prestársele ayuda eligiendo una sola de las ideas.

Si no se puede decidir inmediatamente cual es la forma más simple del pensamiento en cuestión, divídase este en varias partes y comiéncese por aquella que se considere más importante. Por ejemplo: si el problema es comprar o alquilar una casa y lo que se considera más importante es cómo conseguir el dinero, comiéncese por ese punto. Mientras lo dilucida, excluya toda otra idea.

El tema principal

Una falta común en la manera de pensar de muchas personas es la de mantener ante su conciencia, con todo su vigor, el tema o idea principal de lo que piensan. Este tema no debe repetirse continuamente como si fuera una afirmación, ni tampoco debe visualizarse repetidamente.

Si la mente está ocupada constantemente con el tema general del problema, su progreso hacia una probable solución es imposible. Póngase el tema general como en un fondo de la conciencia, como si dijéramos en un lugar especial de la mente. De él no se puede prescindir, porque hay que consultarlo de vez en cuando, pero no debe permitirse que domine todo el pensamiento. Cuando nos refiramos a él debe ser con el objeto de verificar que nuestro razonamiento no se ha desviado de la idea general.

Luego, uno debe comenzar a interrogarse mentalmente lo que uno sabe del tema que está considerando. No debe presumirse que se sabe. Revísense las opiniones y experiencias que con él están relacionadas. A menudo encontraremos que es necesario descartar suposiciones previas, lo cual será muy beneficioso, pues no es bueno recargar la mente con ideas diferentes.

Supongamos que el tema de la meditación es algo que deseamos llevar a cabo. En ese caso, como punto previo, es necesario relacionar el tema con las circunstancias actuales que nos rodean. O en otras palabras: uno debe decirse «ahora tengo esto o «ahora puedo hacer esto y esto». Luego, hay que hacerse la siguiente pregunta «¿Cuál es la diferencia que existe entre las circunstancias presentes (lo que se ha hecho o lo que se puede hacer) y el objetivo deseado, el tema del pensamiento?»

El tema puede ser considerado también bajo otro punto de vista. Hay ciertas cosas que se pueden comprender o hacer inmediatamente. Ellas constituyen el presente, lo hecho. La idea principal de nuestros pensamientos es lo que esperamos hacer, es decir: el futuro.

¿De qué clase es la diferencia que existe entre ambos? Cuando se haya precisado la diferencia, averígüese que es lo que impide la realización de la idea. Es claro que si esta diferencia puede obviarse, el problema está resuelto. Pero si la diferencia es compleja, redúzcase a sus factores principales, es decir: a lo que, en nuestra opinión, es el obstáculo principal entre el tema propuesto y nuestra comprensión de las circunstancias que nos rodean.

Conocido el obstáculo, debemos responder a la pregunta siguiente: ¿Por qué no podemos vencerlo?

Por este método se diseca el tema de nuestros pensamientos. Todos sus factores se reducen a los elementos más simples; las partes innecesarias, como los deseos y opiniones, desaparecen. Así podemos contemplar a su debido tiempo cada una de las ideas simples en que hemos dividido nuestro tema. Mentalmente las veremos más claras que si las consideramos todas juntas.

La lucidez de esas ideas simples, por asociación, estimula el flujo de ideas e impresiones correlativas. Por ejemplo: si tenemos ante los ojos un papel lleno de colores iridiscentes y con varias figuras, es difícil que determinemos de una ojeada lo que aquello significa. Pero si en cambio vemos una hoja de papel de un solo color y con un dibujo sencillo nuestra mente conserva con facilidad esas ideas y las relaciona fácilmente con otras ideas que sugieren una serie de objetos similares a los que acabamos de ver. Por lo tanto, la reducción de un problema a sus factores simples tiene como resultado la afluencia de ideas intuitivas que iluminan la conciencia y resuelven el problema que nos ocupa.

Debe comprenderse, y es por ello que lo repito, que estas ideas intuitivas quizás no vendrían si el problema o tema se considera en su totalidad, porque el elemento que las engendra estaría sumergido en un todo indefinido. También debe tenerse el cuidado de referir cada conclusión al tema principal, para asegurarse de que el pensamiento no ha sufrido ninguna digresión. Es imperativo que las conclusiones a las cuales se llegue no sean confiadas a la memoria. Anótense a medida que vengan. Ellas caerán como podrá notarse después, en un orden o secuencia natural. Esto es lo que pudiéramos llamar la evolución y el desarrollo del pensamiento.

En el arte de pensar, cada buen éxito, es decir: cada concepto aclarado, anima y entusiasma al pensador. Hay en ello una satisfacción personal que sirve de incentivo para seguir adelante. La práctica del pensamiento abstracto, como en todo, es la que facilita los resultados. Los intentos superficiales desaniman. Al principio, aquellos que están acostumbrados a acometer una idea como si fueran a luchar con ella, encontrarán este método fastidioso y cansado, a pesar de que produce mucho mejores resultados. No se haga hincapié en un solo punto de lo que se está considerando.

Hagámonos las preguntas que con él se relacionan y dejemos que las ideas fluyan a nuestra conciencia. Recuérdese que cuando se desecha un punto o se fuerza una conclusión respecto a él, se presume que se sabe la respuesta; si en realidad se conoce ésta, no hubiera habido necesidad de pensar en ella. Se tendrá la noción de haber llegado a una solución correcta, porque ella será evidente por sí misma. Ella fluirá tan naturalmente que no será posible ponerla en duda.

Durante el proceso de pensar debemos olvidarnos de nuestras preocupaciones y de lo que nos rodea. Cuando uno no está concentrado objetivamente en algo externo y se recurre a la introversión, las funciones de la mente subjetiva se avivan. Más sencillamente pudiéramos decir: hay que perderse en los pensamientos; veamos hacia el espacio, si esto ayuda, siempre que pueda hacerse sin el peligro de distraer la atención; hay personas que pueden concentrarse con los ojos abiertos y otras lo hacen mejor con los ojos cerrados.

El tiempo requerido para este método de pensar es variable y depende, como es natural, del tema y de la práctica que se tenga. Al usar este método se experimenta una ligera sensación de calor en la frente, que no es perceptible al tacto. También se experimenta una sensación como si la cabeza se dilatara. Ambas sensaciones se deben al estímulo de las células del cerebro y del cerebelo.

Este proceso atrae la sangre hacia la cabeza y desarrolla las células de las áreas de asociación. Mientras más se piensa en esta forma, nuestros pensamientos se vuelven más profundos y nuestras conclusiones tendrán una lógica inherente por lo cual serán respetadas. No solamente comenzaremos a dominar muchos de nuestros problemas que nos parecían insolubles y a responder a muchas de las preguntas que nos parecían estar más allá de nuestra comprensión, sino que poco a poco nos invadirá una satisfacción por nuestros éxitos intelectuales, especialmente cuando lleguemos a conclusiones que puedan equipararse a verdades recientemente descubiertas y a los conceptos de muchos de los grandes pensadores de la época.

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Autor/origen:
Por Ralph M. Lewis, F.R.C.
Este artículo fue publicado por primera vez en la revista «El Rosacruz» Editado en Noviembre de 1947
Visto en:
http://el-amarna.blogspot.com/

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5 comentarios

  1. Cordial saludo,
    Gracias por compartir su conocimiento, su anàlisis es interesante y muy pràctico, ademàs lo recibo como una respuesta a la pregunta que durante mucho tiempo no lograba resolver.
    Nuevamente, mil gracias por su ayuda. Que Dios le bendiga.

  2. es precioso como explica la manera no solo de saber pensar
    si no que ademas encuentro una forma de superar dudas .
    muchas gracias .

  3. Estimada Mariela,

    Es vital "reprogramar" nuestras mentes (como si fuera un ordenador) para poder empezar a crear nuestra energia desde el equilibrio.

    Sobretodo es importante en momentos dificiles como bien apuntas.

    Un abrazo de luz,

  4. super clave para ordenar y darle metodologia a nuestros pensamientos principalmente en situaciones dificiles donde no vemos salidas a nuestros problemas

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